𝐋𝐀𝐒 𝐋Á𝐆𝐑𝐈𝐌𝐀𝐒 𝐃𝐄 𝐔𝐍𝐀 𝐏𝐑𝐈𝐍𝐂𝐄𝐒𝐀

Capítulo 6

Un aire caótico se respiraba en Southlandy por aquellos días y después del eventual enfrentamiento en el banquete y de los problemas internos de la familia Worwick las cosas no parecían mejorar.

La princesa Tanya dejó de entrenar en privado y no volvió a acompañar a su hermano Valerio al campo de tiro por órdenes de su padre. Inevitablemente, la princesa extrañaba aquellas actividades, pero debía acatar las órdenes de su padre, el rey.

Elizabeth le había sugerido que podía bordar o hacer cualquier cosa que hacían las damas de la época, pero Tanya se negó para finalmente dedicarse a estar en el jardín junto a su mejor amiga Asenya hablando de cualquier tema en particular.

La problemática entre Aiseen y Diana no había empeorado, pero tampoco había mejorado.

Aiseen no volvió a buscar a Diana desde el enfrentamiento que tuvo con Veikan. Los últimos días ellos se cruzaron en la cena familiar, pero Aiseen solo se limitó a mirarla e ignorarla y ninguno se acercaba al otro.

Por otro lado, Diana sentía un extraño alivio. Después del beso entre ella y Veikan estos no se vieron durante unos días, hasta que el príncipe no aguantó su necesidad de volver a verla y se escabullo por los solitarios pasillos para hacerlo. Desde entonces Veikan frecuentaba durante la noche la habitación de Diana, los encuentros no pasaban de agradables conversaciones, palabras lindas y besos, Diana seguía conservando su virtud y Veikan estaba dispuesto hacer las cosas bien por amor a su rubia.

Por otro lado, Valerio y Asenya no se habían vuelto a ver desde la ruptura que tuvieron, el príncipe se la pasaba en el campo de tiro practicando, mientras que Asenya solo trataba de ocuparse en otras cosas para no pensarle y por supuesto trataba de evitarlo a toda costa.

A puertas cerradas, el rey Valko debatía un tema de suma importancia con el consejo: el incidente ocurrido en el banquete.

Valko no estaba dispuesto a seguir recibiendo sorpresas de miembros secundarios o terciaros de la extinta familia Loancastor y se ocupó de enviar advertencias a los reinos aledaños en el este y oeste para que cualquiera que quisiera amenazar su casa se retractara o si no, se atendrían a las consecuencias.

Él rey  ya no tenía los mismos veintitrés años de aquel entonces cuando conquistó Northlandy, pero su experiencia ganada a lo largo de los años era mucho más fuerte, el rey no había cambiado de a mucho, sus cabellos blancos estaban mucho más largos, seguía llevando el mismo peinado que usaba en su época de juventud y por su puesto, su parche seguía escondiendo aquel bello zircón que hacía juego con su ojo azul intenso.

Valko siguió con sus arduos entrenamientos a lo largo de los años, de ahí que continuará conservando su físico y su agilidad, y aunque el rey estaba pasando por los cuarenta años, muchos decían que aparentaba menos edad; él aún seguía dándole la talla a los enfrentamientos y a las luchas, los reinos eran consientes de su potencial y entendían que ahora menos que nunca deberían evitar una revuelta o una provocación contra el rey Worwick.

Por esa razón, los reinos dieron su palabra de que no habría enfrentamientos de ninguna índole; de quienes no recibieron palabra de paz fue de la casa Brandenhill, pero Valko lo entendió y de igual forma no le dio mucha importancia al asunto.

En el salón del consejo la discusión sobre el tema de Hillcaster se cerró y prosiguieron a tomar el tema sobre la problemática del trono de Armes. Valko estuvo meditando sobre la posibilidad de darle a Armes un rey regente que también llevara la sangre Dunnotor y siendo Aiseen el único hijo de la última princesa Dunnotor él pensó en poner a su hijo en aquel trono

—¿Está seguro de eso mi rey? —preguntó un Lord miembro

—Es lo correcto, ¿no? —suspiró Valko.

—El príncipe Aiseen no está capacitado para gobernar a Armes, mi rey, es algo que todos sabemos.

