JODIDAMENTE EXCITANTE

CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO

Jodidamente excitante,

Kyomi se cruzó de brazos, molesta. Sanzu le observó por unos segundos antes de sonreír.

— Deja de fingir molestia. — Haruchiyo sacó un cigarrillo.

— No lo finjo. — Watanabe mostró su dedo corazón. — Jódete.

— ¿Qué dijiste? — La castaña frunció su ceño notando al peli-rosa inclinarse hacia ella. — ¿Quieres que te joda hasta que no puedas pararte mañana?

— Una limpieza de oídos no te vendría mal, idiota.

Sanzu soltó una carcajada comenzando a fumar su cigarro. Kyomi abrió la ventanilla a su lado, ventilando el sitio. El viaje de regreso a casa no fue demasiado largo.

El mayor había terminado por sacar a la castaña de esa fiesta al notar a varios hombres dispuestos a intentar seducir a su mujer, si apenas podía controlar sus celos con aquellos dos hermanos que parecían un par de cuervos volando alrededor de su mujer, sería casi imposible controlarse al observar los ojos desconocidos de ese montón de hombres sobre su chica.

Inaceptable.

Por esa razón Kyomi estaba 'molesta' con el peli-rosa, aunque este estaba seguro de que no era más que una actuación. Podía verlo en su mirada.
Ambos descendieron del vehículo, caminando juntos al interior de su enorme residencia.

Watanabe soltó un grito de sorpresa al sentir como era repentinamente cargada sobre el hombro de Haruchiyo como un saco de papas.

— ¡Haruchiyo! ¡Bájame!

— ¿Sabes? Hace días no nos acostamos.

— ¡Y seguiremos sin hacerlo! ¡Déjame, imbécil! — El hombre rio, tirando su cigarrillo al suelo, pisándolo y apagándolo.

— No te resistas, tesoro. — Sanzu sonrió. — Siempre dices lo mismo y después estás rogando por más. — Kyomi no respondió, sintiendo sus mejillas colorarse. — ¿Lo ves?

— Estúpido.

La castaña sintió como era lanzada a la cama, el mayor no perdió el tiempo, acomodándose entre sus piernas para unir sus labios en un desesperado beso en donde sus lenguas eran las protagonistas de aquella indecente situación.

— Es tarde... — Watanabe se alejó de los labios del mayor. — Nos escucharán en todos lados.

— ¿Desde cuándo te importa eso? — Kyomi sintió como era girada, dejando su trasero al aire. Sanzu soltó una fuerte palmada a uno de sus glúteos. — Comienza a desnudarte, cuando vuelva te quiero sin nada encima.

Kyomi sonrió comenzando a deshacerse de sus prendas de vestir. Haruchiyo tardó unos segundos en volver, al hacerlo traía en una de sus manos una caja de preservativos.

— Dime por favor que no utilizaremos todo eso.

— Es una caja pequeña. — El peli-rosa sonrió. — No durará nada.

— Eres peor que un gato en celo.

— Somos, querida. — Corrigió el hombre.

Los ojos de Kyomi brillaron observando al hombre comenzar a sacarse sus prendas de vestir, desde las prendas superiores hasta llegar a las inferiores.

La castaña se tomaría la molestia de compararlo con una de esas esculturas griegas perfectas.

Sanzu se acercó, sintiendo de inmediato las yemas de los dedos contrarios delinear sus abdominales lentamente, bajando hasta encontrarse con su falo. Kyomi no tuvo vergüenza en tomarlo y comenzar a complacer al hombre, quien le observaba con una pequeña sonrisa en sus labios.

— Pareces muy entretenida con él. — Haruchiyo se quejó. — ¿Por qué no lo haces de otra manera? — Con su pulgar, el hombre delineó la forma de los labios contrarios. — Me gusta más así.

Watanabe bajó de la cama, arrodillándose frente al peli-rosa quien se tomó el tiempo de atar los largos cabellos castaños de la mujer en una coleta para que esta tuviera más comodidad.
Kyomi no dudó en adentrar todo a su boca de golpe, logrando hacer al hombre quejarse.
Sanzu rio por lo bajo, tomando a la mujer de aquella coleta para poder controlar sus movimientos a gusto.
Aquellos orbes claros observándole de esa manera le volvían loco, las lágrimas acumulándose a causa de las arcadas y las yemas de sus dedos clavándose en sus caderas solo lograban que Haruchiyo deseara más y más de aquella delicada mujer de castañas hebras.

Kyomi cerró sus ojos al sentir los movimientos del más alto acelerar, volverse más bruscos y necesitados avisando de un cercano orgasmo por llegar. Un par de lágrimas se deslizaron por sus mejillas mientras era duramente embestida por ese hombre de rosados cabellos hasta sentir como el mayor se liberada, llenando su boca con su semilla.

Sanzu dio dos pasos atrás, sacando su falo de la boca contraria. Una enorme sonrisa de estiró en su rostro al notar a la mujer toser, colocándose en pie con su ayuda.
Por supuesto no perdería el tiempo, por lo que a Kyomi no le sorprendió ser bruscamente tirada a la cama de nuevo, colocándose el hombre sobre su cuerpo uniéndose en un desesperado beso. Hábilmente el hombre se colocó un preservativo, volviendo a unir sus labios con los contrarios después.

Los dedos del peli-rosa se deslizaron de arriba hacia abajo sobre su intimidad, logrando hacerle mojar aún más de lo que ya se encontraba, preparándola lo suficiente como para poder enterrarse en ella de una fuerte embestida que arrancó un escandaloso gemido a la castaña. El hombre comenzó con un lento vaivén el cual fue acelerándose con el paso de los segundos, logrando hacer a la mujer bajo su cuerpo retorcerse debido al placer.

Sanzu gimió por lo bajo al sentir como las uñas de la mujer se clavaban en la piel de su espalda, rasgando en un intento por no dejarse controlar por el placer, manteniéndole cuerda.

Era jodidamente excitante.

Los gemidos y suspiros habían inundado toda la habitación, escapando algunos de aquellas cuatro paredes y dejándose escuchar a lo largo del gran pasillo.

Kyomi cerró sus ojos con fuerza, gimiendo ruidosamente en un maravilloso orgasmo que le volvió loca, haciendo temblar cada zona de su cuerpo antes de liberarse por completo, logrando hacer que el hombre que había provocado aquello también llegara a su clímax.

Sanzu se dejó caer a su lado, riendo mientras rodeaba la cintura de la mujer con unos de sus brazos y dejaba un corto beso en sus labios.

— ¿Quieres ir a ducharte?

— Si ducharnos es lo único que haremos, sí. — Haruchiyo elevó una de sus cejas, Kyomi le miró, notando la sonrisa en su rostro. — No tendremos más sexo.

— ¿Solo aguantas una ronda? Esperaba más de ti.

— No me harás cambiar de opinión. — Sanzu continuó mirándole fijamente, Kyomi golpeó el rostro del hombre con una almohada. — ¡Bien!

La castaña se puso en pie, caminando hacia el baño mientras sentía una molestia instalarse en sus caderas, Haruchiyo soltó una risilla, sacándose el condón usado el cual tiró al bote de basura después.

______________________________

💦 Un voto y un comentario se agradece.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top