PARTICIPAR

CAPÍTULO VEINTE

Participar,

Un joven de tez morena acomodaba sus lentes mientras miraba fijamente a la nada, pensando en su próximo movimiento.

— ¡Entonces! — Exclamó su acompañante, acercándose y apoyándose de la baranda al igual que el más bajo. — ¿Te vas a deshacer de ella?

Kisaki ni siquiera se molestó en mirarlo, soltando un suspiro, negó.

— No. No lo haré. — Su ceño se frunció en señal de molestia. — Todos son unos inútiles ¿Acaso nadie puede hacer algo tan fácil?

— Lo dice quien no quiere ensuciarse las manos y envía a otros a hacerlo. — Hanma rio ante la mirada de furia del moreno.

— Quizá no es deshacerme de ella la clave. — Shuji elevó una ceja con curiosidad.

— ¿Planeas usarla a tu favor? — Kisaki dio una pequeña y casi imperceptible sonrisa. — Ya veo... Así que Haitani Yune será uno más de tus peones.

Los dos chicos se giraron, comenzando a caminar hacia su destino, en donde esperarían a sus 'dos aliados temporales': Takemichi y Chifuyu.

Yune tomó asiento en una de las tantas mesas del local, mirando su taza de café por unos segundos. Se sorprendió al escuchar voces familiares en la mesa de atrás de sí. La chica agudizó su audición, prestando atención a las palabras que compartían las personas a su lado.

Su ceño se frunció al escuchar todos los planes ya hechos por el grupo, por supuesto quiso levantarse y darles una paliza a todos, pero se abstuvo a ello y continuó prestando atención, hasta llegar a una conclusión.

Quizá aquello era lo mejor. Seguía sin estar del todo de acuerdo, pero ¿Y si Hakkai realmente hacía una estupidez? Después de todo era un chico de corazón suave, aunque este no lo admitiera.
Haitani se colocó en pie dejando sobre la mesa el pago por el café y caminó hacia la dirección contraria en donde se encontraba el pequeño grupo de cuatro personas. Afuera, subió a su motocicleta y comenzó a conducir rápidamente hacia un sitio en específico.

No tomó mucho antes de llegar a su destino, Yune sacó su teléfono y envió un mensaje a su pareja, quien no tardó más de dos minutos en contestar.
La puerta de entrada de la casa se abrió, dejando ver a un pelinegro que se encontraba abrigado de la cabeza hasta los pies, lo contrario a la chica, quien solo tenía puesta una bufanda que abrigada su cuello.

— ¿Eres tonta? — Baji se acercó a ella, sacándose su abrigo y colocándolo sobre los hombros de la mayor. — Hace un frío del carajo, no puedes ir solo con una bufanda, mucho menos conduciendo.

— No exageres, el frío es una creación de dios, hay que apreciarlo. — La chica bajó de su vehículo, acercándose y abrazando al menor antes de entrar juntos al hogar del chico. — Quiero hablar sobre algo contigo.

— Soy todo oídos.

— ¿Tu madre no está? — Baji negó a la vez que tomaban asiento en el sofá, inevitablemente abrazó a su pareja en busca de algo de calor corporal. — Verás. Así están las cosas...

[...]

Navidad

Era el día tan esperado por Hanagaki. Aquel momento era cuando se decidiría si cambiaría el futuro para bien o para mal evitando que Hakkai asesinara a su hermano mayor y actual líder de los Black Dragons: Taiju Shiba.
Junto a su extraño grupo de aliados, estaban decididos a detener al hermano menor de la familia Shiba, pero no contaban con pequeños detalles ocultos de varias personas.

Yune sacó su teléfono y escribió un rápido mensaje antes de volver a guardar el dispositivo en su bolsillo y acomodar su bufanda y abrigo, mirando los pequeños copos de nieve caer lentamente al suelo, decorando la ciudad en un enorme desierto blanco y tranquilizador.
Subiendo a su motocicleta, comenzó a conducir rápidamente hacia su destino, mas no contó con que se toparía con un chico de suave tez morena y unos ojos de agradable color que le detuvo.

— ¿Haitani Yune?

La chica frunció su ceño, mirando de arriba a abajo al extraño sujeto que le había detenido.

