VIII (Reencarnación)
HOLI A TDOS MIS LECTORES 💗, LO PROMETIDO ES DEUDA, AQUI LES DEJO EL AU MODERNO! ESPERO LES GUSTE Y SI QUIEREN DAR IDEAS LAS ESTARE VIENDO!
Sin más que decir, continuemos está historia :3
—No dejaré que vuelvas a escapar—
—No me dejaras solo está vez—
—Kokushibou..—
Prólogo:
Muzan Kibitzuyi reencarnó, desde que abrió sus ojos y vio a sus padres supo que estaba vivo. Otra vez..
Pero estaba vivo para volver a retomar un camino correcto, forjarse como buena persona alfin.
¿No?
Su subconsciente siempre le decía que debía encontrar a alguien, pero en su ser no sabía de quien se trataba.
Y así pensó que sería toda su vida, en sus sueños observaba el cielo oscuro y nublado, lo más extraño era que parecía estar en una mansión vacía. Que parecía laberinto sin fin y siempre a su lado estaba un hombre con una vestimenta curiosa. Su cabellera larga era visible por la luz de la luna. Este parecía decirle unas palabras que no entendía en su momento..
Ya que era japonés antiguo, y algunas de las palabras que decía ese hombre eran inentendibles. Pero Muzan cada vez al despertar tomaba una hoja de papel y con lápiz cerca escribía lo que pensaba que decía ese ser.
¿Como lo describiría Muzan?
"Alguien con una aura apagada y con tristeza, su voz era grave pero sonaba rota, como si alguien o algo le hubiera hecho daño, pero de alguna manera me sentía familiarizado con el, verlo aunque sea de perfil me hacia sentir algo que no entendia"
Pero con el paso del tiempo, sus sueños se desvanecieron. Sin darle importancia olvido todo.
Y siguió su vida.
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Capítulo I: Reencuentro sin memorias.
En la preparatoria, Muzan Kibutsuji era un enigma para todos. Siempre se sentaba en la última fila del salón, con una mirada fría y distante, concentrado en los libros frente a él. Aunque su rendimiento académico era impecable, nunca buscaba atención. Los profesores lo elogiaban por su inteligencia, pero sus compañeros apenas sabían algo sobre él. Era el tipo de estudiante que evitaba las conversaciones y no se involucraba en actividades extracurriculares. Callado y misterioso, Muzan parecía inalcanzable para el resto del mundo.
Por otro lado, Michikatsu Tsugikuni, conocido por todos como Kokushibou, era todo lo contrario. Carismático, popular y siempre rodeado de amigos, Michikatsu era la estrella de la escuela. No solo destacaba académicamente, sino también en los deportes. Su presencia imponente y sus logros lo convertían en el centro de atención. La gente lo admiraba, y no era raro verlo liderar a su grupo de amigos con una confianza que parecía inquebrantable.
Sin embargo, a pesar de las diferencias evidentes entre ambos, Michikatsu no podía evitar sentirse intrigado por Muzan. Había algo en ese chico silencioso que lo atraía, como si debajo de esa fachada fría hubiera algo más profundo. Con el tiempo, Michikatsu notó que, aunque Muzan nunca hablaba con nadie, sus respuestas en clase siempre eran precisas y brillantes. Era evidente que tenía una mente excepcional, pero no buscaba reconocimiento.
Un día, después de clases, Michikatsu observó a Muzan desde lejos, sentado solo en una esquina del patio de la escuela, absorto en un libro. Mientras sus amigos lo invitaban a una reunión, Michikatsu declinó la oferta. Algo lo empujaba a acercarse a Muzan.
Con pasos decididos, Michikatsu caminó hacia él. Al llegar, se detuvo frente a Muzan, quien ni siquiera levantó la vista del libro que estaba leyendo.
—Kibutsuji, ¿verdad? —preguntó Michikatsu, rompiendo el silencio.
Muzan alzó lentamente la mirada, encontrándose con los ojos de Michikatsu. Su expresión era imperturbable, como si estuviera evaluando a Michikatsu antes de responder.
—Sí —respondió Muzan con una voz baja y calmada—. ¿Qué necesitas?
Michikatsu no estaba acostumbrado a ese tipo de trato. La mayoría de las personas se ponían nerviosas o emocionadas cuando él se acercaba, pero Muzan no mostraba ni una pizca de emoción. Era como si Michikatsu no fuera más que otro estudiante cualquiera.
—He notado que siempre estás solo —comentó Michikatsu, sin saber exactamente cómo empezar la conversación—. Eres muy bueno en clase, pero nunca hablas con nadie. Me preguntaba por qué.
Muzan cerró su libro lentamente, como si no tuviera prisa. Luego, dirigió su mirada nuevamente a los ojos de Michikatsu, como si estuviera evaluando si la pregunta merecía una respuesta.
—No veo la necesidad —dijo Muzan al fin, su tono sereno—. La gente habla demasiado, pero rara vez dice algo importante.
