🌟NEW🌟 58 | Girl panic!

«With the voices in my head, the clever words I never said, and you just let it happen»

Duran  Duran

____________________________________

El verano era oficialmente despedido desde el hemisferio norte, dando así la bienvenida al tan ansiado otoño. Alice solía tener una debilidad por esa estación del año, siendo gracias a sus recuerdos de infancia, en su natal Nueva York, jugando en compañía de sus hermanos en el jardín de la gran casa que habitó hasta los catorce y a la cual juró nunca más regresar luego de haber sido exiliada por su propio padre a diferentes internados al otro lado del atlántico al igual que su hermano mayor.

La morena muerde su labio inferior, pensativa, mientras deja que su cigarrillo se volviese agonizante ceniza entre sus dedos. Ella observaba a solas el atardecer londinense sobre la azotea del 221, ansiosa de ver un vestigio de naranja en las hojas de sus frondosos árboles, temerosa de las venideras heladas del clima y, sobre todo, internamente adormecida por lo que se vendría en materia personal... Seis meses llevaba viviendo en Londres. Casi siete sin hablar directamente con su madre. Ocho sin un cálido abrazo de su hermano. Dos años sin saber de la menor de la familia... Estaba completamente a solas, confiando sólo porque no tenía alternativa, confiando porque su empatía solía ser su más grande y voluntaria debilidad.

―Es bastante desconsiderado que subas a fumar y no corras la palabra ―se queja Holmes mientras se integra, ceñudo―. Yo fui quien te dijo sobre este lugar.

―Y ¿qué esperas? ―espeta ella sin siquiera voltearse, pero alzando su diestra al costado para que él tomase el cigarrillo desde entre sus dedos―. ¿Quieres que siempre te avise cuando suba?

―No necesariamente, pero que me guardes un cigarrillo.

―Compra los tuyos propios.

―Lo hago ―asegura mientras da la primera calada y afirma ambos antebrazos sobre el barandal, tal como su compañera―. Pero, usualmente, hago desaparecer una caja completa a diario.

Alice le observa genuinamente preocupada en junto. Él no se molesta en devolverle la vista. Sólo con su mirada de soslayo puede comprobar que tenía ambos inmensos verdes ojos sobre su perfil.

―Eso no es nada bueno, Sherlock. Es peligroso.

―¿Y qué? He hecho cosas peores.

―Eso no justifica una nueva y peligrosa adicción.

―¡Oh, cierra la boca, Sanders! ¡eres una fumadora tu misma! ―se queja observándola con fastidio y apagando la acabada colilla. Pronto trajinando el bolsillo derecho de la chaqueta de ella desde donde saca rápidamente una caja de mentolados sin que esta pudiese evitarlo.

―Mira al interior de esa caja ―le desafía―. Es la misma que compré la semana pasada y sólo he fumado un cigarrillo por día, a veces dos...

―¿Y qué? Me parece que, en tu caso, debería mejor ir a revisar tu licorera. De seguro ya has acabado con cuatro botellas de vino este mes por ti misma ―ella pretende discutir, pero pronto se arrepiente. Holmes, victorioso, enciende un nuevo cigarrillo luego de quitarle el encendedor a su resignada amiga―. Eres una persona autodestructiva en negación. Lo cual es irónico, porque eres una maldita psicóloga ―fuma con una satisfecha mueca. Alice suspira agotada y vuelve a perder su mirada sobre el horizonte―. Yo, en cambio, asumo sin resistencia mi realidad.

―Pero... ¿No quieres mejorar?

―¿Mejorar? ―bufa despectivo, ligeramente irritado―. ¿Qué tanto te ha dicho Mycroft sobre mí?

―Lo suficiente.

―Entonces podrás inferir que mi situación actual es realmente buena.

―¿Cómo? Fumas una caja de cigarrillos al día y...

