── 𝟎𝟕. 𝐍𝐞𝐱𝐭 𝐈𝐬𝐥𝐚𝐧𝐝

𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐒𝐈𝐄𝐓𝐄 ── 𝐒𝐈𝐆𝐔𝐈𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐈𝐒𝐋𝐀

Mar y Buggy caminaban con paso firme, ocultos bajo capas oscuras que disimulaban su identidad. Sus capuchas caían sobre sus rostros, creando sombras que ocultaban sus expresiones mientras se adentraban en el corazón de la ciudad. La razón del disfraz era clara: Mar temía ser reconocida nuevamente después del incidente del bar en la Villa Foosha y del día anterior. No podía permitirse distracciones ni problemas ahora que estaban posiblemente cerca de descubrir más sobre su hermano.

Buggy, se cubría por simple precaución. Aunque su habitual dramatismo seguía presente, había una seriedad en su comportamiento que reflejaba la importancia del lugar al que se dirigían. Caminaban en silencio por las abarrotadas calles de Loguetown, donde el bullicio de la vida cotidiana se mezclaba con los susurros de los secretos y las leyendas que la ciudad albergaba.

La tripulación de Mar —Hikari, Ren y Kaito— se había dispersado para buscar pistas, investigando discretamente entre la gente, mientras la tripulación de Buggy hacía lo propio. Sin embargo, la sensación de que algo grande estaba por suceder seguía rondando en el aire.

—No pensé que volvería aquí... —murmuró Mar, rompiendo el silencio mientras mantenía la mirada fija en el horizonte, aunque sus palabras resonaban más en su mente que en el bullicio que los rodeaba.

Buggy, que caminaba a su lado, levantó una ceja bajo su capucha, aunque su expresión seguía siendo mayormente neutral.

—¿Estuviste aquí antes? —preguntó con un tono curioso, aunque sin apartar demasiado su atención del camino.

Mar asintió, sin girarse hacia él.

—La última vez que estuve fue cuando ejecutaron a Roger. —Su voz, aunque tranquila, llevaba un peso emocional evidente—. Era una niña, recuerdo el caos, la multitud... y el silencio justo antes de que lo mataran. Todo cambió después de ese día, la sonrisa de Roger quedó grabada en mi memoria

Buggy se quedó en silencio por un momento, asimilando lo que Mar acababa de compartir. Aunque él no había estado en Loguetown durante la ejecución, el impacto de la muerte de Roger había resonado en todo el mundo, cambiando el curso de la historia y sus vidas para siempre.

Finalmente, soltó un suspiro, quizás un poco más teatral de lo necesario, pero no por ello menos sincero.

—Este lugar tiene una energía extraña, ¿verdad? —comentó, intentando aliviar un poco la tensión—. Cada vez que vengo aquí, algo raro pasa —Su tono cambió a uno más oscuro—. La última vez, un mocoso llamado Luffy casi me hace revivir los peores recuerdos de mi vida.

Mar lo miró de reojo, curiosa.

—¿Luffy? —repitió, ya sabiendo de quién hablaba.

Buggy se detuvo un momento, casi como si le costara recordar la escena por la mezcla de rabia e incredulidad.

—Sí, Luffy, el chico del sombrero de paja. —Buggy bufó, cruzándose de brazos por debajo de su capa—. El mismo que tiene una recompensa enorme. Intentó enfrentarse a mí cuando estábamos en Orange Town, ¿lo puedes creer? Y para colmo, traté de ejecutarlo en este lugar donde mataron a Roger. ¡Pero no salieron como planeé!

Mar ya había oído hablar de Luffy. Sabía quién era, y aunque nunca lo había conocido personalmente, su nombre resonaba en los mares. No era cualquier pirata; era alguien que, de alguna manera, atraía la atención de todos los que se cruzaban en su camino. Mar, oculta tras su capa, sonrió para sí misma al pensar en ello.

—Luffy... tiene una recompensa bastante alta, si mal no recuerdo —comentó, con cierto tono pensativo.