Michikatsu se sorprendió por la respuesta directa. Estaba acostumbrado a la superficialidad de las personas a su alrededor, pero Muzan no parecía dispuesto a perder el tiempo con ese tipo de juegos sociales.
—Tienes razón, la mayoría de las veces solo es ruido —admitió Michikatsu—. Pero también puede ser interesante conocer a otras personas. No todo tiene que ser tan... solitario.
Muzan lo miró fijamente, sus ojos brillando con una inteligencia fría.
—¿Interesante? —repitió Muzan con una leve sonrisa en sus labios—. Tal vez para ti. Eres el tipo de persona que puede rodearse de otros y disfrutar de la compañía. Yo prefiero la soledad.
Michikatsu sintió un escalofrío recorriendo su espalda. Había algo oscuro en las palabras de Muzan, algo que lo hacía aún más intrigante. No estaba seguro de por qué, pero la frialdad de Muzan despertaba en él una curiosidad que no había sentido antes.
—No parece que disfrutes de la compañía, en todo caso —comentó Michikatsu—. Pero, aun así, pensé que podrías ser alguien con quien valdría la pena hablar. Eres inteligente, Kibutsuji. Tal vez incluso más de lo que dejas ver.
Muzan arqueó una ceja ante el comentario, su interés ligeramente despertado.
—¿Y por qué te importa? —preguntó Muzan—. Tienes todo lo que podrías desear: amigos, admiración, éxito. ¿Por qué perder el tiempo conmigo?
Michikatsu no supo qué responder al principio. No era algo que había planeado. Pero había algo en la presencia de Muzan que lo desafiaba, que lo hacía querer saber más.
—Supongo que solo quiero entenderte —dijo Michikatsu finalmente—. No todo es lo que parece a simple vista, ¿verdad?
Muzan lo miró por un momento más antes de soltar una suave risa, una que no tenía humor real en ella, pero que tampoco era maliciosa.
—Entenderme, ¿eh? —repitió Muzan, como si encontrara la idea ridícula—. Buena suerte con eso, Tsugikuni. Pero si de verdad tienes tanto interés en lo que no entiendes... tal vez podamos hablar más.
Michikatsu sonrió, sintiendo que había logrado abrir una pequeña grieta en la armadura de Muzan.
—Me parece bien —dijo Michikatsu, extendiendo su mano hacia Muzan—. Nos veremos más seguido, entonces.
Muzan miró la mano por un instante, antes de estrecharla brevemente, su contacto frío pero firme.
—Lo veremos —respondió Muzan enigmáticamente, antes de levantarse y marcharse.
Michikatsu observó cómo se alejaba, sintiendo que acababa de dar un paso en un terreno desconocido, uno donde no estaba seguro de qué encontraría. Pero algo dentro de él le decía que había tomado la decisión correcta al acercarse a Muzan. Había mucho más detrás de esa fachada misteriosa, y Michikatsu no podía esperar para descubrirlo.
Y así el último timbre sonó, todos los estudiantes salieron corriendo rápidamente y frenéticamente.
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Muzan caminaba hacia su casa, pero algo en su interior estaba perturbado. El camino habitual, antes tan solitario y mecánico, ahora parecía diferente. Cada paso resonaba en la acera como un eco de algo más profundo, algo que no podía ignorar. Su corazón, que siempre había latido con una frialdad calculada, ahora parecía fuera de control, latiendo con una intensidad desconocida. Mientras avanzaba, sus ojos volvieron a posarse en su mano, la misma que había estrechado con la de Michikatsu Tsugikuni.
El contacto había sido fugaz, pero el impacto persistía. Sentía como si esa mano, fría y controlada, ahora le quemara la piel. El calor se extendía por su brazo, alcanzando su pecho, y hacía que el corazón golpeara contra sus costillas con un ritmo que no podía explicar. La sensación era tan nueva, tan desconcertante.
—¿Qué me está pasando? —murmuró, sin reconocer esa inquietud en su voz.
Cerró la mano en un puño, tratando de contener esa oleada incontrolable de emociones. Pero la imagen de Michikatsu volvía a su mente con fuerza. Su rostro, tan seguro y atractivo, pero con una inocencia subyacente que le resultaba irresistible. Había algo en esa mirada firme y en su sonrisa despreocupada que lo desarmaba, que le hacía desear más de lo que nunca había deseado de otra persona.
—Es perfecto… —susurró, una sonrisa torcida deformando su rostro, mientras su mirada se oscurecía con pensamientos cada vez más profundos.
Esas dos palabras, "perfecto", resonaban en su mente como un mantra, un eco que no podía acallar. Michikatsu no era como los demás. Había una fuerza en él, una confianza que le atraía, pero también una vulnerabilidad que lo hacía único. Era distinto a todo lo que había conocido, y eso lo volvía infinitamente más interesante. No era solo el típico hombre atractivo y seguro de sí mismo. Había algo más, algo que lo llamaba.
"—Te encontré —"
Su subconsciente le hablo..
