Do you feel me now?

Advertencias: Mención al abuso infantil, maltrato y machismo.

~•~

La joven una última vez como le quedaba el vestido que Gojo envió para ella. Ya estaba prácticamente lista para salir de la residencia—. No puedo creer que de verdad debo ir...

—¿Vas a salir? —preguntó Naoko tratando de apartar la vista de la menor—. No olvides que mañana tenemos que ayudar a Nanami-san con una misión, así que no llegues tarde…y te ves hermosa —dijo antes de avanzar por el pasillo y encerrarse en su habitación.

La rubia sonrió y salió tambaleándose sobre los únicos tacones de correa que tenía, avanzó hasta la entrada donde espero más de media hora hasta que un auto negro se detuvo frente a ella.

—¡¿Sabías que los dangos subieron de precio?! —Gojo Satoru ni siquiera se molestó en saludarla antes de abrir la puerta del asiento trasero—. Que mal está la economía, ahora valen más de 150 yenes.

Akiko se quedó callada tratando de no dejar ver su fascinación por lo guapo que lucía en ese traje gris. Apretó los labios y volteo hacía en conductor—. Buenas tardes —se sintió más incómoda al ser ignorada.

Gojo entrecerró los ojos—. Sabes que él no hablará contigo hasta que yo le de permiso ¿cierto? —la menor esperó a que Gojo dijera algo más, tal vez darle permiso a su chofer para al menos contestarle el saludo—. No dejaré que hables con él, consíguete a tu propio chofer.

“¡Que maleducado!” pensó la rubia. Arregló su cabello de lado—. ¿Para qué es la reunión?

Gojo hizo un puchero—. ¿No confías en mí? —al verla asentir sonrió orgulloso—. Solo quieren molestarme porque ya terminé la preparatoria y esperan que me una con alguna de sus mujeres, no tengo problema con estar rodeado de mujeres bellas pero son muy insistentes, la última vez me encerraron con una señora por dos horas.

La menor ladeó la cabeza—. Bueno, quieren asegurar un buen trato, después de todo eres el gran Gojo Satoru.

Las palabras “El gran Gojo Satoru” hicieron que algo nuevo creciera en el albino, ego y arrogancia combinados solo por la oración de Akiko—. Dilo otra vez.

—¿Qué cosa? —preguntó la rubia confundida por el repentino color rojo en las orejas de Gojo—. ¿Te sientes bien? creo que vas a pescar un resfriado.

Negó y bajó la cabeza—. Olvídalo. Como sea, me ayudarás cuando veas que traten de ofrecer un compromiso, solo toma mi brazo y diles “ATRÁS GATAS ROMPEHOGARES, ESE HOMBRE ES MÍO”.

La de ojos zafiro se sonrojó violentamente—. ¡¿Debo decir eso?!

—Claro, lo harás porque es necesario —”porque me gusta” pensó el mayor—. Vamos, seguramente será más divertido si te esfuerzas por molestar a los viejos.

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El evento era más pretencioso que nada de lo que Akiko hubiera visto, pero claro que con casi un año dentro del mundo de la hechicería no había visto mucho.

Las miradas que le dieron eran en su mayoría de repudio, como si la odiarán solo por existir, y las otras pocas eran libidinosas. Definitivamente no estaba preparada para ser la discordia sin motivo aparente.

—Gojo-san, que bueno pudo venir —dijo uno de los ancianos del clan Zenin—. Te enviamos un regalo por tu graduación, esperamos que te gustara…

El más alto lo interrumpió—¿Cuál de las cosas aburridas que recibí fue? Bueno, no importa, las tiré.

Akiko tenía la boca abierta por su arrogancia y falta de vergüenza. Pero le sorprendió más que nadie se atreviera a regañarlo, en parte era porque era hombre -especialmente el hombre más fuerte-. Se inclinó levemente saludando al anciano—. Buenas tardes, soy Akiko Katō, tendré dieciséis años en unas semanas…

El mayor le dió un vistazo—. Oh, eres del clan Katō, no sabía que dejarán a las mujeres estudiar hechicería, el mundo está de cabeza.

Gojo frunció el ceño—. No las dejan, pero ya que ella es mi prometida puede hacer lo que quiera, ¿No es así amor?

“¡Ese apodo no era necesario!” pensó la más baja. A lo lejos pudo ver a una joven quizá unos años mayor que ella, y se alegró por un segundo por no ser la única mujer ahí, pero de inmediato experimentó cólera, pues uno de los ancianos la tomó del brazo y la arrastró a su lado.

Gojo siguió evadiendo sus pláticas aburridas, y para no incomodar a la menor le hizo unas señas para que se alejará y pudiera disfrutar de la comida. Akiko trató de probar algunos de los bocadillos, pero vagamente recordó que a las mujeres no se les permitía hacerlo, tampoco hablar sin permiso.

Solo una hora ahí la dejó exhausta, ahora entendía la insistencia de Satoru para llevarla. Se acercó nuevamente a su prometido para no dejarlo solo, pero antes de llegar a él, uno de los ancianos empujo -arrojó literalmente- a la otra joven a los brazos de Gojo.

—¿Ella no es un encanto? tiene veinte años, definitivamente está en la mejor edad para tener bebés —sonrió como si no estuviera humillando a su propia sangre, pues esa era su sobrina—. Es virgen, y nos encantaría que sea tomada como su esposa, Gojo-san.

El albino se quedó inmovil, y desvió la mirada a la pelinegra de ojos oscuros—. ¿Cómo te llamas?

