14.1
~ Varios años atrás. ~
— ¡Eres un inservible! — Akaashi jadeó con terror antes de sentir como era golpeado contra la pared con fuerza sobrehumana por su padre.
— ¡Por favor, detente! — Su madre comenzó a llorar a causa de la desesperación, intentando alejar a su esposo de Keiji quien se encontraba en el suelo, mareado, intentando ponerse de pie nuevamente. — ¡No lo golpees a él, golpéame a mí, desahógate conmigo, pero no con él! — Rogó la mujer entre llantos.
— Ambos son unos inútiles. — La mano de su padre golpeó la mejilla de su madre con fuerza, Keiji frunció su ceño. Podría ser un omega inútil, pero a su madre no la volvería a tocar, nunca más.
El ojiazul se puso de pie aún mareado y tomó un jarrón cercano a la puerta. Se acercó por detrás de su padre, y antes de que se diera vuelta, lo golpeó con todas sus fuerzas en la nuca, mas su padre no se inmutó.
Keiji gimió por lo bajo al verle voltearse y observarle con sus usuales aires superiores, mientras tomaba una botella de alcohol que trajo consigo como todas las noches que volvía ebrio, molesto, en busca de desahogar su ira con las únicas dos personas que, podría decirse "Le querían".
— Tú bastardo... Solo trajiste problemas a esta familia... ¡Debiste de haber muerto desde un comienzo! — Gritó el beta, golpeando la cabeza del azabache con la botella de cristal.
Su madre gritó horrorizada al ver a Keiji caer al suelo inconsciente, con una herida que comenzaba a sangrar incontrolablemente, pareciendo que moriría en cualquier instante.
Se escucharon las sirenas de la policía, los vecinos, tras el bullicio en la casa de los Akaashi decidieron que era momento de tomar cartas en el asunto de una vez y librar a aquella pobre familia del sufrimiento que llevaban viviendo desde hacía varios años, desde que el hijo de la pareja había llegado a este mundo.
— ¡Maldita perra! ¿Fuiste tú? — El hombre se acercó a la azabache, quien negó varias veces.
Antes de poder actuar en su contra, dos policías armados entraron a la vivienda.
— ¡Alto ahí! — Exclamó uno de ellos, acercándose al hombre, quien levantó sus manos.
Él estaba consciente de que esta vez no habría escapatoria. Fue esposado, y llevado con los oficiales mientras una ambulancia se acercaba desde las lejanías al rescate del Akaashi menor, quien yacía aún en el suelo, perdiendo incalculables cantidades de sangre.
~❃~
Keiji abrió sus ojos lentamente, sintiendo un detestable dolor de cabeza apoderarse de él. Las luces blancas del hospital sólo lograban que el dolor aumentará, definitivamente el que propuso la idea de esas luces era un idiota desconsiderado.
— ¿Ma...dre...? — Akaashi frunció su ceño, mirando a todos lados antes de jadear y sacar las sábanas de encima suya.
Antes de salir corriendo, notó la intravenosa en su antebrazo, maldijo, y sin importarle mucho la sacó de él, saliendo finalmente del sitio sintiendo su corazón palpitar con fuerza. Debía de salir de ahí, debía de buscar a su madre, debía de asegurarse de que ella estuviese bien.
— No puede salir de su habitación. — Una enfermera se acercó, levantando un brazo para tomar su hombro. Akaashi la miró aterrado antes de retroceder unos pasos y caer al suelo sentado, gimoteando a causa del dolor, mientras temblaba.
— Por favor... No... — hundió su cabeza entre sus piernas, temblando ante la idea de volver a ser agredido. La enfermera se agachó frente a él y acarició con cuidado su hombro, sintiendo como Keiji se tensaba y sobresaltaba ante su toque, desconociendo lo que era la empatía de un completo extraño.
— Está bien, nadie te hará daño aquí. — El ojiazul descubrió su rostro, mirando a la mujer quien le dedicó una sonrisa sincera. — Volvamos a tu habitación, tu madre llegará pronto.
Akaashi asintió dudoso antes de ser ayudado por la mujer, quien le guió de vuelta y le colocó la intravenosa, asegurándose de ser lo más cuidadosa posible.
