𝟏𝟏/𝐌𝐚𝐫𝐳𝐨/𝟐𝟎𝟏𝟕: ᴇʟ ᴘᴀꜱᴏ ᴅᴇʟ ᴄᴀʟᴇɴᴅᴀʀɪᴏ.

El trabajo era algo demasiado agotador.

Si bien vigilar a las personas para que hicieran su trabajo correctamente no era una gran hazaña, las cosas cambiaban cuando se trataba de que dichas personas eran sus empleados, y que de la vigilancia dependía ver a quien de todos iba a terminar ascendiendo como jefe de cocina.

Había vuelto a Japón bastante tiempo atrás. Nueva York había sido una experiencia maravillosa, un ritmo de vida que nunca para, calles abarrotadas, conocer a gente de todas partes del mundo, sumado a tener la oportunidad de estudiar lo que había soñado por tanto tiempo era como vivir sobre un sueño. Y eso era lo que la gente solía decirle cuando aun estaba en América, el brillo en sus ojos dispares, aun con la cantidad de gente que habitaba la ciudad, era visible en muy pocas personas. Se limitaba a sonreír ante dichos halagos, al menos, aquello le valía como el saber que había cumplido una de sus promesas para con él.

Cuatro años fuera no eran poco, por el contrario, era por eso por lo que, teniendo ya los diplomas que la avalaban como una experta de las artes culinarias orientales y occidentales, así como algo de dinero que había ahorrado de empleos que disfrutaba tomar, ya fuese en cadenas de comida rápida, restaurantes, pizzerías o incluso jugar a la niñera para algunas parejas que vivían cerca de la residencia estudiantil donde solía hospedarse, había decidido volver.

Extrañaba a su padre, a Ima, e incluso a Kaori. Ni siquiera había sido capaz de conocer a Akari en algo que no fuesen fotografías, y sin duda quería ver en persona a su hermana pequeña, así como estar de vuelta en los sitios que alguna vez habían sido de gigantesca importancia para sí misma. Por eso, después de tres años de preparación y uno de trabajo, había comprado un boleto de avión sin retorno de Nueva York a Tokyo. La travesía era sumamente intensa, así como los latidos de su corazón durante todo el vuelo.

Su padre, Kaori, Akari e Ima habían ido a encontrarla al aeropuerto. Ima parecía haber cambiado montones, pero seguía siendo la misma obstinada de siempre, a diferencia de que por primera vez en su vida se había removido el flequillo y su cabello ahora era igual de largo que el suyo. Su padre ahora tenía un par de canas asomándose en el cabello, y Kaori era igual de guapa que siempre. Quizás la mayor sorpresa de todo fue la pequeña Akari, que lucía desconcertada al por mayor ante las palabras de "Hola, soy tu hermana mayor". Tenía todo el rostro de su padre, exceptuando la nariz. Era una niña preciosa.

Tardó poco tiempo en ponerse al día de todo lo que había sucedido a lo largo del tiempo. Después de dejar sus cosas en casa, su padre la convenció de ir con Ima a dar un paseo. La castaña quería estrenar junto a su mejor amiga el auto que sus padres le habían dado como obsequio por concluir la universidad.

¿Estás trabajando en algún sitio?

Estoy en eso — se encogió de hombros y después dio un sorbo a su bebida. Habían parado en un café al cual solían acudir tiempo atrás — recibí una oferta para administrar unas bodegas, venden cosas para animales o algo así. Es un buen salario.

Anda, ¿y por qué no aceptas? No está mal, podrías ascender con el tiempo.

No sé, aun me asusta un poco... tener un empleo y eso. Ni siquiera he pensado en dejar la casa de mis padres.

No es tan complicado — Dai le sonrió — una vez que estás fuera el primer tiempo pesa como el demonio, pero te acostumbras. Es hasta divertido.

Pagaría por tener tu determinación en estas cosas...

Ambas rieron y el barullo del resto de los clientes tomo sitio antes de que la charla se retomara.

¿Has hablado con Sei? — Ima la miró de forma traviesa, Dai desvió los ojos — no es lo que estás pensando. Prometimos que...

...que las cosas terminarían ahí y se quedarían como un bonito recuerdo. Ya sé. Pero ya pasaron cuatro años, ¿y si volviesen a intentar?

No lo creo... solo me gustaría saber si está bien. Aun le guardo aprecio.

