ᴀᴋᴀᴢᴀ: ᴘᴜɴɪꜱʜᴍᴇɴᴛ + ꜱᴍᴜᴛ
Punishment
Palabras: 3622
Advertencias: Humano&demonio, estimulación, sexo oral, juego de manos, aftercare.
— Te digo que todo va a estar bien.
El hombre frente a mí me miró por un momento con duda en sus ojos, sus labios se doblaron en una mueca para que al final simplemente negara con la cabeza.
— Sabes mi opinión respecto a esto, no te tocaré, eres mortal y yo soy un demonio... Te lastimaría si me dejo llevar por el momento. — Sus palabras provocaron que un suspiro saliera de mi boca rindiéndome con aquello.
Múltiples veces había intentado convencerlo de dar el siguiente paso, pero él continuaba negándose. Pronto sería nuestro aniversario número tres desde que nos conocimos y por alguna razón, él se negaba a tocarme. En varias ocasiones llegué a preguntarme si había algo mal en mí, si quizá mi cuerpo era poco atractivo para él o si simplemente no me quería para algo más, pero él siempre terminaba diciendo lo mismo.
"Te haré daño".
— Debo irme. — Mi mirada se elevó, en su rostro había una pequeña sonrisa. — Volveré cuando el sol caiga de nuevo, cuídate, por favor.
— Lo haré. — Asentí. Pude sentir una de sus manos acariciar mi mejilla derecha, después, sus labios tocaron los míos con delicadeza. — Nos vemos... No te metas en problemas.
— Intentaré no hacerlo. — Una sonrisa burlesca apareció en su rostro y pocos momentos después lo vi salir saltando por la ventana desapareciendo de mi vista en pocos segundos.
Solté un largo suspiro mientras negaba ¿Acaso no podía salir por la puerta como una persona normal?
Mis párpados comenzaron a pesar un poco, era de madrugada y había despertado tan solo para despedirme de él, por lo que decidí ir a dormir un poco más hasta que el sol saliera por completo y me pusiera a completar mis labores diarias. Akaza no solía pasar todas las noches aquí, en realidad, el cincuenta por ciento de las veces se encontraba completando tareas de su jefe. No sabía nada de sus supuestos trabajos y él nunca me contaba qué hacía allí, según él era para mantenerme segura y no involucrarme en el mundo de los demonios.
Por mi parte, no podía desear nada más que ser como él, es decir, podría acompañarlo, pasaríamos más tiempo juntos y... Él finalmente podría cumplir lo que más deseaba. Siendo humana y él un demonio jamás podríamos unirnos en matrimonio o tener una vida de pareja como todas las personas normales lo hacían, eso era algo que definitivamente me entristecía cada que lo recordaba.
Pero no perdía la esperanza, sabía que algún día uno de mis tantos deseos se haría realidad y podría ser feliz, morir feliz.
El sol se encontraba bajando, había pasado todo el día completando tareas del hogar, por lo que para esa hora no tenía nada más que hacer, con excepción de la cena. A ojos de la sociedad era una mujer soltera que vivía sola, por lo que a veces los ojos juzgadores se posaban en mí al igual que los consejos de las señoras mayores quienes insistían en conseguirme un marido bueno. No los culpaba, nadie sabía que realmente mantenía una relación con un demonio, el ser que los humanos más repudiaban... Aunque yo era la excepción. Había conocido a Akaza por accidente, en realidad, parecería algo cliché, pero gracioso.
Era una noche de diciembre cuando el sol cayó antes de lo normal y me vi envuelta en la oscuridad, caminaba a toda prisa buscando llegar a casa pronto cuando fui repentinamente atacada por un ser de afilados colmillos, no necesité ser demasiado lista para entender que era un demonio buscando devorarme, estaba a nada de hacerlo, pero justo en ese momento algo más atacó al ser logrando volarle la cabeza. Me asustó mucho ver aquello, su cuerpo continuaba moviéndose incluso tras ser decapitado, la sangre en mi cuerpo se heló y sentía que me desmayaría por el susto. Entonces, una figura se apareció frente a mí, era un hombre alto y musculoso que arrugaba el entrecejo con evidente molestia.
— "Repugnante".
Eso fue todo lo que dijo antes de que sus ojos se posaran sobre mí haciéndome temblar, pero parecía no tener intenciones de atacarme al igual que aquel otro demonio. Su cuerpo se giró con el objetivo de marcharse y no pude hacer nada más estúpido que gritarle.
