PERRO ARREPENTIDO
CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO
Perro arrepentido,
Kyomi terminó de deshacerse de su ropa, cambiándola por un pijama cómodo. Había tomado una pastilla para el dolor de cabeza el cual la estaba 'matando'.
La menor no se sorprendió al escuchar la puerta ser tocada un par de veces y después ver entrar al hombre de rosadas hebras.
Su rostro era idéntico al de un cachorro arrepentido.
— Kyomi.
— Shh. — La castaña caminó a la cama, acostándose en un intento por ignorar el dolor de cabeza que le molestaba en ese momento. — No quiero hablar ahora, déjame dormir.
Sanzu se acercó a ella, sentándose a su lado para tomar su mano y darle un suave apretón. Kyomi ni siquiera sé tomó la molestia de apartar su mano.
Haruchiyo se sacó los zapatos, inclinándose después para apoyar su cabeza sobre el pecho de la mujer como un niño buscando perdón y afecto.
Watanabe bostezó, quedándose rápidamente dormida. Sanzu se mantuvo de esa manera por las siguientes horas, esperando a que la mujer despertara nuevamente para poder hablar y explicar las cosas.
Con el paso del tiempo, Kyomi se removió en su sitio sintiendo aún aquel peso en su pecho, y al abrir los ojos se encontró con Haruchiyo quien ahora parecía haberse quedado dormido. La menor soltó un largo suspiro, moviendo suavemente al hombre.
— Haruchiyo. Despiértate ya. — Sanzu abrió sus ojos, mirando a la contraria, sentándose inmediatamente.
— Necesitamos hablar.
— Oh, claro que lo necesitamos. — La castaña se sentó, cruzándose de brazos. — ¿Y bien?
— Esa mujer me drogó... Creí que eras tú. — Kyomi elevó una ceja. — Carajo, Kyomi. No te estoy mintiendo, el efecto pasó muy rápido, pero duró lo suficiente para hacerme alucinar... Por suerte no llegó a más.
— ¿Es todo? — Sanzu frunció el ceño.
— ¿No me crees? — Watanabe sonrió.
— ¿Cómo no creerte después de verte como un niño tonto llorando por perdón? — Haruchiyo hizo una mueca, Kyomi le tomó por la nuca, acercándole a su rostro.
Antes de poder unir sus labios, la mujer se alejó repentinamente, dejando al mayor confundido.
— Sin sexo por esta semana.
— ¿Qué? — Sanzu miró a la mujer ponerse de pie y caminar a los baños. — Kyomi ¿A qué te refieres con no tener sexo esta semana? ¿En serio harás eso?
— No bromeo, Haruchiyo. — Kyomi sonrió con malicia. — Es tu castigo, espero que desde ahora aprendas a no recibir cualquier cosa de extraños... Aunque creí que tú eras el más familiarizado con esto... Buena suerte.
— ¡Kyomi! — La puerta del baño se cerró en su nariz, Sanzu maldijo por lo bajo ¿Qué se suponía que haría? Un maniático por el sexo como él seguramente viviría un infierno sin poder acostarse con su mujer, aunque fuera una semana.
[...]
— Me gusta este. — La castaña se giró, mirando el vestido que Ran tenía en sus manos.
— ¿Cómo es que tienes tan buen gusto? — Kyomi tomó el vestido, caminando a los vestidores.
— ¿Quieres que entre contigo otra vez?
— No, gracias. — La menor sonrió cerrando la puerta. — No espíes, Haitani.
— No soy esa clase de hombre por más que lo parezca.
Ran se apoyó sobre una pared, esperando por unos minutos antes de ver a la castaña salir de los vestidores vistiendo la prenda que él mismo había seleccionado. El mayor silbó.
— Te queda bien. — El hombre se acercó a Watanabe, tomándole de la cintura para acercarle a su pecho. — Pero creo que se vería mucho mejor si te lo quitara ahí dentro.
— Estamos en un sitio público ¿Lo olvidas? — Ran sonrió con diversión. — Ran, no lo hagas.
— Es una tienda poco visitada por sus precios. — Kyomi se sonrojó al ser empujada por el mayor hasta los vestidores, entrando juntos al sitio.
Ran cerró la puerta tras de ellos, uniéndose segundos después en un desesperado beso con la castaña quien no dudó en corresponder enrollando sus brazos en el cuello contrario.
— Mierda, es tan excitante. — Susurró Ran, apretando con fuerza el trasero de la fémina. — Me pone tan duro.
— Cállate y apúrate. — El hombre rio por lo bajo subiendo el vestido de la mujer para así comenzar a deslizar sus dedos sobre las bragas de la misma. Kyomi mordió su labio en un intento por silenciar sus gemidos, Ran sonrió.
— Date la vuelta. — Kyomi obedeció, girando para darle la espalda al hombre de hebras violeta quien no perdió el tiempo.
Watanabe observaba las acciones del hombre desde el espejo frente a ella, sintiendo como la humedad en ella aumentaba al mirar al mayor sacar su extensión de entre sus pantalones, acercándose después a ella.
— No hagas ruido y prometo compensarte más tarde. — El hombre sonrió, apartando con dos de sus dedos las bragas de la castaña, adentrando así su falo en la menor.
La mano de Ran cubrió rápidamente la boca de la menor al esta estar a punto de quejarse.
— ¿Qué te dije? — Una sonrisa se estiró en el rostro del mayor quién comenzó a moverse, embistiendo con fuerza a la menor que ahogaba sus gemidos, clavando sus uñas en el brazo del contrario. — Nena... No te muevas de esa manera o no duraré nada.
Kyomi miró a Ran desde el espejo, el hombre parecía estar disfrutando demasiado de ver sus ojos llenos de acumuladas lágrimas mientras era duramente embestida, sus piernas temblorosas intentando mantenerse en pie y sus mejillas pintadas de un suave rosa a causa de la excitación.
La menor se sorprendió al sentir dos dedos del mayor adentrarse en su boca, Ran no debió decir nada para que la castaña comenzara a lamerlos tal cual paleta, mojándolos rápidamente.
Sacando sus falanges de la cavidad contraria, Ran descendió su mano hasta llegar a la intimidad de la menor, comenzando a estimular aquel punto nervioso en un intento por hacer a la mujer llegar rápidamente a su orgasmo.
Kyomi cubrió su boca con una de sus manos, temblando al sentir como todo su cuerpo era víctima de los maravillosos toques del mayor de los Haitani. Ran se quejó, sintiendo las paredes contrarias apretarlo en un aviso de un cercano clímax para ambos. Sus movimientos se volvieron más rápidos, logrando hacer que las lágrimas en los ojos de la fémina finalmente se derramaran, llevándoles a ambos a un grandioso y agotador orgasmo.
Ran tomó a la castaña en sus brazos, evitando que esta cayera al suelo debido a sus temporalmente inútiles piernas.
— Debemos repetirlo. — Propuso el mayor.
— Olvídalo. — Ran rio.
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