— No tengo tiempo, tampoco sé quién eres. Piérdete. — Apartando la mano del desconocido que se encontraba sobre la manivela de la motocicleta, Yune volvió a conducir, dejando atrás al chico quien sonreía sorprendido.

— Parece que es exactamente como dicen. — Susurró, adentró sus manos dentro de los bolsillos de su abrigo y comenzó a caminar hacia la dirección contraria. Sabía que sus planes saldrían a la perfección.

Un escalofrío recorrió la espalda de Haitani lo que le hizo inconscientemente acelerar aún más, esperando llegar pronto a su destino.
Por otro lado, un par de amigos y compañeros se trasladaban por el carril contrario. Mikey mantenía sus ojos fijos en la carretera pensando y manteniéndose en su mundo hasta que volvió a la realidad.

— Ken-chin. — Llamó.

— ¿Qué?

— ¿Lo que escuché fue la motocicleta de Mitsuya?

— Mikey, nadie aparte de ti es lo suficientemente estúpido para montar una motocicleta con este frío de mierda. — Se quejó Ryuguji. — Estás alucinando.

— Supongo.

— ¡Vámonos a casa! — Manjiro frunció su ceño, sus ojos se movieron a su izquierda, jurando por unos segundos ver una silueta familiar pasar por su lado y desaparecer rápidamente.

— ¿Yune? — Susurró, curioso.

La peligris bajó de su motocicleta, mirando por unos segundos las grandes puertas de la iglesia. La chica no era una fiel creyente de las religiones.
¿Creer en un dios? Era algo muy complejo de explicar para ella, quien prefería no romperse la cabeza intentando aceptar o negar una existencia divina.
Haitani subió un par de escalones y entró a la construcción, llevándose una gran sorpresa.

— Wow... — Susurró mirando todo el desastre dentro del sitio. — Creo que este no es un sitio para asesinarse entre todos.

Un par de miradas fueron a ella, otros ni siquiera notaron su presencia. Yune examinó rápidamente el sitio antes de mirar a Yuzuha y Mitsuya, quienes parecían los más heridos, eso hasta que notó a Hanagaki quien luchaba contra el líder de los Black Dragons.

— Mierda, Takemicchi.

La peligris corrió hasta la otra chica en el sitio, ayudándole a sentarse, después de eso ayudó a Mitsuya a levantarse con cuidado.

— ¿Qué diablos es esto? — Preguntó Haitani, Takashi solamente sonrió.

— Problemas de hermanos.

— Pues vaya problemas.

Yune se giró, mirando a los tres enemigos en el sitio, dos de ellos le eran poco conocidos, pero estaba familiarizada con uno de ellos, uno con quien en algún momento había hecho negocios.

Hajime Kokonoi.

La oji-violeta frunció su ceño, dispuesta a ir a ayudar al rubio de ojos azules, pero el líder del segundo escuadrón le detuvo.

— No te involucres.

Yune sonrió. — Bien.

La mayor tomó asiento, cruzando una de sus piernas sobre la otra mientras observaba el espectáculo. Mitsuya parpadeó confundido ¿Cómo diablos le había hecho caso tan rápido?
No le dio demasiada importancia cuando comenzó a escuchar una discusión entre Hanagaki y su ex compañero, Hakkai, este último terminó entre lágrimas, dando un inspirador momento entre él y el líder del primer escuadrón, para finalizar en un vergonzoso, pero alentador momento tras confesar su situación familiar y las mentiras creadas por él.

— Diablos, Hakkai. — Yune se acomodó en su sitio, riendo. — Definitivamente das pena.

— Yune. — Reclamó Yuzuha a su lado después de quejarse públicamente.

— Lo siento, no me prestes atención.

— ...No te abandonaremos por una mentira como esa, eso es de lo que se trata Toman.

Un sentimiento de calidez logró tocar el corazón de Yune ¿Era posible que Takemichi entendiera el significado de aquella pandilla con tan sólo estar unos cuantos meses? La peligris llevaba años junto a sus compañeros, pero aun así terminó siendo conmovida por las palabras del oji-azul. Quiso darle un puñetazo al rubio, no por molestia, simplemente era su forma de demostrar que estaba de acuerdo con aquella cursi oración, pero se abstuvo de hacerlo.

