Una y otra vez
Zemo estaba tan nervioso de que todos los amigos de Bucky —los cuáles no lo tenían precisamente en un pedestal— lo vieran y los juzgaran que, eligió con mucho acierto, quedarse sentado en el sillón central del restaurante el día de la reunión que Bucky organizó en honor a él.
Zemo, con su suéter tejido y unos pantalones modestos, vió a todos los invitados pasar frente a él, uno por uno, saludándolos con una sonrisa tierna y los ojos vagos.
Steve llegó temprano y saludó a Zemo con una amabilidad que ni él mismo se esperaba.
— Buenas noches, Zemo, espero que te encuentres bien ¿Cómo te sientes?
— Bien, muy bien, gracias —respondió tranquilo Zemo y por un momento se cuestionó cómo alguna vez pudo haber hecho estragos su relación con James a causa de una tonta aversión suya hacia ese hombre rubio de facciones agradables y ojos sinceramente azules que tenía en frente.
— Me da mucho gusto… —musitó Steve con una sonrisa.
— Zemo, cómo estás — interrumpió un recién llegado Sam—. Oh, Steve, qué tal, hombre.
Sam saludó a ambos por igual aunque no pudo evitar observar un detalle inusual en Zemo:
— ¡Usas gafas!. Eso sí es nuevo.
— No son de verdad —respondió Zemo tratando de sonar divertido, aunque se veía más agotado de lo que quisiera.
— De todas formas te ves muy… Intelectual.
Rieron. Luego, Steve fue a saludar a Bucky y Sam se sentó al lado de Helmut sin sentarse a su lado; es decir, se sentó a un lado suyo sí, pero de inmediato se dió la vuelta para hablar con otra persona a su otro lado dándole la espalda. Bien, eso era lo necesario porque en realidad Helmut, con cada minuto que pasaba, sólo quería estar solo.
Un invitado nuevo pasaba a saludarlo y él correspondía con otra sonrisa. Todos lo encontraban simpático y adorable; y claro, Sam tenía razón, esas gafas lo hacían ver muy Intelectual, más con ese suéter tejido a punto fino.
— ¿Cómo estás? —le preguntó de pronto Bucky inclinandose a él para mirarlo a los ojos con cariño.
— Bien —sonrió Zemo bajando la mirada pero disimulando no hacerlo.
— ¿Quieres que te traiga algo?
— No, está bien…
— Te traeré agua tibia, o tal vez un mate…No, mejor agua —le dijo Bucky acariciándole la mejilla—. Ya vuelvo — y le dió un rápido beso antes de pararse e ir por lo ofrecido.
Zemo sólo sonrió en silencio, bajó la mirada y siguió tratando de entretenerse con sus dedos entrelazados sobre el regazo. Era dulce, y a primera vista se lo veía feliz y satisfecho… aunque agotado.
De pronto alguien se aclaró la garganta frente a él, Zemo alzó tímidamente la vista y encontró, sentada en el asiento frente suyo, a la que sería la hermana de Yelena. Estaba tratando de recordar su nombre, el rostro lo había visto sí, varias veces, pero… el nombre… ¿Por qué demonios le era tan difícil recordar ciertas cosas? De hecho, ya había olvidado dónde había puesto su teléfono móvil —inconvenientemente sin batería— esa mañana y no lo había podido hallar hasta ahora. Una pequeña punzada dolorosa comenzaba a amenazar la parte superior de su cabeza y ya sabía que esta noche sería una de esas difíciles.
— Hola, soy Natasha Romanov…
— La hermana de Yelena —asintió Zemo con una sonrisa tímida.
— Sí… Ella me habla de ti… Bueno, en realidad creo que hemos oído hablar mucho el uno del otro pero nunca hemos tenido la oportunidad de conversar frente a frente.
— Así es, es algo inusual, tal vez.
— Sí… Bueno, ví tus fotos, son muy buenas.
— Gracias.
— Y Bucky, él… Él te ama mucho.
