𝗖𝗵𝗮𝗽𝘁𝗲𝗿 𝟵. La Puerta.

Hacía mucho tiempo que no le pasaba algo parecido. A decir verdad, desde el retroceso temporal no le había vuelto a ocurrir. No tenía ningún sentido. Ganondorf estaba contenido en el Reino Sagrado, a buen recaudo. De ahí jamás saldría y además, Rauru tampoco le había dicho nada acerca del tema, con lo que no podía tratarse de él.

Zelda se había incorporado de golpe en la cama, llevándose la mano a la frente. Estaba fría, muy fría. Los sudores fríos la habían inundado a consecuencia de ese sueño. Quiso pensar por un momento que se trataría de Ganondorf, pero muy en el fondo de su corazón, sabía que eso no podía ser. No había modo de que hubiera podido escapar de allí. En la línea temporal actual en la que estaban, Ganondorf ni siquiera estaba en Hyrule. Pero si no era él... ¿Quién podría ser? ¿Qué amenaza podía haber ahora...?

Chasqueó la lengua y miró por el gran ventanal de su habitación. Hyrule parecía tan apacible... un día normal como otro cualquiera. Y sin embargo tenía un presentimiento horrible, confirmado por un sueño que parecía otra vez premonitorio. No comprendía qué amenaza podría venir ahora. No había hecho retroceder el tiempo para que ahora hubiese una nueva amenaza asolando Hyrule. Lo había hecho para que al fin, esa tierra disfrutase de tiempos pacíficos y prósperos.

Realmente no conseguía comprenderlo. Rauru no había dicho nada al respecto... no parecía suceder nada. Pero su presentimiento estaba ahí y al final, la obligó a levantarse de la cama de un salto. Aún no sabía el qué, pero algo iba a ocurrir.

 Y pronto.

Había pasado el resto de la noche recostado sobre la hierba de la llanura, cerca de la entrada de la Ciudadela de Hyrule. Había olvidado que por las noches, ésta se cerraba con el puente levadizo.

Se despertó poco antes del amanecer. Se había vuelto a quedar dormido y por suerte, esa fue una de las pocas veces en las que no tuvo ese sueño tan raro.

Abrió los ojos despacio y se encontró al sol saliendo tímidamente por el horizonte. Inconscientemente, se llevó la mano al bolsillo y encontró como siempre, el Medallón de la Luz. Por fin había llegado el día de comprobarlo. Ni siquiera se había detenido a pensar en que eso pudiera no funcionar. Era como si una fuerza sobrenatural le estuviese conduciendo al Templo del Tiempo, sabiendo que no fallaría. La corazonada seguía ahí, más fuerte que nunca en esos siete años.

Tan pronto como comenzó a amanecer, Link se puso en pie. No faltaría mucho para que bajasen el puente y en cuanto lo hiciesen, él acudiría sin dilación al templo. Ya hacía demasiado que había estado esperando ese día. Y no esperaría más, se dijo riéndose para sí.

Zelda salió de su dormitorio colocándose una suave prenda de lana sobre los hombros y a paso tan rápido, que hasta a su nodriza le costó seguirle el ritmo. Ni siquiera se había detenido a colocarse bien su vestido, el que iba atusándose sobre la marcha. Impa, preocupada, fue tras ella para preguntarle qué estaba sucediendo. No era normal ver a la princesa tan agitada.

Zelda no hizo amago de detenerse a lo largo del pasillo. Podía ser todavía que se estuviese equivocando, pero no era lo más probable. Y ella, al igual que su nodriza, lo sabían. Impa, junto con Link, Zelda y Rauru, aún conservaba los recuerdos de lo ocurrido antes del retroceso temporal. Había optado por mantener los recuerdos simplemente para compartir la carga con la princesa. Fue Impa personalmente, sabiendo lo que Zelda haría al final, quien se lo pidió a Rauru, pues ella también estaba destinada a perderlos. El resto de Sabios simplemente revertieron a su estado anterior, en el que aún no habían despertado como Sabios. En esa línea temporal no era necesario que todos ellos estuvieran despiertos con sus respectivos poderes.

Sin embargo, tanto Rauru como Zelda y Link, habían sido las piezas claves de esa última historia, por lo que no había sido posible hacerles perder los recuerdos. Ambos, la princesa y el Héroe del Tiempo, habían sido los portadores de dos de los fragmentos de la Trifuerza. No era posible eliminar recuerdos de esa magnitud y por ende, todos los demás. Al igual que ese héroe del que ya casi nadie se acordaba entre ellos, a quien se envió a dormir a sabiendas de que tampoco los perdió. Aunque al final, en su caso, Rauru imaginó que no sería necesario despertarle de su letargo. Eliminarle los recuerdos en ese estado no había sido necesario.

