Prólogo
La mujer miro por la ventana de la torre, esperando ver siquiera el caballo de su amado regresar.
Su ropajea negros hacian contraste con su piel pálida.
Sus ojos estaban rojos de tanto llorar, se sentía completamente sola.
Se sentía igual de miserable que en su anterior vida, cuando el sultán Ibrahim le quito todo.
En su vida pasada había logrado que el fratricidio terminase.
En esta vida no, pues hace algunos instantes había terminado de llorar sobre el cuerpo de su hijo.
──Murad.──El nombre del gobernate salio de los labios de la triste sultana.──¿Donde estás? ¿Por que me dejaste sola con estas víboras?
Era irónico que preguntase eso, pues aunque Murad quisiera escucharla, no podría, pues la campaña estaba tomando demasiado tiempo.
La Sultana pelinegra volvió su mirada hacia el ataúd que llevaban los Aghas.
Bien, estaba decidido, ella no pasaría por el mismo dolor dos veces.
Si Murad no volvía en tres días, pondria a su hijo en el trono.
Nadie es tan estúpido como para volver a pasar por el mismo dolor dos veces.
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