—¡30 millones de berries! —exclamó, claramente indignado—. ¡30 millones por ese mocoso! ¡Es ridículo! ¡Ni siquiera tiene la mitad del estilo que tengo yo! Y aun así, el mundo parece estar a sus pies.

Mar dejó escapar una pequeña risa ante el arrebato de Buggy, aunque no por burla, sino por la exasperación que claramente mostraba. El payaso pirata siempre tenía una forma de exagerar las cosas, pero en este caso, su frustración parecía genuina. Para alguien como Buggy, que había estado en la tripulación de Roger, ver a alguien como Luffy recibir tanta atención debía ser casi insultante.

—Luffy está siguiendo su propio camino —dijo Mar, volviendo a mirar al frente—. Igual que nosotros, lo que no tenemos en común es el interés del tesoro

Buggy la observó en silencio durante unos segundos, sin saber bien qué decir. Sabía que Mar no estaba detrás del tesoro más grande del mundo, pero algo en su tono y en la determinación de sus palabras le hizo preguntarse qué era exactamente lo que buscaba.

—Si no es el One Piece —preguntó finalmente, con una leve sospecha en su voz—. ¿Que podría hacerte volver a este lugar?

Mar apretó los labios por un momento, antes de responder con honestidad.

—Respuestas —dijo, su voz ahora más baja—. Sobre el paradero de mi hermano y los secretos que parece haber guardado. Necesito saber qué parte de todo esto es real.

Buggy asintió lentamente, comprendiendo el peso de sus palabras. Aunque su propio pasado estaba lleno de cicatrices, Buggy no era ajeno a la sensación de buscar algo más allá del tesoro. Aunque no lo admitiría fácilmente, Buggy también tenía sus propios demonios que lo seguían.

Mientras continuaban caminando por las calles de Loguetown, Buggy y Mar mantenían la distancia con la gente que pasaba, aunque no pudieron evitar notar los susurros que comenzaban a circular. La gente hablaba, intercambiando miradas y apuntando con disimulo hacia la figura encapuchada de Mar.

—Parece que te están reconociendo —dijo Buggy en voz baja.

Mar se tensó, pero trató de mantener la calma.

—No me importa —respondió con firmeza—. Hemos venido a buscar respuestas, y las obtendremos.

Mar y Buggy siguieron avanzando por las calles de Loguetown, cada paso los acercaba más al lugar que ambos sabían que sería crucial para sus respectivas búsquedas. La tensión en el ambiente se palpaba, y aunque sus capuchas los mantenían, en parte, ocultos de las miradas curiosas, el creciente murmullo en las calles indicaba que algunos ya comenzaban a sospechar.

Mar sentía cómo los ojos de los demás la seguían, pero decidió ignorar las miradas inquisitivas. Sabía que no podían permitirse distraerse.

—No podemos seguir caminando mucho más si la gente sigue prestándonos atención —murmuró Buggy, mirando a su alrededor con desconfianza—. Si esto se descontrola, podríamos terminar en una pelea antes de encontrar lo que buscamos.

Mar asintió sin mirarlo, consciente de la situación.

—Sigamos adelante por ahora. Nos dividiremos cuando estemos más cerca —respondió, manteniendo el ritmo mientras los ecos de las conversaciones a su alrededor seguían resonando.

Llegaron a una intersección, y la plataforma de ejecución de Roger comenzaba a asomar entre los edificios, imponente y cargada de historia. El simple hecho de verla provocó que Mar sintiera un nudo en el estómago. Recordó las palabras de Buggy sobre lo que había ocurrido con Luffy en ese lugar, y no pudo evitar imaginar el caos de aquel día. Sus pensamientos volaron hacia el pasado, hacia su propia experiencia en la ejecución de Roger. Todo había cambiado desde entonces, no solo para ella, sino para el mundo entero.

Buggy notó la tensión en el rostro de Mar y decidió romper el silencio.

