19|Los dos bandos del imperio.
La noticia de que Rafat planeaba casarse sorprendió a Kosem, pero a pesar de eso, aceptó la decisión de su hija. Con sus hijos a su lado, se dirigieron hacia los aposentos de Mehmed, donde se encontraban Rabia, sus hijos, Hurrem Sultan, Mihrimah y Raziye.
Al ver a Mihrimah, Kosem corrió a abrazar a su amiga, ambos rostros iluminados por la alegría del reencuentro después de tanto tiempo. La sonrisa de Kosem hizo que se viera radiante, contenta de ver por fin a su amiga que venia desde Rusia.
Con una expresión de tranquilidad, Kosem anunció la decisión de casar a Rafat. Sin embargo, esta noticia generó alertas entre Rabia, Mehmed, Raziye y los hijos de la pareja, ya que sabían que los matrimonios en el palacio eran, en su mayoría, alianzas políticas. El ambiente se volvió tenso mientras esperaban la explicación de Kosem.
Kosem, con una serenidad que denotaba su experiencia y sagacidad política, explicó la situación del matrimonio de Rafat. Ante la pregunta de Mehmed sobre quién sería el futuro esposo de su hija, Kosem reveló que Rafat se casaría con un jenízaro. Aunque la sorpresa se apoderó de todos por un momento, Mehmed soltó un suspiro de alivio al enterarse de que no se trataba de un matrimonio con un noble o un pashá poderoso que pudiera amenazar su trono.
Rabia se acercó al oído de Mehmed y le susurró que era una decisión que no traería problemas a nadie y que debían aceptarla. Mehmed, asintiendo levemente, comprendió la lógica detrás de la elección de Kosem. Sin embargo, Hurrem, observando la escena con cierto recelo, no pudo evitar sentir que la influencia de Rabia en su hijo podía tener consecuencias que no le agradaban del todo.
Hurrem observó a Kosem con una sonrisa, reconociendo la astucia detrás de la elección de un matrimonio con un soldado para Rafat. Para la sultana pelirroja, esta estrategia solo acercaría aún más el futuro de Murad al trono. Aunque Hurrem miró a su hijo y a Rabia, preguntándose si Mehmed permitiría que Rabia siguiera influyendo en él, sabía que, en caso de que así fuera, ella respaldaría completamente la decisión de Kosem. La sultana pelirroja siempre había tenido un gran aprecio por la niña griega, reconociendo su inteligencia y habilidad política.
El simbolismo de los colores en el vestuario de Kosem y Rabia marcaba un elemento visualmente impactante y connotativo en el palacio otomano. Kosem, con su vestido rojo, representaba el bando que buscaba mantener el control o recuperarlo; mientras que Rabia, ataviada de gris, encabezaba el grupo actualmente victorioso. La elección de colores no solo era estética sino que reflejaba las dinámicas políticas dentro del imperio. Cada detalle en el palacio llevaba consigo un significado oculto que no escapaba a la atención de aquellos que observaban atentamente los eventos que se desarrollaban en su seno.
El palacio estaba impregnado de una atmósfera festiva y jubilosa, algo que no se experimentaba desde hacía mucho tiempo en el imperio otomano. Los salones estaban decorados con espléndidos tapices y flores exquisitas. La música resonaba en cada rincón, y la luz de las lámparas iluminaba la magnificencia del evento. Rafat, ataviada con un vestido que irradiaba elegancia, esperaba ser preparada por las criadas para el día más importante de su vida.
Rafat estaba siendo preparada por las criadas en la habitación, el bullicio y la emoción llenaban el ambiente. Iskender, decidido a romper con las supersticiones, irrumpió en la estancia con una sonrisa nerviosa.
Rafat, con su vestido de novia aún deslumbrante, lo miró con curiosidad. Iskender, dejando de lado las formalidades, le recordó la tradición sobre la mala suerte de ver el vestido de la novia antes de la ceremonia. Sin embargo, sus palabras llevaban un matiz diferente.
—Tienes razón, pero hay algo de lo que quiero hablar contigo antes de que este día tan especial comience —dijo Iskender con sinceridad.
Rafat, con una sonrisa, le preguntó de qué se trataba. Iskender, mostrando una expresión sorprendida y reflexiva, mencionó que le parecía asombroso que ella hubiera elegido casarse con él. Señaló que podría haber tenido a cualquier rey o pasha bajo su mando, incluso siendo una pieza para el ascenso de Murad al trono.
