Reto 3: Cita a ciegas
"Yo también he llorado por una cebolla que no valía la pena".
Desde que era una niña, su madre le había contado las mismas historias, aquellas en las que describía criaturas mágicas y protectoras que te salvan de cualquier mal, los ángeles, ella siempre le dijo que cada persona tenía a un ángel cuidándola y que a veces, estos ángeles llegaban de forma improvisa a presentarse en tu vida.
Era claro que mentía.
Lilith ya no era la misma niña que había sido alguna vez, feliz y despreocupada corriendo por el bosque y las praderas persiguiendo conejos, mariposas y pequeñas criaturas encantadas. Ahora estaba sola, encerrada en un cascarón vacío y oscuro, glamuroso por fuera pero tan asfixiante como una celda por dentro.
En esos mismos cuentos venía el factor del romance: un príncipe que encontraba a la princesa, se casaba con ella y vivían felices para siempre. Desde el día en que se dio cuenta que esas cosas no pasaban en el mundo real, inevitablemente odio a su madre por llenarle la cabeza de ilusiones falsas y esperanzas muertas.
Y quizás el mundo real seguía siendo mágico y hermoso, sin embargo la crudeza y agonía jamás se iría de la tierra de los vivos.
Después de todo, el anhelo y el dolor seguían siendo dos caras de la misma moneda.
"Entonces, ¿Será este el comienzo de mi cuento de hadas?"
Esa fue la pregunta inocente que se había hecho al encontrar el enorme espejo perdido en el bosque.
Dentro de él, en el reflejo que resplandecía gracias al sol que se escabulle de entre los árboles, se asomaba la figura perfecta de un joven encantador y bien parecido.
Era ingenua y joven, no sabía realmente nada del mundo y esa fue la principal razón de que se aprovechará de ella. Encantada, buscando hacerla feliz día tras día en que llegaba a verlo, usando las palabras y el carisma necesario para hacerla volver y endulzar el oído con palabras bonitas y promesas falsas que, pese a no darse cuenta en ese momento, parecían imposibles de cumplir.
Lilith recordaba que cada día, cuando llegaba con una canasta de comida y una manta, antes de tenderse al suelo, él le pedía que colocará sus manos sobre las suyas en sincronía perfecta y ella lo hacía gustosa añorando que sus dedos se tocaran sin el cristal de por medio, y que sus cuerpos dejarán de moverse uno frente a otro como si ella fuera real y él un simple reflejo.
Sin embargo eso nunca sucedía y ambos terminaban igual a como comenzaron, en dos lados opuestos de una dimensión paralela.
Pero un día todo había sido diferente. Lilith había colocado ambas palmas en el espejo fascinada de que la superficie se retorciera y ondeara como hojas rozando el agua de un lago. Feliz como estaba, de un momento a otro las cosas cambiarían, y después de un tirón y un lastimero suspiro, de repente su alrededor ya había dejado de ser un hermoso paisaje de bosque a convertirse en una oscura y tétrica habitación vacía. Frente a ella, en un pequeño espacio iluminado entre la oscuridad, estaba un espejo y al asomarse el hombre estaba ahí, parado sobre la manta que ella había traído y celebrando el volver a ser libre. Simplemente y sin mirar atrás sin ninguna pizca de arrepentimiento él se marchó y jamás volvió.
Si, su madre mentía, el mundo mentía y él le había mentido, todo para salvarse a sí mismo a costa de ella.
Traicionada y humillada, Lilith había pasado los siguientes tres años envuelta en un espiral de dolor y odio, tanto por sí misma como por el resto del mundo, habiendo sido dejada de lado sin más y obligada a cumplir una condena que no era suya.
Sin remordimiento deseó que ese hombre no fuera feliz en ningún momento de su vida después de ser libre.
Y entonces, tras esos largos tres años que habían parecido eternos, llegó al bosque, a ese recóndito lugar oculto, otro hombre.
No lo quería ahí. Deseaba que se alejara y que jamás regresara, pero había sido muy persistente al no dejarse llevar por el rechazo claro.
Ella no quería ser influenciada por un ser maligno de nuevo, pero ¿Que quería él? ¿Por qué seguía volviendo?
Aunque el inicio había sido caótico, pronto Lilith se encontró anhelando que regresara y le contara más anécdotas sobre su día.
Una vez, antes de marcharse en el ocaso, él le preguntó porqué estaba encerrada ahí. Lilith no supo qué contestar más que la verdad de la crueldad del destino. Tan triste como estaba, ella le contó que lo único que deseaba era ser libre y volver a sentir el bosque por sí misma, no solo verlo a través de un reflejo.
Y así, tan galante, obstinado y gentil como había demostrado ser, colocó su suave mano sobre el cristal del espejo.
"Todos somos bellas flores del bosque hasta que la persona equivocada nos corta, y en lugar de hacernos florecer en un nuevo jardín, nos arrojan a un florero vacío".
Y así de simple, tras una promesa de libertad y de entender que él también había sido traicionado de la misma forma, se prometió volver a confiar una vez más, y la esperanza que creyó haber perdido había regresado. Tal vez, está vez no había encontrado a un príncipe sino a un ángel.
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Ok. Si soy sincera este reto fue difícil de cumplir debido a las múltiples ideas que la cita me provocó. Eran tantas que lo más complicado fue estructurar una completamente.
Realmente no creo que los temas sobre corazones rotos o relaciones que terminan mal sean lo mío, aunque me guste la angustia es algo en lo que soy muy inexperta, pero bueno...
Al final me decidí por esto. Confesión: la temática la había pensado para el reto anterior (obviamente con un contexto diferente y más referente a lo que se pedía en ese reto), y aunque a fin de cuentas no la use en ese entonces, tampoco quería desperdiciarla por completo. Así que aquí estamos, espero que les gustará al menos un poco y que el mensaje que quería transmitir fuera entendible... (Y si no voy a llorar jsjs).
Además, creo que es claro que cambie la interpretación en palabras de la cita principal, aunque el sentido de ambas sigue siendo el mismo.
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