𝐗𝐗𝐕𝐈𝐈. 𝐀𝐫𝐦𝐚𝐝𝐮𝐫𝐚
𝐒𝐚𝐯𝐚𝐧𝐧𝐚 𝐕𝐞𝐠𝐚
Mᴇ ᴇɴᴄᴏɴᴛʀᴀʙᴀ ᴍɪʀᴀɴᴅᴏ ᴀ ʟᴀ pizarra fijamente. La voz de mi profesor se escuchaba como un eco en mi cabeza, al igual que los 'tic, tac' del reloj de pared que colgaba en la pared de la clase.
No estaba prestando absolutamente nada de atención. Absolutamente nada. Como siempre últimamente.
Mis ojos se sienten cansados por no dormir y no encuentro ánimo en nada. Normalmente era Pedri quien solucionaba mis atormentos, pero el que me carcomía ahora mismo tenía que ver con él.
La casa está hecha un caos, no soporto estar allí. Obviamente, no tengo de otra porque sigo trabajando allí. Katia se está quedando en la casa y hay gente de arriba a abajo que no conozco para arreglar el tema de la boda.
El día del casamiento se ha adelantado: es dentro de dos días. Para no causar ningún imprevisto con la prensa lo han hecho así, rápido y veloz.
El sonido de la campana es el que me despierta de mi ensoñación. Cojo mis cosas y me levanto para marcharme. Espero a que todos mis compañeros salgan y me dirijo hacia mi puerta. Justo antes de cruzarla, la voz de mi profesor llama mi atención.
—Savanna —pronunció mi nombre —, ¿puedo hablar un momento contigo?
Me giré sobre mi misma y me paré frente a él.
—Sí, dime.
Él inspeccionó mis facciones con preocupación antes de hablar.
—¿Estás bien? Te veo bastante decaída últimamente —dijo sin dejar de inspeccionarme —. Eres una de mis mejores alumnas y me sorprende tu estado. No has aprestado atención en toda la clase.
—No estoy pasando por un buen momento —expliqué —. Prometo volver a ser la misma estudiante de antes. Sólo necesito un poco de tiempo.
Mi profesor me miró con seriedad.
—¿Has comido? Estás pálida, parece que no lo has hecho.
Negué la cabeza desviando la mirada.
—No tengo hambre últimamente. —respondí sin más.
Él bufó.
—No sé qué te pasa, Savanna, pero espero que puedas solucionarlo de algún modo. —habló serenamente, empezando a recoger sus cosas.
Yo formé una fina línea con mis labios y asentí.
Me marché sintiendo un sabor amargo en mi boca. Es verdad que últimamente no he estado comiendo, tampoco durmiendo. Pero es que no me sale.
Saliendo de la universidad, mi móvil empezó a sonar indicando una llamada. Lo agarré y respondí enseguida cuando vi que era Anna.
—Hola. —hablé al responder
—Hola, Sav —respondió rápidamente —. Quería preguntarte que si vas a ir a la boda de Pedri. Supongo que no, ¿no? Es que Pablo me ha dicho que quiere que lo acompañe, pero no iré si tú no vas. No quiero ver la horrible imagen de Pedri casándose con una verdadera bruja.
Suspiré mientras caminaba.
—Sí, creo que iré.
—¿¡QUÉ!? —aparté el aparato móvil de mi oído ante el semejante chillido de mi amiga —. Tía, ¿eres masoquista?
—No, Anna, no solo soy —contesté riendo levemente —. No lo sé, iré por apoyo moral, supongo.
—¿Apoyo moral?
—Sí. Pedri ha estado conmigo para mis momentos malos, me ha cambiado la vida y salvado de muchas formas. Sé que él no se quiere casar con ella, es la víctima aquí. Pienso que, asistiendo, podría darle algo de apoyo para ese momento. —expliqué mejor.
Anna suspiró a través de la línea.
—Eres muy buena, Savanna. Tienes un corazón muy grande y me duele mucho que te esté pasando esto, porque no te lo mereces.
Sonreí ante sus palabras.
—Gracias, Anna. Tú apoyo me ayuda mucho —le dije sinceramente —. Además, si voy, a lo mejor de alguna forma, puedo evitar enamorarme más de él y que se me meta en la mente ya de una vez que lo nuestro es imposible.
—No puedes evitar lo invitable, Savanna. —bufó mi amiga.
Chasqueé con mi lengua.
—Pues ojalá se pudiera.
Después de despedirnos, colgué la llamada y me senté en la parada del autobús para dirigirme a la casa de Pedri.
☆
C
uando entré a la casa y cerré la puerta tras de mí, lo primero que escuché fue la risa de Katia. Cerré los ojos con fuerza de la rabia. No soportaba tenerla cerca.
Después de dejar mis cosas en mi cuarto y ponerme el uniforme de trabajo, me dirigí a la cocina, encontrándome con Sofía. Se podría decir que nadie estaba de humor desde que Katia se instaló, y Doña Carrero no era la excepción.
—Hola. —le saludé desanimada.
—Hola, cariño —me respondió del mismo modo —. Están los padres y el hermano de Pedri, y la madre de Katia también. Han venido para almorzar y conocerse por el casamiento.
Yo asentí decaída y suspiré recomponiéndome.