―He tocado verdadero fondo ―sentencia con firmeza, interrumpiéndola sin que ella pudiese hacer algo al respecto―. Mientras esté funcional y alejado de la otra basura ya es suficiente.

―Pero...

―¡No! ―sentencia gutural y ella se frena a sí misma, algo temerosa de continuar. Holmes usualmente no lucía así de enojado―. No vayas ahí. Tenemos un tipo de relación social, pero no de esa clase. Y menos permitiré que alguien con sus propias adicciones triviales se atreva a creerse moralmente superior para reprocharme algo de lo que no tiene la menor idea. Sólo cierra la boca, Sanders.

La joven le observa ofuscada y se acerca a él para así recuperar su caja de cigarrillos desde el bolsillo del abrigo del ratero detective, el cual no opone resistencia y sólo le observa desafiante.

―Entonces compra por ti mismo tus malditos cigarrillos ―Alice comienza su retirada y él le contempla solemne mientras fuma junto al barandal.

―Te buscaba hace un rato porque tengo un caso interesante...

―¡Al diablo con eso! ―exclama alzando su dedo del medio al aire cuando ya se acercaba a la puerta y pronto desaparece de vista.

A pesar de que su relación con Holmes había mejorado significativamente durante aquellos seis meses en que le conocía, de alguna manera, esta continuaba relativamente igual y ella no podía evitar seguir dándole vueltas en su cabeza. Por un lado, había logrado comprender sus motivaciones, en su mayoría, y, a pesar de que muchas veces él fuese un carácter complejo con el cual lidiar, se moldeaba a lo que él era porque empatizaba con su visión del mundo. Por otro lado, a veces se le hacía inmensamente difícil lidiar con él y, sobre todo, recordar el porqué de su negativa a rendirse ante sus constantes y hostiles pruebas. Porque eso es lo que eran a su parecer. Sherlock es una persona que, a pesar de refugiarse tras una muralla de eidético conocimiento, realmente era bastante inseguro cuando se trataba de relaciones interpersonales. Por lo que ella deducía, no era difícil de creer y asumir que su capacidad para mantener relaciones era casi nula, e, irónicamente, ese era el mayor punto en el que ambos coincidían; ella, al no crecer necesitando duraderos lazos porque no tenía la oportunidad de conservarlos, y él, al seguramente crecer creyendo que estos no eran necesarios, que el conocimiento y la superficialidad eran suficientes, por eso muchas veces probaba su paciencia. Él necesitaba estar cien por ciento seguro de que no sería abandonado.

Sanders saca una botella de agua desde el frigorífico y apaga las luces de su apartamento. Aquella noche se dormiría temprano y, a la mañana siguiente, pretendía comenzar a utilizar aquella membresía de gimnasio que había comprado hace una semana y que aún no hacía válida. Por lo mismo, se da una ligera ducha y luego va a la cama. Sin embargo, no puede pegar pestaña. Eran ya las nueve y treinta y ella acomoda una y otra vez su almohada, intentando distraer su mente desde una fortuita idea que se le ocurrió cuando se replanteaba su relación con Sherlock hace un rato: Intimidad social.

La morena entrecierra sus ojos y suspira frustrada, ya que, no puede evitar alcanzar su laptop y encenderle, cuidando con iniciar la oculta sesión de la que Sherlock parecía aun no enterarse cuando era un intruso entre sus pertenencias. Al parecer, pasaría una noche en vela gracias a una penante idea.


.         .         .




Sherlock y John caminan apresurados por las cercanías de Covent Garden. Ambos se dirigían a Somerset House, más específicamente, asistirían a la semana de la moda en Londres debido a un intrigante caso al cual el afamado detective había sido convocado por un par de jóvenes modelos de alta costura. Los compañeros, elegantemente vestidos y peinados para la ocasión, se colocan sus insignias de backstage, brindadas por las chicas al visitarles en la calle Baker, y se integran sin problema alguno en los interiores del edificio, pronto dirigiéndose a un apartado salón en el ala este, ello con el objetivo de hablar con sus clientas antes del comienzo del tan anticipado show.

