Capitulo 5: Yoko

Templo patriarcal

Empujando aquellas puertas de madera para ingresar, sus pasos resonaron anunciando su llegada. Su brillante armadura dorada, fue vislumbrada por su ilustrisima.

La imponente figura del Santo de Tauro se postró apoyando una pierna en el piso; su brazo derecho se recargaba en esta y su rostro estaba agachado en señal de respeto a su superior.

-Aldebarán de Tauro, presentándose ante usted, Patriarca -Su voz grave pero tranquila se dejó escuchar.

El pontífice se levantó de su asiento. Bajando con elegancia las escaleras hasta estar enfrente del Taurino.

-Aldebarán. -Comenzó Shion, quien había vuelto al mandó por petición de la joven deidad.

-¿Para que ha requerido mi presencia? -Cuestiono, aún con la cabeza gacha.

-Te enviaré a una misión a México -Explico, provocando que el guerrero levantará la vista. -; para encontrar al Dios Quetzalcóatl y ver si podemos entablar alianza con él.

-¿México? -Hace tanto que no pisaba tierra latina.

-Exactamente, a Yucatán
-Llevó una mano al mentón -, al menos eso nos ha asegurado Ichi.

-Segun su informe, vió al recipiente del Dios azteca ser escoltado por su guerreros jaguar hacia un portal.

Sacó un papel de un bolsillo de su túnica.

El segundo guardián lo tomó con cuidado y lo desdobló.

-Los siguió hasta llegar a ese estado; los cinco se internaron en la gran pirámide, aprovechando que no había nadie a esa horas de la madrugada.

El castaño leyó el contenido.

-Por ese nombre se dirigieron a él los residentes.

-¿Kukulcán? -Miro confundido al lemuriano.

-Asi es. -Pidio que se levantará y lo acompañará de nueva cuenta a la salida, mientras seguía dando sus instrucciones.

-Partirás hoy mismo. Mu será el encargado de teletransportarte allá

-Cómo ordené Patriarca.

-Una cosa más. -Llamó la atención del castaño. -Al parecer, desde hace unos años se empezó a prohibir el estar tan siquiera cerca de la pirámide. Tendrás que ingeniártelas para entrar.

-Ahora ya puedes retirarte a Aries. -Palmeó el hombro del guerrero; este por su parte, pasó de la puerta, volteando a ver al mayor.-Ya le he avisado a Mu de tu misión.

-Con permiso -Haciendo una reverencia se retiró. Las puertas fueron cerradas y su santidad fue a la sala de pergaminos.

En su trayecto, no evitó sonreir de lado.

...

Templo de Aries

-Hola Aldebarán. -El custodio de Aries le saludó cordialmente.

-Hola Mu. -dijo un poco nervioso.

-¿Listo? -Ofreció su mano para que esté la tomará.

-Eso creo

No se había acostumbrado -a pesar de los años- a viajar con la teletransportación del Ariano.

Con ver su rostro, Mu no evitó esbozar una sonrisa.

-No debes preocuparte, amigo -Y dicho eso, agarró la mano de su compañero y elevó su cosmos.

En un parpadeó ya no estaban en el Santuario.

...

México, Yucatán

Mu los transporto a las cercanías del lugar turístico.

Aquello, fue una recomendación del patriarca para que no llamasen la atención.

Aldebarán se soltó de su compañero y llevo su mano hacía su boca, conteniendo sus ganas de vomitar. Pasados unos segundos, recobro la compostura.

-Es horrible que pase esto siempre. -Comento, aún con un poco de náuseas.

Aries solo se rió leve.

La armadura se desprendió tomando su forma de caja.

El castaño llevaba una chaqueta de cuero café; debajo una camisa de color amarillo pálido, unos pantalones de mezclilla y unos zapatos negros. Su cabello era corto hasta sus hombros, cortesía de Aphrodite.

-Toma. -Aries sacó una bolsita de color café, amarrada por un hilo no muy grueso del mismo color. Extendió su mano, para entregársela al segundo custodio. -Con eso podrás pagar para ingresar al lugar, son pesos y billetes.

Aldebarán desamarro la bolsa y saco una moneda. Le pareció muy curioso el detalle del águila con la serpiente.

-Te recomiendo que me dejes la armadura. Levantarás sospechas al ser extranjero y andar con ella como si nada.

Sin opción, el castaño se la entrego. Mu la colgó en su espalda.

-Comunicame cuando la necesites.

-Gracias.

-¡Oh! Antes de que se me olvide -Pidio que le diera la bolsa con el dinero. Sacó un poco, contándolo y entregándose lo en su mano al más alto.

-Es la cantidad exacta para la entrada. Separalo del resto del dinero. -Sin más, se alejó del otro. Volteó y alzó su mano izquierda (no muy alto), para moverla de lado a lado.

-Nos vemos. -Solo espero a ser correspondido su saludo y volvió al Santuario.

Aldebarán avanzó, para salir de entre las grandes plantas -Donde se le ocurrió a Mu que sería bueno estar ahí-.

Notó la carretera y el trayecto que seguían algunos chicos en sus bicicletas y otros en sus carros.

Uno de ellos se paró al ver al guerrero. Bajando de su bicicleta y viéndolo con curiosidad con sus orbes cafesinos.

Era un muchacho de camisa de color rojo con un estampado de calavera, shorts negros y sandalias azul oscuro. Su piel era de tez morena, pero un poco clara, su cabello azabache iba despeinado.

-Hola amigo ¿Pa' donde vas? -Pregunto el menor, con un tono, aporreando las palabras.

-Quiero ir a Chichen Itza. -Respondio el custodio, con una buena fluidez en el idioma.

-Hijole mano. Te falta pa llegar e ir caminando ahorita, no creo que sea buena opción. -dijo, apuntando hacia el cielo que empezaba a tornarse de unos tonos grises, señal de que llovería pronto.

El joven llevo una mano a su mentón, pensando.

Chasqueo sus dedos y sonrió.

-¡Ya sé! ¡Aguántame tantito! -Saco del bolsillo de su short, un teléfono; tecleo con rapidez y llamó.

-¡Alberto, ven a hacerme el paro a mí y a mi compa! Ya va a llover un chingo y no me lo puedo trepar en mi bici. -El azabache, tenía puesta su mano en su cadera y su pie derecho se movía repetidamente de arriba hacia abajo.

-«¿Compa?» -Aldebaran arqueo una parte de su uniceja, bastante extrañado por el término con el que se refirieron a él.