Sigue trabajando en el mismo taller de siempre. No sé más. Un día papá me pidió que lo acompañara a recoger su auto, estaba a nada de darme el mío y quería que comenzara a familiarizarme con estas cosas. Resultó ser que en la acera del frente está el taller de Seishu; "D&D Motors" — dijo lo último haciendo un par de comillas — creo que trabaja con otro chico ahí, no pude hablar con él, solo lo saludé.

Un suspiro de alivio salió de la rubia — Me alegra saber eso entonces... — pensó en sacar otro tema a colación, pero creyó que Ima no sería el mejor sitio para obtener respuestas.

...

¡Estoy aquí!

Bienvenida, Dai. — Kaori la recibió, abriéndole la puerta — ¿qué tal el paseo? ¿viste algo nuevo? Tokyo no debe ser nada comparado con Nueva York

¡Claro que sí! — jugueteó — Nueva York es increíble pero extrañaba avisar que estaba de vuelta en casa.

Se sacó los zapatos y caminó por el pasillo que llevaba al salón, en el cual encontró a su padre tirado en el piso jugueteando con Akari.

Hola, ¿todo bien? — la niña aún seguía mirándola como si fuese una extraña. Se puso de cuclillas y acarició su cabello oscuro — ¿podemos hablar sobre algo, papá?

¿Qué pasa? — Dai desvió la mirada y en un lenguaje silencioso el mayor tomó la señal — ya... cariño, ¿podrías quedarte con Akari un momento?

Claro.

Kaori tomó el lugar de su papá en el suelo y ambos se levantaron con rumbo al patio del frente, dejando la puerta abierta detrás de ambos. El cielo ya comenzaba a oscurecerse, y algo de viento soplaba su cabello, dejando que los mechones rubios invadieran su rostro.

Me preguntaba, bueno... ¿sabes algo de...?

¿Hanemiya, verdad? — Su padre rio — Debí aceptar la apuesta de Kaori. Me dijo que seguramente en cuanto pusieras pie en Asia comenzarías a preguntar sobre él.

Sintió sus mejillas subiendo de temperatura mientras se cruzaba de brazos, intentando que el nerviosismo no se notara tanto en su mirada — Ustedes dos son imposibles...

Kazuma colocó una mano en su hombro con intención de hacerla calmarse — Él está bien. Los chicos que conozco de ahí dentro dicen que aun pasa mucho tiempo con su compañero de celda, y ambos visitan la biblioteca casi a diario. El paquete le llegó y no ha habido incidentes desde que lo recibió, si eso te deja más tranquila.

Casi sin querer, un suspiro se despidió de sus labios. Soltó los brazos y se apartó un par de mechones de la cara — ¿Le quedan tres años, no es así?

Su papá asintió — Ahora que eres mayor de edad puedes solicitar una visita, si eso te...

No — le interrumpió de forma abrupta — yo... le prometí que si alguna vez volvíamos a vernos sería por cuestiones de vida, o algo así. Sabes como soy cuando hago estas cosas.

Increíblemente obstinada, claro está. — Miró a su padre con reproche y esto lo hizo sonreír, para rápidamente retomar su mirada seria — Sé lo que estás pensando, y lo mucho que crees en el destino y en el "si debe ser, será", pero si nunca lo encuentras otra vez, ¿vas a esperarlo toda la vida?

Aun faltan tres años — dijo evadiendo la pregunta — decidiré cuando hayan pasado.

...

Pero el tiempo parecía volar.

Los tres años parecían haberse consumido en cosa de nada, había pasado tanto en tan poco que parecía como si hubiese parpadeado y todo hubiese cambiado de un momento a otro.

Haber estado ahorrando sueldos en dólares por un buen tiempo había rendido sus frutos, estos eran mucho más valiosos que los yenes que podía ganar en Japón, aquel dinero era el propulsor perfecto para el sueño de su vida.

Si bien no había encontrado un sitio extremadamente céntrico o mucho menos acogedor, ahora era todo suyo, al igual que el mobiliario que esperaba poder cambiar si es que sus esfuerzos daban los frutos suficientes; un viejo local que solía ser un restaurante y aún contaba con equipamiento funcional, su padre lo había visto en un anuncio de periódico, por lo que había entendido, solía pertenecerle a una pareja, siendo la mujer quien hacía la mayor parte, pero al fallecer ella, el hombre no había querido continuar con el negocio, aun cuando intentó convencerlo de asociarse, pero el hombre decía estar cansado de la vida en la ciudad, solamente quería irse a algún distrito más lejano al barullo de Tokyo.

