𝗖𝗵𝗮𝗽𝘁𝗲𝗿 𝟭𝟵. Or-Volka (PARTE 2)

🔞TRIGGER WARNING (+18)🔞

Este capítulo contiene escenas de violencia explícita. Lee bajo tu propia responsabilidad.

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Tras la comunicación telepática de Rauru, había buscado aislarse en los confines de su dominio. Aún no había llegado a contarle las nuevas a nadie, incluyendo a su padre. Aunque él ya estaba al tanto de todo, aún no era consciente de la última noticia.

El Sabio de la Luz se había puesto en contacto con todos ellos, profundamente angustiado. Hacía ya tiempo que no podía seguir a Link a través del Mundo Oscuro, a consecuencia del rápido despertar del fragmento invertido. No obstante, intentaba cada cierto tiempo establecer contacto a través de la red telepática con los Sabios que allí vivían. La última vez antes de esa, había intentado hacerlo con Axiom, sin éxito. Por lo que ya supo la suerte que había corrido ese Sabio.

Esta vez, el mensaje trataba sobre Tamrik, el Sabio del Hielo.

Rauru dijo que no hacía mucho tiempo que había hablado con él por última vez. Todos los Sabios conocían las diferencias de tiempo entre el Mundo Oscuro y Hyrule, pero el tiempo que había trascurrido entre la pérdida de uno y otro... había sido muy breve.

El Sabio de la Luz ya no podía contactar con Tamrik. No solo éste no respondía a su llamado, sino que ni siquiera sentía su presencia en la red telepática. Lo cual, tan solo podía significar una cosa. Una nueva mala noticia, la cual se esperaba en cualquier momento. Sin embargo, a todos les pareció llegar demasiado deprisa.

Todos los Sabios de Hyrule se enteraron al mismo tiempo de la mala nueva, aunque ninguno supo muy bien qué decir. Rauru hizo inciso en que, en cuanto el momento llegase, deberían permanecer lo más distanciados posible. Ahora el papel de los Sabios era exclusivamente servir de escudo para Mascot. El Héroe de la Luz no podía ser tocado por Link a su regreso de ninguna forma. Cada Sabio tendría el cometido de enfrentarse a él por separado, para darle al chico la mayor cantidad de tiempo posible.

Ruto suspiró. Era la Sabia del Agua y a pesar de todo, no se sentía preparada para todo lo que estaba a punto de venírseles encima. Era demasiado. Los Sabios... convertidos en simples cebos para atraer al enemigo y distraerle del objetivo principal. La princesa de los zora se peguntaba si eso realmente funcionaría. Si Link no se habría dado cuenta ya de que los Sabios no tenían ni la más remota posibilidad contra él. De que ahora, los Sabios, al encararse a él, tan solo le hacían perder el tiempo.

La Sabia se sintió inquieta de golpe y se levantó del sitio. No sabía muy bien cómo asimilar toda la información que Rauru les estaba dando. Aún no había sido capaz de asimilar que Link fuese esta vez la amenaza. Link...

Se acordó mientras paseaba por la orilla de la laguna dentro de la cueva. Algunos zora, alejados, la miraban, preguntándose en qué estaría pensando. Ella solo era capaz de acordarse de ese niño que la rescató de las entrañas de Jabu-Jabu, en ese tiempo en el que él era un proyecto de héroe.

Link le pidió el zafiro, una joya legada de su madre. El chico hyliano no lo sabía, pero la joya, al ella regalársela, era como firmar los papeles del matrimonio. Desde ese momento, ambos estaban prometidos, aunque a él no le gustase especialmente. Ruto se dio cuenta, aunque decidió continuar con la idea. Era una tradición. Y estaban destinados a estar juntos, casarse, formar una familia y, el día que su padre no estuviese, reinar juntos en el dominio de los zora.

Eso era al menos lo que ella había tenido en mente. Más bien, lo que mandaba la tradición. Muy en su interior, sabía que le había entregado el zafiro a alguien que jamás estaría con ella. El propósito era uno muy diferente al casamiento. Era algo que, años después, la involucraría a ella también.

Link... quien ella pensó que sería su prometido... ¿ahora debía esperar a que él regresase de Mundo Oscuro...? Esperar... ¿a que él viniese a derrotarla...?

Ruto agachó la cabeza. Se preguntó cuándo ocurriría, cómo le miraría de nuevo a los ojos. Cómo lo haría él con ella. Nadie, definitivamente, podía llegar a imaginarse una cosa semejante de alguien como él. Ni los Sabios, ni Zelda... absolutamente nadie.

Ruto pensó entonces en los Sabios del Mundo Oscuro. Ya solo quedaba uno, uno en primera línea de batalla. Ruto no conocía especialmente a los Sabios de aquella dimensión, especialmente al recién caído Tamrik.

Ruto sabía que fueron hylianos como ellos en otro tiempo y que llegaron, en parte, a compartir territorio con ellos. Ella aún no había nacido cuando eso sucedió.

La raza zora albina era más fuerte, según contaban. Más robusta, más longeva. Más preparada para la supervivencia extrema. Y también, mucho más violenta.

Hacía mucho tiempo, esa raza comenzó a sentirse muy superior a su clan hermano. Contaban, que eran incontrolables llegado un cierto punto. Todos ellos parecían máquinas con un solo pensamiento. Ruto nunca supo bien los detalles de la historia, ni a qué se referían con eso. Solo supo de la existencia de un único zora en todo ese clan, que arrepentido, trató de cargar el solo con todas las fechorías de su propia estirpe. Sus disculpas, no supo ella bien cómo, fueron aceptadas y Tamrik fue convertido en Sabio. Todos los zora fueron enviados a esa dimensión, incluyéndole a él mismo. Esa parte del relato, ella jamás acabó de comprenderla. ¿Cómo era posible que, siendo esos zora tan poderosos, acabasen desterrándolos tan fácilmente...? Nunca llegó a preguntarlo y en verdad, no sabía con seguridad si quería conocer la historia completa.

Los zora hylianos disfrutaron entonces de una victoria, empezando a vivir con la paz que ahora conocían. En ese tiempo anterior... se habían visto afectados por la aparición de Ganondorf. En ese... jamás conocieron amenaza alguna después de esa. E incluso ella misma llegó a pensar que no volverían a conocer ninguna otra amenaza en esa línea temporal. Le conmovió ver que, no solo ahora había aparecido una nueva sino que no había forma alguna de evitar su llegada a Hyrule. Ruto se sentía derrotada, sin alegría, sin esperanzas. No había nada más que pudiesen hacer... nada más. Solo podían quedarse allí esperando a que el último de los Sabios del Mundo Oscuro fuese derrotado. Después de eso... quedaría la peor parte.

Ruto miró sus dominios. Miró a todos los zora. Hombres, mujeres, jóvenes, ancianos... renacuajos en el agua, nadando, jugando. No quería que nada de eso desapareciera.

No obstante, el pronóstico de Rauru no le daba esa posibilidad. Y ella, por sí sola, no sabía cómo protegerles.