-¡Pelaná! ¡No seas así! Hazme el paro que ya me las debes. -Fruncio el ceño.
-¡Tu muy bueno pa pedir! ¡¿No?! "Pablo ayudame a llevar a mi hermanita al kinder, Pablo préstame 50 varos, Pablo esto y aquello!

El castaño se encontraba un poco sorprendido por el cambio repentino en la actitud del muchacho.

-¡Bien que me traes como perro mandadero! ¡¿y ni un favor me puedes hacer?!

El caballero lo vio relajar sus facciones.

-Ta' bueno pues. Pero métele nitro papi, que es para ya. -Y sin más colgó.

-Ya viene pa darnos un aventón. En un dos por tres ya estamos allá. -Respondio el más bajo.

Y Aldebarán solo asintió.

La lluvia comenzó, pero para su fortuna, era bastante leve.

No pasaron más de unos minutos, cuando llegó una camioneta Chevrolet pick up y pegó donde ellos.

El moreno se acercó y abrió la puerta del copiloto, extendió su brazo para poder quitar el seguro de la puerta de atrás.

-¡Sube we! -Exclamo, pues ya empezaba a llover con fuerza.

El castaño quedó un poco confundido, pero obedeció.

Sintieron como bajó un poco el carro cuando subió. Cerró la puerta con cuidado y trató de acomodarse en el asiento. Pablo tuvo que correr su lugar un poco adelante para no incomodar a Aldebarán.

-Vato ¿Por qué tardaste tanto? -Reclamo al conductor; un joven adulto de cabellos azabache y piel más oscura que la de Pablo. Vestía una camisa de tirantes de color café, unos shorts negros y -por lo que pudo ver- sandalias de un café más oscuro.

-Pos, tenía que traer a mi abue we y pos, me tarde en subir la mercancía. -Apuntó hacia atrás, donde se encontraba una viejecilla vestida con el huipil adornado con varias flores de distintos colores; usando sus sandalias blancas y llevando su cabello blanco recogido en un chongo alto. Sonrió al muchacho.

-¡Quiubo abu! ¡No la había visto!

-Me alegra verte también, mijito. -Contesto con dulzura la mayor -¿Quién es tu amigo? -Miro al Taurino y el alzó su mano -la cuál saco con trabajo- para moverla de lado a lado, en señal de saludo.

-¡A él es...! -Tan dispuesto que estaba por presentarlo, pero recordó el pequeño detalle. Su sonrisa se desvaneció.

Hasta ahora es, que se había percatado que no le preguntó cómo se llamaba. Algo que debía ser común al conocer a un completo extraño.

-¡No mames Pablo! ¡Neta que estas bien pendejo! -Se quejo el otro azabache.

-¡Epa! ¡No me faltes al respeto cabron!

-Pos es que si we. Te pasas. Mira que ni preguntarle el nombre al vato este. ¿Qué tal si es de esos weyes que piden aventón y luego luego te chingan tus cosas? Digo, sin ofender amigo. -Volteo a ver a Alde.

-No se preocupe. Entiendo que no confíen. No tengo problema en caminar -Se disponía a abrir la puerta para bajarse del auto.

-No es necesario mijito. No pareces ser alguien malo, solo, pareces estar confundido. Es entendible, pues, se nota que no eres de por aquí. -Hablo la mujer, posando una mano en la muñeca de Tauro.

-¡Abue tiene razón! ¡No hay pedo con llevarte! ¿Verdad Beto? -Se enfocó en el otro, formando una sonrisa.

Alberto soltó un suspiró, resignado.

-Ta' bueno pues. Voy a confiar en la abuela. -El mayor arrancó la camioneta y siguió para llegar al pueblo. Las gotas de agua caían con fuerza, Aldebarán desvió su mirada a la ventana, viendo que tan rápido había cambiado el clima. Según Pablo, de ahi, no faltaría mucho para llegar a Chichén.

-¿Entonces, como te llamas muchacho? -Preguntó la señora con una sonrisa y el mencionada giro a verle.

-Aldebarán -Le sonrió también.

-¡Abu! ¿No así se llamaba una constelación? -Menciono Pablo, mirando hacía atrás con curiosidad.

-Asi es mi niño. -Le contestó.

-Es un peculiar nombre el que tienes muchacho, pero no por ello, menos hermoso.

-Gracias. -Llevo una mano a su nuca, con un poco de vergüenza.

-¿Y de dónde eres we? -Tomo la palabra de nuevo el azabache.

-De Brasil.

-¡¿Eh?! ¡¿A poco?! -El custodio asintió. -¡Wey, pero hablas mejor el español que los gringos que he visto por aquí! ¡Ni se nota que seas extranjero!

-Salvo por su tamaño -Comentó Alberto, sin dejar de mirar al frente.

-¡Bah! ¡No le hagas caso a ese wey, Alde! De seguro a de tener envidia porque está bien chaparro. -Pablo recibió un codazo en su estómago, por parte del conductor.

Aldebarán rio por ello. Notó como dejo de hacer ruido y vió de nuevo a la ventana, teniendo que bajar un poco su cabeza para hacerlo.

Había dejado de llover y el pueblo se veía lleno de vida; los niños jugando en la cera, la gente caminando tranquila hacías sus casas, algunos viejillos alimentando a sus cachorros. Parecían bastante felices.

-¿Y por qué decidiste venir, muchacho? -La abuela, había sacado un hilo junto a una aguja, además de unas cuencas de colores que reposaban en su huipil, cuidando que no se cayeran. Ella, bien atenta a su trabajo, pasando las cuencas por el hilo, pero esperando la respuesta del caballero.

Rápidamente, empezó a idear una buena razón para ello.

-Unos amigos me recomendaron venir a este lugar. Dijeron que tendría una experiencia única. Mencionaron algo de Kukulcán. -La mayor había dejado su labor.

-Vaya, viniste en buen momento jovencito. Mira que recomendarte ver la bajada de Kukulcán por el equinoccio de primavera. -Ella se veía muy contenta al saber que aún habían jóvenes que se interesaban en ver parte de su cultura.

-¡De pasó, puedes ver el show de luces que habrá en la noche! ¿Si nos quedaremos está vez, verdad abuela? -Pablo junto sus manos, rogando que así fuera.

Soltó una risilla ante la insistencia de su nieto.

-Esta bien hijo. Esta vez si las veremos.

-¡AHUEVO! -Alzó sus brazos con alegría. -¿Ves Alde? Te vamos a acompañar. ¡Seremos tus guías!

