𝟏.𝐔𝐧𝐚 𝐧𝐮𝐞𝐯𝐚 𝐞𝐫𝐚

❝𝘿𝙚 𝙡𝙖 𝙢𝙪𝙚𝙧𝙩𝙚 𝙣𝙖𝙘𝙚 𝙡𝙖 𝙫𝙞𝙙𝙖 𝙚𝙩𝙚𝙧𝙣𝙖❞

Un grito desgarrador salió de la garganta del lobo, sintiendo como lentamente sus pulmones dejaban de recibir aire y su corazón paraba de bombear. Sus garras se clavaron sobre sus rodillas, mientras se abrazaba a si mismo en busca de su propia consolación.

── ¿Jake? ── Leah apretó el hombro del Alfa.

── Ella no pudo... ── Tomó una gran bocanada de aire y esperó a que las punzadas sobre su pecho desaparecieran. ── Bella murió.

Esas palabras salieron con dificultad. Su mente no era capaz de procesar que la mujer que amaba, acababa de perecer bajo su tacto. Su corazón se contrajo al recordar la frialdad en las manos de Bella, que le recordaban tanto a las de su enemigo natural. La habitación se salpicó de la espesa sangre de la mujer. Una escena traumatizante hasta para el más insensible, y ese llanto... Le rompía los tímpanos.

Había traído un monstruo al mundo, junto con el pálido que se aferraba a su mano. Aquello le generó ira, como un tornado que lo arrojaba por un precipicio con furor.

Edward se negaba a aceptar lo que sus ojos veían, creyente y con la esperanza de que Bella llegó hasta él, porque así era como debía suceder. Su mundo cayó cuesta abajo cuando la ponzoña no daba ningún resultado positivo.

── ¡Vamos! Por favor...

── Edward, funcionará. ── Alice intentó alejarlo del cuerpo inerte de su esposa para evitar que cayera en la locura.

── Dijiste que ya no veías ningún futuro para ella. ── Sus ojos oscuros se enfocaban en ella con gran dificultad. Sus piernas fallaron y unas inmensas ganas de llorar lo atacaron con molestia.

Alice no supo que decir, pues era cierto que sus visiones ya no eran capaces de encontrar a la humana en ningún estado. Se disculpó mentalmente con su hermano al no poder otorgarle palabras palabras de aliento. Lo único que quedaba era esperar y tomar la esperanza entre sus manos para evitar que se desbordara.

── Carlisle ya está en camino, llegará pronto. ── Fue lo último que la chica dijo, antes de escuchar los alaridos de un bebé.

Edward observó a la criatura en los brazos de Rosalie. La pequeña Reneesme era lo último que le quedaba de su amada, pero al mismo tiempo era la causante de su dolor.

No podía culparla, ese pequeño ser era fruto del amor que tenían el uno por el otro. Concebida durante su luna de miel, cuando finalmente se unieron no solo en alma, sino también en cuerpo. Pero vaya error. Aquellos deseos serían el detonante de una guerra entre el amor y la ley.

Una era había llegado a su final, y una nueva estaba por comenzar.

























• • •

























La nieve se descongelaba lentamente, resbalándose por las gárgolas del castillo, empañando los ventanales y tomándose su propio tiempo para evaporarse en el aire.

Sus ojos oscuros observaban el panorama sin una pizca de emoción, como si solo se tratara de un cuerpo de pie, sin alma.

Los gritos de pena se impregnaban en las paredes, eran atrapados y resguardados, haciéndolas formidables. Sintió alivio cuando por fin Caius hizo una seña a todos los presentes para que se retiraran. Pero las escenas vividas en el castillo eran imposibles de olvidar, pues muerte estaba en cada rincón, tiñendo de rojo todo a su paso.

Momentos como ese la llenaban de inquietud. Sin embargo, lo único que le quedaba por hacer era bajar la cabeza e ignorar el ruido a su al rededor.

Aguantó la respiración, evitando aquel nauseabundo, pero al mismo tiempo, extasiante olor de la sangre. Guardó la compostura mientras sus compañeros se deleitaban con la carne fresca que Heidi llevaba constantemente, contando minuto tras minuto, para poder retirarse y continuar su trabajo.

Saliendo por la gran puerta de madera y piedras preciosas, se dirigió hasta su habitación, evadiendo a los pocos que deambulaban cerca.

En ese preciso momento, Alec se encontraba fuera durante unas horas, y Heidi y Demetri estaban paseando por ahí, con Felix siendo el mal-tercio. Está un poco de más mencionar que durante el corto lapso de tiempo que llevaba en ese lugar, aún no era capaz de acoplarse, a vivir como los demás, a actuar como ellos y sobre todo, a mezclarse.

Ahora entendía lo que las malas lenguas decían sobre el clan gobernante. Era cierto. Cuando no estaban castigando vampiros rebeldes que decidían desafiar las leyes, se sumían en su propia oscuridad.