 La Sabia del Agua dio media vuelta y subió por el camino que pasaba por la pequeña tienda de la parte baja. Dio un rodeo hasta llegar a las largas escaleras que conducían a la sala del trono. Antes de subir, se lo pensó unos segundos. Después, entendiendo que en algún momento tendría que contarlo, apoyó un pie en el primer escalón y comenzó a subir. Su padre, al menos, tenía que saberlo. 

Afortunadamente, a medida que reunió el valor para ir acercándose, se dio cuenta de que los fantasmas estaban centrados en su ruta circular. A él ni siquiera parecían haberle visto, por lo que Mascot tragó saliva e intentó acercarse todo lo posible. Se quedó a una prudencial distancia, fijándose en el patrón de sus movimientos. No tardó en percatarse de que la ruta no era siempre la misma. El círculo que dibujaban alrededor de la lágrima era unas veces más pequeño y otras veces más grande. Cuando el dibujo se ensanchaba, los fantasmas se separaban, dejando pequeños espacios sin iluminar entre uno y otro. Esa debía ser su oportunidad. Tenía que aprovechar el momento en el que las luces se distanciaran y, si uno de ellos llegaba a iluminarle, echar a correr lo más deprisa posible hacia la zona con el siguiente destello verde. No sentía que estuviera muy lejos. La columna de luz se veía relativamente cerca.

Mascot se quedó en un lateral, adelatando una pierna y fijándose atentamente en el patrón que seguían las luces azules. Era casi hipnótico de ver, por un momento el chico sintió que se mareaba. Hasta que al fin, el momento llegó y las luces se separaron entre sí.

El Héroe de la Luz cogió impulso y saltó entre los fantasmas, deseando con toda la fuerza de su ser no ser descubierto por ellos.

Sus pies se posaron dentro del círculo y nada pareció cambiar. La atmósfera seguía azul, los fantasmas giraban a su alrededor. Sin levantar la vista del suelo, el joven recogió la lágrima. Quedaban muy pocas ya por encontrar. No obstante, ahora tenía que salir de allí de alguna manera. Y estaba en una zona notablemente más peligrosa que antes. Inspiró hondo y pensó que ahora tendría solo que repetir lo que había hecho para entrar. Debía esperar a que se separasen y saltar fuera del círculo.

Tomó todo el aire que fueron capaces de absorber sus pulmones y trató de calmarse. Le daba vértigo ver a los fantasmas tan cerca de él, aunque no le estuviesen viendo. Debía salir cuanto antes de allí.

Las luces se separaron y Mascot dio un brinco sin pensárselo mucho. Atravesó la zona sin tocar ninguna luz y se posó en el otro lado sin haber sido descubierto. No se lo podía creer. Debía completar el Juicio en ese intento. No se sentía capaz de volver a repetir semejante hazaña.

Echó a correr hacia la siguiente columna de luz. Había perdido dos pétalos de la orquídea, por lo que aún constaba de tiempo para llegar a la próxima lágrima.

El camino hasta ella fue tranquilo, la recogió cuando llegó y siguió avanzando hasta la siguiente, evitando a toda costa las zonas con fantasmas.

Mascot resopló. En esa forma no se sentía fatigado por más que corriera, lo que era de agradecer. Siguió avanzando hasta que tuvo a la vista otra lágrima más, en una pequeña cueva por la que tuvo que pasar reptando. Una vez la encontró, fue mucho más precavido que otras veces y miró antes de salir por si alguna luz azul andaba por allí cerca. Una vez se aseguró de ello, salió y prosiguió con su camino. Le quedaban solo dos lágrimas y tenía las dos columnas de luz verde perfectamente localizadas. Sentía ahora mucha más presión que antes. Tenía que hacerlo obligatoriamente bien con las dos que le faltaban. Y durante el camino a la penúltima, se fue repitiendo en voz baja que iba a lograrlo. Creyó que, diciéndoselo a sí mismo de una manera que no fuese mentalmente, tendría más posibilidades de creérselo sin pensamientos que lo boicotearan.

Corrió a través de un sendero que ya había visto unas cuantas veces. Se sintió cada vez más cerca de la lágrima, mientras algún pétalo blanco más caía a la velocidad de una pluma sobre su hombro.

Al final de la senda, Mascot la vio, allí a lo lejos.

Mascot.- Voy a lograrlo... voy a lograrlo... va a salir bien... —se seguía repitiendo.

Sin embargo, sus pasos se detuvieron en seco con un buen reflejo cuando escuchó de nuevo un suave tintineo de cascabeles. El chico corrió al recodo más cercano y se ocultó ahí. Del frente, justo de la zona donde estaba la lágrima, un fantasma apareció, recorriendo la ruta en sentido inverso al de Mascot.

El chico respiró entrecortadamente unos minutos, tenso, notándose cada órgano de su cuerpo en la garganta.

El fantasma iluminó el camino a su paso, pero no vio a Mascot. Desapareció por la senda y el chico respiró aliviado, al mismo tiempo que ponía rumbo hacia la lágrima. Siguió subiendo, aunque más despacio de lo que había llegado. Fue mirando con mucho cuidado por todos lados, vigilando que no hubiese más fantasmas patrullando la zona. No parecía haber más, por lo que cogió la penúltima lágrima y se fue de allí, dispuesto a hacerse al fin con la última.

No pensó demasiado en cómo haría el camino de vuelta una vez las tuviese todas. Si no se daba la suficiente prisa, los pétalos de la orquídea caerían y la atmósfera se convertiría en ese infierno rojo lleno de Guardianes despiertos. No obstante, ahora tenía algo más importante en lo que pensar: cómo acceder a la última lágrima, pues no encontraba una ruta que le llevase directamente a ella. Miró por un lado y por el otro, pero todo indicaba que tendría que dar un rodeo. Mascot no quería perder más el tiempo, más por miedo a ser descubierto que por tener que recorrer más distancia. Esas sendas estaban separadas por unas zonas elevadas en piedra, como pequeñas montañas que hacían de muro entre una parte y otra. El chico se limitó a buscar unas enredaderas o algunas raíces por las que poder subir, hasta que las encontró. Tiró un poco, asegurándose de que no se soltarían a medio camino con su propio peso y comenzó a escalar la pared con ímpetu.

Mucho antes de lo que pensaba, había llegado hasta arriba. Desde allí tenía una vista mucho más clara de todo el bosque y, por supuesto, de dónde se encontraba la lágrima y de a qué distancia quedaba el círculo al que supuso que tendría que volver. A diferencia de lo que supuso, éste quedaba más lejos de lo ideal. Tenía que haberse organizado mejor la prueba, aunque ya era tarde. O al menos... esperaba que lo fuese y que no tuviese que volver a empezar.

Saltó a otra de esas zonas elevadas para concentrarse más en no caerse que en pensar de más. No podía autosabotearse después de haber llegado tan lejos.