Según las confesiones de la madre del azabache, su vida se había vuelto un infierno desde el nacimiento de Keiji, y es que su padre no iba a quedarse junto a su madre, no planeó nunca hacerlo, pero al enterarse de que la mujer estaba embarazada se vió obligado por su familia a hacerse cargo de ella y del niño. Al perder contacto con sus familiares, el hombre cambió totalmente, y de ser caballeroso y amable, pasó a ser un abusador insoportable.
Por supuesto que la madre de Keiji no culpaba a su hijo por ello, él era sólo una criatura inocente que no tenía la culpa de las acciones de ella con el hombre.
Akaashi, desde que tenía memoria, recordaba a su padre abusando de su madre, golpeándola cuando llegaba ebrio, obligándola a tener relaciones sexuales sin su consentimiento y sin importarle si él estaba presente, ordenándole realizar todos los quehaceres del hogar, teniendo una cantidad pobre de alimentos que en ocasiones a penas y alcanzaban para dos de las tres personas en aquella casa, por supuesto que el hombre siempre tenía que comer, y su madre no tenía el corazón para ver a su hijo morir de hambre.
Akaashi estaba agradecido con los dioses por haberle permitido salir un momento de esa casa, pues solamente lo hacía para ir a la escuela, y cuando huía después de las clases, su padre se molestaba y lo encerraba en su habitación, negándole la comida de ese día, y sin permitirle salir si fuese el caso de necesitar ir al baño.
Keiji cerró sus ojos y junto sus manos, dedicándole una oración a cualquier ser o seres omnipotentes que existieran y cuidaran de él. La enfermera a su lado se dedicó a observarle mientras retenía sus lágrimas, sin entender cómo aún existían personas como ese hombre.
— Con permiso. — Una mujer entró a la habitación. Akaashi, al escuchar esa voz, abrió sus ojos y quiso abalanzarse sobre ella, pero no se lo permitió, siendo la fémina quien se acercó a abrazarle con todas las fuerzas del mundo.
Ambos lloraron juntos en ese momento, su madre le contó con emoción que por fin podrían librarse de su padre, que por sin serían libres de esas agresiones. El dinero, hogar o trabajo no fueron preocupaciones para ellos dos en ese momento, simplemente agradecieron a los dioses por permitirles vivir un día más.
Para cuando fue la hora de la cena, la enfermera logró también conseguir comida para la madre del azabache, ambos agradecieron y parecieron casi atragantarse con los alimentos, repitiendo cientos de veces lo deliciosos que estaban.
Esa noche Akaashi y su madre durmieron felices, abrazados entre sí.
La noche dió paso a la mañana, y al despertar Keiji no se encontró con su madre.
— Buenos días, Akaashi. — Saludó la enfermera entrando a la habitación. — Tu madre tuvo que salir, al parecer quiere encontrar un sitio en el cual quedarse hasta conseguir trabajo.
— Entiendo. — Respondió sin más el azabache.
— Aquí está tu desayuno, y esto, ya puedes quitártelo. — Habló la mujer, sacando la vía en su antebrazo. — Te darán el alta hoy, así que es el último día en el que nos veremos, eso es bueno. ¿No?
— Sí, supongo. — Akaashi miró la comida frente a él y agradeció una vez más, comenzando a comer, asegurándose de guardar parte de su desayuno para su madre cuando volviera.
— ¡Hey, hey, hey! ¿Qué tal estás? — Akaashi frunció su ceño al escuchar a una persona ruidosa fuera de su habitación. La voz parecía no querer bajar su tono, así que, molesto, el azabache se puso el pie y fue a cerrar la puerta.
Las horas pasaron, y su madre no regresaba. La enfermera volvió para indicarle que ya era hora de irse para él, Keiji asintió, y con ayuda de la mujer logró comunicarse con su madre antes.
— ¿Madre?
— "Keiji, cariño, lo siento". — Se disculpó la mujer. — "Se me ha hecho tarde, he firmado el alta de adelanto con ayuda de Kohana, la enfermera, por favor, sal del hospital, llegaré pronto".
— Bien, nos vemos.
Akaashi salió de su habitación, y al llegar al ascensor se giró, mirando a la mujer.
