23

Las cosas estaban algo complicadas para Tōru. Habían pasado unas semanas, en realidad, estaban a una semana de que Hinata diese a luz. A parte de eso, el regalo de aniversario de sus padres cambió de fecha de entrega, por lo que como se podía imaginar, Oikawa estaba que se volvería loco en cualquier momento.

Iwaizumi tomó asiento en el sofá, mientras observaba a su pareja caminar de un lado a otro, susurrando cosas que sólo dios sabía que significaban.
El menor se detuvo de golpe y chasqueó sus dedos. Se giró hacia el moreno y caminó hasta estar frente a él, tomando sus hombros.

— Iwaizumi, lo he decidido. — Aseguró, Hajime elevó una ceja, intentando descifrar lo que en la mente de Tōru había. Las mejillas del castaño se coloraron ante la penetrante mirada del azabache. — Uhm~... Iré a limpiar la casa hoy.

— ¿Ahora? — Oikawa asintió, alejándose del moreno para ir a su habitación en busca de las cosas que necesitaría. — Te acompaño.

— ¿No estás ocupado?

— No lo estoy. — Tras unos minutos, Tōru encontró todo lo que necesitaría incluidos trapos y cubetas para limpiar la futura casa de sus padres y hermano.

Subieron al auto del azabache, quien condujo hacia la nueva residencia de los Oikawa, junto al castaño habían decidido comprar una casa de tamaño medio, con cuatro habitaciones y dos baños, una sala de estar decente, una cocina ligeramente más grande que la que tenían en ese momento, el comedor, y por supuesto, un jardín para que su madre saliera en ocasiones a tomar aire fresco o a leer sus revistas de alfas guapos.

Al llegar al sitio, Tōru bajó y sacó las llaves de su bolsillo, abriendo la puerta.

— Sí tuviera que pensar como mi madre... — El ojimarrón comenzó a amueblar el sitio mentalmente con todas las cosas que sabía, tenían sus padres. Creo una sala de estar, una cocina, y habitaciones. — ¡Se verá genial!

— ¿Cuándo se la darás? — Preguntó el ojiverde acercándose al castaño, quien comenzaba a llenar las cubetas con agua.

— Si termino de limpiar el sitio hoy, planeo hacerlo mañana mismo. — Respondió Oikawa, mezclando un detergente con el agua. — ¿Seguro que quieres ensuciarte las manos?

— Sé cómo hacerlo perfectamente. — Tōru sonrió burlón, pasándole un trapo húmedo al moreno, quien lo tomó algo inseguro.

— Limpia la sala de estar, me encargaré de la cocina, después limpiaremos los baños.

— Entendido. — El mayor se retiró de la cocina, yendo a cumplir con lo asignado. Oikawa rió y comenzó a limpiar la cocina, asegurándose de deshacerse del polvo y la mugre que en el sitio yacía.

Limpió cada rincón de la cocina, terminando en una hora con ello. El trapo utilizado estaba terriblemente sucio, por lo que lo lavó nuevamente y salió del sitio, observando a Hajime mirando un punto fijo.

— ¿Iwaizumi? — Se acercó al moreno y observó a donde los ojos del mayor estaban posados. — Uhm... ¿Un dibujo en la pared?

— No puedo quitarlo, he intentado de todo. — Respondió frustrado.

— Es solo cuestión de tallar. — Tomó el trapo de las manos de su pareja y se inclinó, comenzando a tallar la pared por unos segundos, hasta lograr deshacerse del dibujo extraño que anteriormente decoraba el sitio.

— Eso fue fácil. — Tōru rió y observó el lugar. Notó unas telarañas en una de las esquinas, así que se acercó a quitarlas y limpiar las paredes. — ¿Has terminado?

— Sí, seguiré con el baño de la habitación principal. ¿Crees poder encargarte del otro baño, niño rico?

— No soy un niño rico. — Oikawa le miró con una sonrisa, Iwaizumi rodó los ojos asintiendo. — Quizás sí.

— Tranquilo, cariño, es comprensible que no sepas cómo hacerlo.

— Sé la técnica, pero... Nunca lo practiqué. — Tōru bajó del sitio en donde estaba y se acercó a dejar un beso en la mejilla del azabache.