—U-Ueno Kamo —dijo en un hilo de voz.

El joven asintió—. No te ofendas, ya tengo una prometida, pero otros hombres serán afortunados de conocerte —y así suavemente la apartó, fue amable porque sabía perfectamente que estaba siendo obligada.

El anciano bufó—. ¿La niña del clan Katō? oh, ella no es apropiada para usted, su familia se enfrenta a la extinción, es lo que se merecen por robar una de las técnicas del clan Kamo, un manejo vulgar de sangre. Todas las mujeres de ese clan están arruinadas

Akiko podía sentir la ira subir hasta su cabeza con cada paso que daba, pues hombres como ellos arruinaba a las mujeres como ella, las dañaban y después las ofertaban como ganado—. Yo soy apta para lo que quier-

Satoru quitó sus gafas rápidamente—. Estás hablando de la mujer que amo, ¿Sabes que ella es mía ahora?

La rubia apretó su brazo según su plan inicial y cerró los ojos—. ¡Y-yo amo mucho a Satoru! ¡Es mío, rompehogares! —el silenció fue abrumador hasta que Gojo se soltó a reír a carcajadas ruidosas.


Akiko seguía tan avergonzada que sus manos sudaban, su cara y cuello estaban rojos. A su lado, Gojo seguía retorciéndose de risa prácticamente acostado en el asiento trasero.

—Y-y cuando dijiste rompehogares, hubieras visto su cara —dijo entre jadeos mientras apretaba su estómago por el dolor de reír tanto, sus ojos también tenía unas lagrimitas—. Fue tan divertido.

La joven de por sí ya estaba a nada de saltar del auto por pena, cuando su estómago soltó un gruñido. “Tragame tierra” pensó.

—¿Tienes hambre? Vamos a comer algo —Gojo le ordenó a su chofer detenerse en algún restaurante—. ¿Por qué no comiste? ¿No te gustó la comida?

Katō negó—. A las mujeres no se les permite comer durante las reuniones importantes…

Gojo abrió los ojos sorprendido, ni siquiera lo había notado—. Esas son reglas estúpidas, aunque no importa, seguramente su comida no era tan buena.

El primer establecimiento de comida fue un McDonalds, así que sonrió ante la ironía de ir vestidos tan elegantes. Dejó a la mejor hasta una de las mesas mientras le pedía su comida, también invitó a su chofer, pero el hombre negó tal amabilidad y los esperó en el auto.

El sol ya se estaba poniendo, los colores naranjas pintaban el local casi vacío. La de ojos azul zafiro suspiró, cada segundo rodeada de esos altos mandos la llenó de recuerdos de su propia crianza en su clan; la vez en la que observó como la esposa del líder fue brutalmente golpeada frente a ella solo por decir algunas palabras sin autorización, o el día que vertieron agua hirviendo sobre una de sus primas lejanas por intentar huir.

Su piel sintió cada golpe nuevamente, cada patada y bofetada, su estómago tenía un vacío enorme, y su garganta estaba seca. Revivió cada abuso a la perfección, trató de no vomitar al recordar cómo su abuelo le susurró todas las cosas que le hizo a su madre, incluida su concepción.

No se lo había contado a nadie, ni siquiera a Gojo, pero justo antes de conocerlo, el anciano le sonrió casi amorosamente. “Si te soy sincero, no quisiera que te comprometas con Gojo Satoru, ya quiero probar tu piel”. Ella era su nieta, y su propia hija…y él aún así…

—¿Por qué lloras, Aki-chan? —la voz de Gojo la hizo girar en su dirección—. ¿Tienes tanta hambre que lloras?

Akiko limpió sus lágrimas violentamente—. Solo fue el polvo. Gracias por traer la comida.

El mayor se acomodó frente a ella mordiendo su hamburguesa. No era mucho de hablar, pero la joven era cercana a él—. Sé que es aburrido y horrible estar con esos vejestorios, pero no me sentí solo.

La más baja asintió—. Pudiste rechazar sus propuestas como lo hiciste con Ueno-san.

Gojo sonrió ocultándose detrás de una servilleta—. Bueno, es verdad solo necesitaba apoyo. Hace unos años obligaron a una mujer a tratar de seducirme, al final me ofreció sexo oral, ewww.

Aki arqueó las cejas—. Eso es horrible.

—La peor parte es que tenía doce —dijo el mayor con falsa indignación—. Me alegra que vinieras conmigo, tenía un poco de miedo, pero verte ahí luciendo linda me hizo recordar que esos ancianos morirán, y sólo quedarán personas mejores de las que criaron. Mi plan era matarlos y devastar los clanes, pero decidí que era mejor cambiar las ideologías dentro de la hechicería.

Con una gran sonrisa, Akiko tomó su mano suavemente entrelazando sus dedos—. Eso es un maravilloso plan.

Satoru se ahogó con su bocado empezando a toser mientras giraba la cabeza avergonzada—. M-mierda —dijo antes de tomar su soda desesperado.

—¿Estás bien? —la menor soltó su mano y se puso de pie para darle unas palmadas en la espalda, pero eso solo hizo que Gojo estuviera más apenado.

Con la cara roja tapó su boca aún tosiendo—. Solo termina tu comida, Aki-chan.


Amé escribir este capítulo, estos dos son tal dulces (tuvieron una cita en el Mcdonald's) . Ay no, Akiko tiene uno de los pasados más crudos que he escrito, y planeo seguir adentrándome en sus experiencias traumáticas.
-Honey

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