24
— Iwaizumi... — Oikawa rió intentando alejar al moreno de su cuerpo. — Se hará tarde, ya tendremos tiempo para esto. — Tomó las mejillas del contrario y dejó un suave beso en sus labios, después se alejó, tomando las llaves de la casa que obsequiaría a sus padres.
Había acordado reunirse con sus dos padres y hermano menor, no les había dicho exactamente qué haría, sólo les pidió que se arreglaran para esa noche.
Oikawa se aseguró de llevar todo lo necesario. Iwaizumi decidió no usar el automóvil que siempre llevaba, se decidió por un vehículo más espacioso, un Suzuki Ertiga, para ser específicos, así habría espacio para todos los miembros de la familia de su pareja.
— ¿Listo? — Tōru asintió. Subieron ambos al auto y se pusieron en marcha. Oikawa se encontraba ansioso, pensando en cómo reaccionarían sus padres ante el obsequio.
El viaje a su antigua casa tardó unos minutos, al llegar los dos bajaron y tocaron a la puerta, siendo recibidos por la madre del castaño.
— Tōru, qué bueno verte de nuevo. — Abrazó la mujer a su hijo, después miró al hombre al lado del menor. — Iwaizumi, ha pasado tanto tiempo. ¿Qué tal estás?
— Todo ha estado muy bien, señora. ¿Cómo ha estado usted y su familia?
— Todo perfecto, como siempre. — La fémina los invitó a pasar.
Oikawa observó a su padre sentado en un sofá, leyendo algo en su teléfono, su hermano menor estaba en otro sofá, jugando algún videojuego. Tōru carraspeó, ambos hombres observaron a la pareja. La cabeza de la familia frunció un poco su ceño, después sonrió. En cambio, el hermano del ojimarrón solo les miró y después guardó su videojuego.
— Aleluya. — Habló con sarcasmo el menor de los Oikawa, Tōru rodó sus ojos.
— Padre. ¿Cómo has estado?
— Me alegra verte de nuevo, hijo. ¿Y bien? ¿Por qué nos pediste que nos alistáramos?
— Sí, uhm... Los llevaré a un sitio, es un regalo por su aniversario. — Su madre y padre se mostraron confundidos, mas no dijeron nada.
La familia entera salió del sitio, subiendo al automóvil, Tōru y la madre del mismo con ayuda de Iwaizumi quien se comportó amable. Hajime se encargó de conducir a su destino. En el transcurso del camino el padre de Tōru entabló una conversación con el moreno, aunque más que conversación, parecía un interrogatorio.
— Señor, juro por mi vida que amo a Tōru más que a nada. — Aseguró el azabache. — Quiero estar con él hasta el fin de mis días. — El padre de Oikawa asintió.
— Es un buen chico, hijo. — Tōru rascó su mejilla, avergonzado y asintió, también lo sabía, desde el momento en que decidió salir con Hajime.
Una vez llegaron al sitio, todos bajaron del vehículo, Oikawa se posó frente a la puerta de la casa, mirando a sus padres con una sonrisa.
— Bueno, todos saben que desde que comencé a trabajar estuve ahorrando dinero, nunca dije por qué lo hacía, pero hoy aquí está la respuesta. — Tōru dejó unas llaves en las manos de su madre, y después la guió a la puerta. — Abre.
La mujer asintió, adentrando la llave en la cerradura. Tras abrir la puerta, observaron el interior del sitio.
La casa estaba ubicada en una zona más segura que en la que vivían actualmente, además era el doble de espaciosa. No estaba construida con madera en ningún sitio y se encontraba en perfectas condiciones.
El padre de Oikawa miró el sitio y después se giró hacia el castaño, mirándole confundido.
— ¿Hijo...?
— Por fin he logrado lo que siempre quise. — Sonrió orgulloso. — Es toda suya.
— Tōru... — Su madre sollozó antes de abalanzarse sobre su hijo, abrazándole con fuerza. — No era necesario hacer esto.
— Claro que lo era. — Oikawa abrazó a su madre, acariciando sus cabellos. — Nada me hace más feliz que ver a mi familia bien, por favor, acepten este regalo.
— Por supuesto que sí... — La mujer limpió sus lágrimas. — Estoy tan orgullosa de ti, eres realmente el orgullo de esta familia.
— Oye. — Se quejó el menor de los Oikawa. Tōru sonrió, revolviendo los cabellos de su hermano menor.
— Gracias, Tōru. — Su padre se acercó, uniéndose al abrazo, después lo hizo su hermano. Oikawa miró a Iwaizumi quien observaba todo con una sonrisa, a unos metros.
