𝐓𝐇𝐈𝐑𝐓𝐘 𝐒𝐄𝐕𝐄𝐍. only love can hurt like this


𝐓𝐑𝐄𝐈𝐍𝐓𝐀 𝐘 𝐒𝐈𝐄𝐓𝐄. ❛ solo el amor puede doler así ❜




EL CALOR DE MÉXICO ENVOLVÍA A MELODY Y A ROBBY, que esperaban apoyados en la pared de una tienda de comida mientras Johnny compraba algunas cosas para el camino. Aún no sabían dónde estaba Miguel y ninguno tenía pensado irse de allí hasta encontrarlo.

Bueno, Melody sí que lo había pensado.

La gorra y las gafas de sol que había cogido en aquel puesto resguardaban su rostro de las personas que iban por la calle por si acaso alguna de ellas era Christopher. Era muy probable que estuviera super cabreado y buscándola como loco ahora mismo. Pero no le apetecía pensar en lo que pasaría si él la encontraba en ese momento.

Tampoco quería pensar en Miguel, en el dolor que se instalaba en su pecho al pensar en él o en lo que pasaría cuando se reencontraran. En lo que él le diría.

Eres la persona a la que amo, Melody.

Sacudió la cabeza. No quería pensar en eso tampoco.

Todo sería más fácil si pudiera coger unas tijeras y cortar la cuerda que la unía a todos los sentimientos dolorosos.

Por desgracia, esas tijeras no existían, ni tampoco esa cuerda, sus sentimientos estaban adheridos a ella, condenándola a sentir un infierno las veinticuatro horas del día.

Sabía que no podía huir de ellos, pero un pequeño descanso en el que dejara de pensar en todas las cosas malas que le habían pasado en esas últimas semanas no le vendría mal. Por desgracia, solo conseguiría eso dejando la mente en blanco y Robby tampoco ayudaba.

—¿Cómo estás? —preguntó después de un largo silencio, haciendo que la mentira saliera casi automáticamente de los labios de la chica.

—Bien —Dijo secamente mientras observaba todos y cada uno de los rostros de la gente que pasaba por aquella zona, esperando no encontrarse con el de su progenitor.

—Melody, lo estoy preguntando en serio —Se quejó el chico al ver que la castaña estaba a la defensiva.

—Y yo también estoy seria cuando te digo que estoy bien —Replicó.

—Me estás mintiendo —Puntualizó él.

—No es mi culpa que no te lo tragues —Murmuró y Robby suspiró.

—Sé que no te hace gracia el hecho de que estemos buscando a Miguel —Melody tensó sus hombros involuntariamente, lo que llamó la atención de Robby—. Lo vi en tu cara cuando mi padre lo nombró.

La castaña se mantuvo de brazos cruzados y con la boca cerrada, sabiendo que cualquier cambio de tema o negación que saliera de sus labios iba a ser ignorado por Robby. Una razón por la que ambos se volvieron amigos era que los dos eran unos cabezotas.

—No eres la única que no quiere estar aquí buscándolo, lo sabes, ¿verdad? —preguntó el chico y Melody se mordió el labio al sentir el nudo en su garganta.

—¿Podemos... no hablar de esto? —Suplicó con un hilo de voz pero sin mirar a Robby y agradeció que las gafas de Sol cubrieran el dolor que estaba reflejado en sus ojos en ese momento.

El chico suspiró.

—Está bien. ¿Prefieres hablar de por qué no contestabas los mensajes de nadie? —preguntó.

Melody simplemente apartó la mirada hacia el lado contrario del que estaba Robby. Sabía que no se lo estaba reprochando y que solo tenía genuina curiosidad, pero aún así la incomodidad se apoderó de su cuerpo.

—Christopher me quitó el móvil para que nadie pudiera encontrarme—Confesó—. Y supongo que funcionó porque nadie vino a buscarme —Añadió con un tono amargo en su voz.

Robby tragó saliva y antes de poder decirle que todos en el valle estaban preocupados por ella, Johnny salió de la tienda.

—Vale, ¿cómo vamos?

El chico se sacó el mapa del bolsillo —que habían conseguido después de pegarle a unos surferos— y su teléfono con la ubicación mientras Melody aclaraba su garganta y se acercaba al mayor.

—Creo que ya lo tenemos. Solo está a unas millas. Parece un sitio con muchos bares y restaurantes —Giró la pantalla hacia su padre, que tomó aire y asintió con la cabeza.

—Aquí, vamos a preguntarle a este tío. Hola —Melody suspiró en el momento en el que Johnny habló en español y se dedicó a darle un mordisco al bocadillo que acababa de quitarle de la mano.

—¿Hablas español? —preguntó aquel hombre.

—¿Qué?

—¿Español?

—No, América.

México —Dijo el hombre señalando el suelo y Melody no pudo evitar poner los ojos en blanco—. Estás en zona de grúa. Necesito que muevas la van.

Gracias. Me la personalizaron —Habló el rubio mientras Robby y Melody se miraban de reojo, confusos—. Yo quiero hombre. Héctor de Salazar.

No conozco a ningún Héctor de Salazar. No, no. Tienes que mover la van por favor.

Johnny se giró hacia los adolescentes.

—Este tío quiere dinero.

—No creo que quiera eso —opinó Melody con la boca llena de comida.

—No, dinero, no, no. Mueve la van. Mueve la van.

—No, no te doy el miniván. Es muy especial. Tú dime dónde está Héctor Salazar —Johnny flexionó sus brazos— y te doy dinero, ¿sí?

¿Dinero? —El hombre se alejó, molesto y Johnny se volvió hacia los chicos.

