𝐔𝐍𝐀 𝐎𝐏𝐎𝐑𝐓𝐔𝐍𝐈𝐃𝐀𝐃 𝐌Á𝐒
Capítulo 7
Los brazos de un padre o de una madre son reconfortantes y es en ese lugar donde los dolores se vuelven minúsculos. Un “todo va a estar bien” de boca de madre o de padre cobra mucha más realidad de lo que se puede creer y Diana lo logró sentir al ser recibida en los brazos de Valko, su padre.
En medio de su carrera por huir de su hermano, Diana corrió sin freno por los pasillos chocando contra su padre, quien iba caminando en dirección opuesta a ella, recibiendo a su hija en sus brazos.
De inmediato, el rey atestiguó el llanto amargo de su hija, el cual lo inquietó demasiado, orillándolo a preguntar qué le había pasado, pero Diana solo supo aferrarse a su padre tanto como pudo mientras lloraba y decía "papá... papá... papito".
El sollozo de Diana preocupo mucho a su padre, quien insistió en saber qué le estaba pasando, pero Diana no paraba de llorar hasta que la presencia de Veikan fue visible ante ambos.
—Diana... ¿Estás bien? —preguntó Veikan preocupado.
—No quiero hablar con nadie —gritó Diana queriendo quedarse sumida en los brazos de su padre, el único hombre que no le había fallado nunca y la quería de verdad.
—¿Qué le pasó a tu hermana Veikan? —preguntó Valko mirando seriamente a su hijo.
—Eso quisiera saber, padre —respondió el príncipe preocupado.
—¡No quiero hablar con nadie!, quiero que me dejen en paz —volvió a gritar Diana entre llantos refiriéndose a Veikan, ella quería estar tranquila al sentir un fuerte sentimiento de agobio, dolor y culpa.
—Retírate Veikan —ordenó Valko.
Veikan no tuvo más remedio que obedecer a su padre y al final se retiró haciéndole una reverencia mientras Diana seguía llorando en los brazos de su padre.
Con más calma, Valko llevó a Diana a su sala privada y ella se sentó en uno de los sillones mientras el rey se hincaba frente a ella para buscar su mirada. Él necesitaba hacer preguntas.
—¿Qué te pasa hija? ¿Qué te hicieron mi princesa?
—No me pregunte eso, padre, por favor.
—Pero Diana, estás llorando, si te hicieron algo sabes que solo debes decírmelo —aclaró Valko dejándole en claro a su hija que él haría lo que sea por protegerla.
—Por favor, padre —habló Diana llorando con tristeza mientras sus ojos azules miraban al único ojo de su padre, el que pudo ver, a través de la mirada de su hija, lo herida que ella estaba.
No era igual a ella, pero se la recordó profundamente, Valko no solo tuvo un flashback de la mirada herida de Anya cuando se enteró de que él estaba en planes y amoríos con la princesa Lana Dunnotor, sino que también recordó la mirada de Elizabeth cuando ella le confesó lo que le había sucedido y como aquel hombre la había violentado, él no tuvo que exigir una respuesta para saber que algo le estaba pasando a su hija.
Diana se tiró en los brazos de su padre llorando amargamente y él la recibió en su pecho, consolando sus lágrimas mientras acariciaba a su cabello dorado mientras le decía en un susurro. “Llora, mi niña hermosa, si necesitas llorar, hazlo, papá está aquí, papá siempre va a estar aquí.”
Fugaces recuerdos de su infancia inundaron su mente, recordando que cada vez que algo le sucedía, ella siempre terminaba siendo protegida y acunada en los brazos de su padre.
Ella no entendía por qué Aiseen no podía quererla como su padre quería a su madre, en este punto Diana empezó a sentir que ella no merecía lo que Aiseen le estaba haciendo y más que eso ella no lo quería, Diana no quería ser tratada de esa forma, le dolía.
Elizabeth cruzó las puertas de la sala privada en busca de su esposo, encontrando a Diana en los brazos de su padre mientras la rubia lloraba sin parar. La reina se acercó de inmediato ante su hija y preguntó qué estaba sucediendo, pero Diana continuaba llorando con desconsuelo.
Valko le hizo una discreta seña a su esposa para que dejara de preguntar y que se tranquilizara, y al final la reina respiro profundo, se acercó a su hija y la rodeó con sus brazos para intentar calmarla.