— Está bien, lo haces bien.

Iwaizumi le abrazó, dejando suaves besos en sus labios mientras se balanceaban lenta y suavemente de un lado a otro. Oikawa recostó su cabeza por un momento sobre el pecho del mayor, disfrutando del latido de su corazón.

— Debo darme prisa.

— ¿Trabajo? — El castaño asintió.

— Le pedí a Hanamaki que me cubriera por unas horas, pero siempre debo ir. — Depositó un fugaz beso en los labios contrarios y se alejó, yendo al baño de la habitación principal.

(...)

— ¡Un café para llevar! — Entregó el pedido y recibió el dinero, agradeciendo al cliente que se retiró tras unos segundos.

Oikawa se giró y observó a su amigo quien limpiaba la cocina. Frunció el ceño al sentir un cosquilleo y un repentino calor invadir su cuerpo.

— Por todos los dioses. — Salió de su puesto en la caja para ir a los camerinos corriendo. Buscó su mochila y al encontrarla, hurgó en busca de su medicina. — ¿No hay? Diablos, diablos, diablos, no puede estarme pasando esto.

Se sentó en el suelo, revolviendo sus cabellos mientras sentía como el calor amenazaba con aumentar.
Las puertas de los camerinos se abrieron de golpe, Oikawa olfateó el aire, reconociendo de inmediato ese aroma.

— Gracias a los dioses. — Iwaizumi se acercó y sacó del bolsillo de su pantalón una inyección de un solo uno. Tomó el brazo de Oikawa, y sin avisar, inyectó el líquido en el menor, quien le miró durante unos segundos, agitado. — Espera un par de minutos, ya hará efecto.

— ¿Cómo... Sabías...? — Preguntó Tōru, Hajime sonrió orgulloso.

— Lo anoté en un calendario, hoy llegaría tu celo según la predicción así que me preparé, antes de entrar a la cafetería pude sentir tu aroma, entendí que no trajiste tu medicina.

— Gracias. — Tōru le abrazó con fuerza, hundiendo su rostro en el cuello del mayor quien sonrió, abrazándole de vuelta.

— Ten cuidado, Tōru... No sabes que puede suceder si no recibes tu medicina a tiempo. — Oikawa asintió, sintiendo como poco a poco el sudor abandonaba su cuerpo al igual que el calor. — Debo de volver a casa.

— Muy bien, ten cuidado. — Se dieron un corto beso, segundos antes de separarse el uno del otro, Takahiro entró al sitio, haciendo una mueca al verles.

— Juré sentir tu olor por todo el sitio, pero parece que ya está controlado. — Comentó. — ¿Necesitan que los cubra? — Oikawa rió nervioso sintiendo sus mejillas picar.

— No, debo irme. — Hajime dejó un último beso en los labios de Tōru, después de esto se despidió de ambos y abandonó el establecimiento.

— Eso estuvo cerca... — Soltó un suspiro.

— Oye, Iwaizumi es impresionante. — Añadió el mayor mientras se cruzaba de brazos y sonreía. — Qué se sentirá que el amor de tu vida entre dramáticamente al sitio en donde estás y te salve el trasero a tiempo. Ah~ — Suspiró enamorado. — Desearía ser un omega por una vez y ver a Issei así de preocupado.

— Por los dioses, agradece que no eres uno. — Tōru se te compuso, volviendo a su puesto. — Tengo tanto sueño, y aún falta mucho.

— Puedes irte antes si así lo quieres. — El menor negó. — Claro, lo que haces por dinero.

— Sí, a pesar de que Iwaizumi dijo que podría pagarme la universidad... Yo quiero pagarla por mi propia cuenta, me he esforzado durante los últimos cuatro, casi cinco años de vida, y seguiré haciéndolo hasta el final.

— Tan admirable. — Takahiro revolvió los cabellos del castaño, yendo a continuar con su trabajo.

Tōru se encargó de continuar atendiendo los pedidos, y de preparar las órdenes cuando Hanamaki comenzó a llevárselas. Ese día había más clientes de lo usual, por lo que cuando Oikawa observó a cierto azabache entrar al local, no pensó en él como un amigo, sino como un cliente.

