𝐬𝐢𝐱𝐭𝐞𝐞𝐧
El constante compás de la batería energiza los sentidos de todos en el garaje de la familia Valensi, ello luego de que Julian le explicara una y otra vez sus intenciones creativas a Fabrizio, quien eventualmente lograría capturar la idea, traduciéndola en una considerable base para la meticulosa composición del moreno. Atrás se habían quedado los días de falta de inspiración y sus bajas emocionales, ya que, nuevamente había encontrado su camino y, para mejor, Sam, el ya más establecido novio de su madre, se había acercado a él con una muy buena idea cual dejaría conforme a todos, incluyendo a su padre; Julian buscaría estudiar una licenciatura en artes musicales en la universidad Five towns de Nueva York, ello dependiendo en gran medida de su desempeño en sus exámenes GED. Por lo tanto, ahora todo recaía en él, pero, en buen sentido, ya que, gracias al siempre infalible apoyo de sus más cercanos amigos, él se sentía capaz de lograr cualquier meta.
―... Entonces, por ahora, sólo mantengan esa melodía en sus mentes mientras continúo trabajando en otros acordes ―dice distraído en su reloj de muñeca. Nick y Fab comparten una incrédula mirada.
―¡Esta mierda es perfecta!
―No aun ―refuta Jules con una sutil sonrisa ladina mientras busca dentro de su bolso, dejando a la vista un mediano paquete con envoltura rosa coral. Nick luce curioso.
―¿Para mí? ¡no deberías!
Julian le ignora y rueda los ojos, sin embargo, pronto parece genuinamente extrañado por la distante actitud de Fab; el rizado se mantenía ensimismado estudiando lo que él le había entregado hace un rato.
―¿Todo bien, pequeño Fab?
―¡Oh! Si... Si... ―dice luego de un respingo cual casi causa que él dejase caer sus baquetas. Nick arruga el ceño y comparte una cómplice mirada con Jules.
―Ya ¡Habla! ―insiste el ojiazulado.
―Estoy bien...
―Nunca estás tan callado y menos tranquilo. Eres hiperactivo como un maldito Chihuahua ―interviene Julian mientras empaca su bajo y guitarra. Fabrizio frunce los labios antes de confesar.
―Bueno... ―titubea cabizbajo―. Es solo que June parece estar molesta conmigo o algo y no tengo la menor idea de qué puede ser. Juro que no le he hecho nada... Pero es probable que sea mi culpa de igual forma y es por eso que me evita ―explica negando ligero―. Se suponía que hoy saldríamos, pero canceló hace unos días y no ha respondido ayer u hoy el teléfono. Hemos salido por un mes y medio, aun así, a veces siento que no sé cómo agradarle...
―Esa es solo "clásica June" ―suspira Jules, cansado―. ¿Sabes qué día es hoy, querido Fab?
―¿Sábado? ―consulta dudoso. Jules alza una petulante ceja―. ¡Abril! ¿Doce?
―Es su puto cumpleaños.
―¡Oh, mierda! ―ríe un burlesco Nick y Fabrizio luce realmente abatido en un parpadeo.
―¡Nunca se me ocurrió preguntarle eso! ―se lamenta mientras el ojiazulado continúa riendo a carcajadas. Julian se limita a vestir su chaqueta de cuero y cargar su guitarra sobre el hombro―. ¡Debe estar tan enojada conmigo!
―Claro que no ―discute el moreno―. Ella nunca dice su fecha de cumpleaños, de hecho, detesta la atención. Así que la poca insistencia resultó en que June pudiese omitir el tema por tanto tiempo ―Julian guarda el rosa paquete dentro de la funda de su bajo, ello ante la fija mirada de Fab―. Actúa con naturalidad y nadie saldrá herido ―aconseja irónico―. Y hablo de precaución con tus sentimientos, porque ella, cuando quiere, es de acero.
El moreno no tarda en dejar el hogar de su amigo y se apresura hasta el propio en donde deja sus instrumentos, se da una ligera ducha y viste los mismos vaqueros azules rasgados que llevaba temprano, pero, combinados con una playera blanca y Converses negras de lona esta vez, ya que, como habia decidido continuar creando su independencia, trabajaba aquella noche en el Catalyst y pretendía estar cómodo. Desde hace dos semanas que June había renunciado voluntariamente a ese empleo, ello gracias al patrocinio de Jeannette, la madre de Julian, quien, al realizar la positiva influencia de la chica en el anterior y futuro desempeño académico de su hijo, decidió hacer de los tutelajes tema oficial y justamente remunerado, liberando de esa manera a la pelirroja de su cansador empleo en el bar.