El ojimarrón estiró su mano que fue tomaba por el moreno, y tras unos segundos, le unió al abrazo, después de todo, de alguna forma Iwaizumi era parte de esa familia.
Tras romper el abrazo, Oikawa miró a sus padres.
— Iwaizumi dijo que puede ayudarnos con un camión para la mudanza, pueden pasar las cosas cuando lo deseen.
— Muchas gracias, Iwaizumi. — Su madre se acercó y besó la mejilla del moreno. Tanto el padre como Tōru hicieron una mueca. — Dios, son tal para cual.
— No es cierto. — El castaño fue a los brazos de su pareja, abrazándole mientras este hundía su nariz en sus cabellos marrones. — Gracias por apoyarme en esto, Iwaizumi.
— No es nada, cariño. Tu felicidad es mi felicidad. — Besó su frente.
— ¿Les apetece ir a cenar? — Propuso Tōru, su familia sonrió asintiendo. — Excelente.
(...)
— Con razón estabas tan callado. — Tōru sonrió mientras sentía las manos del azabache recorrer su cuerpo lentamente. — Estoy algo cansado.
— ¿Mucho? — Oikawa negó. — Bien... — Los labios del moreno se posaron en su cuello, dejando lentos y húmedos besos en su piel mientras sus grandes manos se encargaban de deshacerse de las prendas de vestir de ambos.
El castaño se giró y enrolló sus brazos en el cuello del mayor, sintiendo como era cargado en sus brazos. Hajime caminó hasta su habitación y cerró la puerta con el pie, después se dejó caer en la cama con Oikawa en brazos.
— No seas muy duro, por favor. — Pidió Oikawa, tirando del labio del ojiverde. — Me duele un poco el trasero.
— Seré cuidadoso. — Aseguró Hajime, dejando un par de besos en los suaves labios de Tōru. Estiró su brazo y sacó de la mesa de noche un preservativo.
Oikawa tomó al mayor de la nuca, acercándose nuevamente para unirse en un beso. Sus lenguas se enredaron, disfrutando Hajime del frío metal que se rozaba contra su lengua cada vez que besaba a Oikawa de aquella forma.
Colocó el preservativo correctamente y después se acomodó entre las piernas del ojimarrón, acariciando su piel con suavidad. — ¿Listo?
— Sí... — Susurró el menor, tomando los hombros de Iwaizumi.
Ahogó un gemido al sentir la cabeza del pene de Iwaizumi abrirse paso en su interior hasta tener toda la longitud contraria en su cavidad. Hajime observó como la debilidad se apoderaba del cuerpo del castaño, así que tomó sus caderas con una mano, y con la otra tomó su nuca, dejando un par de besos en sus labios.
— Tōru. ¿Quieres que pare? — Oikawa negó, Iwaizumi le brindó una sonrisa antes de comenzar a moverse en un lento vaivén.
Hajime jadeó al sentir como las paredes del menor se contraían, sus ojos se cerraron, intentando contener sus ganas de follar duro al ojimarrón. Oikawa intentó no dejar las lágrimas causadas por el placer de sus ojos, aunque era casi misión imposible, sus uñas rasguñaron la espada del azabache al sentir como sus embestidas comenzaban a aumentar, una tras otra, buscando llegar a ese punto dulce del castaño.
— ... Rápido... — Rogó Tōru en un susurro, Iwaizumi sonrió.
— ¿Qué pasa, cielo? No te escuché. — Oikawa quiso maldecir, sus piernas se enrollaron en la cintura del moreno, dejando escapar los gemidos que raspaban su garganta.
— Rápido... Iwaizumi... ¡Más rápido! — El ojiverde sonrió satisfecho y, tomando esta vez con ambas manos las caderas del menor, comenzó a embestirle con rapidez, deleitándose con los gemidos –gritos– de Tōru, quien comenzaba a retorcerse bajo su cuerpo con cada estocada.
— Joder. — Tras una maldición, Iwaizumi se inclinó, uniendo sus labios con los del castaño, quien con dificultad correspondió. — ... Estoy cerca.
Oikawa se aferró al cuerpo del mayor, comenzando a también mover sus caderas en busca de más, sintiendo su orgasmo a la vuelta de la esquina.
Tras unas embestidas más, el primero en correrse fue el ojimarrón, retorciéndose y convulsionando bajo Hajime, quien le siguió unos segundos después, maldiciendo, clavando sus uñas en la suave piel del castaño.
