Capítulo 4: El hipotético rubio

Terra es un encanto, lo reconozco. Habla a la velocidad del rayo y tiene opinión absolutamente para todo pero aún así, creo que ya la quiero.

Me encuentro sentada en la cama de su habitación, único resquicio de toda ella donde no hay un vegetal ocupando espacio, mientras la buena hada de la tierra busca remedios botánicos para curar el pequeño corte que me ha hecho Melody, sin querer, al agarrarme con las uñas.

—¡Lo tengo! —Terra me muestra, tremendamente orgullosa, un aceite extraño que según sus conocimientos tiene propiedades curativas extraordinarias. No entiendo nada de lo que me cuenta: vivo en Linphea, pero no soy boticaria.

—Me fío de ti —la corto y extiendo el brazo en su dirección—. Haz lo que sea.

La sonrisa radiante de la chica castaña me produce ternura. No soy un hada de la empatía pero es evidente que tiene un corazón de oro. Del mismo modo también percibo que está llena de inseguridades y por tanto se esfuerza en exceso en ser amable. Creo que teme no hacer amigos y en eso nos parecemos.

—Oye, Terra... ¿No te preocupa compartir cuarto con un hada del engaño?

Lo sé, parece que estoy tirando piedras contra mi propio tejado pero es que no lo comprendo. Normalmente nadie me quiere cerca.

—¡No! ¡para nada! ¡Tus poderes me parecen interesantísimos! Lo que daría yo por simular ciertas situaciones de vez en cuando... ¡Es una habilidad tan práctica! Imagina crear una ilusión en que tienes el pelo limpio cuando no te lo has lavado, ¿lo has hecho alguna vez?

—Eh... sí. —¿Para qué voy a mentirle? Millones de veces—. ¿Pero no te da miedo que te engañe a ti?

—¿Tú? Te acabo de conocer pero no pareces una persona mentirosa. Has insultado a la Princesa de Solaria hace tan solo unos segundos cuando la has escuchado despreciar a tu mejor amiga. No creo que seas alguien que se esconde de los problemas tras una ilusión o que juega a manipular a los demás desde las sombras.

Quisiera agradecer a esta maravillosa hada que me acepta tal y como soy sus preciadas palabras, pero en lugar de ello me quedo de piedra, con el brazo aún levitando en el aire y la cara más desencajada del universo.

—¡¿Princesa?! —consigo verbalizar.

—Sí.

—Mierda.

—Vaya, creí que lo sabías. —Terra termina de curarme la herida y me mira con
preocupación—. Estás a tiempo de pedirle disculpas o...

—¡Ah! Jamás. Ese demonio de pelo claro y aires de grandeza no se merece mis disculpas, ¿no la has escuchado hablar? Trata a los demás como si fueran inferiores.

La pequeña chica esboza una preciosa sonrisa.

—Me gusta como eres, Ellie.

Me pregunto por qué no he podido conocerla antes y ampliar mi limitado cupo de dos amigas a tres. Esta chica ve cosas en mi que nadie más sabe apreciar. Salvo Mel y Musa, obviamente.

Le devuelvo la sonrisa, aunque no tan emocionada como ella. He vuelto a recordar a mi compañera de cuarto y se me están revolviendo las tripas. Respiro hondo y hago repaso de la mañana: a veces es necesario hacer balance de la situación para darse cuenta de que no todo es tan malo.

Cosas negativas: Tengo a una bruja monstruosa como compañera de habitación y a Su Majestad La Déspota a menos de diez metros de mi cama.

Cosas positivas: He hecho una amiga nueva: Terra. Melody y Musa están conmigo.

Las otras dos chicas, Aisha y Bloom parecen simpáticas... Luego está el chico de esta mañana, Sam. Quizá no ha sido todo tan malo. Me despido amablemente de Terra tras agradecerle sus cuidados médicos y me dirijo a la morada del monstruo dispuesta a cambiarme de ropa para la fiesta de bienvenida. Dicen que es informal pero después de dar vueltas por toda la escuela con una maleta llevo la ropa arrugada y me siento incómoda.

—¿Despejado?

Melody asoma su cabecita púrpura por la puerta con una de sus preciosas sonrisas inocentes pitada en el rostro. Siempre me hace ilusión estar con ella porque, literalmente, pone color a la vida —violeta, para ser más precisos—.