Fue saltando de una en otra sin grandes complicaciones. No estaban a demasiada distancia, y así era mucho más fácil acceder a zonas ocultas sin tener que esquivar a los fantasmas.

Se detuvo para mirar la orquídea un momento. Llevaba dos pétalos caídos, el tercero empezaba a marchitarse. Iba muy bien de tiempo. El problema iba a ser después de hacerse con esa lágrima.

Dio un brinco al llegar a su destino. Se sorprendió de lo fácil que fue, aunque ahora venía la parte más complicada. Titubeó un poco antes de recoger la última pieza de la orquídea que le faltaba. Intentaba recordar bien lo que había visto desde arriba y tener una ruta clara para no perderse. Tenía que ir lo más recto posible para evitar contratiempos. Volvería a subir a la parte más alta y desde ahí retrocedería. Era lo más rápido y lo más seguro, definitivamente. Por lo que recogió la última lágrima y se dispuso a subir a lo más alto lo antes posible.

Agarró unas raíces cercanas y trepó por ellas de nuevo, aunque se percató de algo interesante al hacerlo, lo cual le supuso un peso que se quitaba de encima. Los pétalos de la orquídea no se habían empezado a marchitar. Seguían intactos. Y cuando llegó arriba, se detuvo más tiempo para observarlo detenidamente.

Efectivamente, los pétalos no caían, ni se marchitaban. Eso quería decir que, al reunir todas las lágrimas, no disponía de tiempo límite para llegar al círculo, al que, por lo que veía, tenía que regresar ineludiblemente. Mascot suspiró algo más aliviado. Disponía de tiempo para pensar las cosas con calma y no cometer ningún error. Ya podía haberlo avisado esa voz femenina al principio, se dijo. Se hubiera quitado un peso de encima mucho antes.

No obstante, tenía que salir de allí rápidamente. Puede que la orquídea ya no le pusiese tiempo límite, pero su misión final sí lo hacía. Y más aún, porque no tenía ni la más remota idea de cuánto tiempo sería el que llevaría realizando la prueba.

Mascot escudriñó los alrededores y empezó a moverse con mucha cautela. Saltaba de un islote de tierra en otro, siguiendo el resplandor del círculo a lo lejos. Era el último paso a seguir, era el último paso. No podía fallar, no podía fallar...

Dio un mal salto hacia el siguiente islote y dio un paso adelante para recobrar el equilibrio. Algo de tierra se desprendió y Mascot se quedó quieto. Tenía que ir con más cuidado y saltar pensándolo mejor. Varias piedras más se desprendieron con la tierra e hicieron algo de ruido al chocar contra las que había en el suelo. No pasó nada más, por lo que tomó impulso para saltar al siguiente montículo. Cuando llegó a él, pisó algo.

Mascot miró hacia el suelo, con horror.

Era un haz de luz circular.

 Y de fondo, cerca del haz de luz azul, se escuchaban más cascabeles.

Empujó con brío la puerta de entrada y se encontró con una larga estancia oscura. Link avanzó un poco a través de ella, sin recrearse más de la cuenta esta vez. Desenvainó su espada oxidada y miró en todas direcciones.

En el Palacio de las Almas, no se distinguía gran cosa, tal y como pasaba en el Palacio de la Oscuridad. Tenía una apariencia similar al Templo del Tiempo desde el exterior, pero el interior no se parecía absolutamente en nada a la construcción de Hyrule. Link tuvo de pronto la sensación de que, además de la Amatista de los Poe, allí había algo más y de gran envergadura. En un principio solo había querido vencer al Sabio y marcharse con la Gema, aunque tal vez lo que allí hubiera pudiese servirle. Si es que allí guardaban algo interesante, claro.

Siguió avanzando y en un momento dado, se detuvo. Notaba una presencia cerca, que no había dado la cara todavía. Link sonrió y decidió que con el tercer Sabio no sería tan lento ni tan benevolente como con los otros dos. Estaba muy cerca de su objetivo, y la paciencia era un lujo que ya no estaba dispuesto a permitirse. Aquel enfrentamiento sería corto. Fuera quien fuera ese Sabio.

Sin moverse ni mirar en ninguna dirección, el chico decidió dejar salir algo de su poder al exterior. Un torrente de energía fluyó por sus venas y su rostro cambió de color parcialmente. Incluso Link lo notó esa vez. Había logrado dejarlo salir más rápido que otras veces. Era cierto que la Trifuerza Oscura se estaba adaptando muy bien a él, pero Link aún no entendía del todo cómo funcionaba. Esa era una señal de que, sin Espada Maestra Oscura, era capaz de doblegar el poder del triángulo, mejor y muy rápido. Se sintió satisfecho, más seguro que nunca. La Trifuerza Oscura le daba un poder tan insano y abominable, que era un escudo infalible contra cualquier enemigo. No necesitaba desplegar todo su potencial. Era algo que simplemente sabía sin verlo.

Un aura anaranjada muy sutil rodeó la figura de Link. Sentía la presencia a su espalda, sin darse la vuelta siquiera para comprobar que estaba allí. El sonido de otro acero desenvainándose le confirmó que había detectado bien su posición.

Fue entonces cuando Link sí que se dio la vuelta. Al hacerlo, se encontró de frente con un hombre de piel morena, ojos claros y cabello largo, lacio y negro. Llevaba unas largas ropas que oscilaban entre el violeta y el magenta, con una sola espada en la mano. Una larga hoja, muy fina, de aspecto delicado, que se curvaba ligeramente hacia arriba llegando a filo.

Link intercambió miradas con el hombre durante unos largos segundos tensos, más para el Sabio que para él.

El chico no lo sabía, pero ese Sabio había sido quien mejor aceptó su destino de los tres. Rauru se había puesto en contacto hacía no mucho con él, para darle la noticia de la caída de sus compañeros. Le advirtió lo que Link era ahora, cosa de la que Akelae ya era consciente. También sabía que el siguiente objetivo del chico hyliano sería él.

Akelae sintió más la caída de Axiom y Tamrik que la suya propia, que estaba ya muy próxima. El contacto telepático fue muy breve y el Sabio de las Almas fue muy conciso. Sabía que su destino era perecer a manos de ese chico que muy pronto dejaría de ser un hyliano corriente. Sabía que él solo era un peón que iba a proporcionar tiempo.

Akelae.- ¿Qué es del Héroe de la Luz... —Había preguntado—. Dónde está...?

Rauru.- Ya debe de estar realizando el Juicio de Farore —le respondió—. Es más... seguramente esté a punto de terminarlo. No puedo penetrar en la hipnea, pero... confío en él.

Akelae había asentido para sí mismo. No hizo falta dar más detalles. Link llevaba mucha ventaja por encima de su bando. A Mascot no le daría tiempo a conseguir la Trifuerza antes de que Link completase sus planes. Lo que suponía un peligro inmenso no solo para él, sino para toda Hyrule. El Héroe de la Luz no podría cumplir su función todo lo deprisa que se esperaba de él, por lo que el plan del sacrificio de los Sabios tendría que continuar también en la otra dimensión. Akelae sintió no poder hacer más de lo que estaba a punto de realizar. Le hubiera gustado volver a Hyrule con ellos para luchar desde allí, pero eso solo sería adelantar aún más las cosas.

