xxxix. Kissing tree
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Capítulo Treinta y nueve| Árbol de los besos
No pudo haber sido el mejor padre, pero no mentía cuando decía cuánto se arrepentía de haberse mantenido alejado de su hija. Pero el arrepentimiento no era suficiente. No cuando su ausencia había sido una sombra alargada en la vida de Bridget, un recuerdo de promesas rotas y despedidas sin aviso. Se había ganado su odio y su rencor, no solo por haber desaparecido, sino por la indiferencia con la que lo hizo.
La había decepcionado en todas las formas posibles. No solo a ella, sino también a su madre. Rafaella le había perdonado más veces de las que podía contar, siempre con la esperanza tonta de que él cambiaría, de que el hombre al que alguna vez amó regresaría a casa entero, sin los labios manchados de otras mujeres ni el olor de un hogar ajeno en su piel. Pero nunca lo hizo.
No se detuvo.
No le importó.
Siguió defraudando a su familia hasta que un día simplemente no volvió.
Bridget dejó de esperarlo con el tiempo. Aprendió a guardar sus preguntas, a tragarse los "¿A dónde se fue?" ya borrar de su memoria la imagen de un padre que nunca fue más que un fantasma con su nombre. Pero la ausencia se sintió como un fuego lento quemándole el pecho, como un vacío imposible de llenar.
Crecer sin él significó aprender a soportarcerse antes de tiempo.
Significó secarse las lágrimas solas.
Significó que cada vez que veía a una niña tomada de la mano de su padre, sintiera que una parte de ella se rompía un poco más.
Pero lo peor de todo fue el momento en que dejó de doler.
Cuando su nombre ya no le quemó la garganta al pronunciarlo.
Cuando comprendió que, en realidad, nunca estuvo.
Que nunca hubo un padre al que extrañar.
La presión de su madre no le dejó opción. Bridget tuvo que aceptar quedarse en la casa de Fred, aunque la sola idea le revolvía el estómago. No era su hogar, nunca lo sería, pero Rafaella insistió en que era lo mejor. Solo por unos días, hasta que regresara de su viaje de negocios. Un viaje que, como siempre, se extendió más de la cuenta.
Las maletas de Bridget quedaron junto a la puerta durante las primeras noches, como un recordatorio de que su estadía no era permanente, aunque con cada día que pasaba, la posibilidad de marcharse parecía más lejana. La casa de Fred era demasiado ordenada, demasiado fría. No había rastros de ella en ninguna parte, solo la extraña sensación de estar ocupando un espacio que no le pertenecía.
El silencio era incómodo, pero lo prefería a las conversaciones vacías. Fred intentaba actuar como si todo estuviera bien, como si su presencia no reavivara viejas heridas, como si no fuera él quien había elegido desaparecer cuando más lo necesitaba. Bridget evitaba mirarlo demasiado, evitaba hablar más de lo necesario, evitaba cualquier cosa que pudiera hacerla sentir que aquello era más que un simple acuerdo temporal.
Pero los días seguían pasando, las llamadas de Rafaella se regresaban más escasas y las excusas más vagas. Bridget dejó de contar los días y se limitó a existir entre aquellas paredes ajenas, recordándose a sí misma que, tarde o temprano, su madre regresaría. Que esto no era para siempre.
Aunque, en el fondo, una parte de ella temía que sí lo fuera.
"Al menos tengo a Jim".
Desde que se alojó en la casa de Fred, el azabache venía todas las noches, trepando por la ventana mientras la pelirroja aseguraba la puerta con el pestillo. No podían evitarlo. Ninguno de los dos dormía bien si no estaban juntos. Pero, extrañamente, Bridget siempre despertaba con el cuerpo agotado y unas ojeras marcadas. No lo entendía. Se suponía que ahora descansaba mejor, que no tenía que preocuparse por nada... ¿Por qué cada vez que despertaba se sentía aún más cansada?.
Pasó las manos por su rostro, tratando de despejarse, y volvió a concentrarse en su tarea. Sus amigos estaban lidiando con unos cuantos Gumm-Gumms, y aunque Bridget quiso ir, su cuerpo simplemente no se lo permitió. Se sentía demasiado débil, tan cansada que incluso Jim le sugirió que se quedara en casa. Y para colmo, ahora tenía una extraña alergia o gripe, igual que Clara.