— ¡Ustedes también morirán, bastardos! Y ni se les ocurra huir, tengo cientos de mis hombres rodeando la iglesia.

— Supongo que estoy involucrada en este lío desde que entré a la iglesia. — Yune notó a Mitsuya hablar con Yuzuha. — Quizá deba de buscar algo que hacer.

Takemichi se giró y se sorprendió al ver la figura de Haitani salir de la iglesia ¿Acaso no había escuchado que habían más de cien hombres fuera del lugar dispuestos a atacar a quien fuese que intentase huir?

— No te preocupes, compañero. — Pronunció Chifuyu. — Hablamos de Haitani Yune, la número tres de Toman.

— ¿Número tres? — Matsuno sonrió con obviedad.

— ¿Necesitas una mano? — La oji-violeta elevó la mirada mientras limpiaba la sangre de su labio roto.

— ¿Sabes? Es realmente un dolor de culo pelear con tantas prendas de vestir encima, me dan calor y eso me pone de mal humor.

Ryuguji sonrió, comenzando a abrir un camino para el comandante junto a la chica de cabellos tintados.

— Hace un par de días tuve una pelea grande, pero extrañaba esto. — Yune empujó a un chico y el rubio lo noqueó de un puñetazo.

— Eres un monstruo, Yune.

— ¿Qué dices? Eres tú quién fácilmente podría derribar a todos estos imbéciles en poco tiempo.

— No dudo que tú puedas hacerlo también. — Haitani sonrió, sacudiendo sus manos, observando su alrededor. — Supongo que una mano de más lo hace todo más rápido.

— Bueno, feliz navidad. — Bromeó la chica, tomando asiento en las escaleras.

Ambos guardaron silencio, escuchando el ruido proveniente de dentro de la iglesia.

Después de unos pocos segundos, Draken caminó hasta la iglesia, abriendo las puertas totalmente, llamando así la atención de todos los presentes.

— ¿Por qué están todos tensos?

— ¿Draken?

— Mikey. — Llamó el subcomandante. — Acabamos con todos los tipos de afuera.

Los presentes, incrédulos, salieron rápidamente del sitio, encontrándose así con una pila de cuerpos esparcidos por toda el área, y una tranquila Yune quien se encontraba recostada en las escaleras, con sus ojos cerrados en la espera de los demás.

— Bueno. — Haitani se puso de pie. — Creo que iré a casa, es más de media noche y se me antoja acostarme en mi cómoda cama y dormir hasta tarde.

— Ten buen viaje. — La chica movió su mano de un lado a otro sin girarse, y minutos después se escuchó el motor de su motocicleta alejándose rápidamente de allí.

— Es imposible confundir el ruido de esa chatarra.

— Que no te escuche. — Sonrió Draken, Mikey rio.

Los minutos de camino pasaron rápidamente para la joven quien conducía con un semblante serio en su rostro, deseaba solamente llegar a su casa y descansar. Repentinamente Yune recordó algo importante.

— Diablos, no le deseé una feliz navidad a Keisuke o a su madre. — Se golpeó mentalmente, mirando frente a sí su hogar, era demasiado tarde para devolverse e ir a casa de su pareja, probablemente lo haría la mañana siguiente.

Bajando de su motocicleta, Yune caminó hasta la entrada y abrió la puerta, entrando en silencio. La casa se encontraba en total oscuridad y silencio, pareciendo que no había ni una sola alma allí.

Casi de puntillas, Yune se dirigió a su habitación, entrando y cerrando la puerta tras de sí. Cambió sus prendas de vestir por el pijama más abrigado que tuviese en su armario y se acostó en su cama, soltando un quejido de satisfacción al sentir el suave colchón y las cálidas sábanas que parecían darle una agradable bienvenida de vuelta. Sus ojos se cerraron lentamente hasta quedar dormida, había sido un día cansado y su cuerpo lo hizo saber. En el mismo momento en que sus párpados se unieron, dos hermanos volvían a casa, mirando el obsequio en la entrada que habían conseguido para su hermana menor: Una Suzuki intruder volusia 800, la nueva motocicleta de su querida y consentida hermana pequeña.

— Le va a encantar. — Aseguró Rindo, Ran asintió de acuerdo.

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