Ambos terminaron exhaustos. Iwaizumi se quitó el condón y le hizo un nudo antes de lanzarlo por allí y acostarse al lado de Tōru, dejando un suave beso en su mejilla.
Oikawa enrolló sus piernas en la cintura del moreno, hundiendo su rostro en su cuello.
— Descansa, cariño. — Susurró el mayor, cerrando sus ojos al igual que Tōru.
Doce y cuarenta y seis de la noche. El teléfono de Oikawa comenzó a sonar desesperado, una y otra vez, lo que provocó que ambos despertaran de su sueño.
— Diablos, ¿Quién llama a esta hora? — Se preguntó el castaño. Se sentó sobre el regazo de Hajime pues su móvil estaba del otro lado, y tomó el dispositivo.
Al encenderlo, la luz le cegó por unos segundos, esperó un momento y después miró la bandeja de notificaciones.
Brincó en su sitio, y después cayó de la cama, llevándose un golpe que terminó de espabilar al adormilado Iwaizumi.
— ¿Tōru...? ¿Qué pasa? — El azabache frotó sus ojos, al abrir los mismos notó como Oikawa corría al armario y sacaba del mismo un par de prendas de vestir.
— ¡Alístate! — Exclamó, indignado como si el ojiverde supiese lo que sucedía. Ante su silencio, Tōru entró en pánico. — ¡Shōyō dará a luz en cualquier momento, baka!
Corrió al baño y se encerró, dándose la ducha más corta de su vida. Hajime tardó en procesar lo que sucedía unos segundos, después simplemente se puso de pie y fue a vestirse con algo decente.
Tōru salió del baño tras un par de minutos y se colocó lo que anteriormente había seleccionado, buscando lo necesario: Su teléfono, billetera y llaves.
— ¿Estás listo? — Hajime asintió mientras bostezaba.
Ambos salieron del sitio, subiendo al auto del moreno quien comenzó a conducir hacia el hospital. Tōru estaba desesperado, sentía que su corazón se saldría del pecho en cualquier momento.
Tomó su teléfono y marcó al número del azabache, pareja de Shōyō, el mismo contestó tras unos tonos.
— ¿Tobio? Por todos los dioses. ¿Cómo están? — Preguntó alarmado el castaño.
— "Yo..." — Jadeó. — "Diablos, creo que vomitaré".
— ¡Kageyama Tobio! — Regañó Oikawa. — ¿Ha comenzado?
— "Está apenas entrando a la sala, pero... Dios puedo escuchar sus alaridos desde aquí..." — Tōru miró a su pareja, quien al escuchar parte de la conversación no dudó en pisar el acelerador hasta el fondo.
— ¿No irás con él? ¡Tienes que apoyar a Shōyō en esto, estúpido Tobio!
— "Estoy seguro de que sí lo hago me desmayaré". — Oikawa gruñó con molestia y colgó la llamada.
— Creo que tendré un ataque de pánico. — Confesó el castaño, Hajime le tomó de la mano, dándole apoyo.
Al llegar a su destino, Tōru no tardó en bajar y correr. Iwaizumi apenas pudo seguirle el paso, hasta llegar ambos a la sala que se suponía estaría Hinata.
— ¡Kageyama! — Exclamó el castaño, provocando que el ojiazul agachado frente a la puerta se sobresaltara. — ¿Natural o cesárea?
— N-No lo sé. — Tiró sus cabellos hacia atrás, caminando de un lado a otro nervioso. — Pero... Creo que es natural.
— ¿¡Natural!? — "No puede ser natural, será un infierno" Pensó Tōru antes de tocar la puerta del sitio donde se suponía estaba el pelinaranja.
Una enfermera salió, observando a las tres personas allí.
— Hinata Shōyō es mi hermano menor. ¿Puedo pasar? El padre no se encuentra en condiciones para acompañarle.
— Lo siento, solo puede pasar el padr-
— ¡Le estoy diciendo que soy su hermano mayor y que el padre no se encuentra en condiciones! — Exclamó un furioso Oikawa. — Mi hermano necesita apoyo o no podrá lograrlo. ¡Haga algo!
La enfermera se sobresaltó, al igual que los dos alfas en el sitio al escuchar a Oikawa, siendo la primera vez de Hajime en verlo así, y probablemente la décima quinta de Tobio.
— Bien. — La mujer guió al castaño a un sitio para que se lavase las manos y evitara contaminar el sitio.
Al llegar a la sala, Oikawa se acercó a Shōyō, tomando su mano. Los ojos de Hinata se posaron sobre él, apareciendo una sonrisa en su cansado rostro.
— Estoy aquí, Shōyō, tú puedes con esto. — Alentó el castaño.