—Muy bien. ¿Has visto? —Robby observó a su padre en silencio mientras Melody seguía comiendo—. ¿Qué?

—No lo sé. Tal vez si este Héctor es tan peligroso, no deberíamos ir diciendo su nombre por ahí —Reflexionó el chico.

—Menea el árbol y la manzana caerá —Apuntó Johnny.

—O podríamos trepar el árbol —opinó Robby.

—¿Qué significa eso? ¿Qué árbol?

Melody puso los ojos en blanco de nuevo.

—El manzano. Acabas de decir que... ¡Oye! —Robby se alertó ante el movimiento de la furgoneta.

Los dos salieron corriendo detrás de ella, que estaba siendo arrastrada por una grúa y Johnny le tiró la comida que tenía en la mano.

Una vez pararon de correr al darse cuenta de que sería inútil perseguir a un vehículo, Melody se acercó a ellos, masticando su bocadillo.

—Te dije que no quería dinero.

Johnny la miró mal.

—Sí, pues podías haberme dicho lo que quería antes —Masculló.

Ella frunció el ceño.

—Eh, mi español no llega tan lejos —Ofendida, tomó otro bocado, haciendo que Johnny se volviera hacia ella.

—¿De dónde has cogido eso? —preguntó.

—De tu mano —Ella se encogió de hombros mientras el rubio se observaba la palma y luego se volvió hacia Robby—. Busca en Google el depósito municipal, tendremos que ir si queremos recuperar esa furgoneta.




(...)




DEREK DABA ENÉRGICOS PUÑETAZOS CONTRA EL muñeco en aquel moderno gimnasio bajo la atenta mirada de Terry Silver. Finalizó aquella secuencia de golpes con sus nudillos impactando en el falso estómago del objeto y respiró agitadamente con su mirada aún clavada en el muñeco.

—Bien, St. James. Pero intenta usar toda tu fuerza la próxima vez, ¿sí? No te contengas —Ordenó Silver antes de alejarse.

Derek lo observó con la mandíbula tensa antes de murmurar entre dientes: —Sí, sensei.

Volvió a dar golpes pero esta vez con más fuerza, sintiendo el ardor en sus brazos que indicaba que el agotamiento se estaba apropiando de sus músculos.

Estaba cansado de que aquel hombre en cada entrenamiento lo obligara a llegar a un punto en el que ya no podía más. Parecía que, hiciera lo que hiciera, nunca sería suficiente. Era agotador. Ni siquiera tenía ese comportamiento con su campeona femenina, con la que ahora estaba hablando en compañía de uno de los nuevos senseis del dojo de la serpiente.

Volvió a centrarse en el muñeco, canalizando toda la rabia y frustración que había sentido los meses anteriores y gruñó cuando uno de los brazos rígidos del muñeco se rompió y se torció hacia el lado contrario.

—Derek, ¿estás bien? —preguntó Kenny, un chico de los del dojo mientras el castaño se pasaba una mano por su cabello empapado de sudor y suspiraba.

—Sí, ¿por qué lo preguntas? —cuestionó con las manos en sus caderas y su pecho subiendo y bajando a toda velocidad.

—Porque acabas de cargarte al muñeco —Respondió el menor con obviedad, haciendo que Derek volviera a mirar el ahora destrozado objeto—. Y porque parecías muy cabreado haciéndolo.

El castaño ladeó la cabeza, aún con la respiración agitada.

—Bueno, es lo que dice el sensei que hagamos, ¿no? Canalizar nuestra ira. Pues se podría decir que tengo bastante acumulada —Derek se acercó al muñeco para intentar colocarlo como estaba, pero una voz le provocó una sensación tan fuerte de irritación que lo distrajo.

—Oh, vamos tío, no seguirás cabreado por lo de ese Miyagi-Do, ¿verdad? —preguntó Kyler, refiriéndose a cuando el día anterior intentó degradar al chico de la tienda por su orientación sexual—. Es la competencia, tío.

Kyler no le había agradado demasiado bien la primera vez que había hablado con él. Básicamente el asiático se le acercó, le dijo que cuidado con lo que le decía porque él era el nuevo rey Cobra y comenzó a fardar de sus habilidades karatecas mientras Derek fingía escuchar.

Al principio se había juntado con él por pura supervivencia en aquel lugar que no conocía, pero después de lo que le había dicho a aquel chico ya no le podía importar menos el no tener con quién relacionarse.

—Creí que habían cerrado el dojo y que Cobra Kai no tenía más competencia, tío —Masculló él mientras cogía un rollo de cinta negra adhesiva y comenzaba a ponerlo alrededor del brazo del muñeco.

—Bueno sí, pero...

—¿Entonces por qué ir a molestarlo sin razón? ¿Acaso tienes miedo de que después de la chica y el minusválido sea un gay el que te dé una paliza? —preguntó, alzando las cejas y con una pequeña sonrisa.

—Oh vamos tío, eso que había dicho eran mentiras. Todos sabemos que soy el mejor —Aseguró Kyler, haciendo que Derek pusiera los ojos antes de partir la cinta adhesiva con los dientes y mirarlo con las cejas alzadas.

—Ya.

—¿Por qué te importa tanto ese perdedor, de todas formas? —preguntó el asiático, haciendo que Derek suspirara, cansado.

Era algo más que obvio que Liam había llamado su atención nada más entrar, si no no le habría hablado para nada. Fue una verdadera sorpresa ver lo nervioso que se había puesto cuando le preguntó por aquellas gominolas y por su instituto. Sin embargo, todo se fue al traste cuando Kyler intervino.

¿Le había alegrado bastante saber que aquel chico también estaba interesado en otros chicos? Pues claro, pero desearía haberse enterado de otra forma que no fuera un insulto hacia él —o al menos un intento de uno—.