Akelae.- Proteged a Mascot todo el tiempo posible —dijo, a modo de despedida—. Lamento enormemente no poder hacer más por Hyrule, por vosotros.

Rauru no había sabido qué contestarle.

Akelae.- Buena suerte... —fue capaz de decir, antes de cortar la comunicación, de una forma extraña.

Cuando dejaron de comunicarse, ambos tenían sentimientos encontrados. Los dos pensaron en todo lo que estaba por venir ahora que Link iba allegar al último de los Sabios del Mundo Oscuro. No obstante, también pensaron en algo más.

Rauru ya lo notó muy sutilmente cuando habló con Tamrik. No obstante, fue tan sumamente sutil, que ni siquiera se detuvo a pensarlo. Lo achacó a la dimensión en sí, a estar hablando desde lugares radicalmente opuestos. Sin embargo, esa vez, había sido mucho más llamativo. Y esa vez el Sabio de la Luz no había creído que se debiera a la diferencia de dimensiones. Y Akelae también lo pensó, pero no supo identificar de dónde venía.

En el contacto telepático entre ambos, había una tercera entidad que solo escuchaba. Y era una entidad que ya no tenía ningún reparo en ser descubierta. Fuera quien fuese, no podía ser un Sabio. Y tenía poder de entrar a la red telepática con tremenda facilidad, tanta, que sabía que no iba a poder perder la capacidad de hacerlo en ningún momento. Por eso se mostraba. Ambos pensaron después que, el mostrarse descaradamente, no era casual. Esa tercera conexión sabía hacerlo muy sutilmente, mucho más de lo que fue esa vez. La prueba estaba en la conexión con Tamrik. Eso quería decir... ¿Sería acaso capaz de entrar a la red sin ser detectado...? ¿Habría estado presente en otras conversaciones...?

Los dos se dieron cuenta y Akelae esperó que Rauru fuese mucho más cauteloso con ello. Imaginó que el Sabio de la Luz había sido consciente de lo que había sucedido, a pesar de que ninguno de los dos supo identificar quién era esa tercera conexión.

Akelae, mirando directamente a Link, lo pensaba. Ya no tenían privacidad ni en la red telepática de los Sabios y la Familia Real. ¿Qué estaba sucediendo...? ¿Quién era y por qué se manifestaba justo cuando Link se había hecho con las Trifuerza Oscura...?

Link, por su parte, miraba al Sabio no como a una persona, sino como a un último obstáculo a quitar de su camino. Y lo que Akelae no se esperaba, era que Link fuese a dar un paso tan deprisa.

Antes de siquiera poder pensar lo que iba a hacer, tenía a Link atacándole con la espada oxidada. Akelae en un principio, no pudo hacer mucho más a parte de esquivar y bloquear. Lo que el Sabio no conocía, era que ese combate estaba siendo el primero en el que Link tomaba la iniciativa.

Salió del cobertizo donde dormían todos y se sentó apoyando la espalda contra un árbol, para pensar. Habían pasado dos días en Hyrule desde que el Rey habló con los altos cargos de la Guardia. Y en solo dos días, había habido demasiados cambios repentinos en todo. La atmósfera se notaba mucho más agitada. Los entrenamientos se habían endurecido y alargado considerablemente. Les habían empezado a forzar a pelear con armaduras mucho más pesadas y armas más grandes, que no eran las que estaban enfocadas a las guardias habituales. Y ya, por último, ese día, habían dividido en grupos a los novatos. Dependiendo de sus aptitudes, los habían destinado a arquería, artillería con armamento más pesado, a cuerpo a cuerpo a caballo o a ser escolta.

A Kafei le destinaron a montar a caballo, con lucha cuerpo a cuerpo. Tenía grandes habilidades, y la espada era su fuerte. Imaginaron que a caballo se le daría bien.

El chico obedeció naturalmente en todo el entrenamiento, sin cuestionar nada en voz alta. No obstante, por dentro, la cosa no era igual. No era muy difícil adivinar que algo estaba sucediendo. No era normal que de un día para otro, en el tiempo que llevaba entrenando, las cosas hubiesen cambiado de manera tan drástica.

La intranquilidad de no saber nada no le dejaba conciliar el sueño. Pensaba en su tío, en lo que siempre le decía, para advertirle. Nunca había querido escucharle, porque según él, en Hyrule nunca sucedía nada. Y ahora sucedía algo... no sabía el qué, pero era algo importante y a todas luces, grave. Podía verlo en las caras de los altos cargos, incluso en la de ese veterano que había llegado a querer como a un buen amigo. El Rey ya no acudía prácticamente a supervisar los entrenamientos, siempre decían que últimamente tenía muchos asuntos que atender. Kafei no terminaba de creérselo. Eran demasiadas casualidades y el ambiente que había en todos los miembros de la Guardia Real, lo decía sin palabras.

Se quedó allí durante un buen rato, mirando las estrellas en silencio y escuchando el sonido lejano de los grillos. Había empezado a cuestionarse muchas cosas. Realmente, estaba muy preocupado. Siempre había creído que un miembro de la Guardia tenía que saber sobrellevar todo con la misma tranquilidad. Y ahora, que él era uno de ellos, aún sin siquiera saber qué estaba ocurriendo exactamente, no cabía en sí mismo por culpa de los nervios. Le comían por dentro. Sabía que algo pasaba y le ardía el pecho al ver que nadie quería contarles nada.

Arrancó una brizna de hierba del suelo y la fue haciendo pedacitos, meditabundo. Entonces, la puerta del cobertizo se abrió y Kafei miró hacia atrás instintivamente. Era el veterano, ese hombre con el que había empezado a llevarse tan bien. Intercambiaron una mirada, y el hombre se acercó al chico. Kafei se echó ligeramente a un lado para que el hombre pudiese también recostarse contra el árbol.

Veterano.- No puedes dormir, ¿verdad?

Kafei tan solo negó con la cabeza.

Veterano.- Yo tampoco.

Se quedaron un poco en silencio. En un principio, Kafei no iba a decirle nada. Después, fue como si las palabras brotaran de su boca sin querer.

Kafei.- Vosotros, los altos cargos, sabéis algo, ¿verdad...?

El hombre se quedó mirando los ojos carmesí de Kafei. Retiró la mirada poco después y asintió débilmente.

Veterano.- Se avecina algo... algo que las personas mundanas ni siquiera alcanzamos a comprender —se explicó—. No es algo que tenga buen semblante. No quiero mentirte.

Kafei notó cómo se le hacía un nudo en la garganta.

Kafei.- Pero, ¿sabéis lo que es...?

Veterano.- ¿Saberlo tan pronto te hará sentir mejor...?

Kafei no dejó de fulminarle con la mirada.

Kafei.- Soy tan parte de esto... como vosotros.