-Pero abue -Interrumpio Alberto a su primo -¿No están caros los boletos para ver el espectáculo?

-Podria pagar sus entradas -La mujer miró a Alde, un poco sorprendida.

-Despues de todo, ustedes me están haciendo el favor de llevarme y acompañarme a la pirámide -Solto, con total sinceridad.

-Pero muchacho, eso no es necesario. Puedo juntar el dinero para que mi Pablito pueda ver el espectáculo.

-¿Y dejarlos sin disfrutar de ello? Lo siento, pero no lo puedo permitir.

-Mijito, en serio, no es necesario. Además, es tu dinero, no tiene caso que lo gastes en nosotros. -Insistió la mujer.

-El dinero no siempre es importante. Siempre va y viene. -Esbozo una media sonrisa. -Ademas, creo que es bastante para mí, así que ¿Por qué no gastarlo para que también disfruten?

El guerrero, con mucho trabajo, logró sacar la bolsita con el dinero que le proporcionaron. La abrió y se la mostró a la abuela.

-Hay suficiente para que todos podamos disfrutar del espectáculo. -Al menos ellos, pues el debía enfocarse en su misión.

-¿Estás seguro, muchacho?

El guerrero asintió, manteniendo su sonrisa.

-Muchas gracias -Sonrio con dulzura la mayor.

Beto los vió por el espejo retrovisor. Le sorprendía que actuarán tan alegres con el desconocido.

...

Finalmente llegaron.

La fila estaba bastante larga, pero al ser vendedores, se les permitió pasar. Solo debía mostrar el papel que se les había entregado para que tuvieran un espacio para vender sus productos.

Le dijeron al guardia que Alde era un nuevo empleado, para que así pasará "gratis" y que no tuviera que tardar tantas horas en el vil sol.

Los tres, en verdad eran buenas personas.

Es lo que pensaba el Taurino, mientras abría las cajas y colocaba algunas artesanías en la mesa que previamente habían instalado Pablo y Alberto.

Notó como ya no había rastro alguno del agua por la llovizna y el Sol estaba cada vez más intenso y brillante, sintiéndose más el calor.

La señora Lupe, acomodaba por secciones los productos; las pulseras, las artesanías, y las hojas con materiales de dibujo (Alberto era el encargado de eso último).

El castaño se detuvo para admirar los finos detalles tallados en la figura de madera. Se notaba la dedicación en cada una de las obras.

-¿Usted los hizo, señorita Lupe?

Ella soltó una risilla.

-No muchacho. -Tomo una de las figuras y comenzó a pasarle un trapo para limpiarla y sacarle un poco de brillo -Todo esto lo hizo mi esposo. Mi querido José.

Tauro la escuchaba atentamente, mientras seguía sacando lo que faltaba.

-Siempre nos acompaña para vender. Pero le dio un catarro y se tuvo que quedar en casa, mientras una de mis hijas lo cuida. Aunque, creo que ya debe de estar mejor después de una semana con ello.

-Es un gran artista. -Dijo con sinceridad el castaño, cuando terminó de sacar la última figura y ponerla en la mesa.

Dejó las cajas en donde le dijeron por Alberto y volvió junto a Lupe.

-Y mis niños heredaron eso de él. Mi niño Beto es bastante asombroso cuando se trata de dibujar. -Ella se sentó en la silla y preparando sus materiales para hacer una pulsera especial. -Pero, es bastante adorable ver a mi nieta imitarlo.

-Su familia parece ser bastante grande.

-Con tres hijas, era lo más probable.

-¿Y que hay de ti, muchacho? -Cambio de tema la mayor. -¿Cómo es que tu familia no vino contigo?

-Bueno, ellos están bastante ocupados en el trabajo. Igual, el viaje fue de imprevisto. No contuve mi emoción de viajar. -Inventó con rapidez.

La mayor notó un cambió en el caballero.

-No hay buena comunicación con tu familia ¿Cierto?

Aldebarán abrió sus orbes lo más que pudo.

-«Tan obvio como siempre. Bien hecho Aldebarán» -Se regaño a si mismo por siempre ser tan fácil de leer por lo gente.

Dejó salir un suspiró. Sentándose en unas rocas, al lado de Lupe.

-Pasaron ciertas cosas hace años. Cosas, que hicieron que la mayoría se distanciara.

Y esa era una verdad absoluta. Desde la muerte de Shion y Aioros, nada volvió a ser lo mismo. Ni siquiera ahora que están todos; las cosas siguen igual o tal vez peor que antes.

Y realmente, lo detestaba.

-Tal vez no sea hoy o mañana -Enfoco su vista en la mayor, quién terminaba de hacer la pulsera. -, pero cuando menos lo esperes, las cosas se arreglarán y mejorarán.

-¿Cómo está tan segura? -Se le hacía difícil pensar que todo estuviese bien entre los demás.

-Las peleas familiares son muy comunes. Pero, al final de cuentas, de una manera u otra, estarán ahí para el otro. A pesar de los problemas, si en verdad se quieren, eso quedará en segundo plano.

Pidió al custodio extender su brazo y así lo hizo.

Pasados unos segundos, terminó de ponerle la pulsera de cuencas de colores morados (claros y oscuros), intercaladas entre si y en medio, una cuenca de color café con forma de la cabeza de un toro.

Tallada por su esposo.

Sonrió dulcemente, posando su mano en la mejilla derecha del guerrero -aprovechando que estaba sentado-.

-Todo estara bien, mijito.

Tal vez tenía razón.

Además, no le haría mal pensar positivamente.

Lo ha hecho en otras ocasiones, así que en esta también podría.

Formó una media sonrisa, viendo a Lupe.

-Gracias.

...

Pasada al menos una hora, Alberto y Pablo habían vuelto de hacer la fila para comprar los boletos para el espectáculo de esa noche.

Al menor se le veía bastante feliz y se contagiaba su alegría al atender a los clientes.

Alde quería apoyarlos más, así que le dijeron que envolviera los productos que comprarán los turistas y se los entregará, una vez terminarán de pagarlos.

Cuando se terminaron de vender la mayoría de muñecos -hechos de madera- y algunas tazas, el azabache pidió permiso para mostrarle el lugar a Aldebarán.

Su abuela le dijo que si y rápidamente, acomodó los productos cerca de su primo, quién retrataba a una pareja.

-Vamos Alde, te va a gustar todo. Aunque no puedas subirte a algunas ruinas, eso no quita lo bonitas que son.

