𝐓𝐖𝐎
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✿*.《𝐔𝐧 𝐝𝐞𝐦𝐨𝐧𝐢𝐨》.*✿
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Hikari hubiese querido hablar con Urokodaki inmediatamente después de haber visto a la hermana demonio del pelirrojo, pero sus piernas apenas podían sostener su propio peso y sus ojos luchaban por mantenerse abiertos. Parecía que a su cuerpo no le había bastado con los tres días que estuvo inconsciente después de la pelea con la Tercera Luna superior. Así que una vez despertó no perdió tiempo en ir a hablar con el antiguo pilar.
Caminar por aquella cabaña le resultaba extraño y nostálgico al mismo tiempo. Cada crujido de la madera bajo sus pies resonaba como un eco de tiempos más simples. Parecía que no había cambiado nada desde la última vez que había estado allí, y al mismo tiempo, todo era diferente. No la casa, ni Urokodaki. No, ellos seguían exactamente igual. La que había cambiado había sido ella; sentía que había un mundo de diferencia entre la Hikari de trece años y la de ahora. Tal vez se debía a la mejora de sus habilidades, a la fuerza que había ganado con cada batalla, o tal vez la razón era la oscura soledad que había estado experimentando durante los últimos tres años.
Estar de nuevo entre aquellas paredes de madera le hacía sentirse más segura. De alguna forma, apaciguaban ese estado de alerta en el que la pelinegra se encontraba constantemente. Con un suave movimiento, empujó la puerta deslizante para encontrarse a Urokodaki sentado con una taza de té caliente. El aroma del té se mezclaba con el olor a madera y a los recuerdos que inundaban su mente. Lentamente, con cuidado de no forzar sus heridas, cerró la puerta detrás de ella y se sentó sobre sus rodillas enfrente de su maestro.
—¿No deberías estar reposando? —preguntó el mayor.
—Ya he descansado suficiente, lo que me preocupa ahora es volver a las misiones —respondió Hikari, tratando de sonar más firme de lo que se sentía.
—Dale a tu cuerpo un respiro, por lo que he escuchado llevas meses yendo de misión en misión sin apenas descansar —dijo con un tono calmado pero firme.
Hikari apretó ligeramente los puños contra sus rodillas antes de hablar. Sentía que las palabras se atascaban en su garganta, luchando por salir— Es mi deber como cazademonios. Pero no he venido a hablar de eso.
Urokodaki no respondió, simplemente dejó la taza de té en el suelo y levantó la cabeza en señal de atención.
—Entiendo que el chico tenga esperanzas de salvar a su hermana, es joven e inexperto, pero no logro entender como tú puedes permitir algo así.
—Comprendo tus dudas sobre ello, yo también las tenía al principio. Un demonio inofensivo no es algo muy común en los tiempos en los que vivimos, pero Nezuko ha estado dormida durante seis meses, sin atacar ni a una sola persona.
La pelinegra frunció el ceño, nunca se atrevería a subestimar a Urokodaki, pero en estos momentos le estaba pareciendo un ingenuo.
"Los demonios solo saben atacar, no se paran a empatizar con la persona que tienen delante, no les importa si lo que se está comiendo es su hermano o su madre, simplemente hacen el mal de forma despiadada."
—¿Y qué pasará cuando despierte? Es un demonio, no le importará que a quien tenga delante sea su hermano —argumentó, tratando de hacerlo entrar en razón
—Tanjiro se enfrentó a un demonio poco antes de que lo encontrase, y Nezuko fue la que se encargó de defenderlo del demonio.
Hikari no pudo evitar soltar una risa seca, una risa llena de escepticismo y amargura.
—¿Y vamos a creerlo? Es su hermana, diría lo que sea con tal de que no la maten.
A pesar de la actitud recelosa de la chica, Urokodaki seguía manteniendo su postura calmada y su voz suave. Era algo que lo caracterizaba, incluso si tenía que regañar a alguien no alzaría la voz.
—No fue la primera vez que lo defendió, ha habido un testigo de la lealtad de Nezuko hacia su hermano —ella alzó una ceja, queriendo saber quien había dicho semejante ridiculez—. Tomioka Giyu.
El cuerpo de Hikari se tensó casi de forma instantánea al escuchar aquel nombre. La presión de sus uñas sobre sus palmas se hizo más grande, y tuvo que apretar los dientes para evitar mostrar que aquel nombre le afectaba más de lo que hubiese deseado. Había estado evitando traer esos recuerdos de vuelta a base de hacer misiones sin parar, sin dejar posibilidad de descanso.
La habitación se llenó de un silencio tenso, roto solo por el sonido lejano del viento entre los árboles. Hikari respiró profundamente, tratando de recuperar la compostura.
—¿El pilar del agua estuvo aquí?