— Muchas gracias. — Se inclinó.
— Akaashi, por favor, cuídate mucho. ¿Entendido? No permitas que nadie vuelva a herirte a ti o a tu madre. — Keiji asintió, y tras despedirse, la mujer se marchó a continuar con su trabajo.
Subió al elevador y presionó el botón del primero piso. Antes de que las puertas se cerraran totalmente, un hombre bien vestido colocó su mano entre las puertas, provocando que se abrieran de nuevo.
— ¡Uf! ¡Por poco! — Sonrió, entrando al ascensor. Akaashi se hizo a un lado, manteniendo su espacio personal, algo temeroso. — Hey. ¿Eres paciente?
Akaashi bajó la mirada, observando las ropas que llevaba, creía que era demasiado obvio.
— Sí. — El bicolor hizo una mueca ante la frialdad del azabache.
— Entiendo. ¿Vas de salida? ¿Qué tenías? — El ojiazul le miró incomodo, pero no pareció molestarle al mayor a su lado.
— Sí. Estaba... Herido. — Se abrazó a sí mismo a causa del frío ambiente.
— ¿Tienes frío? La gente de este sitio acostumbra a colocar el aire acondicionado a pesar de la temperatura. Ten. — El alfa se sacó su chaqueta, posándola en los hombros del omega, quien se tensó y sintió sus mejillas picar un poco antes de agradecer por lo bajo. — ¿Mejor?
— Sí. Mejor. — Akaashi elevó la mirada, observando los números que indicaban en que piso estaban, sentía aquel viaje a la salida eterno y la situación le molestaba en demasía, más con el extrovertido chico a su lado.
— Entonces... ¿Cómo te llamas? — Keiji le miró a sus ojos amarillos brillantes, sintió algo dentro suyo revolverse antes de apartar la mirada avergonzado. ¿Qué era eso? Jamás se enamoró en su vida, por lo que él ojiazul desconocía lo que se sentía cuando te "enamorabas a primera vista".
— Akaashi... Keiji. — Susurró.
— Akaashi. Un placer, soy Bokuto Koutaro. — El más alto estiró su mano hacia el azabache, quien le miró por unos segundos indeciso antes de estirar su mano y estrecharla con la contraria. Bokuto logró sentir lo helada que su mano se encontraba. — Uh. Estás helado.
— Suele sucederme. — Respondió. Notó cómo Koutaro sacaba algo del bolsillo de su pantalón, después descubrió que eran guantes. ¿Acaso llevaba una tienda de acampar consigo también?
— Ponte estos, afuera estará haciendo más frío y pescar un resfriado en estas fechas sería terrible. — Tomó las manos de Akaashi y colocó los guantes antes de hacer que las frotara entre sí para obtener calor.
Se escuchó un ruido agudo, ambos observaron las puertas abrirse.
— Uhm. Debo irme. — Ambos salieron del elevador, Koutaro le miró antes de sonreír alegremente.
— Dame tu teléfono. — Keiji ladeó la cabeza antes de palmear suavemente los bolsillos de su pantalón, notando su basura de teléfono. Lo sacó avergonzado, el aparato bien podía ser testigo de los dinosaurios, pero... ¿Por qué se lo daría a un completo desconocido que no sabía quién podría ser en su día a día?
Koutaro lo tomó antes de que pudiese decir nada y apuntó su número con rapidez, guardándolo simplemente como "Bokuto♡". De paso, marcó a su número para que quedase registrado en su bandeja de llamadas.
— Es hora de irme. Nos vemos otro día, Akaashi. — El bicolor le devolvió su teléfono y se despidió con la mano, saliendo del sitio. Keiji jadeó al darse cuenta de que seguía vistiendo las ropas del mayor y ni siquiera le agradeció correctamente por ello.
Algo dentro de Akaashi continuaba haciéndole cosquillas, recordando el bello rostro del alfa que segundos antes le acompañó a la salida.
¿Quién era realmente Bokuto Koutaro y por qué se sentía de esa manera? Tendría que preguntárselo a su madre.
~❃~
— ¡Qué emoción! — Keiji suspiró cansado mientras era empujado por su madre, quien, al detenerse, arregló una última vez el sombrero de lana que llevaba puesto y acarició sus mejillas. — Llámame cuando termines, cuídate mucho, cariño.
