23 | GÉMINIS

La noche se alargaba, cada minuto parecía convertirse en horas y cada hora en días, y así continuamente. Las manos temblorosas de Eva apretaba sus nudillos, tronando los huesos con un claro nivel de nerviosismo mientras su mirada estaba clavada en algún extraño punto sobre el suelo de madera marrón lustrado. El silencio dentro de aquella sala era fúnebre, nadie podía emitir una sola palabra sin ser respondido por el mismísimo silencio. Aries estaba sentada sobre la encimera de mármol que dividía la cocina del comedor, comiendo una mandarina, quitándole la piel con completa concentración.

El cuerpo de Greco reposaba sobre el sillón, descansando sobre el mismo con una parsimonia y tranquilidad digna de una sensación armoniosa. Como si durmiendo no recordara lo que estaba sucediendo a su alrededor, como si realmente no se percatara de la gran nube negra que le rodeaba enteramente. Jazmín había examinado a Greco en busca de heridas más graves, pero nada se encontró, solamente un par de heridas superficiales fáciles de tratar.

Eva estaba sentada en el sillón del frente, con los codos apoyados sobre sus piernas, con la mirada inmóvil con una mente inquieta pensando y emitiendo miles y miles de preguntas, dudas, respuestas hipotéticas e incluso escenarios extraños donde su mente tratara de asimilar lo que, en cualquier momento, estaba por suceder.

El clima se había vuelto completamente frío y oscuro. Había llegado consigo una ola de tormenta. Las gotas de lluvia caían furtivas contra la superficie, chocando contra el cristal delos grandes ventanales de los cuales luces destellantes provenientes del cielo atravesaban el vidrio. El sonido de los relámpagos y truenos eran la única banda sonora que se oía en aquella habitación.

La castaña alzó la mirada hacia el cuerpo de Greco, y entonces sus parpados se levantaron con suma suavidad y lentitud. Sus ojos trataron de percibir la poca y ligera luz que entraba por sus pupilas, intentando identificar el mundo que estaba a su alrededor. Su cabeza giraba con ligereza, sentía como si estuviese flotando en alguna nube sobre el cielo. Su cuerpo estaba adormecido e incluso sentía como si pequeñas hormigas caminasen por el mismo.

—Bienvenido al mundo de vuelta. —habló Reven entre el insoportable silencio y abrumante nerviosismo. Su corazón latía con tanta velocidad que era capaz de dar luz a la ciudad entera por unos cuantos años. Comenzó a frotar las palmas de sus manos entre sí, sintiendo el sudor frío.

Greco se levantó con mucha lentitud apoyando sus codo sobre el sofá de piel negra, como si tratara de asimilar qué es lo que había a su alrededor y quienes eran. Estaba totalmente confundido y no entendía exactamente por qué estaba en aquel sitio, tampoco recordaba qué sucedió antes de acabar aquí.

Enfocó su mirada sobre Reven, quien llevaba puesto una gorra blanca, una coleta alta con la cola de su cabello recayendo sobre su hombro derecho. Su rostro denotaba un semblante serio y firme sin embargo habían grandes marcas de heridas sanando; eran superficiales pero las pequeñas marcas se notaban a simple vista y entonces frunció el seño con confusión, pero habían grandes piscas de ansiedad y preocupación en su mirada y cuerpo. Llevaba unos jeans degastados negros, unas zapatillas blancas que distinguió como Adidas, una blusa de tela fina azul marino donde dejaba percibir sus sostén a simple vista del mismo color.

Giró la mirada hacia donde estaba la encimera, encontrándose con el cuerpo de—quien había conocido hace varios meses—Jazmín. Estaba comiendo los gajos de una mandarina con la mayor seriedad y semblante autoritario que había visto en tanto tiempo en una persona. Incluso le intimidó notar dos pares de ojos celestes clavarse como estacas sobre él, con una melena rubia y despeinada debido a un rodete mal hecho. Llevaba un vestido bastante fresco de color turquesa lleno de flores, sus pies poseían un par de sandalias planas blancas.

