8
— Iwaizumi... N-No... — Tōru giró su rostro antes de apretar los labios, sintiendo la longitud del moreno adentrarse en su interior.
— Te voy a demostrar... Cuánto te quiero. — Susurró en el oído del castaño, tomando sus caderas.
La siguiente hora de la mañana ambos se fundieron en una burbuja de amor y placer, dedicándose suaves caricias y delicados besos el uno al otro, buscando cariño, respuestas, amor y perdón.
El cuerpo de Tōru yacía sobre la cama, exhausto mientras observaba a Hajime salir de la ducha desnudo.
— ¿Puedes levantarte?
— ¿Crees que seguiría aquí si pudiera hacerlo? — Iwaizumi sonrió, se acercó y depositó un beso en los labios del castaño antes de alzarle y llevarle al baño. — No creo poder ir a trabajar hoy.
— ¿Te sientes mal? — Oikawa asintió. — Puedo pedir que te preparen algo para el estómago, y de paso para el dolor de cabeza.
— Sería de gran ayuda. — Hajime dejó al ojimarrón en la tina. — Puedo hacerlo solo.
— Llámame cuando termines. — El moreno salió del baño, yendo a vestirse.
Oikawa se dedicó a disfrutar del baño, relajándose por unos minutos antes de comenzar a lavar su cuerpo.
Pensó en la noche anterior, no se acordaba de mucho, sólo de los primeros veinte minutos en el bar, después de eso todo era borroso y habían pequeños fragmentos de recuerdos, como por ejemplo, cuando Iwaizumi lo subió al auto y lo trajo a su casa.
Intentó ponerse de pie, con algo de dificultad –y dolor– lo logró. Tomó una toalla y secó su cuerpo antes de salir, sosteniéndose de la pared
— Iwaizumi. — Llamó. El azabache se apareció unos segundos después, acercándose a Oikawa para ayudarle a llegar a la cama. — Demonios, no me hagas tener sexo matutino después de beber la noche anterior, nunca más.
— ¿Fue tan malo?
— Fue fantástico, pero ahora no solo me duele la cabeza y siento que voy a devolver el hígado, también me duele el trasero y es tu culpa. — Hajime rió, tomó a Tōru de las caderas y dejó un suave beso en su nuca. — Pero si haces eso...
— Vístete y baja al comedor para desayunar.
— Bien, bajaré en seguida. — El castaño se vistió antes de bajar al comedor, allí se encontraba Iwaizumi, bebiendo un café mientras leía algo en su Ipad. Sonrió y se acercó por detrás, pasó sus brazos por el cuello del moreno y dejó un suave beso en su mejilla.
— ¿Te parece si hoy nos quedamos toda la mañana aquí?
— Supongo que está bien. — Iwaizumi giró su rostro, Tōru unió sus labios en un beso lento, acariciando las mejillas del mayor. — Pero no más sexo.
— Nunca dije que lo haríamos. — Tōru rodó los ojos tomando asiento al lado del moreno. — Debo de trabajar un par de horas, estaré en mi oficina, si necesitas algo puedes buscarme.
— Espera. — Oikawa frunció su ceño. — ¿Tienes una oficina?
— ¿No lo había mencionado ya?
— No, no lo habías hecho. — Oikawa suspiró, si viviera en esta casa no tendría necesidad de salir nunca, podría vivir el resto de su vida feliz sin mover un dedo.
— ¿Te llevo al trabajo más tarde? — Tōru negó.
— Quiero caminar un poco, me iré a pie. — Respondió. Unos minutos más tarde trajeron la comida, Oikawa agradeció y comenzó a comer.
Oikawa terminó su desayuno en segundos, estaba realmente hambriento. Cuando acabó, se giró hacia Iwaizumi, quien continuaba leyendo lo que sea que leía en su Ipad.
— ¿Qué lees?
— Cosas del trabajo. — Tōru elevó una ceja. — Informes y esas cosas.
— Oh. — Soltó. — Bueno, creo que yo... Te dejaré continuar con eso. — Hajime se veía demasiado ocupado para estar molestándolo.
