Todo lo que no soy (y todo lo que aún puedo ser)

Capítulo 1

La oscuridad me rodea. Siento algo diferente en mi ser, algo que no puedo descifrar. Mi respiración es pesada, y el miedo me invade. Desde que salimos del desierto, todo parece haberse complicado… o al menos, así lo siento. Imágenes borrosas comienzan a aparecer, como fragmentos de un recuerdo. Me muestran algo: es mi padre. Está recostado en una camilla, débil, casi irreconocible. Las palabras de Okniton resuenan en mi mente, implacables.

"Yo estoy matando a papá."

Ese pensamiento se aferra a mí como una sombra imposible de disipar. Todo esto es mi culpa. No importa cuánto lo intente, no importa cuánto me esfuerce por convencerme de que hago lo mejor que puedo… Siempre siento que no es suficiente.

—Oribell… —la voz de mi padre pronuncia mi nombre, y un escalofrío recorre mi espalda. Sus ojos se clavan en los míos, llenos de decepción—. ¿Por qué no eres suficiente? ¿Por qué me estás matando?

—No soy yo… —susurro con un hilo de voz, aunque sé, en lo más profundo, que soy culpable—. No puedo ayudarte… No puedo…

Un grito ahogado escapa de mis labios, y despierto de golpe. Mi corazón late desbocado, golpeando mi pecho como si quisiera escapar. El sudor frío me empapa, y por un instante, la sensación de la pesadilla aún me envuelve. La oscuridad no me suelta del todo, pero entonces mi mano roza algo cálido y suave.

Es Alex.

El tacto de su plumaje, firme pero reconfortante, me devuelve a la realidad. El cuervo inclina la cabeza, emitiendo un leve graznido de reproche antes de acurrucarse más cerca de mí. Cierro los ojos y exhalo lentamente, tratando de calmarme. La textura familiar de sus plumas, su presencia constante, es lo único que me arraiga al presente.  Parpadeo, observando alrededor, y entonces noto dónde estoy: la habitación del hotel. La penumbra es apenas rota por la luz tenue de la calle que se filtra a través de las cortinas entreabiertas. El aire huele a polvo y a madera vieja.

A mi izquierda, en la cama contigua, Malec duerme profundamente. Su respiración es suave y rítmica, lo que me alivia; parece estar recuperándose de todo lo que hemos pasado. Desiree, su cuervita, está posada en la cabecera de la cama, vigilante incluso en su descanso. Su cuerpo pequeño se mueve con cada ligera respiración, como si compartiera los sueños de Malec.

Me llevo una mano al rostro y froto mis ojos. El peso de la pesadilla aún cuelga sobre mí como un recuerdo persistente, pero al menos estoy aquí. Estoy con ellos. Por ahora, eso es suficiente.

Alex se mueve, posándose en mi hombro con un salto ligero. Su mirada, oscura y penetrante, parece observar más allá de mí, como si supiera lo que acabo de soñar.

—Estoy bien —susurro, más para convencerme a mí mismo que a él. Pero mi voz tiembla, y Alex ladea la cabeza, como si dudara.

Por un instante, dejo que el silencio me envuelva. La presencia de Malec y Desiree, la familiaridad de Alex, me ayudan a calmarme. Pero algo me dice que esta calma es momentánea. Afuera, el mundo sigue esperando, con sus desafíos y peligros.

Me levanto de la cama con un movimiento torpe, el estómago revuelto y la sensación de náusea creciendo. Camino rápidamente hacia el baño, apenas consciente de mis pasos. La presión en mi interior es insoportable, pero al llegar y arrodillarme frente al lavabo, no sale nada. Solo arcadas vacías que sacuden mi cuerpo. El esfuerzo me arranca algunas lágrimas, ardientes y frustradas, que se mezclan con el sudor en mi rostro. Me aferro al borde del lavabo como si fuera un ancla, tratando de estabilizarme, y finalmente abro el grifo. El agua fría corre sobre mis manos mientras lavo mi rostro, buscando alivio.

Levanto la vista y me miro en el espejo. Mi reflejo es casi irreconocible. Las ojeras oscuras se han instalado bajo mis ojos, marcando mi agotamiento con brutal honestidad. Han pasado dos días desde que salimos del desierto, y todo parece un caos interminable. No fue sensato detenernos para descansar, pero estábamos demasiado agotados para continuar. Y aunque han sido días duros para todos, siento que la carga es aún mayor para mí. Respiro hondo, dejando que el agua fría caiga sobre mi nuca. El sonido del grifo es lo único que llena el silencio. Me enderezo lentamente y cierro los ojos, tratando de reunir fuerzas.

