Sombras en el campamento

Capítulo 20

Morfeo

—Matthew, necesito que vayas con Thomas. Quiero que le digas que necesito verlo para despedirme de él, por favor —pedí mientras miraba a mi cuervo, quien estaba bastante confundido.

—¿Despedirse? Jefe, no puede estar hablando en serio. Es decir, usted quiere mucho a Thomas, no puede... jefe —se le ve inquieto y vuela hasta mis hombros.

—Matthew, es poco probable que yo pueda sobrevivir a esto. Soy un simple mortal ahora y quisiera despedirme de Thomas. Apenas me reencontré con él y ya voy a perderlo. Es cruel cómo funciona la vida y cómo es tan fugaz. Jamás pensé que esto podría pasarme a mí. —Estoy preocupado, estoy asustado, estoy experimentando todo en carne propia. Todo esto es demasiado para mí en estos momentos.

Matthew se quedó en silencio por un momento, sus ojos brillando con la luz de la comprensión. Luego, se posó suavemente en mi hombro y emitió un suave caw, como si estuviera tratando de consolarme.

—Está bien, jefe —dijo finalmente—. Iré a buscar a Thomas. Pero prométame que no se rendirá.

Asentí, sintiendo que el nudo en mi garganta se apretaba aún más. No quería rendirme, pero la realidad de mi mortalidad pesaba sobre mí como una losa de piedra. Matthew se lanzó al aire, su plumaje negro brillando.

Mientras lo veía volar, mi mente se llenó de recuerdos de Thomas. Había sido un consuelo en mis momentos de soledad, y ahora que estaba a punto de perderlo nuevamente, el dolor era abrumador. Quería decirle tantas cosas, compartir mis miedos y esperanzas, pero sobre todo, quería que supiera cuánto significaba para mí.

Caminé por la habitación, sintiendo la tensión en cada paso. La oscuridad comenzaba a caer, y con ella, una sensación de desesperanza me envolvía. Sin embargo, sabía que debía mantenerme firme por Thomas.

Unos minutos después, escuché el batir de alas y vi a Matthew regresar, seguido de la figura familiar de Thomas. Mi corazón dio un vuelco al verlo. Sus ojos, normalmente llenos de vida y curiosidad, ahora estaban llenos de preocupación.

—Morfeo, ¿qué está pasando? —preguntó Thomas, acercándose rápidamente.

—No hay mucho tiempo —respondí, mi voz apenas un susurro—. Quería verte antes de... antes de que todo esto termine.

Thomas se acercó aún más, la ansiedad reflejada en su rostro.

—No hables así. No me digas que estás pensando en eso. Hay maneras de salir de esta situación. Podemos encontrar una solución.

—Thomas, ya no soy el mismo. He perdido tanto. Ahora soy solo un mortal, y tengo miedo de que no pueda seguir adelante —dije, sintiendo que las lágrimas comenzaban a acumularse en mis ojos.

—Eres más que un mortal para mí —replicó él, su voz temblando de emoción—. Has enfrentado desafíos que muchos ni siquiera podrían imaginar. No te vayas, Morfeo. No me dejes solo otra vez.

El dolor en su voz me atravesó como una flecha.

—Lo siento, Thomas. Desearía que las cosas fueran diferentes. —Tomé un respiro profundo, intentando articular mis pensamientos—. Pero si tengo que irme, quiero que sepas que te llevaré conmigo. Siempre serás una parte de mí.

—No digas eso —dijo, su voz cargada de desesperación—. Todavía hay tiempo.

Con un gesto, me acerqué y tomé su mano, sintiendo la calidez que emanaba de él. En ese instante, el miedo comenzó a disiparse, reemplazado por un profundo sentido de conexión.

—No importa lo que pase, siempre estarás en mi corazón —le prometí, mientras nuestras miradas se entrelazaban, compartiendo un momento que parecía trascender el tiempo.

Matthew observaba en silencio, y sentí que su presencia nos daba una pizca de esperanza. Quizás, solo quizás, podríamos encontrar una manera de luchar contra el destino que se cernía sobre nosotros.

Mientras aún sostenía la mano de Thomas, un torrente de emociones me atravesó. Sabía que había algo más que debía decirle, algo que había guardado en mi corazón, temiendo que nunca tuviera la oportunidad de compartirlo.