Se puso de pie y caminó al jardín frontal, acercándose a la fuente que en medio de este había.
—. ¿Si lanzo una moneda se me cumplirá algún deseo?
— Es posible. — Una mujer, de unos cincuenta años, se acercó a Tōru. — ¿Qué haces aquí, muchacho?
— Oh, busco algo que hacer, Iwaizumi está ocupado y no quiero interrumpirlo.
— Que considerado de tu parte. — La mujer cargaba un par de bolsas que parecían pesadas. Algo dentro de Oikawa hizo "Click".
— Permítame ayudarle.
— Oh, no, no. Estoy bien. — Tōru negó, tomando una de las bolsas, realmente eran pesadas. — Gracias, muchacho.
— Tōru. Soy Oikawa Tōru, un placer.
~❃~
— ¿Oikawa? — Hajime comenzó a preocuparse al no encontrar al castaño, a penas eran las diez de la mañana y él ya había desaparecido. — ¿Tōru?
Iwaizumi llegó a la cocina, desde ahí pudo escuchar una risa bastante familiar para él. Entró al comedor de la servidumbre y suspiró aliviado al verlo reír junto a los demás empleados.
— ... Me subí a la barra, y empecé a bailar como nunca, pero eso no fue lo peor. — Contó el castaño. — Estaba tan ebrio que terminé vomitando sobre un hombre, ¡Y su peluca cayó al suelo! Shōyō comenzó a reír como desquiciado, y como si no fuera suficiente también vomitó encima del hombre, a Kōshi casi le da algo, estaba rojo de la vergüenza mientras intentaba sacarnos de ahí.
— Por Dios, Oikawa, parece que te ha pasado de todo en la vida. — Rió un beta de unos aproximadamente veinte años.
— Soy un hombre ocupado, pero aún así hay tiempo para divertirse. — Tomó un vaso con refresco y bebió de él antes de girarse hacia la puerta y sonreír. — Iwaizumi. ¿Terminaste tu trabajo?
— He terminado. — Respondió el moreno, cruzándose de brazos. — ¿Vienes?
— Bueno... Iba a preparar el almuerzo junto a Suzuë. — La mujer al escuchar su nombre se giró, negando.
— Ve con Iwaizumi, cariño, no es necesario. — Oikawa suspiró antes de asentir y ponerse de pie, caminó hacia Hajime y lo abrazó, dejando un casto beso en sus labios.
— Con permiso. — El moreno tomó la mano de Tōru y comenzó a arrastrarlo hacia su habitación.
Tōru se dedicó a seguir al azabache en silencio, entonces recordó que no había avisado a su madre que bebería la noche anterior, mucho menos que se quedaría en casa de Hajime.
Al llegar a la habitación del mayor, se sentó en la cama y buscó con la mirada su teléfono, al encontrarlo, lo tomó y de inmediato puso un mensaje a su madre para que no se preocupara.
— ¿Quieres ir a comer algo afuera? — Hajime se acercó, dejando suaves besos en el cuello de Oikawa, quien sonrió. — O si quieres, podemos comer otra cosa.
— Qué atrevido, señor Iwaizumi. — Tōru lanzó su teléfono por ahí antes de enrollar sus brazos en el cuello del moreno, posando sus labios sobre los contrarios en un corto beso. — Pero lamento informarle que aún me duele el trasero.
— Puedo hacer que olvides el dolor por una hora. — El castaño rió.
— ¿No te cansas? — Oikawa alejó a Hajime, poniéndose de pie. — ¿Sabes? Hace mucho calor. ¿Puedo tomar otra ducha?
— No debes pedirme permiso de nada, Tōru, estás en tu casa. — Oikawa sintió sus mejillas colorarse. — Dúchate, te llevaré a tu casa por algo de ropa y después iremos a almorzar.
— Muy bien, salgo en diez. — Avisó el ojimarrón adentrándose al baño.
