𝗢𝟭. 𝗌𝖼𝗁𝗈𝗈𝗅

CAPÍTULO
UNO

❝ESCUELA❞

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     LAS LEVES GOTAS DE SUDOR BAJABAN POR el delicado rostro pálido de la pelirroja. Su pecho subía y bajaba frenéticamente en busca del aire que sus pulmones le exigían.

──¡No hay tiempo para recuperarte!

Resonó un gritó alertando el cuerpo de la joven. Sus ojos soltaron un resplendor al ver aquel puño acercarse a su rostro, movió su cabeza a la izquierda esquivando el golpe. Sus piernas se flexionarón hacía delante y con un ligero impulso, apretó su puño con firmeza asentando un golpe en el pecho de su contrincante.

Al ver cómo esté perdió el equilibrio por unos segundos. Enredó uno de sus brazos en el de su compañero para sujetarlo con fuerza y con velocidad deslizó su pie por el suelo hasta chocar con las piernas de él, eso no impidió que su pie terminará del otro lado, con su rodilla flexionada encima del pecho de su compañero que yacía ahora en el suelo.

──Necesito un descanso. ─sentenció la joven sintiendo su sudor pegar en su piel los ligeros cabellos que sobresalen de su frente.

──Está bien. Se termina hoy la clase.

Con esas palabras. Kyomi se dejó caer al suelo intentando inhalar oxígeno correctamente. Pronto sintió un paño en su cabeza. Lo tomó incorporándose en el suelo cruzando sus piernas, una encima de la otra.

──Vas mejorando. ─comentó mientras le extendía una botella de agua la cual fue aceptada con gusto.

──Bueno, tengo un buen entrenador. ─sonrió levemente antes de tomar su agua.

Panda sonrió mirando a la pelirroja beberse la botella de agua de un solo trago. Su sed no tenía límites. Desde que tenía 10 años la ha cuidado de vez en cuando. Era como una hermana pequeña.

──¿Emocionada por comenzar la escuela?

Antes es pregunta, se atraganto con el agua comenzando a toser. Panda le dio leves golpecitos en su espalda hasta que la chica se recompuso.

──Lo había olvidado. ─murmuró soltando un suspiró.

──Estarás bien. ─aseguró. ──. Sí te da miedo algo no dudes en ir a buscarme.

Kyomi sonrió levemente. Panda siempre cuidaba de ella desde que Yaga la encontró y decidió cuidarla. A pesar de que ya pasaron los años, nunca había salido de la pequeña casa en la que vivía. Ella y Panda vivían juntos, Yaga iba casi seguido o en ocasiones se quedaba con ellos por un prolongado tiempo, despues de todo era su casa. Comenzo a quedarse sola cuando el de colores blanco y negro ingresó a la escuela y Yaga trabajaba en la preparatoria.

Kyomi no salía de la casa sino era acompañada por Yaga o por Panda. Las maldiciones nunca la dejaban en paz, esa era una de las razones por las cuales el Sr. Masamichi mantenía oculta la presencia de la joven de los peces gordos y sus alumnos.

En todos estos años, Yaga investigaba acerca de la procedencia de su "hija adoptiva", pero no había mucho que contar. Al no saber de su apellido, no encontraba mucho.

Sabía que no era normal que las maldiciones se dirigan hacía la pelirroja ignorando a los demás a su alrededor.

──Gracias por cuidarme, Panda. ─agradeció la mujer. ──. Pero estoy segura que estaré bien por mi cuenta.

La sonrisa cálida le decía que no tenía que preocuparse.

──Me alegro, Kyo-chan~

Era un apodo que Panda le puso cuando la menor le dijo Pan~ de apodo.

──Supongo que no te veré por unos días. ─espetó Panda.

──¿Por qué?

──Nos asignaron una misión un poco lejos. ─aclaró colocando su brazalete en su brazo. ──. Mañana por la tarde partimos.

──Ya veo. ─murmuró por lo bajo. ──. Me había olvidado que Yaga-san me quiere mañana a primera hora en su oficina.

──Tienes que conocer a tus compañeros y sensei.

Eso fue suficiente para que Kyomi se levantara del suelo con una enorme sonrisa. Anhelaba que llegara el día en que pudiera salir de su casa y conocer a personas e ir a misiones. Ahora que había entrenado un poco su técnica maldita, podía combatir a las maldiciones.

──Mañana será un gran día.



























     LA MAÑANA LLEGÓ COMO DE COSTUMBRE, los pájaros volaban por las nubes mientras cantaban al son del viento. Adentrandose a la montaña se logró ver la preparatoria de hechicería del área metropolitana de Tokyo.

Todo transcurría con normalidad en la preparatoria. Los alumnos de segundo año se preparaban para salir a su próxima misión.