— "¡Gracias!" — Sus movimientos se detuvieron de repente, él me miró de reojo. — "Gracias por... Salvarme".
Su expresión molesta pareció relajarse, pero no dijo nada y simplemente se marchó. Me quedé quieta por un momento, para después tomar mis cosas con fuerza y salir corriendo de vuelta a mi casa, la noche era peligrosa para débiles mortales como yo.
Por obra del destino, no me encontré con él una vez más, sino dos, luego tres y pronto comencé a sospechar que ya no era el destino que estaba haciendo de las suyas, sino el mismo demonio. Cuando la noche caía y yo me encontraba de regreso a casa siempre notaba sombras y siluetas desde el rabillo de mi ojo, cuando me giraba para ver qué había allí, no me encontraba nada. No fue hasta que un día tomé valor nuevamente y grité.
— "Sé que estás ahí, demonio... Puedes salir"
No hubo respuesta, pero no me moví de mi sitio. Sorpresivamente, un cuerpo cayó frente a mí haciéndome saltar del susto, su cuerpo se enderezó y sus ojos me observaron, pero aquellos iris no eran los de una persona normal, ni tampoco eran similares a los de otros demonios que había visto antes. Mi boca pareció sellarse, no podía hacer ni decir nada más que no fuera mirarle analizando cada centímetro de él mientras me preguntaba si me asesinaría o dejaría vivir.
— "No debes hablar con demonios". — Aquella frase salió de su boca, mis ojos le observaron con sorpresa. — "Los demás demonios no tendrá piedad de ti incluso si eres una mujer... No hables con ellos así".
— "¡Tú...!" — Me acerqué un paso a él, pero luego retrocedí. — "¿Acaso eres diferente a los demás demonios? "
— "No como mujeres... Tampoco niños". — Respondió, ladeé mi cabeza con curiosidad, él solo suspiró dándose la vuelta para marcharse.
— "¿Por qué me salvaste?" — Pregunté, sus pasos no se detuvieron, él me ignoraba. — ¡Hubieras dejado que me comieran entonces! — "Su cuerpo se giró hacia mí y antes de poder decir algo más sentí una brisa golpear mi rostro".
— "No digas estupideces, deberías agradecer y callar". — Un grito escapó de mi garganta al escuchar su voz detrás mío, sus ojos me observaban con una mirada indescifrable... ¿Diversión? ¿Molestia? ¿Preocupación? O quizá un poco de todo. — "Vuelve a casa y cierra bien la puerta".
— "¿Me acompañarías...?" — Me abofeteé mentalmente al analizar la estupidez que salió de mi boca. Mis mejillas se pintaron de un suave rosa, solté un suspiro y me giré intentando ignorar esa situación.
Comencé a caminar continuando mi camino hacia casa, sin embargo, podía escuchar pisadas detrás mío, el sonrojo en mi rostro se mantenía al pensar que quizá él realmente me estaba acompañando a casa. Entonces, en pocos minutos vi la puerta de mi casa, suspiré aliviada y al estar en frente de la puerta me giré buscando con la mirada a aquel demonio.
No había nada.
Hice una mueca, pero le resté importancia. Me adentré a mi hogar y encendí las pequeñas lámparas de luz con una varilla en llamas. Por segunda vez en aquella noche, mi alma estuvo a punto de abandonar mi cuerpo. Sentí un frío recorrerme completamente cuando la figura de aquel demonio se apareció dentro de mi casa arrinconado en una esquina mirándome con esos ojos dorados. Es desde entonces que mis noches se volvieron seguras y algunas de ellas las pasaba acompañada por aquel ser quien, poco a poco, comenzó a volverse el protagonista de mis pensamientos hasta la actualidad.
Observé por la ventana de mi casa notando el sol terminar de ocultarse por el horizonte, una pequeña sonrisa apareció en mi rostro al pensar en que sería cuestión de minutos para que el mismo demonio que me salvó aquella noche hace más de tres años entrara por alguna ventana provocándome un susto debido a su sigilo. Me digné entonces a servirme un tazón de sopa que había preparado para mí, el aroma me hizo sonreír antes de ir a la pequeña mesa que se encontraba a unos metros de mí y tomar asiento comenzando a comer en silencio.
Estaba concentrada en disfrutar de los sabores y sensaciones de aquella cena, hasta que una suave brisa acarició mi nuca, una sonrisa volvió a estirarse en mi rostro, pero esta vez provocada por una suave caricia que sentí en mi cuello. Iba a levantarme de mi asiento, pero un par de manos en mis hombros impidieron que hiciera aquello.