— Buenas tardes. ¿Qué desea ordenar? — Preguntó el ojimarrón mientras se giraba y miraba al menor frente a él. Keiji sonrió amable.

— Un americano y un trozo de pastel, del que sea está bien. — Tōru asintió, yendo a preparar lo ordenado. — ¿Mucho trabajo?

— Demasiado. — Terminó con el café y fue a buscar el pastel, al volver, lo dejó en un plato. — ¿Me das cinco minutos? Deja que me libere un poco, iré a buscarte.

— Claro, no hay prisa. — Akaashi tomó su orden y fue a buscar una mesa, esperando al castaño mientras disfrutaba de lo pedido.

— Takahiro. ¿Me ayudas?

— Muy bien, no demores, hoy hay mucha gente. — Tōru asintió, cambiando de puestos con el mayor.

Tras unos cinco minutos, terminó con la cocina y fue a buscar a Keiji, tomando asiento frente a él. Esperó a que el azabache terminara de comer para iniciar con su conversación.

— Bien... — Limpió sus labios. — Quería hablar contigo, hace bastante no nos vemos.

— Tienes razón, lo siento, he comenzado la universidad nuevamente, y con el trabajo y cuidar a Shōyō en mis tiempos libres no tengo tiempo para descansar. — Suspiró. — Tendré pruebas pronto, así que las clases no serán tan extensas, puedo sacar un par de horas para estudiar y después de eso podríamos vernos.

— No te presiones, Tōru, debes de estar agotado. ¿Qué piensa Iwaizumi?

— He reducido mi horario laboral, él me lo pidió, y creo que no hay problema. — Carraspeó. — Excepto los fines de semana, pero eso aún no lo sabe, cree que Kageyama viene por mí a las siete y me lleva para cuidar a Shōyō.

— Oh, eres un gran mentiroso. — Oikawa sonrió. — ¿Es por el dinero?

— Podría decirse. Si reduzco demasiado mi tiempo en el trabajo no me alcanzará para pagar la universidad, mucho menos para ahorrar algo de dinero mensualmente. — Keiji frunció su ceño.

— Tōru, si necesitas algún tipo de ayuda económica, no dudes en pedírmelo.

— No te preocupes, Akaashi, estoy bien, Iwaizumi me ha dicho lo mismo, pero no soy de los que andan por ahí pidiendo dinero prestado, solo lo hice una vez con Iwaizumi y ya estoy pagando mi deuda. — Respondió Oikawa, Akaashi elevó una ceja.

— ¿Deuda? — El mayor asintió.

— Sí, deuda. Le pedí que me prestara dinero para comprarle una nueva casa a mis padres, ahorré por los últimos años, así que tenía el dinero casi completo, solo le pedí una pequeña cantidad para completar el dinero de la nueva casa, ya la hemos comprado, y planeo dársela a mis padres hoy por la noche o mañana por la tarde.

— Ya veo. ¿Iwaizumi te lo cobró?

— En realidad creo que aún le molesta que le esté devolviendo el dinero. — Oikawa sacó de su bolsillo un sobre. — Cada quince días le doy estos sobres con parte del dinero, en ocasiones agrego un poco más, aunque aún no se da cuenta... Creo... Ni siquiera lo cuenta.

— Él confía en ti, sería extraño que lo hiciera. — Akaashi rió. — Eres un caso perdido, Tōru.

— Lo sé, lo sé. — Le restó importancia. —Pero dime, ¿Qué tal con eso? — Keiji apartó la mirada, fue la respuesta de Oikawa. — Diablos. ¿Por qué ha sido tan difícil?

— No estoy seguro, planeo ir al médico, ya son varios meses sin lograr quedar en cinta.

— Intenta consumir más vitaminas y minerales. — Aconsejó Tōru recordando lo que su madre decía. — También reduce los carbohidratos, creo que eso podría funcionar.

— Lo tomaré en cuenta.

— ¿Has intentado en tu celo? Me sorprende que no quedaras en cinta, esos días son los perfectos para hacerlo.

— Sí... Sobre eso... — Akaashi rascó su mejilla, nervioso. — Bokuto me dió el medicamento durante el último celo sin decírmelo, entre en calor, pero casi al instante desapareció.