Aún así, no pensaba decirle a Kyler sus intenciones con aquel ruloso. Ni de coña. Por eso respondió: —No me importa —Mintió con facilidad—. Simplemente creo que deberías aprender a respetar a todos, no ir insultando a la gente por ahí sin tener ni idea de cómo son las cosas.

—Dijiste que no era un insulto —Le recordó el asiático.

—Pero tú querías que lo fuera —Lo encaró Derek, acercándose a él—. Y eso es mucho peor.

Pudo ver el miedo relucir en los ojos de Kyler, que soltó una risa nerviosa mientras daba un paso hacia atrás, alejándose.

Los ojos de Derek se clavaron sobre Silver, que lo observaba desde la otra punta de la habitación. Sabía lo que él quería que hiciera a continuación, pero no estaba dispuesto a hacerlo.

—Deberías ponerte a entrenar —Siseó antes de girarse y volver a golpear aquel muñeco con mucha más fuerza que antes.




(...)





—EL TÍO DE LA TIENDA DIJO QUE NECESITAMOS 4.000 pesos. Eso es como un millón de dólares —Habló Johnny mientras él y los dos adolescentes entraban en unos recreativos.

Robby frunció el ceño y Melody ya ni quiso intentarlo.

—Son doscientos dólares. Pero aún así sólo tenemos la mitad de eso —Habló el castaño.

—No vamos a encontrar a Miguel sin la furgoneta —opinó Johnny.

Robby miró a Melody de reojo, que se hacía la desinteresada mientras miraba el lugar a través de sus gafas de sol. Sin embargo, su expresión cambió por completo al encontrarse con un grupo de gente alrededor de una mesa.

—¡Hagan sus apuestas!

Uno de los hombres sentados sudaba con un pimiento en la mano.

—Eso es un Savina rojo. Esa cosa te abrasa las entrañas —informó Robby, que también observaba la escena—. Mamá y yo miramos Hot Ones en YouTube —aclaró hacia su padre, que lo miraba con una ceja alzada.

Uno de los hombres salió corriendo hacia el baño, dándole la victoria al otro.

—Bueno señores, creo que hemos encontrado nuestra forma de ganar dinero —Dijo Melody, ganándose una sonrisa por parte de Johnny.

—Es nuestra oportunidad. Si ves que me voy a atragantar, cubre mi boca para que no pueda escupirlo —Le dijo el rubio a Robby.

Sin embargo, el chico lo frenó con una mano en el pecho antes de que pudiera sentarse en la silla.

—Espera. Lo haré yo.

—No —se negó el hombre—. Robby, yo nos metí en esto.

—Como has dicho —interrumpió el menor— es nuestra oportunidad. Y sé que puedo ganar.

—¿Habéis acabado con esta pequeña discusión o vamos a dejar que venga otra persona con unos huevos más grandes a sentarse en esa mesa? —preguntó Melody, intentando ahuyentar la incomodidad que le provocaba ver que el vínculo de Johnny y de Robby se había arreglado.

El castaño se sentó delante del hombre y puso un billete sobre la mesa. El desconocido se mostró desinteresado y Robby miró los pimientos con preocupación mientras Melody se quitaba las gafas de sol y se colocaba detrás de él junto a Johnny.

Muchos pimientos más tarde, Robby sudaba como un cerdo y el hombre parecía haber llegado justo en aquel momento.

El castaño tragó el último pimiento del bote mientras Melody se mordía las uñas —un hábito dañino que había desarrollado esa semana— y Johnny lo miraba con orgullo.

—¡Ese es mi chico! —Exclamó.

Mira al gringuito sudando como un cerdo. Morirá antes de la segunda ronda.

Melody entrecerró los ojos cuando el hombre se rió despectivamente hacia Robby. El chico lo miró con decisión antes de decir:—Uno más.

El hombre lo miró, sorprendido y con un poco de miedo, y Johnny y Melody hicieron lo mismo entre ellos.

—El pimiento más picante que tengas.

¡El dragón!

Melody miró a Johnny cuando el grupo ahogó un suspiro, sorprendido.

—Eso no ha sonado bien —Murmuró la chica, viendo cómo un hombre traía dramáticamente un frasco con dos guindillas y las dejaba sobre la mesa.

—Vamos a por todas —dijo Johnny, observando al contrincante de su hijo tragar saliva con nerviosismo—. Todo.

—Estoy yendo a por todas, como dijo el sensei.

—¡Yo también!

—Estoy casi seguro de que no se refería a ir a por todas las patatas de la cafetería.

Melody sacudió el recuerdo de su mente y se centró en Robby, que había cogido la guindilla con seguridad.

—Tú puedes. Apostaría por ti cualquier día de la semana —Le murmuró Johnny a su hijo y la chica tragó saliva, sintiéndose fuera de lugar.

El chico puso el pimiento entre sus palmas y cerró los ojos mientras movía sus brazos arriba y al frente, controlando su respiración y encontrando el equilibrio de la misma forma que le había enseñado Daniel.

A continuación, respiró hondo y se tomó la guindilla.

Su cuerpo comenzó a removerse mientras masticaba y sus puños se apretaron con fuerza mientras seguía masticando.

Una mueca ocupaba todo su rostro, pero se disipó en cuanto el chico se tragó la guindilla y miró a su contrincante desafiante.

El hombre se llevó el pimiento a la boca y comenzó a masticar.

Melody pudo ver el momento exacto en el que el picor aparecía en su boca, así que no se sorprendió cuando cogió el vaso de leche con rapidez y bebió de él con ganas.