El castaño seguía a paso tranquilo al azabache, quién se encontraba más emocionado. Le mostraba algunos puestos de amigos de la familia, a quienes saludaban a su manera.

Aldebarán miraba disimuladamente algunos árboles muy frondosos, que proporcionaban buena sombra a los artesanos.

Sentía algunos Cosmos que se iban alejando de estos mismos y desaparecían en cierto punto.

Cuando ambos salieron del largo pasillo, vieron las ruinas y los caminos dividía que llevaban a cada una.

Pablo decidió mostrarle primero en donde no había mucha gente y tanta bulla para que pudiera explicarle lo que sabe.

Pero, a veces desobedecia las reglas del lugar sobre no subir a ninguna de las ruinas.

Aprovechando que algunos guardias se distraían, escalaba con rapidez hasta la cima de algunas, acompañado de Aldebarán, quién procuraba ver qué no le pasará nada.

El azabache parecía haberlo hecho otras ocasiones, pues sabía dónde ponerse para que no los vieran y les levantarán alguna multa.

Se sentaban y Pablo proseguía a contarle lo que sus abuelos le decían sobre cada estructura y de pasó, aprovechaba a contarle sobre alguna leyenda del estado.

Algunas aves aterrizaban cerca de ellos, para comer algún insecto ocultó entre la hierba. Unas pocas se dedicaban a observarlos, para emprender el vuelo después.

Cuando escuchaban ruidos a sus espaldas, era la señal para irse de ahí.

Aldebarán bajaba lo más rápido que podía, para luego extender sus brazos. Pablo por su parte, se impulsaba para saltar y caer en brazos del más alto. Luego, se iban lejos de ahí sin que un guardia los pudiera atrapar.

Así estuvieron por un buen tiempo, disfrutando la mayor parte del día.

Pablo había decidido dejar la gran pirámide para el final.

A él no le parecía gran cosa la bajada de Kukulcán. Lo que si le sorprendía, era la precisión de los mayas en cada una de sus obras y estructuras.

Además, creía que eso era mejor, además de disfrutar un poco de la naturaleza.

Por ello, prefirió mostrarle eso a Aldebarán, más que solo ver una sombra formarse en parte de la pirámide.

Esbozo una sonrisa al ver cómo el más alto se quedaba viendo la estructura. Parecía asombrado.

En parte era cierto, pero igual, estaba tratando de detectar en que parte específica desaparecían los Cosmos.

Corrió, viendo en todas las caras de la pirámide, pero no tenía claro en donde estaría el portal que les permitía ingresar sin que nadie los notará.

Tendría que esperar hasta la noche o madrugada para investigar mejor, aprovechando que no habrían tantos guardias a esas horas.

Igual no habría problema. No era algo de lo que no pudiera encargarse.

Pablo estaba extrañado al ver lo que hacía el mayor. Pero no le pregunto porque empezó a correr alrededor de la estructura.

Solo espero a que volviera con él, para que fueran de nuevo con su abuela.

Los últimos rastros de sol los acompañaban en su camino a través de los pasillos formados por los altos árboles, junto al canto de algunas aves.

Cuando el sol finalmente se hubo oculto, ellos ya estaban en el puesto de Lupe. Se apuraron a guardar lo que allá sobrado de mercancía y salieron para guardarlas en la camioneta. Volviendo otra vez a dónde estaba el puesto anteriormente.

Faltaba una hora para que el espectáculo comenzará, así que el mayor pensó que podrían cenar antes de ir.

-Vere si está doña toñita, pa que nos venda unas tortas.
-Comentó Alberto, para irse por el lado izquierdo.

-¡Perame wey! ¡Yo quiero tacos! -Grito Pablo, para correr tras su primo.

Lupe río levemente.

-Ay mi niño. -Negaba con la cabeza.

-Mijito. -Alde volteó a ver a la del huipil. -¿Pablito te mostró el cenote?

-¿Cenote? -Arqueo parte de su uniceja.

-Ay este Pablito. -Esbozo una tierna sonrisa. -Ven.

La de cabello blanco avanzó, siendo seguida por el castaño.

La luz de la luna los cubría levemente, pasando por pequeñas aberturas dejadas por las hojas de los majestuosos árboles.

Cuando pasaban por zonas sin estos, Aldebarán no evitaba desviar su vista hacia el manto nocturno, para observar en todo su esplendor a las estrellas. Brillando tan bello en las alturas.

Una sonrisa se formaba con plenitud en su rostro al recordar.

El camino se fue achicando conforme avanzaban.

Veía a varias personas ir a la misma dirección que ellos y a otras tomando la contraria.

Unos niños pasaron corriendo a su lado, alegres por ver el cenote.

Se le contagio su alegría. También quería ver qué tan hermoso era aquello.

Pero de repente detuvo su andar, para luego fruncir el ceño.

Su Cosmos resonó levemente.

Lupe volteó a verlo al ya no escuchar sus pasos tras de ella.

-¿Mijito? -Pregunto preocupada. Pero no le respondió, sino que volteó a ver hacia atrás.

Se concentró en detectar si había sido por la presencia de un Cosmos enemigo, pero no era así.

Lo intento otra vez, pero solo sentí unos tres, los cuales se esfumaron de inmediato.

-¿Aldebarán? -Hubiera seguido tratando de saber que pasaba, de no ser por él llamado de Lupe. Giro de nuevo su rostro.

-¿Estás bien, mijito?

-Eh... ¡Si! ¡No se preocupe, solo creí haber visto algo.
-Resto importancia para no preocuparla.

-Entonces continuemos. Ya falta muy poco. -Esta vez, decidió sujetar la mano del castaño para guiarlo.

Para algunos era gracioso ver cómo tenía que medio agacharse para que Lupe lo sujetará y así avanzarán.

Tuvieron cuidado con el camino de rocas que estaba adelante, con subidas y bajadas.

Hasta que finalmente llegaron.

Muchos estaban cerca de la baranda -hecha de palos de madera-, cargando a sus hijos para que vieran lo que había abajo.

Siguió a la del huipil, hasta que se detuvo y lo soltó.

Ella apuntó hacía donde todos miraban y él se asomó.

En lo profundo había agua muy cristalina, pudiéndose observar de una tonalidad celeste clara -gracias a las luces puestas alrededor-.

Las antes mencionadas estaban en las tablas de madera, donde supuso, debían sentarse algunas personas o se impulsaban para saltar y entrar de un chapuzón al agua.