Zemo ya sabía lo que le quería decir. Por años había tenido conocimiento que una amiga de James siempre le aconsejaba sobre la conflictiva relación que tenían.
Ella no confiaba en él, nunca lo haría pero de alguna forma hoy lo veía y lo encontraba tan diferente a lo que había sabido de él durante tantos años, no era como decían todos, hoy era alguien distinto y se veía tan vulnerable y… agotado.
— Lo sé, yo también lo amo —le dijo Zemo y pronunció cada palabra con determinación, porque quería asegurarle a Natasha que nunca más volvería a lastimar a James, que esta vez sí era en serio.
Nat asintió y miró a la derecha de Zemo para encontrar a Sam mirándola con diversión, comenzarían una charla entre ellos y entonces otra vez Zemo estaría solo. Era interesante, muchos venían a saludarlo y luego se iban, nadie se quedaba con él. Y eso estaba bien para Zemo, porque ya habían pasados dos horas, y realmente quería estar solo.
— Mi amado Barón —vino entonces James, con ese tono dramático que solía tener a momentos—. Ten, toma un poco de agua.
— Gracias —le recibió Zemo con una sonrisa.
Bucky le acompañó un momento hasta que lo llamaron de la cocina para consultarle algo y tuvo que dejar a Zemo solo otra vez ante el desfile de invitados que venían a saludarlo y luego se iban a otra parte del lugar.
La única que se quedó un momento a su lado fue Melissa cuando llegó. Se había sentado a su lado, le hablaba con el cariño y la paciencia con la que se les habla las criaturas y, tras acariciarle la mejilla para preguntarle si se sentía bien, le mostró las fotos que hizo de un viaje a Australia. Helmut reconoció los parques naturales y le comentó de la época en la que fotografió mirlos y flora endémica por varias reservas y parques naturales alrededor de Europa y varios continentes. Helmut le preguntó si se quedaría para la cena, pero ella respondió tristemente que no ya que tenía una reunión en línea con su equipo de trabajo en un par de horas. Así que Helmut apoyó su cabeza en el hombro de Melissa y, mientras ella le correspondía el gesto cariñoso, siguió escuchando la historia de su viaje a Holanda, como si fuera un niño escuchando un cuento antes de dormir. Melissa se fue después y entonces volvió a estar solo frente a todos los invitados, hasta que James venía de rato en rato, trayéndole y ofreciéndole cosas; podía ser lindo.
— Extiende tu mano, cariño —le dijo en algún momento James, ante la mirada espectante y divertida de Sam que había girado a verlos.
Zemo lo miró sonriente y extendió su mano izquierda —porque la derecha le era difícil de mover—. Bucky sacó una envoltura de Regaliz de su bolsillo y se la puso en la mano.
— Regaliz, ñam-ñam —le dijo Bucky a Zemo mirándolo con diversión.
Sam rió bajo y Zemo amplió su sonrisa sin dejar de mirar a Bucky. Tomó el Regaliz y probó un poco, para sorpresa de Sam.
— Lo probó…
— Sí, no es algo tan malo —le dijo Bucky a Sam ante su observación—, tiene muchos ingredientes raros pero definitivamente no le dará un cáncer nuevo por probar un pedazo de centímetro y medio.
Zemo rió ante ese comentario, para una nueva sorpresa desconcertada de Sam.
— No nos molesta bromear con el tema del cáncer —explicó Bucky a Sam—. Lo hacemos a menudo, él y yo…ya sabemos.
Zemo asintió en silencio sin dejar de sonreír, con el dulce Regaliz deshaciéndose en su paladar.
De pronto, alguien vino para decirle a Bucky que lo buscaban en la puerta y entonces tuvo que irse momentáneamente.
— Ya vuelvo, cariño —le dijo dándole a Zemo un beso cálido y húmedo en la mejilla.
No tardó en volver, claro que no. Bucky retornó ante Zemo con una bellísimo arreglo floral.
— Mira, Mut, es para ti —le dijo y se inclinó de cuclillas para dejar el arreglo en su regazo.