―Ya se lo explicamos, señor Holmes ―insiste una despampanantemente hermosa chica de fuerte carácter, luciendo bastante exasperada con el continuo desestimo a sus preocupaciones por parte del detective―. No todo es lo que parece. Y no debería simplemente dejarse llevar por estereotipos como ese ―asevera cruzándose de brazos mientras le encaraba. Con tacones que le hacían ligeramente más alta que su contraparte masculino―. No hay rivalidad entre el grupo de la agencia.

―¿Cómo podría estar tan segura, señorita Davis?

―Porque siempre hemos tenido buena relación, todas ―interviene la tímida castaña en junto, cuya pálida piel acentuaba de mayor manera sus ojeras y filosos pómulos al contrario de su compañera bendecida por una chocolate melanina―. No tiene sentido que, después de tantos años y cuando todas las de nuestra generación hemos podido ocupar un puesto para una emergente pero importante marca, nos saboteemos entre nosotras. De verdad que no.

―Ustedes son jóvenes ―agrega Watson frunciendo sus labios―. Les sorprendería de lo que algunos son capaces...

―¡No tiene sentido! ―insiste Davis y Sherlock ríe para sí mismo, causando que la morena luciera realmente irritada y se volteara hacia él otra vez―. Le estoy pagando con dinero que he ahorrado durante meses de trabajo. Quiero una respuesta que explique el porqué de aquellos sucesos para el final de la jornada ―espeta con autoritaria voz mientras posa sus manos sobre las caderas, mirando desafiantemente a Holmes hacia abajo. Este alza ambas cejas sin sorpresa.

―Por supuesto.

La hermosa morena y su igualmente alta compañera se marchan sin más y dejan a ambos hombres por si mismos en la espaciosa sala en Somerset House. John pestañea repetidamente, aun con la vista fija sobre la puerta.

―La señorita Davis será grande en la industria. Luce y actúa como una verdadera diosa.

―Mantén tu completo enfoque sobre el caso, John ―le reclama su amigo mientras inicia acompañado camino en dirección al corredor―. Esas mujeres son todas menores de veinticinco y, siendo realistas, están definitivamente fuera de tu alcance. Así que no seas un mirón.

―¡No estoy siendo un mirón! ―se queja genuinamente ofendido―. Yo tengo novia. Sólo decía...

―Limítate a decir sólo lo relevante entonces.

El doctor le observa con rencor durante unos segundos, ello cuando continúan por el corredor, pronto arribando a las cercanías de donde el evento se llevaría a cabo, en el ala oeste del complejo. Así, el detective se escabulle tras bambalinas en compañía de su amigo y se camuflan con éxito entre los representantes y otros asistentes de las apresuradas modelos. El lugar era un completo caos, repleto de ansiosas voces y pasos, colgadores metálicos obstruyendo el paso, de los cuales colgaban incontables tenidas enumeradas, espejos en cada pared cuyos frentes eran ocupados por minuciosas modelos que revisaban sus tenidas y tocadores a los costados en donde muchas de ellas eran maquilladas, incluyendo a Davis y su pálida compañera.

Y ¿ahora qué? ―susurra Watson y su compañero sonríe ladino, teniendo en mente diferentes focos de interés.

―Nos infiltramos.

El doctor y el detective separan caminos dentro de aquel backstage. El primero manteniendo improvisadas conversaciones con otros encargados y asistentes, mientras que el moreno sólo se dedicaba a vigilar lo que llamaba su atención a primera vista: Sujetos sospechosos, la procedencia del champagne, los bocadillos que nadie tocaba, las abundantes botellas de agua cuyo consumo era sólo permitido luego de la segunda caminata en la pasarela al igual que el alcohol, ello para evitar inconvenientes de carácter profesional y estético por parte de sus modelos.

