35 - FINAL
Tōru se miró una última vez en el espejo antes de sorber la nariz, mirando a su madre detrás de él, dándole un suave apretón en su hombro, animándolo a salir.
— Padre, no me dejes caer. — Rogó, girándose y mirando al mayor, quien se encontraba de espaldas, sonando la nariz en un pañuelo.
El mayor de los Oikawa simplemente no podía no llorar al ver a su hijo mayor vistiendo un perfecto vestido blanco que se ajustaba a su precioso cuerpo. No podía evitarlo al saber que su querido hijo oficialmente ya no sería suyo, sino del hombre que esperaba frente al altar. Y Oikawa estaba orgulloso de su hijo, totalmente orgulloso al verle a punto de contraer matrimonio, con un hombre decente, fiel, amoroso, responsable –sin hablar del dinero–.
— Padre, no llores o yo lloraré. — Los ojos de Tōru se llenaron de lágrimas, mientras tomaba las manos de su padre y sonreía. — Padre... Jamás dejaré de ser tu niñito, siempre lo he sido ¿No? No importa si ya no estoy en casa, siempre serán mis padres, yo siempre seré su hijo, nadie cambiará eso.
— Mi niño. — Su madre fue quien comenzó a derramar lágrimas primero. — Anda, rápido, Iwaizumi espera por ti.
Sonriente, Tōru tomó el brazo de su padre, mientras su otra mano sostenía un ramo de preciosas flores. Fueron a la entrada del sitio, momento en que comenzó a sonar la música de fondo.
Las miradas de los invitados fueron hacia Tōru, quien tragó duro, cabizbajo, intentando no entrar en pánico.
Comenzó a caminar lentamente hacia el altar, siendo sostenido por su padre, quien miraba hacia el frente.
Sentía los nervios comerle vivo, aún no veía a Iwaizumi, porque sabía que cuando lo hiciera le sería imposible retener esas lágrimas que aguantaba desde el momento en que se puso aquel traje.
Shōyō cubrió su boca con sus manos mientras lloraba silenciosamente, al igual que Akaashi, siendo ambos los más sentimentales en el sitio después de la pareja y los padres del castaño.
Oikawa observó el final del camino, y un escalofrío recorrió su espalda. Su mirada se elevó lentamente hasta toparse con unos ojos verdes llenos de lágrimas. Jadeó, observando al moreno. Siempre vestía de traje, y estaba acostumbrado a verle así, pero ese día, ese día Iwaizumi se veía totalmente diferente.
Hajime sintió un par de lágrimas descender por sus mejillas al ver a su pareja frente a él, tomando del brazo de su padre, mirándole de la misma forma en que él lo hacía.
El padre del castaño estiró la mano de su hijo hacia el azabache, quien la tomó con delicadeza.
— Iwaizumi. — El padre de Tōru le miró a los ojos. — Cuida de mi niño, sé que eres un buen hombre, y un buen padre.
— No dude que lo haré, hasta el fin de mis días. — Oikawa sonrió, acercándose al lado de su pareja, quien sonrió, mientras observaba al menor morder su labio con fuerza, luchando por no derramar las lágrimas acumuladas en sus ojos.
La ceremonia dió inició, mientras la pareja se tomaba de la mano, dándose ánimos entre sí, escuchando cada palabra que decía el padre, jurándose amor eterno, jurando estar para el otro siempre, en las buenas, en las malas, en la salud, en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la abundancia y en la escasez, hasta el fin de sus días, hasta que el destino decidiera separarlos, así como los unió un simple día en una cafetería en el centro de la ciudad.
Tōru miró al mayor, mientras prometía amarle y respetarle, colocando el anillo en el dedo del mayor. Iwaizumi sonrió e imitó su acción, colocando el anillo en el dedo de Tōru.
— Porque la vida me ha permitido amar, y ser amado. — Susurró el castaño. Iwaizumi sintió su corazón doler antes de escuchar las últimas palabras del padre, permitiendo besar a su pareja.
No dudó en lanzarse hacia Tōru, uniendo sus labios en un amoroso beso, lleno de promesas y amores. Tōru finalmente dejó escapar todas y cada una de las lágrimas.
Finalmente eran uno solo.