Este fue el día en el que todo se empezaría a fracturar en el corazón de Diana hacia Aiseen.
«Ya había sido suficiente» pensó Diana.
Las horas habían trascurrido en el castillo con eventual normalidad, Diana fue llevada a su habitación y se le fue dado un té para que se calmara y durmiera por un rato mientras Elizabeth cuidaba su descanso.
En el campo de tiro, el príncipe Valerio se encontraba practicando duramente como él solía hacerlo a diario. El rubio se preparaba para disparar su última flecha y al dispararla, vio como una daga salió volando en dirección a la flecha, dando justo en el blanco primero la flecha y seguidamente la daga.
Valerio entró en sorpresa al ver esto y giró de inmediato su rostro para ver quién había lanzado aquella daga; encontrándose a su hermano Veikan tras él, Valerio se le acercó rápidamente a Veikan y molesto preguntó:
—¿Cuál es tu problema?
—Diana es mi problema —respondió Veikan para dar la vuelta e ir a sentarse junto a los árboles buscando sombra.
—¿Le sucedió algo a nuestra hermana?
—Sí, y quiero saber que le pasó, estaba llorando cuando Aiseen se fue, lo vi despedirse de ella, pero ella estaba llorando.
—¿Le habrá dicho algo?
—No lo sé y tampoco me dejó saberlo, una vez él se fue ella corrió y se encontró con padre y no me dejó saber qué le había sucedido.
Valerio se notó molesto al entender a qué se refería Veikan, él ya había visto cosas.
—Aiseen jamás ha parecido nuestro hermano, Sé que no somos de la misma madre, pero sí del mismo padre, Carsten es nuestro primo hermano y entre todos nos estimamos y nos protegemos, pero con Aiseen todo se vuelve más difícil y hostil siempre.
—Quisiera golpearlo hasta que... —se detuvo Veikan antes de continuar. Lo que iba a decir, no sonaría agradable.
—Tuve la misma sensación, no te preocupes, él golpeó a Diana el día que fuiste a montar con ella a caballo, yo lo vi, y lo amenacé, pero ella no me dejó hacer nada, por eso la traje aquí.
—¡Ahora entiendo tu rabia ese día ante padre! — Veikan sonó molesto.
—Veikan sé que queremos hacer algo por ella, y debemos, es nuestra hermana, y si te soy sincero, yo más que nadie quisiera decirle a padre todo esto que hemos visto, pero... si ella no se atreve a detener eso nosotros no podemos hacer mucho, él sabe que por el cariño que le tenemos a ella y por ella rogarnos que no hagamos nada terminaremos haciendo justo eso, Nada.
—Diana será mi esposa Valerio.
Valerio miró sorprendido a su hermano. —¿Qué?
—Que Diana será mi esposa, lo juro por los dioses.
Veikan se levantó de su asiento y se dirigió a su caballo blanco plata mientras Valerio aún procesaba lo dicho por su hermano. El rubio sonrió ante la revelación del mayor, como si hubiera escuchado algo asombroso.
—¡Vamos arquero! —gritó Veikan desde su caballo.
Valerio subió en su equino de melena dorada como los cabellos del príncipe y junto a su hermano partieron hacia el castillo en una carrera agitada que decidieron tener por diversión optando por pasar entre las calles y entre las personas cruzando el pueblo para llegar al castillo.
Sus caballos los delataban, y sus cabellos también, y todos los que les veían sabían que eran los príncipes, los hijos del rey.
ISLAS DE MARES TURBIOS (PALACIO ESCANDINEVA)
Después de un gran encuentro entre el príncipe Carsten y el príncipe Jaden ambos decidieron dirigirse al salón privado y justo cuando iban a entrar la figura de una jovencita se hizo presente en el pasillo.
La joven era de cabello negro abundante, su tez pálida hacía juego con sus ojos grises oscuros y su delicada y femenina figura la hacía lucir tierna y encantadora, Carsten observó detenidamente a la joven y ella también lo observó a él mientras Jaden los miró a ambos y sonrió con discreción.
El silencio fue interrumpido por la joven que se reverenció ante el príncipe.
—Príncipe Carsten Worwick —dijo la Lady rindiendo honores.
—Carsten ella es Lady Merrie Whitemount —comentó Jaden.
Una leve sonrisa se dibujó en el rostro del príncipe Carsten y la joven lo notó, pero ella no le sonrió de vuelta. —Permiso, solo quería darle mis respectivos saludos mi príncipe, me retiro.
