II. Loyalty

(Lealtad)

La niña miró la ciudad desde el balcón. Ya era de tarde, sin mirar algún reloj lo sabía. Los rayos del sol ya no eran tan fuertes como por la mañana.

— Alteza. - la llamó la conocida voz desde un poco más atrás.

— ¿Madame?

— Ya casi es hora. Debería ir vistiéndose. - la pelinegra se dió la vuelta en su lugar. Asintió y fue a su habitación. 

"Debe ser un traje real."

 Tomó el primero negro que encontró y se lo colocó sin un poco de dificultad. Para eso había estado con un ligero vestido todo el rato. 

"Lealtad" era la palabra que más le recordaban, decían que todos le jurarían lealtad. Cuando ella muy bien sabía que la todas las reverencias y palabras eran falsas. En cuanto pudieran la traicionarían y dejarían a la deriva.

Era parte de tener poder; Saber que hay gente que no quiere que lo tengas.

Shaghrahzahd se detuvo frente al espejo, no tenía ni idea de quién era ni intentaba ser, en esa forma se sentía una traidora, avergonzada de ser ella, y usando su potencial como cambiaformas para engañar a todos fingiendo ser una humana más, fingiendo ser "Hadassa", aún cuando todos sabían que no lo era.

Todo de ella era confuso, su nombre, su edad, su familia, su identidad, su poder...

 Lucía de diez años, tenía cara de vieja amargada, tenía la curiosidad de un niño de dos años y la capacidad de pensar de un adulto.

¿Quién se suponía que era? ¿Qué se supone que deba ser?

— Shahrazahd.- dijo pronunciando su nombre una vez más antes de tomar su sable y colocarlo debajo de la túnica. Miró a su Madame y ambas salieron hacia el Salón Principal.

¿A qué se enfrentaba? Si aceptaba todo perdería casi completamente su parte humana. Estaba aceptando también sacrificar lo que amara y anhelara en un futuro para concentrarse en gobernar, en un futuro no solo tendŕia a los Sith bajo su mando, también era la legítima heredera de su tatarabuelo, el rey de Moraband.

 Pero estas cosas estaban fuera de su entendimiento en el momento en el que decidió ser el "Lord de los Sith".

Primero: Según ella, la "humanidad" dentro de ella era un bien innecesario e inútil que solo servía si no se dejaba ver.

Segundo: Ella no anhelaba nada más que orden en la galaxia y poder. No había nada más. Todas las demás cosas ya estaban condenadas para ella. No tendría ni siquiera descendencia, no se casaría, no se enamoraría de nadie.

La perfecta gobernante que no se deja llevar por sentimientos, eso debía ser.

Sin que ella se diera cuenta, la ceremonia había empezado. No había escuchado nada de lo que había dicho cuando la mujer se acercó a ella y acercó la mano a su cabeza.

— Todo empieza en tus memorias, de ellas sacas tu fuerza.- no entendía el contexto, no había escuchado nada. Pero el peso de las memorias precía ser de otro mundo.

Había visto cada mal momento desde el principio, solo tenía ocho años, pero incluso en su corta vida, había sido horrible. Cuando parecía ser insoportable la mujer alejó su mano.

— Las memorias te hacen sentir, querer, odiar, amar...- la gente se inclinó como si ella fuera su abuelo, a un lado suyo estaba su maestro, a su otro lado, estaba su padre, un paso detrás de ella cada uno. Sus ojos se encontraron con los del chico, que le sonrió un poco. No podía devolverle la sonrisa, pero suavizó un poco la mirada antes de continuar.

— Mi Lord.- se acercó el conde Dooku a ella.- Ya es hora de que ocupe su lugar.

Su abuelo la tomó de la mano y la ayudó a sentarse en el trono, junto a él. Todos se inclinaron y luego se retiraron como era debido.

DBY 22, mes 2, día 4.

Hadassa

Por segunda vez me levantaba sin poder dormir, por lo menos, Kashyyyk era bastante lindo de noche.