Pero no había porque distraerse. Ahora qué era dueña, ella misma se encargaría de todo lo que hiciese falta: atender clientela, preparar la comida, limpiar, hacer las compras, todo. Comenzaría de cero, tal como lo había hecho en Nueva York, al fin y al cabo, había sido empleada de un montón de gente externa, seguramente podía ser su propia jefa y empleada a la vez.

Estaba limpiando una de las parillas cuando escuchó la puerta abrirse. Había tenido algo de suerte para ser su primera semana, no estaba abarrotado, pero una o dos personas se habían pasado a comer algo y siempre terminaban halagando su comida. Eso valía mucho más que cualquier cosa. Dejó su tarea de lado y, tomando los menús que había impreso, corrió fuera de la cocina.

¡Bienvenido a Forest! ... — el entusiasmo de su rostro se vio disipado por una muestra de confusión — ¿Ryohei?

Hola — pronunció con timidez — ¿tienes tiempo?

Ah, sí, claro, siéntate — se desató el delantal y lo dejó colgado en un perchero para ir a sentarse — ¿qué pasa? ¿tu padre de nuevo?

La relación de Ryohei y Dai había sido cercana solamente cuando estos eran niños. Más tarde, al crecer, el naciente gusto de él por cosas como la delincuencia había terminado asustándola, no entendía de donde nacía esa rara fascinación por las padillas aun cuando ella misma había terminado metida en un ambiente similar indirectamente cuando era más joven. Pero desde su vuelta a Japón había descubierto que al parecer, después de que su madre falleciera en un accidente cuando ella aun estaba en América, la relación con su padre parecía haberse tensado hasta el punto en donde se quebró. Él había buscado refugio en su familia más cercana, la suya, y sobre todo en ella, creía que al haber pasado por algo similar cuando era más joven al menos podría sentirse comprendido al hablar, haciendo que su cercanía creciera.

No, nada de eso — dio un vistazo rápido alrededor — no me había pasado por tu sitio, es muy bonito, le veo futuro.

Sonrió complacida — Gracias, espero que prospere pronto

Así será, no tengas dudas — carraspeó un poco antes de continuar — bueno, supe que habías abierto el sitio y quería pedirte un favor

Dime

Ah, bueno... un amigo necesita empleo. Es un buen chico, pero algunas cosas se le están complicando. Acaban de despedirlo de una empresa de descargas y necesita algo.

Oh... — pensó un momento en las preguntas que sus jefes solían hacer cuando se trataba de entrevistas de trabajo — ¿Por qué lo despidieron?

Digamos que... — hizo un gesto con la mano como si fuese una botella — no es mal chico, en serio, lo prometo, te doy mi palabra de que lo hará bien

No puedo, Ryohei... — se ocultó un mechón de cabello detrás de la oreja, apenada — acabo de abrir, gasté todos mis ahorros en esto, lo poco que tengo es para comprar los insumos, justo ahora no puedo darme el lujo de tener empleados... quizá si en un futuro...

No, tranquila, no lo había pensado de esa forma. Tienes razón.

¿Por qué no le dan una oportunidad contigo y tu amigo? Podrían tenerlo como asistente o algo similar

Digamos que las políticas de la empresa son un poco estrictas en cuanto a la gente que se contrata... si entiendes lo que intento decir

Abrió ambos ojos como platos — Bebedor y con antecedentes, ¿qué clase de amigos tienes?

Ryohei comenzó a reír — Eso no es de tu incumbencia, entrometida.

¡Tú me diste la pauta! — Levantó la voz mientras el castaño aun seguía riéndose. A veces cuando convivía con él, parecía que nunca habían dejado de ser el par de chiquillos que disfrutaban jugar juntos por las tardes. Cuando este terminó de reír ella misma esbozó una sonrisa, recordando aquella época — ¿quieres quedarte a comer?

Por supuesto... — una idea cruzó por la cabeza del muchacho, quien comenzó a buscar en uno de los bolsillos de su pantalón su teléfono — ¿te molesto si invito a alguien?

Claro que no, mientras más, mejor — dijo gustosa, levantándose de la mesa y yendo hacia la cocina — llama a tus invitados y les tomaré la orden cuando lleguen, mientras tanto seguiré limpiando acá atrás.

El joven asintió y ella se fue a la cocina, intentando apresurar el paso en sus tareas. No pasó demasiado tiempo para que terminara así como para que una auto se aparcara justo afuera, dando pie a que dos personas más cruzaran el umbral. Cuando salió de su sitio con libreta en mano para tomar la orden vio al par de desconocidos leyendo los menús. Vestían ropa bastante elegante.