—Propio —respondió Carsten viendo como la joven se retiraba.
Seguidamente, ambos príncipes entraron en la sala privada y Jaden no tardó en hablar al respecto mientras tomaban asiento.
—¿No la conocías?
—Sí, pero ha cambiado mucho; además solo la había visto en 2 ocasiones que yo recuerde.
—Claro que ha cambiado, la última vez que la viste era una niña.
—Lo sé, se supone que debo hablar con su padre sobre el matrimonio.
—Bueno, por lo menos te gustó —comentó Jaden sonriendo con picardía.
—¿Gustar? —Carsten Arqueó una de sus cejas—. ¿Qué defines tú por gustar?
—Físicamente, eso es lo primero que vemos.
—¿Y qué más?
—¡Carsten! —Jaden rodó sus ojos.
—Cuando ella sepa que clase de Worwick soy, no estará tan emocionada.
—Eres un Worwick rubio como todos los Worwick de tu descendencia, tu padre fue rey y era rubio y murió con honores.
—No soy como mi padre y jamás podré ser como él.
—Carsten deja de temerle a la sangre, eso te paraliza.
—Creo que nunca lograré tener ese tipo de valentía.
—Sí, lo harás, solo debes de dejar de pensar que no lo harás bien, y qué importa si no lo haces bien, no nacemos sabiendo hacer las cosas.
—No importa, no quiero discutir ahora sobre eso, mejor cuéntame, ¿cuándo iras a Southlandy a ver a mi hermana?
Una sonrisa discreta se dibujó en el rostro de Jaden. —Aún no, aún debo hacer cosas, tu padre lo sabe.
—¿Pasa algo?
—Mi tío, está muriendo y todo apunta a que mi padre reclame el trono o al menos el concejo de Lussox podría llamarlo para declararlo sucesor y no sé por qué siento que todo eso será un caos.
—¡Oye que bueno!, ese trono le pertenece a tu padre, Valero Brandenhill es el legítimo heredero al trono de Lussox pero claro ... También puede tornarse caótico, es cierto.
—Sí, y no, todo depende... Sé que con tu padre de nuestro lado no se desatará una guerra, pero, temo por Tanya, no me casaré con ella hasta que esté seguro de que no correrá peligro y es algo que tu padre sabe.
—No te preocupes, mi padre te apoyará en todo después de que pienses primeramente en Tanya, sabes cuánto vale mi hermana para él y lo mismo te digo y te exijo yo a ti.
—Tranquilo primo, todo estará bien —Jaden le dio la mano a Carsten y este la estrecho en símbolo de compromiso por el bienestar de la Worwick a la que él Brandenhill quería desposar.
SOUTHLANDY
En la sala de los príncipes, la princesa Tanya yacía en compañía de su mejor amiga Asenya mientras ambas hablaban a gusto Pero Tanya había estado inquieta por un tema en particular, La peliblanca ya se había dado cuenta de que su amiga había estado tratando evitar a su hermano.
—Ahora dime, ¿por qué se pelearon tú y Valerio? —preguntó Tanya acomodándose junto a su amiga en el sillón.
Asenya se sorprendió por lo directa que fue aquella pregunta y al no saber que decir respondió con otra pregunta. —¿El príncipe y yo?
—¡Asenya por favor!, no tienes que fingir conmigo, yo sé que ustedes dos tienen algo y no me molesta, eres mi mejor amiga.
—Pero yo soy…
—Pero tú nada —interrumpió Tanya—. Tú eres una jovencita hermosa, educada y eres mi mejor amiga.
Asenya sonrió rompiendo su timidez. —El príncipe y yo discutimos porque me sentía muy nerviosa con su presencia en mi habitación, no quería que nos descubrieran.
—¿Y qué más pasó?
—Solo discutimos y al final le pedí que no volviera a verme si no quería que las cosas se llevarán así.
—¿Tú le pusiste condiciones a mi hermano? —indagó Tanya sorprendida.
—Son cosas de nosotros, princesa.
—Es cierto... Lástima que hayan terminado, realmente hubiera querido que pasara algo más entre ustedes.
—Eso no es posible.
—¿Por qué no? Y no digas que es por tu origen, mi padre puede entender si yo se lo pido.