— ¿Bokuto...? — Oikawa entrecerró los ojos. — O tu novio es muy estúpido, o hay algo detrás de sus acciones.

— ¿Eso crees?

— Dime, Akaashi. ¿Bokuto se ha hecho algo así como una vasectomía? — Keiji se sonrojó mientras negaba.

— No estoy enterado, pero estoy cien por ciento seguro de que ambos somos fértiles.

— Habla con él, directamente, es mejor estar seguros. — El azabache asintió algo desanimado. Habían pasado varios meses tras sus frecuentes intentos por quedar en cinta, pero no lo lograba, y eso comenzaba a desesperarle.

Podría decirse que, después de sus amigos, Keiji era quien más ansiaba tener un niño, crear una familia junto a Koutaro, era su anhelado deseo.
Oikawa podía sentir cuán deseoso estaba el azabache de aquello, era fácil para el castaño comprender ciertas emociones ajenas, por ejemplo cuando Shōyō le llamaba y sabía que hubo un problema entre él y Tobio, o cuando Keiji le decía que no se preocupara, que ya habría tiempo para quedar en cinta, en sus ojos siempre había una pizca de desilusión y tristeza.

Tōru tomó la mano de Akaashi y le dió un suave apretón mientras sonreía.

— Keiji... Si fuera el caso de no poder quedar en cinta... — El mayor hizo una mueca, inseguro, cuidando sus palabras. — Puedes usarme a mí, con toda la confianza del mundo.

Akaashi abrió sus ojos, impresionado ante las palabras del castaño frente a él. Jamás en su vida escuchó de nadie que se ofreciera a servir de vientre para él, y por alguna razón quería llorar. Oikawa no era tan inocente, en realidad era terrible, pero su alma era tan pura en ocasiones que le hacía parecer a Keiji que él era irreal, un producto de su imaginación que buscaba llenar ese espacio del amigo confiable que nunca tuvo durante su infancia.
Sorbió la nariz y tomó ambas manos del mayor entre las suyas, llevándolas a su frente.

— No sabes cuánto te aprecio, Tōru... — Susurró el azabache. — Gracias por estar en mi vida.

Oikawa parpadeó un par de veces, después sonrió y se levantó un poco para abrazar a su amigo, asegurando que todo saldría bien para ellos, para Akaashi, que pronto podría tener la familia que tanto anhelaba, que podría ser el hombre más feliz del mundo.

— ¡Ya quiero ver cómo serán tus hijos! — Aligeró Tōru el ambiente mientras volvía a su sitio. — Ambos parecen tener genes muy fuertes, ¿Se parecerán a ti o a Bokuto? — Keiji rió, también lo había imaginado. Siempre pensaba en un niño, con el rostro y cabello de Koutaro, pero con sus ojos y personalidad, adorable a los ojos del azabache.

— Oikawa. — Takahiro se acercó al castaño. — Prometo que no quiero interrumpir su amor, pero hay demasiadas personas y solo tengo dos brazos. — Tōru y Keiji se sonrojaron, después de esto rieron mientras el castaño se ponía de pie y miraba al menor de los tres.

— Debo de seguir trabajando, Akaashi. ¿Te quedarás o nos vemos en otra ocasión?

— Oh, Bokuto vendrá en unos minutos por mí, de seguro pedirá algo. — El ojimarrón asintió.

— Perfecto, si necesitas algo busca a cualquiera de nosotros. — Pidió Oikawa, volviendo a su puesto junto a Hanamaki.

Akaashi observó a Tōru antes de desaparecer, pensaba que, si en otra vida él fuera alfa, de seguro estaría terriblemente atraído por un tipo como Oikawa. En días era pesimista, otros días era optimista, a veces realista.
Oikawa era una caja de sorpresas, nunca llegaría a conocerle del todo, pero amaba cada cosa de él, no un amor romántico, sino un amor amistoso, Keiji se encontraba agradecido de tenerlo a su lado, Tōru era la personificación de un verdadero y confiable amigo.

Las puertas de la cafetería se abrieron, dejando ver a un alfa entrar al sitio, ganando la mirada de varios solteros y solteras del lugar. Koutaro buscó a Keiji, y al encontrarlo no pudo evitar sonreír y acercarse a su pareja, abrazándole y depositando un beso en sus labios.