El chico era más bajito que Ryohei, con el cabello oscuro y facciones duras, algo regordete. Estaba acompañado de una chica pelinegra bastante bonita, que por su actitud para con este último, parecía ser su pareja.

¡Hola, bienvenidos a forest! — mostró su mejor sonrisa — ¿les gustaría ordenar?

Anda, relájate — soltó Ryohei sorprendido con su actitud — mira, él es Haruki Hayashida, es mi mejor amigo desde que recuerdo, yo le digo Pah. — mientras hablaba rodeó al muchacho por los hombros con uno de sus largos brazos — y ella es su prometida, Yumi Mori.

Mucho gusto — parecía más relajada cuando el castaño dejó de lado la formalidad — me llamo Dai. Ryohei es mi primo.

Igualmente — respondió la chica con una sonrisa dulce — Disculpa a estos dos si son un poco escandalosos.

Yumi... — Hayashida parecía avergonzado. Mori soltó una risita.

No hay problema — la charla se había vuelto tan informar que por un momento olvidó su labor — ahora, ¿qué les sirvo?

El trío ordenó las cosas colocadas en el menú y partió nuevamente a la cocina.

Mientras se ataba el cabello y colocaba una redecilla encima de su cabeza pensó en si sería una buena idea dejarse el cabello más corto. Sin duda le gustaría un cambio, uno como el que Ima había tenido, algo significativo. Además le resultaría más cómodo a la hora de cocinar, y sería más higiénico.

Quizás se daría una vuelta por la estética durante la semana, si las cosas marchaban bien.

...

Y habían terminado marchando de la mejor manera.

Después de la visita de aquellos tres, el lugar comenzó a llenarse cada vez más, a tal punto de no poder darse abasto ella misma. Tanto Hayashida como su prometida, así como Ryohei habían comenzado a recomendar el sitio al por mayor dentro de la empresa inmobiliaria en donde ambos trabajaban, siendo así que la voz comenzó a esparcirse. Comenzó con la contratación de empleados, siendo en principio la jefa de cocina, así como de meseros e incluso personal de limpieza. El lugar comenzaba a quedar pequeño para la cantidad de personas que buscaban llegar a comer, a tal punto de que tuvo que emplear a una especie de recepcionista para hacer listas de espera, por lo que el hecho de que el local al lado del restaurante se pusiese en venta le terminó cayendo como un anillo al dedo.

Las remodelaciones comenzaron, y en conjunto con un arquitecto recomendado por su primo, las cosas parecían ser cada vez más similares a las que pasaban en sus sueños. Agradeció haber empleado uno de sus años en América en tomar un par de semestres de administración, pues ser dueña de un sitio tan gigantesco no era algo precisamente fácil. De ahí nacía el presente en el que, entrevistando a los empleados que parecían ser los mejores candidatos, ahora buscaba quien la reemplazase como jefa de cocina para ella quedarse en el sector administrativo, pasándose por la cocina de vez en cuando si se trataba de un cliente importante, o simplemente alguien especial, aunque para esas cosas, prefería invitar a sus allegados al departamento que había comenzado a alquilar un año atrás.

La independencia le fascinaba, y aun cuando adoraba ver a su padre, a Kaori y a Akari diariamente, seguía necesitando un espacio propio, por lo que en cuanto tuvo la oportunidad de tenerlo, no pudo negarse. El mismo Ryohei le había mostrado un piso precioso, con un ventanal grande en un octavo piso; quedaba a quince minutos del restaurante, por lo que el trato se cerró de inmediato. Se sentía como una niña pequeña viviendo una fantasía que no dejaba de agradecer.

Una vez que terminó su trabajo, dijo que iría a descansar, dejando a su gerente como encargado de turno para que este le avisara de cualquier cosa que hiciera falta, aunque para ese punto dudaba tener que volver. Era tarde, no les quedaba mucho para cerrar. Tomó un taxi fuera del restaurante, y antes de ir a casa, decidió hacer un par de paradas.

Desde que había vuelto a Japón unos años atrás, había adoptado la costumbre de visitar la lápida de su madre. Después de todo, con ayuda de la psiquiatra a la que estuvo viendo durante la preparatoria, sentía que al fin podía estar en paz con ella. Por lo que, semana tras semana, sin falta, se pasaba por ahí a dejarle unas flores y conversar.

La primera vez que estaba por ahí, mientras buscaba entre las tumbas, encontró una que terminó llamando su atención, en la cual dejó una rosa solitaria encima, con la promesa de que le conseguiría un jarrón, además de colocar flores en el al igual que con su madre.