Sherlock continúa con su pensativo recorrido, ello hasta que comienzan las primeras modelos a desfilar por la pasarela. Pronto, él pierde su mirada sobre la segura caminata de Davis, quien era la encargada de abrir el show. Ella lucía deslumbrante y su andar era avasallador, no había ningún indicativo de algo fuera de lo común como ella alegaba que habría pronto; por lo tanto, continúa contemplante, sin poder evitar dejar caer su mirada sobre el público en donde reconoce a dos familiares rostros en primera fila.

¿Qué haces aquí? ―susurra Alice cuando él se hace imposible espacio sobre su asiento, teniendo ella que obligatoriamente cederle la mitad al detective. Sebastian les observa en junto.

Estoy trabajando en un caso ―se justifica a igual volumen.

―Luces bien ―agrega Moran al estudiar lo que Holmes llevaba puesto y este responde sólo con un respetuoso ademán de la cabeza―. Aunque el corte del cuello me parece bastante femenino ¿no crees? ―le consulta a Astrid, su asistente personal quien le acompañaba a la izquierda, esta asiente luego de comprobarlo por sí misma. Holmes pretende no haber oído e, irritado, voltea a Alice hacia él desde la cintura con su diestra.

John está tras bambalinas. Investigamos un interesante caso y nos serías de bastante ayuda.

Pero...

¡Oh, vamos! ―refunfuña―. A ti no te interesan estas cosas. Si no fuese por mi hermano, no tendrías ni la menor idea de cómo vestir decente.

Alice sonríe entretenida y resignada; y él, luego de dirigirle una última cómplice mirada, pronto deja el puesto en dirección contraria al escenario. Sanders suspira y le sigue con la vista por sobre el hombro, pronto pensando en qué excusa decirle a Sebastian cuando se volteara hacia él, pero, el empresario sólo al observarle entiende lo que ella pretendía decirle.

―Ve tras él. Te libero ―dice con desenfado―. Yo estoy trabajando después de todo.

La morena le da un fugaz apretón a la diestra de su original acompañante como agradecimiento y pronto se escabulle hasta donde Sherlock le esperaba pacientemente, ceñudo.

―¿Acaso cree que al implicar feminidad en el diseño de lo que visto debería sentirme ofendido? ¿es esa acaso alguna varonil estrategia de pavoneo?

―Claro que no ―asegura su amiga al erguirse en junto―. A los alemanes sólo les agradan los productos alemanes. No es nada personal ―él bufa y ella continúa fija sobre su perfil―. Yo creo que luces realmente guapo.

Holmes alza una petulante ceja y le observa junto a él. Su distraída amiga lucía un relajado bun y vestía un verde claro vestido etéreo de cuello alto, cuya fluidez de tela, hasta la parte media de los muslos, lograba un soñador efecto sobre las curvas de su figura. Él sonríe ladino sin saber por qué, pero su rostro se vuelve neutro cuando ella le devuelve la mirada.

―Por supuesto que sé que luzco bien, no necesitas decirlo.

Los amigos son prontos en reunirse con John, el cual conversaba con una hermosa mujer cerca de la mesa con saludables bocadillos, ello mientras bebía champagne. Alice y Sherlock comparten una irónica mirada de soslayo y continúan su camino al interior, mezclándose entre los miembros del backstage y las modelos, pronto situándose en una alejada esquina con privilegiada vista de los alrededores.

De pronto, Davis, la clienta, camina luciendo sus eternas y estilizadas piernas gracias a una minifalda de blanco cuero cual contrastaba perfectamente con su oscura piel y negro brasier de encaje. La modelo se dirige hacia un tocador y se inclina para mirar con detalle su rostro, cual pronto empolva con translúcidos en una brocha para corregir el brillo de su frente. Alice se distrae durante unos segundos en la visión que era la chica, pronto notando que ella ahora miraba a un par de centímetros de su posición, al costado... Ella miraba directamente a Holmes. El detective sonríe ladino y hace un leve ademán respetuoso en dirección a la bella mujer. Esta entrecierra sus ojos y bufa desafiante, pronto volviendo a mirarse a sí misma en el espejo, aunque luego volviendo a ver a Sherlock, esta vez con una seductora media sonrisa antes de alzarse con gracia y caminar segura hacia su asistente al otro lado.