La recepción dió inicio tras la ceremonia de bodas. Tōru abrazó a su menor con fuerza antes de sonreír dando saltitos en su sitio.
— ¿Y qué se siente, señor Iwaizumi? — Bromeó Shōyō.
— Has silencio, señor Kageyama. — Ambos sonrieron, dándose un nuevo abrazo. — No tengo palabras... Simplemente... Es increíble... Estoy casado con el hombre que amo, con el que más amo.
— Lo supe desde un principio. — Se unió Keiji. — Sabía qué hacía mal al dejarles alejarse.
— Gracias por no permitirlo. — Tōru le abrazó. — Sin ti, sin todos, no habría podido llegar aquí, teniendo este anillo en mi dedo, llamándome ahora Iwaizumi, como mi esposo.
— Qué cursi. — Se burló Takahiro, acercándose. — Felicidades, perra... ¿O debería de decir lo siento?
— ¡Hey! — Rió el castaño. — Estar casado no significa que no pueda ir a beber con mis mejores amigos. — Abrazó a Akaashi y Shōyō por el cuello. — Solamente faltan Akaashi y tú por casarse. ¿Qué piensan?
— Bueno... De hecho... — Akaashi elevó una de sus manos, dejando ver el precioso anillo en su dedo anular izquierdo.
— ¡Keiji! — Regañaron Tōru y Shōyō.
— ¡Lo siento, fue inesperado! — Ambos se lanzaron hacia el azabache, en un abrazo.
— Ni siquiera lo lanzaré. — Habló Tōru, tomó su ramo de flores y lo dejó en las manos de Akaashi, quien se sonrojó y dejó un beso en la mejilla del castaño.
— Gracias, Tōru. — Miró a su pareja, quien miraba desde lejos con una enorme sonrisa.
— ¡Esto está muy aburrido! ¡Pongan música! — Gritó Oikawa, provocando las risas de sus amigos, que no tardaron en apoyarle.
La música comenzó a resonar en el sitio mientras los más jóvenes bailaban y disfrutaban.
Iwaizumi chocó su copa con la de Koutaro antes de sonreír y beber la champaña de un trago.
— ¿Entonces, señor Iwaizumi? ¿Qué se siente?
— Se siente como si te metieras tres Red Bull, cuatro tazas de café y dos de Monster y estés a punto de morir. — Sonrió embobado, mirando a su ahora esposo, saltando de un lado a otro mientras movía su cabeza al ritmo de la música, desordenando sus cabellos. — Es la mejor sensación del mundo.
— Felicidades. — Sawamura sonrió, elevando su copa.
— Gracias, Daichi. — El moreno miró la hora. — Debemos irnos.
— Oh, vamos, no seas desesperado. — Llegó Tobio, con una sonrisa. — ¿Acaso es difícil estar en abstinencia por casi ocho meses?
— Pareciera que tú no estuviste igual hace unos meses atrás. — Kageyama apartó la mirada, silbando, como si no hablaran de él. — En fin.
Hajime se acercó a su esposo y le tomó de la cintura, besando su mejilla. Susurró algo, a lo que Tōru asintió. Se acercó a sus amigos y se despidió de todos antes de buscar a Kōshi y despedirse también. Tomó la mano de Iwaizumi y caminaron a la salida. Dieron las gracias una última vez antes de correr hacia su auto mientras los invitados lanzaban arroz hacia ellos –Una vieja tradición–. Subieron al vehículo y el moreno comenzó a conducir.
Su destino sería el aeropuerto, allí tomarían un vuelo hacia Santorini, una Isla de Grecia que parecía su mejor destino para disfrutar su luna de miel. Oikawa entrelazó sus dedos con los del mayor, mirando por la ventana. Una sonrisa inconsciente decoraba su rostro, aún sin poder creer que ahora era realmente el esposo de Iwaizumi Hajime.
Sus ojos comenzaron a pesar, se sentía agotado, así que decidió dormir por unos minutos.
Iwaizumi continuó conduciendo hasta llegar al aeropuerto. Bajó del vehículo, siendo recibido por un par de hombres, los cuales eran sus asistentes, que llevaron las maletas a dentro e hicieron todos los procedimientos necesarios. Hajime despertó a Oikawa, quien adormilado le acompañó. Tras ciertas verificaciones del personal, fueron hasta el enorme avión, al cual subieron y buscaron sus asientos, en primera clase.