— ¿De quién es? —preguntó Sam curioso e impresionado por la belleza del ornamento.
— Está en el sobre, Mut lo verá primero —entonces miró a Zemo con diversión y algo de complicidad— ¿Qué dice, eh preciosura?.
Zemo tomó el pequeño sobre, mirando divertido de reojo a Bucky, y lo abrió. Estaba a nombre de Ikaris Eternem y traía escrita una felicitación además de una disculpa ,por la ausencia, incluida.
Zemo se lo mostró a Bucky y ambos leyeron la nota con una sonrisa divertida. Luego se la mostraron a Sam y éste aún seguía impresionado.
— Siempre envía este tipo de cosas, ramos o arreglos florales, cosas así… Presentes caros. Lo ha hecho varias veces durante este último tiempo —le comentó Bucky a Sam sin haber dejado su posición acuclillada al lado de Zemo.
— ¿En serio? Vaya…
— Sí, y siempre trae una disculpa por su ausencia, con una excusa repetitiva, siempre hay un inconveniente… —añadio Bucky—. Es divertido leer esas notas; aún así, los arreglos son muy buenos… Hay que reconocerle al tipo su buen gusto.
— Sí, hombre —observó Sam—, creo que podría comprarme un auto con el precio que debe tener ese arreglo floral.
— Y huele delicioso —añadió Zemo, acercando una de la flores a su nariz.
— Hmm, sí —acordó Bucky entrecerrando los ojos—, déjame oler una… Hmm, sí, maravilloso. Sam, huele una…
— Ah…yo…
— Ten, toma una flor —ofreció Zemo sacando una flor del arreglo.
— Huélela, siente su aroma —añadió Bucky.
Sam, algo desconcertado, tomó la flor y la llevó a su nariz. Sí, era cierto, ésta tenía una fragancia entrañable y exquisita.
Bucky se llevó el arreglo floral y entonces Sam y Zemo se quedaron juntos. Era un buen momento para hablar, para…"romper el hielo".
— Zemo.
— Sam.
— Cómo te sientes.
— Muy bien, gracias.
— …
— …
— Ahm…
— ¿Y tú? ¿Cómo te sientes Sam?
— Estoy bien, bien… sí —Sam se aclaró la garganta—. Yo…no te he dicho… Lamento mucho lo que sucedió, por tu pérdida y… Lo…lo de… lo que atravesaste. Lo siento…mucho.
— Aprecio mucho eso, en serio, Sam. Gracias.
Sam dejó escapar un leve suspiro y volvió a dirigirse a Zemo:
— También quería felicitarte, por la exhibición…
— ¿La viste? —preguntó Zemo con una sonrisa.
— Sí, sí, me impresionó mucho, ya sabes… Todas esas fotografías, Dios, son icónicas y tú las tomaste. Tú tomaste todas esas fotos, es increíble.
— Casi la mitad de mi vida.
— Sí. Todos estaban con la atención puesta en las fotografías de Ikaris Eternem, creo que eran las más famosas; aunque, un 60% de lo que había allí fueran fotografías de Bucky
— Sí, las mejores… —sonrió Zemo—. ¿Te gustó alguna en particular?
— Me gustaron todas; yo cambiaría la pregunta por: ¿Te llamó alguna la atención?
— Muy bien —casi rió Zemo—. ¿Te llamó alguna la atención?
— Había una, en blanco y negro, donde Bucky está de frente en primer plano con una increíble hamburguesa con papas y una soda frente suyo…
Zemo rió encantadoramente.
— … Entonces yo me preguntaba —continuó Sam—, si él llegó a comerse eso de verdad… ¿No lo hizo, cierto?
— Es altamente probable que no —sonrió Zemo—, claro, dependiendo de la época en la cual se tomó la fotografía, pero sé a cuál te refieres y… No, sinceramente no creo que se lo haya comido.
— Claro, tú no se lo hubieras permitido.