Al principio, Rauru se opuso a devolverle los recuerdos a Impa, pero ella había insistido en ello antes del retroceso temporal. El Sabio de la Luz le dijo que podría suponerle un fuerte choque el ser consciente de la vuelta atrás en el tiempo. Impa le recordó que también lo sería para la princesa y para Link, obviamente. Y aún peor que para ella, quien en ambos tiempos era ya adulta. Que aún así, ellos no podían perder los recuerdos al haber sido los dos elementos fundamentales y tendrían que vivir con ello. Vivir la vida otra vez, pero con experiencias dolorosas.

De ser así, Impa quería poder compartir la carga con Zelda. Para la princesa, el choque temporal podría ser duro y no quería que se encontrase sola en el proceso. Al fin y al cabo, ella era su nodriza y estaba en su deber protegerla de cualquier cosa.

Su discurso había convencido finalmente a Rauru. Él mismo, más adelante y considerando esa misma idea, se ablandó y mandó a Link el medallón, entendiendo que para él también tendría que ser duro. Y creyó haber hecho lo correcto. No podía presentarse ante él, o mejor dicho, no había querido. Eso podría haber sido más chocante, y de lo que se trataba, era de que recompusiera su vida, como Zelda había hecho.

Y la propia Zelda pensó que lo había hecho bien, ya que en ningún momento de esos siete años había tenido ningún sueño a tener especialmente en cuenta. Hasta ese día.

Impa.- Princesa —la llamó—. ¿Qué ha sucedido? ¿Qué os ocurre?

Zelda no se apresuró en contestar. Siguió recorriendo los largos pasillos del Castillo de Hyrule, en busca de la salida. Quería ir a comprobar algo. Y tenía que ser ya.

Impa esperó pacientemente mientras la seguía. Zelda finalmente habló. Sabía que a Impa sí podría contarle aquellas cosas. Ella siempre la creía, al fin y al cabo, y más aún después de lo ocurrido con Ganondorf.

Zelda.- He tenido... un sueño.

Impa abrió los ojos al punto de salírsele de las órbitas.

Impa.- ¿Os referís a un sueño premonitorio? ¿De nuevo...?

Zelda asintió e Impa notó un escalofrío, pero necesitaba saber más.

Impa.- ¿Podríais contarme más? Os acompañaré adonde necesitéis ir.

Zelda asintió y siguieron caminando. Tras unos instantes buscando las palabras, al final optó por contarlo sin rodeos, sin adornos. Tal y como lo recordaba.

Zelda.- He soñado con Hyrule convertida en un desierto —comenzó—. Pero no era un desierto corriente. El cielo estaba cubierto de nubes que oscilaban entre el gris y el rojo del atardecer. Esta tierra había cambiado al punto de no parecerse a ella misma. Todo parecía podrido, decadente. Había seres extraños que no he llegado a identificar... con nada parecido que haya visto nunca.

Impa se quedó mirando fijamente a Zelda, como si estuviese recordando algo. ¿Cómo era posible...? Pensó Impa. Sólo había algo que encajaba en esa descripción. Y no era algo que ella hubiese visto. Casi ni la propia Impa lo conocía bien. De ser así, efectivamente tenía que ser un sueño premonitorio. Zelda jamás lo había visto como para soñar con ello.

¿Qué demonios estaba pasando con eso...? ¿Y por qué ahora...?

Zelda.- En cuanto a Hyrule... antes de verla destruida o más bien, convertida en eso... —continuó, acelerando el paso—. He visto una figura de un hombre. Estaba a contraluz, no he llegado a saber quién era. Estaba iluminado por algo muy potente. Después de ver esa imagen, de ver al hombre iluminado... ha sido cuando he visto Hyrule así.

Impase quedó muda por unos segundos. Ya estaban cerca de la salida, cuando la nodriza habló.

Impa.- ¿Y adónde queréis ir, princesa? ¿Qué es lo que queréis hacer...?

Zelda hizo una pausa ominosa y resopló.

Zelda.- Necesito un caballo —le pidió—. Voy a ir al Templo del Tiempo.

Impa frunció el ceño, pero la princesa aún no había acabado de hablar.

Zelda.- Es allí donde vi la silueta oscura del hombre en medio de la luz.

El Templo del Tiempo era un lugar realmente espectacular. En su momento, no había tenido el tiempo suficiente para apreciarlo de verdad. Por fin estaba allí, por fin había llegado ese momento que tanto llevaba esperando. El momento de comprobar si aquello de verdad funcionaba.

Link avanzó por la alfombra roja que cubría el camino hacia el pedestal en el que había que depositar las tres Piedras Espirituales. No obstante, él tenía algo mejor, pensó.

Cuando llegó al pedestal, se quedó allí, mirando a la Trifuerza que había tallada por encima de la puerta. No estaba iluminada aún. Link se preguntó si aún con el medallón le haría falta entonar la Canción del Tiempo.

El templo se quedó en completo silencio durante un rato. Link quería disfrutar del momento. Iba a recuperar lo que era suyo, se dijo. Y posiblemente, pudiera acceder a algo mejor. Había llegado a pensarlo en aquellos siete años. Si Ganondorf pudo... ¿por qué no él?