— Aquí, cielo. — Iwaizumi le recostó en su sitio. — Descansa. — Depositó un beso en la frente del castaño, quien sonrió y se acomodó en su asiento, volviendo a dormir.
(...)
Los ojos de Tōru brillaron, observando el sol salir desde el horizonte e iluminar todo a su paso con los intentos rayos de luz. Iwaizumi le tomó por la cintura, apoyando su mentón en el hombro del castaño.
— La vista es hermosa. — Sonrió Oikawa, sacando su teléfono, para fotografiar un par de cosas que después presumiría a sus amigos.
— Ven. — Hajime le tomó de la mano y comenzó a guiarle hacia la casa. Entraron y caminaron hacia la habitación, dándose suaves besos y caricias en el camino.
— Oye... ¿No fue suficiente ayer? — Oikawa rió, tirando suavemente del labio del mayor.
— Mm~ no. — Ambos cayeron sobre la cama, el moreno sobre el menor. — Jamás será suficiente.
Tōru enrolló sus brazos en el cuello del azabache, sintiendo las manos contrarias recorrer sus piernas de arriba hacia abajo, levantando la camisa que era del mayor y que vestía el menor. Oikawa jugueteó por unos segundos con el lóbulo de la oreja contraria, mientras disfrutaba de las caricias proporcionadas por el ojiverde.
— Yo quería ir a la playa, Iwa-chan. — Susurró el castaño antes de hacer que ambos girasen, quedando sentado sobre el regazo del moreno. — Supongo será después. — Se inclinó depositando un beso en los labios de Hajime.
— Iremos a donde quieras después, cariño. — Tomó las caderas de Tōru.
Oikawa sonrió y comenzó a mover sus caderas de forma lenta y suave, mientras sentía como lo que se ocultaba entre los pantalones del mayor despertaba.
Hajime se encargó de deshacerse de toda prenda que llevase el menor, mientras este mismo lo hacía con toda prenda que llevase el mayor, hasta ambos quedar desnudos.
Unieron sus labios una vez más, mientras los largos dedos del moreno se encargaban de preparan al castaño, Oikawa gemía suavemente sintiendo las yemas de los dedos contrarios golpear en ese punto débil que tanto amaba. Iwaizumi retiró sus dedos tras unos segundos y estiró su brazo, tomando uno de los tantos preservativos que guardaban bajo la almohada, estando ambos conscientes de que todos los días ocuparían uno, o más.
— ¿Listo? — Tōru asintió, agitado. Hajime tomó sus caderas y les hizo dar vuelta nuevamente. Tomó las piernas del menor y las posó sobre sus hombros, colocándose después correctamente el preservativo. Miró los ojos marrones de su esposo y sonrió, inclinándose a depositar un suave beso en su mejilla.
Adentró su longitud en el interior del castaño, arrancándole un ruidoso gemido, sintiéndose lleno.
Oikawa tomó los brazos de Hajime, clavando sus uñas en la piel morena mientras sentía como era embestido. Las lágrimas no tardaron en hacerse presentes, mientras Tōru se sentía tan lleno y tan amado.
Nunca importó si era sexo rudo o "El amor", siempre, de alguna forma, lograban transmitirse lo mucho que se amaban entre sí.
Hajime gruñó, mordiendo su labio con fuerza mientras golpeaba una y otra vez, buscando el límite de su amado.
Iwaizumi simplemente no podía con el hecho de saber que ahora no eran simplemente una pareja, ahora eran esposos. Ahora eran una familia, y se sentía tan amado que sentía que moriría por tanta felicidad acumulada en su pecho.
Oikawa jadeó, incapaz de gemir más en ese momento, sus ojos se cerraron con fuerza mientras sentía como su límite se hacía presente.
Tōru juró ver estrellas mientras Hajime le embestía de aquella forma, sintiendo que colapsaría.
Frente a sus ojos comenzaron a pasar bellos momentos vividos con su esposo. No, no moriría, pero era imposible no recordar todo lo que pasó con el hombre de su vida, y pensar que ahora estaban ahí, amándose fuertemente, bajo una promesa irrompible.