—¡Sí! —Celebraron Robby y Johnny alzando los brazos. Melody se limitó a observarlos con una sonrisa casi imperceptible.

Sin embargo, la celebración duró poco, ya que el hombre le escupió todo el líquido encima, manchando sus camisetas y rostros, dejándolos con una expresión asqueada.




(...)





—TENEMOS EL DINERO —Celebró Johnny mientras lo contaba y los tres caminaban hacia el depósito municipal para recuperar su furgoneta.

—Y leche escupida por todo nuestro cuerpo —Masculló Melody de mal humor.

—Bah, ya te cambiarás —Dijo el rubio, restándole importancia con un gesto pero girándose hacia ella casi inmediatamente—. Tienes ropa aquí, ¿no?

La chica ladeó la cabeza y arrugó la nariz.

—No está exactamente aquí, pero... —Sus cejas se dispararon y su expresión cambió por completo en el momento en el que una idea le cruzó la mente.

—¿Por qué pones la misma cara que ponía tu madre cuando tenía una idea horrible? —preguntó Johnny con el ceño levemente fruncido.

—Porque, no es horrible, o puede que sí, pero tengo una idea.

Johnny y Robby se miraron entre ellos mientras observaban cómo la castaña volvía a ponerse la gorra y las gafas antes de explicarle su plan.




(...)




¿VOLVER A AQUEL BLOQUE DE APARTAMENTOS sabiendo que Chris estaba buscándola como un loco era una locura? Sí. Pero también lo había sido salir corriendo de esa tienda hacia el coche de Johnny, así que ya todo le daba igual.

Miró hacia todos los ángulos posibles en busca del rostro de su padre pero solo se encontró con su plaza en la que aparcaba su coche vacía, así que se adentró al bloque con decisión y rapidez.

La incertidumbre de no saber cuándo Christopher volvería la estaba volviendo loca, pero aún así no fue lo suficientemente fuerte como para frenarla.

Subió los escalones de dos en dos y se acercó a la planta con rapidez, cogiendo la bolsa de basura que había dejado allí aquella mañana lo más rápido posible y se dio la vuelta dispuesta a salir corriendo hacia el sitio en el que había quedado con Johnny y Robby.

No obstante, una persona la observaba a unos pasos de distancia.

Melody dio un respingo y de su garganta salió un pequeño chillido de sorpresa, pero se relajó cuando distinguió las facciones del hombre de mantenimiento.

—Hey —Saludó mientras soltaba un suspiro de alivio—. Hola —Se corrigió al darse cuenta de que estaba en un país en el que se hablaba español.

Hola —dijo él con una sonrisa—. ¿Está todo bien, señorita? —preguntó al notar los nervios de Melody, que se aferraba a aquella bolsa de basura como si fuera su vida entera. Y es que, en realidad, lo era.

—Sí claro. ¿Por qué no lo estaría? —Mintió.

El hombre la miró con desconfianza antes de que el rugido de un motor resonara en aquellos apartamentos. Melody se tensó inmediatamente al reconocer el coche de Christopher frenar bruscamente en el pequeño garaje y comenzó a mirar hacia todos lados en busca de una salida que no fuera la que estaba al lado de las plazas de aparcamiento. Pero no había ninguna.

—Ya veo. Estás escapando de él, ¿no es así? —preguntó el hombre, analizando el aterrado lenguaje corporal de la chica.

—No —El estruendo de la puerta del coche cerrándose con fuerza hizo que diera un respingo y cambiara su respuesta casi de inmediato—. Puede ser.

—Entonces deberías esconderte —Opinó él.

—Sip.




(...)




CHRISTOPHER APARECIÓ POR EL HUECO DE LAS ESCALERAS HECHO UNA FURIA justo en el mismo instante en el que el hombre de mantenimiento cerraba la puerta de su cuartucho.

Scott no dudó en acercarse a él amenazadoramente.

—Buenos días —Dijo el otro hombre con una sonrisa.

—¿Dónde está? —preguntó amenazadoramente, ignorando el amable tono de aquel conserje.

—¿Quién? —preguntó él con falsa confusión.

—Mi hija, ¿quién va a ser?

Melody se tensó al otro lado de la pared al oír ese término.

« Hija un cojón. »

—No lo sé, señor. Creí que estaba con usted.

El hombre le mandó una mirada fugaz a su puerta, cosa que a Chris no le pasó desapercibida.

—¿Está ahí dentro? —preguntó con la rabia resplandeciendo en sus ojos.

Sin embargo, el hombre de mantenimiento no se inmutó.

—Claro que no —Respondió él con bastante rapidez—. ¿Por qué iba a estarlo?

Christopher lo apartó de un empujón y se dirigió con decisión hacia aquella puerta.

Melody aguantó la respiración mientras se acercaba más a aquella fría pared.

—Ya le he dicho que no está...

La puerta se abrió con brusquedad, mostrando aquel cuarto vacío y lleno de cachivaches.

—...ahí dentro.

Chris lo miró amenazadoramente antes de cerrar la puerta por completo y ver lo que había detrás de esta.

Nada.

Melody tuvo que contenerse para no soltar un suspiro de alivio cuando se asomó por uno de los pasillos y vio que Christopher estaba dentro del cuartucho y que el conserje lo observaba desde fuera.

—Se lo dije.

—Y yo no te creo —Masculló el hombre antes de adentrarse más a fondo y comenzar a revolver entre todas sus cosas.

El hombre de mantenimiento le hizo una señal con disimulo a la chica para que saliera de su escondite y eso hizo. Sin embargo, se congeló justo al lado de la puerta del cuartucho cuando oyó la voz de Chris desde el interior.