Asenya no evitó sonreír ante el comentario de Tanya, a ella le pareció muy lindo de su parte querer ayudarla con Valerio.
—¿Te parece si más tarde vamos a la torre blanca, tomamos un té y vemos los cuervos?
—Sí princesa.
—Perfecto, vamos a arreglarte, para que te veas muy linda.
Tanya tomó la mano de Asenya para llevarla a su habitación y ayudarla a alistarse para ese día.
En el patio de armas, el príncipe Veikan se preparaba para empezar con su rutina de entrenamiento enfrentándose a un soldado de la guardia real. Una vez iniciado el enfrentamiento, el soldado comenzó a notar que los ataques del príncipe eran demasiado fuertes para tratarse de ser un simple entrenamiento. Aquellos ataques iban cargados de rabia e impotencia, como si Veikan quisiera sacarse algún tipo de frustración en aquel duelo y todo esto lo estaba observando Valko desde uno de los pasillos del castillo.
Veikan derribó al guardia, pero este se incorporó y derribó al príncipe, de inmediato él se colocó en pie para continuar y sin aviso alguno Valko interrumpió el entrenamiento.
—¡Veikan Worwick!
Veikan miró en dirección a aquel hombre que lo llamó por su nombre y se dio cuenta de que se trataba de su padre.
—¿Un duelo? —preguntó Valko.
Veikan no dijo nada, solo asintió con la mirada y al rey se le pasó hoja blanca, su espada. Valko no tomó posición alguna ante su hijo y observándolo con detenimiento dijo: —Si haces esto permitiendo que la ira te ciegue fallarás, así no funciona muchacho.
Veikan atacó a su padre y este se defendió haciéndole apertura al duelo, Valko al parecer no se esforzaba tanto por manejar el enfrentamiento, mientras que Veikan luchaba por sostenerlo “Debes dejar la rabia, te está desconcentrando” gritó Valko a su hijo, pero el príncipe no lograba flaquear en sus emociones y continuó golpeando la espada de su padre sin tener éxito alguno hasta que Valko lo derribó y colocó la punta de su espada sobre su garganta “No soy tu enemigo, tú eres tu propio enemigo” la respiración agitada del príncipe le indicó al rey que estaba lidiando con una gran carga de ira que tenía.
Valko retiró la espada del cuello de Veikan y le extendió la mano para ayudarle a incorporarse. —Te espero en la sala privada —ordenó Valko para darse la vuelta y retirarse del patio de armas.
Unos minutos después, Veikan se encontraba en la sala privada de pie ante la presencia de su padre con un mal ánimo reflejado en su rostro y Valko averiguaría que le estaba aquejando.
—¿A qué se debe tu enojo hijo?
—No es enojo padre, solo no he amanecido con un buen humor el día de hoy —contestó Veikan mirando hacia otro lado.
—¿Piensas que lograras mentirle a tu padre?
Veikan miró a Valko a los ojos y dijo: —No he intentado mentirle, el día no ha estado mi favor.
—¿Por eso intentabas desesperadamente matar a ese soldado?
—Necesitaba liberar mi ira.
—Nunca vuelvas a entrenar así, Veikan Worwick, no va a funcionar, ya lo pudiste comprobar.
—Tal vez no soy muy bueno.
—Eres bueno, eres como yo, pero estabas volcando tu ira en la espada, y así no puedes liberar tus batallas personales, cuando estés frente al enemigo peleando por un objetivo específico, la misma causa te dará el impulso suficiente para pelear y ganar, pero esto no aplica cuando estás intentando pelear con tus propios pensamientos que son los que te están enojando orillándote a convertirte en tu propio enemigo, eso solo logrará hacer que te pierdas más de lo que ya estás.
Ante las palabras de su padre, Veikan guardó silencio sabiendo que su progenitor tenía la razón. —Lo siento padre, me disculpo por eso.
—Tenlo muy en cuenta, hijo, algún día portarás mi capa, mi corona y a hoja blanca y desde el fondo de mi corazón quiero que sea lo que sea que hagas por el reino, seas el mejor, incluso mejor que yo. —Veikan sonrió ante lo dicho por su padre y tomó asiento pidiendo el debido y respectivo permiso—. Ahora quiero hablar de otro tema contigo, hijo.
—¿Si padre?
—Es sobre tu hermana Diana.
Veikan miró a Valko atentamente. —¿Si padre?
