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Salí de la oficina de Naruto y emprendí el camino a casa de Hinata. Llevaba la mirada perdida, mi cuerpo se había movido tantas veces inconscientemente al edificio que me costaba recorrer las calles hacia él sin perderme en mis pensamientos. Todo había sido tan repentino y sorprendente que no sabía qué hacer, pues lo último que quería era dañar más a la azabache. No podía negar que me sentía mal por hacerle esto a Tamaki, después de todo nuestra relación está basada en una mentira, mas necesitaba a alguien que me ayudase a olvidar a la que en aquel entonces se iba a convertir en la señora Uzumaki y en ese momento ella pareció la mejor opción.
A veces me pregunto qué hubiera pasado si hubiese tenido el valor de decirle a Hinata lo que sentía, en vez de esconderme entre risas y bromas. Si, en lugar de fingir que no me importaba, le hubiese dicho que mi corazón se rompía en cientos de pedazos cada vez que la veía sonrojarse o sonreír por esa otra persona a la que pertenecía el suyo. Si tan solo me hubiese atrevido a decirle que es la única que ha conseguido hacer latir mi corazón como si se me fuera a salir del pecho. La única capaz de teñir mis mejillas de un tono carmín con un simple saludo y de conseguir que mi alma se estremezca cada vez que la veía llorar por alguien que no la merece.
Si lo hubiera hecho, probablemente las cosas ahora serían diferentes. Tal vez, en lugar de estar llevándole unos papeles de divorcio, ahora mismo tendría en mis manos un anillo de pedida o un juguete para nuestros hermosos hijos. Tal vez, en vez de un corazón roto y una familia destruida, ella tendría un hogar completamente feliz y saludable en el que solamente lloraría de alegría. Tal vez, nuestro hijo se convertiría en hokage y podríamos alardear de lo orgullosos que estamos de él. Tal vez, seríamos la pareja perfecta y ella no hubiera conocido la tristeza de un corazón roto, pero todo eso nunca pasará porque fui un cobarde incapaz de decirle lo que sentía.
Antes de darme cuenta, había llegado al hogar de Hinata. Llamé a la puerta y escuché unos pasos acercarse. Himawari abrió y me hizo un gesto para que pasara.
— Hola Kiba.
— Hola.
— ¿Vienes a ver a mamá?
— Sí.
— Está en la cocina.
— Ok, gracias, pequeña — le revolví un poco el pelo y fui hacia donde me indicó para darle los papeles a la pronto ex-Uzumaki. Una vez en la cocina, pude verla preparando la comida con un mandil violeta que terminaba un poco por encima de sus rodillas. No pude evitar imaginarme una vida en la que esa preciosa imagen fuera la que viera todos los días al llegar del trabajo.
— ¿Kiba?
— ¿Sí?
— ¿Estás bien? Llevo llamándote cinco minutos.
— Sí, perdón, estaba distraído — llevé una mano a mi nuca y mis mejillas empezaron a calentarse por la vergüenza —. Toma los papeles — extendí un brazo para entregarle los documentos y sentí como mi piel se erizaba por el leve roce momentáneo de nuestras manos.
— Muchas gracias, no quería tener que pedírselos yo directamente. Espero que no le molestara.
— Tranquila, no creo que lo hiciera.
Nos quedamos unos minutos hablando mientras ella terminaba de firmar y rellenar todo. Cuando acabó, me los devolvió para que se los llevara a Naruto más tarde.
— Gracias de nuevo por todo.
— No tienes que darlas, es lo menos que puedo hacer.
— N-no lo digo sólo p-por esto. Siempre me apoyas c-cuando estoy mal — una enorme sonrisa se formó en mi rostro, el cual se había calentado a una rapidez impresionante, al ver a la mujer que amaba sonrojada y tartamudeando por mí. Sentía como mi interior se derretía y quería gritar de alegría, aún sabiendo que ocurría porque era tímida y le costaba decir ese tipo de cosas y no por ser yo.
— Para eso estamos los amigos — sonreí ampliamente, aunque me hubiera destrozado por dentro utilizar esa palabra para definir nuestra relación, sabía que era la realidad, por mucho que quisiera cambiarlo —. Mejor me voy ya, no quiero molestaros. Le llevaré todo a Naruto esta tarde.
— Ok — Hinata me acompañó hasta la salida —. Que tengas un buen día — se acercó para darme un abrazo. Le correspondí el gesto, mas me aparté rápidamente esperando que no hubiera notado como mi corazón se aceleraba —. Adiós.
— C-chao — salí de la casa algo nervioso y agitado por su acto final. Si Tamaki me viera ahora mismo, probablemente se pusiera hecha una furia, pero no podía evitarlo. Amaba a Hinata Hyuga como a nadie desde el día en el que la conocí y, a pesar de mis múltiples intentos por olvidarla, nunca nadie podría sustituirla.
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Holiiiii.
Espero que os gustara el cap justo después del maratón jeje. Lo de que mi próxima historia iba a ser de un rubio fue demasiado relativo xd, así que dejo caer que tiene los ojos verdes y me retiro lentamente (aunque también hay varios rubios de ojos verdes xdd). Os dejo con los memes de este cap y algunos de los anteriores y gracias por todo el apoyo que tuvo el maratón. Os amo uwu <3.
Bye <3.
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