El chico sonrió de forma siniestra.

Una fuerza se adueñó de su cuerpo y su mente, como si de repente supiera sin más qué era lo que tenía que hacer. Pasó de largo por un lateral del pedestal y sacó el Medallón de la Luz del bolsillo del pantalón en el que lo llevaba siempre. Sujetándolo con una sola mano, lo alzó en el aire, como mostrándoselo a la Trifuerza tallada en la pared. Link la miró fijamente y algo emanó desde dentro de la sala cerrada, una fuerza antigua y poderosa, reaccionando a la presencia de la reliquia. Era como si todo en ese templo hubiese reconocido la presencia de ese ser superior. Ni más ni menos que un Sabio, el Sabio más importante de todos. El que tenía su asentamiento, su templo, emplazado en el corazón del Reino Sagrado.

Link se sintió poderoso y una brisa apareció inundando el templo. No era una brisa normal, ni era algo malo. Sino todo lo contrario.

Y finalmente, con Link situado frente a ella sosteniendo el medallón, la puerta reaccionó sin Piedras Espirituales y sin Canción del Tiempo. Tal y como Link se figuraba por algún motivo, su plan no podía fallar. Era la credencial de su conexión directa con el Reino Sagrado. Su conexión y su forma de demostrar que él seguía siendo bienvenido allí.

 Un enorme estruendo llenó el templo de repente, señalando que La Puerta Sagrada se estaba abriendo para él por fin. Link, de la euforia, no pudo hacer más que dejar escapar una risotada.

La princesa fue la primera en bajar del caballo, ante las miradas atentas de los habitantes de la Ciudadela, que no tardaron en comentarlo entre ellos. Impa ni siquiera había desmontado cuando Zelda ya salió corriendo en dirección al Templo del Tiempo y la nodriza, como pudo, ató al caballo en una valla cercana.

Mientras cabalgaban en dirección al Templo del Tiempo, Zelda le había contado a Impa que en su sueño también había visto a una figura de blanco brillante en medio de ese angosto desierto. Zelda dijo que seguramente, sería el héroe que volvería de nuevo para salvarles, pensando naturalmente en el que ya lo hizo una vez. No obstante, fue Impa la que reparó en que Zelda había dicho que era una figura de color blanco... no verde como en el sueño de la otra vez. Pero no dijo nada al respecto. Impa dudaba que se tratase de la misma persona, aunque tampoco entendía que no fuese así. Sino era él... ¿quién sería entonces...? ¿Por qué no él? Y... ¿Y si tenía que ser ese chico...?

Sus pensamientos se habían interrumpido cuando Zelda bajó del caballo casi en marcha, sin darle tiempo a detenerse. Impa frenó en seco y ella salió disparada sin decir nada.

Zelda simplemente no podía detenerse ahora. Según se habían ido acercando al Templo del Tiempo, sus malos augurios se iban acrecentando. Algo estaba pasando allí, algo que tenía que evitar, aunque ni siquiera sabía con qué se encontraría al entrar.

Sin miedo, se adelantó y atravesó la entrada al templo. Una vez cruzó y llegó a la sala principal, lo encontró allí. Zelda se detuvo en seco y, recobrando el aliento, se quedó petrificada. Un chico, un chico hyliano que no aparentaba más de su edad. Sostenía algo en una mano, la que tenía levantada. Iba vestido con ropa vieja, normal y corriente. Pero su cabello era rubio, de un rubio que ella había visto antes. Él no era igual que entonces. Y aun así, ella le reconoció.

Lo que tenía entre manos era el Medallón de la Luz, por alguna razón que ella desconocía. Y el portón había reaccionado a él, como si le identificara como un Sabio.

Zelda estaba paralizada. Esperaba cualquier cosa menos aquello. ¿Por qué...? ¿Qué hacía allí...? ¿Qué quería...?

Desde el fondo del templo, escuchó su voz. La prueba definitiva de que en efecto, era quien ella pensaba que era. Zelda se tapó la boca con estupor. ¿Qué estaba pasando...?

Con timidez, fue capaz de apartarse la mano de la boca y el portón acabó de abrirse poco después. En medio del ruido, le escuchó decir de forma siniestra: «Funciona.»

Zelda.- ¿Link...? —se atrevió a preguntar.

El chico no se dio la vuelta inmediatamente. Escuchar esa voz le despertó un ardor en la sangre indescriptible. No estaba seguro de querer darse la vuelta para mirarla. Su nombre había poblado sus pensamientos en los últimos años. Todo lo que había soportado, todo lo que había perdido, había sido a causa de esa persona que tenía a su espalda.

