Divinidad en Crisis: Consultas a un Cuervo

Capitulo 11

En las noches siguientes, todo parecía estar extrañamente en calma. No estaba seguro de cómo sentirme al respecto; había demasiadas preguntas en mi mente y ninguna respuesta concreta. ¿Recuperaría mi divinidad? ¿Obtener nuevamente el favor de los dioses significaría regresar a mi reino? O peor aún, ¿y si mi destino ya estaba decidido desde el momento en que fui desterrado?

Estaba sentado en la cama, abrazando mis piernas mientras contemplaba la inmensidad de la noche a través de la ventana. La luz de la luna se filtraba en la habitación, proyectando sombras suaves sobre las paredes. Matthew estaba cerca de mí, jugueteando con lo que parecía ser un viejo naipe mientras me observaba de reojo. Su presencia era una constante reconfortante, aunque sabía que mi silencio comenzaba a preocuparlo.

—¿Está todo bien, jefe? Últimamente parece demasiado distraído —preguntó finalmente, con esa mezcla de curiosidad y preocupación que rara vez mostraba de manera abierta. Sus ojos oscuros intentaban descifrarme, como si con solo mirarme pudiera encontrar respuestas que ni yo tenía.

—Tengo muchas dudas —admití, dejando escapar un suspiro pesado—. Quisiera saber si realmente recuperaré mi divinidad. Si algún día regresaré a la Ensoñación. Hay tantas cosas que quiero preguntar, pero las respuestas parecen escaparse como arena entre mis dedos. —Mi frustración era evidente. Y, sin embargo, había algo más, algo que no me atrevía a decir en voz alta.

—Jefe, sé que no tengo todas las respuestas que busca, pero también sé que eso no es todo lo que le preocupa —Matthew se cruzó de brazos, su tono tornándose un poco más firme—. ¡Usted es el gran Dios del Sueño! ¡Es Morfeo! No puede rendirse solo porque no tiene certezas. Vamos, anímese. ¿Qué es lo que más le inquieta?

Bajé la mirada, sintiendo que mi pecho se apretaba ante la duda que había estado carcomiéndome desde hacía días.

—¿Y si una parte de mí no desea recuperar esa vida que llevaba? —Las palabras salieron más suaves de lo que esperaba, casi temerosas. Como si decirlo en voz alta lo hiciera más real.

Matthew parpadeó, claramente sorprendido.

—¿Cómo que no quiere recuperarla? —preguntó con cautela—. Digo, no tendría nada de malo, pero usted siempre ha puesto su reino y a sus súbditos por encima de todo... ¿Qué es exactamente lo que le detiene?

—Hay algo aquí que me llama —confesé en un murmullo—. No sé si es una señal o simplemente una ilusión... pero no puedo ignorarlo. Hay una sensación cálida, algo que no había sentido en siglos.

Matthew se quedó mirándome por un instante y luego sonrió de lado, como si ya supiera la respuesta antes de que yo mismo la dijera.

—¿Está hablando de Thomas?

Su nombre hizo que una extraña sensación recorriera mi cuerpo. Algo cálido y punzante al mismo tiempo, como un rayo de sol en pleno invierno. Me removí incómodo en mi lugar, incapaz de encontrar una respuesta inmediata.

—Es probable —terminé admitiendo. Me pasé una mano por el rostro, sintiéndome absurdamente vulnerable—. Estar a su lado me hace sentir algo que creí perdido hace eones. Es como... como si su presencia iluminara algo en mí que había estado sumido en la penumbra. Es confuso.

—¿Le confunde? Jefe, usted también es un ser que tiene derecho a sentir. Puede estar enojado, triste, incluso confundido, y no hay nada de malo en ello. Pero... siento que esto va más allá de la simple confusión, ¿cierto?

No respondí de inmediato. Sentía mi pecho agitado, como si algo estuviera a punto de estallar dentro de mí.

—Tengo miedo de enamorarme nuevamente —dije finalmente, con la voz apenas por encima de un susurro. Miré mis propias manos, como si en ellas pudiera encontrar las respuestas que tanto anhelaba—. Tengo miedo de traicionar la memoria de Calíope.

Matthew no dijo nada al principio. Sabía que mi amor por ella no había sido pasajero, ni fugaz. Calíope había sido el faro que iluminó mi existencia, la musa que pintó de colores la Ensoñación cuando todo parecía gris. Su risa, su voz, la forma en la que sus ojos brillaban cuando hablaba de poesía... Todo de ella estaba grabado en mí como una marca indeleble.

Cuando la perdí, el mundo se tornó oscuro y vacío. Aunque tuve otras parejas, otros intereses efímeros, ninguna persona ocupó realmente el espacio que ella dejó. Mi amor por ella había sido absoluto.