—Thomas —comencé, mi voz temblando—. Hay algo que necesito que sepas.

Él frunció el ceño, mirándome con preocupación.

—¿Qué es?

—Erick... Erick es la reencarnación de Orfeo. —Las palabras salieron de mi boca como un susurro, pero su peso era monumental. Thomas se quedó quieto, procesando la revelación.

—¿Nuestro hijo? —preguntó, sus ojos ampliándose en sorpresa—. ¿Pero cómo es posible?

—Lo supe desde el momento en que lo vi. Hay una conexión profunda, algo que no puedo explicar. Pero ahora, lo que importa es que Okníton solo está interesado en latirnos a nosotros. Quiere hacer daño, y Nico es su objetivo principal.

La preocupación llenó los ojos de Thomas, una mezcla de miedo y determinación.

—¿Qué significa eso para nosotros?

—Significa que tenemos que actuar rápidamente. No puedo permitir que Okníton nos alcance. Quiere debilitarme a mí y a Nico, y si lo logra, no sé qué podría pasar. Pero tú, Thomas, no puedes involucrarte. Eres mortal, y no quiero que te hagan daño.

—¡Eso es ridículo! —gritó, su voz resonando en el aire como un eco de mis propios temores—. ¿Cómo puedes pensar que me alejaré? No puedo quedarme aquí, mirando cómo el peligro se cierne sobre ti y Nico. ¡No voy a dejar que te pase nada!

Me negué con la cabeza, sintiendo cómo la tensión aumentaba entre nosotros.

—No puedo arriesgarme a que te lastimen por mi culpa. Mi vida ha sido una serie de decisiones que me llevaron a esto, y no puedo permitir que tú pagues el precio.

—¡Pero yo no puedo perderte! —exclamó, la angustia desgarrando su voz—. No, nunca estarás solo. Cuando llegue la oscuridad, sabes que nunca estaré lejos. 

Sus palabras atravesaron mi corazón como dagas. Quería creer que podía protegerlo, que podía mantenerlo a salvo. Pero la verdad era que Okníton era más astuto y peligroso de lo que Thomas podía imaginar.

—Thomas, tienes que entender —dije, mi voz llena de desesperación—. Si te involucras, podrías terminar herido, o peor. No puedo permitirlo.

La ira y la tristeza se entrelazaron en su expresión, y por un momento, sentí que la brecha entre nosotros se ensanchaba. La incertidumbre de lo que podría pasar era abrumadora.

—¿Vas a dejar que Okníton gane? —dijo, su voz temblando de emoción—. ¿Vas a rendirte sin luchar?

La mirada de determinación en su rostro me hizo dudar. Sabía que no podía rendirme, pero tampoco podía arriesgar la vida de Thomas. Era una batalla entre el amor y el deber, y no sabía cuál ganarían.

—No se trata de rendirme —respondí, mi voz bajando a un susurro—. Se trata de protegerte. No puedo arriesgarme a perderte, Thomas. Te necesito. No puedo hacerlo sin ti.

Un silencio pesado cayó entre nosotros, cargado de la magnitud de nuestras revelaciones. Thomas se llevó una mano a la cabeza, tratando de procesar la información.

—Esto cambia todo —dijo, su voz un susurro—. Pero, ¿qué haremos ahora?

—Matthew, ¿puedes guiarnos a Nico? —pregunté, dirigiéndome a mi cuervo, quien observaba la conversación con atención.

—Claro, jefe —respondió Matthew, listo para ayudar.

Con una resolución renovada, sabía que debía actuar solo. Thomas me miraba, la preocupación dibujada en su rostro, pero no podía dejar que se involucrara en esto. Era mi responsabilidad.

—Voy a encontrar a Nico —dije, mi voz firme—. No te preocupes por mí. Prometo que haré todo lo posible para mantenerlo a salvo.

La tensión entre nosotros creció, y Thomas, con la mirada resuelta, dio un paso adelante.

—No voy a quedarme aquí sin hacer nada —declaró, su voz firme—. Iré contigo, Morfeo. No puedes hacer esto solo.