Sin miramientos, lanzó el Medallón de la Luz contra una de las vidrieras, hirviendo de furia. Zelda se sobresaltó, y el sonido de cristales rotos rebotó por toda la estancia. Al final, había cumplido su función ese objeto. Ya no lo necesitaba más. La princesa no fue capaz de decir nada. Ese chico era Link, en efecto. Pero había algo en él que despertaba temor. Ya no era el mismo. Algo había pasado, algo le había trastornado y cambiado por completo desde lo más profundo de su ser. Era como si un aura maligna le acompañara ahora. Y tan pronto como Zelda lo vio, identificó a la silueta sombría de su sueño.

Inmóvil de la sorpresa, no podía articular palabra. Su sueño... se dijo Zelda, blanca de horror. Su sueño no advertía de una amenaza cualquiera. Su mal presagio... ¿le advertía de él...?

Sin previo aviso, el chico se dio la vuelta para mirarla, en contra de su voluntad. Llegados a ese punto, pensó Link, qué importaba. Ahora podría decir y hacer lo que se le antojase. Ahora que lo recuperaría todo.

Link.- Princesa... Cuánto tiempo, ¿no es cierto...? —preguntó con un toque macabro en la voz.

Zelda dio un respingo y le miró directamente a los ojos. Éstos ya no reflejaban su habitual luz ni esos buenos sentimientos de antaño. Reflejaban una negrura más grande de lo que Zelda había presenciado jamás. Era una mirada rencorosa, angustiada y sobre todo, que maquinaba cosas que no alcanzaban a su imaginación. Y que no alcanzaban a los pensamientos del héroe que fue una vez.

Link.- Ha pasado mucho tiempo... Y sin embargo, vos sí que os acordáis de mí. Qué curioso. Qué oportuno.

Zelda balbuceó algo intentando replicar, pero Link no se lo permitió. Una vez había empezado a hablar, ya no quería parar.

Link.- Decidme, princesa, ¿lo teníais planeado desde el principio? ¿Escogerme a mí para después mandarme adonde nadie se acordase de mi existencia...?

Zelda dio un respingo brusco.

Zelda.- Link, yo... —comenzó.

No esperaba tener que justificar su acción. No lo hizo para eso y tanto los Sabios como ella lo sabían. Había sido lo que creía una buena obra, pero ver a Link de esa manera, le estaba haciendo cuestionárselo todo.

Link.- Ya... Lo suponía.

Zelda.- Link, esa jamás fue mi intención —consiguió decir—. De no haber existido tal amenaza, yo jamás hubiese recurrido a ti y...

Link.- Pero sí la hubo —interrumpió—.Me necesitasteis y yo acudí. Perdí mi tiempo y mi vida...

Zelda.- Por eso quise que la recuperaras —cortó ella.

Link.- Perdí mi tiempo y mi vida —repitió, molesto por la interrupción—, para que después vos siquiera escucharais lo que yo deseaba.

Zelda.- Quise enmendar mi error, por eso te envié al pasado, para que recuperaras la vida que perd...

Link.- ¡Yo no quería recuperar mi vida! —vociferó, rabioso—. ¡Ese pasado ya jamás volverá! ¡Y yo nunca quise que volviera!

Zelda se sobresaltó con la voz de Link, que retumbó por cada una de las paredes. Link respiraba entrecortadamente, nervioso y enfadado. Zelda no sabía qué decir y por primera vez tuvo miedo de él. No esperó jamás encontrárselo de nuevo, y menos de esa manera.

Link.- ¿No estaba en vuestros planes al menos decirme que nadie se acordaría de nada, princesa...? —dijo con la cabeza gacha y un tono de voz tenebroso—. ¿O eso formaba parte del plan? ¿Era un castigo? ¿Hice algo mal o simplemente... Me mandásteis al exilio porque ya no os servía para nada?

La voz de Link y su discurso estaban resultando espeluznantes para Zelda, que seguía inmóvil al otro lado del templo. Ella no creyó que hubiese hecho mal en hacerle volver al pasado, creía que sería lo más acertado.

Pero al Link que tenía ahora frente a ella no se lo parecía. Lo había malinterpretado todo, al punto de creer que fue un plan conspirativo contra él.

Zelda no daba crédito a lo que oía y no era capaz de preparar un argumento ante ese discurso. Simplemente no pensaba tener que hacerlo porque en su cabeza, era una buena acción.

Al ver que Zelda no contestaba, Link se dio la vuelta un tanto, mirando a la legendaria Espada Maestra desde lejos.

Link.- Yo nunca quise que ese pasado volviera —dijo distraído—. En ese pasado yo no era absolutamente nada. Pero vos me salvasteis un día de él y me disteis un nombre, un propósito. Pusisteis en mi mano algo tan grande para luego quitármelo cuando os convino, cuando yo ya cumplí mi propósito de serviros de escudo hasta el final de todas las cosas.

»Y ya, cuando lo tenía todo, cuando al fin dejé mi pasado atrás y al fin era alguien en esta miserable tierra, vos decidís regresarme a esa pesadilla de soledad. Esperasteis a que lo tuviera todo, todo lo más grande para quitármelo al final.