—¿Qué es esto? —preguntó, señalando unas tablas de madera colocadas de forma desordenada, como si estuvieran tapando algo.

—Definitivamente no es una puerta, señor —Respondió el conserje antes de que Chris gruñera y retirara las tablas para abrir la puerta de aquel armario.

Melody aprovechó la ocasión para cruzar la puerta del cuartucho y esconderse detrás de la planta que estaba al lado de las escaleras.

—No está aquí —Bufó Scott mientras salía del cuarto limpiándose las manos en su pantalón.

—Ya se lo había dicho, señor.

—Si la ves, me avisas, ¿vale? —Dijo con brusquedad.

—Claro, señor.

Scott soltó un gruñido mientras se alejaba.

—Estúpido panchito —Murmuró entre dientes antes de cerrar su apartamento con un portazo.

Melody no se lo pensó dos veces y echó a correr escaleras abajo. Una vez había llegado al piso inferior, se giró para dedicarle una pequeña sonrisa a aquel hombre que esperaba que reflejara todo el agradecimiento que sentía por el hecho de que la había ayudado. Él no dudó en devolvérsela con un asentimiento de cabeza y la chica se lo tomó como una señal para salir corriendo y llegar al punto de reencuentro que había acordado con Johnny y Robby.

Mientras sus piernas se movían con rapidez sobre el asfalto y la bolsa de basura saltaba colgada de su mano, Melody sintió una pizca de libertad que hizo que una genuina risa se colara en sus labios. Sabía que era un producto de la adrenalina que sentía en aquel momento, pero no era capaz de no sentirse levemente feliz por haber dejado a ese hombre atrás.

Aún a pesar de saber que tarde o temprano se volverían a encontrar.




(...)




ROBBY SEGUÍA BEBIENDO LECHE SIN PARAR CUANDO Melody se subió al coche con la respiración agitada y se pusieron en marcha.

Ahora todos tenían ropa limpia y a Melody no le sorprendió ver que las camisetas de los dos chicos eran del FBI con la frase "Female Body Inspectors" en la espalda. Estaba segura de que las había escogido Johnny.

—¿Seguro que estás bien? —Le preguntó Johnny a su hijo, que seguía tragando como si no hubiese un mañana.

—Ugh —El castaño tosió—. Mejor que nunca.

—Se te nota. Parece que ese pimiento le ha dado una paliza a tu boca —Se burló Melody, lo que le sacó una pequeña sonrisa a Johnny mientras la observaba por el retrovisor. Había visto esa pequeña sonrisa y, aunque había visto curvas más amplias en sus labios, estaba satisfecho en ese momento. No la había visto sonreír desde que se había subido a su coche esa mañana.

—Aún no sé cómo has conseguido comerte esa última guindilla.

Robby sonrió con las palabras de su padre.

—No lo he hecho.

Los otros dos integrantes del vehículo lo miraron con el ceño fruncido y, cuando se encontraron con el chico sacándose el chili del bolsillo orgullosamente, levantaron mucho las cejas, claramente sorprendidos.

—¿Y qué estabas masticando? —preguntó Melody desde el asiento trasero.

Robby le enseñó la caja de masticadores que habían comprado antes y Johnny soltó una carcajada.

—Dame eso —Dijo la chica antes de arrebatárselos de la mano.

—Esto es una anécdota de cojones —dijo Johnny entre risas a las que Robby no dudó en sumarse—. Es lo más alucinante que he visto en mi vida.

El chico sonrió, conmovido por aquellas palabras.

No obstante, el tintineo de un móvil cortó aquel momento que Melody observaba mientras comía cereales y sacudió su cabeza al sentir un vacío en el pecho.

—¿Carmen?

El respingo de la castaña fue casi involuntario, pero se recompuso con rapidez.

—¿Te ha dicho algo? —Johnny escuchó lo que decía la mujer al otro lado de la línea—. Se van al hoyo verde.

Robby no dudó antes de sacar su móvil y teclearlo en el buscador.

—Tenemos que dar la vuelta.

—Vamos para allá —Le dijo Johnny a Carmen antes de colgar el teléfono y dar un volantazo.




(...)




MELODY NO HABÍA SIDO CONSCIENTE DEL DOLOR QUE TENÍA en su estómago debido a los nervios hasta aquel momento. Allí estaban, en el exterior de aquel —según Carmen— peligroso local en busca de Miguel.

Se echó sus brazos al estómago al pensar en él.

Pues claro que esos nervios tenían nombre y apellido. No había parado de pensar en él en todo el viaje y, si era sincera, no sabía cómo debía sentirse al respecto.

Sólo sabía cómo se sentía de verdad: herida y nerviosa.

—Vamos allá —Les dijo Johnny a los chicos cuando vió a un hombre usar la puerta trasera.

Melody no dudó en echar su pie en el último momento para que esta no se cerrara y los tres pudieran entrar en el local.

El asqueroso olor a sudor y un calor más abrasador que el del exterior los sacudió nada más entrar a lo que parecía un vestuario mohoso.

Melody no pudo evitar arrugar la nariz.

—Mira esta gilipollez de la MMA —Murmuró Johnny antes de acercarse a la primera persona que vio—. Hector Salazar, ¿lo conoces?

—No sé quién es.

Los tres pasaron de largo y siguieron preguntando a los luchadores que se preparaban para los combates o se curaban después de ellos.

—Busco a hombre. Hector de Salazar.

El hombre gruñó mientras lanzaba puñetazos frontales y los tres se alejaron con miradas confusas.

Melody intentó ignorar el doloroso huracán que se revolvía en su estómago cuando siguió a Robby y a Johnny por un pasillo, encontrándose con una especie de jaula en la que unos hombres luchaban entre ellos y que estaba iluminada por luces azules y rojas.