Un ruido en la ventana la hizo voltear de inmediato. Sonrió al ver a Lake asomándose, aunque no llevaba un buen aspecto.
—Pasa —le indicó con un gesto, conteniendo una risa. Volvió la vista a su computadora—. Deberías considerar entrar por la puerta.
Jim sonrió divertido.
—Y te recuerdo que Fred sigue creyendo que necesitas terapia psiquiátrica —agregó con burla, alejándose de la pantalla para verlo mejor. Su sonrisa se desvaneció al notar los rasguños en su rostro—. Jim... —murmuró, poniéndose de pie—. ¿Qué pasó? ¿Estás bien?
—Estoy bien —respondió él en un susurro, dejándose caer en el pequeño sillón de la habitación—. Deberías ver cómo quedó el otro.
—¿El otro?
—El Gumm-Gumm.
Bridget estaba por replicar cuando la voz de Fred se escuchó del otro lado de la puerta.
—Oye, hija, ¿quieres un poco de chocolate? Jocelyn preparó un poco.
La pelirroja se levantó de inmediato, mientras Jim se escondía detrás del sillón en un movimiento automático.
—No, papá, no quiero chocolate —respondió, asomándose lo justo para que Fred no viera el resto de la habitación—. En serio, tengo dieciséis años.
—Bueno... la semana pasada alguien me dijo que su fantasía era vivir en una casa de chocolate —bromeó el mayor.
Bridget mantuvo su expresión seria.
—Pues qué impráctico —soltó con ironía, cerrando la puerta sin más. Luego, en un movimiento automático, la volvió a abrir—. Muy importante.
— ¿Casa de chocolate? —preguntó Jim, asomando la cabeza con diversión.
Bridget rodó los ojos y suspiro, antes de volver a abrir la puerta.
—Perdón —murmuró, sin mirarlo directamente.
Fred sonrió con suavidad.
—Está rico.
—Hoy no puedo... —se apresuró a decir Bridget, pensando rápido—. Hoy no puedo beber chocolate porque... tengo unos cólicos horribles.
Fred parpadeó un par de veces, claramente incómodo con la información.
—Ah...
—Y tengo ganas de vomitar, y quiero llorar, y es brutal. Ya no te digo más. Créeme, está feo.
—Sí, claro —respondió él, asintiendo con una sonrisa nerviosa.
—Gracias —murmuró la pelirroja con una sonrisa, antes de cerrar la puerta de una vez.
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
Pasados unos minutos, Bridget se dedicó a limpiar y curar las heridas de Jim. La mayoría estaban en su rostro, pero también tenía algunas marcas en el pecho. No podía negar que cuando él se quitó la camisa, sus mejillas ardieron de inmediato. Tal vez Jim no era exageradamente musculoso, pero el entrenamiento como Cazatroles le había dejado un cuerpo definido, con un abdomen marcado.
Jim notó su sonrojo y sonriendo con ternura. Para calmarla, inclinó la cabeza y dejó un suave beso en su frente.
Bridget esbozó una media sonrisa y finalmente alzó la mirada, dejando que sus ojos se encontraran como siempre. El azabache dejó de jugar con un mechón de su cabello y empezó a acercarse, rozando poco a poco sus labios.
—Quieto, campeón —murmuró la pelirroja, separándose unos centímetros.
Jim dejó escapar una risa suave, negando divertido.
—¿Cómo me dijiste? —repitió con una sonrisa, deslizando una de sus manos detrás de su cuello para acercarse más—. Solo bésame —susurró, acariciando sus labios con los suyos.
Bridget negó con la cabeza, sonriendo con dulzura, pero su expresión se fue desvaneciendo poco a poco.
—Ya sé cómo es esto —susurró, encogiéndose de hombros.
—¿A qué te refieres? —preguntó Jim, acariciando su mejilla con suavidad.
Bridget bajó la mirada y pasó los dedos por su cabello en un gesto nervioso.
—Desde que tengo memoria, mi madre viaja cada que puede —murmuró, apretando los labios—. Y siempre, desde que tengo memoria, me pregunto si un día ya no va a volver.
Un nudo se forma en su garganta. Jim entendía ese sentimiento mejor de lo que ella creía.
—Lo entiendo —susurró, tomando su rostro entre sus manos.
Sus pulgares trazaron pequeños círculos sobre sus mejillas mientras la miraba con intensidad.