»Porque, ¿para qué podemos usar al héroe una vez ha terminado el trabajo sucio? ¿Para qué sirve ahora si ya no hay contra qué enfrentarlo en nombre de la realeza y de Hyrule entera...? Ya no hay que ordenarle nada... Ya no sirve... Mejor abandonémoslo sin nada, allá donde nadie se acuerde de él.

Zelda sentía que se le doblaban las rodillas por su propia cuenta. Se sentía inusualmente débil por la culpa. Su decisión... No pensó que tendría esa repercusión en él. No pensaba que fuese a causarle ese malestar. Ni se le pasó por la cabeza, en verdad.

¿Realmente era su culpa? ¿De verdad lo había hecho tan mal enviándole al pasado? Pero ella... Ella no había querido exiliarle. No había querido hacer eso, ella no...

Link.- Y el que una vez fue el héroe vuelve al pasado para ser tratado como un loco y un mentiroso, para que se hable de él como un muchacho raro al que es mejor esquivar. Porque nadie recuerda quién es y en eso se ha acabado resumiendo todo.

»Pero hay algo interesante... Hay algo interesante e irónico en todo esto. Nadie se acuerda de nada... Pero yo sí. Y vos. Y por lo que he visto con ese medallón, Rauru también. ¿Por qué será? ¿Por qué será que de repente hay quien se acuerda, pero nadie me dijo nada...? ¿Por qué me dejaron creer por unos días que todo fueron sueños?

Zelda.- Link... Basta... —pidió, sin dar crédito a nada de lo que decía, y sin saber qué más responderle.

Link enarcó una ceja.

Link.- ¿Queréis que pare ahora? ¿Por qué? ¿Yo también quise que parárais de tocar la melodía que me trajo aquí y... Aquí estamos. Eso no cambió nada.

Zelda no dijo nada enseguida, pero Link exhibió una sonrisa macabra.

Zelda.- ¿Qué te ha pasado? ¿En qué te has convertido?

Link.- Me gusta pensar que fui en lo que vos me quisisteis convertir, pero que ahora soy el mismo... solo que sin ataduras. Aunque os sorprenda, yo también tengo voluntad —continuó—. Voluntad que no saqué a relucir lo suficiente en su momento. No se os da bien escuchar a los que os ayudan, princesa. Solo queréis que las cosas se hagan según lo que vos creéis conveniente.

»El retroceso temporal me hizo darme cuenta de algo. Nunca estuve atado a vos, ni a vuestras órdenes. Seréis la princesa de Hyrule, pero yo sigo siendo el héroe que salvó vuestra tierra, aún sin los objetos que me ayudaron. Un héroe que ahora se ha dado cuenta de que es libre de todo lo que le ataba antes, o más bien, de lo que creía que le ataba.

»Y como héroe libre que soy, he venido a recuperar lo que me pertenece y que vos me quitasteis. No me arrebatasteis los recuerdos, por ende, lo que es mío tampoco. Me lo disteis vos al fin y al cabo, y ahora más que nunca, siempre tendré algún tipo de extraña conexión con la Familia Real.

Tan pronto como dijo eso, Link se giró y echó a correr en dirección al pedestal donde descansaba la Espada Maestra. Zelda reaccionó rápido, tratando de evitarlo. En esas circunstancias, no sabía qué podría pasar si Link tocaba la espada y quiso tratar de impedirlo.

Fue una carrera ardua, que Impa vio a duras penas según entraba al templo. Ella también logró distinguir al muchacho, quien logró sacar la Espada Maestra del pedestal sin mucho esfuerzo. Justo a la vez, Zelda se abrazó a la cintura del chico y ambos desaparecieron del Templo del Tiempo, acompañados de un destello azul y un sonido metálico al fondo. Impa salió corriendo hacia la sala donde antes reposaba la Espada Maestra y cuando llegó, sus dudas no se disiparon.

 Porque ellos habían desaparecido, pero la espada se había quedado allí, tirada en el suelo. Impa la recogió y, sola en medio del silencio del templo, trató de iniciar una comunicación telepática con Rauru.

Ambos aparecieron en un sitio mágico, angelical y cuyo límite eran finas cascadas de agua que hacían las veces de paredes.

Link se incorporó aturdido y buscó la Espada Maestra inconscientemente, pero no la encontró por ningún sitio. Inmediatamente y con una obsesión enfermiza, se dirigió a Zelda quien también había llegado allí y la cogió por el cuello del vestido, zarandeándola.

Link.- ¡¿Dónde está?! ¡¿DÓNDE ESTÁ LA ESPADA MAESTRA?!

Zelda trató de apartarse a Link de encima, pero hacerlo fue una decisión aún peor. Link miró en una dirección en la que antes no había reparado: el centro de la sala.

