Capítulo 4
Claudio
Al final no me he aguantado y le enviado una respuesta de lo más estúpida. Vuelvo a revisarla hoy por quinta vez después de haberla publicado hace dos días; ha pasado de mí olímpicamente para que se me retuerzan hasta los huevos. ¿Las cosas siempre serán así?
—Joder, Claudio. ¿Me estás escuchando acaso?
La voz de Alejandro me saca de mis pensamientos y vuelvo a fijarme dónde estoy. Llegué hace media hora a casa de Amy y Ale, y todos los demás también están aquí ya que hoy hemos decidido reunirnos después de un tiempo sin vernos.
Tiempo en el que he estado encerrado, y estoy casi seguro que esta reunión es para sacarme de mi casa.
—Déjalo, Ale. No quiere oír tus cuentos viejos. —Espeta Amy, su mujer (ahora embarazada de dos jimaguas que nos dan dolores de cabeza), él bufa y continúa hablando junto a su suegro y mi hermano.
Suspiro cansado y camino hacia el patio trasero en dónde están las niñas junto a mi cuñada y Lily, amiga de las chicas hace ya unos años y que han sumado a esta familia más rápido que lo nunca antes visto. Me acerco a ellas y estas me sonríen antes de sentarme a su lado y coger también una cerveza.
—Aquí alguien anda en otro mundo —habla primero Felicia y Lily asiente antes de fijarse en mí.
—Tienes cara de no haber dormido en años, Claudio. ¿Todo va bien con el bar?
—Todo está perfecto —responde Amy por mí mientras se acerca a paso lento por la enorme barriga que trae consigo—. Niñas, ¿pueden irse al cuarto a jugar?
—Jo, tía Amy. ¿Y por qué no nos quedamos aquí? —pregunta decepcionada la pequeña Lía, mi sobrina, en lo que se acerca para darle un beso en su barriga.
—Por Dios, Lía deja el besuqueo. ¿No ves que nos están pidiendo educadamente que nos larguemos?
Todos abrimos los ojos hacia Marena, solamente tiene nueve años pero qué carácter tiene la cría por Dios.
—¡Marena! ¿Qué te he dicho de hablarle así a tu prima? Pídele perdón, anda. —La pequeña llega hasta su prima y le da un abrazo fuerte arrastrándola de todos hacia su cuarto mientras su madre niega con la cabeza suspirando—. Es que no sé por qué es así. Les aseguro que no le enseñamos eso.
—Nena, a veces los chiquillos nacen con un carácter que es un tanto extraño para nosotros. Mira a Lía, es demasiado dulce, como un algodón de azúcar y nosotros no somos precisamente algodones de azúcar. —Reímos ante eso y mi cuñada continúa—. Pero ella es así y no podemos cambiarlo.
—Exacto, tampoco es que la haya tratado mal. Solamente es la manera que tiene de comunicarse. Solo déjala ser, al fin y al cabo a Lía le encanta su prima. —Apoya Lily con una sonrisa en el rostro y Amy se alza de hombros, quizás no tan convencida pero, ¿qué se le va a hacer?
—Bueno, vale. Como les decía lo que le sucede a nuestro querido amigo aquí presente es un contratiempo amoroso. —Me guiña un ojo y las chicas comienzan a reír divertidas.
—No es eso. —Me apresuro en responder y las chicas se ríen a la par.
—¿No tienes ganas de verla?
—En realidad eso no importa si ella no quiere verme —respondo a Lily y veo como mi cuñada comienza a acomodarse en su asiento antes de hablar.
—Nunca he entendido por qué las cosas entre ustedes son así —hago el amago de responderle y esta me enseña su palma antes de continuar—, pero sí me he dado cuenta de que en el fondo te gusta y nunca has hecho nada para ganarte su confianza.
—Desde que llegaste a esta familia, después de haber llegado de Alemania, no recuerdo que se hayan llevado mal.
—Eso es verdad —apoya Amy y dirige su mirada a mí nuevamente—. Creo que fue después de mi boda que las cosas comenzaron a descontrolarse.