No estoy listo. Lo sé. Pero no puedo permitirme fallar otra vez. Sé que debería dormir, pero no puedo. Las pesadillas volverán a acecharme, como siempre lo hacen, y el descanso seguirá siendo un espejismo inalcanzable. Intentarlo sería inútil, un esfuerzo vacío que solo me dejaría más agotado y frustrado.

El sueño se ha convertido en un campo de batalla, y estoy perdiendo. Cada vez que cierro los ojos, los recuerdos y los miedos toman forma, me desgarran desde dentro. No tiene sentido forzarme a dormir cuando sé que la oscuridad no me dará tregua. Me apoyo contra el lavabo, observando el reflejo roto en el espejo. "Solo unos días más", pienso, aunque la esperanza en mis propias palabras es débil. Tengo que seguir adelante. Por ellos. Por todos. Alex emite un suave graznido desde la habitación, como si me recordara que no estoy solo. Enderezo los hombros y dejo que el agua fría que aún corre entre mis dedos me devuelva algo de claridad. Puede que no pueda dormir, pero todavía puedo hacer algo. Todavía puedo resistir.

☆゚⁠.⁠*⁠・⁠。゚

El amanecer trae consigo una luz pálida que se filtra a través de las cortinas del cuarto. Después de otra noche sin descanso, mi cuerpo se siente pesado, pero me obligo a levantarme. Afuera, el mundo no espera por nadie.

Mientras me visto, no puedo evitar pensar en cómo Malec ha estado entrenándome con la espada. No sé si es su manera de distraerse o si realmente cree que puedo mejorar, pero ha sido constante, paciente, incluso cuando mis movimientos son torpes y lentos.

Debo admitirlo: soy mínimamente bueno, o al menos eso me digo para no rendirme. Ya sé cómo sujetar la espada correctamente y puedo ejecutar algunos movimientos básicos sin parecer un completo idiota. Pero la verdad es que no sería capaz de sobrevivir en un combate real sin su ayuda.

Malec, por otro lado, parece hecho para esto. Su manejo de la espada es fluido, casi natural. Lo he visto enfrentarse a desafíos que me aterrarían y salir adelante sin vacilar. Y aun así, nunca pierde la paciencia conmigo, incluso cuando fallo repetidamente. Mientras pienso en esto, Alex grazna desde el respaldo de una silla, como si estuviera impaciente por que nos pongamos en marcha. Me río entre dientes.

—Lo sé, lo sé. Ya voy —le digo, aunque mi voz suena más cansada de lo que me gustaría admitir.

Cuando salgo de la habitación, Malec ya está fuera, entrenando en un espacio abierto que encontramos cerca del hotel. Practica con una espada improvisada de madera y por un momento me quedo observándolo, admirando la precisión de sus movimientos. No puedo evitar pensar que él merece a alguien mejor como compañero en esta misión. Pero también sé que no hay tiempo para autocompasión. Si voy a estar a su lado, tengo que esforzarme más.

—¿Vas a quedarte ahí todo el día o piensas unirte? —dice Malec sin siquiera voltear a verme, como si supiera que estaba ahí.

Respiro hondo y camino hacia él.

—Estoy listo —respondo, aunque no estoy seguro de que sea verdad.

Malec sonríe, esa sonrisa tranquila que siempre logra calmarme un poco. Me pasa una espada, y antes de que pueda dudar, estamos de nuevo en movimiento.

Malec da otro golpe directo, y apenas logro bloquearlo a tiempo. La vibración de la espada recorre mis brazos, dejándome un hormigueo incómodo. Resoplo, pero me esfuerzo por mantener la guardia.

—Mejor, pero sigue siendo predecible —comenta Malec mientras retrocede y adopta una nueva postura. Su tono no es burlón, solo honesto, y eso lo hace aún más frustrante.

Me esfuerzo por enfocarme, aunque mis pensamientos comienzan a divagar. Es entonces cuando, al mirar hacia el lado opuesto del campo de entrenamiento improvisado, lo veo. Lissandro está allí, caminando hacia nosotros con su paso despreocupado, como si nada en el mundo pudiera perturbarlo. Una sonrisa leve se asoma en mis labios antes de que pueda evitarlo.