— ¡Te extrañé, Akaashi~! — Exclamó, el azabache rió por lo bajo.

— Nos vimos esta mañana, no seas exagerado. — Bokuto tomó la silla frente a Keiji para acomodarla al lado del mismo, después tomó asiento, rodeando la cintura del ojiazul con sus fuertes brazos. — Bokuto... Tenemos que hablar.

La sonrisa del bicolor pasó a ser una mueca de terror al escuchar tan famosas palabras que en su mayoría de veces siempre significaba algo malo.

— ¿S-Si? Uhm. ¿Qué cosa? ¡Oye! Deberíamos de pedir algo. No lo sé. ¿Un café? — Akaashi sonrió y acarició la mejilla del mayor, ganando nuevamente su atención.

— No es nada malo. — Aseguró. Después hizo una mueca. — Al menos no para mí.

— ¿Me dejarás? — Un aire depresivo rodeó a Koutaro, Keiji negó, abrazándolo.

— No, Bokuto, no te dejaré, no podría hacer eso nunca. — Tomó las mejillas del ojiamarillo y depositó un corto y suave beso sobre sus labios. — No quiero que hables... Solo escúchame.

Akaashi se aseguró de que no hubiese mucha gente a su alrededor antes de suspirar y tomar las manos de Koutaro, acariciando el dorso de las mismas con sus pulgares. Los ojos de Bokuto estaban fijos sobre su pareja, ansioso por saber qué era lo que querría decir.

— ¿Recuerdas que querías que nos casáramos? — El bicolor asintió. — Quiero hacerlo, por supuesto, pero también quiero otra cosa.

— Te daré lo que quieras. — Keiji posó un dedo sobre los labios del alfa, pidiendo su silencio.

— Bokuto. Uhm. No sé cómo decirlo... — Tomó una bocanada de aire, Tōru le había dicho que lo dijese directamente, sin rodeos. — Bokuto... Tengamos un bebé.

Koutaro se atragantó con su propia saliva antes de comenzar a palidecer. Keiji le observó preocupado, palmeando suavemente una de sus mejillas para que saliera de su trance.

— ¿Un... Bebé...? — Preguntó para sí mismo el bicolor, mirando a la nada mientras una tonta sonrisa aparecía en sus labios.

Tras unos segundos, Bokuto reaccionó, miró a Keiji quien estaba cabizbajo, evitando hacer cualquier tipo de contacto visual con el mayor. Koutaro suspiró y rascó su nuca.

— Akaashi. — Llamó el bicolor. — Yo también quiero tener un niño contigo... — Confesó el ojiamarillo, Keiji le miró sorprendido antes de sonreír y abrazar al mayor con fuerza. Bokuto sonrió, devolviéndole el abrazo. — Pero... Me da terror.

El azabache se alejó de Koutaro, mirándole confundido y curioso del porqué de su temor.

— No quiero que sufras, Akaashi. — Confesó Bokuto, apretando sus labios mientras bajaba la mirada. — Sé que quedar en cinta y dar a luz es un proceso hermoso, pero por otro lado es doloroso... No quiero que sufras... — Hizo una pausa. — Por eso decidí someterme a algo para no hacerte quedar en cinta... Es reversible, pero... No estoy seguro.

Cómo si fuera por obra de magia, Oikawa apareció detrás del mayor y le dió un zape. Después de eso, dejó una taza de café frente a ambos.

— Te lo mereces, Bokuto. — Sonrió con inocencia. — Por favor, comprende que Keiji quiere esto.

Akaashi bajó la mirada riendo, mientras Koutaro lloriqueaba, siendo sermoneado por el castaño.

— ... Joder, realmente llegué a pensar que alguno era estéril. — Suspiró el ojimarrón. — Muy bien, ya saben qué hacer, los dejo solos. — Antes de irse, miró al azabache. — Keiji, bien hecho.

Akaashi se despidió con la mano, dándole una sonrisa a su amigo, quien volvía al trabajo.

— ¿De veras quieres esto? — Preguntó nuevamente Koutaro, Akaashi tomó una de sus manos, depositando un beso en sus nudillos.

— Lo deseo, con todas mis fuerzas. No te preocupes tanto, Bokuto.

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