—¡No! —exclamé, sintiendo que la frustración se apoderaba de mí—. No puedo dejarte involucrarte en esto. Okníton no se detendrá ante nada para herirnos. Eres demasiado valioso para arriesgarlo.

—Valioso, ¿eh? —respondió Thomas, sus ojos ardían con pasión—. ¿Y qué soy yo sin ti? No puedo quedarme aquí mientras tú arriesgas tu vida. Estoy contigo, sea lo que sea que enfrentemos. No quiero perderte otra vez.

La desesperación resonaba en sus palabras, y yo sentía que la presión aumentaba. Me pasé una mano por el cabello, sintiéndome atrapado entre el deseo de protegerlo y el amor que me unía a él.

—Thomas, escúchame —dije, intentando suavizar mi tono—. No es solo mi vida en juego. Nico está en peligro, y tú no tienes idea de lo que Okníton puede hacer. Si algo te pasara, no podría soportarlo.

—No me dejes fuera de esto, Morfeo —insistió, acercándose más—. Sé lo que significa Okníton y sé que no puedo quedarme de brazos cruzados.

De repente, la puerta se abrió de golpe, y Percy y Hypnos entraron. Sus miradas estaban llenas de preocupación, pero también de determinación.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Percy, frunciendo el ceño—. Se siente la tensión en el aire.

—Thomas quiere acompañarme —respondí, exasperado—, pero no puedo permitirlo. Necesito protegerlo.

Percy cruzó los brazos, mirándonos alternativamente.

—No hay tiempo para discutir. He informado al campamento sobre lo que ha sucedido. Están listos para iniciar un rescate y atacar a Okníton.

—¿En serio? —preguntó Thomas, sus ojos iluminándose con la noticia. La idea de que otros se unieran a la lucha parecía darle nueva fuerza.

—Sí —asintió Percy—. Hay varios semidioses preparados para luchar. No estamos solos en esto.

—Eso significa que no tienes que ir solo, Morfeo —dijo Hypnos, su voz tranquila y profunda—. Todos están listos para respaldarte. Es nuestra batalla, y Thomas no debería quedarse atrás.

Las palabras de Hypnos resonaron en mi mente, pero la preocupación seguía pesando en mi pecho. No podía dejar que Thomas se arriesgara.

—No quiero que pongas tu vida en peligro por mí, Thomas. Okníton está jugando con nuestras mentes y no se detendrá.

—Y no me quedaré aquí mientras tú te enfrentas a él —respondió, la determinación brillando en sus ojos. Era evidente que no se rendiría fácilmente.

—El campamento necesita estar preparado —intervino Percy—. Si vamos a enfrentar a Okníton, necesitamos un plan sólido. Cada segundo cuenta.

Miré a Thomas, y vi el fuego en su corazón. La idea de que se quedara atrás era insoportable, pero tampoco podía arriesgarlo. La lucha por mantenerlo a salvo se intensificaba en mi interior.

—Está bien —dije, con resignación—. Si decides venir, no quiero que te pongas en peligro. Debemos trabajar juntos, pero sobre todo, tienes que prometerme que te mantendrás a salvo.

Thomas asintió, una chispa de esperanza iluminando su rostro.

—Lo prometo, Morfeo. Haré todo lo que pueda para mantenerme a salvo y ayudarte.

Percy sonrió, sintiendo que el grupo estaba listo para actuar.

—Entonces es un trato. Nos prepararemos para el rescate y nos aseguraremos de que Nico esté a salvo.

✩⊱

Los cuatro, junto con Matthew posado en mi hombro, avanzamos hacia la colina que conducía al campamento mestizo. A medida que subíamos, la brisa se volvía más fresca, y podía sentir el peso de la anticipación en el aire. Al llegar a la cima, la vista se desplegó ante nosotros, revelando las barreras mágicas que rodeaban el campamento, brillando con un resplandor sutil.

Allí estaba Quirón, imponente y sereno, rodeado de campistas que se movían con un propósito claro. Algunos afilaban armas, otros discutían en pequeños grupos, y todos parecían listos para lo que estaba por venir. Hypnos fue el primero en hablar, saludando a todos con una sonrisa.

—¡Hola, mis queridos semidioses! —exclamó, su voz resonando en el aire—. Hemos llegado.