— No exactamente, si él quería podía hacerlo, pero luego debía enfrentar las consecuencias…
— La dieta estricta, el gimnasio… Y tú tomándole las medidas cada instante…
— Sí, hice eso. No estoy contento por la forma en que lo hice; tenía un propósito, sí, pero yo era un tipo muy… Idiota.
— Tanto así…
— Sí, en resumen. Mira, James ahora sigue modelando de vez en cuando, pero él ya conoce su ritmo y su organismo, definitivamente no necesita que alguien ande tras suyo tomándole medidas y deshaciéndose de la comida chatarra a su paso.
— No, porque los tiempos cambian… Las personas también.
— La mayoría de las personas no cambian.
— ¿No?
— No. Evolucionan, en el mejor de los casos.
— ¿Y en el peor?
— Simplemente siguen haciendo las mismas cosas de siempre hasta que se hunden irreparablemente en ello.
— ¿Como un ciclo sin fin?
— Sí, una y otra vez. Porque para lograr un cambio significativo en sus vidas, tendrían que haber pasado por una experiencia lo suficientemente fuerte que altere su rumbo catastrófico…
— Mut —los interrumpió James de pronto—, vamos a cenar, ya están todos listos.
Helmut asintió y se levantó tomado la mano James como apoyo, luego extendió su otra mano a Sam para invitarlo a que los acompañara y entonces todos ya podían estar reunidos esa noche.
La cena fue interesante porque confirmó el hecho de que Helmut se había vuelto pescetariano en algún momento de su camino. Todos los presentes lo admiraron comer ese modesto pero bien parecido plato de pepino, fresa y sardina ahumada; claro, nadie más que Bucky sabía cuán fanático era para entonces Helmut de las sardinas.
Cuando la segunda parte de la velada comenzó, ya eran casi las nueve y Zemo se negó amablemente a compartir la improvisada pista de baile porque en serio estaba agotado. Estuvo de vuelta en su cómodo lugar en el sillón y no tuvo que preocuparse por la compañía porque Sam vino a pasar un poco de tiempo a su lado antes de despedirse.
— ¿Así que ahora eres de los tipos que comen pescado y muchas verduras, eh Zemo?
Zemo asintió riendo.
— Qué opinas de la piña en la pizza —le inquirió Sam.
— Nunca lo he probado pero no tengo nada en contra; sin embargo, en los Tacos al Pastor… bueno, ya no como carne; pero sé que si no le pones la cantidad de piña suficiente, te mata; pero con la cantidad adecuada de piña, es lo mejor del mundo.
— Te ves cansado.
— Sí, quisiera tener el espíritu de James. Esta mañana ayudó a Morgan a hacer una gran maqueta, luego organizó todo esto, sin contar el trabajo que tiene el su revista. Y está ahí, siempre positivo, listo para todo.
— Lo que pasa —le dijo Sam— es que aún estás recuperándote. Tuviste una operación difícil a principios de año, es normal que te sientas algo agotado. Pero verás que en unos meses más estarás muy bien.
— Es lo que creo.
— Así será —sonrió Sam.
— Sam…
— Qué pasa.
— ¿Alguna vez te has enamorado?
Sam no pudo evitar sonreír ante esa pregunta que parecía ser infantil pero en realidad podía ser algo profundo.
— Sí, claro. Aunque, como verás, las cosas no han resultado muy bien que digamos. Quiero decir… Sé que siempre me he jactado de mi independencia emocional pero debo admitir que hoy en día me siento algo frustrado de que… Es decir ¿En serio, hombre? ¿En serio nadie? ¿No hay nadie?
— Tal vez sí lo hay.
— Quién sabe.
Zemo sonrió de lado y luego miró al frente. La noche mágica, las risas hermosas, las luces brillantes…
— Tal vez ha estado frente a ti todo el tiempo y no te has dado cuenta —le susurró a Sam.
Sam lo miró divertido, tratando de analizar esas palabras y, al final de no poder captar ese mensaje, dejó escapar una risa breve mirando al frente también.