Oh, pero claro que Hajime no se quedaría de brazos cruzados. Entró tras Tōru en silencio, sin que el castaño notara su presencia.
Una pequeña sonrisa se estiró en sus labios observando al menor bajo la ducha, lavando su cuerpo mientras tatareaba una canción.
Sus manos fueron a su camisa y quitó botón por botón antes de sacarla y dejarla por ahí, así como también lo hizo con el resto de su ropa.
Corrió las puertas de cristal, llamando la atención de Tōru, quien giró su rostro hacia el azabache sin abrir los ojos a causa del shampoo que caía sobre su rostro.
— Oye, espera tu turno. — Sonrió Oikawa, sacando el jabón de su rostro y cuerpo.
Iwaizumi tomó sus caderas y lo atrajo a su cuerpo con fuerza, provocando una jadeo por parte de Tōru, quien instintivamente llevó sus manos hacia las de Hajime.
— ¿Qué planeas, Iwaizumi? — Preguntó Oikawa, mirando al moreno de reojo. Iwaizumi no respondió, su nariz se dirigió al cuello del castaño, rozando la punta desde su hombro hasta su mandíbula. Una de sus inquietas manos bajó a la entrepierna de Tōru, apretando con suavidad la cabeza de su extensión.
Sintió las manos de Oikawa intentando alejarle, y lo hubiese hecho, de no ser por el fluido pre-seminal que ya había comenzado a salir de la longitud contraria, mezclándose con el agua caliente de la ducha.
— Tōru... — Oikawa ahogó un gemido ante la voz de Iwaizumi, si no fuese por las manos fuertes que le sostenían, probablemente estaría ya en el suelo, incapaz de moverse. — ¿Quieres que continúe?
La caliente lengua de Hajime jugueteó durante unos segundos con el lóbulo de la oreja de Tōru, quien clavaba sus uñas en sus brazos en un intento por no desvanecerse y tener un orgasmo con tan solo unos simples toques y caricias.
— Iwa... Iwaizumi... — Intentó hablar Tōru. Hajime sonrió, dejando de lado sus anteriores acciones.
Giró a Oikawa sobre sus talones y le apegó contra el frío cristal de la ducha. Sus caderas comenzaron a hacer fricción contra las de Tōru, quien gemía por lo bajo, rogando porque las demás personas en el sitio no escucharán sus sucios actos en la ducha.
— No lo hagas. — Ordenó Iwaizumi, posando una mano al lado de la cabeza de Tōru. — No los contengas, no me gusta.
Tōru negó repetidas veces, aunque los dos largos dedos entrando repetidamente en él lograron hacer lo que a Iwaizumi más le gustaba. Oikawa gimió bullicioso, aferrándose al cuerpo de Hajime mientras su cuerpo marcaba un límite, llevándolo directo a un rápido orgasmo, su pecho subía y bajaba agitado, tomando bocanadas de aire mientras sentía su alma volver a su cuerpo.
— Por favor... Por favor, no más. — Rogó Oikawa. Iwaizumi le ayudó a ponerse de pie correctamente antes de tomar su mentón y unir sus labios en un deseoso beso.
— ¿Quieres que pare? — Oikawa negó. — Eso supuse. — El moreno tomó ambas piernas de Tōru, enrollándolas en su cintura mientras el castaño se aferraba a su cuello.
Acarició su espalda adentrando su extensión en el castaño, quien mordió su hombro, a callando sus lamentos en la piel del moreno.
— Tōru... Si no puedes más, dímelo. — Susurró Hajime en su oído, posó sus labios en el hombro de Tōru comenzando a moverse lento y delicado.
Oikawa se inclinó un poco, posando sus temblorosos labios sobre el cuello de Iwaizumi, quien al percatarse de las acciones del contrario gruñó, si Tōru se comportaba de aquella forma se le haría imposible ser cuidadoso a la hora de tener sexo.
Hajime internamente sonreía al sentir a Tōru dejando marca tras marca en su cuello, definitivamente las presumiría después con sus amigos más cercanos.