El veterano asintió. Tenía razón, aunque les habían dado órdenes de no comunicárselo a los novatos hasta que fuese algo completamente seguro, ante lo que pudiesen empezar a prepararse aún más en serio. Sin embargo, el veterano sintió debilidad con la mirada de Kafei y comprendió que tampoco estaba bien ocultárselo, aun viendo todos los cambios que se estaban haciendo repentinamente.

Veterano.- Por lo que tengo entendido, es una amenaza fuerte, que viene de otra dimensión —explicó—. Una dimensión que estaba cerrada, por ahora. Un lugar que se usa por la Familia Real como prisión de maleantes.

Kafei levantó la cabeza abruptamente. No tenía idea de que pudiese existir algo como eso. Nadie en Hyrule lo sabía y al parecer, no muchos dentro de la Guardia tenían constancia de qué era concretamente ese sitio.

El joven del pelo violeta fue atando cabos a marchas forzadas durante unos minutos de silencio. El veterano lo respetó y dejó que pensara lo que le acababa de decir.

Kafei.- Se avecina una guerra, ¿no es así? —dijo, cortando el silencio sin piedad.

El hombre se volvió hacia el chico, sorprendido por la forma tan directa de preguntarlo. Lentamente fue suavizando el gesto todo lo que pudo, aunque no pudo disimular su incomodidad.

Veterano.- Me temo que sí —dijo finalmente.

Kafei fue incapaz de contestar a esas alturas de la conversación. Disimuló lo mejor que pudo, no obstante, el hombre notó que se había encogido ligeramente sobre sí mismo. Entendía lo que el chico intentaba hacer, lo cual no era necesario. Él, aun siendo un veterano dentro de la Guardia, sentía lo mismo que él.

Veterano.- Nos han dicho a los altos cargos que no dijéramos nada. Por favor, no se lo cuentes a nadie.

Kafei no se volvió hacia él.

Kafei.- Si son órdenes de arriba, ¿por qué has accedido a contármelo tan deprisa?

El hombre se rió un poco.

Veterano.- Te he tomado bastante cariño en este poco tiempo —le confesó, revolviéndole el pelo—. Además, eres mi mejor alumno. Eso... tampoco me gustaría que se lo contaras a nadie. No quiero que piensen que hay favoritismos. No al menos de forma tan clara.

Kafei sonrió de una manera muy sutil. Era obvio que la noticia le había caído como un enorme jarro de agua fría. Después de todo, las maquinaciones de su tío, que siempre parecían las de un viejo chiflado...

Veterano.- No hay que ser de hierro, chico —le advirtió—. Todos estamos asustados. Incluso yo.

Kafei dio un respingo.

Veterano.- No estamos preparados. Hacía mucho tiempo que en Hyrule no sucedía nada. Ninguno sabemos a qué nos vamos a enfrentar. Pero no lo vas a hacer tú solo cuando llegue la hora. Eres de la Guardia Real de pleno derecho, tú mismo lo has dicho. Adonde tú vas a ir, iremos todos en compañía de Su Majestad.

Kafei se le quedó mirando, sin saber si se sentía un poco mejor que antes. El hombre se levantó del sitio para volver al cobertizo y, antes de marcharse, le hizo un gesto con la cabeza.

Veterano.- Entra y trata de dormir un poco —le dijo con cariño—. Mañana te enseñaré todo lo que sé. Tenemos poco tiempo... y es mucho lo que tienes que aprender.

El hombre entró y dejó a Kafei meditar todo lo que le había contado. Confiaba en él, sabía que no contaría nada. Le había parecido injusto que los novatos no supieran ni una décima parte de lo que sucedía ya que, de comenzar lo que se preveía, todos estaban subidos en el mismo carro.

El chico se quedó fuera un rato más, sintiendo la brisa fría de la noche. Formaba parte de la Guardia, como él siempre había querido. Y sin embargo... ahora sentía un conflicto en su interior. En realidad, eso era pertenecer a la Guardia Real de Hyrule. Estar listo para todo, para defender a la realeza de cualquier amenaza. Eso era lo que él había elegido y para lo que le estaban entrenando. A él y a los demás novatos.

No obstante... esas amenazas de las que tenía que proteger a Su Majestad y a su linaje... Kafei no pudo evitar pensar que serían como mucho, en un futuro, ladrones. Ladrones de poca monta.

Se volvió a encoger sobre sí mismo.

Una guerra, pensó.

Iría a la guerra.

Akelae se apretaba el brazo, dolorido. Link estaba allí plantado, a lo lejos, sin haber recibido un solo rasguño.

El Sabio de las Almas no se quedaba atrás en cuanto a velocidad. Era igual de capaz que los otros tres, no obstante, no era tan interesante como ese zora traidor del otro palacio. Además, a él ya no le interesaba disfrutar del combate tanto como los dos primeros. A esas alturas, tan cerca como estaba de la última Gema y de la Pirámide, solo podía pensar en una cosa. Iba a hacerse con la Amatista, tan pronto como fuese posible.

En aquel enfrentamiento, Link había puesto en práctica otro poder que él mismo desconocía. Akelae se había empeñado en atacar cuerpo a cuerpo en un momento dado y él había aprovechado para levantar una barrera, igual que las otras veces. Esperaba amputarle al Sabio una pierna o un brazo, pero no fue eso lo que sucedió. La barrera que se alzó entre los dos era distinta a la otra, que tenía más bien forma y color de una piedra de ámbar. Este muro era un círculo perfecto, rodeado de una especie de rombos oscuros.

Akelae se lanzó sobre Link con su larga espada, cargando un nuevo ataque. La hoja de su arma chocó abruptamente y una enorme explosión purpúrea escapó tras el impacto. No sucedió absolutamente nada y el Sabio, dando un brinco hacia atrás, se retiró para pensar en su siguiente movimiento. Esa barrera servía como un escudo impenetrable. Link se quedó mirándola, sorprendido. A más tiempo pasaba utilizando la Trifuerza Oscura, más cosas nuevas aparecían.

El Sabio de las Almas se quedó a lo lejos viendo el espectáculo. Link miraba su propia invocación, pareciendo que no tenía mucha idea de lo que acababa de hacer. Por otro lado, era como si estuviese leyendo un manual de instrucciones que le decía cuáles eran las posibilidades de lo que tenía delante.

El chico posó las yemas de los dedos en los rombos que componían ese escudo circular perfecto. La pared se disgregó en piezas, rombos de diferentes tamaños. Con sus manos, Link descubrió que podía manejarlas. Akelae no tenía idea de lo que estaba haciendo, hasta que de pronto, el chico hizo un movimiento brusco e inesperado.

Todos los rombos que le rodeaban salieron disparados en todas direcciones. Link cerró sus ojos heterocromos y dejó que ese ataque hiciera lo que quisiera hacer.