—Supongo que ahora entiendes por qué no me gusta este lugar —dijo con su típica mezcla de burla y seriedad—. Todo lo que tiene que ver con Roger atrae problemas. Y parece que no somos los únicos interesados en lo que dejó atrás.

Mar miró de reojo a Buggy. Su semblante reflejaba algo más que simple frustración. Parecía que, en el fondo, había más historia entre él y Roger de lo que dejaba ver.

—Aún no entiendo por qué sigues buscando respuestas aquí —continuó Buggy—. Hay otras islas, otros lugares que pueden tener más información, y sin tanta gente curiosa.

—Es aquí donde comenzó todo —replicó Mar, sin dudar—. No solo para el mundo, sino para mí. Mi hermano estaba relacionado con lo que ocurrió aquí, y necesito entender qué fue lo que lo llevó a seguir ese camino.

Buggy la miró en silencio por un momento, quizá reconociendo en ella el mismo impulso que lo había llevado a buscar el One Piece en su juventud. Aunque sus razones fueran diferentes, ambos estaban atrapados en las sombras del pasado.

—Muy bien —dijo finalmente, con una sonrisa torcida—. Supongo que no puedo detenerte, pero cuando todo esto explote en nuestra cara, recuerda que te lo advertí.

Mar sonrió levemente bajo su capucha.

—Te avisaré cuando todo estalle —respondió con una leve ironía.

Finalmente, llegaron al pie de la plaza que llevaba a la plataforma de ejecución. La imponente estructura de madera proyectaba una sombra larga y oscura sobre ellos. Alrededor, el lugar estaba sorprendentemente tranquilo, pero la sensación de historia viva en el aire era inconfundible. Mar y Buggy se detuvieron un momento para observarla, ambos perdidos en sus propios pensamientos.

—¿Y ahora qué? —preguntó Buggy, aunque sabía la respuesta.

Mar observó el lugar, tratando de concentrarse en los detalles. Sentía que cada rincón de Loguetown guardaba un secreto, una pista que la llevaría más cerca de su objetivo.

—Ahora nos separamos —dijo, mirando a Buggy con determinación—. Tú sigue buscando pistas con tu tripulación. Nos reunimos aquí al atardecer. Algo me dice que este lugar tiene más de lo que aparenta.

Buggy soltó un gruñido, claramente no muy entusiasmado con la idea de separarse. Pero, al fin y al cabo, siempre había sido un hombre que sabía jugar sus cartas cuando las circunstancias lo requerían.

—Está bien, pero no te metas en problemas sin mí, ¿entendido? —advirtió con un gesto de seriedad poco habitual en él.

Mar asintió y, sin decir más, dio media vuelta, desapareciendo entre las calles laberínticas de Loguetown. El tiempo estaba en su contra, pero la joven pirata sabía que las respuestas que buscaba estaban cerca, tal vez más cerca de lo que imaginaba.

Mar se adentró en las calles de Loguetown, sus pasos resonando en los callejones oscuros mientras su mente daba vueltas sobre las palabras que Buggy había dicho. Sabía que la ciudad guardaba secretos, pero encontrar una pista concreta sobre su hermano se sentía cada vez más como buscar una aguja en un pajar. Aun así, no podía permitirse detenerse.

El aire denso del lugar parecía cargado de misterio, y Mar no tardó en darse cuenta de que alguien la seguía. Sus sentidos se agudizaron. Aunque estaba acostumbrada a la presencia de curiosos o incluso hostiles en sus aventuras, había algo extraño en la energía que la rodeaba en ese momento. Su mano se deslizó lentamente hacia el violín, lista para defenderse si era necesario.

De repente, una figura encapuchada emergió de entre las sombras del callejón más cercano. El mismo individuo que había desaparecido el día anterior. Mar se tensó, pero no retrocedió.

—Te vuelvo a encontrar, niña del violín —dijo la figura con una voz tan calmada como inquietante.

Mar mantuvo la compostura, fijando sus ojos en la figura encapuchada.

