𝐓𝐇𝐈𝐑𝐓𝐘 𝐓𝐖𝐎. we are what we do to change who we are
𝐓𝐑𝐄𝐈𝐍𝐓𝐀 𝐘 𝐃𝐎𝐒. ❛ somos lo que hacemos para cambiar lo que somos ❜
MELODY HABÍA PASADO UNA NOCHE HORRIBLE, no había parado de dar vueltas por toda la cama, intentando olvidar los rostros de sus compañeros cuando les había dicho que lo dejaba. Por eso, justo cuando por fin había conseguido cerrar los ojos para poder descansar, las cortinas de su cuarto se abrieron.
—¿Se puede saber qué estás haciendo en la cama?—preguntó su madre con los brazos en jarra y opacando un poco de la luz que impactaba de lleno en su rostro—. Miguel y Johnny estarán esperándote. Venga, vamos.
Melody frunció el ceño mientras sentía la pesadez de sus ojos al parpadear para acostumbrarse a la claridad—¿Por qué me esperan?
Marie comenzó a recoger la ropa que su hija había dejado en el suelo mientras hablaba—Hoy tienes entrenamiento, ¿recuerdas?—La castaña, que se había incorporado, miró a su madre durante unos segundos, y luego bajó la cabeza—. Oh, yo conozco esa mirada—Su madre se acercó a la chica, que ahora la miraba confundida.
—¿Qué mirada?
—Esa mirada que tienes y que dice: lo he arruinado todo y aunque no sea mi culpa yo creo que lo es. Esa misma que tenías después de la pelea del colegio—Melody volvió a bajar la mirada y Marie posó una mano sobre las de la chica—. ¿Qué ha pasado?
La menor tragó saliva y respiró hondo, tratando de no volver a romper a llorar—He dejado el karate.
La mujer abrió mucho los ojos y observó cómo una fina capa de lágrimas cubrían los ojos de su hija.
—Y no fue por voluntad propia—Murmuró—. No sabía qué más hacer, yo... No puedo... Él...—Balbuceó con los ojos cada vez más cristalizados y luego suspiró.
—Espera, cariño, más despacio—La castaña respiró hondo—. ¿Alguien te obligó a hacerlo?
—No exactamente—Murmuró de nuevo.
—¿Entonces qué? ¿No te dejó otra opción?—preguntó con dulzura, intentando que su hija se sintiera cómoda compartiendo sus preocupaciones.
Melody miró a su madre durante unos segundos y luego asintió lentamente.
Marie abrió mucho los ojos, notablemente sorprendida, antes de preguntar:
—¿Qué? ¿Quién?
(...)
—¡CHRISTOPHER!
El hombre, que estaba abriendo las puertas del dojo que estaba en Reseda, sonrió al girarse y ver a aquella mujer caminar hacia él completamente enfadada.
—¡Marie! ¡Qué alegría verte! Espero que no hayas venido muy rápido porque podrías respirar un poco mal, ya sabes—Dijo mientras se acercaba a ella con una sonrisa burlona—. ¿En qué puedo ayudarte?—preguntó con falsa inocencia.
—¿Por qué quieres llevarte a mi hija?—Marie se cruzó de brazos, intentando no perder la cordura con aquel idiota que tenía delante.
—Nuestra hija—Corrigió.
—¿Era tu hija cuando la abandonaste?
Chris soltó una carcajada—¿Sabes? Ella dijo lo mismo.
—Contesta a la pregunta—Ordenó la mujer y el hombre se encogió de hombros antes de dar media vuelta y dirigirse hacia el dojo—. Es por Johnny, ¿verdad?
El hombre frenó en seco y respondió sin mirar a la mujer, que esperaba una afirmación—No.
—¿Entonces por qué es?—volvió a preguntar, acercándose a él.
—El por qué no es relevante—Respondió Chris con frialdad.
—Entonces sí es por Johnny.
—¡Te he dicho que no!—Exclamó el hombre a la vez que encaraba a Marie.
—¡Pues yo no te creo!
—¡Bueno, no me importa!—Chris abrió los brazos—. Lo único que importa es que Melody vendrá conmigo—Dejó caer los brazos a ambos lados de su cuerpo y volvió a dirigirse hacia la puerta.
—No, no lo hará—Aseguró la mujer y el hombre sonrió mientras usaba las llaves para abrir la puerta de aquel dojo.
—¿Porque se ha sacado ella misma del trato?—preguntó, burlón.
—Exacto.
Chris volvió a sonreír—¿Entonces qué haces aquí, Marie? ¿Por qué estás tan interesada en conocer las razones de mis actos?—Marie tragó saliva y apretó la mandíbula, haciendo que la sonrisa del hombre se hiciera más grande—. Porque conoces demasiado bien a tu hija. Y yo también—Christopher abrió la puerta del dojo y añadió:—. Deberías ir a casa a aprovechar el tiempo que te queda con ella.