—¿Qué hago aquí? —habló Greco, con una voz aterciopelada y ronca. No sonaba alterado ni tampoco asustado, menos intimidante. Simplemente parecía confundido pero al mismo tiempo entendiendo la situación.

—Je préviendrai les autres*. —avisó Jazmín antes de dar un salto de la encimera y tomar su teléfono móvil a un lado.

Se giró para mirar a Greco con una clara mirada confundida y luego miró a Eva, quien parecía estar analizando cada palabra que debía usar desde ahora en adelante. Podía sentir la energía preocupada y angustiada de ella con tan solo verla, podía intuir con facilidad que estaba armado cada escenario posible; desde saltar por la ventana hasta acabar a los puños. Bien Jazmín la conocía. Eva estaba evaluando cada parte de la situación que debía enfrentar para evitarse el mayor miedo que tenía desde que habían muerto sus padres, y desde que supo que él seguía con vida. Era un salto de fe que Eva debía dar, y no era fácil, una mala postura, un mal salto e incluso unas malas zapatillas podían costarle todo.

Greco le siguió con la mirada hasta que su cuerpo desapareció de su visión, entonces enfocó su atención sobre el cuerpo de Eva. El cual permanecía de la misma manera en la cual se sentó. Sentía un aura de ansiedad densa y abrumadora como también una gran nube de preocupación sobre sus hombros, que se había intensificado en cuantos giró su rostro hacia ella.

—Double face. —aquella frase retumbó por el departamento de Eva. Era una voz femenina que salía desde un altavoz.

Greco iba hablar sin embargo, Eva se levantó de repente. Haciendo que el contrario tragara sus palabras ante el movimiento tan inesperado que ella había hecho.

—Un moment s'il vous plait. —pidió Eva, cerró los ojos y chasqueó la lengua en respuesta. Se había equivocado de idioma y seguramente Greco no le había entendido ni siquiera la primera letra. Al ver la cara interrogante de él, lo confirmó por lo que suspiró tratando de calmarse a sí misma.—Dame un momento.

Se alejó de Greco caminando a paso apretado hasta la puerta de entrada donde aquella persona había emitido aquella extraña frase, la cual sonaba similar al inglés, pero no lo era. Era Francés.

Oyó la puerta abrirse y luego dos voces intercambiando palabras en otro idioma, el cual dedujo que se trataba del francés. No estaba entendiendo por qué estaba en ese sitio, ni tampoco por qué estaban actuando de esa forma. Sin embargo, algo le decía que lo mejor era quedarse callado y en silencio. No sabía las razones por las que no estaba exaltado pidiendo miles de explicaciones, es como si su mente—muy dentro de él—supiese perfectamente lo que estaba sucediendo y por ello no actuaba en consecuencia.

Quitó la manta que estaba sobre su regazo y se sentó en el sofá donde había estado reposado por unas casi cuatro horas. Miró todo a su alrededor, notando el lujo y la elegancia que se desparramaba por todo el departamento.

Unos pasos sobre la madera comenzaron a retumbar y hacer eco hasta donde estaba Greco, dirigió su mirada hacia Jazmín quien acababa apagar la pantalla de su teléfono móvil para enfocar su mirada sobre el cuerpo del castaño con barba, quien le miraba como si esperase lo que todos estaban intentando decir. No llevaba puesto el vestido que antes tenía, más bien llevaba ropa de colores negros, un atuendo que él sintió demasiado familiar. Incluso su garganta automáticamente se cerró y un hueco se formó en medio de su pecho, como si se hubiese tragado su corazón de repente.

Llevaba unos pantalones negros con bolsillos a los laterales, una pistolera amarrada con seguridad en su muslo derecho. Una chaqueta demasiado gruesa, ideal para climas muy fríos; la cual tenía un signo zodiacal (Aries) gravado en rojo sobre el brazo derecho. Llevaba unas botas negras bien ajustadas las cuales llevaban un símbolo o figura en rojo sobre el talón (Κριός), un gravado bastante similar que había visto en el anillo que a Reven un día se le había caído. Su cabello estaba recogido en una coleta muy alta, los ojos celestes eran rojos debido a unos lentes de contacto de color.