—No soy una niña —respondió con firmeza—. Y estoy cansada de los misterios. Si sabes algo sobre mi hermano, habla ahora o déjame en paz.

La figura dejó escapar una risa baja, cargada de un extraño desprecio.

—Siempre tan impaciente... Pero ya que has llegado tan lejos, supongo que mereces una pequeña pista. —El tono del extraño cambió, adoptando una gravedad que capturó toda la atención de Mar—. Si realmente buscas a tu hermano, no encontrarás muchas respuestas aquí en Loguetown. Lo que buscas está mucho más lejos.

Mar entrecerró los ojos, tratando de descifrar las intenciones del hombre. Sabía que había algo más detrás de sus palabras.

—¿Dónde? —preguntó con un toque de urgencia en su voz—. ¿Dónde puedo encontrarlo?

La figura hizo una pausa, como si deliberara si debía o no dar más detalles. Al final, decidió hablar.

—Hay una isla, una isla remota donde tu hermano ha estado en más de una ocasión. Se llama Elbaf. Es una tierra conocida por los gigantes, y algunos piratas con renombre suelen frecuentarla. Si sigues ese rastro, quizás encuentres más que solo rumores.

Elbaf. Mar había oído ese nombre antes, una isla mítica, hogar de los gigantes y un lugar respetado en los mares. La mención de su hermano en relación con ese lugar hizo que su corazón diera un vuelco. Finalmente, una pista sólida.

—¿Qué estaba haciendo él allí? —preguntó, intentando obtener más información.

El encapuchado levantó ligeramente la cabeza, aunque su rostro seguía oculto en las sombras.

—Eso, niña del violín, lo descubrirás por ti misma cuando llegues allí. —Hizo una pausa antes de agregar—. Pero te advierto, el camino hacia Elbaf no es fácil, y lo que encuentres podría no ser lo que esperas.

—No estoy buscando cuentos de hadas. Solo quiero encontrar a mi hermano —replicó Mar, irritada por las respuestas crípticas.

—Sigue ese camino, y tarde o temprano lo encontrarás. —Con esas palabras, la figura se desvaneció una vez más, dejándola sola en el callejón.

Mar se quedó en el mismo lugar durante unos instantes, procesando lo que acababa de escuchar. La mención de Elbaf resonaba en su mente. ¿Por qué su hermano habría estado allí? ¿Qué relación tenía con esa isla? Preguntas sin respuestas inmediatas, pero por primera vez en mucho tiempo, Mar sentía que tenía un rumbo claro.

Finalmente, se volvió, dispuesta a regresar al punto de encuentro con Buggy. Mientras caminaba de regreso, una sensación de determinación la llenaba. Sabía que el viaje a Elbaf sería peligroso, pero si había una mínima posibilidad de encontrar a su hermano, lo haría sin dudar.

El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, tiñendo los cielos de Loguetown de tonos anaranjados y rosados. La ciudad, siempre bulliciosa y llena de vida, parecía envolverse en una atmósfera de expectación mientras las sombras se alargaban por las calles empedradas. Mar caminaba con paso firme hacia el puerto, donde su tripulación la esperaba. A su lado, Buggy avanzaba en silencio, con su propio rostro oculto bajo una capucha. A pesar de su naturaleza estridente y teatral, el pirata payaso mantenía un aire de seriedad, consciente de la importancia del momento.

Mar repasaba mentalmente lo que acababa de suceder en aquel oscuro callejón. El hombre encapuchado le había dado una pista, un nombre que resonaba con la fuerza de una leyenda: Elbaf. La isla de los gigantes, un lugar lleno de mitos y peligros, era ahora su próximo destino. Aunque todavía no sabía si podía confiar completamente en esa información, había algo en las palabras del hombre que le decía que no podía ignorarlo.