―¿Qué fue eso? ―consulta una sorprendida Alice―. Esas miradas... ¡Se comunicaron telepáticamente! ―exclama ahora ceñuda―. ¿La conoces?

―Por supuesto. Es la clienta ―responde con obviedad y su amiga entrecierra los ojos con suspicacia.

―¿Es tu tipo?

―¿Qué?

―Ella es tu tipo. Al igual que Irene Adler ―dice observándole curiosa―. De la forma en que la mirabas... Te agrada a la vista.

Sherlock pestañea repetido, inexpresivo.

―Cualquier humano con vista funcional rendirá segundos extra por la simetría. Porque es algo naturalmente raro ―Alice le observa incrédula, como si él bromeara y Holmes arruga aún más el ceño―. Que me intrigue la simetría de su rostro no significa que ella me agrade de otra forma. Lo mismo sucede con Irene.

Nah ―le desestima burlona―. Creo que ya descifré tu tipo.

―Yo no tengo un tipo específico. Y, de hecho, técnicamente nadie lo tiene. La gente sólo suele inclinarse por aproximaciones de características físicas deseables que los medios de comunicación instiguen en ellos ―sentencia solemne, ello mientras guarda ambas manos dentro de los respectivos bolsillos laterales de sus pantalones, vigilando sus alrededores―. Pero tú, por otro lado, creo que si tienes una inclinación clara.

―Ah ¿sí? ¿cuál? ―dice desafiante, pero él no responde y sólo le jala desde la mano para que le siguiera hacia el frontis del lugar, pronto encontrándose con John, el cual saluda a su amiga sólo con una asombrada mirada y un ademán de la cabeza. Ella sonríe entretenida.

―... Keyla, con quien conversaba, es una exmodelo...

―¡Oh, sólo ve al grano, John! ―lo presiona su fastidiado amigo. El doctor rueda los ojos.

―Ella me dijo que a las modelos no se le permite consumir absolutamente nada antes de la segunda caminata.

―¡Eso lo sé!

―Bueno, entonces es tiempo que pongamos atención a lo que hacen ―responde enojado ante la impaciencia de Sherlock. Alice, curiosa, interviene en busca de contexto.

―¿Por qué?

―Muchas de ellas comienzan a sentirse de manera extraña luego de la penúltima caminata.

―¿Cómo no? ―insiste una extrañada Sanders―. Hacen ayunos secos de hasta veinticuatro horas antes de un desfile. Por supuesto que se sentirán mareadas.

―La debilidad no es el problema en este caso ―refuta Holmes con la mirada fija en Davis sobre la pasarela, la cual volvía ahora a paso seguro tras bambalinas―. Debemos vigilar el flujo del contacto entre las modelos con la comida, bebestibles y...

―¡Los tres no podemos simplemente vigilarles a todas!

―Bien ―bufa el aburrido detective―. John mantendrás tus ojos sobre cada movimiento de Rinna, nuestra otra clienta ―instruye indicándola al fondo, nerviosa, ya que, era la siguiente en caminar. John se aleja de sus amigos para buscar una mejor posición―. Sanders... ―dice pensativo, analizando a cada mujer alrededor, pronto eligiendo a una bella chica de asiáticos y elegantes rasgos sobre la pasarela, cuyo caminar era bastante altivo y seguro―. La vigilarás a ella e intenta no enamorarte.

―Claro ―responde con sorna―. ¿Tú vigilarás a Davis? Bastante conveniente para tu vista ¿no?

―Y a ti ¿qué? ―le interroga desafiante, ambos pronto siendo interceptados por quien discutían.

―Espero que tengas algo hasta el momento.