Akelae luchó todo lo que pudo por esquivar esa formas que parecían proyectiles lanzados a una enorme velocidad. Algunos chocaron contra las paredes, desintegrando la piedra a su alrededor. Otros fueron hacia el techo, desprendiendo partes de él. Unos cuantos destrozaron las vidrieras, provocando una lluvia de finos cristales de colores. Y otros fueron directamente hacia el Sabio quien, haciendo gala de sus mejores movimientos, trataba de esquivarlo todo.

La oscuridad del palacio sumado a la velocidad de esos proyectiles, lo hizo imposible. Uno de los rombos más pequeños le rozó una pierna y otro, pasó por un lateral, haciéndole un profundo corte en el brazo. Akelae cayó, sujetándose sobre todo el brazo. Sentía un ardor inmenso en la zona y un adormecimiento que se extendía lentamente por toda su extremidad. Akelae levantó un momento la mano para ver qué demonios era esa herida que le había hecho el proyectil en el brazo. Cuando lo vio, se quedó aterrorizado.

La herida no solo era profunda, sino que ya se le había infectado de una forma atroz. De seguir evolucionando a esa velocidad, acabaría perdiendo el brazo antes de que Link lograse derrotarle.

Akelae dejó caer la espada. La herida de la pierna también se le había infectado. Era tan rápido, que se sentía desfallecer por momentos. ¿Cómo era posible...? ¿Cómo él, un Sabio, iba a ser vencido de esa forma tan sencilla...? ¿Qué clase de poderes otorgaba la Trifuerza Oscura...?

Link lo observó desde lejos. Una neblina oscura se levantó alrededor del chico, que empezó a caminar en dirección a Akelae. El Sabio estaba arrodillado poco más lejos de forma patética, dándole la espalda. El chico hyliano se detuvo a una cierta distancia de él y, estirando un brazo hacia el frente dejando la palma de la mano hacia abajo, invocó una de esas enredaderas negras y corrosivas. Dejó que ésta fuera avanzando, comiéndose la piedra sobre la que pisaba, reptando como una serpiente. Ésta fue escalando por el cuerpo de Akelae, quien, al sentir las duras espinas sobre él, trató torpemente de zafarse. Ya era tarde para eso y, con dos miembros adormecidos por la infección, no podía moverse demasiado.

La enredadera fue escalando por todo su cuerpo, enroscándose como una víbora y clavando dolorosamente sus púas a lo largo de su cuerpo. Se enredó en su torso, apretando. Cada espina se clavó a lo largo de su torso, espalda, y parte de la cadera. El Sabio reprimió un gemido de dolor y Link, sin prestarle demasiada atención, hizo que la enredadera le levantara del suelo. Estaba cansado de enfrentarse a esos seres tan poco entretenidos. Nada más empezar, ya tenía la victoria asegurada e imaginó que, haciéndose con la Espada Maestra Oscura, los de Hyrule serían muchísimo más fáciles aún.

El Sabio, sintiendo dolor en cada centímetro de su cuerpo, se quedó suspendido en el aire enroscado en la enredadera de Link. Sus extremidades colgaban derrotadas, y el chico le hizo girarse para mirarle, bajándole un poco más. Se acercó lentamente a él. El Sabio se había convertido en un mortal vulnerable que suplicaba con la mirada que el dolor cesase cuanto antes. Qué triste. Qué lástima.

Link.- Estabas mal posicionado —le dijo—. Agradezco que te arrodilles, pero no dándome la espalda.

Hizo un gesto y la enredadera soltó a Akelae de golpe, haciéndole caer abruptamente al suelo desde no mucha altura. El Sabio se quedó allí, de rodillas otra vez. Ahora, estaba frente a Link, quien le hizo levantar la cabeza con el filo de su hoja oxidada.

Link.- Disculpa que haya sido tan corto. Mi viaje ha sido largo y estoy cansado. Quería salir pronto de aquí.

A Akelae no le dio tiempo a decirle nada. Link desvió la hoja de su espada y se le atravesó con ella por la zona debajo de la clavícula, junto al brazo. La neblina negra se extendió a través de la hoja y llegó al cuerpo del Sabio, el cual, comenzó a cubrirse de piedra a gran velocidad.

Link extrajo la espada y observó cómo al fin, el último Sabio se quedaba postrado en medio del Palacio de las Almas, convertido en una estatua negra. No dedicó mucho tiempo para admirarle. Dio media vuelta y se dirigió al fondo del Palacio, donde dos gemas que oscilaban entre el púrpura y el magenta, unidas por una cruz de oro, flotaban apaciblemente. La Amatista de los Poe.

El chico envainó su espada y su rostro progresivamente fue volviendo a la normalidad. Estiró ambos brazos y cogió la Gema, sintiendo una extrema satisfacción corriendo por todo su ser. Ya las tenía. Ya tenía las Tres Gemas del Mal. Había cumplido con la promesa que le hizo a Xerxeus y ahora, volvería a la Pirámide para finalizar con lo prometido. No obstante, aún sentía curiosidad por saber algo más.

Al fondo, parecía haber una continuación del Palacio. Link subió por una escalinata y llegó a una zona circular abierta, sin nada que lo protegiese. Estaba rodeada de vidrieras y parecía una especie de cripta. Había un altar de mármol macizo y una inscripción al fondo. Link atravesó la pequeña sala y se acercó a leer lo que ponía ahí.

«En honor a la encarnación de Hylia. Aquí yace la heredera de su poder, la misma que inició el insigne linaje Real. Descanse en paz.»

Link frunció el ceño. ¿La inscripción estaba diciendo que quien estaba allí enterrada... era ni más ni menos, la que se podía considerar como primera Reina de Hyrule? De ser así, ¿qué hacía allí enterrada...? ¿Habría sido ella la que impidió al Heraldo conquistar Hyrule...?

El chico se paseó por la sala, acariciando el altar de mármol que ahora sabía que era un ataúd. No hizo nada con él. No rompió nada. No destrozó ninguna cosa de las que allí había. Tampoco serviría de mucho. En su lugar, pensó que en su momento, cambiarían la inscripción a una mejor y se dispuso a salir del Palacio.

 «En honor a la encarnación de Hylia. Aquí yace la heredera de su poder, la misma que inició el miserable linaje Real, que se extinguió pocos siglos después.»

Nada más había posado el pie al borde del montículo, una luz apareció, seguida de ese sonido de cascabeles que tanto había aprendido a aborrecer. Mascot se sintió sobrecogido. Era un fantasma, que estaba deambulando por la zona. Su primer impulso fue quitar el pie de ahí lo más rápido posible, aunque su cuerpo no respondió como él quiso. Se quedó bloqueado unos cuantos segundos y al final, fue alejándolo de la luz progresivamente.

El chico se quedó completamente quieto durante casi varios minutos. Estaba por una parte asegurándose de que el fantasma no le hubiese detectado y por otra, esperando a que se marchara. Por suerte, solo había pisado uno de los bordes del círculo de luz y el fantasma, que estaba más abajo que donde él estaba, no se percató de su presencia.