Comenzó a mirar hacia los lados mientras se sujetaba el estómago con ambas manos, intentando calmar un poco su nerviosismo pero siendo incapaz.

¡Y a continuación tendremos la pelea del mundo! ¡Vicente "el lobo" González!—Exclamó una voz masculina a través de unos altavoces que tenían al lado, lo que hizo que los oídos de Melody perdieran un poco de audición.

Sin embargo, fue capaz de escuchar la voz de Johnny sobre el sonoro murmullo de las decenas de conversaciones que tenían lugar en aquel sitio.

—¡Miguel!

La reacción fue casi inmediata.

Su cuerpo se tensó y su mente dio paso a miles de recuerdos junto a aquel latino.

El día que se conocieron y que ella le llevó galletas.

El atardecer que presenciaron después de entrenar y antes de tirarse con su skate cuesta abajo.

Él levantándola en volandas después de ganar el All Valley.

Ellos compartiendo las alitas de pollo.

Entrenando juntos en el camión de cemento.

El día que entrenaron en el monte y todo el mundo pareció desaparecer cuando el chico quedó encima suya.

Cuando ella lo besó estando borracha.

El día que ella fue al hospital a llevarle galletas.

Él poniéndose de pie y ella abrazándolo, emocionada.

Ellos viendo películas el día que Melody se derrumbó delante de él.

Ambos salvando el All Valley.

Su primera cita.

Ellos bromeando antes de besarse en el campo de fútbol mientras Johnny perseguía a unas adolescentes.

Sus manos sobre su cintura mientras bailaban en el baile de graduación.

Su discusión.

Su reconciliación.

Su primer "te quiero".

Y su huída.

Un vacío apareció sobre su pecho mientras sentía el peso de mil elefantes aplastar su corazón.

¿De verdad había sido capaz de dejarla atrás de esa manera? ¿Acaso él no recordaba todos esos momentos con el mismo cariño? ¿O simplemente no habían sido lo suficientemente buenos como para hacer que él se quedara a su lado? ¿Ella no había sido suficiente?

Robby tiró de su brazo al ver que Melody se había quedado plantada en su sitio y ambos siguieron a Johnny. Sin embargo, unos luchadores les frenaron el paso con su cuerpo.

—Muévete —Ordenó el rubio.

No te vas a acercar a Héctor —Aseguró el luchador.

Johnny iba a seguir con su camino pero el otro hombre lo empujó, cosa que lo enfadó bastante, haciendo que no dudara en darle un fuerte puñetazo en la nariz.

El rubio lanzó una patada pero el luchador agarró su pierna y en cuestión de segundos Johnny se encontraba en el suelo, rodando para evitar un golpe de aquel mexicano.

Robby avanzó, decidido, pero Johnny lo agarró de los hombros.

—No, Robby. Yo me encargo. Quédate ahí —El rubio miró a Melody, que parecía estar en un trance—. Encárgate de que no le pase nada.

El luchador agarró el hombro de Johnny para darle la vuelta y comenzar a forcejear con él. Finalmente, el rubio se libró de su agarre y consiguió encajar tres patadas contra la anatomía del otro hombre. Este, cabreado, se levantó y se aprovechó de que uno de sus amigos había agarrado a Johnny para encajar varios puñetazos en su estómago.

Eso fue lo que hizo que Melody reaccionara.

Comenzó a mirar hacia todos lados, en busca de algo que pudiera ayudarlos mientras Johnny seguía recibiendo aquella paliza.

Parece que ese pimiento le ha dado una paliza a tu boca.

«¡Bingo!»

Se giró hacia Robby bruscamente mientras el luchador estrangulaba al rubio con fuerza.

—¡La guindilla! ¡Robby, dámela!

El chico obedeció con rapidez y confusión y cuando Melody tuvo aquella comida en su mano, le gritó a Johnny con fuerza.

—¡Johnny! ¡Pilla!

El hombre agarró el pimiento al vuelo y acto seguido lo exprimió sobre los ojos de su contrincante, que comenzó a gritar y gemir de dolor.

—¡Mis ojos!

Johnny aprovechó el momento para realizar la patada tornado y tirar al luchador al suelo de una vez por todas.

Melody miró a Robby, horrorizada por el aspecto del rubio y él se encogió de hombros con una sonrisa al ver que su padre había ganado.

El público había comenzado a vitorear un mote que le habían puesto al rubio en los últimos cinco minutos pero él lo ignoró y se acercó al hombre que aún se retorcía en el suelo.

¿Dónde está Héctor?




(...)





LA NOCHE YA HABÍA CAÍDO CUANDO JOHNNY FRENÓ la furgoneta con brusquedad en medio de la carretera y bajó del vehículo para acercarse a Miguel, que lloraba en medio del asfalto con el teléfono en la oreja.

—¡Miguel!

El chico observó a Johnny y una expresión de alivio se pudo distinguir debajo de sus lágrimas.

—Estoy bien, Ma —Le dijo al teléfono—. Vuelvo a casa —Dijo antes de colgar el teléfono y de acercarse a Lawrence, que lo estrechó con fuerza entre sus brazos mientras de los ojos de Miguel salían lágrimas gruesas.

El hombro del rubio amortiguaba los sollozos del latino, que había cerrado los ojos, dejándose llevar por aquel sentimiento de seguridad que Johnny le producía.

Sin embargo los abrió cuando escuchó el sonido de dos puertas de un coche abriéndose.

Sus ojos primero se posaron en Robby, y una fuerte confusión le azotó el cerebro al verlo con una expresión tan empática. Después se posaron sobre Melody.