Su rabia ante la posibilidad de que Zelda hubiera podido fastidiarle los planes se disipó en cuanto lo vio. Allí, flotando en medio de las cascadas de aguas livianas, había una fuente con tres cabezas de unicornio esculpidas en mármol. Y en el centro, justo en medio de las mismas, levitando con armonía perfecta, se encontraban los tres triángulos sagrados. La Trifuerza.

Link se incorporó hipnotizado por su brillo y caminó hacia el centro, guiado por la ambición.

Zelda, tan pronto como lo vio, se abalanzó sobre él para detenerle.

Un solo movimiento del joven bastó y con furia y una fuerza sobrehumana se quitó a la princesa de encima, que no pudo hacer más que salir disparada contra una pared. No esperaba un movimiento tan brusco y ella misma se había expuesto demasiado, confiándose.

Chocó de espaldas y cayó al suelo, quedando prácticamente noqueada. Aturdida y contemplando la escena de forma borrosa, Zelda escuchó a Link unas últimas palabras mientras se acercaba a los triángulos. La frase que ella sabía, iniciaría todo lo que presagió esa misma noche.

Link.- Fuisteis vos quien una vez me contasteis que a la Trifuerza pueden pedírsele deseos —dijo, sin despegar la vista de la reliquia y acercándose más y más—. Pues bien... Este será el mío... Quiero obtener de vuelta todo lo que perdí... Un nombre y un prestigio... Y un poder, si cabe, mucho mayor al que tuve...

Link se aproximó un poco más a los triángulos. Como si éstos le hubiesen escuchado, brillaron y tintinearon un tanto ante su presencia. El joven, que no podía despegar la vista de ellos, siguió acercándose hasta que ya no pudo hacerlo más. Simplemente, hipnotizado por la enorme magia que rezumaba de ellos, Link estiró el brazo con la intención de tocarlos.

Zelda, aturdida y a punto de desmayarse por el impacto que recibió en la cabeza cuando fue lanzada contra la pared, fue testigo de ese último momento. De cómo el que un día había sido el Héroe del Tiempo había intentado volver a tener en sus manos la Espada Maestra. De cómo ésta le había llevado sin quererlo hasta allí. Y de cómo ahora se encaraba directamente con la Trifuerza para pedirle un deseo y ésta, ante su malignidad, se doblegaba para concedérselo.

La princesa, que conocía las dos caras de ese poder, sabía que el corazón de Link ya no era puro como para conducir a Hyrule a la prosperidad con su deseo. Ella misma se lo contó un día. De pedir un deseo alguien de corazón negro...

Zelda agachó la cabeza y perdió el conocimiento, sin poder pensar más allá. Lo último que vio fue a Link alcanzar la Trifuerza tras pedir su deseo. Después, los triángulos lo habían absorbido, haciéndole desaparecer de allí.

La sala dela Fuente del Unicornio se quedó en silencio con un héroe desaparecido y una princesa inconsciente, que no había podido evitar nada.

Hacía mucho que no recibía visitas allí. No estaba acostumbrado a ello, pero allí se la encontró. En medio de la gran sala baja del Templo de la Luz.

Rauru, al verla, aceleró su paso. No sabía a qué venía su visita de nuevo. No había utilizado sus visiones por lo que el Sabio desconocía aún lo sucedido. Aunque sí que era cierto, que justamente hacía pocos minutos, había notado una enorme perturbación en el Reino Sagrado. Algo que hacía mucho que no sentía y que desconocía de dónde provenía. Lo que fuera, el Sabio de la Luz sabía que no era precisamente bueno. Y, mientras buscaba respuestas, se había encontrado allí a Impa, a lo lejos.

Cuando se acercó a la Sabia de la Sombra, ésta no mostraba un rostro nada alegre. La sheikah mantenía las manos a la espalda, sujetando algo, buscando las palabras para decírselo.

Rauru.- Impa, ¿a qué se debe tu visita?

Impa no contestó inmediatamente. Se quedó mirándole un poco, hasta que sus ojos rojos se desviaron al suelo. Sin mover las manos a su espalda, volvió a alzar la cabeza.

Impa.- Lo has notado, ¿verdad? —sentenció—. Has notado que algo ha sucedido. Algo que dista mucho de ser bueno.

Rauru se quedó allí quieto, meditando. Era absurdo decir lo contrario. Él era quien más cerca estaba de la Trifuerza. Él era quien estaba en todo momento en el Reino Sagrado. Y obviamente sí que lo había notado.

Rauru.- Busco respuestas, Impa —se explicó—. Acabo de percibirlo, obviamente. Pero... no he utilizado mis visiones, no me ha dado tiempo. Cuánto lo lamento, debería haberlo visto, debería haber previsto la entrada de una amenaza...

Impa.- No te castigues por ello, Rauru —se apresuró a contestar—. Pues ninguno podíamos imaginárnoslo.

El Sabio de la Luz se quedó mirándola fijamente. No entendía a qué se refería, pero el rostro de la mujer reflejaba un duro golpe.

