Maledictus
Advertencias: Ninguna.
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La rubia miraba a la nada suplicante por poder huir. Satoru no la tocó de forma indebida, pero después de su amenaza ya temía por su integridad, “Debes mostrarme por lo que pagué una fortuna, tu alma”. Temblorosa entró detrás de él al departamento a oscuras.
El albino buscó el interruptor iluminando el espacio—. Enséñame lo que me importa. Está bien si no eres experta, supongo que no recibiste lecciones de esto, el clan Katō es muy conservador —al verla jadear como un conejo asustado arqueó la ceja—. ¿Me escuchaste, Akiko?.
La rubia apretó los puños, lejos de sentirse triste estaba enojada, pues creyó que el hombre era distinto a lo esperado, fue tan amable todo el tiempo. Akiko suspiró mientras las lágrimas se concentraban en sus pestañas ganado la angustia de Gojo. La menor comenzó a levantar su blusa.
El albino la detuvo con un movimiento firme que lastimó su brazo izquierdo—. Dios santo, si no entiendes lo que te pida, pregúntame. No soy esa clase de hombre, no tengo la necesidad de comprar a una prometida para fines sexuales —respondió con obviedad. Suspiró antes de secar la única lágrima que llegó al mentón de la menor—. ¡Me refería a tu técnica maldita!, Tu clan es descendiente del gran clan Kamo.
La de ojos zafiro procesó la información al mismo tiempo que sus mejillas se teñían de rojo por la vergüenza. Era raro, pero Gojo también tenía cierto pigmento carmín en las orejas—. Solo sé lo básico que me dijeron los ancianos del clan. La técnica no aparece en tres generaciones a la vez, y utiliza mucha energía maldita para hacerla funcionar.
El de ojos cielo hizo una mueca—. ¿La usaste?
—No, tampoco he visto la técnica —dijo más calmada—. Es la manipulación de glóbulos rojos en su estructura básica —se quedó en silencio un segundo por el creciente bochorno.
Gojo asintió aún si alejar su mano de ella—. ¿Incluso los de la médula ósea? ¿Los reconstruye también?
Akiko asintió—. Eso creo, quisiera ser de ayuda ya que pagaste mucho por mí pero por ser mujer nunca me dejaron practicar hechicería.
Gojo frotó sus dedos en sus sienes—. Malditos vejestorios, bueno de igual forma serías inexperta a esa edad —pues él sabía que no todos eran Gojo Satoru—. ¿Te gustaría aprender?
La de ojos zafiro lo miró sorprendida, más bien por su facilidad para hacer cualquier cosa, incluso ser insolente—. ¿Puedo hacerlo? ¿Crees que puedo ser una hechicera?
El albino se quedó callado hasta que no pudo soportar más y estalló en risas, tocó su abdomen por el dolor en esa zona, una vez pudo recuperar la postura habló adecuadamente—. Estoy seguro que puedes hacer cualquier cosa que te propongas.
Akiko perdió noción del tiempo, de sus propios pensamientos también, el hombre frente a ella era el culpable. Nunca sintió atracción por otras personas, en su clan eran todos nefastas personas, pero él era cálido, lo respetaba y anhelaba ser importante para Gojo.
—Si quiero serlo —exclamó en tono serio—. No sé qué pasará con mi vida, pero quiero dejar de tener miedo.
El albino alzó las manos alegres—. Muy bien, empezamos mañana.
—Gojo-san…ya son casi las ocho —murmuró la menor, de paso aprovechó para detallar mentalmente el hermoso rostro del joven. Era la persona más preciosa que jamás conoció, y también el hombre más fuerte de la hechicería—. Gojo-san, ya hice el desayuno.
El albino abrió lentamente los ojos encontrando las lagunas azul rey de la menor—. ¿Qué dices?
—El desayuno, lamento no avisarte antes de tomar las cosas de tu refrigerador —murmuró avergonzada. En el fondo no estaba tan apenada por la idea de que ese gran hombre probaría su comida.
El mayor se levantó del sofá buscando sus gafas—. Gracias, me quitaste esa duda.
—¿Duda? —preguntó Akiko.
Gojo se estiró haciendo que todas sus articulaciones (o la mayoría) sonarán alto—. Sabes cocinar, eso es fantástico, creí que debía preparar siempre la cena.
—En el clan siempre cocinabamos las mujeres, no me molesta cocinar para tí, Gojo-san —dijo siendo audible para el otro adolescente—. Después de todo, tú me proporcionas techo.
El de contextura musculosa caminó perezoso hasta la mesa donde pudo ver un desayuno ligero típico (cosa que odiaba) y decidió probarlo en silencio hasta que sus papilas gustativas entraron en contacto—. Esto está muy rico, me sorprendes, uno pensaría que solo eres una cara bonita.
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—¿Solo eres una cara bonita? —preguntó serio—. Dale otra vuelta al parque.
La rubia jadeaba apretando sus muslos por frustración—. Esto no tiene mucho que ver con la hechicería, Gojo-san.
—No, pero eres débil, debes ser fuerte en todos los aspectos, físico, mental y claramente en el manejo de la energía maldita —respondió alegre—. Creo que te estoy subestimando, dale otras dos vueltas. Si te desmayas, te llevaré a casa.
La más baja suspiró limpiando el sudor de su frente—. De acuerdo —ajustó la coleta que usaba y comenzó a trotar nuevamente por el perímetro del parque frente al edificio donde dormía. De reojo vió a Gojo aplaudirle, lo que la llevó a sonrojarse aún más.
“Tú si eres una cara bonita” pensó al mismo tiempo que su corazón se aceleraba por el ejercicio
Notas
Chance no lo notan, pero le cambié el nombre a la prota.
-Honey
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