Al final, le gustaba pensar que desde donde estuviese, Baji aun seguía cuidando de él, y esa era su manera de darle las gracias.

...

(21:34): Ryohei:)

¿Por qué no estás en el restaurante?

Es la segunda vez que voy y no estás

(21:42): Dai

Día agotador, estoy cansada, me marché hace unas horas

Ventajas de ser tu propia jefa. :D

(21:43): Ryohei:)

¬¬

¿Puedo pasarme por tu departamento?

(21:43): Dai

Si no hay más opciones...

ES BROMA

Sí puedes, déjame darme una ducha

Compra vino, se me terminó

(21:44): Ryohei:)

Sucia

Sucia y ebria

Soltó una risita y dejó el teléfono en el sofá mientras caminaba al baño. Las duchas siempre le venían bien después de días tan pesados como el que transcurría. Aun teniendo la bañera al lado tentándola para quedarse ahí un buen rato pensó en hacerlo la siguiente noche, no quería hacer que Ryohei estuviera llamando al interfono por media hora como otras ocasiones.

Salió del baño y fue a su habitación, buscando algo cómodo para usar, no era una visita formal, quizá lo más cercano a la elegancia esa noche sería el vino, pero nada fuera de lo común, por lo que un suéter cualquiera en conjunto a unos shorts de pijama bastaría. Se miró al espejo con el cabello aún húmedo, tendría que pasarse por la estética un día libre, el corte estaba perdiendo la forma tan bonita que la chica le había dejado la primera vez que estuvo ahí, y la largura estaba a punto de alcanzarle los hombros.

Se miró a sí misma, pensando en el paso de los años y llevando de forma instintiva el dedo índice hacia el lunar bajo su ojo. Pensó que quizás era una tontería seguir sumida en la esperanza de algo que quizás jamás volvería, pero no perdía nada a excepción de su propio tiempo, ¿cierto?

Escuchó la voz de su primo por el interfono y se apresuró para ir a abrir. Cuando se encontraron en la puerta, ya no llevaba el saco, sino una camisa arremangada hasta los codos y la corbata desatada, además de una botella metida en una bolsa de plástico.

Dio un par de saltitos, emocionada — Déjame ir por unas copas, siéntate, corre, corre

El castaño rodó los ojos mientras ella corría por el piso para alcanzar un par de copas de cristal

¿Qué se supone que vamos a celebrar?

Que hoy me llamó un tipo importante, del gobierno — llegó de vuelta a la zona del salón, donde él la esperaba medio tumbado en el sofá. Abrió la botella con un destapa corchos y comenzó a servir — reservaron todo el sitio para el viernes. Voy a cocinarles yo misma.

Wow, felicidades — una sonrisa sincera se mostró en su rostro. Alzó su copa con la intención de chocarla, a lo que ella respondió para pegarle un buen trago — Eso explica porque no te he visto las últimas veces que fui

Si me hubieses avisado hubiese ido, además, ¿para qué me querías ahí?

Hace una semana estábamos organizando la despedida de soltero de Pah — Dai lo miró fijo mientras volvía a tomar otro trago — con unos viejos amigos, me hubiera gustado presentártelos; Mitsuya, Fuyu, Kazutora...

El último nombre la hizo atragantarse a la par que sentía como si un cubo de agua helada fuese vertido sobre su cabeza. El vino se le había atorado en la faringe ante lo inesperado de escuchar aquel nombre que ni ella misma se había atrevido a poner sobre su boca desde hacía tantos años. ¿Cómo era que Ryohei lo conocía? No, no, seguramente estaba pensando mal, nada le aseguraba que fueran la misma persona, aunque fuera un nombre muy escaso, no era seguro.

¡Eh, eh, Dai, calma! — el joven dejó su propia copa en la mesita del salón mientras se acercaba a su prima para darle un par de golpes en la espalda. La escuchó tomar una buena bocanada de aire antes de calmarse, pero aun así seguía teniendo una apariencia intranquila — ¿qué te pasa? Pareciera que acabas de ver a un muerto.

... No es nada. Lo prometo.

¿Sabes que te conozco, cierto? Algo está sucediendo, pero eres una necia y no me dirás nada.

Agachó la mirada, afligida. Ciertamente, le hubiese gustado contarle, ¿cómo es que de alguna forma pudiesen estar tan cerca el uno del otro y no haberse cruzado?

Quizá el destino no estaba tan a su favor como le gustaba pensar.