— Come, yo puedo esperar. — Susurró.
Obedecí a sus palabras y no intercambiamos palabras en los próximos minutos hasta que terminé de cenar, entonces me puse de pie y fui a lavar los trastos que había utilizado, aprovechando para enjuagar mi boca. Cuando me giré para verle finalmente fui sorprendida por su cuerpo pegándose al mío, había sido rápido. Mi cuerpo fue elevado siendo sentada sobre la mesa en la que había comido momentos atrás y mis piernas fueron obligadas a separarse para dar espacio a su tronco. Sus manos acariciaron mis mejillas y nuestras narices se tocaron por unos segundos antes de que nuestros labios fueran por fin permitidos a tocarse, mis ojos se cerraron disfrutando de la suavidad de los labios contrarios a la vez que mis brazos ascendían hasta colocarse alrededor de su cuello.
Era un beso delicado que se transformaba en uno más intenso y deseoso con el paso de los segundos, sin embargo, antes de que mi cuerpo comenzara a reaccionar al calor natural él se alejó de mí dejándome con una sensación de vacío. Le miré con indignación, él sonrío con amabilidad ignorando mi evidente molestia ante su acción.
— ¿Cómo estuvo el día? — Preguntó, yo me incliné hacia el frente para rodear su cuerpo en un abrazo.
— Estuvo bien... te extrañé. — Solté un largo suspiro. — Sería más fácil si yo fuera como t-
— No. No digas eso. — Interrumpió, sus manos acariciaron mi espalda por unos segundos antes de alejarme y mirarme a los ojos. — No quiero esto para ti, una persona buena como tú no lo merece.
— Akaza, no puede ser tan malo. — Él arrugó el entrecejo, supe entonces que era momentos de detener mi insistencia, nunca había visto a Akaza enojado, no quería que fuera la primera vez tampoco. — Lo siento, es solo que... Me gustaría que se cumpliera al menos una de las cosas que te he pedido...
— Has pedido tantas cosas... — Suspiró. — Pídeme algo que no perjudique tu salud o tu existencia misma. — Respondió seguidamente, le miré con una pequeña sonrisa. — Ya hablamos sobre eso, no voy a toc-
— No me harás daño. — Hablé con rapidez. — Confío en ti, lo he hecho desde siempre y lo sabes.
Una mueca apareció en su rostro, después se alejó de mí soltando otro largo suspiro mientras enredaba los dedos entre sus cabellos. Parecía estar teniendo una crisis o debate interno consigo mismo, lo que me hizo pensar que tal vez no debí continuar con el mismo tema.
— Solo... Olvídalo, no tomes en serio mis palabras. — Susurré intentando quitarle aquel peso de encima, bajé de la mesa y me di la vuelta para ir a mi habitación esperando que él me siguiera para simplemente ir a dormir un rato hasta que fuera hora de despedirme de él nuevamente.
Un grito quedó prisionero en mi garganta al sentir como era tomada por la cintura y, en pocos segundos, lanzada a mi cama. Mis ojos observaron a Akaza, quien ahora estaba frente a mí, con sorpresa. Su mirada parecía diferente, llena de determinación y... Algo más. Un escalofrío recorrió mi espalda al verle y sentir como se acomodaba entre mis piernas inclinándose a unir nuestros labios en un beso algo rudo, su diestra tomaba mi cadera mientras se apoyaba con el otro brazo para evitar colocar su peso entero sobre mí. Fue la primera vez que sentí su cuerpo tan excesivamente cerca del mío.
Sus dientes tomaron mi labio inferior tirando de él con delicadeza para evitar perforarme con sus afilados colmillos y luego, su lengua se deslizó por el mismo haciéndome temblar bajo su cuerpo.
— Yo... No puedo prometer que sea bueno... Pero intentaré ser cuidadoso. — Susurró, le miré a los ojos por un momento antes de que una sonrisa apareciera en mi rostro. Él me devolvió la sonrisa antes de volver a unir sus labios con los míos.
Al mismo tiempo que nuestros labios se tocaban entre sí pude sentir sus manos comenzar a retirar con cuidado las prendas que cubrían mi cuerpo, generando un extraño frío en mí ante la desnudez. Cada toque o roce hacía que mi piel se erizara y, cuando sus manos comenzaban a retirar sus pantalones un intenso tono rojizo apareció en mi rostro sintiéndome repentinamente avergonzada.