Oikawa soltó un lamento al sentir las manos de Iwaizumi tomar con fuerza sus caderas y comenzar a embestirle más rudo que antes. Llevó una mano a su nuca y lo atrajo a sus labios, disfrutando de la dulzura de los belfos contrarios mientras era duramente embestido contra el frío cristal del baño.
— ... Vengo.
— ¿Qué dices, cariño? — Iwaizumi detuvo sus movimientos. — ¿Tan pronto?
— Iwaizumi~... — Lloriqueó el menor, rogando por "más".
Ante la inmovilidad de Hajime, Tōru comenzó a buscar su propio placer. El moreno sonrió satisfecho, y después de unos segundos retomó el rápido y fuerte ritmo de antes.
Embestida tras embestida ambos lograron llegar al clímax, Tōru soltó un estentóreo grito al sentir la semilla del moreno llenarle por completo, mientras que Hajime ahogó sus gemidos en el desastroso cuello de Oikawa.
Se mantuvieron en su posición por unos segundos, recuperando el aliento, y una vez lo lograron, terminaron de ducharse.
Oikawa estaba seguro de que se volvería loco si continuaban por ese camino, pero para el castaño definitivamente valía la pena.
~❃~
—¿De nuevo? — Oikawa se sobresaltó al escuchar a Hanamaki, se giró sobre sus talones y suspiró.
— De nuevo. — Confirmó, intentando ocultar las marcas en su cuello. — Oye, yo no te digo nada cuando vienes con el trasero roto también.
— Es diferente. — Takahiro se acercó y observó bien las marcas. — Demonios. ¿Acaso Iwaizumi tiene complejo de aspiradora?
— Cállate. — Rió Oikawa, yendo a traer algo a la bodega.
Hanamaki se sentó en una mesa, sacando su teléfono. Observó el par de mensajes que tenía de su pareja, Issei. Sonrió cómo enamorado, esa noche Tōru lo cubriría para que pudiese ir a una cita con él alfa, y claro estaba que no solo sería una cena romántica.
A diferencia de Oikawa, Hanamaki nunca negaba que esas citas terminaban con ambos en la cama, disfrutando de la presencia del otro.
— Aquí está. — Tōru dejó la caja sobre una mesa. — Ve a trabajar.
— Dame un segundo. — Takahiro respondió los mensajes, segundos después se encontraba en la cocina preparando lo que le correspondía. — ¿Tu novio vendrá por ti hoy?
— No, iré a casa, madre debe de estar preocupada por no volver en dos días, hoy solo fui para tomar ropa y volví a irme.
— Vaya que tuvieron tiempo para disfrutar. — Tōru rodó los ojos. — Te diría que Iwaizumi se está tardando, pero bueno. ¿Quién soy para hablar?
— ¿Aún no te lo pide?
— En realidad siempre esquivo el tema. — Confesó el beta. — No lo sé, Tōru, siento que no estoy totalmente listo para ello. Es decir, amo a Issei, y quiero estar a su lado por siempre, pero creo que hay mucho que aún no conocemos del otro.
Oikawa asintió, comprendiendo a lo que se refería. Si el castaño lo pensaba, probablemente eran las mismas razones las que detenían a Hajime de avanzar en su relación.
Suspiró cansado, dejó de pensar en ello y se dedicó a limpiar.
Ese día también tuvieron bastantes clientes, Hanamaki trabajó como nunca, y para cuando fueron las cinco, el castaño claro se retiró de la cafetería, agradeciéndole a Tōru por su ayuda.
A partir de las seis, Oikawa se dedicó a hacer todo el trabajo solo, aun adolorido logró completar las horas restantes de su jornada, y para cuando fueron las diez, cerró el sitio, yendo a casa.
Hacía bastante frío esa noche, así que se abrazó a sí mismo mientras sus dientes tiritaban. El camino oscuro a casa usualmente ponía nervioso a Tōru, recordando como en más de una ocasión volvió a casa rezándole a los dioses porque no sucediera nada malo.