Asintió. Su madre se fue del sitio, Akaashi se sentó en una banca, mirando sus manos cubiertas por unos calentitos guantes.
Ese día había acordado a verse con Bokuto, quien insistió varias veces en hacerlo, hasta que Keiji aceptó. Su error fue contarle a su madre, quien se emocionó grandemente por su hijo y, con el poco dinero que tenían gracias a los de ayuda social, fue a conseguir la mejor ropa que su presupuesto permitiera. Por supuesto, en lo más profundo del corazón de su madre habían intenciones desconocidas para Keiji. Ella deseaba que conociera a un buen hombre que logrará sacarle de su miseria, no importaba si ella no salía de eso, podría sobrevivir por sí misma, pero no soportaría seguir viendo a su hijo vivir la mísera misma vida que la fémina.
Aún así, Keiji se sintió avergonzado, había notado que Bokuto era una persona de clase alta al ver las etiquetas en la chaqueta y guantes, las cuales llevaba consigo en ese momento para devolvérselas al bicolor. Su vestimenta solo eran unos jeans negros rasgados y una camisa vieja azul, una chaqueta negra una talla más grande y los guantes de su madre. El dinero no había alcanzado para unos zapatos, por lo que llevaba sus tenis viejos que comenzaban a lastimar sus dedos por lo apretados que eran.
— ¡Akaashi! — El azabache levantó la mirada del suelo para observar a un hombre vestido de traje acercarse.
Sus mejillas se coloraron un poco antes de ponerse de pie y esperar a que el mayor llegara a su lado.
— Bokuto. Hola.
— Tan serio como la última vez. — Comentó el bicolor, sonriente. — ¿Qué tal? Estaba ansioso por verte.
— Uhm. Todo está bien. ¿Y usted? — Koutaro rió.
— Deja las formalidades. Todo está bien conmigo. — Bokuto estiró su mano para tomar la mano de Keiji quien frunció su ceño e intentó apartarla, pero el mayor no lo permitió. — Ven, vamos, quiero llevarte a un sitio.
Akaashi asintió con desconfianza, siguiendo al bicolor hasta el que pareció ser su automóvil. Los ojos de Keiji brillaron, debía de ser un vehículo del año, pues se veía asombroso ante sus ojos. Al subir, sintió el olor del alfa a su lado inundar sus fosas nasales, era agradable para él aunque no quisiera admitirlo.
Bokuto condujo por varios minutos, minutos en los que intentó entablar conversaciones con Keiji, aunque estas no duraban mucho.
— Akaashi. ¿Cómo terminaste en el hospital? — El azabache se tensó.
— Uhm. Caí de las escaleras y golpeé mi cabeza. — Mintió. A penas conocía a Koutaro, no revelaría información suya tan fácilmente, mucho menos sobre su pasada situación familiar antes de que su padre fuese arrestado, por que sí, fue arrestado y estaría en prisión por unos muchos largos años.
Bokuto asintió, creyendo lo que decía. Tras unos minutos más, llegaron al centro de la ciudad, Keiji observaba encantado por la ventana los locales, tiendas y edificios que decoraban la zona, era todo tan moderno comparado al pueblo en el que vivía.
— Es aquí. — El auto se detuvo. Ambos bajaron del auto, Keiji con ayuda de Koutaro quien se comportó caballeroso con él todo el tiempo.
Al entrar, Akaashi jadeó, observando el sitio. Las luces colgantes, los colores, las mesas, la decoración, era demasiado irreal.
— ¿Te gusta el sitio? — Preguntó el ojiamarillo, guiando a Akaashi quién asintió embobado hasta una mesa en la que tomaron asiento y esperaron a ser atendidos.
— Uhm. Bokuto... — El bicolor observó a Keiji, quien estaba rojo. — Lo siento, yo... No traje nada de dinero.
Koutaro lo observó en silencio por unos segundos, logrando hacer que Akaashi entrara en una especie de ataque de pánico. Después de un momento el mayor rió.
— No te preocupes por el dinero, Akaashi. — Bokuto le pasó una de las cartas del menú. — Pide lo que desees, que no te de vergüenza.
