Shadow no terminaba de comprender a su novio, tenían ya dos años de ser pareja y cuatro años de conocerse, y en todo ese tiempo el sabía de la gran hidrofobia que padecía el cobalto.

Pero se le hacía extraño, que uno de los pasatiempos, o hobbies, del cobalto, fuera recoger conchitas a la orilla del mar. Se le hacía extraño ya que el cobalto le temía al agua, pero no tenía ningún problema en recoger conchitas cerca del mismo.

—¿Estás seguro qué quieres ir Sonic?

Justo esa misma tarde, el cobalto quería que su novio lo acompañará al mar para recoger algunas conchitas, el azabache esperaba salir al cine o a comer cuando su novio le dijo que quería salir con él.

Pero no esperaba que fuera para ir al mar.

Claro que no le desagradaba la idea de hacer tal actividad, pero le extrañaba que fuera Sonic quien tuviera la iniciativa de hacerla.

—Dime la verdad Shadow, desde que te dije que quería ir al mar no has dejado de pensar mucho —se encontraba acomodando un frasco en el cual irían las conchitas que recolectaría.

Shadow se vio atrapado, no esperaba que su novio se diera cuenta de su actitud, aunque a decir verdad, ¿a quién quería engañar? Su novio era muy observador, y esa ocasión no iba a ser la excepción.

—No entiendo Sonic.

El cobalto se extrañó, no esperaba recibir esa respuesta.

—¿Qué no entiendes?

—Le tienes una fobia al mar, no soportas entrar al agua, tratas de mantenerte lejos de él, y vienes y me dices que quieres ir a recolectar conchitas del mar que precisamente están a la orilla del mar.

Al escuchar ello el cobalto comenzó a reír, sacando de sus cabales al azabache. Con eso Shadow menos lo entendía, trataba, lo intentaba, pero pareciera que dijo el mayor chiste de su vida.

Se le quedó viendo al cobalto en espera de que dejara de reír, no le caía nada de gracia que el cobalto se riera de ello.

—¿Se puede saber qué es tan gracioso?

—Perdoname Shadow, pero me sorprende que digas eso —aún reía pero ya no era tan escandaloso como antes.

—¿Qué quieres que piense Sonic? Te da miedo el agua en general, y me dices que quieres ir a la orilla del mar a recolectar conchitas, ¿qué clase de hobbie extraño es ese? —le cuestionó aún confundido por aquel hobbie.

—Oh Shadow, estas igual que mis hermanos, desde niño siempre me han gustado las conchitas, mamá siempre me traía un tarrón lleno de arena blanca para ir con ella a los lagos que estaban cerca de la casa y juntos recolectabamos todas las conchitas que pudiéramos. Fue una costumbre que se me quedó gracias a ella, y sí, me da miedo el agua, pero es un miedo que se me olvida cuando voy a la orilla del mar para recolectar conchitas —sacó uno de los tantos tarrones que tenía, el cual contenía aquella arena blanca y claro, se encontraba vacío de conchitas.

—Entonces-

—Mira, más sencillo, si quieres acompañarme adelante, pero si no quieres, dímelo para ir yo solo y no estar perdiendo el tiempo tratandote de explicarte porque tengo ese hobbie tan extraño —y sí lo era.

—Esta bien, esta bien, vamos —respondió, aún tenía la duda pero no quería pelear con su pareja.

—Tan lindo tú —se aproximó a él y le pellizco con cariño una de sus mejillas morenas.

Después de decir eso, ambos erizos salieron de su hogar en dirección al mar.

Pero eso sí, el azabache tendría que soportar ese extraño hobbie que su pareja tenía.