Se sobresaltó al sentir su teléfono sonar, lo sacó de su bolsillo, observando los mensajes de Hajime preguntando en donde estaba.
Decidió que contestaría hasta llegar a casa, así que guardó nuevamente su teléfono y continuó su camino.
Soltó un suspiro aliviado cuando giró en una esquina y observó a unos metros la puerta de su casa.
Sacó sus llaves y, aún algo tembloroso, metió la llave correspondiente en la cerradura. Gritó escandalosamente al sentir una mano posarse en su hombro, y girándose, golpeó donde creía que estaba la persona.
Su muñeca fue tomada en el aire por el moreno, quien estaba sorprendido por la actitud del castaño.
— ¿Estás bien, Oikawa? — Tōru le observó por unos segundos, jadeó y segundos después se aferró a Iwaizumi, abrazándole con fuerza.
— Gracias a los dioses eras tú. — Suspiró. — Lo siento, no quería golpearte.
— No lo hiciste. — Tranquilizó el azabache depositando un beso en la frente de Tōru. — Quería asegurarme de que habías llegado a casa, veo que así fue.
— Sí, lo siento, no pude responder los mensajes en el camino. — Tōru se alejó un par de paso. — ¿Entrarás?
— No, cariño, es tarde, no quiero molestar a tus padres. — Hajime dejó un último beso sobre los labios del castaño. — Te veo luego ¿Bien?
— Sí. Nos vemos. — Se despidió con la mano y entró a su hogar. Todo estaba en silencio, probablemente todos dormían, así que evitó hacer ruido alguno y fue directo a su habitación, lanzándose a su cama. Al siguente día debía de asistir a la universidad, por lo que debía de levantarse temprano por la mañana.
Ni siquiera se cambió su ropa por un pijama, cayó exhausto en su cama y a los segundos se durmió.
Su alarma sonó la mañana siguente a las cinco en punto. Se puso de pie e hizo lo de siempre, ducharse, vestirse, desayunar y a las seis con diez minutos, salió de su casa.
Su familia continuó durmiendo aún a esa hora, como en ocasiones sucedía, Tōru no los veía en horas, incluso podía pasar un día entero sin ver a su madre, padre y hermano.
El día en realidad transcurrió rápido, Oikawa llegó a la universidad, participó en todas las clases y salió cuando llegó la hora de la salida de clases.
— Muy bien, te pasaré los apuntes de clase que tengo, este es mi número, envíame un mensaje. — Habló Tōru, anotando su número en el teléfono del beta frente a él, quien se lo agradeció varias veces antes de despedirse y marcharse.
Oikawa se giró soltando un suspiro agotado, ser uno de los estudiantes responsables de la clase tenía sus desventajas a veces.
Al levantar la mirada del suelo, observó un auto estacionado frente a él, sonrió y se acercó aún sonriente por reconocer el automóvil.
Se inclinó y observó a través de la ventana, su sonrisa desapareció al mirar a las dos personas dentro del vehículo, el extraño posó sus ojos por un milisegundo en Tōru antes de ignorarle.
Se puso de pie y tragó con dificultad antes de girarse y fingir que nunca estuvo ahí, rogando porque él no hubiese notado su presencia.
Si su día había sido agotador, ahora se había vuelto peor.
Sacó su teléfono celular y marcó un número con rapidez, llevando el dispositivo a su oreja.
— ¿Shōyō...?
— "Tōru. ¿Qué tal?" — Preguntó el pelinaranja al otro lado de la línea. Hinata logró escuchar un sollozo. — "¿Estás bien?"
— Pasaré por tu casa.
— "Por supuesto". — Oikawa colgó la llamada y comenzó a caminar con rapidez, abrazándose a sí mismo mientras intentaba contener las lágrimas amenazantes con salir.
¿Por qué le pasaba esto a él? ¿Por qué nunca nada salía bien para él? La vida le había dado la espalda desde muy joven, y al parecer seguiría así durante un buen tiempo. Cuando todo parecía ir bien, algo llegaba y arruinaba su felicidad.
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