𝟎𝟏.
❝*⁰¹. ᵗʰᵉ ⁿᵉʷ ᵐᵉᵐᵇᵉʳ ᵒᶠ ᵗʰᵉ ᶠᵃᵐⁱˡʸ
𝟐𝟎 𝒅𝒆 𝑨𝒈𝒐𝒔𝒕𝒐, 𝟐𝟎𝟐𝟑
𝑩𝒂𝒓𝒄𝒆𝒍𝒐𝒏𝒂, 𝑬𝒔𝒑𝒂𝒏̃𝒂
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𝐋𝐀 𝐅𝐀𝐓𝐈𝐆𝐀 𝐀𝐔𝐌𝐄𝐍𝐓𝐀𝐁𝐀 en Malena a medida que esta empezaba a atar cabos.
Solo podía observar la mano de Marc y de Tamara unidas y cómo su padre comentaba algo que su mente no se interesaba en analizar. Lo que pasaba entre ellos parecía más que obvio, pero quería que alguna alma caritativa le diera alguna buena noticia. Ese simple gesto no era porque ambos se llevaran bien, como un cariño fraternal. Conocía la situación de ambos —antes de irse a Inglaterra, claro— y ellos nunca habían sido demasiado cercanos. Así que miró a sus padres con los ojos bien abiertos y después a su hermano con reproche. Los tres ubicados detrás de ella, todavía cerca de la puerta.
—¿Qué mierda es esta? —preguntó con miedo, mirando a la pareja con terror—. ¿Por qué se toman de las manos como si fueran novios?
Miró primero a su madre, quien se limitó a formar una línea en sus labios; luego a su padre seguido de Gabriel, que no sabían qué decir; y por último, miró a aquellos dos tórtolos que se miraban con diversión.
—Porque somos novios, hermanita. —respondió la fémina, colocando el brazo de su acompañante sobre sus hombros.
La futbolista abrió la boca para después cerrarla, así repetidas veces mientras balbuceaba cosas sin sentido, como un pez fuera del agua. No podía creer aquel cambio tan grande. Conocía a aquel chico desde muy temprana edad: Marc Guiu, por desgracia, empezó a formar parte de su vida desde que ella y su mellizo entraron a La Masía y este forjó una amistad con su familiar. Aquellos dos se unieron tan rápido y tan fuerte que fue inevitable que Guiu se colara en muchos momentos de su vida. Y cómo siempre se habían llevado bastante mal, la convivencia entre ellos siempre fue complicada. Por ello, sabía que aquel chico no convenía para nada a Tami, por más que ambas no fueran del todo unidas. Y mucho menos la merecía.
—¿Desde cuándo estáis juntos? —formuló, todavía con la incredulidad pegada en su rostro.
—Pues... hemos hecho tres meses hace tres días.
Casi se le descuelga la mandíbula al escuchar aquello. Llevaban tres meses juntos y ella a penas se entraba de aquel detalle bastante importante en ese momento exacto. Se sentía ofendida y bastante enfadada. Primero: ¿cómo su hermana podía salir con alguien tan egocéntrico y repelente? Y segundo: de nuevo, ¿por qué le habían ocultado eso por tanto tiempo?
—¿Desde cuándo ustedes saben que ellos dos salen? —se giró hacia el resto de su familia, con una mirada cargada de desconfianza.
—Male, lo sabemos desde que empezaron a hablar y a conocerse de verdad... —respondió su hermano con penuria.
—O sea, que yo vine en Sant Jordi y estos dos ya se tiraban ficha, ¿no?
Un silencio se instaló en la casa Sainz, y Malena sabía que ese silencio daba afirmativo a lo que ella acababa de decir. Le habían ocultado aquello desde mucho antes.
—No me lo puedo creer...
—¿Pero por qué te molesta tanto que salgamos juntos? —intervino Tami, frunciendo el ceño. Ahora ella también estaba molesta.
La mayor bufó mientras rodaba los ojos.
—No... me molesta que salgan. Lo que me molesta es que me lo hayan ocultado por tanto tiempo y no me hayan dicho nada —explicó, decepcionada. Sí, es verdad que también le molestaba que el engendro de Guiu saliera con ella, pero eso era algo que ella no podía controlar—. Aunque me haya ido un tiempo fuera, sigo formando parte de la familia, ¿saben?
Benicio la miró con ojos culpables y se acercó a ella para abrazarla de lado.