—Quiero hacerte una pregunta y quiero que seas sincero… ¿Tú sientes algo por Diana?
Veikan miró a su padre, encontrándose en un punto donde no sabían qué responder. Él debía ser leal a su hermana y así mismo, pero... fue su padre, el rey, quien se lo preguntó.
La noche había caído sobre el castillo Worwick y la señorita Asenya ya se encontraba en la torre blanca esperando a la princesa Tanya, la que le pidió que se adelantara y la esperara en la torre.
Tanya se acercó a una de sus sirvientes para darle unas cuantas instrucciones que la mujer acató al pie de la letra, y la princesa Tanya se encerró en su habitación.
El príncipe Valerio se encontraba yendo a sus aposentos cuando fue interceptado por la doncella de la princesa, la cual lo reverenció para dirigirse a él.
— Mi príncipe, quería informarle que la princesa Tanya se encuentra en unos apuros en la torre blanca.
—¿Qué apuros? —preguntó Valerio preocupado.
—Al parecer tuvieron un accidente, ella y la señorita Asenya, y ella me envió por usted estrictamente.
Valerio, sin hacer más preguntas y completamente preocupado, subió apresuradamente hasta la torre blanca en busca de su hermana y al llegar a aquel lugar entró en la pequeña habitación que había en la torre para encontrarse directamente con Asenya.
—¿Dónde está Tanya?.. ¿Están bien?
—¡Valerio! ... ¿Qué hace usted aquí?
—¿Cómo qué, qué hago aquí?, una sirviente de Tanya me dijo que ustedes dos estaban mal y necesitaban ayuda.
—Yo... la princesa no ha venido por acá —dijo Asenya confundida.
—Pero mi hermana... —Un abrupto silencio se escuchó de parte del príncipe, quien al parecer había logrado entender qué era lo que estaba pasando y Asenya también.
—¿Le dijiste algo de nosotros cierto? —preguntó el príncipe
—Sí, ella es mi mejor amiga, sé que no obrará mal.
—Ya ves que no.
Los jóvenes conectaron sus miradas por un momento. Fueron los segundos más incómodos para ambos hasta que Valerio rompió el silencio.
—Como no ha pasado nada, entonces me iré antes de que alguien nos vea y tu padre corra peligro de muerte y lo condenen en las llamas del más allá —habló el príncipe en su sarcasmo habitual.
—Sí, creo que es lo mejor.
—¿Qué? —preguntó Valerio sorprendido al ver que Asenya no se negó a su retirada.
—Lo que oíste.
—¿De verdad vamos a continuar en esto Asenya? Sabes, no me respondas, yo me tengo que ir, debo llegar rápido para buscar una esposa —enfatizó Valerio en esa última palabra.
—¿A esta hora? —preguntó Asenya por lo incoherente del comentario del príncipe.
—¡Sí, a esta hora! Seguramente ella no me rechazará todo el tiempo por miedo y por no confiar en mí.
—Pues espero que tengas suerte.
Valerio no soportó más la indiferencia fingida de Asenya y la agarró por su brazo, acercándola bruscamente hacia él.
—¿De verdad no te importa que me case con alguien más? Y quiero que me lo digas mirándome a los ojos.
—Puedes casarte con quien quieras, yo encontraré a alguien apto para mí y también me casaré.
—¡Hazlo! ¡Hazlo y te juro que el día de tu boda le atravieso al maldito la frente con una flecha!
—¡Valerio!
—¡Asenya!
—¡Valerio ya basta!
—¿A qué le temes? —preguntó el príncipe, acercando más el cuerpo de la joven al suyo, sujetándola con fuerza mientras sus rostros quedaron muy cerca uno del otro—. Ya tu corazón tomó una decisión, no tienes por qué temer.
—No he tomado ninguna decisión.
—¿A no?, ¿entonces por qué me evitas?
—Es mejor así.
—¿Dime por qué?
Las miradas de ambos se encontraron aún más cerca asechándose con ansias y desesperación hasta el punto dónde no pudieron seguirse resistiendo más el uno al otro para romper el tensionante momento con un beso de ambos, al principio la joven luchaba para soltarse del amarre del rubio, pero su deseo fue más fuerte y cedió ante sus besos dejándose llevar por él.
Al separar sus labios, Asenya lo miró con anhelo y se sinceró ante él, diciendo: —Si buscas una esposa, te odiaré por el resto de mi vida, Valerio.