Rauru.- Impa... ¿qué ha ocurrido? —le preguntó directamente—. Tú lo has visto, ¿no es así?

Impa solo asintió con tristeza.

Rauru.- Alguien ha accedido a la Trifuerza —continuó, llevándose las manos a la frente, confundido—. Pero no se ha llevado los triángulos. Aún presiento su energía en Hyrule, pero aun así, el augurio que despierta en mí es aterrador. ¿Quién demonios ha podido provocar tal cosa...? ¿Quién demonios ha accedido al tesoro de las Tres Diosas y no llevárselo... y sin en cambio...?

Rauru abrió los ojos de golpe, dándose cuenta de lo que había sucedido.

Rauru.- Si los tres triángulos siguen en Hyrule... Eso quiere decir... —dijo distraído, sintiéndose desfallecer—. Quien ha accedido a ellos no lo ha hecho con buenas intenciones. No... por supuesto que no... Nadie que las tenga puede provocar algo así... Pero... ¿Cómo? La Puerta del Tiempo estaba cerrada, el Reino Sagrado es inaccesible...

Impa, con un inmenso dolor en el corazón, mostró lo que llevaba ocultando a su espalda durante toda la conversación. Rauru sintió como si el corazón le diese un vuelco y toda la sala girase a su alrededor.

Lo que Impa le estaba mostrando era la Espada Maestra. Alguien la había sacado de su pedestal y el Sabio de la Luz, en cuanto la vio, lo supo.

El anciano necesitó buscar un tramo de escaleras para sentarse. Notaba cómo le flojeaba absolutamente cada fibra de su cuerpo. Consternado, se llevó las manos a la frente, con los ojos abiertos de par en par.

Impa se limitó a dejar que lo asimilara. Ella también agachó la cabeza, reflejando parte de su cara en la hoja sagrada de la espada. Era muy difícil de entender para todos y lo peor, había sido un movimiento sumamente imprevisible. Nadie podría imaginar que habría una nueva amenaza. Pero mucho menos se podía esperar que la amenaza fuese él.

Rauru.- Solo él podía sacar la espada del pedestal, todos lo sabíamos —dijo en voz baja, casi balbuceando—. Pero, cómo ha logrado acceder...

Rauru se tapó todo el rostro con las manos.

No... pensó. No podía ser. No podía haber sido tan retorcido.

Pero no había otra forma de verlo. Lo había sido, a todas luces. Él creyó que hacía bien en mandarle el objeto que le proporcionaría la luz que estaba perdiendo. No obstante, lo que Link vio en el objeto, no había sido eso precisamente. Vio lo que estaba más oculto en él, en lo más hondo del medallón.

La credencial directa que le conectaba con él al Reino Sagrado, sin necesidad de buscar los objetos necesarios para abrir la puerta de una forma normal.

Había sido muy astuto y endiabladamente retorcido, se dijo Rauru. ¿Qué demonios le había ocurrido en esos siete años para volverse así...? Se preguntó. Pero, lo más importante de todo, era que la intromisión de Link en el Reino Sagrado, había sido su culpa. Él, creyendo que estaba haciendo una buena acción, le había dado el pase directo a lo más sagrado de toda Hyrule.

Impa.- Rauru —le llamó, imaginando lo que debía de estar pensando. Ella, aunque no lo sabía del todo, podía intuir cómo Link había accedido a la espada—. No podíamos imaginar que el corazón de Link se hubiera corrompido tras el retroceso. Nadie podía preverlo. Nadie se lo imaginaba. Ni siquiera ella, parece ser.

Ambos miraron la Espada Maestra con detenimiento. Rauru suspiró, angustiado.

Rauru.- Ha sido tan inesperado que hasta la legendaria Espada Maestra se ha visto engañada por las apariencias —terminó—. Ha reaccionado a él, como antaño, pero no ha sido sino hasta que ha sentido su nueva esencia, que le ha rechazado.

Impa se limitó a asentir. Rauru volvió a llevarse las manos a la cabeza.

Rauru.- ¿Dónde está ahora...?

Impa negó con la cabeza.

Impa.- Poco después de lo ocurrido, Zelda apareció de nuevo en el Templo del Tiempo. Tardó un poco en recuperar la consciencia. Según ella... La Trifuerza absorbió a Link.

Rauru dio un respingo brusco y su expresión se agravó notablemente.

Rauru.- ¿Cómo es posible, Impa...? ¿Cómo ha podido corromperse tanto...?

La Sabia no dijo nada y se le quedó mirando, interrogante.

Rauru.- Lo que te he dicho antes. Ha tocado la Trifuerza, pero aún puedo notarla en Hyrule —hizo una larga pausa—. La Trifuerza le ha absorbido. Pero ella aún está aquí. Y él, sin embargo, no.