—Púdrete—Le escupió la mujer con rabia, pero él solo sonrió aún más.
—Con mucho gusto—Levantó un dedo, indicándole que aguardara a su siguiente pregunta a la vez que fingía confusión—. Aunque tengo una pequeña duda, ¿me pudro como tus pulmones o hay otra manera más divertida?
Marie le dedicó una mirada llena de odio antes de dar media vuelta e irse, haciendo que Christopher sonriera de nuevo mientras entraba al dojo.
(...)
MELODY SE ENCONTRABA EN LAS GRADAS QUE ESTABAN ALREDEDOR DE LA PISTA DE ATLETISMO, leyendo un libro y viendo de vez en cuando la práctica de Moon en las animadoras.
Levantó la cabeza al finalizar un capítulo y se encontró con el saludo energético y la sonrisa amplia de su amiga, que tenía a Liam al lado agitando los pompones mientras intentaba aprenderse la coreografía. Le devolvió el gesto con una pequeña curva en los labios y un suave meneo de su mano.
Cuando iba a volver a sumergirse en su libro, distinguió dos cabezas. Una rubia y otra pelinegra.
Arqueó una ceja al ver cómo Johnny y Miguel se separaban con papelitos en las manos, y cómo su novio se acercaba a las gradas sin reparar en su presencia.
Cerró su libro y bajó los escalones metálicos hasta apoyarse en la pequeña valla que la separaba del césped y de la cual Miguel estaba a un metro de distancia.
—Hola, guapo—Saludó y el chico se giró al reconocer aquel timbre de voz que tanto le gustaba—. No te había visto nunca por aquí. ¿Estás buscando a alguna chica a la que conquistar?
El chico se acercó a la valla metálica, dispuesto a seguirle el royo—Nah, aunque aquí hay chicas muy atractivas y atléticas, estoy pillado—respondió a la vez que apoyaba su espalda y codos en la barandilla de metal, quedando así al lado de la castaña.
La chica alzó ambas cejas—¿Oh, en serio?
—Mhm.
—Bueno, no me sorprende. ¿Quién es la afortunada?—preguntó, apoyando sus antebrazos en la barandilla, quedando más cerca del chico.
—Oh, no la conoces. Es una chica lista, hermosa, inteligente, maravillosa, amable y sabe hacer galletas—Describió con una gran sonrisa mientras miraba a la chicas que ignoraban a Johnny a lo lejos y luego se giró hacia su novia, que le estaba sonriendo.
—Tienes razón, no la conozco. Pero suena increíble.
La sonrisa de Miguel fue desapareciendo a medida que se sumergía cada vez más y más en los ojos chocolate de la castaña.
—Lo es—Aseguró sin romper el contacto visual, haciendo que un leve rubor se extendiera por las mejillas de la chica, sacándole una sonrisa al pelinegro—. Aún puedo hacer que te sonrojes.
—¿Quién ha dicho que dejaras de hacerlo?—preguntó para después dejar un pequeño beso sobre los labios del chico—. Ahora dime, ¿qué estáis haciendo aquí? ¿Y por qué Johnny persigue a las chicas de atletismo?—Los dos miraron cómo el hombre intentaba alcanzar a dos chicas que estaban haciendo sprints.
—Buscamos a gente nueva—El chico le tendió uno de los papeles que tenía en la mano y su sonrisa decayó al leer lo que ponía—. El All Valley tiene una sección femenina y, si queremos ganar, tenemos que encontrar a una chica que pueda aprender a pelear en tan poco tiempo.
Melody suspiró mientras volvía a leer el papel: "Buscamos a una tía dura que quiera aprender karate y patear traseros en el All Valley. Si tú lo eres, ¡únete a nosotros en Eagle Fang karate!"
—Lo s...—Comenzó, pero Miguel la interrumpió.
—Ni se te ocurra acabar esa frase—Amenazó antes de apartarse de la barandilla y encarar a la chica, que tenía la vista clavada en el suelo—. Nadie te está reprochando tu decisión. De hecho, la respetamos y entendemos. ¿De acuerdo?
—De acuerdo—dijo ella con una pequeña sonrisa en los labios.
—Ahora repite conmigo—animó el chico—: no me debería importar lo que dicen sobre mis propias decisiones...
—No me debería importar lo que dicen sobre mis propias decisiones...