—No buscaré a nadie, tú serás mi esposa —respondió el príncipe para volver a besar los labios de Asenya.
—Tengo miedo de que no funcione y todos salgamos perdiendo en esto.
—Déjamelo todo a mí, por primera vez en tu vida Asenya confía en mí. ¿Puedes hacerlo? —rogó el príncipe mientras sujetaba a Asenya en sus brazos.
La chica lo pensó unos segundos y afirmó que sí estaba dispuesta a confiar en su príncipe. El deseo que ambos se tenían era mucho más fuerte que la razón, y estaban dispuestos a lidiar con todo lo que sea que sucediera. Valerio soltó a Asenya y corrió a la puerta para echarle seguro; aunque no había nadie cerca que pudiera atraparlos, era mejor no correr riesgos.
El príncipe comenzó a despojarse de su cinturón para correr hacia Asenya y volverla a besar, Él la añoraba.
En aquel pequeño espacio que solo estaba conformado por una mesita para el té, un librero y una cama de un cuerpo, la pareja decidió pasar la noche juntos, perdiéndose en el deseo que se sentían el uno por el otro.
Sabiendo que esa sería la primera vez de ella, Valerio fue muy cuidadoso con su amada Asenya, él la llenó de besos y caricias tratando de hacerla sentir confiada y segura del paso que ambos darían aquella noche.
Ella deseaba profundamente ser parte de él y él deseaba ser parte de ella y al final Valerio y Asenya hicieron el amor a la luz de la luna que se filtraba por la ventana de la torre.
El príncipe Veikan se encontraba recorriendo los pasillos del castillo buscando la habitación de su hermana Diana. Él aprovechó que no había ningún guardia haciendo ronda en el pasillo y se acercó entrando en los aposentos sin avisar. Al estar dentro él no vio a Diana, pero rápidamente ella apareció a través del cuarto de baño, dándose un terrible susto al ver a su hermano de pie junto a la puerta.
—¡Veikan!
—Tranquila, soy yo, y no me pidas que me vaya porque no me iré.
—Tranquilo, no quiero que te vayas —aclaró la princesa para acercarse a su hermano y abrazarlo, Veikan buscó el rostro de Diana, esperaba ansiosamente que ella no lo apartara de su presencia, y para su tranquilidad Diana no apartó su rostro de él.
Veikan la observó con ternura y le dejó un beso plasmado primeramente en la punta de su nariz y seguidamente rosó sus labios con los de ella y después se detuvo retirando su rostro del rostro de ella, Diana sintió extraña esta actitud de Veikan y pudo percibir una ligera molestia en él, algo le estaba afectando y ella quería saber que estaba sucediendo.
—¿Te siento molesto que tienes?
—¿Enserió me preguntas que tengo?... estuve todo el día intentando hablar contigo para saber por qué estabas llorando y solo conseguí que me gritaras junto a un interrogatorio de mi padre preguntándome si yo estaba interesado en ti de alguna forma.
—¿Qué? ... ¿Le dijiste algo?
—No, pero padre no es tonto, Diana —habló el príncipe sentándose con ella en los pieceros de la cama—. Él ya tuvo nuestra edad y se dio cuenta de mi desesperación y de tu llanto. Él vivió esto mismo con mi madre cuando yo aún era un bebé, esto no es algo que le vayamos a poder ocultar siempre.
—Aún no es momento de que él sepa.
—¿De que él sepa qué? ... ¿Me vas a decir por qué estabas llorando?
—Sí, pero por favor Veikan, no te enojes conmigo, ¿sí?
—Dime. —Veikan se levantó de la cama para recostarse ligeramente en el librero de la habitación, quedando de pie frente a su hermana.
—Hoy Aiseen vino hasta aquí para recuperarme de nuevo —comentó Diana haciendo que una sonrisa molesta saliera de los labios de Veikan—. Él me sustentó las razones del porqué quería casarse conmigo.
—¿Y le creíste?
—Sí.
—¡Diana! —exclamó Veikan sorprendido y molesto.
—Veikan tú sabes que esto no es fácil para mí —dijo Diana intentando disipar la molestia de su hermano.
—Está bien —él suspiró—. Continúa.
—Yo le creí, él me hizo que le creyera, encontró las palabras exactas para ganarme de vuelta y me hizo pensar que talvez ahora todo sería distinto, y que todo entre tú y yo debía detenerse.