—Lo sé, y soy consiente que mi hijo no se ha dedicado a ser un buen guerrero ni a incluirse en los temas políticos de la casa, pero confiando en que lleva mi sangre, quizás cuando se le dé el puesto de mi representante en Armes él se interese por estos temas genuinamente —dijo Valko poco convencido.

—¿Y los asuntos políticos? —preguntó otro Lord miembro.

—También es algo que habría que discutirse —dijo Valko.

—Por lo menos el príncipe se casará con su hija, la princesa Diana Worwick es la mejor elección para concebir al sucesor  —comentó otro Lord miembro.

—Sí, es imperativo que un Dunnotor y un Worwick reinen en ese lugar —habló Valko.

—Entonces, cuando sea prudente para usted, mi rey, podemos unir al príncipe Aiseen al consejo para que el joven príncipe comience a tener conocimiento sobre estos temas —sugirió un Lord miembro más.

—Recuerde, mi Lord, que yo seguiré siendo el rey de Armes, aunque mi hijo represente la sangre de los Dunnotor y a mi sangre en ese lugar; además de eso, aún no hay nada definido, debo hablar primero en privado con mi hijo —cerró Valko la conversación.

—Como usted ordene mi rey.

En el interior del castillo Worwick, el príncipe Aiseen se desplazó de la sala privada de su padre hasta la habitación de Diana encontrándose con un par de guardias custodiando los pasillos y Aiseen pidió la entrada a los aposentos.

Desde el altercado con Veikan; ambos no habían vuelto a hablar, pero el príncipe necesitaba dialogar con ella cuanto antes.

La puerta de la habitación se abrió y Aiseen entró en ella con su típica postura de arrogancia y soberbia que le caracterizaba, Diana estaba tan metida en su mundo y en el libro que estaba leyendo junto a la ventana de la habitación que no se percató que el príncipe estaba ahí observándola con detenimiento «Sí que es bella, ¿pero por qué no me agrada?» Se preguntó Aiseen así mismo.

—Diana.

La princesa brincó en el asiento al ser asustada por la voz de Aiseen. Ella rápidamente se levantó de su lugar y al ver que se trataba de él, ella se alejó lo más que pudo llegando al extremo de la cabecera de la cama, Aiseen no esperaba esa reacción de ella y no tardó en fingir preocupación.

—Tranquila, no te haré daño.

—¿Qué quieres Aiseen? —preguntó la princesa temerosa.

—Solo vine a hablar contigo, desde que Veikan quiso negociar el trono a cambio de ti, no hemos hablado.

—Fuiste tú quien me negoció —contestó Diana con molestia.

—¿Estás segura? Eso no fue lo que yo quise decir, te lo aseguro. —Una vez más, Aiseen se victimizó a sí mismo para poder manipular a Diana aprovechándose de su nobleza—. Reconozco que  tenía mucha rabia en ese momento, pero por nada del mundo te daría con él. Yo te quiero desposar, Diana.

La rubia se mostró confusa y no sabía si creer en él, en el fondo ella quería creerle, ella siempre había deseado tener el cariño de él, pero ya estaba cansada de ser engañada por sus actitudes, y teniendo de cerca a Veikan Diana estaba empezando a diferenciar entre el verdadero cariño y el cariño fingido.

—Tú solo quieres ser rey, y me necesitas para eso —refutó Diana.

—Es cierto que quiero ser rey, no te lo niego, soy el primer hijo del primer matrimonio del rey Valko Worwick, pero por obvias preferencias fui desplazado y Veikan ocupó mi lugar, pero sabes, no me importa, recuerda que soy hijo de Lana Dunnotor la última princesa en su reino y el trono de Armes por derecho me pertenece.

—¿Padre te lo dará?

—Al parecer, el consejo estuvo dialogando sobre ello.

—Pero solo te lo darán si me caso contigo, no soy estúpida.

—Te equivocas, tú no tienes nada que ver con eso, hermana, recuerda que por derecho me pertenece, esas fueron las palabras que mi padre me dijo, acabo de venir de hablar con él, así que ... Si fuera por un trono, realmente no me sirves para nada, pero como así no son las cosas, solo quiero decirte que de verdad quiero casarme contigo. —Aiseen se acercó a Diana—. Y no estoy dispuesto a cederle mi lugar a Veikan contigo.