—...porque tengo un novio maravilloso que me apoya en cada una de ellas—finalizó el chico con una sonrisa, haciendo que la castaña riera—. Vamos, no te oigo—Se aclaró la garganta y volvió a decir:—. Porque tengo un novio maravilloso que me apoya en cada una de ellas
—Sí lo tengo—Afirmó con una sonrisa tierna, una de esas sonrisas que no hacían otra cosa que demostrar lo que sentía por aquel latino.
Un silbido llamó la atención de ambos. Miraron hacia Johnny que le hacía aspavientos a Miguel, así que el pelinegro volvió a mirar a su novia.
—Creo que me está llamando.
—Yo creo que también.
—¿Nos vemos luego?—preguntó el latino caminando hacia atrás.
—Claro.
El chico le sonrió una última vez antes de acercarse a su sensei con paso apresurado, a lo mejor le había reventado un pulmón o algo.
Melody volvió a sumergirse en su libro durante unos minutos, pero cuando levantó la cabeza alzó las cejas y abrió mucho los ojos.
Miguel estaba entre el campo de fútbol y de hockey cubierto de... ¿aceite de bebé?
(...)
—NO LO ENTIENDO. Se supone que las tías de ahora son duras—Se quejó Johnny al ver que hacer que Miguel se exhibiera no había servido para nada—. ¿Por qué no encontramos a ninguna?
El pelinegro se encogió de hombros—No todas necesitarán el karate. Especialmente chicas que ya tienen su equipo.
—¡Hola, Miguel!—Saludó Moon, que caminaba junto a Melody hacia el interior del pabellón.
—¡Hola, Moon! ¿Qué tal?
—Al parecer un tío ha acosado a las de atletismo, así que vamos a entrenar dentro—Explicó la chica de los pompones.
—Me preguntó quién habrá sido—Murmuró Melody a su lado.
Miguel miró a Johnny, que miró hacia el cielo como si con él no fuera la cosa.
—¿Qué hacéis aquí?
—Reclutar gente para el nuevo dojo—Respondió el pelinegro.
—Eagle Fang.
—Sí. Oye, deberías unirte—Sugirió Miguel y Moon sonrió, emocionada.
—¿En serio? Vale, suena divertido.
—Moonie, ¿recuerdas el torneo del año pasado?—Le preguntó Peters y ella asintió, aún sonriendo—. Bueno pues tú estarás en el tatami.
La chica abrió mucho los ojos—¿Tengo que pegar a alguien?—preguntó alarmada.
—¡Cuenta con ello!—Respondió Johnny, entusiasmado al no darse cuenta de la expresión de la chica.
—Entonces paso. No puedo con las agresiones físicas—Miguel asintió, entendiendo la postura de la chica y esta volvió a sonreír—. Deberíais preguntarle a mi ex.
—¿A Hawk? Ya...
—No, mi otra ex—interrumpió Moon y Melody la miró con el ceño fruncido.
—¿Piper?—La otra chica asintió.
—Es la mejor deportista de aquí y no teme a las peleas.
Los dos chicos se miraron entre ellos y el rubio habló—La chunga que buscamos.
—Aunque más vale que adoptéis otro enfoque con ella—Sugirió Moon.
—Tiene razón—Respaldó Melody—. ¿Por qué no les das unos consejos?—Moon volvió a asentir, emocionada por poder ayudar.
—Claro—respondió Miguel con convicción.
(...)
EL TIMBRE DE LA CASA EN LA QUE AHORA VIVÍAN LAS PETERS SONÓ, llamando la atención de Marie. Estaba sola en casa ya que Audrey había ido a recoger a Melody y después a hacer la compra, así que se vio obligada a levantarse.
—¡Ya voy!—Gritó mientras se levantaba del taller y se dirigía hacia la entrada.
Al abrir la puerta se encontró con una rubia desconocida, que parecía notablemente incómoda.
—Oh, hola. ¿En qué puedo ayudarte?—preguntó con dulzura, haciendo que la chica se sintiera más incómoda aún.
—¿Señora Peters?—La rubia tragó saliva antes de articular las siguientes palabras—. Soy Tory—Dijo en un tono de voz bajo, pero la mujer llegó a oírla.
—Oh—Las palabras de su hija se colaron en su cerebro al notar las expresiones de incomodidad y arrepentimiento de aquella adolescente—. Entonces debe de haber una razón por la cuál has llamado al timbre y no has tirado la puerta como hiciste en casa de los Larusso, ¿me equivoco?—Tory volvió a bajar la mirada, entendía que la tratara así, pero de verdad necesitaba hablar con aquella mujer.
—Yo... Sé que esto va a sonar muy disparatado pero... Necesito su ayuda.
Marie la observó durante unos segundos y, después de pensarlo un poco, consiguió dibujar una pequeña sonrisa en su rostro y hacerse a un lado.
