𝑪𝑶𝑹𝑶𝑵𝑨
Ezran tomó su propia corona y la colocó en su cabeza. Al verla así, no pudo evitar traer a su mente la imagen de su madre. Con ese semblante tranquilo y a la vez dulce, tal como la mujer en la pintura que colgaba en su habitación.
Ezran no había conocido a Sarai más que en relatos de sus cercanos y retratos en las paredes, lo cual en ocasiones lo desanimaba. Con frecuencia se preguntaba cómo sería ella si aún estuviese con vida. Solía imaginarlo, pero jamás esperó encontrar la respuesta en aquella chica de cabellos dorados que se había convertido en su prometida. Al sentir sus cuidados, su escucha y su amor incondicional, comenzó a creer que esa era la manera en que su madre veía por él donde quiera que ella estuviera.
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