—¿Pasó algo en su boda, Claudio?
Si alguna vez pensé que estas chicas eran ilusas pues me he equivocado muchísimo. Me han atrapado, o mejor dicho: a los dos; pero ella está allá, viviendo la vida con ese alemán de casi dos metros mientras yo estoy aquí ahogándome con mi vida y sin poder hacer nada para solucionarlo. ¿Tan patético he llegado a hacer?
—Sea lo que sea que haya sucedido ese día quedó completamente en el pasado. Ahora mismo está en Alemania, viviendo sus sueños y quizás hasta se empareje con ese alemán que se ha buscado.
—¿Alemán? —Las chicas se miran unas a otras y Felicia vuelve a hablar—. ¿Qué alemán?
—Ese con el que ha subido la foto al Instagram. ¿Es que no les ha contado?
Lily se apresura y agarra su teléfono, quizás para revisar la red social y encontrarse con lo que les digo—. Ha subido una historia a su Instagram hace unos minutos.
—¡Déjame ver! —Felicia le arrebata el móvil y junto a ella se acerca Amy para darle una ojeada también—. ¿Del alemán que hablas es Cort?
—Entonces sí han hablado de él.
—Es su jefe en la Universidad, jefe de cátedra. Solo son amigos —explica Lily mientras recupera su móvil haciendo que mi cuñada le muestre una mueca de los más infantil—. Acaba de subir una historia mostrando el piano que le ha llegado esta noche.
Aquí son un poco pasadas las seis de la tarde así que allá son casi la una de la madrugada. Me muestra en la pantalla como poco a poco comienza a abrir la caja y saca todo el nailon protector dando a ver un hermosísimo piano de cola negro. Al parecer las cosas le están saliendo como pensó.
—Hace falta que también pueda hacer el Máster allá. Sería muy bueno para ella.
Asiento a lo dicho por Amy y recuerdo la respuesta que me dio por Telegram hace unos días: “Si crees que de verdad te gusta y hay oportunidad persíguela.”
Agarro mi móvil y voy hacia WhatsApp decidido a textearle a Ralph.
Yo: ¿Aún estás esperando a que regrese?
Ralph: ¿Ya te diste cuenta de que debes hacerlo?
Yo: Tal vez tenga pensado ir.
Ralph: Tu habitación está igual que como la dejaste.
Ralph: Aunque estás de suerte, los vecinos del frente piensan viajar.
Yo: Diles que no se preocupen. Ya tienes nuevo vecino.
Apago el móvil y decido irme ya a mi casa. Me despido de las chicas que hablan sobre la posible fecha del parto de los jimaguas mientras me encamino a la sala para despedirme de los demás.
—¿Te largas?
—Sí, tengo algunas cosas que solucionar en el bar. Te llamo mañana —Kevin asiente despacio como si no creyera que todo está bien y me dice al terminar que no vuelva a encerrarme en mi casa, que no me hace nada bien y todo lo que llevo escuchando el último mes.
Tomo un taxi mientras le doy un repaso a los vuelos que se dirigen a Alemania, hay uno para pasado mañana en la tarde. ¿Verdaderamente estoy preparado para irme tan rápido? Una sonrisa se escabulle en mi rostro al recordar que me hice esa misma pregunta cuando decidí regresar de Alemania. Allá era tan libre, podía hacer y deshacer a mi antojo; pero sabía que debía regresar con mi familia.
Entro a mi apartamento quitándome los zapatos, dejo el móvil sobre la pequeña mesa en la sala y me aproximo al armario. Bajo la maleta que utilizaré en el viaje y la coloco a un lado de mi cama para mañana comenzar a empacar lo que me llevaré.
Miro hacia la ventana y veo aquella estrella que compramos juntos donde muchas promesas quedaron completamente atrás aquel día. Voy hacia el baño para tomar una ducha y acostarme para mañana, que creo será uno de los días más largos que tendré en mi vida.
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