Hajime se inclinó hacia el frente, abriendo tembloroso su boca, hasta clavar sus dientes en el cuello del castaño, quien gimió ruidosamente. El sabor metálico de la sangre y el dulce de la piel del menor eran como la cosa más perfecta jamás probada.
Un revoltijo de emociones se hizo presente en ambos, sintiendo como eran unidos por una fuerza aún más poderosa que sólo el amor y el matrimonio.
Esta vez las lágrimas de placer se mezclaron con lágrimas de felicidad, y al llegar a su ansiado orgasmo Tōru simplemente agradeció a los dioses por bendecirle de esa forma.
Tōru por fin podía ser feliz, por fin podía amar.
Oikawa Tōru por fin pudo ser amado por un buen hombre.
(...)
— ¡Corre! — Oikawa soltó una carcajada, mientras ambos huían del sitio. Hajime le siguió por detrás, riendo, evitando ser golpeados por una cabra malhumorada. — ¡Por los dioses te dije que no la molestaras!
Se detuvieron al no ver más al animal, Tōru se dejó caer sobre la arena, intentando recuperar el aliento. Iwaizumi se sentó segundos después a su lado, abrazándole.
— Lo siento, nunca estuve tan cerca de una cabra. — Oikawa rió, abrazándolo también. — ¿Quieres ir a la playa?
Ambos giraron sus rostros a su izquierda, la playa estaba a pocos metros de ambos. Tōru se puso de pie y estiró su mano, ayudando al azabache a ponerse de pie también y caminar juntos hacia la orilla del mar.
— Muy bien. — Hajime se sacó la camisa y la dejó sobre la arena antes de tomar a Oikawa en sus brazos y comenzar a caminar hacia el agua.
— ¡Espera! ¡Aún no! ¡Está fría! — Gritó al sentir como el mayor se dejaba caer, hundiéndose ambos en la helada agua.
Al salir, Tōru se aferró al cuello de Iwaizumi, riendo. Unió sus labios en un beso dulce, con un toque salado gracias al agua.
— Tōru. — Hajime sonrió. — Te amo tanto.
— Yo te amo más, Iwaizumi Hajime. — Sonrió. — Ahora tengo tu apellido. ¿Soy la señora de la casa?
— Siempre lo has sido. — Acarició las mejillas del menor. — Desde el primer momento. — Abrazó al castaño, cerrando sus ojos. — Ahora eres completamente mío.
— Siempre lo fui. — Enrolló sus piernas en la cintura del azabache, cerrando también sus ojos. — Gracias por traer felicidad a mi vida, Iwa-chan.
— Yo soy quien debe de agradecerte... — Se miraron por unos segundos. — Yo fui quien arruinó las cosas en más de una ocasión, y aun así estás aquí, a mi lado.
— Sería estúpido dejarte por los problemas de pareja. — Abultó los labios. — Pero no vuelvas a besarte con nadie más o te patearé las pelotas. — Hajime gimió de dolor con tan solo imaginarlo.
— Nunca, jamás lo haré, porque te amo, porque te respeto, y porque no hay necesidad de probar otros labios que no me harán sentir lo mismo que los tuyos.
— Es tan cursi que me gusta. — Rieron. — Pero es obvio, nadie es tan genial como yo, cometerías una estupidez si me dejas.
— Ni siquiera pensaría en dejarte. — Iwaizumi volvió a hundirse en el agua junto a Tōru.
Pasaron la tarde allí, hasta que el sol comenzó a esconderse. Salieron del mar y se sentaron en la arena, abrazados observando los últimos rayos del sol brillar.
Oikawa sonrió, recostando su cabeza en el pecho del moreno, disfrutando de la calidez que su cuerpo le brindaba a pesar del frío que ambos sentían.
Tōru era feliz.
Muy feliz.
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— ¿Qué es esto? — Oikawa tomó el papel y lo miró antes de sonreír. — Cariño, es precioso. — Besó la cabeza de su hijo mayor, mirando el dibujo.
En él aparecían todos, Iwaizumi al lado de Tōru, al lado de Oikawa estaba Arata, y al lado del niño se encontraba su hermano menor, Ryuu.
— ¿Quieres que se lo muestre a tu padre?
— ¡Sí! — Tōru le tomó en brazos y caminaron hasta la sala de estar, en donde Iwaizumi mecía en sus brazos al menor de tan solo cinco meses. — ¡Padre!
