La parada del autobús en la nada: perfecto para un monstruo sorpresa

Capítulo 12

La mañana llegó como todas las demás… o algo así. La verdad, todos estábamos bastante agitados con nuestras cosas. No pudimos desayunar en el hotel porque queríamos tomar rápido un autobús a California para llegar al desierto de las dunas. Tuvimos que usar nuevamente la tarjeta de emergencia (gracias, papá, por ser tan bueno y no dejarme desamparado). Nico parece algo paranoico en este momento, y eso me pone de nervios en todos los sentidos.

— Esto está demasiado tranquilo —murmura Nico mientras sostiene su mochila y mira a Percy con desconfianza.

— Bueno, es agradable que no intenten matarnos en estos momentos —comento, intentando no estresarme—. Vamos a comprar dulces mientras esperamos el autobús.

Los hijos de Apolo se encargan de la misión de los dulces, y en poco tiempo regresan con una variedad increíble: chocolates, papas, sodas, agua y muchas otras cosas que prometen hacernos el viaje más soportable. Al abordar el autobús, Lissandro y yo nos sentamos juntos. Pero entonces, un dolor intenso aparece de repente en mi mano herida, y me hace retorcerme. Duele horriblemente, lo cual es raro, porque hace un rato parecía estar bien.

Lissandro se acomoda a mi lado, y ambos nos quedamos en silencio al principio, observando el paisaje que pasa lentamente por la ventana. Después de un rato, él se vuelve hacia mí y sonríe.

—Entonces, ¿cómo te has sentido desde que llegaste al Campamento Mestizo? Debe ser algo raro, ¿no?

Me encojo de hombros, tratando de ordenar mis pensamientos. —Es… diferente. Al principio, no sabía ni a dónde había llegado, pero creo que me estoy adaptando. Aunque, si te soy sincero, todavía me sorprende todo lo que existe: dioses, monstruos, profecías… no pensé que fuera real.

Lissandro asiente, como si recordara cuando él también descubrió todo eso. —Créeme, a todos nos pasó lo mismo. Pero el campamento es un buen lugar. Puedes entrenar, aprender a defenderte y a controlar tus habilidades… si te acostumbras a las cosas raras, claro.

—Sí, me doy cuenta. —Le doy una sonrisa nerviosa—. Pero aún tengo muchas preguntas, como… ¿todos los monstruos pueden rastrearnos fuera del campamento?

Lissandro suelta una pequeña risa. —Digamos que es complicado. El campamento tiene una barrera mágica que nos protege, pero fuera de ella… bueno, no siempre es seguro, especialmente si llamas mucho la atención. —Hace una pausa y luego agrega—: Pero para eso estamos todos aquí, para cuidarnos unos a otros.

Asiento, sintiendo algo de alivio. La verdad es que ser un semidiós en el mundo mortal suena cada vez más aterrador.

Después de unas horas, el autobús finalmente se detiene. A través de la ventana, veo un cartel un poco desgastado que dice: "Estación del Coyote".

Nos bajamos, y el aire caliente y seco del desierto nos envuelve. La estación parece algo antigua, con una tienda de conveniencia y un par de camiones estacionados, como si fuera un oasis en medio de la nada.

Percy bosteza, estirándose. —Bueno, parece que al menos aquí estamos a salvo —dice, aunque no suena del todo convencido.

Nico sigue mirando a su alrededor, visiblemente tenso. Lissandro se gira hacia mí y sonríe. —¿Qué tal? Esta es una verdadera aventura, ¿no? Aunque, para ser honestos, estas paradas en medio de la nada suelen dar un poco de miedo.

—¿Y por qué estamos parando aquí, exactamente? —pregunto, tratando de ignorar el nudo de nervios en mi estómago.

—Aprovechamos para reabastecernos y descansar un poco —responde Lissandro, encogiéndose de hombros—. Además, nunca sabes qué puedes encontrar en estos lugares. Algunos dicen que los viajeros dejan cosas útiles en las estaciones de servicio.