Greco escaneaba la forma tan familiar y sospechosa al mismo tiempo de vestir que tenía Jazmín. Pareciera como si buscase recordar algo muy al fondo de su mente debido a que era incapaz de apartar su mirada del uniforme de Dépayser.

Luego de unos segundos Eva llega nuevamente a la sala seguida de otra persona más detrás de ella. La castaña se percata de la mirada expectante y atenta de Greco sobre Jazmín, ella gira la vista hacia su amiga y le sonríe apaciguada.

—Debo irme a ocupar mi tiempo. —avisó Aries y ambas chicas asintieron con un movimiento de cabeza ligero.

Jazmín avanzó unos cuantos cortos pasos hacia el ventanal de la cocina, el cual se encontraba ligeramente abierto. Abrió la ventana por completo, y giró su rostro hacia las persona en medio de la sala, haciendo un ademán con dos dedos en su sien, en señal de saludo.

—Estamos a tu alrededor. —dijo Aries antes de saltar fuera de la ventana y desaparecer por completo.

—¡Qué coño hace! —espetó Greco al instante que vio que saltaba fuera del departamento. Se levantó del asiento al instante, corriendo hacia la ventana.

Se asomó hacia el exterior, mojándose con las grandes y furtivas gotas de agua. Tratando de deslumbrar algo en la completa oscuridad. Lo único que se veía eran las farolas de la calle a unos varios metros debajo. Apenas vehículos circulaban, se giró hacia el techo del edificio y tampoco encontró rastros de la rubia que había saltado como si supiese volar.

—¿Por qué Aries tuvo que salir?

—Albino está alterando los horarios de todos a propósito. —habló la chica de piel trigueña. Greco volteó hacia el interior, viendo como la chica de cabello rizado y de color negro tomaba asiento en el sofá donde él antes había estado.—Creo que es para ver quienes están involucrados contigo, para... bueno...

—Para matarlos, ya sé la historia. —respondió Eva, con un sentimiento de impotencia y al mismo tiempo culpabilidad. Apretando la mandíbula al recordar.

Desvió la mirada hacia el lado contrario de Tauro, evitando el contacto visual con la puertorriqueña, un ardor se comenzaba acumular en sus ojos. Inhaló una gran cantidad de aire antes de cerrar los ojos y devolver la mirada hacia Lara.

Lara giró el rostro hacia la persona nueva en la sala, observando el sujeto masculino detrás de la barra que dividía la cocina de la sala. Expectante en tercera persona viendo y escuchando lo que ambas decían, como si fuese algún tipo de fantasma. Alzó una ceja en curiosidad y sonrió en respuesta.

—¿Este es Greco? —le preguntó haciendo un ademán con su cabeza, señalando hacia él. Ante el asentimiento de cabeza que había dado Eva, devolvió la mirada hacia él repasando su mirada descarada sobre él.—Lo veía más flacucho y débil.

—Lara, es comisario.

—¿Y qué? ¿Acaso no viste al ruso cabeza de maní?

—Lara.

—¿Qué cojones hacéis hablando así de mi compañero y de mi? —atacó Greco, tomando palabra en la conversación. Tauro sonrió con suficiencia y diversión al mismo tiempo, él se percató de aquella acción y avanzó unos cuantos pasos hacia ambas en la sala.—¿Me puedes explicar qué coño hago aquí?

—¿No le has dicho nada todavía? —le interrogó con incredulidad Lara.

—Acaba de despertar hace quince minutos.

—¿Decirme qué?

Eva inhaló una gran cantidad de aire, llenando sus pulmones de oxígeno para echarlo. Tratando que esta fuese una manera de relajarse a sí misma, no tenía idea como podría tomarse lo que ella le dijera.

—Antes de dar explicaciones. —interrumpió Lara, levantándose de su lugar y colocándose frente a Greco con una mirada que contrastaba por completo con el vacilo que poseía hasta hace unos segundos.—La pregunta definitiva de fuego, Rodríguez.