Veikan cerró los ojos ante lo que Diana le estaba contando y le dolió oír sus palabras.
—Pero una vez más Aiseen me demostró que es un maldito mentiroso.
—¿Qué pasó?
—No voy a volver a creer en las palabras de Aiseen Worwick, no soy un objeto para alcanzar objetivos Veikan, él me quiere para alcanzar el trono de Armes y me hizo creer que no era cierto para después darme cuenta en una carta que le habían enviado que tiene una amante.
—¿Una amante? —preguntó Veikan atónito.
—Sí, ella se atrevió a enviarle una carta donde le comunicó que estaba viajando a Armes para encontrarse con él ahí.
—Eso es imposible, tengo entendido que nuestra abuela estará ahí.
—No lo sé, pero... ella se refirió a mí en esa carta despectivamente, sonó como él y lo peor de todo es que... yo le pregunté si quería ir solo y me dijo que solo estaría bien, eso me confirmó que esa carta era real.
—¿En la carta se dejó el nombre de esa mujer?
—Kamille, se llama Kamille ... ¿Te suena?
—No, no creo que sea alguien del castillo, deberías decírselo a padre.
—No Veikan, aún no.
—¿Qué vas a esperar Diana? ¿Acaso quieres que sea mentira?
—¡No!, yo sé que es verdad, ¡pero quiero saber quién es esa mujer, quiero saber que tiene ella, que yo no! —dijo la princesa con lágrimas en sus ojos.
Veikan se le acercó a Diana y la estrechó entre sus brazos mientras su hermana lloraba.
—No tienes por qué diferenciarte de ella en nada, tú eres hermosa, Diana, eres una princesa encantadora, noble y con un enorme corazón, que él no sepa ver eso en ti en muy distinto.
—¿Por qué no?
—¡Porque él necesita a alguien como él! Él necesita a alguien ruin e infeliz, alguien que no lo opaque para sentirse superior, tú eres demasiado para él y él lo sabe, él no quiere que seas demasiado, ¿no lo entiendes?, no eres tú el problema, no te busques defectos hermosa, en los ojos correctos tú eres perfecta —dijo el príncipe mirando fijamente los ojos llorosos de su hermana.
—¿Lo soy para ti?
Veikan echó a Diana sobre la cama posándose sobre ella y acercando su rostro al de la rubia dijo: —Para mí lo eres todo, eres capaz de desestabilizarme por completo y de traerme calma al mismo tiempo.
Aquellas palabras lograron que una linda sonrisa se dibujara en los labios de la princesa, era justo eso lo que Veikan quería.
—Hoy me tuviste enojado todo el día, interrumpí el entrenamiento de Valerio arrojando una daga al blanco al que él estaba apuntando y después casi quería matar al soldado con el que estaba entrenando y ahora me tienes aquí, sonriendo solo por estar a tu lado, permíteme demostrarte que sí tienes derecho a ser valorada y amada.
Diana sonrió una vez con ternura e ilusión ante las palabras de Veikan logrando que él también se sonrojara ante su bella sonrisa.
—Perdón —habló Diana mirando a Veikan—. No sé como pude pensar en dejarte ir por él.
—Él te volvió a mentir y entiendo bajo la presión que estás.
—No volverá a pasar Veikan, no me casaré con Aiseen, ya no más.
—¿Entonces aceptas ser mi esposa, mi reina, la dueña de mi corazón, la madre del reino y reina y señora del rey que se sentará en el trono blanco?
Las últimas palabras del príncipe Veikan hicieron reír a Diana, la que no dudó en dejarle saber a su príncipe que sí quería ser todo lo que él había dicho y eso fue suficiente para que Veikan besara a su adorada Diana apasionadamente.
—¿Te quedas esta noche? —preguntó Diana.
—Esta y todas las noches que quieras.
—Échale un vistazo al pasillo y asegura la puerta.
Veikan se levantó de la cama y abrió la puerta corroborando que nadie estuviera cerca, y afortunadamente no había nadie cerca del pasillo y el príncipe se adentró en la habitación de Diana, cerrando la puerta con seguro.
Lamentablemente, para Veikan alguien si le había visto, un hombre de confianza de Aiseen estaba vigilando el pasillo de la princesa por órdenes del mismo príncipe y pudo ver cuando Veikan entró y salió para volver a entrar y encerrarse en los aposentos de una princesa comprometida.
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