—Eso parece. La Bruja Mala del Oeste se ha largado hecha una furia hace rato —suspiro—. Ojalá no vuelva.

Mi amiga se pierde en una carcajada y acude dando saltos hasta caer estrepitosamente sobre mi cama.

—Aprovechemos este momento de tranquilidad, ¿qué nos ponemos para la fiesta?

—Ahora te enseño modelitos pero antes tenemos que hablar del chico de los cuchillos... —la observo con una ceja alzada y la mirada más insinuante del mundo—. ¿Es un posible candidato?

Lejos de responder a mi pregunta, la pobre aludida esconde su cara en mi cojín y yo estallo en una sonora carcajada al tiempo que comienzo a dejar faldas, vestidos y, en general, la mitad del contenido de mi armario, sobre la cama. 

—Me gusta esa falda —dice ella con el semblante sonrojado.

—Póntela —concedo—. Pero haz el favor de no cambiar de tema. ¿Quién es ese tal...?

—Riven. —Me asombra la rapidez con la que responde mi duda—. Es solo un chico que he conocido esta mañana. Iba haciendo el tonto con un cuchillo y casi me rebana una oreja pero... 

—¿Cómo es? ¿Alto? ¿Cariñoso? ¿De ojos claros? ¿Amable? —le avasallo a preguntas—. ¿Tremendamente atractivo? ¿Dulce? ¿Noble? ¿Tierno?

Ella me mira sin comprender y niega con la cabeza. 

—No, eso parece más la descripción del amigo con el que se ha marchado.

Para ser honesta, en realidad bromeaba. No esperaba que Melody hiciera referencia al amigo de su nuevo amor y mucho menos que el chico en cuestión se caracterizara por todos esos atributos.

—¿De verdad?

—Sí. Se ha marchado con él después de hablar conmigo, pero no le he conocido. —De pronto, su oscura mirada se ilumina por completo—. ¿Quieres que nos presentemos? A lo mejor resulta que el chico de tus sueños está en Alphea y...

—¡Oye! A mí no me enredes en tus planes de casamentera —la interrumpo antes de que se monte una película ella sola—. Imagínate que es igual de insoportable que la Princesita Histérica que tenemos por vecina... Por cierto, ¿sabías que es la Princesa de Solaria? O sea, de verdad, con corona y esas cosas de la realeza.

—Sí, claro que lo sabía, Ellie. ¿Quién no lo sabe?

—Pues está claro que yo no me entero de nada... —Me quedo embobada con la mirada fija en una blusa naranja que me regaló mi tía Darcy cuando vino a visitarme a Linphea antes del comienzo de curso—. ¿Cuándo conoceré al asesino de los cuchillos?

—Seguramente les veremos en la fiesta. Ahí obtendremos información para juzgar libremente. —Me guiña un ojo, divertida—. Estará con su amigo: el apuesto rubio de ojos azules. ¿No tienes ganas de conocerle? 

Estoy tratando de decidir si llevar vestido o pantalones y evito mirar a Melody a los ojos. He estado con chicos antes pero no he tenido nunca pareja. No es algo extraño: nadie se fía de mí, así que lo poco que he compartido con un chico no ha durado más que una noche fugaz. Dudo que el rubio ese del que habla Mel vaya a ser la excepción, si es que llego a tener una oportunidad con él.

—Ya veremos, Mel. ¿El hipotético rubio perfecto para mí, es el chico que ha conocido Bloom? —De verdad, a veces me pregunto si no estaré invocando a la mala suerte por culpa de las preguntas que hago.

—Sí, pero...

—Empiezo a estar segura de que el hipotético rubio está pillado por Bloom —interrumpo.

—¿Quieres dejar de llamarle "hipotético rubio"? Es completamente real, no hipotético.

—Perdón —Me rió levemente y la miro de reojo—. Es que no quiero permitirme soñar con conocer a alguien que quiera estar conmigo y aceptarme tal y como soy. En fin, hablemos de cosas que han ocurrido de verdad: ¿Y Riven?

Es solo pronunciar el nombre y la encantadora cara de Mel se torna colorada otra vez. 

—No sé...

—Venga, Mel... Que te conozco a la perfección. ¿Te gusta?

—A ver, "gustar" es una palabra muy fuerte... O sea, le acabo de conocer... —Me parece adorable verla enredada en sus propias palabras. 

—¿Pero piensas que es guapo? —insito.