¿Y por qué parte de esta historia vamos? Primero, dos años después de la proclamación, el pelirrojo se fue de la academia porque nuevamente intentaron matarlo, si yo no hubiese estado allí, no sé qué estaríamos contando. Cuando cumplí doce años fui a la Nave Capital de Snoke por un acuerdo sano entre ambos.

Frente a todos, estaría fingiendo aprender cosas nuevas para ser Contraalmirante. Y cumpliría con la misión que me ordenó Darth Traya, terminar de entrenar al pelirrojo, llamado Armitage 8Lindo nombre, ¿Verdad?). Pero para eso tuve que esperar dos años más.

Su rostro fue un poema cuando le pasé la carta que Traya le mandó, él tenía dieciséis años y yo catorce, no había forma de que eso sucediera en su mente.

Su padre y el mío parecían ser el mismo tipo de persona, parecían odiar a sus hijos mayores, aunque Brendol en realidad no tenía más hijos. No lo conocía en persona porque cuando se volvió mi aprendíz, llevé a Armitage conmigo a mi nueva nave capital: El Malevolenza.

Los planos del Malevolenza fueron realizados a base los planos de la nave Malevolencia, creada por los Separatistas (Facción al que uno de mis abuelos perteneció), y otorgada al General Grievus, terminó siendo destruida por Anakin Slywalker (Mi otro abuelo) y su maestro, Obi-Wan Kenobi. Por herencia, todo lo que quedó de los Separatistas se volvió mío, aunque el nuevo Conde de Serenno era mi padre, mi abuelo (En forma de espirito resucitado), ordenó que no le dieran nada de los Separatistas por seguridad, él no era un Sith.

Llegando al punto, eran alredededor de las veintiseis horas, las trece de la noche. Armitage llevaba durmiendo desde casi seis horas atrás, no le hizo mucha gracia el cambio de horario.

Yo intenté hacer lo mismo, pero resultó ser que no podía dormir. Tenía muchas cosas en mente, una empresa con una ex-alumna de la academia, era representante de los Mundos Sith junto al senador y un problema aún mayor, "Un sentimiento". Era un sentimiento extraño que solo aparecía cuando veía a Armitage, cuando sonreía o hacía alguna estupidez graciosa. Simplemente faltaba que existiera para hacerme sentir así.

El problema era que a veces se comportaba demasiado como un oficial de la Primera Orden, demasiado desalmado, yo se que en el fondo, él no es así. Solo hace lo mismo que su padre para caer en gracia con él. Cada vez que tiene que hacer algo malo en nombre de cualquiera, se nota la duda en su mirada, incluso un par de veces preguntó si realmente debía hacer eso. Pero esta mañana intentó lucir como ellos, frente a un amigo cercano de su padre, y no podía realmente explicar cuanta tristeza sentí.

Armitage

Me preocupó no verla desde entonces, siempre se quedaba cerca, me daba mala espina el hecho de que no conocía bien este planeta y ella se estuviera perdiendo por allí.

—  ¿Innana?- le llamé al verla mientras me acercaba.

— ¿Qué quieres?

—  Te fuiste de repente ayer cuando pasaba las listas.- la escuché bufar un poco lejos, algo fastidiada.

—  Tu alma debe ser color carbón para que tengas el cinismo de preguntarme eso.- estaba molesta, y al parecer, en su mente, tenía un motivo.- Toda esta gente inocente fue llevada a un campo como rehenes. Tendrán una "buena" vida. Pero por las leyes de la actual República, no podrán salir de allí por incumplir la ley.

~~ Una casa, agua, electricidad y cualquier tipo de comodidades además de un trabajo como contadores u operadores públicos. Pero no volverán a saber de sus hijos, ni de sus familias, ni de la gente a la que apreciaban.

— Son esclavos, eso es lo que pasa cuando te llevan por allí, ellos tienen suerte de no ir a la cárcel.- alcé los hombros restandole importancia, según la Primera Orden, los esclavos no valían nada, esa gente era solo un número.

