Predestinados
─¿Sabes algo sobre las personas destinadas?─ la pregunta de Kenma deja a Kuroo pensando durante unos largos segundos y, en vista que su amigo no respondía, el chico decidió continuar─. Hoy me lo mencionó Tadashi, está leyendo unos ensayos sobre eso, testimonios de personas que se encuentran con otras que los complementan. Es como la leyenda del hilo rojo.
Kuroo gira los ojos, escéptico.
─No lo sé, Kenma, suena demasiado irreal─ pasa las manos rápidamente por su cabello mojado─ ¿Lo dices por Chibi-chan?
Luego del entrenamiento, con sus lugares en el equipo a salvo, Kuroo se había dirigido corriendo a su pequeña habitación, debía de bañarse y evitar todo tipo de contacto que le llevara a tener que confesar sus sentimientos por Oikawa. Estaba temblando del terror que le producía el posible rechazo, aún con el beso medio puesto en algún lugar de su memoria.
─No, idiota, hablo de ti, maldita sea─ a Kuroo se le cae la mandíbula de la impresión por escuchar esas palabras salir de los labios de su mejor amigo.
─¡Kenma Kozume!─ grita, totalmente descolocado─ ¿Quién te enseñó esas palabras tan fuertes?
─Tu estupidez me las enseñó.
─Estás muy salvaje hoy ¿pasó algo?─ la preocupación ahora tiñe su voz, provocando que Kenma solo gire los ojos, fastidiado.
─Sí─ confiesa─, pasó que mi mejor amigo es un cobarde.
─Bueno, eso no es un problema por el cual debas de ensuciarte la boca─ ahora resulta burlón.
─Oh, también se puso bipolar.
─¡Kenma, calma tus ansias!─ suplica Kuroo, ahora no sabe por qué la reacción explosiva del menor─. Iré a decirle a Oikawa que me gusta... La otra semana.
Puede escuchar perfectamente la palma abierta de su Kenma golpear su frente.
─Cambio el tema, eres un necio sin neuronas─ aunque puede reír un poco por la exageración del asunto─. En fin, ¿no crees que su alma gemela se encuentra atada al otro lado del hilo rojo?
─No veo ningún hilo, Kenma─ Kuroo se revisa la mano, en específico el dedo meñique, donde se supone que debía de encontrarse anudado el hilo irrompible del destino.
Kuroo sabe de esa leyenda, debe de admitir que en un principio deseó que las cosas fueran como ello dictaba, que solo debiera seguir el hilo para encontrarse con su otra mitad, esa alma que lo complementaría. Con el tiempo, no pudo pensar más que se trataba de una bonita mentira para las personas que no habían encontrado al amor aún.
─Ah, Kenma, ¿en verdad crees eso?─ porque realmente Kuroo no estaba creyendo la historia sobre la investigación de Yamaguchi
Del otro lado de la línea, Kenma se siente culpable por no poder decirle a su mejor amigo lo que ocurría realmente, todos esos sentimientos habían explotado en una nube de insultos que, sabía, Kuroo no se quitaría de la cabeza en un buen tiempo.
¿Qué mas podría hacer? El plan estaba terminando de tomar forma, terminando con detalles para poder ver, al fin, a un Kuroo feliz tomado de la mano con Oikawa.
Los tontos son difíciles, piensa Kenma, que se pierde en la inmensidad del tema.
─¿Kenma?─ la voz del chico sonaba demasiado lejana, la distancia por primera vez se sentía verdadera.
Extrañaba verlo, por que de estar presente en ese momento, Kenma mismo los hubiese echado de cabeza a ambos con los sentimientos que no sabían disimular.
Se encontraba a punto de responderle cuando una ventana abierta en su ordenador comenzó a titilar, mostrando una sola alerta, un solo mensaje, ese que daría inicio al absurdo plan.
─Kuroo, como eres mi mejor amigo, necesito pedirte un favor─ comenzó a hablar, un poco más tranquilo y aletargado, como usualmente─ ¿podrías ir a la biblioteca para buscar un libro sobre el hilo rojo?
La petición sonó demasiado extraña, pero no podía negarse a eso. Si podía hacerle un favor a Kenma, lo haría sin titubear, por algo eran amigos y resultaba deprimente no encontrarse cerca para apoyarse tanto como lo habían hecho dos años atrás.
─Me harás ir al lugar más desolado de la Universidad a esta hora─ le comenta mientras se levanta de la orilla de la cama─. No es muy lejos ¿seguimos hablando o vas a abandonarme para ir solo?
─Sigamos hablando, siento que no hablamos desde hace mucho tiempo─ una frase que dejó pensando a Kuroo.
─Pero si nos llamamos todos los días.
─No es lo mismo.
─¿Por fin dirás cuanto me extrañas, Kenma? Me halagas─ bromea el chico, aunque muy en lo profundo realmente desea que eso sea verdad.
Siguiendo la conversación entre bromas y unas cuantas discusiones, Kuroo llega al la vieja y vacía biblioteca, ni siquiera se encontraba el encargado en esos momentos, por lo que simplemente ingresó al lugar buscando todo tipo de libros que le mencionaran al famoso hilo rojo al que su mejor amigo le hacía culto en ese momentos.
─Aquí dice que el hilo rojo se dejará ver en un momento indicado, cuando las parejas destinadas ya han tirado mucho de sus extremos y necesitan unirse, reconocerse, al fin─ lee Kuroo─. Es un asunto demasiado romántico.
─Kuroo, te está dando sueño leer eso─ Kenma no puede evitar reírse un poco por eso, así que baja la voz─. Duerme, estuviste entrenando demasiado tiempo, necesitas descansar.
─No puedo dormir en la biblioteca─ pero un largo bostezo sale de entre sus labios, contradiciéndose, coloca el teléfono sobre su mano mientras recuesta la cabeza en el brazo─. Solo cinco minutos y seguiré ayudándote a investigar.
Cuando Kenma sabe que Kuroo se encuentra al lado de Morfeo cuelga la llamada, mandando el mensaje a Iwaizumi para que continuarse con su parte del plan.
No había sido muy difícil conectar a Iwaizumi y Karrell para completar la fase final del plan, donde Iwaizumi obligaría a Oikawa a ir a la biblioteca para investigar sobre temas aburridos para dormir al castaño, terminando con la chica atando cuidadosamente un hilo rojo al dedo meñique de cada uno.
Con pasos sigilosos y rápidos, Iwaizumi y Karrell salen del lugar, cerrando la puerta con la fuerza suficiente para que el estruendo los levantase a ambos.
Kuroo abrió los ojos de golpe, creyendo que alguno de los bibliotecarios lo regañaría por dormirse en el lugar, pero solamente se topó con que, en la mano donde antes descansaba su teléfono, ahora resaltaba un bonito hilo rojo. El sentimiento lo golpeó de forma estrepitosa, recordando todo lo que había leído.
¿Oikawa se encontraría en el otro extremo o simplemente le habían jugado una broma pesada?
Con pasos temerosos siguió el camino que el hilo le dejaba ver, pasando entre libreras hasta llegar a las mesas de estudio al fondo del amplio salón. Antes de poder cruzar para encontrarse con el destino, su mirada chocó con el rostro de Oikawa, que también parecía ansioso. Con extrañeza, ambos bajaron la mirada para encontrarse con el otro extremo del hilo anudado en sus meñiques.
El hilo rojo se presenta cuando los destinados lo necesitan.
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