—Mmm... sí. Es mono. —Mira en dirección al techo, fingiendo indiferencia—. Es un chico alto, de pelo castaño y ojos claros... Llevaba una cazadora de cuero que le quedaba estupendamente y esa sonrisa ladeada tremendamente atractiva...

—Lo sabía. Te gusta.

Melody me fulmina con la mirada pero, automáticamente, estalla en una carcajada. Tiene una de esas sonrisas estúpidas que pone la gente enamorada y, aunque me da rabia no tenerla para mi sola, me alegro por ella. Espero que el chico de los cuchillos no sea un asesino en serie —¿qué hacía con un cuchillo por el campus?— y se porte bien con mi amiga. Si no, se las va a tener que ver conmigo. 

—¿Ha sido amable contigo?

—Sí, mucho. —Sonríe al recordarlo—. Tiene el carácter a la defensiva, como tú. 

—No sé si sentirme halagada u ofendida por la comparación. 

—¿Por qué?

—Bueno, no le caigo bien a nadie. —Me dejo caer tumbada sobre toda mi ropa—. Espero que tu chico no sea igual de introvertido que yo. 

—Precisamente porque te considero mi mejor amiga debería ser un honor para Riven parecerse a ti.

Lo ha conseguido: me he sonrojado con los cumplidos de Melody. Creo que a parte de su habilidad para transmitir o recibir emociones por medio del tacto, tiene otra extraordinaria para acertar qué decir o hacer en cada momento. No sé si eso lo consideraría la Directora Dowling un poder en sentido estricto, pero dado que para mi es algo casi imposible —más bien tengo la habilidad contraría de meter la pata cada vez que abro la boca—, admiro el talento de mi amiga como si fuera la magia de Alphea. 

—Qué cosas más bonitas me dices.

—¿A qué sí? —Me guiña un ojo con picardía y se ríe a carcajadas. 

Alguien llama a la puerta y las dos nos giramos para ver a Aisha adentrarse en mi habitación. Vista desde mi perspectiva, el hada de agua es más alta de lo que me pareció cuando me presenté hace tan solo un rato. Por ello decido sentarme como una persona decente y le sonrió, consciente de las pintas de despeinada y agotada que llevo. La chica de cabello azul esboza una tierna sonrisa y se queda detenida en la entrada, con los brazos estirados tras la espalda.

—Pensé que eras la loca de Beatrix y casi me da un infarto. —No es cierto, pero me apetecía volver a poner a caldo al demonio. 

Las dos se ríen ante mi comentario y Aisha se toma la libertad de acercarse a mi cama y sentarse junto a nosotras. 

—Afortunadamente, no soy Beatrix —dice, formando una expresión de alivio en el rostro—. Iba a preguntaros si os apetece dar una vuelta por el internado. Quiero ir a nadar al río pero he pensado que podríamos descubrir las instalaciones de Alphea juntas. 

—¡Sí, claro! –Mel aplaude entusiasmada y me obliga a vestirme cuanto antes para la fiesta—. Ponte los vaqueros esos de tiro alto y la blusa naranja que tanto me gusta, esa que se ata con un nudo en el pecho y tiene las mangas acampanadas...

Inevitablemente me veo vestida, maquillada y peinada en cuestión de quince minutos, saliendo de la habitación envuelta entre risas y una complicidad que hasta ahora solo había compartido con Mel y Musa. No mentiré negando que estoy aterrorizada. ¿Le habrá dicho Terra que clase de hada soy? ¿Cómo he de actuar? Deshecho estos tóxicos pensamientos de mi cabeza y me propongo disfrutar como sea posible de la mañana. A muy tardar, Aisha verá en clase qué tipo de hada soy.

Deambulamos por los pasillos de la escuela admirando su clásica arquitectura de techos elevados y columnas gruesas, así como cristaleras espectaculares. Alphea es impresionante y desprende un aura mágica que nos empapa el corazón. Me siento tan feliz que juraría que en cualquier momento voy a explotar de emoción, y eso que he conocido a la Bruja Mala del Oeste y a Su Majestad La Reina de Corazones hace poco menos de una hora. 

Nuestro paseo nos lleva hasta el Ala de los Especialistas, aquel sector del internado que se reserva para los guerreros humanos que protegen el mundo mágico a través del manejo de las armas y el entrenamiento diario. Mi padre fue un valiente especialista, ahora retirado, por lo que me encuentro más que familiarizada con el ambiente arriesgado y noble de aquellos que conforman la primera línea de defensa en caso de que la Barrera Mágica que escuda Alphea pueda ser violada por cualquier ser hostil.