La luz de la luna se posaba con delicadeza en las tranquilas aguas. Reflejándose su magnífica figura.

Al castaño le encantó la vista. En conjunto con el sonido que provocaba el paso del viento, junto a la frescura de este meciendo los cabellos de los presentes.

Un buen escenario de la naturaleza.

Pero otra vez su Cosmos resonó.

Alterandose al ver cómo del otro lado del gran hoyo, las copas de los árboles se movían muy rápido, dejando que sus hojas cayeran en abundancia.

Notó un pequeño brillo venir y quitó rápido a Lupe de dónde estaba, en el momento exacto en que una flecha quedaba incrustada con fuerza en el suelo.

Al ver eso, todos corrieron asustados y mucho más al ver cómo más venían despues de esa.

Aldebarán guiaba a Lupe con los demás. Luego se iría a enfrentar a quien quiera que estuviera del otro lado.

Ya estando segura, volteó, logrando ver cómo entre tanto alboroto y en su desesperación de la gente por salir de ahí, empujaban a algunos.

Corrió al ver cómo una madre cayó con fuerza al suelo debido a eso. Pero a diferencia de los otros, ella no se levantó.

El pequeño a su lado la movía para que reaccionará, pero al ver cómo seguían viniendo las flechas, trató de cubrirla con su cuerpo -solo logrando proteger su rostro y parte de su hombro derecho-.

Avanzó más al ver una flecha oscura ir directo al menor.

Y estando cerca, su Cosmos resonó.

Jaló hacía él a ambos, apegando los a su cuerpo y cayendo sentado con fuerza.

La flecha agrieto con fuerza el suelo de roca, para después empezar a derretirse y solo quedar el líquido negruzco.

...

Star Hill

Soltó un suspiró con alivio.

Parecía que todo seguía en orden.

Salió de ahí al escuchar leves golpes en la lejanía. Sabiendo que venían de la sala de pergaminos -El salón por el que se debía pasar, para llegar a Star Hill-.

Paso por el largo pasillo, hasta aparecer rodeado de miles de pergaminos; algunos regados en las mesas y otros bien guardados en las repisas.

Al llegar al final, abrió la puerta, encontrándose con su alumno.

Quién llegaba cargado algunos papeles.

-Buenas noches Patriarca. Traje estos documentos para que pueda autorizar los pedidos.

El de ojos violetas lo dejo pasar.

Llegando a una de las mesas; el menor de los lemurianos asentó la pila de papeles.

Despues, ambos se sentaron.

-Los separé maestro. La mayoría son para autorizar la construcción de comercios o casas más pegadas al Santuario.

Shion tomó una hoja, abriendo sus orbes lo más que pudo.

-¿Solicitudes para ser aspirantes a caballero?

Mu asintió.

-Hay varios que parece que tienen parientes que lo fueron.

Shion en verdad estaba sorprendido, al ver cómo varios jóvenes querían ser caballeros.

Revisaba, notando que la gran mayoría eran buenos candidatos. Aún así, aunque aprobará esto, debían estar de aprendices por un tiempo, siendo sus maestros los guerreros de plata o incluso bronce.

La mayoría de los otros ya habían sido firmados para que continuaran con sus trabajos.

-Mu, permíteme un momento. -Se levantó de su asiento -Debo volver a Star Hill.

El de cabello lila lo vio con preocupación.

-Maestro...

-No me puedo permitir que algo como lo que pasó con Margo y los otros herederos se repita.

Avanzó sin más, dejando a su alumno.

-'Mu' -Escuchó con claridad la voz del castaño.

-'Aldebarán ¿Qué ocurre? ¿Necesitas tu armadura?'

...

Shion llegó de nuevo, observando el movimiento de las estrellas.

Caminando en todo aquel pasto.

Llegando donde una estrella solitaria tintineaba repetidas veces.

Desvió su mirada hacia la constelación más cercana: Tauro.

Y luego corrió hasta llegar a Aries.

Ambas imitaban a aquella estrella.

No significaba nada bueno.

Salió de ahí para ver cómo el otro lemurianos llegaba corriendo del largo pasillo.

-¡Patriarca! ¡Requieren su presencia en-! -Pero Shion no le dejó terminar de hablar.

Solo lo tomó de su muñeca y se teletransportaron lo más rápido que podía.

...

El castaño la separó de él para ver cómo estaba el estado de la mayor.

Tenía un fuerte golpe en la cabeza, pero no sangraba ni nada.

Solo esperaba que no tuviera algún daño interno.

Miró al pequeño, que alzó su vista.

Sus orbes oscuros lo miraban bastante asombrado. De seguro, por todo lo que acababa de pasar. Al verle mejor, se dio cuenta de su error.

No era un niño, sino, una niña.

Y otra vez, resonó su Cosmos.

Abrió sus ojos lo más que pudo, al notar un Cosmos celeste con pequeños detalles dorados alrededor de la pequeña.

La alejó un poco de él, para que pudiera levantarse con la mujer en brazos. Esperaba que alguien ya hubiese llamado a la policía o mejor la ambulancia.

-¿Estás bien? -Dijo mirando a la menor.

Ella asintió, sin apartar su vista de él.

Se comunicó con Mu.

-'Necesito que el patriarca venga'

-'Alde, ¿Qué pasó?' '¿Te contactaste con ellos'

-'Yo... Creo que a encontré a una heredera'

Hubo un corto silencio, que fue roto por el lemuriano.

-'Le avisaré de inmediato' 'Y por favor, eleva un poco tu Cosmos, para saber dónde estás exactamente'

-'Lo haré'

Escuchó a Lupe, junto a las voces de Alberto y Pablo gritar su nombre a sus espaldas.

El guerrero volteó para ver los rostros preocupados de sus nuevos amigos, pero parecían haberse alarmado más conforme se acercaban.

-¡SONIA! -Lupe llegó primero, para ver a la mujer inconsciente, derramando lágrimas.

El castaño la bajo, para que Lupe la abrazara con mucho cuidado.

-Hijita, vas a estar bien. -Susurraba, para apegar su frente con la de la contraria.

Alberto sacó su teléfono para llamar a una ambulancia y grito a los demás presentes -que aún seguía en shock- que hablaran a la policía o buscarán a un guardia.

Así lo hicieron algunos. Los demás se dedicaban a calmar a sus hijos o a otros visitantes que no salían del impacto por la situación.

Pablo notó que había algo asomándose atrás del más alto. Se acercó para notar que no era algo, sino, alguien.