—Pasa.
(...)
—EL DIRECTOR DICE QUE CONSIDERARÍA READMITIRME por mi situación familiar—Explicó Tory bajo la atenta mirada de Marie mientras ambas estaban sentadas en la mesa del comedor—. No sé si Melody se lo ha contado pero mi madre... Ella...—La rubia respiró antes de seguir hablando—. Está enferma. Así que me ha dicho que podría volver... si usted lo aprueba.
Marie suspiró y miró a la chica, que seguía teniendo aquella mirada avergonzada desde que había entrado.
—Mi hija me ha dicho muchas cosas sobre ti—Tory bajó la cabeza—. Me contó lo de la pelea en el instituto, lo que le hiciste con aquella pulsera, lo de la fiesta de navidad, el ataque de pánico que tuvo al oír tu voz en aquel salón de juegos—Marie hizo una pequeña pausa antes de seguir hablando—. Pero también me ha contado sobre las tardes que pasasteis entrenando este último verano, vuestros viajes en el coche de Aisha, y lo mucho que os entendíais entre vosotras—Enumeró la mujer y la rubia comenzó a sentir el arrepentimiento llenar sus venas—. Y el otro día, cuando yo te acusé de haberle roto un jarrón en la cabeza a mi hija, ella te defendió, y me aseguró que solo eras una buena chica en la que solo habían encajado demasiados golpes.
Tory mordió su labio inferior, intentando no echarse a llorar en aquel momento. ¿Por qué Melody la había defendido? Aquellos últimos meses no había hecho nada más que intentar joderle la vida, y ella iba por ahí justificando sus actos. Eso no era justo para Melody, nada justo
—Y yo le creo.
La rubia alzó la cabeza, mirando a la mujer con una fina capa de lágrimas cubriendo sus ojos, intentando que se disipara para que no le nublara la vista.
—Así que me alegro de que quieras reencauzar tu vida—Aseguró la mujer—. Volver al instituto es un gran paso—Marie se humedeció los labios antes de continuar—. Pero, necesito que me prometas una cosa.
—Me alejaré de Melody—Aseguró la rubia con decisión—. Lo juro.
—Eso está muy bien, pero... quiero que busques ayuda—Tory miró a la mujer, sorprendida por aquella petición—. Cuando yo estuve ingresada, pude buscar la ayuda necesaria para que mi hija siguiera adelante. Y estoy dispuesta a hacer lo mismo contigo—La rubia suspiró, clavando la mirada en la mesa de madera—. Habla con alguien. Has pasado mucho, muchísimo. Desde hace tiempo, por lo que me han dicho. Deberías hablar con un psicólogo, con un orientador, con el cura de la iglesia, da igual. Pero alguien que no tenga que ver con el karate—Pidió.
—Haré lo que haga falta. Lo necesito.
La puerta principal se abrió, y Audrey y Melody entraron con las bolsas de la compra en las manos.
—¿Así que lo llenó de aceite de bebé?—preguntó la mayor y la chica asintió mientras reía.
—Fue un poco gracioso—admitió Melody mientras dejaba la bolsa en la encimera, ignorando a las chicas sentadas en la mesa.
—Ya, estoy segura de que lo disfrutaste bastante—La menor puso los ojos en blanco mientras se sonrojaba un poco.
—Melody, cariño, tenemos visita—Habló Marie y los tres pares de ojos recayeron sobre Tory, que se encogió en su asiento.
—Tory...—Murmuró la castaña, completamente sorprendida y luego miró a su madre—. Eh... ¿C-cómo estás?—Balbuceó y la chica la miró, comenzando a darse cuenta del daño que le había hecho a aquella persona tan pura.
—Tory está aquí porque quiere volver al instituto, y le piden nuestra aprobación—Explicó Marie con calma, aunque sabía que su hija no reaccionaría mal ante aquella rubia, no después de defenderla el otro día.
—Oh, eso es... genial—Melody asintió y le dedicó una sonrisa a la otra adolescente—. Me enteré de lo que pasó con tu otro trabajo—Informó, dando un par de pasos hacia ella—. Si aún no has encontrado otro, Audrey está buscando a alguien que la ayude con el inventario de la boutique—La rubia miró a la otra mujer, que sacaba la compra de la bolsa y la observaba con curiosidad—. Sé que no te gusta mucho tratar con el público así que ese es un trabajo que no incluye la atención al cliente.
Tory se quedó en silencio, no sabía qué decir. Las palabras se habían atascado en su garganta en el momento en el que Melody había comenzado a hablar. ¿Por qué la trataba tan bien?