Cuando llegaron al puerto, las dos tripulaciones ya estaban reunidas, los tres miembros de la tripulación de Mar, esperaban cerca del barco, con expresiones de curiosidad y ligera preocupación. A unos metros de distancia, Buggy y su peculiar tripulación —Cabaji, Mohji y Richie, el león— permanecían en silencio, aunque el rostro de Buggy mostraba una mezcla de impaciencia y desdén por la espera.

Mar respiró hondo antes de dar el siguiente paso. Sabía que lo que estaba a punto de decir podía generar dudas, especialmente entre los suyos, pero no podía dejar pasar la oportunidad de seguir aquella pista.

—He hablado con ese hombre nuevamente —empezó, su voz firme pero tranquila, lo suficiente como para captar la atención de todos—. Me ha dado una pista sobre el posible paradero de mi hermano. Nos ha señalado hacia una isla... una que muchos de ustedes habrán escuchado antes: Elbaf.

Al mencionar el nombre de la isla, un murmullo de sorpresa recorrió el grupo. Los ojos de Hikari se agrandaron ligeramente, mientras que Ren cruzaba los brazos, claramente desconfiado. Kaito, como siempre, mantenía una expresión serena, aunque había una leve arruga en su frente que indicaba que también estaba procesando la información.

—¿Elbaf? —repitió Ren con incredulidad—. ¿Nos estás diciendo que ese tipo nos está enviando a una isla llena de gigantes? ¿Y vamos a confiar en lo que nos dijo? —Su tono era escéptico, pero también reflejaba la preocupación genuina por la seguridad de la tripulación.

—Lo entiendo —respondió Mar con calma, sabiendo que tendría que convencer a su tripulación—. También tengo mis reservas, pero... si hay una posibilidad de que mi hermano esté allí, o de que encontremos alguna pista sobre él, no podemos ignorarlo. Esta es la primera pista concreta que hemos tenido en mucho tiempo.

Hikari dio un paso adelante, su voz menos crítica que la de Ren, pero aún con una leve duda.

—Mar, hemos seguido muchas pistas antes que no nos llevaron a nada. Y Elbaf... bueno, no es precisamente un lugar que uno visita sin tener una razón muy clara. ¿Qué tan confiada estás en que esta pista es real?

—No lo estoy —admitió Mar, mirando a Hikari con sinceridad—. Pero no puedo quedarme sin hacer nada. Mi hermano está ahí afuera en algún lugar, y siento que estamos más cerca que nunca de encontrarlo. Elbaf es peligroso, lo sé, pero también lo es no seguir esta pista. Necesitamos respuestas.

Kaito, que hasta ese momento había permanecido en silencio, finalmente habló, con su tono calculador y medido.

—Es cierto que no tenemos muchas opciones. Pero Elbaf... No es solo una isla más. Es el hogar de los gigantes, y no todos son amistosos. Si vamos allí, debemos estar preparados para lo que sea que encontremos. Si tu hermano ha estado en un lugar como ese, debe haber una buena razón.

Mar asintió, agradecida por el apoyo de Kaito, aunque sabía que aún había escepticismo en el grupo. Ren, siempre el más crítico, soltó un suspiro exasperado.

—¿Y si todo esto es una trampa? —preguntó con los ojos entrecerrados—. No sería la primera vez que nos intentan engañar, Mar. No puedo evitar pensar que este hombre encapuchado podría estar jugando con nosotros. No sabemos nada de él.

Mar lo miró directamente a los ojos, su determinación clara.

—Tienes razón, Ren. No sabemos nada de él. Pero tampoco podemos permitirnos dejar pasar esta oportunidad. Si resulta ser una trampa, lo enfrentaremos. Pero si hay algo de verdad en sus palabras, entonces debemos intentarlo.

El silencio cayó sobre el grupo mientras las palabras de Mar se asentaban. Buggy finalmente decidió intervenir.