Su corazón dejó de latir durante unos segundos para después hacerlo con más fuerza. ¿De verdad era ella?

Una camiseta grande y unos vaqueros desgastados combinaban con sus viejas converse. Su pelo estaba recogido en una rápida coleta de la que se escapaban varios mechones color chocolate, estaba un poco más pálida que la última vez, sus ojos parecían tener menos brillo y unas grandes ojeras descansaban debajo de ellos. Aún así, el primer pensamiento que se le vino a la cabeza a Miguel mientras ambos se miraban había sido que era la chica más hermosa de la Tierra.

Melody, por el otro lado, no fue capaz de seguir haciendo contacto visual con el latino ya que un insufrible dolor se le instaló en el pecho. Sus moratones y cicatrices comenzaron a arder bajo su ropa y tuvo que tragar saliva para que un sollozo no se le escapara de sus labios.

En ese momento tuvo una cosa clara: no podía enfrentarse a él. Aún no. La herida era demasiado reciente y aún ardía y dolía como el infierno.

Se giró hacia Robby con urgencia, que iba pasando sus ojos de ella a Miguel y de Miguel a ella con rapidez.

—¿Puedo ir en el asiento del copiloto? No puedo hacer esto —Suplicó, con los pedazos rotos de su corazón arañando su pecho con violencia.

—Sí. Sí, claro —Accedió el castaño al ver la desesperación y dolor en la mirada de aquella chica.

Ella asintió antes de meterse en el coche bajo la extrañada mirada de Miguel, que caminaba hacia el vehículo junto a Johnny.




(...)




DEREK RASGABA LAS CUERDAS DE SU GUITARRA mientras la conversación que había oído en el dojo de la serpiente se reproducía en su cabeza.

Si una persona roba comida para sobrevivir, ¿eso es hacer trampa? ¿O está haciendo lo que debe hacer?

Gruñó, frustrado, y se pasó las manos por el pelo mientras dejaba los cascos en su cuello y apoyaba la cabeza en la pared para observar las luces del Valle a través de su ventana.

Aquella situación le daba cada vez más más mala espina y escuchar aquella parte de la conversación que Terry Silver había tenido con Tory le había hecho darse cuenta de que algo no cuadraba. Nichols parecía verdaderamente afectada.

¿Así era Cobra Kai? ¿Dabas todo de ti y aún así no era suficiente? ¿A qué tendrías que renunciar para ser de los mejores? ¿Qué esperaba Silver que hicieran para ganar? ¿A qué quería que sus alumnos renunciaran?

Sus padres ya le habían arrebatado su vida cuando lo marginaron y, aunque creyó que su tío abuelo lo había salvado acogiéndolo en su casa, lo único que le quedaba era su música —de la cuál solo podía disfrutar en las últimas horas del día, cuando no estaba entrenando—. ¿Qué más podía perder?

La puerta de su cuarto se abrió y giró la cabeza con lentitud.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, intentando no sonar brusco.

—Venía a avisarte de que mañana no habrá clase matutina en el dojo —Habló Silver, entrando al cuarto del adolescente—. Y a aconsejarte que vayas a practicar al parque para no perder la forma y para hacer un poco de publicidad.

Derek tragó saliva, reprimiendo el suspiro de fastidio que quería soltar en ese momento. Le había prometido a su tío abuelo que se uniría a aquel dojo como una muestra de agradecimiento por dejarle vivir con él y, aunque ahora se arrepentía de haber accedido, ya no podía dar marcha atrás. Era ir a entrenar al parque o dormir en él.

Asintió con la cabeza.

—Está bien. ¿Eso es todo? —preguntó al hombre, que lo observaba en silencio.

—Sí, eso es todo —Parecía querer añadir algo más, pero luego se retractó y solo dijo—: Que descanses.

Sin embargo, Derek no fue capaz de resistirse y tomó la guitarra antes de levantarse.

—¿Tío Silver?

El hombre se giró hacia él, con una ceja levantada.

—¿Ha pasado algo? —preguntó.

El castaño negó con la cabeza y luego la sacudió—Bueno... Escuché una conversación tuya... sin querer —Agregó con rapidez al ver las cejas alzadas de Silver—. Con Tory.

Sus ojos se clavaron en el pequeño flaqueo que había tenido la expresión de Terry y lo celebró mentalmente. Había dado en el clavo.

—¿Qué conversación? —preguntó con un tono interesado, pero no demasiado, intentando hacerle creer que solo lo estaba escuchando y no desesperándose en el interior.

Una pena que fuera igual que la madre de Derek y que él la conociera tan bien.

—Solo escuché el final, pero Tory parecía muy afectada —Mintió, había escuchado algo más que el final—. Solo quería saber si estaba todo bien.

Silver asintió.

—Está todo bien. Nichols estaba preocupada por unos problemas que tiene en casa —Mintió Terry con facilidad—. No le des más vueltas, no querrás que algo sin sentido te quite horas de sueño.

Derek asintió con la cabeza.

—Buenas noches —añadió el hombre antes de salir de la habitación.

Derek suspiró y negó con la cabeza mientras se volvía hacia la gran ventana de su cuarto.

Era más que obvio que su tío abuelo acababa de mentirle. Pero, ¿por qué?

Siguió observando la oscuridad que teñía aquel Valle que ahora era su hogar. Era un sitio bonito en el que poder ser él mismo, pero ese acuerdo de karate por un hogar comenzaba a revolverle las entrañas. Tal vez Cobra Kai no era tan bueno como él creía.

Tal vez.




(...)





EL VIAJE DE VUELTA HABÍA SIDO HORRIBLEMENTE SILENCIOSO.