Si bien nunca antes había sido tocada por un hombre pude intuir fácilmente que aquello no era parte del promedio en mortales humanos, mis piernas intentaron cerrarse, pero el cuerpo de Akaza entre ellas impidieron hacerlo. Sus ojos me observaron nuevamente, parecía comenzar a aparecer duda en ellos, pero aun así no detenía sus movimientos.
— No lo meteré. — Habló de repente, yo le miré con asombro.
— ¿No lo harás? — Pregunté con una pizca de desilusión, él soltó una risa que no contenía ningún tipo de diversión en ella.
— Por supuesto que no. — Le miré con ojos de cachorro, él arrugó el entrecejo. — No me convencerás... No te lastimaré, ya te lo dije.
Solté un largo suspiro, quizá algún día cambiaría de opinión. Me rendí con aquello notando como él tomaba asiento al lado mío y me hacía una seña para que me acercara, así lo hice. Sus manos acariciaron mis mejillas por unos pocos segundos antes de inclinarse a susurrar algo a mi oído.
Mi cuerpo se heló.
El calor en mi cuento aumentó de manera drástica al igual que la humedad que se acumulaba en mi vulva, él solo sonrió mirándome en busca de una respuesta. Me aseguré de cerrar bien la boca para que la saliva no se derramara por mis comisuras al pensar en lo que haría.
Con algo de inseguridad me acomodé entre sus piernas y momentos después me incliné hacia el frente tomando su longitud con mis dos manos, no necesitaba verle para saber que sus ojos se encontraban sobre mí analizando cada movimiento que hacía. El intenso color rojo en mi rostro no hacía más que aumentar, pero después de un momento tomé valor para acercarme a su cuerpo y deslizar mi lengua sobre la cabeza de su falo sintiendo el cuerpo de Akaza temblar por un segundo antes de soltar un largo suspiro. Mis labios se presionaron junto a mi lengua sintiendo el sabor de su piel combinado con otros fluidos en mi cavidad bucal lo que me hizo arrugar el entrecejo ante el nuevo sabor descubierto. Mis manos comenzaron a actuar también y pronto me encontré adentrando su longitud aún más dentro de mi boca, escuchaba la respiración de Akaza volverse irregular y agitada conforme mi boca acaparaba más y mis manos aumentaban la velocidad de sus movimientos, pero por más que lo intentara sería imposible tomarlo todo con mi boca, era... Demasiado.
Una arcada me obligó a retirar su falo de mi boca dándome tiempo para respirar un poco antes de volver a mi tarea. Mis ojos entonces decidieron mirar hacia arriba por un momento, encontrándome con la mejor imagen que pude haber presenciado en mi vida. Akaza ni siquiera me miraba para ese punto, su cabeza se encontraba ligeramente inclinaba hacia arriba mientras sus labios se entreabrían y sus ojos se encontraban cerrados dejando salir de su boca suspiros y jadeos, además una leve capa de sudor ya había cubierto su rostro y cuerpo haciéndome sentir... Extraña. Mi lengua se deslizó por la cabeza de su longitud una vez más, pero entonces escuché a Akaza quejarse y pocos segundos después mi boca se encontraba siendo llenada por aquel líquido viscoso y amargo. Lo tomé todo, había escuchado que muchas personas incluso llegaban a tragarlo, pero antes de poder imitar aquello fui tomada por la mandíbula. Miré a Akaza con curiosidad, él solo movió su cabeza en negación.
— Escúpelo. — Negué, él chasqueó la lengua. Su pulgar se abrió pasó en mi boca obligándome a separar mis labios. — Hazlo. Ahora.
Un escalofrío recorrió de nuevo mi espalda, mantuve mis ojos encima suyo por unos segundos más antes de obedecer e inclinarme hacia el borde de la cama y dejar caer el líquido que ya se había mezclado con mi saliva al piso. Akaza suspiró y me tomó en sus brazos recostándome sobre la cama una vez más.
— ¿Por qué no puedo-
Mis palabras fueron interrumpidas al sentir sus labios sobre los míos en un suave beso. Olvidé la queja que daría y correspondí al toque llevando mis manos a su espalda. Sin embargo, nuestra cercanía no duró mucho tiempo, él se alejó quedando arrodillado frente a mí, hasta que repentinamente fui elevada y colocada en una posición bastante incómoda, pero que por alguna razón me hacía sentir acalorada. Me encontraba sentada sobre su regazo, de espaldas a su pecho mientras mis piernas eran separadas por sus fuertes brazos haciéndome sentir expuesta.
— ¿Akaza...?