—No te enfades por esta tontería, Male. No te dijimos nada porque sabemos que... —miró a Marc— tu relación con Marc no era la mejor cuando estabas aquí.
La futbolista iba a abrir la boca para defenderse, pero simplemente se quedó observando con asco cómo su padre se separaba de ella para colocarse al lado del catalán y darle un mimoso abrazo. Hasta parecía que era otro de sus hijos. Y cómo odio aquello. Más aún cuando sentía cómo el tonto de Marc le presumía aquello con la mirada, mirándola con tanta superioridad que le hacía ganas de borrarle esa sonrisa que llevaba de un guantazo.
—Pero sabemos que eso no volverá a pasar —siguió hablando su padre—. A partir de ahora, no va haber mal rollo entre ustedes. ¿Verdad, Marc?
El castaño ensanchó su sonrisa, sin despegar su mirada prepotente de Malena.
—Por supuesto, Benicio.
«¿Ahora lo tutea?»
—¿Ves, Male? Es la oportunidad perfecta para que empecéis de cero —señaló el hombre, y ella tuvo que aguantarse las ganas de poner los ojos en blanco por respeto a su padre—. Venga, saluda a Marc y dale un abrazo. Que hace mucho que no os veis.
La brasileña vio cómo la sonrisa del joven tambaleó al escuchar esas palabras. Estaba claro que él también seguía guardándole aquel odio y no le iba a ser un plato de buen gusto que ella lo abrazara. Pero siguió con su papel y con la falsedad pegada en su rostro. Todo por el suegro, ¿no?
A regañadientes, Malena se acercó al chico, plantándose frente a él y observándole con un odioso detenimiento. Era evidente que Marc había cambiado sumamente desde la última vez que lo vio: estaba muchísimo más alto —seguro rozaba el metro noventa—, el leve acné que adoptaba su cara en un pasado había desaparecido, su cuerpo parecía más fornido y musculado y su rostro había adoptado un aire más maduro y varonil que le hacía ver más atractivo. Sí, lo cierto era que su hermana tenía motivos físicos para fijarse en él. Pero seguía sin entender cómo no se daba cuenta de lo tonto de manual que era.
Por otro lado, Marc no sabía cómo mirarla. Desde que se fue por su cesión no la había visto y cuando venía para visitar a su familia a Barcelona siempre había hecho lo posible para desaparecer y así no verla. Y lo había conseguido hasta el momento inevitable de su maldito regreso. Así que ahí estaba la morena que siempre lo sacó de quicio. Tan guapa como siempre había sido —algo natural de familia— y tan segura de sí misma que le daba coraje. Aunque había notado que se había cortado hasta los hombros la larga melena que antes solía llevar.
—Bienvenida, Malena. —decidió decir.
Ella tragó saliva, apretando sus dientes y maldiciéndose a sí misma. Miró a su lado para fijar su mirada en su hermana, que desde cerca los miraba con expectativa. Sabía que ella quería que lo aceptara como su novio. Pero aquello le resultaba tan repulsivo que le parecía de las cosas más difíciles que había tenido que afrontar.
Así que lo abrazó sin más, queriendo que la tierra la tragara.
—Gracias... Marc —respondió a regañadientes, pegando su cuerpo lo menos posible a él, como si tuviera la peste—. Bienvenido a la familia. —arrancó con trabajo aquellas palabras de su garganta.
El castaño se separó de ella rápidamente y miró a Gabriel para sonreírle de la mejor manera que podía. El mellizo de la chica también se alegraba ante la expectativa de que ambos se empezaran a llevar bien.
—Llevo formando parte de ella mucho tiempo. —habló en un tono discreto, solo para que ella lo escuchara.
Claro, era como otro hermano de Gabriel, y aquella faceta engreída suya le facilitaba la tarea de autonombrarse como otro de la familia. Lo conocía, y sabía que se estaba chuleando de ella. Por más que estuviera aparentando ser el novio, cuñado y yerno perfecto, a ella no le podía engañar.
—¡Vamos a cenar! —habló una feliz Tamara, abrazando a su hermana mayor con alegría finalmente—. Hemos preparado tu comida favorita, Male.
Ella le sonrió forzadamente mientras veía cómo Marc le dedicaba una mirada que le dejaba una cosa clara: no iba a enterrar el hacha de guerra.
Y Malena sabía que ella tampoco la enterraría.