Luego, se despidió de Zemo y fue también a despedirse de sus amigos. Nat lo había visto hablar con Zemo y se lo cuestionó sutilmente, a lo que Sam sólo respondió:
— Si Bucky lo ama tanto y es feliz ahora con él… No hay por qué entrometerse.
— No confío lo suficiente en Zemo aún —le confesó ella.
— Yo sólo sé que confío en Bucky —le dijo Sam—. Mira, ha pasado por tanto, ambos pasaron por tanto, tienen una enorme historia juntos, y aún así terminaron aquí… ¿Qué se puede hacer?. A estas alturas, no me queda otra que respetar y confiar en las decisiones de Bucky. Inténtalo.
Bucky despidió a Sam con un abrazo seguido de Steve y compartieron una última risa juntos antes de que se marchara. Se llevaban tan bien, era una conexión estupenda.
Pronto Bucky se fue hasta Zemo para pasar el resto de la reunión abrazado a él con el rostro hundido en su hombro. Ese aroma suave realmente podía apaciguar a cualquiera, de hecho siempre supo que eso fue lo que lo tranquilizaba los primeros días cuando se sentía muy nervioso por hacer cosas nuevas, entonces sabía que Helmut era alguien fuerte en quién podía apoyarse. Era coraje, era Mut.
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Un día, Helmut casi se cayó a causa de un fuerte y repentino mareo que lo atrapó al subir las escaleras. Le había estado doliendo la cabeza constantemente en los últimos días. Su cita con el médico era el jueves, así que era un buen momento para realizarle nuevos exámenes.
No era inusual que un tumor reaparezca. En el caso de Helmut fue algo tan probable como atrapar un resfriado a mitad de año. Le detectaron un Glioblastoma grado I que no tardó en volverse a uno grado II.
Al principio siempre suele haber mucho optimismo, porque siempre hay un nuevo tratamiento que probar; sin embargo, a medida que pasa el tiempo y las cosas no mejoran, las opciones se van reduciendo y cada vez hay que ir más lejos.
— Si nos vamos este domingo en la tarde, estaremos listos para estar en el consultorio médico el lunes por la mañana.
Bucky nunca se rendía.
— Pero el lunes tienes trabajo y el domingo es el día de campo de Morgan —musitó Zemo apenas.
— Pedí permiso para el trabajo, terminaré lo que pueda de mis pendientes esta noche, madrugada, o lo que sea. Le pediré a Yelena que me ayude con Morgan. El asunto es que ya conserté la cita con el médico el lunes por la mañana, así que debemos ir…
¿Por qué Bucky nunca se rendía?
— Yo puedo ir solo…
— No digas… Claro que no, ayer casi te caes…
— Puedo contratar a alguien para que me …
— Estoy yendo contigo. ¿Olvidaste con quién vives? No estás en posición de hacerme a un lado. No quiero discutir contigo por esto ahora, no vale la pena. Te hará doler la cabeza, sólo no te hagas problema por esto ¿quieres?
— …
— ¿Mut?
Y de pronto, Helmut no reaccionaba, se había quedado en blanco.
— ¿¿Helmut??
— ¿Q-qué?
— Mírame, ¿estás bien? —Bucky lo tomó por el rostro y lo analizó con la mirada exasperada.
— Q-qué… qué…
— ¡Helmut!
— Está borroso, todo está borroso… Confuso… La cabeza… Creo que me…
— Maldita sea, ven, siéntate… Calma ¿quieres? Tranquilo, tranquilo…
Bucky lo sentó en el sillón como pudo y cogió su teléfono para llamar a su seguro médico.
Era más usual de lo esperado que una persona con Glioblastoma presente síntomas de pérdida de fuerza, campo visual y convulsiones. Definitivamente Bucky debía llevarlo el lunes a esa cita médica, aunque de momento tuviera que llevarlo a emergencias.
