Díα 917. 2O17.

El tiempo seguía transcurriendo su curso como lo usual, habiendo una sola diferencia en el paso de sus días: Akiko.

Desde aquel encontronazo en el restaurant de la prima de Pehyan, parecía que ella había tomado literal lo de pasarse más seguido por la veterinaria, rondando por ahí al menos dos veces por semana. Usualmente solía llevarles algo de comida para almorzar o comer, o los recogía en el auto que usaba para llevarlos por unos tragos, siempre los tres, y al menos esas salidas le habían servido para fortalecer un poco la confianza; ya no se congelaba cuando ella estaba a metros de él, o tartamudeaba al hablar por miedo a decir una tontería, incluso podía bromear respecto a cosas del trabajo, ya fuese de la editorial en la que ella era administradora o la tienda. También solían charlar repetidamente de los montones de mascotas que tenía; nunca había visitado su vivienda pero parecía ser una casa grande, no solo tenía un Husky, además tenía un Golden retriver, tres gatos, y unos cuantos peces, y al ser encargado de una veterinaria aquello ya era algo más de lo que conversar.

¿Le agradaba Akiko? Sí. Podría admitir incluso que le gustaba, era una chica muy guapa: veinticinco años, cabello rubio hasta la cintura, una buena figura y era sumamente carismática. Sin embargo no bastaba para abrirse sobre los detalles más íntimos de su vida, cosas como su padre, ella, Baji, o la prisión siempre quedaban en lo más profundo, siendo así que solamente tocaba lo superficial y nada más.

Esa era la primera ocasión en la que saldrían a solas, y aun con todo lo anterior de por medio, mentiría si dijera que no estaba nervioso. Al contrario. Era la quinta vez que comenzaba a contar nuevamente el dinero de la caja registradora por culpa de sus equivocaciones mientras Chifuyu terminaba con el inventario. Se frustró ante la falla y se quejó en voz baja, siendo escuchado por su amigo aun así.

— ¿Otra vez?

— Perdón, no me dan las cuentas.

— Estás temblando, mejor ve a arreglarte — el pelinegro se acercó a la caja registradora y lo hizo a un lado — yo sigo.

— ¿Seguro?

Asintió — Aki va a venir por ti en media hora, cámbiate y ponte presentable.

Kazutora arqueó una ceja — ¿Aki?

— ¿Qué? Me agrada. Y creo que hacen buena pareja, ¿se llevan bien, no?

— Sí... a mí también me agrada. — dijo sacando de una pequeña valija una muda de ropa limpia que no se había colocado desde el inicio del día por miedo a ensuciarse.

Nah, a ti te gusta.

— Eres insufrible — él entró al baño y cerró la puerta tras de sí.

Se quitó el mandil seguido de la camiseta, zapatos y pantalones. Se lavó la cara en un momento con intención de quitarse la mugre que se le generaba en el trabajo, usó algo de desodorante y comenzó a ponerse la camisa a rayas negras y grises que había comprado un día antes y posteriormente se colocó el pantalón, igualmente oscuro. Se sentó sobre el retrete y se colocó los zapatos.

Antes de salir también usó algo de loción y sintió algo extraño en el bolsillo de su pantalón, metió la mano para averiguar que era y sacó un pequeño envoltorio de plástico color rojo que reconoció de inmediato.

— Eres un hijo de puta, Chifuyu.

Tocó con uno de sus dedos el lunar bajo su ojo y sintió su boca curvándose al recordar. No terminaba de entender como es que ella lo había marcado de una manera tan significativa que aun tantos años después, sus palabras parecían seguir tatuadas a fuego en su memoria, y aun solía lamentarse de vez en cuando. A pesar de todo lo que había pasado, el recuerdo de su efímera presencia en su vida siempre sería algo dulce y que conservaría con muchísimo cariño, uno distinto al de antes por su propio bienestar, y porque comprendía que debía salir adelante y continuar con su vida después de todo.

Se miró nuevamente al espejo, dejando que las palabras de aquel papel que cada tanto tiempo resonaban en su cabeza se apoderaran de él, sintiéndose así más libre de tomar la decisión de conocer a alguien más después de esos años.