—Elbaf, eh... —dijo con una sonrisa irónica—. ¡Vaya, si esto no suena como una aventura completamente descabellada, no sé qué lo es! Pero déjenme decirles algo, chicos. Si vamos a Elbaf, más vale que estemos preparados. Los gigantes no son precisamente amigables con los forasteros, y no me gustaría ser aplastado por uno de ellos. Aunque, claro... —su voz adquirió un tono más serio—, si realmente estuvo allí, eso significa que es alguien con mucho poder. Y esas son las personas que siempre traen problemas.

Cabaji y Mohji asintieron, aunque el león Richie no pareció prestar demasiada atención a las palabras de su capitán. Estaba demasiado ocupado observando a Mar con una especie de adoración silenciosa, todavía encariñado con ella desde su encuentro anterior.

Mar respiró hondo y miró a Buggy, comprendiendo la gravedad de lo que había dicho. Elbaf no era un lugar cualquiera, y no sería una travesía fácil.

—Lo sé —dijo finalmente—. Pero hemos llegado demasiado lejos como para retroceder ahora.

Hikari fue la siguiente en hablar, su tono más suave y empático.

—Sea lo que sea, iremos contigo, Mar. No importa cuán difícil sea, no te dejaremos sola en esto.

Ren, aunque seguía mostrando signos de duda, asintió con la cabeza, aceptando la decisión del grupo. Aunque su instinto le decía que debían ser cautelosos, no podía abandonar a Mar cuando más los necesitaba.

Kaito, como siempre, fue más pragmático.

—Entonces, si Elbaf es nuestro próximo destino, necesitaremos prepararnos. No podemos simplemente zarpar sin más. Necesitamos suministros y un plan claro. Sabemos que los gigantes son poderosos, y no podemos permitirnos subestimarlos.

Buggy, que ya había recuperado algo de su actitud teatral, sonrió con arrogancia.

—¡Bueno, parece que todos estamos de acuerdo entonces! —exclamó, extendiendo los brazos dramáticamente—. ¡Nos dirigimos a Elbaf! Pero recuerden, si esto es una trampa, ¡me aseguraré de que ese hombre encapuchado lo pague caro!

Mar asintió, agradecida por la alianza que, aunque inusual, ahora compartía con Buggy y su tripulación. Sabía que el viaje sería difícil, y que las respuestas que buscaba no llegarían fácilmente. Pero al menos tenía a su lado a su tripulación y, por ahora, el apoyo de Buggy.

—Mañana zarpamos —anunció Mar con determinación—. Reuniremos los suministros necesarios y prepararemos nuestros barcos. No sabemos qué nos espera en Elbaf, pero estaremos listos.

Las dos tripulaciones comenzaron a dispersarse, preparándose para lo que les aguardaba. Mientras el viento del puerto soplaba suavemente, Mar se quedó un momento observando el horizonte. No podía evitar sentir una mezcla de emoción y miedo. Estaba más cerca que nunca de las respuestas que tanto tiempo había buscado, pero también sabía que cada paso la acercaba a peligros desconocidos. Su próximo destino estaba claro: Elbaf.

La noche había caído sobre Loguetown, y el puerto estaba casi desierto. Mar y Buggy se encontraban sentados junto a la orilla, lejos del bullicio de la ciudad. Las olas rompían suavemente contra los muelles, creando un ambiente tranquilo en contraste con el caos y las revelaciones que habían vivido durante el día.

Mar, con su violín sobre las piernas, lo acariciaba distraídamente, como si tocara una melodía invisible en su mente. Las palabras del hombre misterioso seguían pesando en su mente. La isla mencionada había desatado una nueva ola de incertidumbre, pero también le había dado un atisbo de esperanza. Quizás, finalmente, estaba un paso más cerca de descubrir la verdad sobre su hermano.

Buggy, por otro lado, parecía más inquieto que de costumbre. El payaso pirata, conocido por su vanidad y sus explosiones de emoción, ahora mostraba una extraña calma. Sin embargo, su mirada furtiva hacia Mar dejaba entrever que algo lo incomodaba.

—Ese tipo... —comenzó Buggy, rompiendo el silencio—. ¿Realmente crees en lo que dijo? Los hombres misteriosos como él no suelen traer buenas noticias.