Si algo había aprendido en el poco tiempo que llevaba en el castillo es que, »los vampiros son criaturas nostálgicas, porque su alma está condenada a sentir con intensidad.«

Aunque claro, había dos tipos de vampiros. Los que se adentraban en el mundo del libertinaje, satisfaciendo los placeres que otorgaba la inmortalidad y el poder. Y luego estaban aquellos quienes vivían sus días de manera solitaria y sedentaria. Como el rey Marcus.

No podía evitar sentir lastima él, de eso se había percatado observando a su al rededor, tratando de comprender como encajar.

Por supuesto que su llegada al aquelarre había alegrado a alguno que otro, pero la mayoría la percibía como una intrusa. No solo por sus ojos dorados, que con el paso del tiempo, se iban tornando negros. Era visto como imprudente negar su verdadera naturaleza.

Algunos otros creían que estaba de infiltrada por parte del clan Olímpico. Rodó los ojos con amargura y diversión, pues no había escuchado cosa más estúpida en su medio siglo de vida.

Sus días se volvieron caóticos. Cuando no estaba observando los entrenamientos de los otros guardias, acompañaba a los reyes en sus travesías. No por decisión propia, aclaro. Aro se dedicaba a tenerla presente, incluso si no era necesaria, pero quería asegurarse de que aprendiera cómo funcionaban las cosas ahí.

Por otra parte estaban Demetri y Felix. Darcy los llamaba "chicles", porque siempre estaban pegados el uno al otro.
Cuando se paseaba por los pasillos tratando de encontrar a Alec, o en su defecto, en caso de que estuviera en medio de una misión, salía en busca de una pequeña presa que fuera suficiente para saciar su sed. Nunca faltaban los dos chicos dispuestos a entrometer sus nariz donde no eran llamados, pero tampoco le molestaba.

Y luego estaba Jane, quien por supuesto no estaba nada contenta con su presencia. La novata no se equivocó al describirla como "siniestra".

Darcy cerró su pesado libro, soltando un suspiro cansado al darse cuenta de la hora era. Se reincorporó limpiando su vestido de cualquier rastro de césped y emprendió camino hacia el salón donde recibía enseñanzas por parte de Aro.

Podía utilizar su velocidad tan característica de los vampiros, pero en su lugar, prefería tomarse su tiempo para pasearse por los extensos jardines, decorados con cientos de rosales y fuentes.

La primera vez que llegó, Alec se ofreció a darle un recorrido, sabiendo que quedaría encantada con el lugar, luego de recordar que ella alguna vez le dijo que nunca había estado un castillo.

Ambos tomados de la mano, mientras Darcy escuchaba atentamente la dulce de voz del chico contar algunas historias vividas ahí. Quedó maravillada con los altos muros de piedra, adornamos con antorchas y cuadros visiblemente antiguos; los vitrales que, en días lluviosos parecían estar llorando, sin embargo, no pasaba por alto la gran oscuridad y pesadez que acumulaba.

Estar ahí era como retroceder en el tiempo. Retroceder siglos y siglos, a aquellas épocas que se cuentan tanto en libros y televisión. Se sentía como un cuento de fantasía oscura.

Luego esa pequeña molestia apareció una vez más. La tétrica mirada taladrando su nunca, pero aún así, fingió demencia y continuó con su camino.

Sin importar a donde se dirigiera, ella siempre estaba ahí. Como si buscara algo, un pequeño error o tal vez simplemente sentía desconfianza por ella. De cualquier modo, sabía que Jane no le haría daño, por ahora. Lo único que le quedaba era limitarse a dirigirle miradas de desprecio, siempre y cuando su hermano no estuviera cerca.

── ¿Maestro? ── Escuchó un pequeño carraspeo, para posteriormente adentrarse en el salón, dejando a esa molestia atrás.

── Llegaste. ── Los ojos de Aro se iluminaron, al igual que su tétrica sonrisa. Aún no sabía si trataba de ser amable y ella solo exageraba.

── ¿Es tarde? Lo lamento, aún me parecen confusos tantos caminos.

── De ninguna manera. Llegas justo a tiempo. ── El hombre negó con un gesto en la mano. ── Ven aquí, querida.

La joven tomó lugar frente al líder, quien sin esperar su consentimiento, se adueñó de su mano, listo para leerla.

── ¿Cómo ha transcurrido todo estos días? ¿Los demás son amables contigo? ¿Has logrado acoplarte?

── Han sido días normales, supongo. No tengo problemas con nadie, ── mintió ── y ya estoy logrando acostumbrarme. ── Respondió con simpleza.

── ¿Y qué tal ese asunto? ¿Hay algún avance? ── Soltó su mano y vagó por el sitio con total sencillez y gracia.

── Lo lamento, maestro. ── Dijo apenada.

Aro no parecía decepcionado, al contrario. Sonrió en grande, agradecido al poder contemplarlo una vez más. Puesto que, él aseguraba que esto era más grande de lo que la joven pensaba.

── No te habría dado la bienvenida si no supiera de lo que tus dotes son capaces.


╰┈➤𝗡𝗼𝘁𝗮
Lamento si es un inicio aburrido, me puse muy filosófica, pero la acción regresa pronto, al igual que mis memes.
(Lo siguiente no es un meme, pero me recordó a Darcy y a Aro.)

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