Abrió la puerta mientras miraba hacia su muñeca intentando colocarse un reloj.

— ¿Dejo mi cabello suelto o amarrado?

— ¡Suelto! — una voz femenina lo sorprendió y su vista se fijo en el lugar del que provenía.

Akiko estaba al lado de Chifuyu, usaba un vestido color rosa que se le ajustaba al cuerpo, se había recogido el cabello hacia un lado y usaba tacones. Se veía sumamente guapa.

— Llegaste antes de lo que pensé...

— Salí temprano de la editorial — se encogió de hombros — ¿nos vamos ya?

— Aki, ¿me lo prestas un segundo? — su compañero de trabajo se inmiscuyó en la conversación.

— ¡Claro! Te espero en el auto. — le guiñó un ojo y salió por la puerta principal. Él caminó hasta Chifuyu para ver que era lo que tenía que decir.

— ¿Pasa algo?

— Nada, solo quería saber si vas a llegar a dormir a casa.

Sintió como su cara comenzaba a calentarse — Estás muy pesado con esto.

Chifuyu se rio dándole unas palmadas en la espalda — Ya, ya, vete... ¡Y suerte!

Se despidió y salió del local para rápidamente abordar el auto de Akiko, quien lo esperaba en el asiento del conductor.

— ¿No te molesta conducir en zapatillas?

— No es tan difícil como parece — sonrió — ¿nos vamos?

— Por supuesto.

Se abrochó el cinturón y la rubia pisó el acelerador, comenzando a andar por las calles de Tokyo, las cuales se iluminaban con los espectaculares y las luces blancas o coloridas que adornaban las farolas. Escuchaban algo de música en el estéreo del auto mientras charlaban de algunas cosas sin importancia. Después de quedarse en silencio unos segundos, Akiko tomó la palabra.

— Entonces... ¿qué quieres cenar?

— Estaba pensando en ir al restaurante en donde te encontré cuando estaba con mis amigos, ¿qué opinas?

— Ah... — hizo una mueca mientras bajaba la velocidad — no me gusta la comida de ese sitio.

Él abrió los ojos como platos — ¿De verdad? — la chica asintió — Wow, creí que a todo el mundo le encantaba.

— Sí — su voz salía con cierto nerviosismo — creo que soy la excepción a la regla...

Kazutora se quedó mudo. Otra cosa que se había quedado bastante presente desde aquel encontronazo era aquel restaurante: el sabor de su comida le recordaba a tiempos sumamente felices y parecía revivir en él momentos que creyó haber dejado atrás hacía mucho, pero que con cada bocado que caía sobre su paladar desbloqueaba sus memorias, las cuales ahora atesoraba con bastante nostalgia. Al menos una noche por semana disfrutaba de pasarse por ahí y comprar algo de comida para llevar, se había propuesto probar al menos una vez todos los artículos del amplio menú, aun si algo no le gustaba, pues estaba seguro de que quien preparaba aquella comida era una genio, la única al nivel de ella, capaz de hacerle sentir mil y un emociones en el pecho solamente con un trozo de carne cocinada con especias encima.

— ¿Entonces?

— Ah... perdón, no te estaba ignorando, solo...

— No importa — la chica miraba fijo al frente — decía que si te gustaría ir a un restaurante que conozco. Yo puedo elegir el sitio esta vez y tú lo harás la próxima, ¿qué dices?

— Me parece excelente — sonrió.

...

Aquel sitio era bastante más elegante de lo que esperaba, y agradecía que al menos había escogido ropa adecuada para no verse tan fuera de lugar. Tenía un candelabro gigante en el techo, que proveía una luz anaranjada bastante tenue, eso en conjunto con la música clásica que salía de los parlantes colocados en el techo del establecimiento propiciaba una ambiente bastante tranquilo y relajado, por no decir que era adecuado para la clase de comensales que solían recibir: parejas.