—El bosque está en esa dirección —nos dice Aisha, señalando en sentido contrario.

Melody ni siquiera responde. Está embobada mirando al horizonte con una cara de cachorrillo tierna y adorable. Sigo su mirada y descubro quién es el afortunado que ha acaparado toda la atención de mi amiga. Se trata de un chaval con pintas de macarra, que lucha ágilmente contra... ¿El hipotético rubio? No puede ser, los dos protagonistas de nuestra última conversación están peleando cual machos ibéricos frente a nuestra penetrante mirada. 

Es incuestionable el talento de los dos chicos de segundo curso. Esgrimen sus estacas con una fiereza abrumadora y nos mantienen, en todo momento, absortas sobre el curso de la pelea. Parece que el rubio domina y, de repente, el castaño le asesta un duro golpe en el estómago. Luego las tornas vuelven a girar de manera inesperada y el castaño es quien recibe. Mientras tanto, ambos amigos charlan con la tranquilidad y confianza de quien controla plenamente la situación.  

—Anda que, menudo par. Se os va a caer la baba al suelo como sigáis mirando a los chicos con esa intensidad.  

Si no fuera por el tono burlesco de la jovén de cabello trenzado, seguramente hubiera seguido admirando al increíble ser humano que se lucía frente a nosotras. ¿Es posible luchar con tanta violencia y mantener un porte tan atractivo? Aisha debe de estar alucinando con nuestras caras. Ni siquiera tengo fuerzas para simular una ilusión en la que mi aspecto conserva un mínimo de dignidad.  

—¿Por... por qué no vas yendo tú al lago y luego te alcanzamos? —sugiero. Me ha costado, pero lo he sugerido.

—Madre mía, sí que os ha dado fuerte por esos dos. 

—No se de que me hablas —me limito a responder. 

—La que no dice ni una palabra es Mel —Rie—. Está demasiado concentrada en el chico castaño. Bueno, me largo a nadar y os dejo babear como los bebés. ¡Hasta la fiesta, chicas!

Tras ese comentario del que Melody no llega ser consciente, pues todos sus sentidos se enfocan en la batalla, Aisha se marcha a pasos rápidos, dejándonos a nosotras con unas pintas de tontas de remate admirando el esculpido cuerpo de los Especialistas. La oigo reírse desde la distancia, pero mis ojos no pueden dejar de mirar al contrincante del castaño. ¿Es normal ser tan guapo?

—¿Ese es Riven? —digo en voz alta, señalando con discreción al castaño. 

—Sí —responde mi amiga—. Pelea muy bien. 

—¿Quién es el otro?

—El amigo que te contaba antes.

—También pelea bien.

De pronto, el rubio al que acoso con mi penetrante mirada, posa sus preciosos ojos azules sobre mi y siento mil millones de mariposas aleteando con furia en mi vientre. Está sudando, con el cabello cayendo a tiras sobre su frente. Jadea y su cuerpo atlético evidencia unos músculos bien trabajados... No, eso sí que no. Bastante suerte he tenido haciendo amigas como para ahora creer que tengo alguna oportunidad con el especialista estrella de Alphea. Trato de quitarme la imagen del rubio de la cabeza y, entonces, choco con Mel y ambas caemos sobre el artilugio que sirve de soporte para las armas de entrenamiento. En realidad, son solo un arsenal de palos largos que, imagino, sirven para fingir una espada durante el adiestramiento. 

Inconscientemente, hago el esfuerzo de simular la ilusión de que nada de esto ha ocurrido y estamos dignamente de pie al lado de las armas, pero no consigo concentrarme. El ridículo ha ocurrido y los especialistas lo han presenciado. Mejor no empeorarlo y que todos descubran aquí mismo que soy un hada del engaño. Una tiene que saber cuándo rendirse.

No puedo evitar sonrojarme como nunca antes y mi cuerpo tiembla de nerviosismo al agacharme a recoger todo el material. Es entonces cuando veo, fugazmente, al rubio contemplarme con una mirada cariñosa y dedicarme una sonrisa ladeada. Pero es solo un instante: en seguida continúa luchando, sin perder su objetivo, y desarma al chico de Mel en un santiamén. 

¿Por qué siento tanto calor? Debo de tener la cara más roja que un tomate.


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