—Escucha, debo ponerle un alto. Debo hacerlo porque fui yo quien ocasionó todo esto —dijo con un deje de culpa en la voz—. Gunmar está ahí afuera, tomando Mercado Troll, y es mi responsabilidad. Yo debo resolverlo.
Jim bajó la mirada por unos segundos, como si intentara encontrar las palabras adecuadas. Soltó un suspiro y, con algo de esfuerzo, volvió a alzarla para mirarla a los ojos.
—Cuando estuve encerrado en aquella celda, mientras preparaban mi juicio... sucedió algo —murmuró.
Bridget frunció el ceño, notando el tono sombrío en su voz.
—¿Qué pasó? —preguntó suavemente.
James tragó saliva y pasó una mano por su cabello, inquieto.
—El sueño que me mostró Merlín... no era este. No era la realidad en la que estamos ahora. Era... diferente —su voz tembló levemente—. Yo no era el Cazatroles, sino Draal.
Bridget entrecerró los ojos, tratando de comprender.
—¿Draal? Pero eso no tiene sentido...
—Al principio todo parecía ir bien, pero luego... Bular y Strickler lograron abrir el puente y liberaron a Gunmar. Arcadia estaba en llamas, Bridget. Todo se convirtió en un infierno.
La pelirroja sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—Jim...
El azabache presionó la mandíbula, sus ojos reflejaban un dolor profundo.
—Y tú... —su voz se quebró levemente—. Yo te perdí, Bree'.
Bridget sintió que el aire abandonaba sus pulmones.
—Moriste en mis brazos.
La pelirroja sintió cómo su corazón latía con fuerza, golpeando con intensidad contra su pecho. Sus manos comenzaron a temblar ligeramente mientras sus ojos reflejaban una mezcla de incertidumbre y temor. El joven de cabello azabache tomó sus manos con delicadeza y la atrajo hacia él, envolviéndola en un abrazo protector. Ella escondió su rostro en su cuello, buscando refugio en su calor. Ahora entendía por qué él siempre se preocupaba tanto por ella, por qué evitaba exponerla a cualquier peligro. James tenía un miedo profundo de perderla.
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
Al llegar a la escuela, Bridget se frotó los ojos mientras soltaba un bostezo por cuarta vez. No entendía cómo podía sentirse tan cansada si la noche anterior juraba haberse acostado temprano. Suspiró y decidió ignorar la sensación, aunque un estornudo la sorprendió justo cuando Toby y Jim se acercaban.
—Muy bien, Hart, esta vez no escapé del rocío —se quejó Toby, limpiándose el rostro con una mueca, mientras la pelirroja lo miraba apenada y se disculpaba mientras sorbía la nariz.
—Deberías tomarte la noche libre —sugirió Jim con una sonrisa, abrazándola por los hombros. Bridget se recostó en él con evidente cansancio.
—Imposible, me toca vigilar esta noche y nadie tiene que soportar... —hizo una pausa para estornudar de nuevo y comenzó a toser.
—Ay, por Dios, qué asqueroso —murmuró Toby, alejándose unos centímetros, pero Jim la abrazó con más fuerza, permitiéndole descansar en su hombro.
—Estás trabajando demasiado, la vida es un equilibrio —le dijo el azabache con suavidad mientras tomaba la mochila de su novia, liberándola de la carga.
En ese momento, Darci apareció llamando a Toby. Ambos se miraron nerviosos, sin saber cómo saludarse. Sus ojos se desviaron hacia Jim y Bridget, quienes bromeaban entre sí sin separarse del abrazo. Esta vez, Jim la abrazaba por detrás mientras ella intentaba guardar sus cosas en el casillero. Parecían más amigos que pareja, algo que siempre destacaban: aunque fueran novios, su relación como mejores amigos seguía intacta.
Finalmente, Toby y Darci se limitaron a juntar las manos a modo de saludo. El alboroto de varias chicas distrajo a todos; Mary apareció de repente y, al ver a Bridget acorralada junto a su novio, jaló a Daphne, quien estaba conversando con Allison, la chica de intercambio que Bridget reconoció al instante. Aprovechando que Jim comenzó a hablar con Toby, Bridget se separó de él y siguió a las chicas.