Unos pasos tranquilos se detuvieron frente a la puerta del director y sin tocar, entro.

──¡Ya llegué! ─asomó su cabeza encontrando a su sensei sentado con sus peluches. ──. ¿Interrumpo algo?

──Cinco minutos tarde. ─recalcó el de mayor autoridad. ──. ¿Cuando se te quitará ese mal hábito?

El albino se limitó a soltar una ligera risa rodando sus ojos por debajo de su venda.

──Solo fueron 5 minutos, no es el fin del mundo, ¿o sí?

──Debí haber sido más estricto contigo cuando eras alumno. ─se lamentó. ──. En fin. Te llamé para notificarte que un nuevo alumno de primer año llegó está mañana.

El más joven de la habitación se alegró de escuchar eso. No quería que su pequeño alumno se quedará solo.

──Eso es bueno. ─sonrió en grande. ──. Sí me disculpa, iré a buscarlo.

──Un segundo, Gojo.

──¿Huh? ─se detuvo. ──. ¿Algo que tenga que saber?

──Por el momento te diré todo lo que sé. ─Yaga dejó de hacer sus peluches para mirar seriamente a su ex-alumno. ──. Lo que te diré es clasificado. Ni siquiera los peces gordos saben de su existencia... y sí llegaran a saberla, sin duda, anunciarán su ejecución.

Gojo se puso serió. Las palabras del director le llamarón mucho su atención. ¿Qué es lo que tenía el joven hasta el grado de que pudiera ser ejecutado?

Y no importaba la razón, no iba a permitir que nadie le pusiera un dedo encima a ninguno de sus estudiantes.



























     SUSPIRÓ. DEJÓ SALIR EL AIRE QUE TENÍA EN su pecho comenzando a cansarse de esperar a que su nuevo maestro se presentara ante ella.

Tenía cerca de una hora desde que llegó a la escuela en la cual Yaga le indico que esperara en la entrada sentada. Pero como veía las cosas, parece que iba a esperar mucho tiempo más.

Recargó su cabeza con la pared para sacar sus audífonos colocandolos en su respectivo oído. Los conectó a su celular reproduciendo swim de chase atlantic. Se dejó envolver por la música imaginando diversos escenarios en su cabeza.

No supo cuánto tiempo llevó así, hasta que su vista se opacó por la figura de otra persona. Sus rubíes iban subiendo de poco a poco hasta detenerse en los ojos del contrario o donde se supone que están, ya que el hombre tenía una tela impidiendo ver sus ojos. Notó que sus labios se movían con cierta lentitud manteniendo una leve sonrisa.

La menor puso pausa a la música sacando sus audífonos.

──Perdón, ¿me hablaba? ─inquirió ladeando su cabeza mientras sus largas pestañas pelirrojas bailaban sobre sus ojos rubíes.

El albino se quedó perdido en esos ojos que hacían juego con su reluciente cabello y su tez pálida, que a simple vista parecía ser suave. Gojo no entendía porqué la joven no ocultaba sus ojos, eran muy hermosos para que cualquiera los viera. Estaba comenzando a creer que debería ser ilegal que más personas se perdieran en sus deslumbrantes ojos.

Por unos segundos, sintió lo que las demás personas sentían cuando miraban sus ojos.

Sacudió su cabeza soltando una risa ante sus pensamientos regresando en sí mismo.

──¿No escuchaste lo que dije? ─preguntó sabiendo la respuesta.

──Lo siento. ─se disculpó levantándose haciendo una leve reverencia.

Desde su altura, podría ser fácil tomarla de su cintura y alzarla como una frágil pluma. La joven le llegaba a su pecho. Aprovechando que ella no podía ver sus ojos. Pasó sus irís por el cuerpo de la pelirroja notando lo cómoda que iba. Llevaba unos pantalones chándal negros que hacían juego con una camisa de manga corta, la cual le quedaba grande. Su calzado resaltaba al ser blancos. Su cabello estaba atado en una media coleta dejando dos pequeños mechones cayendo por su frente.

──Tú debes de ser la pequeña Kyomi. ─se agacho hasta que su rostro quedó a la altura de la joven, su nombre le sonaba, pero no sabía de donde. ──. Mi nombre es Gojō Satoru, tu hermoso y fuerte sensei.

Kyomi sonrió levemente al conocer a su sensei. Una sonrisa que cautivo al de los seis ojos.

──Es un gusto conocerlo, Satoru-sensei.

Una descarga atravesó su columna haciendo estremecer su cuerpo entero. Gojō Satoru jamás había sentido esa sensación en ningún momento de su vida. Es como si su cuerpo reaccionara a la dulce y suave voz de Kyomi llamándolo por su nombre. Y que con una sola vez que la escucho, quería seguir escuchandola cada vez más.