La idea de que Helmut pudiera recuperarse con aquel tratamiento fue demasiado optimista; porque, sin haberlo previsto, Bucky ya estaba cancelando más citas y acumulando más tareas de su cotidiano vivir por andar viajando con Helmut de un lugar a otro probando tratamientos nuevos. A veces las cosas parecían funcionar y todo recuperar su normalidad; pero, más antes de lo esperado, todo se hacía añicos y debían probar algo nuevo.
Aunque al final nada funcionara.
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Era finales de noviembre de 2019 y Helmut debía viajar a recibir su tratamiento —uno nuevo, esta podría funcionar (?), sí, claro— a Berlín. Tenía mucho frío y sentía algo de nostalgia. James no lo acompañaría esta vez, es que finalmente había logrado convencerle que podía hacerlo con ayuda de Oeznik y un enfermero contratado; eso después de que casi echaran a Bucky del trabajo y que Morgan llorara porque la había dejado sola en su cumpleaños, y es que era tan terco… Le costó mucho aceptar esa propuesta, pero ahora podía hacerlo.
Así que Helmut viajaba sin él otra vez. Sentía un nudo en su interior, porque había estado pensando en algo.
Alguna vez dije que, el que Helmut Zemo tuviera nacionalidad Belga sería muy importante para dos sucesos en esta historia. El último momento había llegado.
Y llegó en forma de una idea a la pobre cabeza de Helmut, una madrugada cuando los medicamentos ya no le surgían efecto contra el dolor, pero no podía hacer nada, así que debía aguantar de la mejor forma posible… Sí, debía aguantar, en silencio, mordiendo la punta de la almohada; porque después de mucho tiempo, finalmente James había podido mantener el sueño, dormía…y tenía que seguir durmiendo… Así que, sí, "Helmut, aguanta", se decía en su mente. Entonces la idea vino, llegó y estuvo ahí esa madrugada, y luego otra y otra…
Ahora que viajaba sin compañía de James, podía arreglar eso. Podía hacerlo. Se necesitaba un mes, eso le habían dicho cuando fue a averiguar la semana pasada. Un mes…
No podían rechazarlo. No, no podían porque…
— Iré a darte encuentro el miércoles ¿De acuerdo Helmut?
Bucky apareció para llevarlo al aeropuerto, aunque después debía correr porque tenía una reunión de trabajo.
Helmut asintió en silencio con un sonrisa débil. Recibió un beso, eso fue bueno. Le gustaban los besos.
Durante todo el camino, Helmut con la cabeza apoyada contra la ventana del auto, veía cómo los copos de nieve caían suavemente sobre ese paisaje mágico … Mágico, en un día cualquiera, sí… La magia existe, sólo hay que cambiar su concepto, y entonces podías verla en todas partes.
… No podían rechazarlo.
No, porque, en la última cita, el médico le había dicho que, a parte de que el tratamiento anterior no había funcionado, su Glioblastoma había ascendido al nivel III. Le harían un tratamiento previo antes de someterlo a una nueva cirugía. No se lo había dicho a James, pero lo sabría el miércoles.
El miércoles…
Lo sabría el miércoles.
Una lágrima rodó por su mejilla, James no podría verla porque tenía el rostro hacia la ventana. Helmut seguía mirando los copos de nieve caer… Seguían cayendo, hundiéndose… Tal vez la mitad del tiempo, una y otra vez.
Y su corazón se había estado rompiendo. Nunca más lo volvería a ver… Ese paisaje mágico… Ese amor que al final no pudo ser suficiente… Ojalá no hubiera sido tan idiota en el pasado, porque había perdido mucho tiempo en cosas vanales… Y nada es para siempre.
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Claro que entró en desesperación cuando lo supo el miércoles, al menos los primeros minutos, pero sí estuvo a punto de darse contra el azulejo frío del hospital. Aún así, Bucky nunca se rendía.
Aún cuando ya todo le gritaba que estaba perdido.
¿Cuánto tiempo?
A Bucky eso no le interesaba, no quería escucharlo otra vez. No le importaba no. Porque aún se podía, claro que sí. Siempre podía haber una excepción.