Diana no sabía esta nueva información que su hermano le había brindado y lamentablemente Aiseen la hizo dudar.

—¿Entonces por qué quieres casarte?

—Porque quiero que seas mi esposa ... Nos queremos, ¿No es así? —Aiseen se acercó aún más a Diana.

—No lo sé —Diana agachó su rostro y Aiseen ya se había acercado lo suficiente como para quedar frente a ella para tratar de doblegarla con una mirada de interés fingida.

—¿Ya no me quieres entonces?

Diana alzó su vista para verle, y con dolor en sus ojos preguntó: —¿Aiseen por qué me agredes todo el tiempo? ¿Por qué me golpeas? ¿Dime por qué?

—Te pido perdón por eso y por todo lo que he hecho; acepto mi culpa, tú no tienes culpa de nada. —esas fueron las disculpas más planas por parte de él—. Quiero que lo intentemos de nuevo, lo he estado pensado, solo quiero saber si aún me quieres.

Diana buscó los ojos de Aiseen, ella quería saber si él estaba mintiendo porque en el fondo ella tenía la esperanza de que él dijera la verdad. —Sí, te quiero —dijo la princesa.

—Entonces no hay más que hablar —comentó él sin quitarse del frente de Diana, mirándola con una sonrisa fingida o tal vez no tan fingida. Él ya había logrado lo que quería y sabía que todavía tenía a Diana en sus manos—. Me iré a Armes hoy, nuestra abuela Ahela llegará también al castillo Dunnotor, yo debo cumplir un deber ahí a petición de mi padre y cuando vuelva nos casaremos.

—¿De verdad? —Diana sonrió emocionada.

—De verdad, lo prometo. —Aiseen tomó las manos de Diana entre las suyas y depositando un beso en ellas, dijo—: No estaré mucho tiempo lejos, serán un par de semanas, lo prometo.

—Está bien, yo te esperaré.

Una sonrisa de felicidad se dibujó en el rostro de la rubia; Aiseen la tomó por la cintura y sin avisar posó sus labios sobre los labios de la princesa, besándolos con intensidad.

Una vez el beso acabó, Aiseen salió de la habitación y Diana quedó totalmente anonadada por lo que había acabado de pasar, él jamás la había besado de esa forma desde que fueron comprometidos.

«Diana dudó de seguir con sus encuentros con Veikan. Ella aún quería estar con Aiseen y Veikan solo estaba siendo un refugio a su desamor, pero con el cariño verdadero de Aiseen a su lado ya no necesitaba nada más» pensó la ingenua princesa de la que Aiseen se burlaba una vez más aprovechándose de su nobleza.

Aiseen caminaba por los pasillos del castillo junto a Sr Torne, su espada jurada, quien además de ser su protector era su confidente y cómplice.

—¿Lo logró mi príncipe?

—Sí, la estúpida siempre se cree todo lo que le digo.  

—¿Le costó mucho?

—No, pero jamás me había costado tanto mantener un maldito beso.

—No se preocupe mi príncipe, pronto será rey de Armes y todo será mejor para usted.

—¿Hiciste lo que te pedí?

—Sí, mi príncipe, la señorita Kamille ya está siendo alistada para llevarla a Armes también.

—Perfecto.

Aiseen se retiró del lado de Sr Torne para ocuparse de otros asuntos antes de irse, ya faltaba poco.

Un guardia mensajero caminaba por los pasillos del castillo en busca  del príncipe Aiseen. El hombre llevaba consigo una carta que le habían enviado con órdenes de ser entregada al príncipe Aiseen directamente, pero en su búsqueda el guardia se encontró con la reina Elizabeth y el hombre no dudó en preguntar por el paradero del príncipe logrando que la curiosidad se despertara en ella

El guardia no tardó en comentarle a la reina sobre la carta, y a Elizabeth le pareció aquello muy extraño, pero aun así, la reina le pidió que le hiciera la entrega del papel argumentando que ella  se encargaría de darle la carta al príncipe. Después de todo, ella era la reina y él no podía negarse a una orden de ella y sin más él la entregó.

Elizabeth se dirigió a los aposentos de su hija para visitarla y hablar con ella como de costumbre, y al cruzar la puerta encontró a su hija radiante y feliz.

Con una sonrisa en su rostro, Elizabeth le comunicó a su hija que Aiseen partiría esa misma tarde hacia Armes y Diana no tardó en comentarle a su madre lo que había sucedido minutos antes en su habitación.