Dejaron el auto en el establecimiento del restaurante, un piso debajo de donde estaban. Bajaron y contaron con la fortuna de encontrar mesa libre, según Akiko, aquel sitio era fantástico y servían cosas deliciosas, por lo que era muy solicitado.

Tomaron asiento uno frente al otro, charlaron un rato mientras hojeaban el menú, así como durante el intermedio en el que lo que habían pedido llegaba a su mesa. Todo era de un tinte mucho más americano, como en las películas, por lo que el menú estaba conformado por cortes de carnes, pastas, y un montón de cosas más con las que no se sentía familiarizado. De toda la carta, parecía conocer solamente las cervezas y los vinos, de los cuales pidió al menos tres copas antes de que le sirvieran.

La comida no era del todo espectacular a decir verdad, no era mala, por el contrario, pero comenzó a creer que quizá el sabor de Forest lo había dejado tan deslumbrado que ahora nada de lo que encontrara por ahí le sería mínimamente equiparable.

Habían terminado de comer hacía unos minutos, Kazutora iba por la cuarta copa de vino, y Akiko no se había quedado muy atrás, incluso lo había rebasado, siendo así que interrumpió su charla unos segundos para pedirle al camarero otra copa de coñac.

— ¿Entonces vivías con tu hermana hasta hace poco?

Asintió con la cabeza mientras bebía — Sí, pero era una situación muy molesta. Nunca fuimos muy compatibles y al final fui yo quien se mudó, afortunadamente mi papá me ayudó a conseguir la casa en donde estoy ahora en buen precio.

— ¿Es tu casa, entonces?

— Sí, estuve pagando alquiler el primer año, y después el dueño me ofreció quedarme con ella. Ahí fue donde mi papá entró y negoció, es muy bueno con eso — ella parecía tener las mejillas enrojecidas a causa del alcohol — ¿Y qué hay de ti?

La chica comenzó a acariciarle una de las piernas con la propia por debajo de la mesa, causándole un cosquilleó en el estómago. Al haber salido en otras ocasiones con ella, sabía que solía tener ese tipo de gestos para con él; cosas como pasarle los dedos por el cabello, o poner una de sus manos a veces en su rodilla, a veces en su muslo. Akiko era bastante más atrevida que él, pero no le molestaba. Y parecía ser, según Chifuyu y todo su grupo de amigos, que ella gustaba de él. Aquella salida podía ser provechosa, si se lo proponía, por que estaba seguro de quererlo. Normalmente no hubiera tenido esos pensamientos, eso era seguro, en cualquier otra situación estaría mucho más nervioso. Sin embargo, esas eran las ventajas del alcohol: lo desinhibía muchísimo, y le brindaba una cierta sensación de invencibilidad, así como de confianza.

— Ah, vivo con Chifuyu. Desde hace dos años, ¿no te había contado eso ya?

— Sí — le sonrió — ¿Vivías con tus padres antes de eso?

— No — soltó tajante, intentando delimitar el rumbo de la charla. Akiko pareció darse cuenta de aquello y deslizó una de sus manos por la superficie de la mesa, haciendo que sus uñas rozaran con la mano de él.

— Bueno — tomó un mechón de cabello y comenzó a juguetear con él — ya me lo contarás algún día — su voz salió en un tono distinto al de antes y el interior le dio un vuelco.

De un momento a otro la atmosfera que los envolvía pareció cambiar. Sintió mucho más calor que antes, y una sensación bastante distinta a los nervios se comenzó a acumular en su pecho, ¿era emoción? No estaba muy seguro, pero ni siquiera el largo trago de vino que tomó en ese momento pudo disiparle aquello, por el contrario, lo sentía mucho más vivo que antes, en conjunto con una creciente sensación de confianza que parecía estar naciendo dentro de sí.

— ¿Estás bien? — volvió a hablar en el mismo tono, inclinándose sobre la mesa y dejando que el pronunciado escote del vestido le llamara.

Intentó disimular lo más posible aquel vistazo, y pasó una de sus manos por su cabello para después inclinarse en dirección a ella — mejor que nunca.