— Cariño, mira lo que ha hecho Arata. — Tōru le entregó el papel, que Hajime observó antes de sonreír.
— Eres todo un artista, cariño. — Arata sonrió orgulloso. — Ve a colocarlo en el refrigerador, apuesto que a tus tíos les gustará.
El niño tomó el dibujo y corrió hacia el lugar, colocándolo allí con ayuda de un imán. Oikawa se sentó al lado de su esposo y besó su mejilla, acariciando la pequeña cabeza del menor de los Iwaizumi.
— Akaashi me ha llamado. — Comentó el azabache. — Vendrá en una hora para verte.
— Está cerca de dar a luz de nuevo ¿No? — Tōru sonrió. Su mejor amigo ya tenía tres bendiciones, todas deseadas por los padres, quienes parecían no cansarse de tener niños.
Tōru y Hajime decidieron tener dos, y no más, para Hajime era doloroso ver a su esposo sufrir al dar a luz, así que, igual que Koutaro antes de tener hijos, decidió hacerse un procedimiento para no ser capaz de dejar en cinta a su esposo, siendo reversible, aunque ambos sabían que no sería necesario deshacerse de ello, estaban totalmente de acuerdo a no tener más hijos que los dos que ya tenían.
Por su parte, Hinata tenía dos preciosas bendiciones, Ryo y Hatsu, un varón y una niña, siendo esta última idéntica a su madre. Kōshi y Sawamura decidieron solamente tener a Yuu, creían que era suficiente con un pequeño, y Hanamaki cumplió su palabra de no tener niños, a pesar de no poder quedar en cinta, teniendo la posibilidad de adoptar decidió no hacerlo, y era feliz junto a su esposo y dos enormes cariñosos cachorros.
— Madre. — Arata se subió al regazo de su madre, abrazándole con fuerza. — ¿Puedo casarme contigo cuando sea grande?
La pareja parpadeó, sorprendida, después rieron. Tōru abrazó al niño, besando su frente.
— Sí, claro, cielo, pero cuando seas grande ya no querrás eso.
— ¡Claro que sí! ¡Quiero estar con mi madre siempre! — Miró a Hajime, a quien le sacó la lengua. — Padre, madre es solo mío.
— Por supuesto que no. — Iwaizumi sonrió victorioso. — Yo ya estoy casado con tu madre.
— Oh, vamos, no seas infantil. — Pidió Oikawa, acariciando los castaños cabellos de su hijo. Era idéntico a su padre a excepción del cabello castaño que lo había obtenido gracias a su madre. Por su parte, el pequeño Ryuu se parecía un poco a su madre, había heredado los hermosos ojos verdes de su padre, sí, pero de alguna forma su rostro comenzaba a tomar la forma del castaño. Tenía el cabello azabache de su padre, y parecía ser un niño tranquilo.
— Arata, tus primos vendrán pronto, vamos a ducharte. — El niño saltó de su sitio, corriendo hacia el baño, Tōru sonrió, dejó un beso en los labios de su esposo y fue tras el castaño.
Al entrar al baño, notó a Arata en la tina, esta estaba vacía, pero él ya se encontraba desnudo dentro de la misma. Tōru se acercó y giró el grifo de agua caliente, dejando caer el agua.
— Compórtate bien ¿De acuerdo? — El niño asintió. — Toma. — Su madre le extendió sus juguetes de baño, un pato y un delfín de goma. El niño no tardó en comenzar a jugar con ellos mientras su madre lavaba su cabello y cuerpo. Dejó un beso en su frente, y le enjuagó.
— Madre.
— ¿Qué pasa, cielo?
— ¿Cómo conociste a padre? — Oikawa sonrió.
— Tu tío Bokuto me lo presentó hace muchos años atrás. — Respondió. — Tu padre siempre ha sido un hombre muy guapo, así como tú, así que caí totalmente enamorado.
— ¿Voy a enamorarme también?
— Por supuesto, un día encontrarás a una persona a la que amarás tanto que serías capaz de dar tu vida por ella.
— Daría mi vida por ti, madre. — El castaño rió.
— Lo sé, cariño.