—¿Iras a despedirlo?

—Sí, me despediré de él antes de que se vaya —dijo Diana feliz, probándose algunos atuendos para salir.

—Está bien, creo que yo también tendré que estar, le ha llegado esta carta a él y debo dársela.

—¿Carta? ¿De qué? —preguntó Diana intrigada al preguntarse quién le había enviado una carta a su prometido.

—No lo sé, un guardia lo buscaba para entregársela.

—¿Si usted quiere, yo se la puedo dar? —sugirió Diana.

A Elizabeth no le pareció mal la propuesta de su hija y sin vacilar le entregó aquel papel, el cual ella recibió alegremente sin maliciar su contenido.

—Me iré para que te sigas arreglando mi vida.

—Gracias mamá. —Diana sonreía mientras veía a Elizabeth cruzar las puertas de sus aposentos.

Finalmente, la princesa terminó de arreglarse luciendo un lindo vestido rojo de cuello cerrado color negro, con su cabello recogido en un peinado de trenzas en forma de diadema, mientras que el resto de su cabello rubio dorado caía por sus hombros y espalda.

La princesa procedió a agarrar aquella carta entre sus manos para salir al jardín a esperar la partida de su prometido a Armes y de paso entregarle dicho papel, pero antes de salir a Diana le ganó la curiosidad, «Él será mi esposo, no creo que sea malo ver que le han mandado» pensó Diana, la que con mucho cuidado decidió abrir la carta.

Un ligero olor a perfume de mujer salió al abrir el papel que Diana sostenía en sus manos, olía a violetas y eso confundió a la rubia, pero un simple perfume de mujer no era nada para lo que ella leería a continuación.

 
«Mi querido príncipe, mi rey, y mi amor.

Aiseen …

He recibido instrucciones sobre nuestro viaje a Armes, estoy enteramente feliz de que te hayas decidido a llevarme a conocer tus orígenes, para mí significó mucho que me eligieras a mí y no a ella, nos ha estado quitando tiempo valioso juntos y eso me ha incomodado un poco, te envío esta carta porque sé que no nos veremos hasta llegar a nuestro  destino y quiero que vayas tranquilo sabiendo que yo estoy siendo protegida por tus hombres de camino a nuestro castillo como tú me lo has dicho muchas veces, te esperaré con ansias, con amor tu única princesa y reina.

Kamille.»

 
Las lágrimas de Diana no tardaron en caer por su rostro en ese momento; su prometido la estaba engañando con otra mujer y aquel viaje no sería totalmente de fines políticos, sino también para verse con su amante.

ISLAS DE MARES TURBIOS (PALACIO ESCANDINEVA)

Al palacio de Escandineva en islas de Mares Turbios, se encontraba arribando El príncipe Carsten Worwick, quien  había sido enviado hasta ahí por su padre el rey para concretar alianzas matrimoniales.

Valko no era muy exigente con su sobrino, a quien consideraba su hijo. Carsten no era de carácter feroz y nunca estuvo interesado en las guerras, ni los torneos, ni las batallas y mucho menos en las peleas.

Carsten era de carácter dócil; su interés se volcaba más en leer libros, saber sobre la historia de las grandes casas que han existido, su propia descendencia y planeación de estrategia.  Valko sabía qué candidata convenía mejor para el carácter pasivo del príncipe.

Por esta razón lo envió a turbios para forjar una alianza con la única hija de Lord Sergi Whitemount, la hermosa y joven Lady Merrie Whitemount. Lord Sergi era fiel y leal a la corona y también era el protector del palacio Escandineva y habitaba aquel lugar junto a su familia.

Al llegar al palacio fue recibido por el mismo Lord Sergi quien  ya estaba informado de la llegada del príncipe a Turbios.

—Mi príncipe —dijo Lord Sergi haciéndole una reverencia al príncipe Carsten.

—Lord Sergi, ¿cómo se encuentra usted? —preguntó Carsten con amabilidad.

—Excelente mi príncipe, aquí en el palacio todo se encuentra marchando de forma excepcional.