...

Después de terminar con las entrevistas al par de chefs que tenía como candidatos al puesto de jefe de cocina estuvo un rato más en el restaurante. No podía negar tener una sensación de intranquilidad a lo largo de todo el día, quizá era que había estado ahí desde la noche en que Ryohei la había visitado y había vuelto a mencionar su nombre, pero solamente afloraba más algunos días que otros. Pero no tenía tiempo para pensar, estaba siendo un día demasiado ajetreado en el restaurante.

Se sentía sumamente agotada, por lo que se apresuró aun más para terminar sus deberes y poder ir a casa lo antes posible, estaba ansiando un baño en el cual pudiese quedarse todo el tiempo que pudiese. Cuando pasaba por situaciones así, sentía que nunca había dejado de ser una chiquilla de secundaria presionada por ocupar el lugar número uno en todo, y lejos de sonreír, terminaba esbozando una mueca en la boca.

Al final del día salió del restaurante y tomó un taxi para ir a casa. Tal como se lo había prometido, se quedó en la bañera un largo rato, pensando en sus propias cosas, agradeciendo tener la oportunidad de darse lujos pequeños tal como un baño relajante. Parecía poco, pero sentía que después de todos los sacrificios que había hecho por sí misma, le gustaba pagarse con cosas mínimas, pero que de igual forma la hacían sentir sumamente afortunada.

Salió envuelta en una bata, aun con el cabello y el cuerpo húmedos, con rumbo a la cocina. Tenía ganas de algo para beber, quizás un coctel o cualquier cosa dulce. Al final, cuando abrió el refrigerador, terminó encontrándose con una botella de vino tinto, que decidió tomar así como un par de frutas que no duró mucho tiempo en picotear. Vertió todo en una jarra con hielo para después pasar el contenido a una copa.

Estaba a punto de tumbarse en la sala para buscar algo que ver en la televisión, hasta que escuchó el teléfono haciendo ruido. Tomó la llamada.

¡Dai! Soy yo, tengo algo importante que contarte.

— ¿Sobre el chico con el que saliste hoy? — respondió caminando con rumbo al ventanal de la casa, vislumbrando todas las luces de la ciudad

¿cómo lo sabes?

Sonrió — Intuición de amiga

Bueno, da igual... — escuchó a Ima hacer una pausa — creo que ya formalizamos.

— Wow — una expresión de asombro se acomodó en su rostro — eso fue rápido

Lo sé... — supo de inmediato por su tono de voz que estaba sonrojada — me siento muy feliz. Es muy lindo, y parece estar bastante centrado. Tiene un negocio propio, y es realmente un encanto... siento que estoy sonando como tonta.

— Para nada. Me alegro mucho por ti, es la primera vez que te veo así por un chico, espero que las cosas vayan de lo mejor.

Yo también... aun tengo que presentártelo. Vive con otro chico que es de nuestra edad y también es soltero, quizás podríamos organizar una cita doble.

— No, no, no, no estoy de humor para citas — dijo con una sonrisa triste y buscó evadir el tema — ¿ya estás en casa?

Sí... de hecho debería dejarte ya, estoy encerrada en el baño para contarte esto, lo dejé esperándome en la sala. ¡Te veré esta semana!

Antes de que le diera tiempo a reprenderla, Ima colgó el teléfono.

Sin duda se sentía feliz por ella, no era ninguna mentira. Sin embargo, mientras miraba las luces de los rascacielos desde aquel solitario departamento, comenzaba a pensar si seguir esperando a que el destino hiciera algo por ella seguía siendo lo que realmente quería para su vida, o si debería ponerse manos a la obra para acercarse, ahora que tenía aunque sea una señal de su paradero.

Su mente se tambaleaba entre la duda y la decisión, pensando en que quizá, solo quizá, pudiera esperar un poco más rogando al cielo por que sus caminos volviesen a cruzarse, de la misma forma en que lo hacía pidiendo por su bienestar cuando era solo una chiquilla.

A este lo llamo: la vida de Dai después de NY, jajajaja. La werita está de vuelta y yo estoy llorando pq este es el penúltimo cap de la historia, no sé que voy a hacer cuando escriba el final, probablemente llorar, probablemente morir, hagan sus apuestas.

Recuerden que si tienen dudas sobre algún personaje, acontecimiento o en general sobre la historia pueden dejarla aquí y se las responderé al final cuando les suba las curiosidades ^^.

Gracias por estar aquí hasta este punto, lxs quiero muchísimooooo<3

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