──¿Cómo me llamaste? ─preguntó con una creciente necesidad de escucharla nuevamente.

El cuerpo de Kyomi tembló al darse cuenta de lo imprudente que fue.

──Y-yo... Lo siento. ─bajó su cabeza sintiendo sus mejillas arder de pena. ──. Fue muy insensato de mi parte.

El albino sostuvo su barbilla con delicadeza alzando su cabeza hasta que sus ojos lo mirarán. Esos jodidos ojos.

──No respondiste mi pregunta. ─acercó más su rostro hasta el punto de casi rozar su nariz.

Kyomi pasó saliva nerviosa por muchas cosas que comenzaba a sentir en ese momento. Parecía que el albino no conocía lo que era el espacio personal.

──S-satoru-sensei.

Sus mejillas rojas mientras tartamudeaba por su poca distancia hizo que su cuerpo se comenzará a calentar. Era increíble que su nueva alumna, en pocos minutos, hiciera lo que ningúna otra mujer pudo lograr en toda su vida con todo el tiempo del mundo.

──¿Ves? No era tan difícil. ─alejó su rostro soltando su barbilla con suavidad, desviando sus pensamientos obsenos a otro lado. ──. Puedes llamarme como desees, Ky~o~mi~chan

Saboreó su nombre. Era lo único que podía hacer.

Por ahora.

──Vamos a que conozcas tu habitación. ─le sonrió. ──. ¡Oh! Y a tu compañero.

La sonrisa de la pelirroja no tenía preció cuando el mayor mencionó aquello.

Ahora era definitivo, nadie le va a tocar ninguno de sus preciosos cabellos.

No mientras él viva.

































         EL CAMINO A SU NUEVO DORMITORIO fue más rápido de lo que la menor pensaba. Cuando entró al lugar sus ojos brillaron más de lo normal mientras su sonrisa deslumbraba su rostro.

──¿Te gusta? ─preguntó Gojo desde la puerta observando cada gesto que su rostro hacía.

──Me encanta. ─giró para verlo. ──. Es muy espaciosa y tiene buena vista.

Miró por la ventana encontrando lo que parecía ser el patio. A simple vista se veían una gran variedad de flores y al fondo se visualizaban unos cuantos árboles.

──Es muy simple, pero cuando vaya a Tokyo te compraré arreglos para que la decores.

──No es necesario, sensei. ─lo interrumpió su alumna. ──. Así está bien.

──Sí así lo deseas. ─mentía, claramente iba a comprarle hasta la tienda entera sí así lo quería.

Kyomi dejó sus maletas encima de la cama, no eran muchas, traía solo unas cuantas mudas de ropa con su calzado. Algunas libretas o libros relacionados al jujutsu. De decoración sólo había dos retratos, uno de ella y Panda cuando eran más chicos y uno donde salían los tres juntos.

──¿Quieres que te ayude a desempacar? ─ofreció el mayor con una sonria maliciosa.

──¿Etto...? ─Kyomi no pudo decir nada cuando su sensei entro a su habitación por completo con intenciones de ayudar.

El albino estaba por tomar una maleta y abrirla con una sonrisa traviesa. Sin embargo, una voz lo sobresaltó.

──¿Por qué tanto ruido?

Ambas miradas cayeron en la puerta donde se encontraba un joven azabache. Su mirada seria pasó de su sensei hasta encontrar unos ojos rubíes profundos. No sabía si era su imaginación o estaba soñando, pero juraría que podía ver su reflejo de lo brillosos que eran. El azabache podía asegurar que sus ojos son más deslumbrantes que los de su profesor.

Satoru notó que su alumno no dejaba de ver a su pequeña estudiante. Supuso que se había perdido en los rubíes que la joven tenía como ojos. En definitiva, tenía que hacer algo cuanto antes. No quería que alguien más admirará los hermosos rubíes de su pequeña alumna.

Un aplauso sobresaltó al azabache. Quien le dio una mala mirada al culpable, quien mantenía una ligera sonrisa de burla. Fushiguro lo conocía para saber que esa sonrisa era distinta a las demás.

──En fin. ─ambos menores lo miraron. ──. Llegaste en un buen momento. ─mintió, él quería ver la ropa que su alumna cargaba y así poder saber si necesitaba comprar para ella y de que talla era ──. Ella es Kyomi, tu nueva compañera.

──Mucho gusto. ─la pelirroja hizo una leve reverencia mirando los ojos azules de su ahora compañero.

──No seas maleducado, presentate. ─lo alentó su maestro.

Sin saber que aquello sería su perdición.

──Fushiguro Megumi.