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𝟐𝟏 𝒅𝒆 𝑨𝒈𝒐𝒔𝒕𝒐, 𝟐𝟎𝟐𝟑
𝑩𝒂𝒓𝒄𝒆𝒍𝒐𝒏𝒂, 𝑬𝒔𝒑𝒂𝒏̃𝒂
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La luz de la luna entraba por la ventana, y aunque iba dejando una opaca sensación de iluminación en la habitación, todo se encontraba en penumbra. La mayor de los hermanos Sainz se encontraba tendida en su vieja cama, la más cómoda que había tenido en su vida. Eran ya las tres de la mañana y los golpeteos de un cabecero en la pared provenientes en la habitación de al lado no la dejaban descansar. Ahora más que nunca odiaba que su cuarto estuviera pegado al de su hermana.
No quería ni imaginarse lo que esos dos estarían haciendo allí dentro. A las tantas de la noche. Así que, para distraerse, decidió llamar a Marta, su mejor amiga desde que tenía uso de razón. Ella también jugó en un pasado en La Masía, pero antes de que Malena iniciara su cesión, decidió dejar el fútbol ya que, aunque le gustara, sentía que no era lo que realmente le hacía feliz o era a lo que quería dedicarse.
—¿Desde cuando llevan dando golpes? —le preguntó la chica.
—Desde las dos y cuarto más o menos. —respondió, vagamente, mirando cómo el reloj del despertador marcaba casi las tres y media. Llevaba ya quince minutos hablando con su amiga y aquellos dos seguían sin terminar.
—Ya deben ir por el segundo round como mínimo. —rió, pícara.
Una mueca de desagrado apareció en el rostro de Malena: —Qué asco...
—¿Y cómo es que tus padres dejan que él se quede ahí a dormir, con tu hermana?
—Mis padres son gente confiada. Seguro que ellos eran hasta peor de jovenes... —suspiró, colocándose boca abajo para apoyar los codos en el colchón—. El tío este por lo visto lleva más de una semana seguida quedándose en mi casa porque sus padres y su hermana se han ido a un viaje de no sé qué, y cómo mi familia es tan caritativa, no quieren que se quede solo en su casa. ¿Qué problema van a tener? Si conocen a Marc prácticamente de toda la vida. Es como si fuera otro hijo. De verdad, cómo lo odio.
—¿Y por qué no intentas llevarte bien con él en serio? —inquirió de manera sutil—. Sería mejor convivir así.
—Porque sé que sigue siendo el mismo idiota de cuando éramos más pequeños. Hoy mismo, al recibirme y en la cena, me lo demostró. No voy a enlazar lazos con alguien así, jamás. —explicó, totalmente segura de que nunca en la vida podría llevarse bien con ese sujeto.
—Bueno, como quieras... —balbuceó, algo soñolienta—. Yo me voy a dormir ya que por la mañana quiero estar bien para reencontrarme contigo por fin.
—Está bien, guapi. Nos vemos mañana.
Y tras aquello, colgó. Habría quedado un silencio sepulcral al ser de noche en la casa Sainz si no fuera por la parejita que no parecía cansarse. De todo lo que se esperaba Malena para su regreso, aquello era de lo que menos se había imaginado. Pero no podía hacer mucho más, solo aguantarse. Porque si había tenido en un pasado a Marc Guiu pegado a su vida, ahora lo tenía metido en redondo. Ahora, más que nunca, el chico estaba muy pero que muy presente.
Sin poder todavía dormir, se le ocurrió la idea de salir de su cuarto y bajar a la primera planta para buscar un vaso de leche a la cocina. Aquello solía ayudarle a conciliar el sueño en los escenarios más incómodos. Así que bajó las escaleras con tranquilidad, intentando no hacer ruido. A diferencia de otros, ella sí se preocupaba por del descanso del resto.
Llegó a la moderna cocina, que se encontraba unida al salón, y abrió el frigorífico en busca de la caja de leche. Tras encontrarla y servirse en un vaso, decidió meterla en el microondas para templarla. Se sentó en uno de los taburetes de la isla de mármol y con su cara apoyada en una de sus manos se dispuso a esperar.
Justo cuando el microondas pitó y ella sacó de allí el vaso, un carraspeó a sus espaldas la espantó por completo, haciendo que casi derramara todo el líquido encima de su top de pijama. Dejó el vaso en le encimera, llevándose una mano al pecho y se dispuso a observar quién la había asustado de esa manera en medio de la noche. Solo con ver la alta silueta al otro lado de la isla sabía de quién se trataba.