Terminó de lavar al niño y le sacó de la tina, yendo a ayudarle a vestirse. Iwaizumi entró a la habitación, dejando al pequeño Ryuu en su cuna.
— Akaashi ha llegado.
— Bajaremos en un momento. — Avisó Tōru, aunque su hijo fue más rápido y se marchó ansioso por ver a sus dos "primos".
— ¿Estás bien? — Hajime se acercó, dejando un suave beso en los labios contrarios, Oikawa asintió.
— ¿Por qué estaría mal? — Abrazó a su esposo, sonriendo. — Ven, vamos.
Ambos bajaron a la sala de estar. Tōru se acercó a su mejor amigo y le dió un abrazo.
— Akaashi. ¿Qué tal estás?
— Hola, Tōru. Estoy bien, solo algo cansado. — Oikawa acarició el vientre del azabache, el parto estaba previsto para dentro de dos semanas, faltaba muy poco.
— ¡Tío Tōru! — Una voz hizo que el castaño se girara. Sonrió y abrazó al niño de cabellos bicolor, besando sonoramente su mejilla.
— Yoichi. Tan grande como siempre. — Sonrió Oikawa, acariciando sus cabellos. — ¿Has estado cuidando bien de tu madre?
— ¡Sí! — Hinchó su pecho con orgullo. — ¡Soy el caballero que protege a madre de todo mal!
Tōru rió asintiendo.
— Por supuesto, pero también debes de cuidar a tus hermanos. — Oikawa se giró al sentir algo tirar de su pantalón. Miró al otro niño de cabellos azabaches, sonrió y le alzó, besando su mejilla. — ¿Qué tal estás, pequeño Ryuujirō?
— Bien. — Respondió tímido, Tōru acarició sus cabellos. De alguna forma Ryuujirō era idéntico a su madre, y en ocasiones podía ser bastante tímido.
— ¡Tōru! — Koutaro se acercó tras salir de la cocina, Oikawa sonrió y le saludó con un abrazo.
Los tres niños en la sala de estar arrastraron a Tōru con ellos, para que "jugara".
— Bien, pero será solo un rato. — Cubrió sus ojos tras agacharse, comenzando a contar. — Uno... Dos... Tres... Cuatro... — Una vez llegó al diez, descubrió sus ojos y miró a todos lados. — ¡Ahí voy!
Keiji le observó con una sonrisa desde su sitio, amaba ver a Tōru jugar de esa forma con los niños, siempre estuvo seguro de que, de todos, Tōru sería el mejor en eso.
Oikawa escuchó una risita, así que se acercó a un mueble y abrió las pequeñas puertas, encontrándose con Arata y Yoichi.
— ¡Los tengo! — Los niños rieron a carcajadas, abrazando al castaño.
Continuó su búsqueda, hasta encontrarse también con el pequeño Ryuujirō detrás de un sofá.
Jugó con los menores por unos minutos hasta que decidió que era hora de ir con "los grandes".
Tomó asiento sobre las piernas de Hajime quien se encontraba ya ahí, y le abrazó por el cuello, besando sus labios.
— ¿Sabes algo de Hinata? — Preguntó Keiji.
— Sí, él está bien, trabajando desde casa. — Akaashi ladeó su cabeza. — Decidió que quería trabajar también, así que consiguió un buen empleo desde casa, así puede cuidar de los niños y trabajar a la vez.
Hajime hundió su nariz en el cuello del castaño. Sus brazos le atrajeron más a su pecho, disfrutando del aroma del castaño, aroma que ahora también se mezclaba con el suyo propio. Sus ojos se posaron en la marca que había en la blanquecina piel de Tōru, en su cuello. Siguió la fila de dientes marcados antes de sonreír orgulloso.
(...)
— ¡Con cuidado! — Pidió Tōru viendo a los niños correr por la enorme sala de estar de la mansión Kageyama. Suspiró rendido, era imposible controlar a tantos niños.
— No te preocupes, Tōru. — Shōyō sonrió, acercándose a su lado. — ¿En dónde está Iwaizumi?
— Oh. Ha salido para calmar a Ryuu. — Respondió, mirando a la entrada, donde justamente entraba Hajime con el pequeño en sus brazos.
— Iwaizumi es grandioso, no creí que aprendiera a cuidar de un niño tan rápido.