-¡Yokito! -Extendio sus brazos al reconocer a la menor.

Esta al reconocerlo también, fue corriendo para abrazarlo con fuerza, siendo correspondida.

Conteniendo sus ganas de llorar al darse cuenta de que hasta ella estuvo en peligro.

Sin soltarla, la cargó y ella escondió su rostro entre el espacio de su hombro y su cuello.

...

No paso mucho para que al menos llegarán los guardias, quienes -con lo poco que sabian- ayudaron a la azabache.

Parecía que el problema no era grave, para alivio de sus familiares, pero lo mejor era esperar a que la ambulancia llegará.

Era mejor que un doctor les dijera si en verdad iba a estar bien.

Cuando llegaron los paramédicos, se la llevaron, siendo Lupe su compañía.

Alberto le dijo a su abuela que la seguiría, hasta que los policías llegarán y hablaran con los testigos. Entre ellos Aldebarán y su sobrina.

Llegaron más ambulancias, junto a las anheladas patrullas. Al parecer, habían personas a las que si se les llegó a clavar una flecha.

Despues de llevarse a los más afectados, las autoridades prosiguieron a interrogar a los presentes.

Pero primero, los llevaron a una zona donde pudieran sentarse todos.

Todos con los que habían hablado, concordaron en que eso fue una experiencia horrible, pero que, de no haber sido por el castaño, probablemente habría más heridos o muertos.

Fueron con el guerrero, a quien Pablo le seguía agradeciendo.

-Muy bien amigo. Cuéntanos ¿Qué fue lo que pasó?

-Vi algo brillante del otro lado y me asusté al ver cómo se acercaba más. Así que, aleje a la señorita Lupe y cuando llegó, vimos que era una flecha. -Uno de los policías apuntaba en su libreta lo que decía el Taurino.

-Y por ello, todos empezamos a correr por nuestras vidas al ver cómo otras más venían.

-Unos dijeron que salvaste a una mujer y su hija.

-Asi es. -Miro a Pablo. -Y me alegro de haberlas visto. -El azabache les sonrió.

-Todos concuerdan en sus testimonios. -Comentó el que sostenía la libreta.

-Llevaremos a un escuadrón a esa parte.

-Necesitamos el per-

-Ya lo he solicitado. Falta que nos confirmen.

El que parecía el jefe, vio al castaño -Gracias por su cooperación.

Él solo asintió. Estando ya lejos, Alberto les dijo que lo acompañaran a la camioneta, para ir al hospital.

Alde iba a negarse, pero el de camisa de tirantes no se lo permitió.

-Salvaste a mi tía y a mí primita. Eso es algo que no podríamos terminar de agradecerte. -Lo observó con seriedad.

-Acompañanos. Estoy seguro que a mi abuela también le gustaría que fueras.

-Ire con ustedes después de que ellos lleguen.

-¿Ellos? -El azabache arqueo una de sus cejas, mientras acariciaba los cabellos de la menor.

-Los que saben por qué y quienes nos atacaron.

Los primos se miraron entre si, confundidos.

-Adelantense. Los alcanzaré dentro de poco.

-¿Estás seguro we? -Lo vio el de camisa roja. El castaño le sonrió.

-Vamos. Confíen en mí.

Y decidieron hacerlo.

Alberto le dijo en que hospital le dijeron que llevarían a los heridos que si no lo ubicaba, que preguntara a la gente y sin más, se retiraron a prisa del lugar turístico, dejándolo en la salida.

Misma de la cual se alejó para ir hacía unos árboles.

Segundos después, Mu y Shion estaban ahí.

...

Tal y como les dijo el Taurino, en poco tiempo ya estaba presente en el hospital.

La menor se encontraba dormida en brazos de Pablo quien sonrió al ver al castaño.

Este se sentó con ellos.

A lo mucho una hora y media pasó -Pues los policías habían llegado para interrogar a la azabache -, para que vieran Lupe ayudar a su hija.

-Que lata con los polis.
-Comentó Sonia, apenas esbozando una sonrisa.

Vió al castaño y a sus sobrinos, junto a su pequeña, durmiendo.

Alberto se levantó del asiento para hablar con su tía, pero ella lo interrumpió.

-Tranquilo Beto. Los doctores ya dijeron que estaré bien; fue por la fuerza con la que caí lo que provocó que me desmayara, pero -Le sonrió, para tratar de calmarlo -nada más.

El azabache soltó un suspiró.

Y Sonia revolvió sus cabellos.

-¿Tu eres quién nos ayudó? -Dijo al ver a Tauro, mientras avanzaba ya sin ayuda de su madre.

El asintió.

-Mamá me contó que los estuviste ayudando en el transcurso de día. Te agradezco por ello y por salvarnos a mi y a mi pequeña. -Se acercó a su sobrino, quién le entregó a la pequeña en brazos.

Ahora con la luz del lugar, se veía mejor la ropa que llevaban. La menor tenía puesta una camisa de color rosado, junto a un short de mezclilla y tenis blancos, con calcetas del mismo color. Su cabello iba suelto, corto hasta los hombros.

Sonia por su parte llevaba una camisa floreada de color azul, un pantalón de mezclilla y tenis negros con detalles azules. Su cabello estaba amarrado en una coleta alta y su flequillo de lado.

Ambas con un tono de piel igual a Pablo.

-Acepta mi invitación a cenar a nuestra casa. -Comento, mientras hacia a un lado el flequillo de su niña y depositaba un beso en su frente.

-Sería una forma de agradecerte por todo lo que has hecho hoy por nosotros. Aunque no terminaríamos de agradecertelo. -Decidieron avanzar hasta llegar a la salida del hospital, sin dejar de platicar.

-Gracias por la invitación. Pero antes, necesito que vengan conmigo.

-¿Iremos con tus amigos?
-Habló Pablo.

-¿Amigos? -Dijo Lupe confundida, estando al lado de su hija y nieta.

-Asi es. Les explicarán que fue lo que ocurrió. -Las puertas se corrieron hacia los lados, permitiendoles salir.

-Espera. Si ellos saben ¿Por qué no le dicen a los policías? -Cuestiono el de camisa de tirantes, buscando en su bolsillo las llaves del auto.

-Es arriesgado que sepan, al igual que con ustedes. Pero, se está haciendo una excepción. -Le contestó el castaño.

-Mijito -Se acercó la mayor, quedando al lado de Tauro

-Creo que sería más seguro que ellos vengan. -Comentó el de camisa estampada

Ya estaban al lado de la camioneta.

