III

Chapter 3:- Boda

Ya había perdido la cuenta de cuantas veces había suspirado tratando de tranquilizar los latidos de su corazón, la razón de ello era que su padre no se callaba y cada vez los nervios se hacían presente e iban aumentando, en cuanto le decía lo que debía hacer durante la luna de miel con su esposa para no la echara a perder, molestándolo de paso.

Desesperado, pasó su diestra por sus cabellos tratando de no asesinar a su padre el mismo día en que se iba a casar, mucho menos quería dejar sola a Rosé con un niño de casi tres años quien preguntaría por su padre y abuelo durante mucho tiempo. No, tenía que tranquilizarse y hacer callar de una u otra manera a ese viejo molesto y sinvergüenza que en cada momento le hacía recordar su juventud adulterada y demasiado madura al comenzar a tener intimidad con tan solo quince años.

-Papá, cierra el pico, ¿quieres? .-pidio casi sin paciencia.-mi vida con Rosé no es de tu incumbencia, lo hecho, hecho está. Y aunque pudiera retroceder el tiempo, ... no me arrepentiría de hacerla mía, porque estoy sinceramente enamorado de mi mujer, ¿entendiste? .-completo seguro de sí, por fin, callándolo.

El mayor soltó una leve risilla al mismo tiempo que sus comisuras se anchaban confundiendo a su primogénito.

-Quería escucharte decir esas palabras hace mucho tiempo.-acepto mirándolo sonriente.-estoy seguro de que esa chica nació para estar a tu lado, hasta podría decir, y nunca me equivoco, ustedes dos siempre estuvieron destinados a conocerse y hacer una familia. Te felicito porque conseguiste a una mujer que te ama, comprende y apoya en todos los sentidos.-le decía mientras le daba suaves golpecitos en el brazo izquierdo.-oye, espero que me den muchos más nietos, recuerda que ya estoy en la mitad de mi vida, necesito un hogar armonioso y cálido.

-... Eso no depende de mí, pero lo intentare.-dijo resignado.

-¡Nada de intentos, quiero una guardería! Así que anda preparando a tus amigos para esta noche, puedes iniciar con darle un par de gemelas para que el pequeño Seong Hwa pueda compartir sus juguetes.-finalizo mientras asentía imaginándose un montón de pequeños Jimin y Rosé corriendo por toda la casa siendo él que los perseguía vestido de algún espectro terrorífico haciéndolos llorar.-sí, eso sería divertido.

-Eres el peor abuelo del mundo, nunca te dejare a cargo de mis hijos.-se negó al pensar en sus ideas futuras.-no quiero que mis niños se orinen en la cama por tu culpa, me niego rotundamente.

El adulto intentó justificarse, pero justo en ese momento se abrió la puerta del cuarto compartido, ingresando su hermano menor indicándole que en pocos minutos debía salir en compañía de su futura esposa al gran evento.

-Oye, hyung.-lo llamó viéndolo por el reflejo del espejo mientras este se arreglaba la cortaba del traje.-¿qué harás en tu luna de miel?

-¿Qué, se colocaron de acuerdo para hincharme las pelotas? .-gruñó casi matándolo con la mirada.-eso no es de tu incumbencia.

-Debes tratarla bien, se ve que ella es demasiado tímida; aunque bueno, ya tuvieron su primer hijo. Pero, aun así, considero que deberías tratarla bien, consentirla un poco, no vaya a ser que se enamore de otro tipo durante el viaje, ¿no?

Rosé, ¿tímida?, sí con el resto, pero con él en la intimidad, era toda una gata en celo

-Ya déjenlo en paz.-se aventuró a decir una voz femenina. Su madre se había hecho presente salvándolo de esas dos piedras en sus zapatos.-todo estará bien, lo sé.-dijo la mujer acomodándole el cuello de la camisa junto a un amplia y sincera sonrisa.-la ambas con locura, ¿no? .-cuestiono en un susurro solo para él, ganándose un sutil sonrojo en las mejillas de su hijo mayor.-se refleja en tus ojos, querido.-musito besándole la mejilla relajándolo.-bien, ya es la hora. Vamos.

Los tres hombres se dieron una última mirada dándose fuerza y con toda la seguridad del mundo, él, Park Jimin cruzó la puerta para unirse por siempre con la única mujer y dueña de su mente y corazón; Park Chaeyoung.