La de ojos rubí se quedó sin palabras cuando escucho ese apellido tan conocido. Nunca había olvidado a la persona que la cuido por unos pocos años. Ahora que lo notaba, el parecido con Toji era mucho. Sabía que era su hijo, algo dentro suyo se lo decía.

Cuando vivía con Toji, esté en ocasiones hacia ciertos comentarios sobre que le recordaba a alguien. Kyomi por más que preguntaba, el azabache nunca llegaba a decirle nada. Pero por como la ayudo, el hombre sabía un poco de como cuidar a un niño.

El albino entrecerró sus ojos por debajo de la venda al notar como la menor se perdió en sus pensamientos por unos instantes. Y a juzgar por su mirada desconcertada y sorpresiva, algo le decía que Megumi le recordaba a alguien o su mente divalgaba en querer recordar algo que tenga que ver con él.

Pero pronto, una radiante sonrisa se posó en el rostro de la joven observando los ojos del azabache.

──Por favor, cuida de mí, Megumi.

La sala se quedó en silencio en cuanto Kyomi dejó salir esas palabras. Varias sensaciones y emociones nuevas se presentaron en la habitación.

Fushiguro se quedó completamente helado, podía sentir su cuerpo estremecerse cuando la joven dejó salir su nombre de sus labios. Su nombre no era algo que le gustara, siempre se encargaban de decirle que era un nombre de mujer, pero cuando Kyomi lo dijo, por primera vez en su vida disfrutó de su nombre.

Gojo por otro lado sintió un pequeño disgusto de que la menor le dijera aquellas palabras cuando el que mejor podía cuidar de ella era, sin duda, él.

En cambio, Kyomi se llevó su mano a la boca al darse cuenta de lo que dijo. Lo había llamado por su nombre. Nuevamente su mal habito se hacía presente.

──Lamento eso. Fue muy insensato de mi parte llamarte así. ─hizo una reverencia. ──. Les pido una disculpa a ambos por haberlo hecho. Desde muy pequeña tengo ese mal hábito.

A ambos hombres, por una extraña razón, no les molestaba que los llamará por su nombre de pila. Al contrario, creía que sus nombres sonaban bien viniendo de ella.

──Trataré de llamarlos de manera correcta. ─declaró mirando a ambos.

──¡Oh, Kyomi~chan~! ─el albino ganó su atención. ──. Soy tu sensei. A mí me puedes llamar como quieras, nunca me molestaría.

──Muchas gracias, Sa-Gojo-sensei. ─logró corregirlo lo antes posible.

──¿Gojo-sensei? ─murmuró por lo bajo el albino cuando su estudiante no lo llamó por su nombre.

Fushiguro solo miraba como su sensei se deprimía en una esquina.

──Sí yo te voy a llamar por tu nombre, es justo que tú me llames por el mío. ─espetó el azabache haciéndose el desinteresado, no iba a confesar que le encanto como pronuncio su nombre.

Kyomi le regaló una leve sonrisa.

──Está bien, Megumi.

A él sí le dijo su nombre. ─pensó el mayor mirando a su estudiante.

Megumi no lo expresaba, pero por dentro le hacía gracia ver a su sensei en ese estado. Tal vez, este primer año no será tan aburrido.

──Por cierto. ─la joven tomó algo de su bolso. ──. Yaga-san dijo que tenía que entregar mis medidas de uniforme y como lo quería una vez que llegara a la escuela. ¿Me pueden guiar al lugar?

Ante ese comunicado, Gojo regresó a su buen ánimo y con una sonrisa tomó el papel de entre las manos de su pequeña pelirroja.

──No te preocupes por eso, Kyomi-chan. ─la menor miró a su sensei ──. Tu lindo sensei se encargará de dejarlo por ti.

──Se lo agradecería mucho, sensei.

Fushiguro frunció levemente su ceño al ver como su sensei leía el papel con una sonrisa para nada buena.

──Me encargo de esto. ─se dirigió a la puerta. ──. Mientras tú puedes seguir acomodando tus cosas.

Ambos se despidieron de ella. Cuando la puerta se cerró, el silencio entre ellos era levemente tenso.

──Así que... ¿qué te pareció Kyomi?

──No sé... bien. ─murmuró, no era bueno expresando sus palabras. ──. Tiene lindos ojos. ─lo miró de reojo. ──. Aunque parece que a usted le interesó más.

──Te puedo asegurar que tengo el mismo interés que el tuyo, Megumi-chan. ─sonrió de medio lado para caminar por el pasillo. ──. Te veo después. Procura enseñarle la escuela, ¿sí?

El azabache no dijo nada. Se limitó a ver a su maestro perderse entre los pasillos.

Ese día ambos sabían algo.

Ninguno estaba dispuesto a dejar de lado a la pelirroja.

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