— Es un experto en ello. — Rió. — A veces no me deja ayudarle, dice que puede hacerlo él solo.
— Bueno, así no deberás de limpiar traseros de bebés. — La pequeña Hatsu se acercó hacia su madre, estirando sus brazos para ser alzada. Tōru llegó a conocer a la hermana menor del pelinaranja, eran casi idénticos, y si era sincero la niña en los brazos de su mejor amigo era igual a su cuñada, a excepción de su nariz, que era igual a la de Tobio.
— Cariño. — Hajime se acercó, Tōru tomó a Ryuu en sus brazos y besó su mejilla. — ¿En dónde está Arata?
— Está jugando con los demás niños. — Contestó, sintiendo como el mayor le abrazaba. — Mañana debo de ir al trabajo, me han pedido que me presente para explicar el nuevo proyecto y discutir sobre ello... — Suspiró. — Espero lograrlo.
— Lo harás. — Aseguró el moreno. — Tus proyectos siempre son los mejores, gracias a ti esa empresa ha logrado cosas increíbles.
— No seas exagerado.
— Iwaizumi tiene razón. — Esta vez se unió Tobio. — Lograste sacar de la quiebra una empresa pequeña y la has hecho crecer increíblemente rápido, Ingeniero Iwaizumi. — Tōru se sonrojó, riendo nervioso.
— Bueno, quizás.
Oikawa miró a Hajime, quien hizo lo mismo, depositando un beso en su frente.
— Te amo.
— Te amo más. — Oikawa se sobresaltó al sentir algo abrazar sus piernas con fuerza. Bajó la mirada para encontrarse con su castaño hijo, mirándole con los ojos llenos de lágrimas. — Iwaizumi. — Hajime tomó a Ryuu en sus brazos, permitiéndole a Tōru alzar al mayor de los dos niños. — ¿Qué ha pasado, cariño?
— Es que... — Sollozó. — Ryo dijo que un día dejarás de ser mi madre y te irás. — Oikawa rió, acariciando sus cabellos.
— No dejaré de ser tu madre nunca, cielo. — Besó su frente. — ¿Cómo podría dejar a un niño tan hermoso como tú? Nunca jamás.
Arata abrazó a su madre con fuerza, Tōru miró a Iwaizumi quien se acercó y les abrazó a ambos, teniendo cuidado con Ryuu.
— ¡Foto! — Un flash hizo que Tōru abriese sus ojos. Kōshi, quien recién llegaba, sonrió orgulloso. — Pediré que la hagan un cuadro, ese será su regalo de aniversario.
Iwaizumi rió. Daichi se acercó tomando de la mano a su hijo, Yuu, quien cada vez se parecía más a su madre biológica. Tōru acarició sus cabellos.
— ¿Qué tal estas, Yuu? — El niño sonrió feliz.
— ¡Estoy bien, tío Tōru! ¿Cómo estás, Arata?
— ¡Estoy bien! — Oikawa bajó a su hijo, quien se fue corriendo junto al hijo de Sawamura y Kōshi.
Un silencio llenó el sitio cuando los niños salieron de la casa para ir a jugar al jardín.
Ese silencio se vió roto cuando Koutaro entró al sitio desesperado.
— ¡Akaashi rompió fuente! — Todos se sobresaltaron.
Tōru miró a su esposo quien asintió, corriendo hacia su vehículo para ir al hospital.
Oikawa rió, recordando las tantas veces que pasó lo mismo.
Arata subió al auto con ayuda de su padre y pronto, comenzaron a dirigirse al hospital tras el auto de Bokuto.
Tōru tomó la mano de Hajime, entrelazando sus dedos. Soltó un suspiro enamorado, mientras veía a su hijo por el espejo retrovisor, mientras cargaba al pequeño Ryuu en sus brazos y sentía a su esposo a su lado tranquilizarle.
Su vida estaba por fin completa.
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Como se sabe, todo comienzo tiene su final, y hemos llegado al fin de este libro.
Agradezco muchísimo a todxs los que decidieron darle una oportunidad a este libro.
¡La mayor satisfacción fue poder liberar todos los capítulos terminados! Espero que realmente les haya gustado esta historia.
Pueden seguirme, por si en algún momento decido crear un nuevo proyecto.
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