Rodó los ojos mientras veía cómo Marc Guiu encendía la mini lamparita de la cocina.
Ya con la tenue luz, Malena se tomó el atrevimiento de escanearlo con la mirada de manera rápida. Su pelo castaño se encontraba revuelto, su cuello portaba al lado de su oreja un chupetón casi impredecible y tan solo llevaba unos finos pantalones de pijama. Estaba claro que los años sin descansar de la disciplina del fútbol le habían desarrollado un gran cuerpo musculado y sus abdominales, hombros y brazos eran evidencia de aquello.
Casi vomitivo, ¿no?
—¿A parte de no tener casa tampoco tienes camisetas? —decidió preguntar, tomando nuevamente el vaso de leche y dándole un trago—. Recuerda que ahora estoy aquí.
—Tan agradable como siempre, Male... —suspiró con una sonrisa cargada de ironía a la misma vez que abría el frigorífico y sacaba una jarra fría de agua.
—Para ti soy Malena.
Los ojos verdes del futbolista se posaron en ella con intensidad al escuchar aquello mientras una sonrisa de medio lado se posaba en su boca. Se tomó todo el líquido del vaso de un sorbo y lo dejó en el fregadero.
—Va a ser entretenido volver a discutir contigo diariamente y siempre ganarte en ello —sonrió de dientes, cruzando sus brazos mientras apoyaba su espalda baja en la encimera para mirarla de frente—. Nunca te rindes, qué maravilla.
—¿Qué entretenimiento iba a tener tu vida sin mí? Menos mal que he vuelto. —habló tras terminarse su leche y dejar el recipiente en el fregadero de igual forma, mostrándole su sonrisa más falsa.
Y qué guapa se veía la condenada a esas horas de la madrugada. Era una chica tan intensa y respondona que a Marc solo le podía caer peor. ¿No se podría haber quedado en Inglaterra?
—Tranquila, no me has hecho falta en ningún momento para entretenerme —aseguró, separándose del mármol y posicionándose frente a frente con ella—. Tú hermana llena cada parte de mis diversiones.
La mandíbula de la brasileña casi explotó de la tensión que se acumuló en ella ante escuchar esas últimas palabras. Sus puños se apretaron en sus costados, reprimiendo aquellas intensas ganas de darle una bofetada para ver si de ese modo podría descargar su odio y enfado reprimido desde que lo conoció contra él.
—Ya os he escuchado —bufó—. Como sabes, la pared que golpea el cabecero de la cama de Tami es la pared que comparte conmigo.
—Lo sé.
—Claro que lo sabes... —suspiró entre dientes, levantando su índice para señalarlo con este—. Igual que debes de saber que como no me volváis a dejar dormir por andar follando te voy a meter tal hostia que te mando volando para tu puta casa, que es donde deberías estar, ¿vale?
La sonrisa de Marc se ensanchó. Era tan... mal hablada y tan quisquillosa. Siempre había sido así. Perfeccionista en todo y perfecta en todo lo que hacía. Una de las tantas razones por las que nunca la tragó.
—Qué miedo das, cuñadita. —se burló, acercando una de sus manos para sentir el tacto de su morena cabellera.
—Ni se te ocurra tocarme —farfulló, pegándole un manotazo a aquella mano que amenazaba con tocar sus cabellos—. Habrás logrado engatusar a toda mi familia con tu papel de niño bueno y perfecto, pero a mí me demostraste lo imbécil que eras desde el primer día que te conocí. Puedes aparentar delante de ellos que quieres tener una buena relación conmigo, pero sabes perfectamente que tú y yo jamás lograremos llevarnos bien en ningún momento.
Un silencio se instaló entre ambos. Un silencio donde se miraban fijamente para transmitir aquel odio puro que se instaló en cada uno de ellos desde que se conocieron.
—Lo sé muy bien. —aseguró, con un rostro neutro y una mirada que transmitía lo poco que su presencia le importaba.
—Genial. Entonces, tú por tu lado y yo por el mío —tras verlo asentir, empezó a caminar hacia la salida de la estancia—. Buenas noches, Guiu.
—Buenas noches, Sainz.
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¿Puede que esta pareja se posicione en las que más odio se guardan en un inicio de todas mis historias? Síp.
Entre estos dos la cosa va estar que arde🫡
ᵃᵗᵗᵉ 𝖠𝗋𝗂 𝗅𝖺 𝖺𝗇𝗈́𝗇𝗂𝗆𝖺ᕕ( ᐛ )ᕗ
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