Julian había visto a su amiga el jueves luego de una de sus programadas clases en el hogar de él, aun así, nada más que la costumbre le habría podido hacer presagiar su mal ánimo esta vez, sobre todo con Fabrizio, quien tenía el potencial de alegrar el peor día de cualquiera, mucho más un indeseado cumpleaños. Así es como él se motiva a dejar su hogar más temprano que de costumbre para desviar su camino hasta el apartamento de su amiga, a cuyo edificio ingresa sin más y toca directamente a la puerta.
―Hola ―dice Marcus al abrir, vistiendo la misma expresión desconfiada con la cual le saludaba cada vez que le veía.
―Hey ¿está June?
―No ―responde de inmediato y se mantiene serio, contemplativo de Jules, sin embargo, pronto un curioso Ian se une en el umbral.
―¿Traes más macarrones con queso?
―No, pero podría darles dinero para que compren si me dicen dónde puedo encontrar a su hermana.
―¡Está en su habitación! ―dice el más pequeño sin siquiera pensarlo y su hermano suspira profundo, frustrado. Julian entorna sus ojos y observa condescendiente a Marcus.
―June no quiere ver a nadie.
―Sabes cómo es durante su cumpleaños, Marcus. Vamos, déjame pasar. Ella querrá verme ―insiste seguro y extendiendo un billete de veinte dólares en su dirección―. No quiero el cambio.
Ian, entusiasmado con la idea de golosinas, patalea sobre sus pies y su cansado hermano recibe sin mucha delicadeza el soborno, pronto saliendo del lugar con el pequeño para así comprar lo que se les diese la gana. Julian, en tanto, satisfecho consigo mismo y su ingenio, se adentra en el hogar sin más preámbulo y camina hasta la habitación de June en donde ingresa sin molestarse en tocar a la puerta.
―¡Qué decepcionante! ―se lamenta al encontrar a su amiga aun en su pijama de franela blanca, sentada sobre su cama, leyendo un grueso libro y habiendo amarrado su ahora largo cabello en un desordenado bun.
―¿Pero qué...? ―musita desconcertada, más colorada de lo común. Julian ignora su reacio semblante, deja su bolso a un lado y se lanza sobre ella a peso muerto, aplastándola considerablemente bajo de sí―. ¡No... no puedo respirar!
El risueño moreno se hace a un lado y ella escapa a un costado, aun algo sofocada.
―Pensé que este año tendrías una mejor razón para escapar a esta costumbre de mierda de ocultarte para tu maldito cumpleaños.
―No es la gran cosa si nadie lo recuerda.
―Nadie lo recuerda porque te niegas a que el resto lo sepa ―refuta sarcástico, notando pronto que ella lucía insegura e intentaba ocultar su cara en la oscuridad de su cuarto a penumbras por las cerradas cortinas―. ¿Qué te pasa?
―Nada.
La chica, reluctante, reposa su mentón sobre su propio hombro, así que Julian intenta acercarse más para su enojo, pronto siendo doblegada en sus esfuerzos por él quien se cambia de posición en el colchón para poder observarla con mayor atención: Sus mejillas habían sido víctimas de un brote de acné cístico.
―¿Te ocultas por tu piel? ―consulta él, genuinamente desconcertado y ella le empuja con brusquedad, pero su amigo no la deja alzarse desde el colchón y la abraza con fuerza―. Ya lograste mantenerle a raya durante un tiempo, quizá ahora debes buscar otros métodos ―ella no responde, aun intentado zafarse del agarre, aunque él no cede―. También tengo acné, por si no lo había notado, así que sé lo mierda que es vivir con piel delicada.
―No es lo mismo.
―No. Porque si yo usara maquillaje para ocultarlo, hombres inseguros intentarían partirme la cabeza mientras estoy borracho o camino tranquilo por la calle.
―No es sólo eso ―insiste la pelirroja, al fin cediendo y consolándose a sí misma al dejar reposar su cabeza sobre el pecho de él―. Mi tipo de acné es doloroso y dejará cicatrices horribles si no continúo tratándolo con productos carísimos... Cuales, aparentemente, tendré que reevaluar y aumentar ahora ―la chica alza su mirada; ella no parecía triste, sino que molesta―. En cambio, tu acné es debido a que sólo te lavas la cara en la ducha con el mismo maldito jabón que ocupas para limpiar tu trasero.