Sin embargo, las perdió de vista por unos segundos y, antes de darse cuenta, chocó con alguien, haciendo que los libros que llevaba cayeran al suelo. Rodó los ojos con frustración y se agachó para recogerlos. Cuando fue a tomar el último libro, una mano se le adelantó. Al alzar la mirada, sus ojos se abrieron sorprendidos al encontrarse con un chico de cabello negro, ojos avellana y mechones azules. Bridget parpadeó, quedándose momentáneamente embobada, mientras un leve sonrojo aparecía en sus mejillas, detalle que ella misma no notó.
—Lo siento, no vi por dónde caminaba —se disculpó el chico con una sonrisa amable. Bridget dejó escapar un pequeño hipo que rápidamente cubrió con su mano, sonriendo nerviosa. El chico soltó una ligera risa mientras le devolvía el libro—. Eres interesante, tú y tus amigas —comentó, mirando por encima de su hombro.
Darci, Daphne, Mary y Clara lo observaban desde unos metros, riendo nerviosas, con mejillas sonrojadas y sonrisas embobadas. Detrás de ellas, Jim, Toby y Logan fulminaban al chico con la mirada. Cuando Jim intentó acercarse, Logan lo detuvo, adivinando que podría empeorar la situación.
—Me llamo Douxie, por cierto —se presentó el chico con una reverencia teatral y una sonrisa encantadora—. ¿Y tú, mi bella dama?
—Bridget —respondió ella, abrazando sus libros mientras sus amigas se acercaban rápidamente y la apartaban un poco.
—¿Y qué te trae por aquí? —preguntó Daphne, jugueteando nerviosa con un mechón de su cabello. Sin embargo, Douxie apenas le prestó atención; su mirada se clavó en otra chica de último año que conversaba con una de sus amigas.
—Yo... —negó rápidamente, sacudiendo sus pensamientos—. Ya viene la Guerra de Bandas. Ash Dispersal Pattern es mi banda, y vamos a arrasar —anunció con confianza mientras entregaba un folleto—. Pero animamos a otros a que lo intenten.
Bridget rodó los ojos, divertida, y se alejó hacia donde estaban su novio y sus amigos, quienes no ocultaban sus expresiones de desagrado hacia el recién llegado.
— ¿Quién demonios era ese? —gruñó Toby en cuanto ella se acercó.
—Douxie —respondió Bridget con un encogimiento de hombros—. Reparte folletos para que algunos se animen a participar en la Guerra de Bandas.
—Genial, justo lo que nos faltaba, un músico misterioso con el ego por las nubes —bufó Logan, cruzándose de brazos.
Jim no dijo nada, pero su mandíbula estaba tensa y sus ojos seguían fijos en el lugar por donde Douxie había desaparecido. Bridget deslizó su mano en la de su novio y le dio un leve apretón, logrando que el chico desviara su atención hacia ella.
—Relájate, campeón. No tengo planes de unirme a su club de fans —bromeó ella con una sonrisa.
Jim suspiro y la miro con ternura, relajndose un poco.
—Más te vale —murmuró antes de besarle la frente. Ella lo abrazó por la cintura recostándose en su pecho, no importaba la cantidad de chicos lindo que podrían estar en la escuela, Bridget siempre tendría ojos para él y Jim siempre tendría ojos para ella.
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A petición de Jocelyn, Bridget se vio obligada a acudir a un chequeo médico debido a su resfriado persistente. Jocelyn temía que pudiera ser contagioso y que su hija menor enfermara, y Fred compartía su preocupación, por lo que terminó sacándole una cita con la doctora Lake.
—Llevas dos semanas con este resfriado —comentó Barbara mientras revisaba a la pelirroja—. ¿Ha tenido algún otro síntoma?
—Si. Para ser honesta, siempre estoy cansada y me cuesta concentrarme —respondió Bridget, sorbiéndose la nariz con una mueca.
Barbara ascendió, terminando su revisión antes de darle un vistazo a los resultados.
—Bueno, según mis pruebas, tu estado de salud es perfecto —anunció, confundiendo un poco a la menor—. Podríamos decir que sufres de "juventitis" —bromeó con una sonrisa—. Pasa todo el tiempo: los finales se acercan, el estrés se acumula y parece que todo es el fin del mundo.
Bridget suspiro y murmuró para sí misma:
—Si tan solo supiera...
Bárbara arqueó una ceja pero no insistió.
—Gracias, señora Lake —dijo Bridget, tomando sus cosas.