Me río, aunque no estoy seguro de si es broma o no. Caminamos juntos hacia la tienda, y mientras avanzamos, siento una extraña mezcla de emoción y nervios.

Mientras caminamos hacia la tienda, algo en el aire cambia. Nico y Percy se detienen casi al mismo tiempo, y un escalofrío recorre mi espalda. Los dos se miran, con una expresión que no había visto antes. Es como si pudieran sentir algo que yo no, pero enseguida percibo la tensión que crece entre ellos.

—¿Qué pasa? —les pregunto, mi voz algo tensa.

Nico no responde inmediatamente. Su mirada está fija en el horizonte, como si estuviera tratando de percibir algo invisible. Percy, por su parte, frunce el ceño, observando cada movimiento a su alrededor.

—Algo no está bien. —Nico se acerca a mí, hablando en voz baja—. Lo siento, pero siento que estamos siendo observados. Deberíamos estar alerta.

Un mal presentimiento me invade, y de inmediato pienso en Alex y Desiree. Sin perder tiempo, les doy una orden rápida. —Alex, Desiree, vayan a investigar desde las alturas. ¡Rápido!

Los cuervos se posan sobre mis hombros, y con un suave graznido, se elevan al cielo, sus alas batiendo con fuerza. Mi vista sigue su vuelo mientras ellos se adentran en el aire, desapareciendo entre las nubes.

No pasan ni diez minutos antes de que regresen, descendiendo rápidamente. Alex se posa sobre mi hombro, y Desiree se acomoda en el suelo cerca de mis pies. Ambos graznan de manera urgente, y antes de que pueda preguntar, Desiree cierra los ojos por un segundo, como si intentara transmitir algo.

—Algo viene —dice Desiree, su voz grave y clara en mi mente—. Es una criatura… parecida a una empusa. Está cerca.

El miedo se apodera de mí. Las empusas son criaturas peligrosas, y si estamos cerca de una, las cosas pueden complicarse rápido. Nico da un paso adelante, apretando los puños. Percy se pone en guardia también, y el ambiente se vuelve más denso, como si el aire mismo se estuviera cargando de una tensión palpable.

—Tenemos que prepararnos —dice Percy, su tono es serio—. No podemos permitir que nos vean.

Antes de que pueda hacer algo, un grito feroz rompe el silencio. Es como un rugido gutural, y en un parpadeo, una figura se materializa en el borde de la estación. Es una empusa, su figura alta y delgada, con ojos brillantes que reflejan el sol de manera antinatural. El viento sopla, desordenando su largo cabello oscuro, mientras ella sonríe de manera cruel. Con un movimiento rápido, extiende sus alas, y el aire a su alrededor parece vibrar de peligro.

—¡Está aquí! —exclama Nico, dando un paso atrás.

No hay tiempo que perder. Nico y Percy se posicionan para protegerse, mientras yo hago lo mismo (al menos intento). El objetivo es claro: evitar que los mortales nos vean y desatar un caos innecesario. la empusa lanza un grito agudo, y en un abrir y cerrar de ojos, salta hacia nosotros con una velocidad sorprendente. Pero justo antes de que pueda llegar, me lanzo hacia un lado, esquivando su ataque, y logro colocarme entre ella y los demás.

—¡No la dejen acercarse demasiado a los civiles! —grito, sabiendo que el mayor peligro no son las criaturas, sino el riesgo de que los mortales descubran lo que realmente está sucediendo.

Mientras recuperamos el aliento, Malec se acerca con su sonrisa característica, esa que tiene cuando está disfrutando de una situación, aunque claramente no está tan afectado por todo lo que acaba de pasar.

— Bueno, la primera lección es no dejar que te coman. Si sobrevives a esto, seguro que papá me asciende a entrenador de semidioses, ¿no? —dice, mirando de reojo a los demás, sin dejar de sonreír.