La otra adoelscente tragó saliva al ver que la rubia estaba demasiado impresionada como para hablar, así que carraspeó—Me voy a mi habitación, tengo que... estudiar—Melody asintió—. Sí, eso. Nos vemos—Le dijo a la rubia antes de subir las escaleras apresuradamente.
Marie miró a Audrey, que asintió suavemente con la cabeza.
—Bueno, creo que ya está todo dicho—La mujer acompañó a la rubia hacia la puerta—. Hablaré con el director.
—Gracias—dijo Tory, demostrando el agradecimiento genuino que sentía.
—No las des—Aseguró la mujer—. Y... ¿Tory?—La rubia se giró, encontrándose con la pequeña sonrisa de la mujer—. Empiezas el lunes.
(...)
MELODY IBA CAMINANDO, sumergida en sus pensamientos sobre el karate y sobre cómo demonios era posible que el logo de Cobra Kai apareciera en cualquier lado. Cada vez que intentaba dejar de pensar en el karate algo le recordaba el hecho de que aquel tipo de artes marciales era una parte importante de su vida, y que lo había dejado por miedo.
Por cobarde.
Sacudió la cabeza, intentando ignorar la vocecita de su cabeza que le decía que, aunque ellos habían estado siempre para ella, ella no estaba para ellos cuando más la necesitaban y que estaba siendo completamente egoísta. Pero no era capaz de deshacerse de ella.
O eso pensaba.
Sintió cómo se chocaba con alguien y se giró inmediatamente hacia aquella persona—Lo siento.
—¡Mira por donde vas!—Le espetó aquella niña colocando de manera correcta los papeles que llevaba en la mano y que casi se le habían caído.
Frunció el ceño al reconocerla—Espera, eres Devon, ¿verdad? Eres la chica que va con Bert al club de debate.
El rubio la había mencionado un par de veces, le parecía guapa pero decía que era como una rosa. Hermosa y con espinas bien afiladas.
—Sí—respondió la niña con obviedad—. ¿Y tú quién eres?—Los ojos de la menor se abrieron al darse cuenta de que había visto aquella cara en otro lado—. ¡Oh, ya sé! ¡Tú eres la tía de la pelea de karate! ¡A la que le rajaron el brazo y el estómago!—Habló, entusiasmada y Melody sonrió forzadamente.
—Y la que definitivamente aún no tiene pesadillas con eso—Murmuró.
—Me encantó la manera en la que tiraste a aquella zorra por las escaleras. Ya sabes, antes de que te matara con aquella pulsera de pinchos—Halagó, confundiendo a la chica.
¿Eso era un cumplido?
—...¿gracias?—Melody sacudió la cabeza—. En fin, ¿vas hacia el club de debate?—preguntó con curiosidad.
—Oh, sí. Voy a aplastar a ese otro idiota inútil—Aseguró y Melody abrió los ojos, sorprendida por aquel comportamiento tan... propio de un águila.
—Pues... buena suerte.
—Creeme, la necesitará—Devon se perdió entre la gente que entraba y salía del instituto en el vestíbulo, y Melody aprovechó para escribirle a Johnny mientras bajaba las escaleras principales.
Aún no le gustaban, así que prefería distraerse mientras pasaba por ellas.
No obstante, cuando apartó la vista de su móvil, Melody observó cómo Sam se alejaba de Tory con paso decidido, y dejaba a la rubia con una expresión que hasta a ella le pareció difícil de creer. Parecía... ¿apenada? Incluso hasta decepcionada consigo misma.
Nichols levantó la vista y sus ojos se cruzaron con los de Melody y, por un momento, dudó en si debería acercarse por sí recibiría el mismo trato que por parte de Larusso. Por eso se sorprendió tanto cuando Peters se acercó a ella.
—Bienvenida—Le dijo la castaña y ella, como el día anterior, seguía sin ser capaz de articular ni una palabra.
Melody agachó la cabeza, un poco avergonzada, y luego volvió a hablar—Solo quiero que sepas que... Lo siento, por todo. Nunca pude decírtelo como es debido, así que eso estoy intentando hacer ahora.
Tory la observó con detenimiento, aquellas palabras habían sido las más sinceras que había escuchado en mucho tiempo.
Sabía que tenía que disculparse pero, las frases que fluían por su cerebro se enredaban en sus cuerdas vocales y no era capaz de hablar.
—Eso es todo—murmuró Melody y dio un paso hacia atrás—. Bienvenida de nuevo.
La chica comenzó a alejarse poco a poco, pero alguien llamándola la detuvo.
—¡Peters!—Se giró para encarar a la rubia, un poco atemorizada por lo que le diría. Por eso se sorprendió cuando ella dijo:—. Gracias, por todo.
La castaña soltó el aire que había retenido en sus pulmones y esbozó una pequeña sonrisa—No las des.