—Llámame Barbara —pidió la mujer con amabilidad, y luego, con una ligera sonrisa, preguntó—: ¿Y cómo va todo entre tú y Jim? Siempre que le pregunto, se queda mudo.
Bridget se puso un poco nerviosa y bajó la mirada.
—Va bien —respondió con una pequeña sonrisa—. Es genial.
—Bueno, es porque está rodeado de mujeres geniales —bromeó Barbara con un guiño—. Cuídate mucho, Bridget, y por favor, descansa.
Bridget claramente con gratitud antes de salir del consultorio.
—Lo haré. Gracias, Bárbara.
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Al regresar a casa, Bridget se deslizó a través de la puerta y soltó un profundo suspiro de cansancio. Dejó sus cosas a un lado y se sentó en su escritorio, sacando algunos libros y colocándolos sobre la mesa. Solo faltaban unas pocas semanas para los solicitudes finales, y necesitaba concentración.
Reprodujo una canción aleatoria antes de abrir uno de los libros y comenzar a estudiar... o al menos intentarlo. Sin embargo, algo la distrajo. Al principio, creyó que era su imaginación, pero los murmullos en su cabeza se hacían cada vez más fuertes.
Tronó los dedos mientras hacía movimientos con su cabeza, intentando aliviar la tensión. Su pie golpeaba el suelo con fuerza y su frustración aumentaba. Con un suspiro pesado, pausó la música y se levantó para cerrar las ventanas.
—Tranquilízate, Bridget... —susurró para sí misma, revolviéndose el cabello con desesperación.
Se dejó caer en el borde de la cama y llevó una mano a su pecho. Su respiración se volvió errática. Las voces no cesaban, sino que se intensificaban, susurrando con una insistencia sofocante. Inhaló y exhaló con fuerza, tratando de recuperar el control, pero su pecho se apretaba y su respiración solo se aceleraba más.
—Ya basta... —murmuró, cerrando los ojos con fuerza mientras se agarraba la cabeza con ambas manos.
"Yo regresaré... yo regresaré... yo regresaré, mi avecilla..."
Las palabras resonaban en su mente como una promesa oscura y escalofriante.
—Bree...
La voz de Jim la sacó de su tormento. Se giró de inmediato y lo encontró en la ventana, observándola con preocupación.
—¿Estás...?
No pude terminar la pregunta. Bridget se abalanzó sobre él y lo abrazó con fuerza, cerrando los ojos como si al hacerlo pudiera alejar las voces. Jim suspiro y correspondió el abrazo, recostando su mentón sobre su cabeza en un gesto reconfortante.
Ambos habían tenido una noche difícil. Bridget luchaba con las voces en su cabeza, y Jim, apenas una hora antes, se había enfrentado nuevamente al cuerpo controlado de Draal, casi viéndose obligado a matarlo. Ninguno de los dos tenía la energía para seguir soportando tanto peso sobre sus hombros.
Jim esbozó una leve sonrisa antes de separarse un poco y acariciar suavemente las mejillas de la pelirroja.
—¿Por qué no nos vamos de aquí? —murmuró, con una mirada llena de complicidad.
Bridget frunció el ceño por unos segundos, pero luego sonrió.
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
[♫]
El aire fresco de la noche jugueteaba con los mechones pelirrojos de Bridget, quien sonreía con los ojos cerrados, disfrutando del momento. Iba recargada en el hombro de Jim mientras él conducía su Vespa por las calles silenciosas de Arcadia. El sonido del motor se mezclaba con la brisa nocturna, creando una melodía tranquila que le hizo recordar su primer baile juntos, cuando recorrieron la ciudad de la misma manera.
Jim la observó a través del espejo retrovisor y no pudo evitar sonreír. La luz de la luna iluminaba su rostro de una manera casi mágica, resaltando la paz en su expresión. Se preguntó cómo alguien podía ser tan hermosa sin siquiera intentarlo.
Después de un rato, la Vespa se detuvo en un rincón escondido de Arcadia. Bridget frunció el ceño, algo confundida, mientras miraba a su alrededor. No tardó mucho en reconocer aquel lugar que sus amigas solían mencionar con un tono de emoción: el Árbol de los Besos.
Una sonrisa se dibujó en sus labios justo cuando sintió los brazos de Jim rodeándola por la cintura desde atrás.
—Así que aquí me trajiste... —susurró con diversión, apoyando sus manos sobre las de él.