Pero ahora, ante la mera idea de Thomas, algo en mí despertaba. Algo que no comprendía del todo.

—Jefe... amar nuevamente no significa olvidar. No significa que Calíope haya sido menos importante o que su amor por ella desaparezca. Las personas cambian, evolucionan, y creo que usted se está permitiendo sentir algo nuevo. No tiene por qué luchar contra ello —sus palabras fueron suaves, pero firmes.

—¿Y si al final solo termino perdiéndolo también? —pregunté, dejando que la inseguridad se filtrara en mi voz.

Matthew suspiró y me dio una pequeña palmada en la cabeza, un gesto casi fraternal.

—Entonces al menos habrá valido la pena intentarlo. Pero negarse a vivir algo solo por miedo a perderlo... no suena a la clase de dios que usted solía ser.

Me quedé en silencio, dejando que sus palabras calaran en lo más profundo de mi ser.

Tal vez tenía razón. Tal vez... solo tal vez... era momento de dejarme sentir nuevamente.

✧◦✦◦✧

No podía quedarme así, tenía que buscar un consejo y hacer algo pronto o definitivamente perdería la poca cordura que me quedaba. Tomé asiento en el piso de la habitación y comencé a pensar en cómo contactar a aquellas que podían brindarme un consejo.

—¿Qué planea, jefe? —preguntó Matthew, algo confundido por mi repentina actitud.

—No puedo quedarme así, necesito obtener un consejo y lo más adecuado sería contactar a las tres —mencioné, mientras comenzaba a pensar en cómo hacerlo.

—Jefe, usted sabe que eso es complicado. No puede contactarlas a menos que tenga ofrendas u obsequios, y no tiene eso... ¿Cómo va a contactarlas? Además, ¿ellas harán caso a un mortal?

Entendía su preocupación y sabía que tenía razón en lo que decía; no le harían caso a un mortal, a menos que estuviera demasiado desesperado. Me acerqué a la ventana y pude ver la ciudad con sus luces brillantes.

—Hay un lugar —dije finalmente—. Un lugar donde el velo entre los mundos es más delgado. Podría intentar un ritual allí.

Matthew frunció el ceño.

—¿A dónde planea ir?

—Al Cementerio de Mascotas —respondí, recordando una discusión previa sobre lugares con energías místicas.

Con determinación, me dirigí al pequeño cementerio al borde de la ciudad. Bajo la luz de la luna, preparé un círculo de piedras y coloqué algunas velas blancas alrededor. En el centro, coloqué un pequeño cuenco con agua pura y algunas flores silvestres como ofrenda.

—Espero que esto funcione —murmuré para mí mismo, cerrando los ojos y centrando mi mente en mi propósito.

Recité unas palabras, pidiendo la audiencia de las Tres que tejen el destino. Por un momento, nada sucedió. Luego, una brisa fría comenzó a soplar, y el ambiente alrededor se llenó de una energía sutil pero palpable.

Las Tres aparecieron frente a mí, su presencia envuelta en sombras y misterio. Ellas estaban ahí, sin embargo, actuaban como si no estuviera. Sabía que no me escucharían a menos que estuviera realmente desesperado, y lo estaba en esos momentos.

—Las tres que son una, la una que son las tres, necesito ayuda y requiero de su sabiduría y conocimiento. Ustedes son las únicas que pueden ayudarme —dije, pero ellas no parecían interesadas en escucharme—. Les pido su consejo. No puedo ofrecer una ofrenda digna de ustedes... estoy desesperado, no sé qué hacer en estos momentos, todo es confuso para un dios que ahora es un simple mortal...

—Morfeo —dijo la Doncella con suavidad—. ¿Por qué nos has llamado aquí?

—Necesito su consejo —respondí con firmeza—. Tengo tres preguntas que deben ser respondidas.

—Una sola pregunta, querido —dijo la Doncella con suavidad—. Sólo una pregunta.

Finalmente, formulé la pregunta, mi corazón latía con incertidumbre:

—¿Qué debo hacer con mi corazón dividido entre la memoria de Calíope y los nuevos sentimientos por Thomas?

La Doncella sonrió con dulzura, sus palabras llevando consuelo y claridad:

—Honra tu pasado mientras abrazas tu futuro. El corazón puede albergar múltiples amores y no ser traicionero por ello. El amor puede ser tanto una bendición como una prueba, Morfeo.

No estaba seguro de lo que significaba eso, pero entendía que tomaría sentido después. Ellas comenzaron a desvanecerse y me quedé ahí, procesando todo.

Matthew finalmente habló: —¿Usted entendió todo eso? Es confuso para mí, no entiendo por qué hablan con acertijos.

—Creo que lo entiendo —dije mientras suspiraba ligeramente—. Pero sé que con el tiempo esto tomará mejor sentido.

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