Esperó un poco más y el fantasma se alejó despacio de allí. Mascot no pudo hacer otra cosa más que suspirar de alivio. Menos mal que había tenido la suerte de que ese montículo estaba en una zona en rampa, más baja que la mayoría de los caminos por los que había pasado.

No se puso en marcha inmediatamente, sino que observó atentamente lo que tenía más cerca de él. No veía más fantasmas cerca. El que había estado a punto de verle ya estaba lo suficientemente lejos como para no darse cuenta de que él estaba ahí arriba. No obstante, tenía que ir con mucho cuidado de que no hubiese más caminos bajos como ese que le ocultasen más sorpresas desagradables.

Mascot continuó saltando de un montículo en otro después. No parecía haber ningún camino que se hundiera en la tierra de esa manera tan brusca, por lo que no podía encontrarse fantasmas sin que los viese primero desde lejos. Eso le hizo sentirse un poco más seguro por lo que, fue saltando con cuidado de uno en otro, pero dándose algo más de prisa. Cada vez veía la columna de luz del círculo más cerca y, con el último montículo, le pareció verlo dibujado en el suelo.

A ese punto, Mascot ya tuvo que bajarse de la zona alta del bosque. Ya no había más lugares como ese por los que ir atajando, por lo que ahora tendría que volver a la senda normal. Había sido un truco interesante, tendría que estar atento a algo parecido cuando llegara al siguiente Juicio. El Héroe de la Luz tragó saliva, preguntándose cómo sería la sigiente prueba. Estaba claro que irían de menos a más difícil, pensó él. Era lo más lógico. Y temió que, si para el primer Juicio había necesitado dos intentos... ¿Tendría que recurrir a jugar a una sola carta como había temido tener que hacerlo en ese...? Con toda su alma esperaba que eso no fuese a pasar en ningún momento.

El chico dio un brinco y bajó a un claro del bosque donde no había fantasmas, ni camino de tierra, ni casi árboles. Desde allí se podía ver muy claramente el círculo a lo lejos, por lo que echó a correr al trote, para que le diese tiempo a pararse si algo se interponía en su camino. Afortunadamente, nada lo hizo, aunque el camino se le hizo mucho más largo de lo que creía que era en un principio, no sabía si era por la impaciencia o por qué exactamente.

Cuando llegó al lugar, entró al círculo sin dudarlo y de nuevo, se sintió seguro. El umbral era como si le hubiese estado esperando. Nada más entró en él, la orquídea se convirtió en una pequeña luz que danzó a su alrededor. Poco a poco, la figura de Mascot se fue disolviendo, hasta que en el bosque no quedó ni rastro de él. Sintió paz y todo se volvió oscuro.

No obstante, antes de desvanecerse del todo, una voz, en esa penumbra pacífica, apareció. Mascot la identificó enseguida. Era la misma voz que apareció al inicio de la prueba, esa voz femenina tan melodiosa.

«Has sido osado. Como premio por tu hazaña, se te concede el honor de portar este fragmento de la Trifuerza, el triángulo del Valor. Que su poder y mi luz te guíen en tu destino.»

Estaba acomodado en uno de los grandes escalones del exterior de la Pirámide, de los más cercanos a la cima. Un aire cálido y pesado azotaba su impoluta melena. A pesar de haberse acostumbrado con el pasar del tiempo a esa atmósfera, aún a veces se le atragantaba.

Ese día no le importó demasiado pasar tiempo esperando. Era como si la dimensión entera lo vaticinara. La atmósfera, los vientos... todo parecía moverse con una armonía con la que rara vez lo hacía. Xerxeus lo sentía todo diferente, y sabía bien el por qué. Ese día estaba de especial buen humor y, allí recostado, esperaría el tiempo que le fuese necesario. Tenía la alegría propia de un plan bien construido, de una promesa cumplida. Los wizzrobes, al ver así al león, supieron que solo podía significar una cosa. Todos estaban esperando noticias del chico de Hyrule que llevaba consigo la Trifuerza Oscura. Hacía ya tiempo que Xerxeus había regresado a la Pirámide, después de haber movilizado a varias regiones. Todos en el Mundo Oscuro estaban entusiasmados con la idea de que el león pudiese salirse con la suya. Y la incertidumbre no tardó en tocar a su fin.

El león pasó bastante tiempo recostado en lo alto de la construcción, observando a lo lejos el Pueblo de los Marginados. Era de allí de donde debería ver un jinete cabalgando hacia la Pirámide. Sabía que lo vería aparecer.

Rato después, se distinguió una silueta en la distancia, moviéndose rápidamente hacia esa dirección. Venía al galope, avazando a gran velocidad a través del yermo. Xerxeus no pudo disimular una sonrisa. Los wizzrobe, más abajo, comenzaron a movilizarse y a hacer correr la voz entre todos los que estaban por la zona. Una vez la figura estuvo lo suficientemente cerca, Xerxeus se puso en pie, planeó y bajó hasta la base de la construcción.

Link llegó con la elegancia que ese caballo le permitía. Le instó a detenerse y el animal, como siempre, le obedeció. El chico se bajó de su lomo de un salto y caminó hacia Xerxeus con una sonrisa maliciosa. No hicieron falta las palabras, Xerxeus ya lo sabía desde que le vio.

Los wizzrobes contemplaron la escena y lo interpretaron todo sin necesidad alguna de que nadie se lo explicara. Todos los presentes procedieron rápidamente a inclinarse ante Link, quien no les dijo nada. El león, por el contrario, seguía con su forma de ser habitual. Le hizo un movimiento con la cabeza, invitándole a entrar con él a la Pirámide.

Xerxeus.- Tira esa espada —le dijo antes de entrar, girando la cabeza hacia él—. Ya no te hace falta.

Link obedeció y la tiró a un lado, con funda incluida. La miró un momento antes de entrar a la Pirámide. Con esa espada había anulado a todos los Sabios, cuando ni siquiera él sabía si iba a conseguir hacer lo mínimo con ella.

Xerxeus avanzó por las estancias oscuras, guiando a Link hacia esa sala que tantas ganas tenían ambos de ver abierta. La Pirámide no era muy grande por lo que no tardaron mucho en llegar. No parecía que hubiese pasado a penas tiempo desde que Link hizo esa promesa con él. No podía creerse que al fin el momento hubiese llegado.

Cuando llegaron al pasillo que abría paso al portón, Xerxeus se detuvo. El chico hyliano se detuvo con él y después, avanzó por sí mismo, entendiendo lo que tenía que hacer. Se acercó al pedestal que había delante de la puerta y, cuando estuvo a la distancia adecuada, las Tres Gemas del Mal salieron de sus ropas, levitando. Cada una se colocó en un lugar sobre el pedestal. A eso, le siguió un ruido ensordecedor. Las paredes retumbaron y el portón empezó a abrirse, desprendiendo piedra y arenilla del techo.

Link esperó a que la sala estuviese completamente abierta y se quedó allí, acostumbrándose a la penumbra para ver lo que había dentro. No tardó en verlo. Xerxeus, por su parte, no se movió de allí en todo el proceso, pero sí hizo un breve inciso.

