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Más gente se fue acercando al edificio. Algunos apostaban con sus amigos si la chica saltaría o no. Otros, por su lado, reían entre aplausos a la vez que le gritaban a la suicida que saltara.
Todos eran unos infelices.
Chaeyoung nada más los observaba desde arriba. La brisa acariciaba su cabello tan suavenmente que si cerraba los ojos podría jurar sentir que eran las manos de su esposa. Pero cuando los volvía a abrir la realidad era otra y volvía a sentirse miserable.
—Quiero decirte algo, Lee —dijo con autoridad el oficial superior—. Esta es mi operación y haremos esto a mi manera.
—Lo que necesitamos es colocarnos en el lugar de esa chica. Haga lo que le pido y ordene a sus hombres que bajen un arnés desde arriba del edificio, es una buena idea si ella quiere entrar por la ventana.
—Ella NO quiere entrar, ¿no es más que claro? Escuche "Freud", si ella está tan desesperada en no ser rescatada, cómo-
—Ella no ha saltado, tal vez sí quiere ser rescatada.
—¿De qué está hablando? Hace una hora dijo estar seguro de que la chica saltaría.
—Lo sé pero... No creo que ella quiera morir, solo no tiene razones para vivir. Son dos cosas diferentes.
—Suficiente. Ya escuché demasiado de su psicología, eso es todo —dijo dirigiéndose a la puerta—. Le diré a mis hombres que vayan por un helicóptero y solo le daré quince minutos para hablar con la chica y hacer esto a su modo. Pero si falla actuaremos nosotros.
El psiquiatra asintió nervioso ante la presión y volvió a asomarse por la ventana.
—¿En qué rayos piensas?
La joven le devolvió la atención con sorpresa. No imaginaba que el hombre regresaría pero poco le importaba.
—Estoy bien —dijo abrazándose a sí misma.
—Estás tiritando de frío y luces bastante cansada. Te dire algo, yo creo que no quieres hacer esto.
Chaeyoung negó mirando hacia abajo.
—¿Cómo te llaman? ¿Cuál es tu nombre?
—Chaeyeon.
—Bien, Chaeyeon, ¿qué sucede? ¿Acaso hiciste algo malo?
—Sucede que no le importo a nadie —Soltó con rabia sin quitar la vista de encima de la multitud de abajo—. En especial a ellos. No son más que unos malditos curiosos.
—Ellos no son curiosos, solo quieren ver algo excitante antes de ir a cenar, sí, es tonto. Ellos piensan que harás un gran espectáculo para ellos, pero no se los des, no dejes que consigan lo que quieren de ti.
—Sí —Chaeyoung lo escuchó con atención y pensó que aquel hombre tenía razón en lo que decía—. Hey, ¿tienes otro cigarrillo?
Lee buscó enseguida en todos sus bolsillos pero no halló nada.
—No, pero conseguiré una caja si me esperas aquí —Se apresuró a decir—. ¿Tienea hambre? ¿Quieres que te traiga un sandwich?
—Eh, está bien.
—Muy bien, ahora regreso.
—Espera —Lo llamó—. Sin lechuga.
—Okay —Sonrió— , entonces un sandwich de carne y sin lechuga —Chaeyoung asintió antes de que el hombre desapareciera entre las cortinas.
Se había quedado sola otra vez y el viento de pronto se sentía un poco más fuerte, pero a Chaeyoung le daba lo mismo. Sabía muy bien cuál era su destino y que nada cambiaría las cosas.
Chaeyoung regresó de su trabajo como todas las noches. Lamentablemente las cosas ya no se sentían igual desde hace días. La casa tenía un aura fría y sombría.
Lo primero que hizo fue servirse licor en una pequeña copa de vidrio y, tras presionar el botón del polvoriento contestador automático para oír los mensajes, se dejó caer en su viejo sillón.
—Hola, aquí viven Son Chaeyoung y Son Mina. Por favor, déjenos su mensaje marcando #1#1 #5#5 #6#6.
Chaeyoung rió por dentro al escuchar su infantil voz grabada y le dió un sorbo a su bebida.
—Chaeyoung, soy yo, Mina. Tenías razón en todo, fui una estúpida —Chae dejó su vaso sobre la mesa al reconocer esa voz en llanto—. Él me dejó y volvió con su esposa —Su voz se oía completamente rota y desesperada—. Obtuvo lo que quería y se fue. Chaeyoung, perdóname... Lo siento tanto... Yo... tomé unas pastillas y estoy asustada...
La joven se levantó de inmediato y agarró el teléfono junto al contestador. No podía dejar de escuchar la voz de su esposa, la cual se oía adormeciéndose.
—Chae yo... tengo miedo... No creo poder soportarlo...
—¡Mina! —Golpeó el contestador— ¡Mina, por favor no hagas nada, ya voy contigo, por favor no cometas una locura!
Quería seguir oyendo la voz de su esposa pero ésta no emitíó ni una palabra más.
—¡¡¡Mina!!!
Con total desesperación le marcó a urgencias. Su cuerpo temblaba al igual que su alma.
—¡Por favor ayúdenme, es una emergencia! ¡Creo que mi esposa tuvo una sobredosis! ¡No, no es aquí!
Corrió a la habitación y cogió el periódico donde Mina había dejado escrita su dirección.
Era de noche y hacía mucho frío pero a Chaeyoung no le importó, no sentía nada más que preocupación y angustia en su corazón. Corrió con todas sus fuerzas y lo más rápido que sus piernas le permitieron ir por las baldosas rotas de aquella vereda. Su mente estaba concentrada solamente en una cosa, en llegar cuanto antes a esa dirección para estar junto a su esposa. Mina la necesitaba y ella estaría ahí.
Sin embargo, al llegar frente a ese viejo edificio, dos policías la frenaron sujetándola de los brazos para que no entrara.
—¡Es mi esposa, es mi esposa! —Se sacudió con desesperación.
Se esforzaba tanto en soltarse que no entendió la situación hasta que vió a dos paramédicos pasar por delante de ella. Llevaban una camilla con un cuerpo.
Lo último que vió de Mina esa noche, fue a ella siendo subida a una ambulancia con el rostro cubierto.
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