La muchacha sonrió de manera coqueta, y no tardó mucho tiempo más en llamar a un mesero para pedir la cuenta, la cual no tardó demasiado en llegar. Kazutora pagó y ambos salieron, con Akiko aferrada a su brazo. Bajaron juntos las escaleras y caminaron hasta el auto de la rubia.

Al llegar, el más alto se recargó sobre la puerta del conductor, impidiéndole el paso.

— ¿No vas a dejarme subir? — Akiko comenzó a acercarse a él, posando una de sus manos sobre su pecho.

— Depende — sonrió — ¿A dónde iremos ahora?

— Tengo una idea, pero antes necesito hacer una cosa

Bajó el volumen de la voz, y él se agachó en busca de la respuesta.

— ¿Qué es?

Alcanzó a verla sonreír antes de sentir como sus labios se ponían sobre los suyos, aceptando el beso gustosamente. Colocó una de sus manos sobre su cara y la acercó hacia él, haciendo que la intensidad del vaivén aumentara gradualmente mientras ella lo tomaba con la mano libre por la mejilla. Kazutora dejó que una de sus manos comenzara a deslizarse por su espalda, haciendo un recorrido que comenzaba en aquella zona y bajaba lentamente por su cintura.

Akiko se separó unos minutos e intentó recobrar el aliento — No vivo muy lejos de aquí... ¿quieres ir a mi casa?

...

El trayecto duró a penas unos minutos hasta que estuvieron de pie fuera de aquella enorme propiedad. Tenía un patio gigantesco en el cual habitaba el montón de animales, los cuales ignoraron mientras entraban a la vivienda.

A penas dio un paso en el salón, sintió como la chica se abalanzaba sobre él nuevamente, besándolo con mayor intensidad que en el estacionamiento. Dejó de contenerse y bajó una de sus manos directamente a su trasero, acariciándolo con frenesí. Caminaron torpemente hasta el sofá, sin alejarse un solo momento. Akiko tiró a Kazutora sobre este, y se sentó en su regazo mientras comenzaba a desabrocharle la camisa y él deslizaba el cierre del vestido hacia abajo.

Mentiría si dijera que no lo estaba disfrutando, le gustaba, y mucho, pero en aquella ocasión la confianza que parecía tener se le estaba esfumando lentamente. Recuerdos y palabras comenzaron a abrumarle la cabeza, y se odió a si mismo al sentir que su fantasma lo seguía persiguiendo aun hasta ese día, sabiendo que se había prometido que viviría su vida dejando su recuerdo atrás por su propio bienestar, pero no era capaz. Siempre terminaba llegando a su mente de alguna u otra forma, interrumpiendo siempre en sus intentos de comenzar algo más, y se sentía un imbécil al pensar que era el único atrapado en lo que había significado dicha época.

Una sensación incomoda se instauró en su pecho y su cuerpo, y al sentir una mano acariciarle por encima del pantalón reaccionó. Tomó la muñeca de la rubia y la detuvo.

— ¿Qué pasa?

— Lo siento, yo... tengo que irme. Perdona.

Se abrochó la camisa apresuradamente y ordenó su cabello un poco antes de parar un taxi fuera de su calle, escuchando los ladridos de los perros detrás de sí. Una vez dentro del vehículo suspiró y pasó una de sus manos por su cabello, hablando en tono bajo para sí mismo.

— Soy un idiota.

Holaaaa, no me vayan a linchar JAJAJAJA.

En otras noticias, ¿ya vieron la portada?<3 estoy enamorada de ella, estuve mucho tiempo queriendo cambiarla y esta realmente me dejó satisfecha. La dibujé yo y por eso me tardé montones, ¿pero que les parece a ustedes? Miren, la dejo aquí para que la aprecien a detalle.

Btw gracias eternas a mi amiga Pay por enseñarme a poner luces y sombras, yo no sé nada de dibujo y fue un super favor que me dijera como hacerlo.

Saqué cuentas de los caps que quedan hace un rato y no se asusten, aun tenemos Kazu y Dai para rato, así que disfruten, y no olviden dejar comentarios y votar, nos vemos luego<3

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