―Estamos en eso ―responde el solemne detective. Alice contiene el aire. Esa mujer era inmensa con tacones, ligeramente más alta que Holmes. Davis, a sus ojos, era como una griega y majestuosa estatua de antiguas eras―. Sólo trata de no comer o beber nada.

La morena gruñe derrotada y hace un enojado, pero, de alguna increíble manera, sensual puchero y da un completo paso en dirección al detective, quedando así bastante próxima a él, para así entregarle un par de oscuros bombones. Pronto marchándose sin despedirse en sentido contrario, pavoneándose segura hacia donde era requerida.

―Ten ―el detective le entrega un chocolate a su amiga, luego de comerse uno él mismo.

―¿No que ellas se sentían extrañas después de...?

―¿Viste los snacks de la mesa? Lo más azucarado ahí son rodajas de manzana y naranjas. Dudo que alguna de ellas quiera o le permitan comer estas vacías calorías. De seguro prefieren sacrificar la sobriedad con una copa de champagne que arriesgarse con el azúcar... Es adictiva.

Alice asiente pensativa y busca un espacio donde no estorbar y poder vigilar a su modelo asignada. Pronto comenzaría la segunda tanda del desfile y el caos nuevamente comienza a apoderarse del lugar. John, por su parte, vigila de cerca a Rinna, mientras que Sherlock a Davis y así pasa una completa hora, ello hasta que la totalidad de las modelos se unen en una perfecta y despampanante fila para así salir frente a las cámaras por última vez. Los tres amigos se reúnen en silencio a un costado para observar con atención a las hermosas mujeres caminar con seguridad por la pasarela.

―¿Qué consumieron sus modelos?

―Agua, champagne y dos espárragos ―responde John.

―Dos bombones como los que comimos nosotros y champagne ―responde Alice y Sherlock arruga el ceño.

―A ella no le importa la dieta.

―Vi a varias chicas consumiendo bombones. Tal vez es algo así como una cábala y no son tan estrictas.

Holmes asiente lento y contemplativo de las modelos que ahora se integraban tras bambalinas, las cuales eran abrazadas y felicitadas por el staff, familiares además de managers. El detective suspira profundo y limpia el sudor de su frente con una servilleta que encuentra en junto, pronto volteándose hacia sus amigos, sólo encontrando a un embobado John, quien se despedía a lo lejos de la mujer con quien hablaba hace un rato.

―¿Dónde está Sanders?

―Oh... No lo sé...

―Vigila actitudes extrañas entre las modelos que observamos. Nos faltan un par de necesarios ojos. Ya vuelvo.

El, de pronto, agitado moreno se apresura hacia el frente y, con suerte, logra interceptar a Alice quien conversaba con Sebastian en las cercanías. La chica reía estruendosamente, aún más fuerte de lo que usualmente lo hacía y Moran le observaba entretenido.

―Debes volver, necesitamos ayuda para...

―¡No me necesitas! ―le regaña ella entre risas y le da un ligero empujón―. Vuelve a Davis. Estoy segura de que tendrás suerte hoy, niño lindo.

Ella se voltea nuevamente hacia Sebastian y este la acerca hacia él desde la cintura, curioso, pronto alzando con delicadeza la cara de la risueña chica para mirarle a los ojos con mayor detalle.

―Tus pupilas están dilatadas ―musita, pronto viendo a Holmes en junto, el cual, a pesar de serio, era delatado por sus brillantes ojos cuyo color era imposible de distinguir gracias a la expansión de sus pupilas―. ¿Qué consumieron? ―pregunta algo confundido, pronto endureciendo su semblante para dirigirse a Sherlock―. ¿Qué le diste?

El sorprendido detective atrae a Alice desde la muñeca y comprueba los dichos del empresario en ella, ya que, él mismo se sentía bastante agitado y sudoroso.

―Sólo hemos comido un chocolate cada uno ―le dice a su amiga quien poco a poco detiene su risa, pronto abriendo sus inmensos ojos a más no poder, ello al hacer sentido de todo.