Le lanzo una mirada confundida, tratando de procesar todo lo que acaba de ocurrir. —¿Y eso es lo que llamas apoyo fraternal? No me parece nada "divertido", ¿sabes?

Malec se encoge de hombros y su sonrisa no desaparece. —Eh, es lo que hacemos, ¿no? Lo que no te mata, te hace más fuerte. O al menos más sabio para no hacerle frente la próxima vez. —Hace una pausa, casi pensativo—. Aunque no estoy seguro de que una empusa sea suficiente para entrenarte, pero hey, es un comienzo.

Me rasco la cabeza, sintiéndome un poco fuera de lugar. —No sé si me consuela o me asusta más lo que dices.

—¿Te asusta? —Malec ríe, sacudiendo la cabeza—. ¡Vamos, amigo! Si sobrevivimos al Campamento Mestizo, sobrevivimos a cualquier cosa. Y si no lo logramos, bueno… al menos no tendremos que preocuparnos por los deberes de verano.

Nico, que ha estado observando todo en silencio, levanta una ceja. —¿Eso fue un intento de broma, Malec?

—Claro que sí. ¿Acaso no lo parece? —responde Malec con una expresión burlona.

Me fuerzo a reír un poco, a pesar de que mi mente está llena de dudas. —No sé si tus bromas me ayudan o me hacen sentir más perdido todavía.

Malec pone una mano sobre mi hombro y me mira con una sonrisa un poco más cálida. —Todo es parte del proceso, hermano. Aprendes a reírte de las cosas o te vuelve loco. Y por lo que veo, vas por el buen camino con la primera opción. Aunque sé que aún tienes mucho por aprender.

—Claro, como si yo supiera cómo usar mis poderes… —digo en voz baja, pensando en lo que me falta por entender.

Malec asiente con simpatía. —No te preocupes, todo a su tiempo. Aquí lo importante es que no te dejes atrapar por el miedo. Y cuando llegue el momento, vas a tener que empezar a aprender a defenderte. Lo que no te mata, te hace más fuerte, o al menos más sabio para no hacerle frente la próxima vez. Así que aprovecha las oportunidades cuando lleguen.

Aunque sus bromas no dejan de ser algo oscuras, por alguna razón, sus palabras me dan algo de consuelo. Puede que no sepa cómo controlar mis poderes, y aún me sienta completamente perdido, pero al menos, sé que tengo una familia aquí. Y tal vez eso sea lo que realmente importa.

—Gracias, supongo… —digo, más para mí mismo que para él, pero con una leve sonrisa.

Malec asiente, con esa confianza típica que tiene en todo lo que hace. —Eso es lo que hacen los hermanos mayores. Pero no te acostumbres, podrías ser el próximo objetivo de mis bromas.

—¿Eso es una amenaza? —le respondo, sintiendo que la conversación empieza a volverse más ligera.

Malec se ríe, sin tomarse nada demasiado en serio. —Solo una advertencia, hermano. Una muy, muy importante.

Aunque la tensión por el ataque de la empusa sigue ahí, al menos ahora me siento un poco más relajado. Todo esto es nuevo para mí, y a pesar de mis miedos, sé que debo adaptarme.

La empusa avanza hacia nosotros, su figura alta y delgada reflejando la luz del sol de manera extraña. Está a punto de atacar, y por un instante, todo se detiene. Puedo ver a Tommy, parado un poco más atrás, mirando fijamente a la criatura con miedo, claramente incapaz de moverse o reaccionar a tiempo.

Mi corazón late con fuerza, un instinto protector surge en mí sin previo aviso. No sé cómo, pero algo en mi interior se enciende, y sin pensarlo, doy un paso al frente.

—¡Tommy! —grito, y sin pensar más, me lanzo hacia él, empujándolo hacia un lado justo cuando la empusa lanza su ataque.

Siento cómo su garra roza mi brazo, pero no me importa. Lo único que importa es que Tommy esté a salvo. Afortunadamente, el empujón es suficiente para desviarlo del peligro inminente. La empusa se queda momentáneamente confundida, como si no hubiera esperado que alguien la desafiara de esa forma.