"Mañana volveremos a casa, te cuidaré hasta el día de la operación" le había dicho James. Helmut lo recordaba ahora que estaba sentado en la cama debajo de un montón de mantas, "Te operarán y luego recibirás la quimio y la radioterapia, o lo que sea… Pero entonces vas a estar bien, ya lo verás, todo estará bien".
"Todo estará bien" se repetía Helmut en su mente adolorida. Veía a James discutir por teléfono desde la sala de la habitación del hotel en el que estaban; por sus ademanes y el tono de su voz, ya estaba perdiendo los estribos. Eso no terminaría bien.
Y no terminó bien, porque ahí mismo acabó con su trabajo.
Lo vió colgar y lanzar el teléfono contra el sofá con una rabia impotente, lo vió llevarse las manos a la cabeza y… llorar.
Lo vió llorar, con los ojos azules y suplicantes hacia ese techo que podría ser su cielo, con las manos temblorosas sobre su cabeza y una exigencia reprimida en sus labios encarnados.
Y al mismo tiempo, mientras lo veía, Helmut también lloró. Con la cabeza hundida entre las mantas y el sollozo silencioso estuvo más seguro que nunca que esa idea que tenía en la cabeza era la mejor. Y agradeció por haberla tenido, agradeció por ser mitad Belga, y le pidió perdón a todo y a todos por todas las malditas cosas que había hecho para hacerlos sufrir. Le pidió perdón a James… una y otra vez, en medio de lágrimas y quejidos silenciosos hasta que perdió la conciencia.
Despertó en medio de una penumbra dulce. Había un brazo rodeando su costado y una respiración entrecortada sobre su nuca. James… tan cálido.
Ahí supo que jamás dejaría de amarlo.
"Eres mi más grande amor"
"Nunca te dejaré, eres la alegría de mi vida, te adoro, y siempre estaré contigo donde tú vayas, donde sea que estés…en cualquier lugar… por siempre"
Nunca había sido bueno para cumplir promesas.
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— Bien, ¿estás listo?
Bucky, al final de todo, siempre tenía una sonrisa que mostrar.
— Sí.
— Muy bien —le sonrió Bucky a Helmut, le acomodó la bufanda y le dió un beso en los labios...y uno más en la nariz haciéndolo reír—. Tú naríz está fría.
Helmut rió cerrando los ojos. Se veía adorable.
— Listo, vámonos —dijo finalmente Bucky, sacando las maletas afuera, tomando a Helmut de la mano y cerrando la puerta.
Estaban algo retrasados, así que James trató de apurar al conductor del Taxi. Perder el vuelo sería el colmo en la situación en la que estaban.
Por suerte aún les quedaba algo de tiempo así que, cuando llegaron al aeropuerto, James tomó a Helmut de la mano y se echaron a correr. Era algo normal correr en un aeropuerto, pero para ellos se sentía... Especial. James miró a Helmut pensando que realmente se veía adorable con ese gorro de lana, esas gafas y su bufanda suave... Qué más... sí, claro ¡Estaba sonriendo!. La sonrisa más hermosa del mundo. Se aferró con fuerza a su mano y siguieron corriendo, como si...sus vidas dependieran de ello...
Y rieron, juntos, como si realmente no se estuvieran muriendo. Un minuto en la vida. Un minuto más.
En el avión, Helmut descansó en el hombro de James en silencio mientras ambos contemplaban el invierno a través de la ventana. James le estaba tomando de la mano y acariciaba su dorso con suavidad, de la misma forma que Helmut lo había hecho durante todo el tiempo que vivieron su amor juntos.
— Todo estará bien —susurró James. No era una certeza, ni una promesa; era tan sólo un pedido, uno desde el corazón.
¿Alguna has sentido cómo algo se va deslizando poco a poco de tus manos?
Aún debían tomar un tren cuando llegaran a su destino. Para ello también tuvieron que apurar el paso. James sentía una esperanza renaciente en su interior; una fe, que cualquiera hubiera perdido, aún estaba latente en él; tomó la mano de Helmut y sonrió como hace mucho tiempo no lo hacía.