Akaashi le miró por varios segundos antes de apretar los labios y bajar la mirada, reteniendo sus lágrimas.
— Gracias... — Susurró el azabache, observando todas las cientas de distintas bebidas, postres y comidas que ofrecía el sitio.
Al llegar la mesera, ambos pidieron lo que deseaban, Bokuto llegó incluso a pedir algo más para Keiji, notando que este no quería exagerar con lo que ordenaba. La camarera se retiró, en esos minutos, Koutaro continuó con las conversaciones.
— ¿Tienes pareja?
— No.
— ¿Hermanos?
— No.
— ¿Cuál es tu color favorito?
— Uhm. No lo sé.
— ¿Animal favorito?
— Creo que... Ninguno, pero me agradan los búhos y lechuzas.
Koutaro sonrió emocionado, tomando las manos de Akaashi, quien le miró a los ojos algo apenado.
— ¡Adoro los búhos! — Ambos guardaron silencio, segundos después rieron por lo bajo.
Cuando su orden llegó, comieron en silencio.
Koutaro entró en pánico cuando notó que Keiji estaba llorando mientras comía e intentaba secar sus lágrimas a cada rato –pues no había logrado retener sus lágrimas por más tiempo–, después se enteró que Akaashi jamás había comido algo así y se relajó.
— Akaashi. — El azabache le miró. — Te prometo que seguirás comiendo esto hasta que te dé asco y no quieras probarlo nunca más en tu vida. — Koutaro pasó sus pulgares sobre las mejillas de Keiji, limpiando sus lágrimas.
Akaashi quiso alejarse, pero le fue imposible. ¿Por qué se sentía así? ¿Era posible "enamorarse" de una persona en tan poco tiempo? ¿Qué le atraía de Bokuto? ¿Su personalidad? ¿Su físico? ¿Su clase? O... ¿El cómo le trataba especialmente a él...?
Keiji tomó las manos de Koutaro y sonrió, ambos se observaron a los ojos por varios segundos, hablando simplemente con la mirada.
Debía de estar prohibido enamorarse de una persona en menos de un día aunque Keiji no supiese exactamente como se sentía aquello.
~❃~
— Bokuto. — Akaashi se acercó a su pareja y suspiró antes de tomar sus mejillas y dejar un beso en sus labios. — Está bien, yo lo limpiaré, ayuda a mi madre con la cena. ¿Bien?
— Bien. — El mayor salió de su situación depresiva tras romper un vaso de vidrio y caminó a la cocina, en donde se disculpó unas diez veces con la madre del azabache quién rió negando.
Keiji los observó y sonrió mientras levantaba los trozos rotos del que fue un vaso en algún momento.
A su cabeza llegó el recuerdo de aquella botella de alcohol, de aquel hombre, y quiso tener una crisis a causa de ello, pero al escuchar a Bokuto reír a carcajadas con su madre sintió como se relajaba. Miró al bicolor, notando como movía sus brazos al expresarse, como sus ojos se achicaban al reír y sus cabellos caían sobre sus ojos tras olvidar arreglarlo como siempre lo hacía.
Keiji suspiró, cerró sus ojos y murmuró un "Gracias a los dioses" antes de ponerse de pie e ir a tirar a la basura los trozos de vidrio.
— Akaashi~. — Bokuto le abrazó por detrás, dejando un beso en su mejilla. — ¿Nos casamos?
— No. — Respondió en broma Keiji, girándose para ver al ojiamarillo.
— ¿Eh? — Koutaro quedó estático ante la respuesta del menor. — ¿No... No quieres... No quieres casarte? — Sus comisuras cayeron hacia abajo. Keiji sonrió.
— Bokuto. — Tomó sus mejillas y depositó un beso en los labios contrarios. — Te amo, y no es necesario casarnos para demostrarlo... Pero si así lo quieres... — Akaashi mostró su mano sacudiendo sus dedos. — Espero el anillo.
Koutaro sonrió enormemente antes de alzar a Keiji y darle un par de vueltas en el aire. Dejó varios besos en el rostro del ojiazul quien rió, enrollando sus brazos en el cuello del bicolor.
— Te amo, Akaashi.
— Te amo más, Bokuto.
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