Los campistas se volvieron hacia nosotros, y un murmullo se extendió entre ellos. Thomas se quedó boquiabierto ante el bullicio del campamento, la emoción iluminando su rostro. Podía ver cómo se maravillaba de la vida que palpitaba a su alrededor. Una sonrisa leve se dibujó en sus labios, pero también había una sombra de incertidumbre en sus ojos. Era extraño para él, y me pregunté si alguna vez se había imaginado en medio de un lugar como este.

—Es... increíble —murmuró Thomas, girando lentamente la cabeza para observar las cabañas, los campos de entrenamiento y la gente que se preparaba para la batalla—. Nunca había visto nada así.

—Bienvenido al campamento mestizo —le dije, sintiendo un destello de orgullo—. Aquí es donde los semidioses se preparan para enfrentar a los monstruos y las fuerzas que amenazan nuestro mundo.

Quirón se acercó, su expresión grave, pero también había un destello de esperanza en sus ojos.

—Morfeo, es bueno verte de nuevo. He oído sobre la situación con Okníton. Gracias a Hypnos por traerte a salvo.

—Nos estamos preparando para un rescate —respondí, intentando contener la tensión en mi voz—. Necesitamos hacer frente a Okníton antes de que cause más daño.

—No te preocupes —dijo Quirón, su voz firme—. Todos aquí están dispuestos a ayudar. La unidad es nuestra mayor fuerza.

Thomas asintió, y aunque su emoción inicial se había desvanecido un poco, podía ver que comenzaba a entender la importancia de lo que estaba sucediendo.

—Esto es... diferente —admitió, mirando a su alrededor con un brillo de determinación—. Si todos están dispuestos a luchar, entonces yo también lo haré.

—Esa es la actitud —respondió Percy, con una sonrisa—. Nunca subestimes el poder de un grupo unido. Y más aún, cuando se trata de amigos y familia.

Mientras el grupo se reunía para discutir los planes, sentí una mezcla de ansiedad y esperanza. Había una misión que cumplir, y estábamos todos en esto juntos. Pero también sabía que el verdadero desafío estaba por venir, y Okníton no se detendría fácilmente.

La energía en el campamento crecía mientras los campistas se preparaban para la batalla.

Mientras los campistas se organizaban, Hypnos se volvió hacia mí, su mirada seria y enfocada.

—Morfeo, creo que deberías guiar a Thomas a la cabaña 15, la de los dioses oníricos. Es importante que conozca su historia y el lugar al que pertenece —dijo, su tono revelando la gravedad de la situación.

Asentí y le hice una señal a Thomas para que me siguiera. A medida que caminábamos hacia la cabaña, podía sentir la curiosidad de Thomas latir a su lado.

—¿Qué es este lugar? —preguntó, observando cada detalle con una mezcla de asombro y emoción—. Todo es tan... diferente.

—Es el campamento mestizo, donde los semidioses vienen a prepararse para la batalla y a encontrar su lugar en el mundo —le expliqué mientras nos acercábamos a la cabaña 15, sus paredes adornadas con símbolos que representaban sueños y realidades oníricas—. Esta es la cabaña de los dioses oníricos.

Al abrir la puerta, Thomas quedó impresionado. El interior era cálido y acogedor, decorado con tonos suaves y una luz tenue que evocaba la sensación de estar en un sueño. Las paredes estaban cubiertas de imágenes de paisajes oníricos y criaturas míticas, creando una atmósfera mágica.

—Wow, es increíble —exclamó, sus ojos brillando con admiración—. Nunca había visto algo así. ¿Realmente puedes vivir aquí?

—Es un lugar especial para nosotros —respondí, sintiendo una extraña mezcla de orgullo y nostalgia—. Aquí nos conectamos con los sueños y ayudamos a los mortales a encontrar su camino en la oscuridad.

Thomas comenzó a hacerme miles de preguntas sobre el campamento, sobre las criaturas que habitaban el mundo onírico y cómo era ser un dios onírico. Traté de responder lo mejor que pude, disfrutando de su curiosidad.

Sin embargo, en medio de la conversación, me hizo una pregunta que me tomó por sorpresa.

—¿Te gustaría tener un hijo? —preguntó, su voz sincera.