—¿Tengo que hacer algo? —pregunté.
—Sí, lleva estas jarras con bebidas.
Asentí cogiendo la bandeja y me dirigí a donde sabía que estaban, en la mesa del patio.
Tragué duro cuando vi a todos a lo lejos. Sentí la mirada de cada uno de ellos puesta en mí nada más entrar en el lugar. Evité a toda costa cruzar miradas con algunos de ellos.
Coloqué las jarras en el centro de la mesa en total silencio, sin decir nada. Nada más poner la jarra que contenía zumo de naranja, Katia la agarró, y rápidamente, llenó su vaso con el contenido.
Justo cuando me giraba para salir del sitio, una voz me llamó por la espalda.
—¡Ey, Savanna! —me llamó Katia.
Me giré para mirarla apretando los dientes y la bandeja entre mis manos. No dije nada, solo la miré con atención. Un brillo travieso cruzó sus ojos mientras plasmaba una sonrisa de gato. Acto seguido, cogió el vaso lleno de zumo de naranja, y fingiendo que lo había hecho de forma accidental, lo tiró al suelo, haciendo que se partiera en miles de pedazos.
—Se me ha caído un vaso —notificó —. ¿Lo podrías recoger?
Tragué duro sintiendo una rabia fogosa recorrerme por todas partes.
—Katia, ni se te ocurra volver hacer eso —saltó Pedri enfadado, levantándose de la mesa de un salto —. No te pases ni un poquito.
—Si yo no he hecho nada —habló inocentemente —. La llamé para que me trajera algo, pero justo se me cayó el vaso.
—Ha sido un accidente. —intervino la que supuse que era la madre de la rubia. Mientras tanto, el padre del canario agarró a su hijo del brazo e hizo que se sentará de nuevo con cara de circunstancias.
Sin nada más, me giré totalmente llena de cólera y me dirigí a la cocina.
—¿Qué ha pasado? —me preguntó preocupada Sofía al verme entrar tan enfadada.
—Katia —respondí mientras negaba con la cabeza, cogiendo una fregona y una bolsa de plástico —. Pero da igual, después te cuento.
Andé de nuevo hasta el jardín, y sin mirar a nadie, me agaché y empecé a meter todos los trozos de cristal en la bolsa. La dejé a un lado mientras me levantaba.
Por algún motivo me dio por mirar a los presentes, ya que absolutamente todos me miraban con atención. Dirigí mi mirada hacia la madre de Katia, que estaba reprimiendo una sonrisa, y después miré a la madre de Pedri, que me miraba con pena y dolor. Aparté la mirada sintiendo cómo mis ojos se humedecían. Rosy sabía lo que yo sentía por su hijo, y seguramente, aunque le hayan dicho otra versión, sabe que nada en este matrimonio es cierto.
Limpie rápidamente la mancha de zumo en el suelo de madera y me fui rápidamente de ahí evitando que las lágrimas rodaran por mis ojos. No iba a llorar más.
Cuando llegué nuevamente a la cocina, Sofía no estaba. Me apoyé en la isla respirando profundamente para que la impotencia se me pasara y pudiera relajarme. Después de unos segundos, las lágrimas acumuladas en mis ojos desaparecieron y volví a respirar con tranquilidad.
En ese mismo instante, unos pasos de tacones se escucharon dirigirse hacia mí. Alguien se paró a mi lado y me miró.
—¿Qué quiere, señorita Katia? —le pregunté lo más serena posible.
—Nada, saber cómo estás. Porque sé que no estás bien. —respondió con una sonrisa.
Reí incrédula.
—Eres una psicópata... —murmuré entre dientes.
—Ya te ha quedado claro, ¿no? —me preguntó.
Yo la miré confusa.
—¿El qué?
—El hecho de que no puedes conmigo —contestó sin más —. Te he ganado.
La miré con odio.
—¿Crees que esto es un juego, Katia? —mascullé.
Su sonría se esnachó mientras acercaba su boca a mi oreja.
—Si yo puedo evitar que vueles lo haré, aunque eso incluya cortarte las alas —susurró en esta y después se alejó —. Tenlo por claro, Savanna.
Yo me giré totalmente hacia ella para quedar cara a cara, mirándola con verdadero enfado.
—Saqué fuerza donde no había, esa es mi fortaleza —comenté plasmando mi sonrisa más falsa —. Así que escúchame bien, Katia, ni tú ni nadie va a poder conmigo. Ten por claro que esto no me va a derrotar en ningún momento. Tengo una armadura fuerte, y por más que te frustre, no vas a poder con ella.
No la dejé responder, me dirigí a mi cuarto a paso ligero y me encerré en él. Esta tía no va a poder conmigo, porque no la voy a dejar.
━━━━━━━━━━━━━━━━━━━
Vengo a avisar que quedan uno o dos capítulos (más el epílogo) a esta historia. Depende de lo que pase mientras escribo.
¿Se han enterado de que Pedri se ha lesionado? :(
Me pone muy mal que se lesione, espero que se recupere lo antes posible.
━━━━━━━━━━━━━━━━━━━
ᵃᵗᵗᵉ 𝖠𝗋𝗂 𝗅𝖺 𝖺𝗇𝗈́𝗇𝗂𝗆𝖺ᕕ( ᐛ )ᕗ
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top