Mar, sin apartar la vista de las olas, asintió lentamente.

—No lo sé —respondió—, pero no puedo ignorarlo. Esta podría ser la única pista real que tengo. No puedo permitirme dejarla pasar.

Buggy se cruzó de brazos, frunciendo el ceño.

—Tal vez tengas razón. Pero he visto a demasiada gente confiar en la palabra de extraños solo para ser traicionados más tarde. Debes tener cuidado, Mar. El mundo es peligroso, especialmente para alguien que busca respuestas en lugares tan oscuros.

Mar suspiró, apoyando su violín a un lado y girándose hacia Buggy. Por primera vez desde que habían forjado su alianza, le mostró una vulnerabilidad que rara vez permitía salir a la luz.

—Buggy, sé que no es fácil confiar en lo que no se conoce, pero... —su voz tembló por un momento—. He estado buscando respuestas durante tanto tiempo. Mi hermano me dejó sin una palabra, sin una explicación, y todo lo que tengo son pedazos de un rompecabezas que no puedo armar. No sé si lo que dijo ese hombre es cierto, pero tengo que intentarlo.

Buggy la miró en silencio, su expresión cambió de la burla habitual a algo más comprensivo. Sabía lo que era sentir que alguien importante lo abandonaba. Lo había experimentado en su propio viaje, cuando su capitán desapareció, y más tarde, cuando sus compañeros tomaron caminos diferentes. Aunque no lo diría en voz alta, entendía la necesidad de buscar respuestas, incluso si eso significaba adentrarse en lo desconocido.

—Haces bien en no rendirte —murmuró finalmente Buggy, sorprendiéndose a sí mismo por su tono genuino—. Pero no olvides que el mundo no te debe nada, Mar. Si quieres esas respuestas, tendrás que luchar por ellas.

Mar lo miró a los ojos, agradecida por las palabras, aunque sabía que venían de un hombre que rara vez era tan honesto. En ese momento, comprendió que, a pesar de todas las diferencias, había algo que los unía: ambos sabían lo que era vivir con un vacío, con la sensación de haber sido dejados atrás.

—Lo sé —dijo Mar, esbozando una pequeña sonrisa—. Y no estoy sola en esto. Tengo a mi tripulación... y ahora a ti.

Buggy parpadeó, sorprendido por el comentario, y rápidamente se recompuso, sacudiendo la cabeza exageradamente.

—¡Ah! ¡No te equivoques! —exclamó, volviendo a su tono teatral—. ¡Esto es solo una alianza temporal! No creas que voy a convertirme en tu salvador ni nada por el estilo.

Mar soltó una pequeña risa, disfrutando de la comedia involuntaria de Buggy.

—Lo sé, Buggy. Pero aún así, gracias.

La brisa nocturna soplaba suavemente, y ambos se quedaron en silencio por unos minutos más, escuchando el sonido del mar y las lejanas voces del puerto. Aunque las palabras del hombre misterioso seguían siendo una sombra en la mente de Mar, en ese momento encontró un poco de paz en la compañía del pirata payaso.

Finalmente, Buggy se levantó, sacudiéndose la arena de su capa.

—Bueno, creo que es hora de volver al barco. Mañana será otro día de locura, estoy seguro. Y, si ese tipo no estaba mintiendo, tendremos una isla que explorar.

Mar asintió y se levantó también, tomando su violín con cuidado.

—Sí, mañana nos acercaremos un poco más a la verdad.

Mientras se dirigían de regreso a los muelles, Mar miró una vez más hacia el horizonte. Aunque el futuro seguía siendo incierto, algo había cambiado esa noche. No solo en la búsqueda de su hermano, sino en la relación con Buggy. La alianza que inicialmente parecía superficial, estaba empezando a solidificarse. Tal vez, de alguna manera, ambos estaban buscando lo mismo: un sentido de pertenencia, de entender el pasado, y de forjar su propio destino.

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