Tommy cae al suelo, pero se reincorpora rápidamente, sorprendido y agradecido por mi intervención. —¿Estás bien? —le pregunto, tratando de asegurarme de que no esté herido.

—Sí, gracias, Oribell… —responde él, respirando agitado, pero con una mirada de agradecimiento.

Mientras me recupero de la adrenalina, siento una extraña presión en el aire, como si algo estuviera pidiendo mi atención. Alex y Desiree, los cuervos, se posan a mi alrededor, con graznidos bajos y una sensación de urgencia en el aire.

—Concentra tu mente. —La voz de Alex se cuela en mi cabeza, pero algo no está bien. No es la voz de Alex… algo más profundo, más poderoso.

Miro a mi alrededor confundido, pero la voz sigue resonando en mi mente, cada vez más clara. —No temas, hijo. Debes enfocarte. Usa lo que llevas dentro, lo que has heredado.

Es entonces cuando lo entiendo. No es Alex quien habla. La voz tiene una familiaridad extraña, como si viniera de lo más profundo de mi ser.

—Papá… —susurro, dándome cuenta de que la voz es de Morfeo, mi padre.

—No tienes que comprender todo ahora. Solo confía en ti mismo. Hazlo.

Puedo sentir una calma que desciende sobre mí, una presencia reconociendo mi potencial. La empusa, al ver que no estamos retrocediendo, lanza otro rugido y se prepara para un segundo ataque. Sin embargo, algo en mí cambia. Siento un calor extraño en mi pecho, como si todo lo que nunca supe controlar comenzara a cobrar sentido.

—Cierra los ojos y deja que la oscuridad te guíe. —La voz de Morfeo es suave, pero firme.

Puedo oír a Desiree y Alex hablar, pero sus voces se desvanecen en segundo plano. Mi mente comienza a concentrarse, y con ella, siento cómo la oscuridad se extiende a mi alrededor, como un manto protector. La pesadilla toma forma, y con una respiración profunda, sé lo que debo hacer. La empusa avanza de nuevo, pero esta vez, siento que tengo algo más en mis manos que solo miedo. Me concentro y, de repente, las sombras a mi alrededor empiezan a arremolinarse. La criatura se detiene un instante, como si algo la estuviera invadiendo.

Con un grito interno, la oscuridad cobra vida, formando figuras de pesadilla que rodean a la empusa. Una nube oscura se cierne sobre ella, distorsionando su figura y nublando su mente. La empusa intenta resistirse, pero la niebla comienza a apoderarse de su ser. La fuerza de las pesadillas, que nunca supe que tenía, la atraviesa.

La empusa, debilitada y aterrorizada, cae al suelo, su cuerpo perdiendo consistencia. Finalmente, con un rugido, desaparece en un estallido de oscuridad, como si todo lo que había sido parte de ella se desmoronara en el aire. Me quedo de pie, respirando con fuerza, sin comprender del todo lo que acabo de hacer. La oscuridad se disipa lentamente a mi alrededor, y la calma regresa, pero algo ha cambiado en mí. Siento que una parte de mí, que no sabía que existía, ha despertado.

—Eso… eso fue increíble —dice Percy, su voz llena de asombro. Nico también me mira con sorpresa, aunque parece que algo más profundo se mueve en sus ojos.

Tommy, que se ha puesto de pie nuevamente, se acerca a mí con una mezcla de admiración y gratitud. —No sé qué hiciste, Oribell, pero… gracias. Estabas increíble.

Malec, por su parte, se aproxima con su típica sonrisa burlona. —¡Mira a mi hermano! ¡Ya no solo nos salva, ahora también puede invocar pesadillas! —Su tono es relajado, pero puedo ver la sinceridad en sus ojos.

Alex y Desiree, aún cerca de mí, graznan suavemente, como si estuvieran aprobando lo que acaba de suceder.