Xerxeus.- Esta espada se dio por destruida con la caída del Heraldo —explicó—. No obstante, Hyrule ignoró durante años que ella hizo en realidad fue viajar a su lugar de origen. El reino donde habitaban los demonios. Aquí ha esperado desde entonces.

Link se había vuelto ligeramente para mirar a Xerxeus durante su explicación. Después, decidió internarse un tanto en la sala, seguido de algunas palabras más del león.

Xerxeus.- Es muy interesante —continuó—. Hace siglos, tras su derrota, el Heraldo mismo maldijo a todo el linaje portador del espíritu del héroe y al de la herencia de Hylia... Y ahora, la mala suerte de no haber podido completar el plan de los demonios y la maldición del linaje a los herederos del espíritu del héroe... Ambas cosas rotas al mismo tiempo y por la misma persona.

Esa vez, dejó que Xerxeus hablara sin girarse. Siguió avanzando hasta que llegó a unos escalones, que llevaban a una zona central a más altura que lo demás. Link ascendió por las escaleras, sintiendo un déjà vu con ciertas diferencias notorias. Disfrutó de cada paso, de cada movimiento, de cada escalón que subía. Y cuando llegó hasta arriba, se permitió el lujo de contemplarla. Fue como una conversación sin palabras.

Era una espada, cuya empuñadura tenía una forma similar a la de la Espada Maestra Sagrada, pero en tonos negruzcos y rojizos. Las alas que decoraban la empuñadura, parecían más bien las garras de un animal. Su hoja, del mismo color que la empuñadura, era más ancha, perfilada con broncos dientes afilados, haciéndola tener el aspecto de una sierra adornada. A Link le pareció un arma increíble. Increíble y desaprovechada. Demasiado tiempo encerrada sin que nadie la utilizase. Ahora, bullía de ganas por que alguien la sacase del pedestal.

La Espada Maestra Oscura emitió pequeñas pulsaciones de una tenue aura rojiza y Link obedeció a su llamado silencioso.

Con la mano derecha, torció ligeramente el brazo y fue paseando uno a uno los dedos por la empuñadura, desde el meñique hasta el índice. Notó cada detalle de ese acero sombrío en su mano y sintió pequeños calambres en la mano que le brindaron una sensación maravillosa de poder. Finalmente, cerró el puño y con fuerza, sacó la hoja del pedestal en el que llevaba siglos aprisionada.

La espada era un mandoble pesado, aunque Link podía perfectamente con ella. La giró y la alzó ligeramente en el aire. Poco después de verse la hoja liberada, Link lo sintió. Y Xerxeus vio todo el espectáculo desde el final del pasillo.

Link estiró el brazo y colocó la espada apuntando hacia el frente. La Espada Maestra Oscura estaba reaccionando a él y su cuerpo a la espada. Ambos entraron en una comunicación no verbal que duró unos cuantos minutos. El chico cerró los ojos y la dejó hacer. Poco a poco, ese poder que liberó con algo de esfuerzo durante el combate contra los Sabios, se sintió natural, orgánico, parte de su ser.

Desde la mano con la que sostenía la espada, un color gris comenzó a teñir toda su piel. En medio de ese color, se percibían en ciertos puntos, marcas negras apareciendo, como dibujos en la piel, tatuajes que la espada se permitió el lujo de trazar en su portador. Link dejó que el proceso se completase. El gris avanzó por su cuerpo, esta vez, tiñendo toda su figura completamente. Su cabello cambió de color a un rubio ceniza apagado, y parecía que más de esos dibujos se le habían trazado por la espalda. Se dejaba entrever por el cuello de su camiseta.

Una vez sintió que el proceso había tocado a su fin, Link se movió un tanto. Bajó la espada, sintiéndose diferente, pero mucho mejor. Se sentía invencible, ahora más que nunca. Se sentía completo al fin, capaz de todo. Se notaba dominante, con ansias de conquistar, masacrar. Tenía más ganas que nunca de todo eso. Y gracias a lo que le habían brindado, ahora podría hacerlo.

El chico abrió los ojos al fin y miró al león. Éste le sostuvo la mirada durante unos segundos. Sus ojos habían pasado de ese cristalino color azul, a ser de iris ambarinos, llameantes, que casi brillaban con luz propia. El humor vítreo de sus ojos había cambiado de su blanco natural a negro, un vacío que hacía que su mirada fuese más temible, a la par que extrañamente hermosa.

Xerxeus sonrió. El chico había sufrido la metamorfosis que haría que automáticamente dejase de ser hyliano, aunque sus ojos ya decían que no se sentía como tal desde hacía tiempo.

Fue entonces cuando Xerxeus, muy lentamente, agachó la cabeza y la volvió a subir, a modo de reverencia. Link descendió por las escaleras a la par, llevando a un lado la enorme espada que una vez fue del Heraldo. Los dos sonrieron de forma sincronizada.

Xerxeus.- ¿Qué será lo que hagas ahora...? —Le preguntó—. ¿Cuáles serán ahora tus intenciones... Or-Volka?

¡Hola! Aparezco por aquí para contaros algunas cosas sobre la nueva forma de Link, su nombre y algunas curiosidades ^^.

Para empezar, para que os hagáis una idea del punto de partida, este es el diseño original que aparecía en los concepts de Benjamin Walton (Spire XII o XIII):

Me gustó muchísimo el diseño, aunque hubo ciertos detalles que los cambié (varios de ellos los veréis en próximos capítulos).

Y aquí os dejo un "póster" que hice de Link con su nueva forma, a mi manera:

En un inicio, iba a llamar a Link, "Dark Link" en su nueva forma, pero se me hacía raro que se presentase de esa manera (es como si yo de repente me vuelvo mala y decido presentarme como... ¿Dark Lydia? Me parecía muy ridículo xD)

Así que me puse a pensar en otro nombre y, revisando los vídeos en los que hablan del URA Project, salió un nombre a la palestra del que yo no sabía nada y que me gustó mucho. A cierto personaje, en ese vídeo, decían que uno de los sobrenombres que tenía era algo así como "Orvolca". No llegué a entenderlo bien porque el vídeo estaba narrado con el Loquendo y los nombres así raros se le suelen hacer bola, así que yo lo interpreté un poco como me apeteció XD.

El nombre acabó siendo para el fic "Or-Volka", pensando que me había inventado la manera de escribirlo por no entenderlo bien. 

Y poco tiempo después, descubro en la página de arte conceptual de Benjamin Walton, que hay un apartado exclusivo con el nombre de "Orvolka". O sea, yo pensaba que me había inventado el 90% del nombre, que no lo oí bien... Y resulta que lo único mío que hay ahí es el guión del medio XDDDD. En fin, la historia de mi vida.

Además, me pareció coherente juntar ese nombre con Link, más adelante veréis por qué.

Os dejo por aquí también un concept mío de Mascot, de cómo le imagino yo dentro de esta historia:

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