— Armitage, eso es una cárcel, no pueden comprar nada de lo que quieran, no tienen dinero propio, no ganan nada, solo trabajan para vivir sin disfrutar de la vida. ¿Sabes cómo se siente perder la libertad?- negué con la cabeza lentamente, no tenía ni idea de lo que hablaba.- Fui esclava en Zygerria por una semana y poco más para una misión. Ahora parece que soy libre, pero no es así.

~~ Y tú tampoco lo eres.

"Tiene razón."

—  No es cierto, puedo hacer lo que quiero.

—  ¿Seguro? Ya casi eres Comandante en jefe, pero si tu padre decide que no puedes salir de la nave, aunque sea una misión importante, no sales a ningún lado. No eres libre.

— Mi padre no influye sobre mí, él solo tiene un rango superior al mío.

— Antes era igual que tú, quería que él viera de lo que yo era capaz, y que me valorara. La gente a la que tienes maś cerca es la que más puede manipularte, y es por eso que los Sith no estamos con la gente que influye sobre nosotros de esa manera. Por eso mandé a construir el Malevolenza, para irme lejos de mi padre. Pero tú te aferras al tuyo, aunque sabes que él no te quiere.

— Es mi padre.  Además, no entiendo por qué te afecta todo esto ni qué tiene que ver con él.

Ya tenía algo de temor, Hadassa se comportaba de manera extraña, casi empática frente a los esclavos.

— Lo primero me afecta porque esto es lo que los humanos le hacen a mi gente cuando los encuentran. Siendo que ellos solo intentan buscar una mejor vida, perseguir sus sueños fuera de Moraband, o encontrarse con su familia nuevamente. ¿Cómo crees que me hace sentir el hecho de que los tratas como animales? Digo, la madre de tu madre, su madre y yo podríamos ser alguna de ellas.

No podía negar eso, ella era una Sith Sangre Pura, híbrida y cambiante, solo por eso parecía más humana, pero qué tal que no lo fuera, probablemente habría sido maltratada por la Primera Orden, sin importarles el valor que ella poseía como persona. Mis abuelas eran también híbridas, una de Arkania y la otra de Ziost

Una persona, justo lo que pensaba que los esclavos no eran. Ahora sentía que era diferente porque hablaba de ella misma, mi madre , la madre de ella y su abuela, pero si fueran realmente esclavas todas, probablemente ni les tomaría importancia.

— ¿Y lo segundo?

Narrador

—  Tu padre que te golpea.- soltó la pelinegra fríamente, sin dudar en ningún momento.- Todo el que te conozca por maś de una semana se daría cuenta. Cuando entrenas parece que te duelen las costillas, y tienes varias marcas y algunas pequeñas cicatrices. Eres como su sirviente personal en forma de saco de boxeo.

—...

Armitage se sentó a su lado ignorando esta última parte.

— ¿Algo que decir?

—  Inna, no es nada de qué preocuparse, está bien, ya podré hacer lo que quiera cuando sea mayor de edad. 

— No, no podrás, ¿No te das cuenta? Cuando tu padre no te de ordenes, las buscarás de alguien más. 

—  No lo haré.

—  Sí, lo harás.- le rebatió, el chico sonrió y puso su mano sobre el cabello de ella.

—  Está bien, tú ganas, pero ojalá que sean ordenes tuyas.

—  Como sigas, me tiraré de un puente y tendrás que seguir con las ordenes de Snoke.

—  ¡NO!- fue el turno de ella de reír, y reposar su cabeza en el hombro de él.

—  Tú no eres así. No eres como los oficiales de la Primera Orden, así que no te vuelvas como ellos. Los esclavos no son un número, son personas, y tú lo sabes.

~~ Traya te lo enseñó desde que eras pequeño, así que no deseches esta enseñanza. Un grupo de escalvos enojados es peor que cualquier legión de soldados.

— Está bien, maestra.

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