Cuando estaban por entrar a la sala de abordaje, sintió que Helmut deslizaba la mano de su agarre, se detuvieron y entonces James se dió la vuelta para ver a Helmut el cual se había quedado tras suyo.
Su sonrisa se desvaneció al ver a Helmut mirándolo con los ojos humedecidos y moviendo negativamente la cabeza mientras trataba de mantener esa sonrisa dulce.
— Helmut... —susurró.
— Lo-lo siento... —titubeó Helmut.
James asintió.
— ¿No vendrás conmigo, cierto? —preguntó James en voz baja pero con tranquilidad.
Helmut sólo negó con la cabeza.
— ¿Te quedarás aquí solo?
— No, llamé a... —Helmut tomó aire obligándose a no dejarse vencer por sus sentimientos— a Oeznik esta mañana, él... Ya debe estar esperándome afuera... Contratará a un par de enfermeros y tal vez alquilemos una casa o algo así, hasta el día de la operación—lo miró con sus ojos tristes—. James, lo siento... yo, yo...
— Está bien, está bien —lo tranquilizó James tomando su rostro entre manos—. No te preocupes, está bien ¿sí? —y sintió que su voz se quebraba.
Helmut bajó la mirada y asintió en silencio.
— No te preocupes por esto —dijo James, incluso tratando de sonreír—. Sabes que... siempre estaré contigo, yo... Siempre... Siempre... —no aguantó más y abrazó a Helmut con fuerza, no quería que lo viera llorar, no... No quería que le doliera más—. Sé por qué haces esto, está bien. Lo respeto. Sé que estarás bien, porque...eres fuerte, eres más fuerte que todo.
Se separó de Helmut y le acarició la mejilla.
— Vendré a verte el día de la operación, te lo prometo. ¿Me esperarás?
Helmut asintió en silencio sin poder mirarlo.
— ¿Lo prometes? —le consultó James tratando de encontrar su mirada.
— Sí.
— Nos veremos ese día, estaré contigo, y...luego todo estará bien, ya lo verás.
James lo miró y sonrió limpiando sus lágrimas y las de Helmut. El teléfono de éste último comenzó a sonar, era Oeznik, ya estaba allí. James lo abrazó una última vez antes de tomar sus cosas y abordar el tren.
Cuando el tren estuvo por partir, James, desde su asiento solitario, vió a través de la ventana a Helmut acompañado de Oeznik parado en la sala de abordaje mirándolo desde ese pared de vidrio transparente, donde los familiares y amigos se acomodaban para despedirse de los viajeros. Lo vió más alto que de costumbre, con las manos en los bolsillos de su cazadora negra, la bufanda suave y una sonrisa dulce en su rostro pálido pero adorable. Una tristeza se escondía tras esas gafas, tras esos ojos bonitos. James alzó su mano lentamente y la movió al ritmo de la despedida lenta y dolorosa de su corazón, trató de dibujar una sonrisa en su rostro para hacerle sentir a Helmut que todo estaría bien, que todo estaba bien.
Helmut sacó su mano izquierda —porque la derecha le era difícil de mover— y la levantó para corresponder su despedida. Amplió esa sonrisa triste y sus ojos pequeños y bonitos le dijeron adiós con cada letra de su amor. Sí, porque jamás dejaría de amarlo, porque siempre estaría ahí, cuando todo terminara, su último pensamiento, sería siempre él.
El tren se puso en marcha y James apoyó la cabeza contra el frío vidrio de la ventana tratando de mantener la imagen adorada de Helmut en su cabeza; su mano, rendida, se había deslizado hasta su regazo y, así mismo, un par de lágrimas silenciosas se fueron deslizando por sus mejillas, hasta que el paisaje ante sus ojos se hizo borroso, hasta que su corazón comenzó a doler muy dentro suyo y sus últimas fuerzas se fueron desvaneciendo.
Lo había intentado, lo habían intentado, siempre, hasta el final. Y las promesas iban y venían, y...nada nunca es para siempre.
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