—Tenía que hacerlo al menos una vez, ¿no crees? —respondió él, inclinando su rostro para dejar un beso en su mejilla.
Bridget cerró los ojos y se giró lentamente en sus brazos para mirarlo de frente.
—Es curioso, ¿sabes? —dijo en un murmullo—. Siempre pensé que este lugar era solo una excusa para que las parejas se besaran.
—Y ahora ¿qué piensas? —preguntó Jim con una sonrisa ladeada, su mirada atrapada en la de ella.
Bridget pasó sus brazos por su cuello y jugó con los mechones oscuros de su cabello.
—Que es la excusa perfecta para hacerlo... —susurró antes de acercarse lentamente.
James la tomó por la cintura y la besó con suavidad, como si el tiempo se detuviera solo para ellos. La calidez del momento se mezcló con la brisa fresca, con el aroma de la hierba y la corteza del viejo árbol que los resguardaba. No fue un beso apresurado ni impulsivo, sino uno profundo, de esos que hablan más que las palabras.
Cuando se separaron, Bridget apoyó su frente contra la de él, sintiendo cómo su corazón latía en sincronía con el de Jim.
—Definitivamente este lugar es especial —murmuró, aún con los ojos cerrados.
—No es el lugar, Bree... eres tú —susurró él, acariciando su mejilla con ternura.
Bridget sintió que su pecho se llenaba de un calor reconfortante, el tipo de sensación que solo Jim lograba provocar en ella.
—Te amo, James Lake Jr. —dijo, con una sinceridad absoluta reflejada en su mirada.
Él claramente antes de besar su frente con delicadeza.
—Sí, yo también te amo, Bridget Amber Hart.
Jim tomó la mano de la chica con delicadeza y entrelazó sus dedos con los de ella, guiándola a través del sendero iluminado por la luz de la luna. La pelirroja lo miró con curiosidad, preguntándose a dónde la llevaba ahora.
—¿A dónde vamos? —preguntó con una leve sonrisa, disfrutando del aire fresco de la noche y la calidez de la mano del azabache.
—Es una sorpresa —respondió él con un brillo travieso en los ojos.
Caminaron unos minutos hasta que llegaron a un pequeño claro escondido entre los árboles. En el centro, un gran roble se alzaba con majestuosidad, su tronco cubierto de un pequeño grabado en forma de corazón con iniciales dentro. Algunas marcas eran recientes, otras parecían haber estado allí por años.
Bridget abrió los ojos con sorpresa.
—Es hermoso... —susurró, acercándose para pasar los dedos sobre algunas de las iniciales.
James se apoyó contra el árbol y la observó con una sonrisa.
—Dicen que las parejas que graban sus iniciales aquí estarán juntas para siempre.
Bridget arqueó una ceja y lo miró con diversión.
—¿Tú crees en esas cosas?.
—No lo sé... pero creo que vale la pena intentarlo.
Sacó de su bolsillo una pequeña navaja y la abrió con cuidado. Bridget lo miró con una mezcla de emoción y ternura mientras él comenzaba a tallar con precisión sus iniciales dentro de el corazón.
BAH + JLJ
Cuando terminó, sopló suavemente la madera para quitar los restos y se hizo a un lado para que Bridget pudiera verlo bien.
—Perfecto —susurró ella, pasando los dedos sobre el grabado, su corazón latiendo más rápido de lo normal.
Jim la miró con intensidad, como si quisiera grabar en su memoria cada detalle de ese momento.
—Ahora estamos aquí para siempre —dijo en voz baja.
Bridget sintió un escalofrío recorrer su piel, pero no por el frío de la noche, sino por la profundidad de sus palabras. Se giró hacia él y sin pensarlo dos veces, se puso de puntillas y lo besó
Cuando se separaron, Bridget apoyó su cabeza en el pecho de Jim, escuchando su corazón acelerado.
—Siempre supe que eras un romántico en el fondo, Lake —murmuró con una sonrisa.
Él soltó una risa suave, abrazándola con más fuerza.
—Solo cuando se trata de ti, Bree'.
Se quedaron así por unos minutos, disfrutando de la tranquilidad del momento, del sonido de la naturaleza y del significado de lo que acababan de hacer.
No importaba lo que pasara después. Pase lo que pase, su amor quedaría marcado en ese árbol para siempre.
PTM YO QUIERO UN AMOR COMO EL DE ELLOS!
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