Se alejó caminando aún con una pequeña sonrisa en sus labios. Sentía que le habían quitado una carga de encima, y se sentía más ligera con cada paso que daba hacia el club de Debate.
Devon, estás a punto de convertirte en un águila.
(...)
—LA PENA CAPITAL ES UN CASTIGO EN CALIFORNIA—Melody escuchaba aquel debate sentada entre Miguel y Bert, que también escuchaban atentamente—. En marzo de dos mil diecinueve, se paralizaron las ejecuciones con una moratoria ordenada por el gobierno.
—¡Sensei!—Se sorprendió Miguel y los otros dos chicos miraron al rubio—. ¿Qué haces aquí? ¿El debate no era de frikis?
—Sí, pero mi teléfono se encendió y ponía el nombre de Melody, así que he venido—Explicó el rubio diciendo, en otras palabras, que la chica le había mandado un mensaje—. Igualmente, esto sigue siendo una mierda así que vamos a saltárnoslo—La castaña puso los ojos en blanco—. Tienes razón. No voy a rendirme en la competición de las chicas—Melody sintió su corazón dar un salto cuando escuchó aquella frase y la palabra cobarde se dibujaba en su cerebro—. Le estoy dando al coco. Mira.
—¡Bien!—dijo el latino con una gran sonrisa.
Sonrisa que se esfumó al abrir la bolsa que le había dado Johnny y al encontrarse con una peluca.
—Sensei...—Comenzó.
—¿Habéis visto Todo por mi chica?—preguntó el adulto—. Tuve que tragármela con una tía—Melody comenzó a buscar en la bolsa y solo encontró más vestiditos que parecían hechos con cortinas de abuela—. El caso, que al entrenador no lo respetan. Tiene una mierda de equipo de fútbol femenino. Así que viste a su hijastro de tía y empiezan a ganar—Los tres adolescentes lo miraron con el ceño fruncido.
—¿Quieres vestirme de chica?—preguntó Miguel y Johnny frunció el ceño.
—¿Qué? No. Tú céntrate en la masculina. Pensaba en Alientopolla—Los tres chicos se miraron entre ellos, confusos—. No es el mejor luchador, pero tiene opciones con las tías. ¿Qué pensáis?
—Estoy pensando en muchas cosas—admitió Miguel—. No sé por dónde empezar.
—Yo sí—Habló Melody—. No vais a hacer nada de eso.
—¿Por qué no?—preguntó Johnny, ofendido.
—Porque se me ha ocurrido algo—Señaló con la cabeza a la chica que había comenzado a hablar.
—Mi rival dice idioteces—Empezó Devon—. Sus pruebas y argumentos son una basura y me mata de aburrimiento. Lo que es irónico, teniendo en cuenta que debatimos sobre la pena de muerte—Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Melody.
—¿No la penaliza por falta de decoro?—preguntó su oponente.
—¡Que le den al decoro!—Johnny se inclinó en su asiento, prestando más atención—. ¿Te digo lo que opino de la pena de muerte?—Devon se acercó al atril del otro chico y rompió su libro en dos.
—¡Oye, mi libro!—Se quejó.
—Cómetelo—Le dijo después de lanzárselo y, a continuación, se acercó al micrófono—. He terminado.
—Sensei, esa es la chica que le dije. A la que le encantan las extracurriculares—Habló Bert, emocionado.
—Calla, Bert—Le ordenó Johnny, y luego miró a Melody—. ¿Dónde la encontraste?
—Se chocó conmigo en el pasillo. Creo que es la chica perfecta para Eagle Fang—Contestó la castaña, sintiendo una punzada en el pecho.
—Ya te digo—Murmuró el rubio—. Acabo de encontrar a la chica más chunga del Valle—Melody lo miró con una ceja alzada—. Segunda—Corrigió—. Tercera, tu madre también es muy chunga—Le dijo a la castaña.
Peters se removió incómoda en su asiento. Ella era la que había decidido dejar el karate, la que había encontrado a Devon y la que se la había enseñado al sensei.
Entonces, ¿por qué se sentía tan mal?
(...)
UN DÍA CUALQUIERA DESPUÉS DE CENAR, Melody insistió en que ella lavaría los platos mientras Audrey se iba a su taller y su madre trabajaba en unos diseños en la mesa del comedor.
Abrió el grifo y cogió la esponja para después hacer movimientos circulares sobre la cerámica y que así quedara como nueva.
Sin embargo, una frase le vino a la mente.
—Eso es, en círculos. Recordad, en Miyagi-Do todo está basado en el movimiento circular. Dar cera, pulir cera.