Me sonrojé de inmediato. Era una pregunta que nunca había considerado seriamente. Me quedé en silencio, sopesando mis pensamientos.

—No estoy seguro —respondí, sintiendo la seriedad de mi propia voz—. La vida de los semidioses es... cruel. A menudo, sus destinos están marcados por la tragedia.

Thomas me miró con un brillo en los ojos, como si tuviera algo más que decir.

—Pero, ¿y si ese hijo fuera diferente? —mencionó— Oribell es un lindo nombre...

El nombre resonó en mí como un eco lejano, trayendo consigo recuerdos de mi propia historia y del destino que había tratado de evitar.

—Oribell... —repetí, dejando que el nombre fluyera en mi mente—. Es un hermoso nombre. Pero no sé si estoy listo para asumir esa responsabilidad.

Thomas se acercó un poco más, su expresión sincera.

—¿No sería maravilloso crear una nueva vida, alguien que pueda cambiar el destino, que pueda hacer algo diferente? —dijo, su entusiasmo era contagioso—. Quizás incluso un héroe.

Sus palabras se quedaron conmigo, dando vueltas en mi cabeza mientras pensaba en lo que significaría traer a un hijo a un mundo tan lleno de peligros y desafíos. Pero también había un destello de esperanza en su voz, y me di cuenta de que, a pesar de la oscuridad que nos rodeaba, había una luz en la posibilidad de un futuro.

Asentí lentamente, permitiendo que la idea se asentara.

—Quizás... quizás algún día —respondí, sin poder evitar una sonrisa tímida—. Pero por ahora, debemos concentrarnos en lo que tenemos que hacer.

Thomas sonrió, y su entusiasmo por lo que podría ser me dio un nuevo impulso. Juntos, teníamos una misión que cumplir, y ese pensamiento era suficiente para seguir adelante.

✩⊱


Al regresar al centro del campamento, la tensión en el aire era palpable. Los campistas formaban un semicírculo alrededor de Quirón, con rostros llenos de preocupación y expectativa. Hypnos, mi hermano, se adelantó con su habitual serenidad, pero noté una leve arruga en su frente, señal de su frustración.

—No he encontrado un rastro exacto de Okniton —dijo Hypnos, su voz suave como un susurro—, pero sigo trabajando en ello. No se ha desvanecido por completo de nuestros sueños, y eso significa que aún hay tiempo.

Quirón, con su sabiduría eterna y calma inquebrantable, avanzó un paso, captando la atención de todos. Su mirada firme recorrió a cada campista.

—No sabemos qué esperar de esta batalla —empezó, su tono grave pero lleno de resolución—, pero lo que sí sabemos es que no podemos dejar que nuestros miedos nos consuman. Debemos estar siempre atentos, preparados para lo que venga.

Sabía que era mi turno de hablar. Inspiré profundamente, sintiendo cómo la energía onírica que me rodeaba se alineaba con mis pensamientos. Di un paso al frente, atrayendo la atención de los campistas.

—Okniton no es un enemigo común —comencé, dejando que mis palabras resonaran en el silencio—. Es un dios onírico, como mi hermano y yo, pero ha sido corrompido por el poder y la envidia. Su ambición lo ha llevado a cruzar límites que ningún ser debería cruzar.

Hice una pausa, observando cómo los jóvenes me escuchaban atentamente, intentando comprender la magnitud del peligro al que se enfrentaban.

—No se detendrá solo porque son jóvenes —continué—. Okniton no tiene piedad, y no debemos subestimarlo. Pero eso no significa que no podamos vencerlo. Su corrupción es su mayor debilidad, y con la unión de nuestras fuerzas, podemos derrotarlo.

El silencio que siguió a mis palabras estaba cargado de una mezcla de miedo y determinación. Quirón asintió en mi dirección, aprobando mis palabras.

—Recuerden, campistas —dijo, su voz ahora más suave—, no están solos en esto. Confíen en sus habilidades, en sus compañeros, y no dejen que el temor los haga retroceder.

Con esas palabras, el ambiente en el campamento pareció cambiar ligeramente. El miedo seguía presente, pero también lo estaba la esperanza. Y en el mundo de los sueños, la esperanza podía ser un arma más poderosa que cualquier espada.

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