Sin embargo, el pensamiento se disipa tan rápido como llegó. Últimamente, las cosas no han sido fáciles entre nosotros. Ni solo con él, sino con todos: Nico, Percy, Will, Tommy, Malec... incluso Lissandro. No son ellos; soy yo. Mi cambio de actitud parece haber levantado una barrera invisible entre nosotros. Antes podía bromear y ser uno más del grupo, pero ahora, todo parece diferente.

No puedo culparlos por no entenderme. Apenas si me entiendo yo mismo.

El golpe de Malec me saca de mis pensamientos. Esta vez no logro bloquearlo, y la espada de práctica me golpea el costado. Doy un paso atrás, jadeando.

—Te distraes demasiado, Bell —dice Malec, bajando su espada. Tiene razón, pero no respondo.

Me froto el costado y miro al suelo.

No hemos vuelto al campamento mestizo, y no lo haremos. Sería una pérdida de tiempo regresar ahora. Cada minuto cuenta, y necesitamos encontrar el yelmo de Morfeo. Con dos elementos de la Velación, Morfeo tendría más fuerza para resistir su condición. No podemos permitirnos fallar; él no puede permitirse que fallemos. La sensación de responsabilidad pesa en mi pecho como una piedra. Al alzar la vista, Lissandro ya se ha acercado más, su mirada fija en nosotros. Malec me da una palmada en el hombro, como diciendo que el entrenamiento ha terminado por ahora.

Lissandro se acerca con las manos en los bolsillos, una expresión relajada que contrasta con el caos interno que siento.

—¿Cómo va el entrenamiento? —pregunta, deteniéndose a unos pasos de nosotros. Su tono tiene esa mezcla de interés y sarcasmo que le es tan natural.

Malec responde antes de que pueda hacerlo.

—Mejorando, aunque aún le falta mucho para no morir en su primer combate real.

—Gracias por la confianza —murmuro, rodando los ojos, aunque no puedo evitar esbozar una sonrisa cansada.

Lissandro suelta una risa breve y se sienta en una roca cercana. Sus ojos me observan con atención, como si pudiera ver más allá de mi intento de parecer tranquilo.

—Descansa un poco, Bell. No servirá de nada si te fuerzas más de la cuenta.

Quiero responder, decirle que estoy bien, que no necesito parar, pero las palabras no salen. En el fondo sé que tiene razón, y mi cuerpo está al borde de su límite. Sin embargo, la culpa no me deja en paz.

—No hay tiempo para descansar —digo finalmente, más para mí mismo que para ellos. Miro a Malec y luego a Lissandro—. Tenemos que encontrar el yelmo. Si perdemos más tiempo, Morfeo...

Mi voz se quiebra, pero rápidamente me aclaro la garganta y desvío la mirada. No necesito decir más; ambos saben lo que está en juego.

Lissandro se inclina hacia adelante, apoyando los codos en sus rodillas.

—Lo encontraremos. Pero matarte en el proceso no va a ayudar.

Malec asiente, cruzándose de brazos.

—Tiene razón. No estamos solos en esto, Bell. Déjanos ayudarte.

Esas palabras me golpean más fuerte que cualquier espada. Trato de no mostrarlo, pero siento el peso de sus miradas. El sol está comenzando a elevarse en el horizonte, bañando todo con una luz dorada. Es un recordatorio cruel de que, aunque el mundo sigue avanzando, nosotros seguimos atrapados en esta misión.

—Está bien —susurro al fin, dejando caer los hombros—. Solo un momento.

Me siento en el suelo, dejando que Alex se pose en mi brazo. La calidez de su peso es extrañamente reconfortante. Cierro los ojos, permitiéndome un breve respiro, aunque sé que no durará mucho.

Lissandro y Malec comienzan a hablar entre ellos en voz baja, probablemente planeando el siguiente paso. Y mientras el viento fresco de la mañana me roza el rostro, intento no pensar en lo que nos espera. Pero es imposible. La presión sigue ahí, y aunque ellos estén a mi lado, la carga no deja de sentirse mía.

Notas del autor:

Hola, lamento mucho la demora en continuar con la historia. Han pasado muchas cosas, especialmente la pérdida de un familiar muy cercano, lo cual me ha afectado en varios aspectos, tanto académicos como personales. Sin embargo, aquí les traigo el primer capítulo. Mi idea es poder actualizar una o dos veces por semana, aunque aún no estoy completamente seguro, pero iré viendo cómo organizarme. Les agradezco muchísimo por su paciencia y espero que disfruten este capítulo.



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