-Es que... no pueden.

-¿Y por qué no? -El de tez más oscura se cruzó de brazos.

-Llamarán la atención. Mucho más que yo.

-¿Qué tan grave es la situación, para que no se le pueda decir a las autoridades? -Hablo Sonia, mientras apegaba más a su hija.

Pero no dijo nada.

-Mijito. No es que nos estemos negando a hablar con ellos. Es solo... -Apreto con fuerza la manga del castaño -qué estamos asustados por lo que pasé.

-Saber que la situación es tan grave, para querer mantenerlo en secreto a la policía...

El brasileño notó como la mayor temblaba levemente. Vió a los demás que igual, se veían muy preocupados.

Dejó salir un suspiró.

-Lo entiendo, señorita Lupe.

Esbozo una sonrisa y posó una mano en el hombro de la del huipil.

-¿Estarían más tranquilos si los vemos mañana? -Los menores y Sonia se vieron entre si. -Creo que sería lo mejor que descansarán y hablaran con ellos cuando estén más calmados.

-Ustedes elijan donde y a que hora. Yo les informaré a ellos.

Lupe miró a su hija y nietos.

-¿Están de acuerdo?

Se miraron una vez más.

-Creo que aún tengo mis du- -no terminó de hablar, pues recibió un codazo en el estómago por parte de Pablo.

-Esta bien we. Estamos de acuerdo ¿Verdad tía? -La mujer acomodó mejor a su niña, para asentir.

-Ya está decidido. -La de cabello blanco giró viendo al castaño para sonreírle a lo que el correspondió.

Luego, fueron subiendo al vehículo.

Aldebarán subió en la parte trasera de la camioneta junto a Pablo -Debido a que uno de los asientos traseros estaban ocupados con la mercancía sobrante-.

Sonia se sentó en la parte de atrás -en el asiento disponible-, en tanto, Lupe fue adelante como copiloto.

Alberto entro de último y arranco el motor y avanzó en reversa para salir, luego se fue moviendo de atrás hacia adelante para poner recta la camioneta y salir ya del estacionamiento.

Durante el camino, Alde se comunicó con el Patriarca y Aries. Cerró sus ojos pareciendo que dormía -Al menos para el menor-.

-'Realmente no sé si será mañana, apesar de que les propuse eso'

-'No hay problema con ello, Aldebarán. Solo avisanos cuando sería la reunión; por el lugar, nosotros los encontraremos por tu Cosmos y el de la niña' -Termino de decir Shion, tomando Mu la palabra.

-'El patriarca debe volver al Santuario, pero yo puedo quedarme a proteger a la familia junto contigo, Alde.'

-'¿Patriarca?' -Pregunto el castaño.

-'No hay problema. Enviaré a Kanon a qué custodie Aries por mientras'

-'Seria todo por ahora. Si esos sujetos vuelven, deja que tu compañero se encargué y tú cuidas a esa familia.'

-'Como ordené'.

Abrió sus orbes, notando al azabache haciendo caras graciosas en la ventana detrás de los asientos traseros.

Al parecer la menor había despertado y Pablo la entretenía.

La azabache esbozaba una gran sonrisa aunque no pudieran escuchar sus risas, debido a que estaba adentro, además el sonido que hacía el viento gracias a la velocidad a la que iba la camioneta de Beto.

Ella al parecer se percató de que la miraba, así que volteó a verlo.

Alzó su mano, saludándolo.

Cuando le correspondió, cerró sus ojos y amplió su sonrisa, mostrando sus blanquecinos dientes.

-Parece que le agradas.

El castaño rio levemente.

...

-¡Ese es nuestro hogar!

Pablo apuntó a una casa de color menta; siendo de un piso, con una reja de color blanco y detrás de está, una terraza bastante amplia.

Se estacionaron en frente y comenzaron a bajar del vehículo. Casi no se sentía viento.

Lupe saco unas llaves y abrió la reja, cuando terminaron de pasar, se quedó a ponerle el candado de nuevo. Sonia se les adelanto hacia la puerta de madera y la tocó con el dorso de su mano unas tres veces.

Abrieron por una mujer de complexión más delgada que Sonia, siendo de tez más oscura y su rostro más fino. Llevaba puesto una camisa simple de color blanco y un short floreado de color rosado.

-¡Mana' ¿Qué te pasó?

-Ahorita les contamos. -La azabache los dejo pasar, sorprendiéndose al ver al castaño -a quien la de huipil sostenía su mano, como en Chichen-.

-Má ¿Quién es él? -Cuestiono antes de dejarlos entrar.

-Un nuevo amigo. Déjalo pasar Mija. Es un buen muchacho que nos ha ayudado mucho hoy. - Amplió su sonrisa la mayor.

Ella lo volvió a ver, aún con desconfianza.

-Martha, por favor.

La mencionada tuvo que hacerlo. Se hizo a un lado para dejarles pasar y luego cerró la puerta.

Parecía pequeña por fuera, pero por dentro era bastante amplió.

Habían al menos tres cuartos de buen tamaño, cerca de ellos estaba otra puerta; al lado de está estaba la cocina, en frente el comedor y más adelante en la entrada estaba una televisión sobre una mesa de madera, ambas pegadas a la pared de color beige.

Dos niños veían algo en el televisor, sentados con sus piernas cruzadas y en el suelo.

En la cocina había otra mujer cortando algo con ayuda de un hombre.

En la mesa, sentado en una silla, estaba un señor ya mayor leyendo un libro, mientras agarraba de un plato a su lado unos dulces para comérselos.

La de camisa floreada bajo a su hija y está corrió hacia el hombre mayor.

-¡Abuelito!

-¡Bebita! -Dejo asentado el libro, para levantarse de su asiento, arrodillandose y extendiendo sus brazos a los lados.

La menor lo abrazó con fuerza y el correspondió.

Ahora cargándola, volvió a sentarse y preguntarle cómo estuvo su día y si se divirtió.

Los dos adultos en la cocina dejaron por un momento lo que hacían para ver a sus familiares que acababan de llegar, extrañandose al ver al guerrero junto a Lupe.

-¡Familia, tenemos un invitado!

Con ese anuncio, los niños apartaron su vista del televisor, para después mostrar en sus rostros asombró al ver a Aldebarán.

-Woah... -Dijo una niña de coletas y usando un vestido rosa de cuadros junto a otro niño de cabello corto, quién portaba una camisa de manga larga de color gris, con un short de color café. Ambos descalzos. El tono de piel de la niña era más oscuro a comparación del niño, quién tenía un tono igual al de Pablo.