Greco frunció el ceño ante las palabras que había soltado Lara, como si tratase de leer entre líneas. Lara buscó algo en el bolsillo de su chaqueta desgastada de jean. Al encontrarlo se detuvo, aún teniendo aquello que buscaba en su bolsillo.

—Si me mientes tendré que matarte, aviso para que Géminis luego no me torture.

Greco pareció detenerse en el tiempo ante el apodo que había usado Lara. Aunque una parte de él le decía que, la chica Géminis se trataba de Reven, una parte muy importante de él le decía y gritaba hacia sus adentros que aquella persona de blanco fuese Eva. Tenía una ligera sospecha y esperanza de que ella estuviese viva en realidad, que ella nunca desapareció en un viaje, que nunca lo abandonó.

—Ay. Me olvidé, lo siento. —emitió Lara haciendo una mueca ante la metida de pata que acababa por marcarse olímpicamente. No acostumbraba llamar Eva o Reven a Géminis, ya que la mayoría de veces que hablaban era debido a Dépayser.

—Es igual, iba a saberlo de esta u otra manera. —respondió Eva, sentándose sobre el brazo del sillón como si necesitase un descanso de estar tanto tiempo parada, aunque no lo hubiese estado.

—¿Reconoces este anillo o lo has visto en algún momento de tu vida? —interrogó Lara, sacando a la vista de Greco lo que parecía un anillo de plata con el mismo estilo de tallado que el anillo que le había devuelto a Reven.

—Se parece al anillo que le devolví a Reven hace unos meses.

Tauro se detuvo en seco con la boca ligeramente desencajada, como si tratase de asimilar lo que Greco acababa por decir. Se mantuvo en la misma postura por varios segundos, totalmente petrificada como si hubiese mirado a los ojos a Medusa y ella la volvió de piedra.

Eva soltó un insultó que ninguno de los dos logró identificar pero su frustración y abrumación era muy palpable.

Lara se giró en cuerpo completo hacia Eva, con un semblante totalmente serio y demandante, diciéndole sin palabras que le explicara las razones por la cuales él tuvo su anillo. No era nada bueno que una persona que no estuviese dentro de Dépayser tenga un anillo perteneciente a menos que sea su pareja o de sangre lineal. Tauro no estaba segura de sí Greco era alguien de confiar, si era un sibilino descendiente o siquiera reconocía un simple anillo que su padre llevaba. Si él no erra capaz de ninguna de todas las posibilidades las razones estaban claras, él no reconocía absolutamente nada sobre Dépayser ni tampoco tenía idea de su existencia. La vida de Greco está tan alterada y manipulada por Albino que él asumió muchas cosas que realmente no han sucedido y ha dejado de creer en las cosas que sí sucedieron y son reales.

Si Greco era capaz de reconocer tan sólo algo relacionado a Dépayser o su familia, entonces era sibilino y como tal pertenece a Dépayser. De lo contrario, es mejor dejarlo en la ignorancia y la mentira en la que vive. Él está mejor viviendo siendo Comisario de Los Santos, que siendo un Sibilino Descendiente de Leo. Y de ser así, entonces Eva deberá abandonar Los Santos y volver a Francia. Será vetada de Estados Unidos por toda la eternidad; tanto que ni sus propios hijos podrán pisar tierras americanas. No podrá volver ni tampoco mantener contacto con él. Esto si ella quiere mantenerlo fuera del peligro que puede llegar a ser Albino para él.
























Je préviendrai les autres: Avisaré a los demás.

Double face: Doble cara

—Un moment s'il vous plait: un momento por favor

¡Estamos en la recta final!
A decir verdad estoy ansiosa por el final, posiblemente hayan dos. El final real y el alternativo para que no me maten :'(

Espero que les haya gustado este capítulo, de ser así no olviden dejar un like o estrellita. Me ayudaría muchísimo a seguir escribiendo.

Nos vemos.

—Homicidal_Bloody

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