―Si ¿y qué? ―responde instintivamente a la defensiva, causando que cualquiera fueran sus pesares, se esfumaran de manera instantánea debido a la risa. Los amigos no pueden evitar reír a carcajadas y retorcerse sobre la cama, ya que, después de unos segundos, más que la broma y la actitud de respuesta, la risa había evolucionado a sólo espasmos debido a su duración y contagio mutuo.
―¡Eres un cerdo...!
―Bueno, al menos yo si me duché hoy ―refuta soltando el cabello de ella con poca delicadeza, robándose sin querer un par de enredados cabellos naranjas―. Y, creo muy probable que con una debida ducha, un vestido además, si quieres, algo de maquillaje, lucirás suculenta.
―¿Para quién?
―Fab. De seguro ya debe estar en camino.
―¿Le dijiste sobre mi cumpleaños?
―Tuve que hacerlo. Él parecía un alma torturada al no saber qué diablos sucedía contigo.
―Oh... ―musita culposa.
―El pequeño Fabrizio es muy bueno para este mundo ―continúa mientras se inclina hacia el piso y alcanza su bolso desde donde saca una mediana caja de envoltura rosa coral―. Ten. Feliz cumpleaños.
La sorprendida pelirroja sostiene un mechón de su alborotado cabello tras su oreja y recibe el regalo, pronto abriéndolo y no pudiendo creer lo que veía: Una cámara digital.
―Esto es demasiado... ―suspira no siendo capaz de abrir la caja que contenía el nuevo modelo de cámara fotográfica―. Jules... Esto es un mes de sueldo...
―Sólo quiero oír gracias.
―Pero...
―¡GRACIAS, JULES, ERES EL MEJOR! ―exclama él para no permitirle hablar―. ¡OH, SI! ¡SI, LO SOY!
―¡Calla! Pareces un loco... ―le reprende ella, aun con una brillante sonrisa adornando sus labios mientras contempla la cámara cual ya comenzaba a sacar desde su empaque. Julian le observa conforme en junto y reposa con ternura su cabeza sobre el hombro de la chica.
―Se supone que tiene una gran definición, así que te permitirá sacar buenas fotos con poca luz. También tiene un zoom que muestra hasta el alma y graba videos ―explica ahora algo distraído por el suave aroma del cuello de su entusiasmada amiga―. Lo único que te pediría a cambio sería que, dentro de lo posible, pudieses documentar las presentaciones que hagamos con la banda en un futuro cercano.
June asiente y no puede evitar abrazar a su amigo con genuino cariño. Ella, luego de que su cámara fuese rota debido a un accidente por parte de Ian hace un año, continuaba ahorrando en secreto para comprar una nueva, sin embargo, ciertas dificultades económicas en casa le habían impedido priorizar su más antiguo hobby, por lo mismo, aquel desinteresado gesto por parte de Julian la conmovía en lo más profundo.
―¿Vas a llorar? ―consulta él, realmente sorprendido, pero más curioso que nada. Ella, de cristalina mirada, niega orgullosa.
―Claro que no ―le empuja a un lado y nuevamente concentra su atención sobre la cámara, para su sorpresa logrando prenderla sin necesitar conectarla primero―. Esto luce tan bien... ―se maravilla mientras enfoca a diferentes puntos de la habitación. Jules se alza energético y abre las cortinas para permitirle a la luz natural inundar el espacio―. ¡Mantente ahí! ―le advierte ella y él obedece, pronto quedando inerte sobre su posición, casi como un maniquí.
―¿Soy tu primer beso y primera fotografía digital?
―Así parece ―responde la chica, distraída analizando la instantánea en la pequeña pantalla. Jules se le une y toma puesto junto a ella.
―Ahora una de ambos ―propone, pero ella niega certera―. ¡Oh, vamos!
―Al menos quiero aplicarme algo de maquillaje sobre mis mejillas...
―¡Para nada! ―reclama―. Si quieres, después hazlo. Ahora, para una simple foto conmigo, no es necesario ―finaliza tomando control de la cámara y abrazando por sobre sus hombros a June, sacando un par de fotos de manera tan rápida que estas salen en su mayoría borrosas, las más nítidas siendo: Una de ellos riendo algo distorsionados, la segunda haciendo caras, la tercera él besando la mejilla de ella y la última ambos sonriendo adorables en dirección al lente.
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