XXXVII. Arcano

Atrápame, con esos escalofríos tuyos
que provocas en mi ser
cuando natural y regia paseas.

Asfíxiame, elimina el oxígeno de mis sentidos;
seca mis pulmones,
acorta mi respiración.

Derríbame, colapsa la construcción de emociones
que en silencio y mediodía
pacientemente edifiqué.

Permíteme, disculpa mi insistencia;
las memorias de tu silueta
dirigen mis pasos inconsciente hacia ella.

Abrázame, alivia a mi alma y medícala
de las dudas y temores
que provoca tu ausencia.

Acércate, no te alejes otros dos pasos,
quédate, usa de refugio
mi cariño por las tardes frías.

Háblame, que las palabras tuyas
sean mi fe, mis ideales,
disfrutaría escucharte en la mañana...

Inspírame, con esa osadía
orgullo de saber que nadie más lo hace,
que nadie más importa...

Escúchame, querida, mi anhelo:
No están lejos tus manos de las mías,
nunca está lejos el horizonte.

Enciéndeme, aviva las llamas de este averno
interiormente creado,
para que tú, creación inefable
vivas para siempre en él.

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