Urokodaki no pudo evitar sentir una pequeña punzada en su pecho al escuchar la manera en la que su discípula llamaba a Tomioka, pero siguió explicando con la misma calma.
—Mandó una carta pidiéndome que entrenara al joven Kamado. El chico tiene una gran determinación, se esfuerza día sí y día también. Me recuerda a ti en ese aspecto.
La mirada de la pelinegra se dirigió al suelo. No estaba para nada de acuerdo con la decisión de mantener al demonio con vida, pero no era algo que estuviese en su mano. Tenía que confiar en su maestro, como siempre lo había hecho.
—De acuerdo, si crees que es lo mejor, respetaré tu decisión.
El mayor asintió antes de volver a tomar la taza de té entre sus manos.
—Te lo agradezco
[...]
Habían pasado un par de días desde la conversación que Hikari había tenido con Urokodaki. Había aceptado aceptar la presencia del demonio en la casa, pero eso no significaba que estuviese de acuerdo con ella. La pelinegra tenía claro que no existían demonios buenos, eran criaturas creadas únicamente con el propósito de devorar gente, no había ningún tipo de bondad en la razón de su existencia.
No podía respetar a un demonio como un igual, no sabiendo lo que le habían arrebatado. Incluso si podía vivir sabiendo que dormía bajo el mismo techo que un demonio, no era capaz de mirarlo a la cara sin sentir todos aquellos sentimientos de odio volver a ella.
Sabía que ese demonio en específico no había hecho nada aún, pero lo haría. Y era ese pensamiento el que no le permitía aceptar a Nezuko.
La chica podía escuchar los gruñidos de esfuerzo de Tanjiro desde su ventana, los había estado escuchando toda la tarde. Urokodaki no mentía cuando decía que el chico tenía dedicación. Pero a veces eso no era suficiente, Hikari lo sabía muy bien.
El pelirrojo había intentado hablar con ella un par de veces, pero las conversaciones no se extendían demasiado antes de que la chica lo mandase a hacer otra cosa. No sabía muy bien por qué, pero su sonrisa constante la irritaba. Se sentía incómoda con tanto positivismo y felicidad, incluso si su única familia restante era ahora un demonio el chico no parecía querer bajar su moral. En el fondo era algo que admiraba, pero eso no lo hacía menos molesto. La sonrisa de Tanjiro era un recordatorio constante de la esperanza que ella había perdido, y lidiar con eso era más difícil que enfrentar a cualquier demonio.
Para cuando quiso darse cuenta el sol ya se había escondido entre las montañas, dando paso a la fría noche. No se percató de que tan tarde era hasta que escuchó la puerta de la habitación abrirse. Levantó la mirada solo para encontrarse aquella melena pelirroja que no dejaba de recordarle a su difunto hermano. Tal vez esa era una de las razones por las que no le gustaba hablar con el chico, era un constante recordatorio de lo que había perdido.
—Ten, te traigo la cena —dijo en un tono amable mientras se agachaba para dejar la bandeja de comida. La calidez de su voz contrastaba con la frialdad de la noche, y Hikari sintió un leve nudo en el estómago.
—Gracias —respondió ella después de darle una breve mirada a la bandeja. El aroma de la comida le recordó lo hambrienta que estaba.
—Espero que no se haya enfriado, me he entretenido un poco por el camino —sonrió de forma avergonzada mientras se rascaba la nuca, una mueca de disculpa en su rostro.
—No importa.
Tanjiro se quedó mirándola unos segundos más, preguntándose si seguir hablando o si debería irse ya, pero antes de que pudiera tomar una decisión sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz de Hikari.
—¿Necesitas algo más? —preguntó levantando una ceja, un claro indicio de su deseo de estar sola.
—No, no —negó rápidamente— Es solo... Quería darte las gracias por aceptar a mi hermana pequeña. Sé que no te gusta la idea de tenerla con nosotros, así que aprecio que lo aceptes.
—Daba igual si lo acepto o no, es la casa de Urokodaki así que puede hacer lo que quiera —dijo secamente, tratando de cortar la conversación antes de que se tornara más incómoda.
—Lo sé, pero te lo agradezco de todas formas —insistió Tanjiro, su voz llena de sinceridad.
Hikari lo miró, tratando de buscar algún tipo de sarcasmo en sus palabras, pero no había nada más que honestidad en ellas.
—En fin, buenas noches —dijo el pelirrojo finalmente con una sonrisa antes de irse.
Hikari no respondió, no quería seguir pensando en eso. Tomó el cuenco de sopa en sus manos y sorbió lentamente. Era verdad que estaba un poco frío, pero era el menor de sus problemas. Quería recuperarse en cuanto antes e irse a hacer misiones, pero los huesos rotos no se curan de un día para otro.
No tenía más remedio que esperar en compañía Urokodaki y los hermanos Kamado.
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