La ceremonia dio inicio y mientras la observaba, solo podía pensar en todos esos momentos a su lado; desde la primera vez que la conoció hasta el día en que su hijo había nacido prometiéndose estar juntos hasta en su próxima vida. Rosé escuchó atentamente cada palabra de los votos matrimoniales, los cuales la emocionaron al borde de llorar a mares ocultando su vergüenza tras sus manos.

Finalmente, le coloco el anillo cerrando así su unión para toda la vida. Al llegar a recepción, bailaron juntos no sin antes besarse ante la cantidad de invitados y familiares quienes aplaudieron emocionados y extasiados al verlos así de felices.

-Te miras hermosa.-susurro contra el oído de su mujer, al mismo tiempo que mordía suave el lóbulo de ella provocando que soltara un sutil gemido para él.-no sabes cuanto deseo hacerte mía, bonita.-la rubia sonrío y apegándose con otras intenciones al cuerpo contrario, supo que ella también deseaba estar en sus brazos.

-Te amo, Jimin-ah, te amo.

-Y yo a ti, princesa, no sabes cuanto.-mu sito para nuevamente unir sus labios, esta vez, de una manera más pasional y hambrienta, asombrando a sus familiares al ver que la ahora señora Park, le correspondía de la misma manera aferrándose a la nuca de su esposo. Esa escena pasaría a la historia para muchos, sobre todo para el padre y hermano de Jimin, que tenían un concepto más sumiso por parte de su nuera y cuñada.

Al parecer nos equivocamos, ¡Jimin la corrompió con su lujuria!

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Ya habían pasado diez años desde el día de su boda, ahora, conduciendo un auto más familiar donde cayeran ellos cinco cómodamente mientras iban de camino a la ciudad natal del cabecilla de la familia. Dio una mirada al espejo retrovisor donde iba su esposa con la más pequeña entre sus brazos y el par de gemelos a sus costados, los cuales jugaban divertidamente con sus apartados tecnológicos; y él, con el mayor de todos a su lado derecho, Park Seong Hwa, su primogénito de doce años y dolor de cabeza al ser igual o peor de molesto que su tío y abuelo.

Al estacionarse, pudo darse cuenta de que, tras pasar tantos años, la casa seguía igual que siempre, solo que en el jardín aún permanecía el columpio de neumático y la casita en el árbol cerca del cercado trasero.

Tan solo anunciarse y tocar el timbre, a sus oídos llegaron los gritos y chillidos por parte de sus sobrinos desde el interior del hogar. Estos mismos le dieron la bienvenida al recibidor con abrazos cálidos y jaladas de ropa insistiendo en que debían pasar a la cocina ya que había mucha comida, los primeros en pasar fueron sus hijos siendo arrastrados por sus primitos menores y ellos dos, solo pudieron darse una sonrisa y negar con pesar.

Observó como Rosé mantenía acurrucada a su nena de casi dos años entre sus brazos y solo pudo pensar en que se había ganado la lotería con ella, definitivamente sí existía el primer amor y hasta podías llegar a casarte con él si te lo proponías, hacerte anciano y ver crecer a tu propia familia al pasar los años.

El día de su boda había sido el inicio de una bella vida junto a la rubia y agradecía a Dios por haberla puesto en su camino, permitirle ser su primer todo y unir su vida con ella. Como también que le agradecía a Rosé que lo haya elegido a él entre tanta cucaracha molestándola a su alrededor, serle fiel, por seguir amándolo desde el primer momento, por haberle dado cuatro hijos; y otros más, que quizás viniesen con el pasar del tiempo, por estar siempre apoyándolo en sus tropiezos y caídas, por ser solo ella, le agradecía muchas otras cosas más y lo bueno que es que ella era consciente de cada una de esas virtudes.

-¿Vamos? .-pronuncio la mujer al escuchar las voces de sus hijos llamándolos desde la sala.-¿Jimin, pasa algo malo? .-cuestiono al notar que no le quitaba la mirada de encima.-Jim ...

-Te amo.-dijo sorprendiéndola, no se esperaba que soltara esas palabras tan fácilmente.-realmente te amo, Roseanne.-confeso dándole una sonrisa sincera.

-Jimin-ah ... .-musito para luego regalarle una brillante sonrisa de igual manera.-, y yo estoy agradecida de que me ames.

Ambos se observaban con sumo amor verdadero, el cual era reflejado en el brillo especial de sus ojos y aunque las palabras sobraban; sabían que pensaba uno del otro.

Eres la pieza perfecta que hacía falta en mi rompecabezas

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Momo

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