Impa de golpe lo comprendió todo. Sus ojos rojos se abrieron como platos y con una mano se tapó la boca, mientras seguía sosteniendo la Espada Maestra con la otra. Lentamente, ella se fue encogiendo en sí misma, notándose débil ante la magnitud de la situación.

Rauru.- Impa... ¿Qué ha podido pasarle a Link en estos siete años...? —preguntó distraído—. No me lo puedo explicar... Ni siquiera Ganondorf logró tal cosa al acercarse a los triángulos...

Se hizo un momento de silencio en el que Rauru trataba de aclararse las ideas para comprender la situación.

Rauru.- Al fin y al cabo... Link es el recipiente perfecto —dijo con aflicción—. Tras derrotar al propio Ganondorf, demostró que se había vuelto más poderoso que él. Demostró su supremacía con el fragmento del Valor de Farore... Y demostró que sin problema podría haberlos contenido a los tres juntos dentro de sí mismo. Pero no es de eso de lo que se trata todo esto. Si tan solo Link se hubiera acercado con buenas intenciones los hubiera obtenido esta vez, no obstante, sus intenciones no son buenas... Eso es evidente. De serlo, jamás hubiese intentado penetrar en el Reino Sagrado a sabiendas de lo que existe en él.

Impa no dijo nada, permitió que Rauru siguiera divagando.

Rauru.- Link es el recipiente perfecto para contener la Trifuerza completa dentro de sí mismo, lo demostró en ese combate contra el Rey Maligno —le dijo a Impa, con más contundencia—. Pero al acercarse a la Trifuerza Sagrada con malas intenciones, ya sabemos lo que sucede. Y Link, no sé cómo, estaba lo suficientemente corrompido como para acercarse a ella, con la suficiente mala intención como para despertar de nuevo la reliquia que creíamos más que olvidada.

De golpe, Rauru se levantó de la escalera, con desesperación. Impa, sorprendida, se apresuró a seguirle el paso.

Rauru.- Impa, dame la Espada Maestra —le dijo, solemne—. Debemos hacer algo. Y no podemos perder el tiempo.

Impa.- No... no irás a... —dijo, sorprendida.

Rauru bajó la mirada mientras seguía caminando por el corredor.

Rauru.- No nos queda otra opción, Impa —sentenció.

Impa.- Pero no estará preparado —procedió a explicarse, intentando que el Sabio de la Luz lo considerara mejor—. Mira lo que sucedió la última vez...

Rauru.- No disponía de los medios. Ahora sí lo hará.

Impa.- Rauru, Link lo conoce todo. Link tuvo más tiempo, conoce todo sobre Hyrule mucho mejor que él. Le llevará ventaja... —dijo, con argumentos desordenados.

Rauru.- Si tienes una sugerencia mejor, exponla, Impa —le dijo, cortante—. No hay tiempo y es nuestra única salida. Sé que no está lo suficientemente preparado, pero lo estará con mi ayuda.

Impa.- No podrá enfrentar tanto poder aunque quiera...

Rauru.- Sí podrá, si consigue la contraparte. Y lo hará con mi ayuda.

Impa se detuvo en seco en mitad del pasillo.

Impa.- Vas a... ¿vas a someterle a los Juicios...?

Rauru también se detuvo a una cierta distancia y asintió, costosamente.

Rauru.- Sabes que solo un poder semejante puede hacerle frente.

Impa.- El chico... La otra vez... ¿Podrá...?

Rauru.- Deja de recordar la vez pasada, Impa —la riñó—. Y bajo ninguna circunstancia le des un solo motivo a él cuando despierte para recordarla. Esta vez, con la Espada Maestra tiene más a su favor. Sé que esta vez será más capaz...

Rauru se dio la vuelta y empezó a caminar de nuevo, aunque más despacio que antes. Impa tardó un poco en volver a seguirle.

Rauru.- Será más capaz, lo será... Y con la hoja legendaria las Diosas le reconocerán como digno de someterle a sus pruebas... —dijo como si tratase de autoconvencerse—. Por eso debemos empezar ahora, cuanto antes. No debemos permitir que Link regrese de allí, no sabemos cómo regresará. Debemos neutralizarle allí. Debo avisarles.

Impa.- Ellos... son solo tres. Espero que lo logren.

Rauru.- Lo lograrán. Confía en mí Impa —dijo dirigiéndose a ella con preocupación—. Yo guiaré al chico, le ayudaré en la medida de lo posible. Sé que también tiene potencial. Por favor te lo pido... deja que enmiende mi error.

Impa asintió costosamente y Rauru tomó la espada de entre sus manos. Antes de que el Sabio de la Luz se diese la vuelta, volvió a dirigirse a ella.

Rauru.- Regresa con la princesa. Vuelve a hacer de nodriza un poco más, ahora te necesita. Recuerda que ella tiene la capacidad de comunicarse directamente con las Diosas. Es vital su bienestar para lo que pueda suceder. En breves, todos los Sabios volverán a tener que despertar. 

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