— Shh. Solo disfrútalo, cariño. — El susurro en mi oído me perturbó por unos segundos y antes de poder recuperarme de tales sensaciones mi cuerpo entero se heló al sentir los dedos medio y anular de su diestra deslizarse delicadamente entre los pliegues de mi vulva haciéndome soltar un gemido al mismo tiempo que intentaba cerrar mis piernas, lo que fue un fracaso.
Todo comenzó con movimientos ascendentes y descendentes entre mis pliegues que me hacían sentir cosquilleos, sin embargo y tras un rato, comenzaron a ser menos placenteros que en un comienzo, pero antes de perder el disfrute de aquella situación sus dedos ascendieron aún más hasta llegar al inicio de mis pliegues y presionar con suavidad dando inicio a movimientos circulares que hacían a mi cuerpo retorcerse y temblar con cada cambio de ritmo e intensidad, nunca había sentido algo como eso. A diferencia de él, fueron pocos los minutos en los que me mantuve en esa posición hasta sentir como si se formara un nudo en mi vientre que estaba a punto de liberar algo, mi boca intentó susurrar algo, pero nada salía de allí debido a la agitada situación. No fue hasta que sus dos dedos se deslizaron y hundieron de manera repentina en mi cavidad vaginal, dejando sobre mi vulva solamente su palma que continuaba rozando aquel punto nervioso al mismo tiempo que sus dedos acariciaban mi interior. Mi cuerpo parecía haberse vuelto ajeno a mi mente, perdí el total control de él cuando comenzó a temblar, mi garganta que hacía momentos atrás no permitía salir ningún sonido ahora no dejaba de emitir gemidos y gritillos en un aviso por la culminación que estaba cerca. Mis ojos se cerraron con fuerza dejando caer unas cuantas lágrimas por mis mejillas y pronto mis piernas se tensaron. Los movimientos de Akaza se aceleraron y mi cuerpo entonces se liberó con intensidad, derramando mis jugos sobre las manos de Akaza, así como sobre las sábanas de mi cama haciendo todo un desastre. Mi corazón palpitaba como un maniático, y cuando nada más logró salir de mi cuerpo, la diestra de Akaza detuvo sus movimientos haciendo que mi cuerpo cayera como una marioneta sin vida sobre su pecho.
Apenas podía respirar con facilidad y mis ojos se mantenían cerrados intentando recuperar algo de energía. Entonces, pude escuchar una suave risilla detrás mío seguido de un corto beso en una de mis sienes.
— Espero que ahora estés satisfecha con esto... No volverá a pasar.
Quise quejarme, pero las fuerzas en mi cuerpo se redujeron tanto que ni siquiera podía hablar. Sus brazos me tomaron una vez más acomodándome totalmente acostada sobre la cama, abrí mis ojos encontrándome con su mirada, era una mirada amable y amorosa que me hacía sonreír y gritar como una niña en mis adentros.
— Espera aquí, te limpiaré.
Su cuerpo se alejó de mí una vez más, por un momento sentí una sensación de frío y vacío ante su ausencia, sin embargo, no pasó mucho antes de que él regresara con una cubeta llena de agua y una toalla en sus manos. Quise estirar mi mano para hacerlo yo misma, pero él negó con la cabeza, luego dejó la cubeta en el suelo y humedeció la toalla con el agua llevando la misma a mi cuerpo para comenzar a frotar mi piel con el trapo húmedo, limpiando el sudor, fluidos y suciedad que me cubrían.
Se sentía bien, tal solo estaba limpiando mi cuerpo, sin embargo, se sentía como si estuviera dándome caricias mientras me susurraba cuánto me amaba.
— Te amo... — Susurré inconscientemente, sus ojos se posaron sobre los míos antes de darme una pequeña sonrisa.
— Yo te amo más... No dudes de ello. — Respondió, también en un susurro, inclinándose a depositar un corto beso sobre mi frente.
Tras terminar de limpiar mi cuerpo, desapareció en un parpadeo, volviendo con la misma velocidad momentos después con un camisón en sus manos. Me tomó en sus brazos y con cuidado me lo colocó, dejando por último una caricia en mi mejilla.
— Descansa un poco, te despertaré antes de irme. — Murmuró. Asentí a sus palabras y tomé sus mejillas para acercarle a mi rostro y unir nuestros labios en un corto beso.
— Buenas noches, Akaza.
Sonreí antes de acomodarme en la cama, él cubrió mi cuerpo con una sábana y no me tomó demasiado para sentir mis párpados pesar y pronto, quedarme dormida.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top