Se quedó paralizada al recordar las palabras de Daniel, no estaba preparada para recibir aquella ola de recuerdos que la habían invadido, recuerdos en los que llevaba un gi y estaba junto a sus mejores amigos.
Soltó el plato que tenía en sus manos, haciendo que su madre se sobresaltara con aquel estruendo.
—Melody, ¿estás bien?—La mujer se acercó a ella y cerró el grifo, observando cómo la mirada de su hija estaba clavada en un punto fijo.
—No lo sé—admitió—. Al principio pensé que dejar el karate era la mejor opción, pero ahora no paro de pensar en que solo soy una cobarde egoísta que solo piensa en su propio bienestar. Me refiero...—La castaña gruñó—. ¡He abandonado a mis amigos! ¡Y, aunque podría ayudarlos a ganar, estoy aquí sin hacer nada!
Marie ladeó su cabeza, con ternura—No los has abandonado, solo estás... asustada. Y es comprensible.
—No quiero estarlo—Murmuró con la cabeza agachada.
—Bueno, el miedo es algo normal. Es lo que nos hace humanos. Ese temor de perder lo que queremos—habló Marie, apartando un mechón castaño de la cara de su hija en el acto.
—Lo sé. Pero parece que ese temor me ha hecho perderlos antes de tiempo—Melody miró a su madre que, aunque la miraba con ternura, podía ver que ella también estaba asustada.
La mujer suspiró y luego asintió con la cabeza, convinciéndose a sí misma de que la felicidad de su hija era lo más importante para ella y de que Chris no iba a arrebatarsela.
Tomó la cara de su hija entre sus manos y comenzó a hablar:—Si quieres volver al karate, hazlo. Después de todo, el trato es si ellos ganan. Y estoy segura de que contigo tus amigos tienen muchas más posibilidades de derrotar a esos lagartos asquerosos.
La menor sonrió levemente, un poco esperanzada—¿En serio?
—Pues claro. Además tienes mis genes, eres increíble por naturaleza—Ambas rieron y Melody la abrazó.
—Gracias—Murmuró sobre su hombro—. Por apoyarme siempre.
—Bueno, una mesa no es una mesa sin una pata, pero tampoco es una mesa sin una tabla, así que es trabajo en equipo—La castaña sonrió y se apartó de su madre—. Gracias a tí también. Y ahora vete a descansar, mañana tienes que madrugar.
—Sí, señora—Melody salió de la cocina después de darle un beso en la mejilla a su madre, dejando a la mujer sola.
Marie estrujó la esponja con fuerza. Odiaba que Christopher tuviera razón.
Pero en ese momento lo único que podía hacer era apoyar a su hija hiciera lo que hiciera y depositar toda su confianza en Miyagi-Do y Eagle Fang.
(...)
AL PARECER, ELLA NO ERA LA ÚNICA QUE HABÍA TENIDO UNA MALA SEMANA.
Melody no paraba de darle vueltas a lo del karate y, cada vez que hacía un movimiento, se acordaba de Eagle Fang y Miyagi-do, recordando también las palabras de su madre.
Pero Miguel tampoco se quedaba atrás. Había descubierto la relación entre Carmen y Johnny y ahora todo había cambiado con su sensei. O eso le estaba contando.
—En plan Jekyll y Mr. Hyde. Veía al sensei como Mr. Hyde, pero ahora es otra persona distinta—Explicó el chico y ella asintió.
—Estoy segura de que solo es una fase, ya se le pasará. Ya sabes cómo es—La castaña tuvo que morderse la lengua para no contarle lo que le estaba pasando por la cabeza y seguir escuchando las preocupaciones de su novio.
—Ya, pero no sé... Es extraño. Ahora hace cosas que no esperas y...
—¡Miguel! Aquí estás—Los dos se giraron hacia Johnny, que había aparecido en el vestíbulo—. Te he buscado por todas partes.
—¿Qué haces aquí?—preguntó el pelinegro, confundido.
—Una excursión. Tú y yo, vamos—Melody alzó ambas cejas, ella también quería saltarse historia.
—Estoy en mitad de clases. Tengo historia—El intento de escabullirse del chico no funcionó, ya que Johnny insistió.
—Historia es de frikis. Vamos, haz novillos conmigo. Te haré un justificante de los míos. ¿Qué me dices?
Miguel miró a Melody que lo miró con las cejas alzadas y una pequeña sonrisa—Puedo pasarte mis apuntes de historia si quieres—Sugirió y el pelinegro volvió a mirar al rubio.
—Vale.
—Genial—Johnny sonrió, como un niño pequeño al que le acababan de regalar el dulce que quería, y luego se giró hacia Melody—. No te preocupes, te lo devolveré entero.