Robby y Miguel estaban sentados en la parte de atrás del vehículo y parecían haber retomado su estúpida rivalidad. Johnny meneaba la cabeza levemente al ritmo de la música de rock que sonaba a —sorprendentemente— un moderado volumen y Melody se dedicaba a observar el paisaje pasar mientras gruesas lágrimas brotaban de sus mejillas.

No había parado de llorar desde que salieron de México, no había sido capaz de hacerlo. Cada vez era más consciente del ardor de la mirada de Miguel sobre su nuca y eso no ayudaba con el agujero negro que parecía haberse instalado en su pecho, absorviendo la felicidad que tenían todos sus recuerdos juntos y tintándolos de dolor. El sentimiento de abandono, aún estando en el mismo coche juntos, se había vuelto más fuerte que nunca.

No era capaz de parar de pensar en que Miguel había hecho ese viaje tan peligroso para, al final, descubrir que su madre tenía razón. No paraba de pensar en que la había dejado sola por nada.

El sonido de un teléfono sonando la sobresaltó, haciendo que se girara hacia Johnny, que observaba la pantalla de su teléfono con duda. Le dedicó una mirada fugaz a Melody antes de contestar.

—¿Marie?

Melody se giró completamente hacia el rubio, que conducía y hablaba a la vez.

—Johnny, ¿se puede saber qué has hecho esta vez? —preguntó la mujer al otro lado de la línea—. Christopher acaba de aparecer en mi casa hecho una furia y preguntando por Melody que, obviamente, no está aquí. Luego preguntó, bueno, más bien gritó, por ti y cuando le dije que estabas en México buscando a Miguel se enfadó aún más y se largó. ¿Qué demonios está pasando? ¿Ha perdido a mi hija? ¿Tú sabes algo de esto?

Johnny arrugó el rostro en una mueca y suspiró.

—No ha perdido a tu hija, Marie. Ella se escapó —Aseguró el rubio.

—¿Y eso tú cómo lo sabes?

—¿Sigues con él?

Johnny casi pudo oír a la mujer poniendo los ojos en blanco al otro lado de la línea.

—¿Acaso te has olvidado de la parte en la que te dije que se largó?

—Vale, perdón —Se disculpó el rubio—. Esto, em... Sí sé algo del tema, la verdad. Pero es difícil de explicar. Creo que es mejor que lo haga otra persona.

Johnny le extendió el teléfono a Melody, que lo miró entre sorprendida y conmocionada.

—¿A qué te refieres? ¿Qué otra persona? —La castaña tomó el teléfono con las manos temblorosas y se lo llevó a la oreja—. ¿Johnny? ¿Estás ahí?

—Hola mamá —Habló la chica con un temblor en la voz.

—¿M-melody? —preguntó Marie después de un pequeño silencio.

La castaña soltó una risa entre las lágrimas —que ahora eran de alivio—.

—Hola.

—Cariño, ¿cómo estás? ¿Qué ha pasado?

—Pues... —El sonido de una notificación retumbó en su oído y cuando quiso ver qué era, Melody se encontró con que a Johnny le quedaba un dos por ciento de batería—. No tengo mucho tiempo, Johnny se está quedando sin batería.

—Está bien, no te preocupes. Escúchame bien —Ordenó la mujer—. Dile a Johnny que te lleve a casa de Liam, yo hablaré con él. Por ahora no puedes volver aquí, quién sabe lo que hará ese gilipollas cuando te vea. Díselo a Johnny, ¿me has oído?

La chica asintió con lágrimas resbalando por sus mejillas y luego habló—: Sí, sí, lo he entendido.

—Genial. Me alegro de que estés bien.

Melody tragó saliva, observando su reflejo en el espejo retrovisor. Bien no es el termino que usaría ella para definir su estado de ánimo.

—Yo también —Murmuró con un nudo en la garganta, ahogando un sollozo.

Acto seguido, la llamada se cortó debido a que el móvil se había apagado.

Melody se lo devolvió a Johnny y volvió a mirar por la ventana, ahora un poco más animada.

Estaba volviendo a casa, lejos de Christopher.

Sin embargo, no era consciente de que aquel acto de rebeldía no era nada más que el comienzo de un desesperado y violento juego del gato y el ratón en el que ella era la presa y Christopher haría lo que fuera para cazarla.

MARATÓN 100K 1/2












PRIMERO DE NADA: MIL DISCULPAS!!!!! Sé que estuve desaparecida pero estuve de viaje y luego con las clases siento que me absorven todo el tiempo y las ganas de vivir XD

Pero no pasa nada porque YA ESTOY DE VUELTA. Y con un maratón para agradecerles las 100K leídas, de verdad GRACIAS.

Subiré el segundo cap de la maratón en un rato, así que mientras hablemos de este.

Plis, no me maten por hacer sufrir a Melody y lo que viene a continuación con su sufrimiento porque no es mi culpa, mi cerebro es demasiado perverso y maligno, no puedo evitarlo.

Also, me inspiré un poquito en el señor Miyagi cuando escribía sobre el señor de mantenimiento de los apartamentos, no sé si a ustedes les recordó a él, pero bueno-

Derek, vení que te abrazo. Es mi nuevo protegido, que lo sepáis. Pregunta, ¿sospechábais que Silver esa su tío abuelo? Al principio no pensaba revelarlo hasta el cuarto cap de este acto o así pero decidí decirlo en este para que podáis conocer un poco más sus circunstancias jeje. En fin...

MIGUELODY AAAAA </3 No estáis listos para lo que se viene, os aviso. De hecho, creo que ni yo lo estoy.

Anyways, creo que eso es todo, vayan a rezar mientras no subo el siguiente cap para que un camión atropelle a Chris, gracias.

NO MERCY!

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