Morfeo, mi padre, ha estado callado todo el tiempo, pero al final, su voz resuena en mi mente una vez más, esta vez llena de orgullo. —Bien hecho, hijo. Es solo el comienzo, pero lo hiciste.

Aunque no sé cómo, ni por qué, lo que acaba de ocurrir me da una sensación de propósito, de conexión con algo mucho más grande que yo. Y por primera vez desde que llegué al Campamento Mestizo, siento que tal vez, solo tal vez, puedo ser algo más que solo un recién llegado. Siento que las piernas me tiemblan, como si cada músculo estuviera a punto de colapsar. Invocar esas pesadillas me ha dejado agotado; mi visión parpadea y el mundo a mi alrededor se vuelve un poco borroso.

De repente, una mano firme se coloca en mi hombro y una voz tranquila me saca de mi estado de confusión. —Oye, tranquilo, yo te ayudo —dice Lissandro, sosteniéndome con cuidado. Me rodea con un brazo para ayudarme a mantener el equilibrio.

Intento sonreírle en agradecimiento, aunque apenas tengo fuerzas para hacerlo. —Gracias… No sé qué me pasó.

—Te acabas de enfrentar a una empusa, invocaste pesadillas y luego venciste al monstruo. No es cualquier cosa —responde Lissandro con una leve sonrisa—. Hasta yo estaría al borde del colapso.

Mientras me estabilizo, Will se acerca, su expresión es seria, pero al mismo tiempo tranquilizadora. —Todo está en orden. La empusa se ha ido, y los mortales no notaron nada extraño. Ahora tenemos que movernos rápido y subir al autobús antes de que alguien comience a hacer preguntas.

Asiento, aunque el simple movimiento de mi cabeza me hace sentir aún más débil. Con la ayuda de Lissandro, empiezo a caminar hacia el autobús. Mis piernas tiemblan, y me siento como si estuviera arrastrando un peso invisible, pero él me sostiene con firmeza, evitando que caiga.

—Esa fue una movida bastante arriesgada, Oribell —dice Will mientras nos mantenemos cerca de él, avanzando hacia el autobús—. Pero lo manejaste bien. Aunque tendrás que trabajar en no acabar tan… exhausto la próxima vez.

Lissandro me da una pequeña palmadita en el hombro. —No te preocupes, Bell. Lo importante es que te mantuviste de pie y lograste vencer a esa cosa. Seguro que Morfeo estaría orgulloso.

Apenas podemos sentarnos cuando el autobús arranca. Me apoyo contra el asiento, con la respiración aún algo pesada. Nico y Percy me miran con una mezcla de preocupación y respeto, como si no estuvieran seguros de qué decir.

Percy se inclina hacia mí, sus ojos brillando con curiosidad. —¿Sabías que podías hacer eso?

Sacudo la cabeza. —No tenía idea. Solo… solo escuché la voz de Morfeo. Me dijo cómo concentrarme, y todo pasó.

—Nada mal, "Hijo del Sueño" —Nico dice, esbozando una sonrisa de complicidad—. Eso de invocar pesadillas es algo útil en una pelea. Quizá un poco aterrador, pero útil.

Me río débilmente, aunque todavía me siento exhausto. —Bueno, tendré que acostumbrarme a esta parte aterradora. Apenas logré mantenerme en pie.

Will nos lanza una mirada de advertencia desde el asiento delante de nosotros. —Descansen mientras puedan. Nunca se sabe cuándo tendremos que enfrentarnos a algo más.

Lissandro asiente, y con una mano en mi hombro, me da un apretón suave. —Escucha a Will. Por ahora, intenta relajarte. Yo me encargo de estar atento.

Cierro los ojos, dejándome llevar por el confort de saber que estoy rodeado de amigos y de alguien como Lissandro, quien me ha mostrado apoyo en este momento de debilidad. Me dejo caer en el asiento, permitiendo que el cansancio me venza por completo mientras el autobús sigue su camino, dejándonos en paz, al menos por ahora.

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