-Mamá. ¿Quién es él?

La mujer de la cocina se acercó para quedar enfrente de la de cabello blanco.

Lupe le comentó que les contarían durante la cena.

Pidió a su hija Fabiola que lo dejase comer con ellos. Al ver el rostro de su madre, no pudo negarse.

Finalmente le dijeron que se sentará, quedando en uno de los extremos de la mesa y estando al lado el esposo de aquella tierna viejecilla.

El señor José bajó a su niña para que fuera con los otros. Sonia sacó una mesa más pequeña y la puso en frente del mueble. Los tres pequeños fueron a la segunda habitación y salieron sosteniendo unas sillitas de colores.

Las colocaron y se sentaron. Poco después, Martha les llevaba sus platos, al tiempo en que Fabiola, junto a su esposo y el señor José servían la comida en la otra mesa.

Aldebarán vió curioso la sopa de un color amarillento al igual que los fideos y el arroz. La carne blanca del pollo, desmenuzada, acompañadas de zanahorias, papas, chayotes y calabaza; cortadas previamente.

Olía delicioso y él agradeció cuando pusieron su plato.

Todos tomaban agua, con excepción de los niños que querían jugo de manzana.

Los mayores platicaban sobre su día, a veces quejándose de ciertas cosas en el trabajo -por lo que escuchaba- o simplemente de cosas con respecto a pagos.

Decidió dar el primer bocado cuando el esposo de Lupe contaba una anécdota de su juventud.

Escuchó aquellas situaciones graciosas que pasó el mayor en solitario o en compañía de sus amigos. Incluso menciono en una que involucraba a una de sus hijas.

-Todavia le dije que tuviera cuidado al dar la vuelta con la bicicleta. -Miro a Sonia y sus hermanas empezaron a reír al ver cómo un pequeño sonrojo apareció en sus mejillas.

El esposo de Fabiola y Lupe, solo negaban con la cabeza.

A pesar de no entender mucho de lo que hablaban, le agradaba.

Hacía mucho no escuchaba las conversaciones simples o el sonido de los cubiertos chocando contra los platos, como en sus tiempos de aprendiz.

Al menos en esta ocasión podía tomarse un pequeño respiró del Santuario y disfrutar.

...

Ayudó a Martha a llevar los platos al lavabo para que ella se encargará de limpiarlos.

Se alejó de la cocina, donde poco después regresaron Fabiola y su pareja, junto a Sonia. Volvían de preparar a sus niños para dormir.

Estando ya todos sentados, Pablo tomó la palabra, explicando como lo conocieron. Lupe y Sonia se unieron poco después a relatar lo que ocurrió en el cenote.

Los demás se impactaron al saber que incluso la mayor estuvo en peligro.

-Pues tenemos que agradecerte ahora por salvar a las tres. Aunque, como vuelvo a repetir, no terminaremos de hacerlo -Menciono Alberto.

-Solo hice lo que cualquiera haría.

-No creo que cualquiera arriesgue su vida por un desconocido. -Dijo está vez la pareja de Fabiola. Este tenía cabello castaño claro, piel levemente blanca. Usaba una camisa de color verde y unos shorts blancos.

-Mencionaste que necesitamos ver a tus amigos ¿No es así? -Interrumpio Martha, a lo que el caballero asintió. -¿Y cuál sería la razón por la que lo haríamos? -Arqueo una de sus cejas. A pesar de las acciones del castaño, no podía confiarse... Aún.

-Ellos les explicarán el por qué de ese ataque y qué está conectado a otro asunto que les concierne mucho más. Solo necesito que me digan cuando y donde sería la reunión.

-¿Tan grave es la situación? No es como si nos fueran a matar -Menciono José a modo broma, creyendo que lo que pasó debió haber sido parte de la pelea de alguna de las pandillas del pueblo o algunos mocosos que no midieron las consecuencias de su broma.

Pero al ver cómo el castaño se mantuvo serio sin decir nada, cambio su expresión a una preocupada.

-Puta madre.

-Mientras más pronto sea la reunión, mejor.

Los integrantes de la familia se vieron entre ellos, para después empezar a hablar y decidir.

...

Alex (el esposo de Fabiola) se quedó cuidando a los niños, mientras los demás salían al encuentro con el patriarca.

Ciertamente, aún tenían sus dudas con respecto a la reunión, pero ya no había marcha atrás.

Lo que sea que pasará no podían posponerlo más tiempo. Solo un día bastó para que tomarán su decisión.

Debían saber que rayos estaba ocurriendo y que tenían que ver ellos en eso.

José iba adelante, junto a Lupe y Pablo, detrás de ellos estaban Fabiola, Sonia y Martha y por último, Aldebarán y Alberto.

El mayor había propuesto que se vieran en una de sus propiedades, para más seguridad.

No quedaba muy lejos, por lo que decidieron caminar hacia haya.

-¿Por qué no puedes decirnos? -Comento Alberto, cruzado de brazos. Usaba una camisa de manga corta color blanco, unos pantalones de mezclilla y tenis rojos.

-No es mi deber hacerlo. Eso le corresponde a mi superior.

-Espero que no sea tan grave como lo que pasó en el cenote.

El castaño ya no dijo nada más. Dando por terminada la pequeña charla.

Finalmente habían llegado a una casa un poco lejos de las demás. Frente a la reja, habían dos hombres, que podían llamar la atención de cualquiera por su apariencia.

Pero para su fortuna, a esa horas nadie pasaba por ahí, así que no corrían ningún riesgo.

Cuando llegaron frente a ellos, ambos hicieron una reverencia.

-Nos alegra que hayan aceptado -Mencionó el mayor, mostrando una media sonrisa.

Mu no evitó ver a su compañero de armas, desviando la mirada hacía el muchacho a su lado.

-Es por los niños ¿No es así?

El taurino se sorprendió ante la deducción del muchacho.

Pero eso no evito que le respondiera.

-Asi es.

El Ariano observó como el muchacho soltó un suspiro y metió las manos a sus bolsillos.

-Lo mejor es que entremos. No quiero que se asome algún chismoso de los vecinos y que vaya a divulgar que los vieron. -Dijo José, para sacar las llaves de su bolsillo y abrir las rejas.

Todos lo siguieron, hasta que volvió a sacar otras llaves para abrir la puerta e ingresar a la casa.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top