𝓔𝓼𝓮 𝓭𝓲𝓪
Tenía un puto frío de los mil demonios, estaba tirada en mi cama con dos mantas encima y ni así lograba calentarme un poco, observé mi celular, de nuevo no tenía nada, no había nada. Por que mierda habría algo si nadie me habla, nadie, nadie, nadie. Papá se había marchado hace tiempo y mamá no me hablaba.
Desesperada abrí mi bolso, saqué una pequeña caja de aluminio y saque mi porro, tomé mi encendedor y entré al baño, abrí la pequeña ventana casi en lo alto del techo y lo encendí, sabía que me iba a congelar más por el viento que entraba pero necesitaba relajarme un poco.
Me quede viendo el gran agujero que estaba en la pared frente a mis ojos el cual ahora estaba relleno de mezcla blanca, lo había reparado como pude pero no me salió del todo derecho, ese día llevaba puesta una pastilla y sentía la pasta muy extraña en mis manos, le doy la culpa a eso.
Vi la hora, tenía que marcharme ya, me duche rápido y salí del piso, seguía haciendo un frío de la puta madre pero tenía que ir por la paga, era eso o morir de hambre. Conduje hasta el centro de la ciudad, no hacía mas de diez minutos, aparque frente a la tienda, había llegado a un acuerdo con Rosie en que los sábados serían mis días de descanso y aunque me costó convencerla terminó cediendo.
Salí de ahí con el sobre entre mi chaqueta y mis senos, no hay mejor escondite que ahí ¿no?. Camino a mi piso me desvié, tenía dinero de mi semana, así que me vendría bien algo para no sentirme tan jodida este día que estaría tirada en mi piso llorando.
Llegué a casa de Lalo, el auto del chico que había llegado aquel día y que le debía dinero a Lalo estaba ahí, lo reconocí gracias a una estúpida calcomanía pegada a la defensa trasera del coche, era el clásico símbolo iluminati de un triángulo con un ojo adentro. Toqué la puerta y segundos más tarde uno de sus chicos me abrió la puerta, no se si era Daniel o Mike, no se y no me interesaba. Pregunté por Lalo, me dejaron pasar, me dijeron que ya venía. Salió de su habitación, seguido del chico que efectivamente estaba ahí, lo vi de nuevo sintiendo lo mismo que la última vez.
—Hola Lalo —Le sonreí, sentía que hoy sería un día agradable si lograba comprarle algo. Me saludo con un gesto nada más, levante las cejas en señal de << bueno, okey>>, se despidió del chico y este pasó por mi lado derecho, por un momento pude percibir una loción agradable.
—¿Cuántas quieres? —Me pregunta Lalo, regreso mi vista a él y le sonrío. Le dije que quería 3 de las mismas que me ha dado la ultima vez, si estuvieron buenas, muy buenas. Entramos de nuevo en la habitación, le pague.
—Oye, deberías de darme tu numero, quizás te pueda marcar cuando ocupe y vernos en algún lugar si es que no estas aquí —Me analizó unos segundos, supongo pensando en mi pregunta. Asintió y comenzó a darme el numero, rápido lo anote en mis contactos y lo guarde. Me despedí y salí. Cruce la calle y saqué las llaves de mi bolsillo, pero antes de abrir, su voz me llamó.
—Hey —Me giré a verlo, estaba recargado en su auto fumando un cigarrillo el cual terminó de consumirse hasta el filtro por que lo terminó lanzó al suelo, lo pisó cuando dio un paso hacia mí.
—Hey —Le respondí, me observó de arriba a abajo en cuestión de segundos, me estremecí de nuevo, realmente quería salir de ahí para ponerme en mi piso sola de una puta vez.
—¿Tu le compras a Lalo? —Me preguntó, le dije que si. —¿Qué?.
—Éxtasis —Las comisuras de sus labios se elevan en una pequeña sonrisa que no sabía como traducir, observo sus ojos, cafés pero vacíos, justo como yo. Me acomodo un mechón del cabello detrás de mi oreja.
—¿Cómo te llamas? —Me pregunta, le respondo. Le pregunto ahora yo como se llama él.—Thomas, pero me puedes decir Tom.
—Un gusto —Extiendo mi mano, duda un segundo y después la toma en un saludo. Nos quedamos un par de segundos más en silencio.
Ese día, yo no sabía en lo que me estaba metiendo, había conocido al que me haría feliz y al que me haría llorar días y noches enterar sin poder parar. Ese día, conocí el amor y conocí el odio, ese día, conocí a Tom y sabía que ya no había vuelta atrás.
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