Lord Sergi quedó anonadado con el príncipe Carsten. Ahora que el Worwick estaba más adulto podía apreciar lo mucho que se parecía el rubio al fallecido rey  Molko Worwick su padre, Lord Sergi tuvo oportunidad de tratar al entonces rey de Southlandy cuando estuvo a punto de ascender al trono y ver a Carsten adulto le hizo recordar al mismo Molko Worwick.

—Pronto me reuniré con usted en la sala privada de mi padre para hablar formalmente acerca del tema que he venido a tratar —comentó Carsten para ser interrumpido por una gruesa voz masculina.

—Príncipe Carsten Worwick.

Las miradas de ambos hombres se posaron sobre aquella persona que habló interrumpiendo la conversación y una sonrisa se hizo visible en el rostro de Carsten al ver de quién se trataba.

—¿Príncipe Jaden Brandenhill?

—¡Qué bueno verte primo! —dijo Jaden acercándose a Carsten para darle la mano a su primo y brindarle una cordial bienvenida.

SOUTHLANDY

La princesa Diana se encontraba devastada por la carta que pertenecía a su prometido y que ella había leído.

Antes de salir de su habitación, ella lloró amargamente, sus ojos se hincharon tomando una tonalidad rojiza y se preguntaba así misma qué de malo tenía ella para ser tratada de esa manera por Aiseen y por qué simplemente no la dejaba, si no la quería. Ella había pensado en romper los encuentros que venía teniendo con Veikan por conservar lo que ya tenía con Aiseen, pero después de conocer esa dolorosa verdad solo logró sentirse mal por haber preferido a Aiseen sobre Veikan.

Ella entendió en ese momento que Veikan jamás le haría algo así y quiso explotar en contra de Aiseen, pero se le era imposible por muchos motivos, así que trató de pensarlo mejor.

Diana salió de la habitación para ir a despedir a su prometido como lo había dicho, pero antes de eso le pidió a un guardia que le hiciera llegar aquella carta a Sr Torne y advirtió que por ningún motivo la espada jurada de Aiseen podía enterarse de que ella se la había hecho llegar, Diana no quería que Aiseen supiera que ya ella lo había descubierto, ella quería saber quién era esa mujer y no quería ponerlo en sobre aviso.

Llegado el momento, la rubia se acercó  a las puertas del castillo, encontrándose con una formación de soldados y guardias que partirían con el príncipe a Armes.

Por otro lado, el príncipe Veikan estaba haciendo presencia en ese momento en medio de las personas que transitaban por el patio de armas. Poco a poco, él se fue acercando aún más cuidando de que Diana no se diera cuenta de su presencia, mientras que a la distancia él si lograba verla a ella e inevitablemente lo notó, Veikan se dio cuenta de que su amada Diana había estado llorando.

Diana se acercó a Aiseen y él se percató de que ella había estado llorando, pero no le importó en lo absoluto, aun así, él fingió importarle, debía hacerlo.

—Pronto volveré, no te preocupes, no llores —Aiseen trató de sonar amable y empático con su prometida.

—Aiseen… —habló la rubia con sus ojos empañados tratando de contener las lágrimas.

—Dime.

—¿Vas a estar bien solo allá? —preguntó ella buscando que tan siquiera él le dijera que fuera a su lado, ella quería creer que tal vez esa carta solo era una broma de mal gusto.

—Sí, lo estaré, no te preocupes —respondió Aiseen dándole un beso en la mejilla a Diana para que la princesa inevitablemente le diera rienda suelta a su llanto, porque era más que obvio que la carta era real y por eso él no pensaba en llevarla.

Para Diana ese fue el beso más traicionero que había recibido en su vida, ya estaba cansada de todo, era demasiado para ella, Diana se hizo a un lado para ver partir a su prometido en su carroza hacia el norte, mientras ella lloraba al ver como él se marchaba, sabiendo que la otra mujer lo esperaría allá y estaría con él.

Todos los presentes se fueron apartando poco a poco mientras Diana continuaba viendo cómo la carroza se alejaba a la distancia y sus lágrimas no paraban de caer; ella desvió su mirada hacia un costado encontrándose con su hermano Veikan mirándola con insistencia y el impulso de correr lejos de ahí se apoderó de la princesa, ella no estaba lista para dar explicaciones y menos a él.

Diana corrió por los pasillos del castillo sintiéndose culpable mientras Veikan la perseguía llamándola con insistencia.

Él quería saber quién o qué la había hecho llorar.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top