—Mientras siga caminando me sirve—La chica abrió mucho los ojos al darse cuenta de lo que había dicho—. Mala broma, lo siento—Se disculpó y los otros dos rieron.
—No te preocupes. Está bien—Aseguró el pelinegro.
—Lo traeré encima de una mesa si hace falta—Añadió Johnny antes de salir junto a Miguel del instituto.
Melody, sin embargo, se había quedado allí plantada, pensando en lo que había dicho Johnny.
—Lo traeré encima de una mesa si hace falta.
—Bueno, una mesa no es una mesa sin una pata, pero tampoco es una mesa sin una tabla, así que es trabajo en equipo.
Sus amigos eran su mesa, y ella les había quitado una pata al dejar el karate por aquel estúpido trato con Chris y con Cobra Kai.
—¿Entonces por qué quieres que vaya contigo?
—Porque será divertido ver cómo todos perdéis algo y, en tu caso, como pierdes todo.
Su corazón se aceleró, de verdad tenía miedo de perderlo todo y a todos, tenía miedo de que le arrebataran todo lo que había vivido y tenía miedo de que eso fuera decidido por un torneo. Un torneo en el que no participaría.
—Si quieres volver al karate, hazlo. Después de todo, el trato es si ellos ganan. Y estoy segura de que contigo tus amigos tienen muchas más posibilidades de derrotar a esos lagartos asquerosos.
Apretó la mano en un puño y, en el momento en el que la respuesta correcta apareció en su mente, haciéndose paso entre la neblina de sus pensamientos que tenía en ese instante y brillando para hacerse notar, aflojó su mano.
Se dio la vuelta con decisión y se dirigió hacia su taquilla para coger su skate.
Se había cansado de esconderse, estaba cansada de dejar que las cicatrices que cubrían su piel definieran quién era y, sobre todo, cansada de que la persona que se supone que le dio la vida ahora quisiera arrebatársela y de que ella fuera a dejarle. Así que estaba decidido:
Si Chris quería quitárselo todo, ella no iba a ponérselo fácil.
(...)
MELODY INTERRUMPIÓ EN EL VIEJO ALMACÉN DE WEBBER, encontrándose de lleno con Miguel y Johnny, que estaban al lado de una caja llena de sandías.
—No sabía si estabas listo porque cuesta dominarla, pero no temes al dolor, ¿no?—le preguntó el rubio al latino, hablando de la patada tornado voladora.
—No, sensei—Aseguró el chico.
—Ni yo tampoco—Habló Melody, llamando la atención de los dos chicos, que la miraron sorprendida—. Este sitio está muy bien—Añadió, mirando a su alrededor—, aunque le vendría bien un toque femenino. Una lástima que yo no tenga de eso, pero le puedo dar mi toque, si me dejáis.
—¿Y qué hay de tu padre?—preguntó Johnny, no quería que la chica se arrepintiera en un futuro.
—Bueno, ha dicho que si ganan... Así que asegurémonos de que no lo hagan—Los dos le sonrieron ampliamente—. ¿Empezamos o qué?—preguntó, sintiendo la adrenalina recorrer su cuerpo a través de sus venas.
Los dos hombres se miraron y asintieron. Miguel se acercó a la castaña e, igual que siempre, Johnny gritó:—¡En posición!
(...)
MIGUEL SALÍA DE SU APARTAMENTO CON UNA SONRISA EN LA CARA. Ver a Melody entrenar aquella mañana y dándolo todo con una sonrisa había sido lo mejor que había visto en varios meses.
Estaba muy orgulloso de ella.
No obstante, su sonrisa se esfumó al distinguir a un hombre apoyado en la maceta del bloque de apartamentos. El mismo hombre que era el responsable de que la novia del pelinegro estuviera tan asustada por el torneo.
Christopher Scott sonrió al ver al chico mirarlo fijamente y con una expresión de pocos amigos, casi de odio. Y en ese momento, habló:
—Al fin nos conocemos, Miguel.
CHAN CHAN CHAAAAAAN *insertar música dramática*
Holis, he vuelto jeje, y con más ganas y menos tiempo que nunca :)
Fun fact: tengo el resto del acto planeado en mi cerebro pero el instituto no me deja tiempo para escribirlo helppppp
Anyways, MUCHÍSIMAS GRACIAS POR LAS 40 MIL LEÍDAS, OS AMOO <33
Bueno, ¿que creen que pasará? ¿Qué le dirá Christopher a Miguel? ¿Qué pasará en el torneo? ¿Habrá hecho bien Melody en volver a unirse al karate? *más musica dramática* *se hace la que no sabe nada y sabe todo*
Eso es todo, no se olviden de votar y comentar porque me encanta leer sus comentarios <3
NO MERCY!!
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