Rafat, acercándose a él, tomó su rostro entre sus manos con suavidad y le dijo con seguridad:
—Este matrimonio no es solo político, Iskender. Es por amor.
Las palabras resonaron en el aire, creando un momento de complicidad entre ellos. Iskender, sorprendido, preguntó incredulidad si era por amor. Rafat, riendo con ternura, reveló conocer sus intentos de cartas de amor, el rubor en las mejillas de Iskender solo intensificó cuando Rafat mencionó sus intentos de cartas de amor. Sorprendido y avergonzado, Iskender sonrió con timidez, como si hubiera sido descubierto en un secreto bien guardado.
— ¿Cartas de amor? ¿Cómo sabías...? —balbuceó Iskender, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
Rafat, con una risa melodiosa, le quitó importancia al asunto. La sinceridad y la conexión entre ellos se volvían evidentes en cada interacción.
— Has sido bastante transparente, Iskender. Tus palabras no han pasado desapercibidas —respondió Rafat con picardía.
Iskender, superando la sorpresa inicial, miró a Rafat con un brillo especial en sus ojos.
— Bueno, parece que mi intento de ser sutil no fue tan exitoso como pensé. Pero estoy contento de que lo sepas —confesó Iskender con una sonrisa cómplice.
Rafat, acercándose aún más, depositó un suave beso en la mejilla de Iskender.
— Yo también estoy contenta, y hoy será el comienzo de nuestra historia —dijo Rafat con determinación.
Ambos compartieron una mirada llena de promesas y complicidad. El amor que florecía entre Rafat e Iskender se convertiría en el pilar de su matrimonio, uniendo sus destinos en un vínculo que iba más allá de las estrategias políticas y los juegos de poder en el palacio otomano.
Mientras Rafat apoyaba su frente contra la de Iskender, una cascada de recuerdos inundó su mente. Recordó el día en que se conocieron en las bulliciosas calles de Estambul. Rafat, perdida y furiosa tras el robo de unas joyas, encontró en Iskender a un aliado inesperado. Ese encuentro fortuito marcó el comienzo de su amistad, una amistad que creció con el tiempo y se convirtió en algo más profundo.
Iskender fue el primero en alzar la voz en su defensa cuando los rumores maliciosos sobre Mustafá y ella comenzaron a circular por el palacio. Él siempre estuvo ahí, demostrando su lealtad y apoyo de maneras que iban más allá de las palabras.
Rafat también recordó los sutiles intentos de Iskender por expresar sus sentimientos a través de cartas de amor. Cada carta, cada palabra escrita con cuidado, hablaba del amor que él sentía. Aunque ella nunca le respondió directamente, su corazón latía con fuerza cada vez que descubría una nueva nota.
Ahora, con el toque suave de sus frentes unidas, Rafat se sentía agradecida por cada momento compartido con Iskender. Sus corazones, que habían pasado por tantas pruebas, finalmente encontraron el camino el uno al otro. Y así, en el día de su boda, el amor entre Rafat e Iskender se elevaba por encima de todas las adversidades, creando un lazo indestructible que perduraría en el tiempo.
El día de la boda de Rafat e Iskender llegó, y el palacio se llenó de una alegría que no se había experimentado en mucho tiempo. Los jardines imperiales estaban adornados con flores de colores vivos, y una suave brisa llevaba consigo el perfume de las rosas y los jazmines.
Rafat, vestida con un deslumbrante vestido de novia, caminó hacia el altar acompañada por sus hermanos, Murad y Mustafá, quienes la guiaron con cariño. Iskender (Claro que salió de los aposentos de Rafat rápidamente antes de que alguien se diera cuenta) esperaba en el altar con un traje de jenízaro que realzaba su figura, revelando una elegancia que contrastaba con su humilde origen.
La ceremonia fue dirigida por el imán del palacio, quien ofreció oraciones y bendiciones para la nueva unión. Rafat e Iskender intercambiaron votos llenos de amor y promesas de lealtad. Sus palabras resonaron en el corazón de quienes los rodeaban, recordándoles la fuerza del amor que florecía en medio de la incertidumbre política.
Después de intercambiar los anillos, Rafat e Iskender fueron declarados marido y mujer. La multitud presente, compuesta por familiares, amigos y cortesanos, estalló en aplausos y felicitaciones. La música y la danza llenaron el aire, y el festín nupcial comenzó con una variedad de platos exquisitos.
Quería narrar una escena de boda antes de todo el desastre que voy a armar, de paso cumplo me headcannon de que una de las hijas de Kosem se caso con Iskender :D.
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