El deseo que había comenzado como una simple atracción se transformaba rápidamente en una obsesión. No era amor, no en el sentido convencional. Era una necesidad oscura, profunda, que lo arrastraba sin remedio. Michikatsu tenía que ser suyo, pensó, y lo sería, a cualquier precio. No importaba lo que tuviera que hacer.
—Tiene que ser mío.—murmuró con una sonrisa enfermiza, acelerando el paso hacia su casa.
Cada pensamiento lo sumía más en esa espiral de obsesión. Sabía que Michikatsu no podía escapar de él, que eventualmente sería suyo de una manera u otra. Muzan no había deseado a nadie antes, pero ahora, la sola idea de que Michikatsu no estuviera en su vida era insoportable. Lo necesitaba, lo quería poseer por completo.
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Mientras tanto, Michikatsu caminaba por los pasillos de la escuela, ya habían tocado, pero a el siempre le gustaba ver a sus amigos para irse juntos a veces. Por lo mientras estaba intentando sacudirse la extraña sensación que le había dejado el encuentro. El eco de las palabras de Muzan aún rondaba su mente, aunque intentaba convencerse de que no era nada. Al final del día, se encontró con sus amigos en la puerta principal.
—¿Entonces? ¿Lo hiciste? —preguntó Douma con una sonrisa burlona, dándole una palmada en la espalda.
Michikatsu resopló, rodando los ojos mientras se cruzaba de brazos.
—Sí, hablé con Kibutsuji. ¿Contento? —respondió con un tono de fastidio.
Akaza, otro de sus amigos, soltó una risa burlona.
—Y, ¿qué tal fue? Ese tipo siempre parece tan distante. Apostábamos a que no diría ni una palabra. Y si no sería un virgen de mierda.
Michikatsu se encogió de hombros, su expresión aún algo molesta.
—Fue raro, si te soy sincero. No sé por qué les interesa tanto ese tipo. Es frío, distante... No me queda claro qué ven en él —dijo con desdén—. Su comportamiento es extraño, pero no me importa. Solo lo hice por la apuesta. No tengo ningún interés en conocerlo más.
Douma, siempre juguetón, sonrió ampliamente.
—Vamos, Michikatsu, no seas tan amargado. Quizás necesita a alguien que lo saque de su caparazón. No todos pueden ser tan sociables como tú.
—No me interesa —cortó Michikatsu de inmediato—. Lo hice solo por la apuesta. No hay nada en Kibutsuji que me importe. Aparte es solo alguien "X".
Sus amigos se rieron, pero Michikatsu no podía sacudirse por completo la sensación que le había dejado la mirada de Muzan. Había algo en esos ojos, una intensidad que le incomodaba. Sin embargo, trató de ignorarlo y continuó caminando, bromeando con sus amigos sobre temas más triviales.
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Muzan ya había llegado a casa. Cerró la puerta y se quedó en silencio, inmóvil, mientras el eco de sus propios pensamientos lo abrumaba. La tranquilidad de su hogar contrastaba con el caos que rugía en su interior. No podía dejar de pensar en Michikatsu, en su sonrisa, en la forma en que lo había mirado. No era amor, no en el sentido que cualquiera podría entender. Era una necesidad, un hambre que crecía con cada segundo.
Se dejó caer sobre su cama, pero ni siquiera la calma de su habitación podía apaciguar esa tormenta dentro de él. Sacó su teléfono y comenzó a buscar el perfil de Michikatsu en redes sociales. Cada foto, cada publicación lo hundía más en su obsesión. Michikatsu riendo con sus amigos, compitiendo, ganando trofeos. Era fuerte, independiente, pero eso solo hacía que Muzan lo deseara más.
—Él no necesita a nadie… —murmuró, sintiendo cómo los celos lo consumían—. Pero yo lo haré necesitarme.
Mientras deslizaba las imágenes, su sonrisa se ensanchaba. Sabía que Michikatsu era perfecto para él. Y aunque ese primer encuentro había sido por una simple apuesta, no importaba. Muzan haría que Michikatsu lo buscara, que lo necesitara con la misma intensidad que él lo necesitaba a él. Nadie escapaba de Muzan Kibutsuji.
Con una risa baja, cerró los ojos y comenzó a imaginar cómo sería su vida con Michikatsu. No importaba qué obstáculos surgieran. Haría cualquier cosa para tenerlo. La obsesión ya había echado raíces profundas, y sabía que crecería hasta envolver cada parte de su ser.
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Este es el inicio de una oscura obsesión que solo seguirá intensificándose.
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LE DEJAMOS HASTA AQUI YA QUE HOY ES MI CUMPLEAÑOS GENTEE Y QUERIA CELEBRAR ACTUALIZANDO ESTA HISTORIA Y TMB PARA AGRADECER TODO EL APOYO QUE TIENE ESTA! 💗
HASTA LUEGOO NOS VEMOS QUIZAS MAÑANA CON OTRA ACTUALIZACIÓN!!
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