Oikawa ahogó un gemido de dolor al sentir como su mano era fuertemente apretada por el pelinaranja, pero sabía que lo valía, aún si rompía cada hueso de su mano no se alejaría, su mejor amigo le necesitaba. Se encargó de limpiar el sudor que caía por la frente del menor, se encargó de apoyarlo, Hinata lo agradeció grandemente, y tras el paso de varios minutos, la calma llegó al sitio.
Un ruidoso llanto resonó por la sala, Tōru suspiró aliviado y se inclinó a dejar un beso en la frente de Hinata, quien débilmente le abrazó.
— Es un hermoso varón. — Shōyō quiso reír, pero el dolor era lo que dominaba en su cuerpo en aquel momento. La obstetra se acercó con el pequeño niño, dejándolo sobre los brazos del pelinaranja.
— Es muy lindo... — Susurró cansado.
— Lo es. — Aseguró Oikawa mientras acariciaba los suaves cabellos de su menor.
Después de unos minutos, llevaron al niño a lavar y asegurarse de que todo estuviese bien, mientras Hinata era llevado a otra sala. Oikawa le pidió que esperara mientras llamaba a Tobio.
Al llegar a donde dejó a su pareja y "cuñado", suspiró, dejándose caer en una silla. Aunque no pareciera, él también estaba exhausto.
— Todo salió perfecto. — Susurró. Lo que no esperó Oikawa fue sentir a Kageyama abalanzarse sobre él en un fuerte abrazo, agradeciendo en susurros que sólo el castaño podría oír. — Shōyō te espera, Tobio, ve por él.
— Lo haré. — Sé recompuso y tomó sus cosas antes de correr en busca de su prometido.
Iwaizumi se acercó al ojimarrón y le abrazó, depositando un suave beso en su frente.
— Creo que desde hoy entenderé si no quieres tener hijos. — Tōru rió, abrazando al mayor de vuelta.
— Quiero tenerlos, pero te patearé si te pones como Tobio. — Hajime se tensó.
— No lo haré... Aunque deba de vomitar y desmayarme, entraré ahí junto a ti. — Oikawa sonrió.
Decidieron ir a darle una corta visita a los ahora padres, y al llegar, entraron, sonrientes al ver a Shōyō cargando con su hijo en brazos.
— Les presento a Kageyama Ryo. — Tōru se acercó, observando esta vez al pequeño sin mugre sobre su piel.
— Kageyama Ryo, me gusta cómo suena. — Sonrió el castaño. Hinata dejó al niño en sus brazos. — Soy un tío orgulloso.
— Lo sé, hermano mayor. — Bromeó Hinata.
— Oye, no habría pasado de no ser por mi mentira blanca. — Sé defendió, devolviendo al niño a su "madre". — ¿Por qué el padre está tan callado?
— Creo que aún sigue en estado de shock. — Shōyō le miró confundido. — Tobio.
Kageyama se sobresaltó, mirando a su prometido con nerviosismo en su ser, Hinata sonrió, estirando una mano para que el azabache la tomara.
— No estoy molesto. — Aseguró. — Sabía desde un comienzo que serías un tonto y no podrías entrar.
— ¿Lo sabias...? — Shōyō asintió. — Lo siento.
— Pero la próxima vez que no entres conmigo te patearé el trasero. — Oikawa se sobresaltó.
— ¿Próxima vez...? Oh, por los dioses. — Rió por lo bajo, mirando a Iwaizumi, quien reía también desde la entrada. — ¿Llamaron a Suga?
— ¿Llamaste a Suga? — Ambos omegas miraron al ojiazul, quien apartó la mirada. — La virgen santísima, olvidaste a Kōshi.
— ¿Debería de llamarlo? — Hinata negó.
— Es de madrugada aún, debe de estar durmiendo.
— Oye, yo también estaba durmiendo. — Recordó Tōru.
— Sí, pero eres el tío responsable. — Oikawa asintió, era cierto, él debía de estar ahí junto a su mejor amigo, como el hermano mayor responsable que era. — Siento mucho si se sentían muy cansados.
— No te preocupes por eso, Shōyō. — Suspiró. — ¿Quieres que me quedé contigo?
— No, no. Vuelvan a casa, descansen, probablemente mañana nos den de alta a ambos. — Tōru asintió, se inclinó a dejar un último beso en la frente de su mejor amigo y se giró. Hajime se despidió cortésmente de ambos, felicitando a los nuevos padres antes de marcharse junto a su pareja de vuelta a casa.
Tōru sentía que necesitaría un gran descanso.
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