―¿¡Estamos drogados!?

―Aparentemente ―concuerda tensando su mandíbula y emprendiendo camino de vuelta tras bambalinas.

El sagaz detective, a pesar de agitado, no se ve en absoluto imposibilitado de continuar, en tanto, vigila los alrededores con atención, ello para finalmente dar con el origen de aquellos bombones.

―¡El chocolate es el problema! ―exclama Watson cuando le encuentra, señalando a distancia a la elegante modelo asiática que Alice vigiló, riendo efusivamente y coqueteando con quien fuese que encontrara alrededor.

―Lo sé. Comí uno ―dice indicando sus ojos y el doctor se alarma a realizar lo dilatadas de sus pupilas―. Debemos encontrar su origen y el motivo de por qué son repartidos sólo entre ellas.

Y no debe pasar mucho tiempo hasta que den con su flagrante responsable luego de desechar la delatora caja: El manager de la compañía de modelos Elite. Así, después de sucumbir ante las presiones verbales del detective, el hombre incriminado cede y confiesa que lo hacía con la intención de crecer su negocio, de permitirles a ellas inhibir el apetito y, sobre todo, "florecer" socialmente gracias a estimulantes artificiales, ello con el final cometido de publicidad propia, de ellas mismas promocionándose carismáticamente ante los representantes de grandes marcas y así, por consiguiente, cerrar un lucrativo trato, el cual, según él, les beneficiaría a todos. Por lo tanto, después de la segunda caminata del desfile, saludaba a sus representadas y les ofrecía un par de bombones como cábala y recompensa luego de finalizada la primera parte del show.

―Lo que usted hace es un crimen...

―¡Es una estrategia y está funcionando! ―exclama temeroso, aunque, intentando mantener la compostura, ello con la esperanza de convencer al detective―. Las chicas están consiguiendo trabajo, mucho... Tanto así que este grupo completo fue convocado por...

―Señor, deténgase ―interviene un exhausto John―. Está arruinado ―dice alzando uno de los chocolates en alto―. Ya contactamos a Scotland Yard.

De esa manera, mientras esperaban por la policía, Davis se acerca al detective y ambos caminan juntos por el pasillo mientras ponía al día a la abatida morena sobre lo sucedido y resolución del caso.

―Pero Dylan es una buena persona...

―Una ambiciosa persona ―le corrige amargo y ella suspira derrotada.

―¿Qué pasará ahora? ¡lo que hizo es increíble...! Y cruel... Todas confiábamos en él...

―Todos mienten, debes tenerlo siempre en cuenta ―asegura y Davis asiente lento, pronto frunciendo los labios. Manteniéndose en silencio durante un par de contemplativos minutos.

―Si la policía viene en camino, supongo que la fiesta será cosa del pasado ―se lamenta, aunque, pronto parece recompuesta―. ¿Quieres ir a cenar o algo?

―No tengo hambre. Comí uno de los chocolates en cuestión ―dice con una mueca de disgusto y ella sonríe.

―Al menos fue sólo uno...

―Sí, aun así, creo que será mejor que vaya a casa ―de pronto, a la distancia, Sherlock divisa a una sonriente Alice caminando apresuradamente hacia John, a quien abraza de manera efusiva por el costado para la sorpresa del doctor. Holmes le dirige un respetuoso ademán a la mujer en junto y pronto se dispone a caminar en dirección a sus amigos, sin embargo, ella le frena.

―Entonces ¿quieres mi número personal?

Él le observa curioso, aunque, pronto niega solemne.

―Si deseas agradable compañía, no soy tu tipo ―dice con una media sonrisa mientras se endereza y enlaza ambas manos tras su espalda―. Él es agradable compañía, pero ya tiene novia ―indica a John con un ademán de la cabeza. Davis ríe para sí misma.

―Como sea ―la mujer saca una tarjeta desde su bolso de mano y la deposita suavemente dentro del bolsillo frontal del blazer de él―. Si cambias de opinión, llámame.

Él le observa alejarse con atención, sonríe ladino y se devuelve hasta sus compañeros en donde también se unirían los efectivos de Scotland yard. El inculpado se une a ellos de manera voluntaria, pero haciendo valer su derecho de silencio hasta el arribo de su abogado; Holmes en tanto, le explica a un oficial que las pruebas las entregase a Gregory Lestrade, él sabría qué hacer con todo.

―¿Qué fue lo que consumieron por accidente? ―consulta John, de pronto, al notar que la siempre congelada Alice andaba sin abrigo, ello cuando los tres caminaban por las oscuras calles de Londres en dirección a la más cercana gran avenida para así pedir un taxi.

―Una moderada dosis de MDMA ―responde el agitado detective, quien le llevaba casi un paso completo de distancia a sus bajos compañeros―. Es una droga estimulante. Y, debido a que nosotros no tenemos resistencia a ella, nos durará más el efecto energético de esta.

―Eso es peligroso para... ―intenta decir un preocupado John, pero su amigo le frena.

―Estaré bien ―el detective se distrae un segundo y casi cruza en rojo, siendo Alice quien le sostenga del brazo para evitar que este continúe. Él le observa extrañado―. ¿Por qué volviste? Pensé que irías con Moran.

―No quise ir a la fiesta a la que me invitó. Veo todo demasiado borroso... ―musita lo último, aun sujetada de su amigo, con quien emprende acompañada y, algo desorientada, caminata. Sherlock y John comparten una mirada extrañada.

De esa manera, son afortunados en encontrar un taxi el cual les permite arribar no mucho después a la calle Baker, en donde John es el primero en despedirse para ir a la cama, ya que, por razones obvias, a pesar de que ya era medianoche sus amigos no parecían cansados.

―Y ¿cómo te fue con la bella morena? ―consulta Alice cuando se reintegra a la sala, entregándole su respectiva taza de té a Holmes. Él alza una suspicaz ceja.

―¿Por qué quieres saber?

―Porque pensé ver chispas entre ustedes.

Él arruga el entrecejo y pronto bufa agotado, rodando los ojos antes de buscar en el bolsillo superior de su chaqueta la tarjeta de presentación de ella, cual lanza habilidosamente sobre la mesita de té que separaba ambos sofás individuales en el 221B. Sanders, sorprendida, alcanza dicha tarjeta y lo comprueba por sí misma.

―Vaya, vaya ¡qué galán!

―Y ni siquiera lo intento.

―Y esa es precisamente gran parte de tu encanto, querido ―él alza una interrogante ceja―. Me refiero a que tú no pareces el tipo fácil de complacer, por lo tanto, eres un verdadero desafío para la autoestima de cualquiera ―ella abre ambos ojos con enormidad―. Eres un imán de personas con baja autoestima y adictos a los desafíos.

―¿Dónde calzas tú?

―Yo sólo... ―sonríe tímida pero sinceramente―. Soy tu amiga. Empatizo y me agradas por ser tú, en todas tus facetas.

Él asiente lento, como intentando grabar lo recientemente escuchado en su mente. Y, después de un par de solemnes segundos, entrecierra los ojos.

―Me gusta mucho tu vestido. Te ves realmente hermosa en él.

Sanders alza una petulante ceja, desconfiada.

―¿Qué quieres?

―¿Me darías un cigarrillo?

Ella suspira profundo, con una neutra expresión en su cara.

―Te dije ayer que no continuaría sustentando el exceso de ese vicio autodestructivo.

―Maldición ―se lamenta―. Pensé que habías olvidado eso.

―Aunque... ―duda un momento― Puedo acceder a compartir un solo cigarrillo ―él alza su mirada, satisfecho con la propuesta―. Me negué a sustentar el exceso. Nunca me negué a compartir el mal vicio.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top